08. DAMIÁN Y ROBIN
𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐎𝐂𝐇𝐎 🌷 ⊹
“ Damián Y Robin ”
›GOTHAM CITY
›11:32 PM
Los entrenamientos serían su secreto.
Nadie en la mansión podía saberlo.
Lo habían decidido así para que ninguno de los chicos se los impidiera.
Nixie abrió la ventana sintiendo el frío de la noche colarse entre las cortinas, moviendolas ligeramente con el viendo, se subió en la ventana y entrecerro los ojos divisando entre la oscuridad a la silueta de una persona.
Sonrió al saber de quien se trataba.
Así que sin miedo, dió un salto hasta el suelo aterrizando en cuclillas, se levantó con rapidez y miro a su alrededor, para después salir corriendo hasta donde el pelinegro la esperaba sentado en su motocicleta.
—¿Nadie te vio? —preguntó, subiéndose a la motocicleta.
—¿Con quien crees que estas tratando, Nixie? ¿Con un novato? —le preguntó Damián, pasándole uno de los cascos que traía entre sus manos— Eso debería preguntartelo a tí.
La chica bufó, colocándose el casco de color negro y colocando sus manos en el torso del pelinegro el cual dio un pequeño respingo haciendo que la chica alzara una ceja.
—¿Te asuste, Dami? —soltó una risa suave, tratando de no ser escuchada por otras personas o sinó, los verían.
—Eso quisieras, Kyle.
Damián se colocó su propio casco y sonrió de lado, para después arrancar la motocicleta sin hacer tanto ruido y salir de los terrenos Wayne.
El viaje había sido un poco largo y silenciosos, nadie había dicho nada mientras se movían entre las calles de Gotham City montados en aquella motocicleta negra, pasando desapercibidos por algunas personas. Al llegar al lugar, Nixie se bajo de la moto con el ceño fruncido, mientras se quitaba el casco.
—¿En donde estamos?
El pelinegro apagó la motocicleta, quitándose el casco para después bajarse, acercándose a la chica.
—Es mi casa segura.
Aquello hizo que la chica lo mirara con el casco entre sus manos— ¿Es solo tuya?
El chico asintió.
—Me la regaló Tim en mi cumpleaños número trece, antes era de él pero como tiene algunas más repartidas por la ciudad entonces me la dio completamente equipada. —explicó,acercándose a la puerta del pequeño edifico que parecía abandonado, colocó un código de números en una pequeña pantalla escondida cerca de elaborar puerta y ésta se abrió, dándoles completo paso al lugar.
—Wow. —soltó Nixie, mirando fascinada a su alrededor— Este lugar esta genial.
El lugar era amplio y moderno, al solo entrar las luces blancas se encendieron al igual que las computadoras y unos compartimientos se abrieron desde las paredes, mostrando muchas armas de todo tipo además de un traje de robin con colores rojos y negros, lo cual llamó la atención de la chica.
—¿Y ese traje, Damián?
El chico miro el traje con una pequeña sonrisa de lado, acercándose a él junto a la chica hasta estar enfrente de la vitrina.
—¿Prometes no decirle a nadie? —preguntó el pelinegro, girando su cabeza a un lado para observar a la chica.
La chica asintió.
—Yo lo diseñe, quiero cambiar el que ahora tengo pero no creo que sea el momento correcto para utilizarlo. —suspiró Damián, dándole un último vistazo al traje para irse cerca de algunas armas corto punzantes— Además, no le he dicho a nadie de este traje y no creo que a mi padre le guste mucho el cambio. —hizó una mueca.
—Entonces... ¿Yo soy la única que lo sabe? —preguntó Nixie, sonriendo. Mientras tocaba la vitrina con la punta de sus dedos.
—La única.
Un silencio se instaló entre ellos, siendo el sonido de las computadoras lo único que se escuchaba en el lugar, además de las respiración de ambos chicos.
—Es muy bonito. —habló Nixie, derrepente. Haciendo que el pelinegro la mirará.
—¿Disculpa?
—El traje, —aclaró, sonriendo— es muy bonito.
—Pues... Gracias —el pelinegro sonrió, para después ponerse algo serio— Bueno, bueno, se nos hace tarde y no podemos estar aquí toda la noche, así que es mejor comenzar ahora.
—Cierto. —la chica le sonrió, siguiendo a Damián hasta una pequeña Sala de entrenamiento. El pelinegro le lanzó unas vendas negras las cuales había tomado anteriormente de la Sala en donde estaban y empezó a colocarse las suyas. Nixie se las colocó con rapidez y se preparó.
Ambos chicos se miraron entre ellos, viendo quien sería el primero en dar un golpe lo cual no tardo tanto, Nixie se lanzó a Damián como una leona sobre su presa, comenzando una danza mortal entre ellos llena de golpes, patadas y algunos ganchos. En el proceso se miraban entre ellos, conociendo el estilo de pelea de cada uno. En un momento, Damián logró darle una patada en el estómago a la pelinegra que la dejó sin aire y la mando al suelo, apoyándose a éste con una mano y sujetando col la otra su estómago.
—S-Si... Sabía que no serias blando conmigo desde el principio. —habló Nixie, mirándolo desde su lugar.
Damián sonrió de lado, inclinando un poco su cabeza— Qué bien que lo tengas en claro, Nixie.
La pelinegra se levantó del suelo, sin dejar de mirar a Damián en todo momento y le tiró un puñetazo directo a la cara, siendo interceptado por el chico que la miro con una ceja alzada.
—Abre los ojos, Nixie. Libera todas aquellas cargas que lleves en tu interior.
El pelinegro lanzó un puño, Nixie lo detuvo, para después lanzarle variso puñetazo los cuales Damián esquivo ágilmente y le devolvió, haciendo que la chica se moviera por el lugar, esquivando los con maestría.
—Tú no eres una princesa, eres más fuerte que eso, eres distinta.
Más puñetazos al pelinegro, los cuales Damián siempre esquivaba con una mirada de concentración.
— Tienes que ser más fuerte, más rápida, Nixie. Saca aquella leona que llevas dentro. Liberala.
Después de esas palabras por parte de Damián una pelea más reñida se creo entre ellos. Puños, volteretas, ganchos y patadas, la energía se sentía al cien el el cuerpo de la pelinegra lo que la hizo sonreír con seguridad.
(...)
Las semanas transcurrían con rapidez o así las sentia la pelinegra que comenzó a perder la noción del tiempo a causa de los entrenamientos nocturnos de Damián y las clases a primera hora en la Academia.
Era algo agotador pero había aprendido demasiado en esas semanas. Cada consejo, cada descubrimiento sobres sus poderes y sobre como pelear mejor la condujo a una corriente en la que nadie podia sacarla ahora.
Chasqueó la lengua, mirado con aburrimiento las computadoras encendidas. Batman y los demás habian tenido que salir a mitad de la noche por una emergencia en el centro de la ciudad. Obviamente no los había podido acompañar, de nuevo, lo que dejó a la chica un poco molesta. Apesar de haber comenzado con sus entrenamientos con Damián, ella se sentia preparada mental y físicamente para patrullar, pero parecía que todos a excepción de Damián no lo querian en las calles peleando contra criminales.
Aveces sentia la necesidad de tomar el traje de Catgirl de su vitrina y ponérselo de una vez, a costa de todos, pero tenía una misión que hacer, una promesa. No podía colocarse ese traje sin estar lo suficientemente preparada para lo que conllevaría.
Suspiró, estar al pendiente de las computadoras por si alguna otra emergencia se presentan era muy aburrido, ni siquiera sabía cómo Alfred lograba no dormirse del aburrimiento. Era algo que solo haría alguien con demasiada paciencia.
Y ella no era una de esas personas.
Estaba a punto de levantarse la silla giratoria en la que estaba dentada cuando escuchó el sonido del batmovil y de las motocicletas de los chicos. Giró la silla para ver a los chicos mejor, cuando vió que todos estacionaban con rapidez y Nightwing se bajaba de su propia motocicleta, acercándose al batmovil con cara de preocupación.
Aquello comenzó a asustarla al ver que la motocicleta de Damián venía sola, sin nadie que la conducirá, en su modo de piloto automático. Se levantó de un salto al ver que Nightwing sacaba a un Robin inconciente del batmovil y lo llevaba al área médica, mientras Batman iba buscar a Alfred a la mansión.
—¡¿Que fue lo que paso?! —preguntó, alterada al acercarse a los demás.
Tim la miro con preocupación y se quitó la máscara, para verla a los ojos— Trata de calmarte...
—¡¿Que le paso a Damián?!
Jason suspiró, acercándose a ella al ver que Tim no decía nada y se quitó el casco.
—Damián estaba haciendo de las suyas mientras peleabamos contra los secuaces de El Pingüino, así que en un momento lo perdimos de vista y después de acabar con secuaces lo encontramos herido de bala, inconciente. —explicó el pelinegro, colocando una mano en el hombro de la chica— Pero no te preocupes, Nix. Él estará bien, es fuerte.
Aquello la tranquilizó un poco pero no lo suficiente para no caminar lejos de ellos para acercarse a la Sala médica, donde se encontró a Bruce y Dick sin sus máscaras, y a Alfred que terminaba de colocarle a Damián -que se encontraba tumbado en una camilla- la última puntada en el lugar donde había dado la bala, su pectoral izquierdo.
—¿Como esta Damián?
Alfred corto el hilo y le sonrió, colocando la aguja en un pequeña mesa donde también estaba la bala que le habian extraído al menor.
—El amo Damián esta estable, señorita Nixie. No es algo que no hubiera pasado antes, aunque nunca había llegado inconciente. —dijo lo último en un susurro, tomando la bandeja con la bala y las herramientas que había utilizado, y se fue del lugar junto a Dick, murmurando que iría a curar a los demás.
La pelinegra se acercó al chico en la camilla, mirándolo con cariño. Las veces que había estado junto a Damián en sus salidas nocturnas para entrenar se habian conocido mejor y comenzaban a entablar una amistad bastante fuerte para ambos. Ignoró la presencia de Bruce en el lugar y tomó la mano de Damián, dándole pequeñas caricias con su pulgar.
El mayor sonrió, mirando a la chica junto a su hijo y se fue en silencio, dejándolos solos. Nixie ni siquiera lo noto, había tomado una silla que estaba al lado de la camilla y se sentó, tomando con fuerza la mano de Damián.
Los minutos fueron pasando y el pelinegro comenzo a despertar, llamando la atención de la chica que se levantó con rapidez y lo estrechó entre sus brazos, dándole un fuerte abrazo.
—Oye... Agh, Nixie... —se quejó Damián, devolviéndole de alguna manera el abrazo pero con menos fuerza— Vamos, Nixie, ni que me hubiera muerto.
Aquello hizo que la chica lo abrazada con más fuerza, haciendo que se quejara.
—No digas eso, Damián. No lo digas. —negó la chica, con algunas lagrimas en los ojos y separándose lentamente— No hagas un comentario así como si morir fuera algo que tomar a la ligera y menos cuando...
—¿Cuando...? —cuestionó Damián con una ceja alzada, sentándose en la camilla.
Nixie bajó la cabeza, apretando sus puños.
—Cuando tú ya lo hiciste, cuando tú ya moriste. —sollozó, sintiendo una mano en su mejilla que la hizo alzar su cabeza para mirar al chico.
—Así que ya lo sabes... —suspiró Damián, dándole una pequeña sonrisa de lado— ¿Quién fue el chismoso que te lo dijo? —preguntó, buscando el con tanto visual pero Nixie desviaba la mirada.
—Yo lo descubrí.
No podía decirle que los había soñado, no quería hacer más daño.
—Bien. —asintió.
Unos segundos de silencio.
—¿Damián?
—Dime.
—¿Estas bien?
—Estoy perfecto, tranquila. —sonrió, acariciando la mejilla de la chica con delicadeza— ¿Que tal si dormimos un rato? Mañana es fin de semana así que podemos levantarnos más tarde y comer lo que sea, ¿que te parece? —propuso.
La chica asintió con una sonrisa, dándole un pequeño beso en la mejilla al chico.
—Okey.
Damián le dio lado en la camilla y la chica se subió de un pequeño salto, acostándose a su lado. Nixie se puso de lado, mirando el perfil de Damián y sonrio, sintiendo un pequeño sentimiento raro crecer en su interior.
El pelinegro se acostó de lado también, mirándola con la ceja alzada y su característica sonrisa de lado.
—Buenas noches, Damián.
—Duerme bien, Nixie.
LUBEISKASALAS 2023 ©
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