𝟬𝟯
Con los ojos hinchados Tweek ya había logrado empacar dos cajas con varias de sus prendas, aún le faltaba la mitad del armario, pero no se sentía completamente listo para comenzar con la ropa del pelinegro.
Tomó valor y tras un par de lágrimas derramadas comenzó a meter las prendas de su novio en una de las cajas. Sentía su corazón oprimirse con cada una de las cosas que guardaba, pero intentaba no detenerse pues no quería perder mucho tiempo.
Cuando lo notó ya solo le faltaba un cajón, lo abrió y lo primero que vió fue el chullo que siempre usaba su novio. Lo tomó entre sus manos y comenzó a sollozar de nuevo, pensó en ponerselo para abrigarse más, pero notó que había algo dentro de este.
La pequeña cajita seguía ahí, aun con su envoltorio.
El rubio cerró su maleta y controló su respiración para no soltarse a llorar en ningún momento. Tomó la maleta y bajó, notando al instante el calor que emanaba la chimenea encendida y la chaqueta del pelinegro colocada en el perchero. Se acercó a pasos lentos hasta la sala donde pudo ver como su novio estaba sentado frente al fuego con la pequeña caja entre sus manos.
—No iré —soltó de pronto el más alto al notar la presencia de Tweek—. Llamaré por la mañana para cancelar el vuelo y luego le avisaré a mi jefe que no podré presentarme, ya se me ocurrirá una excusa.
El menor no dijo nada, permaneció en silencio analizando lo que había dicho el pelinegro, hasta que este se giró a mirarlo y se percató de la maleta en su mano.
—Supongo tu también ya tomaste una decisión —regresó su mirada a la chimenea mientras soltaba una risa sarcástica, aunque sintió que un nudo se formaba en su garganta.
El rubio dejó la maleta en el piso y se acercó a su novio, sentándose a su lado. Colocó una de sus manos en la mejilla de Craig y una lágrima se deslizó hasta detenerse en la yema de sus dedos, eliminando cualquier pizca de orgullo que aún conservara el menor.
—Lamento lo que pasó —soltó de pronto el rubio—. Es solo que me preocupo por ti.
—Lo sé, es por eso que te amo —se animó a mirarlo, dejando ver sus ojos cristalizados—. Pero ya pasó, solo fue una discusión.
—No solo me disculpo por eso —Craig levantó una ceja interrogante—. Lamento haberte detenido siempre, eres libre de hacer tu vida y yo solo me he estado interponiendo.
—¿Qué? ¡No digas eso! —dejó la caja a un lado y acercó al rubio a su pecho para envolverlo entre sus brazos—. Nunca me has detenido tú, lo que dije fue porque estaba enojado, pero no creo eso de tí.
—A veces cuando estamos molestos es cuando decimos la verdad...
Ambos permanecieron en silencio aun abrazados, Craig dejaba pequeñas caricias en la espalda de Tweek mientras este comenzaba a sollozar contra su pecho, como si dentro de sí sintiera que era el final.
—Tu no eres el culpable de las decisiones que yo tomé, si lo hice fue por mi culpa, no tuya —comenzó a hablar en un tono bajo—. No quiero que te tortures pensando lo contrario.
»Tweek Tweak, eres la persona más maravillosa que he conocido, y al contrario de lo que tu piensas, yo creo que no eres un impedimento, sino que me alientas a salir de mi zona de confort. ¿Tengo que recordarte quien fue el chico que llegó a mi casa a pedirme que lo intentaramos para no dañar "mi imagen"? ¿O quién fue el que me motivó a mandar solicitud de empleo en el lugar al que siempre aspiré para trabajar? ¿O quién fue el que propuso mudarse a Denver después de haber estado prácticamente toda nuestra vida en un pequeño pueblo?
»Sin ti no hubiera logrado estar donde ahora, me ayudas a mejorar y a ser consciente de mis defectos. No somos perfectos, pero me gustaría seguir cometiendo errores y arriesgarme si es contigo.
El pelinegro apartó ligeramente al rubio de su pecho para poder ver su rostro. Plantó un beso en su frente y estiró su brazo para tomar el pequeño regalo y dárselo de nueva cuenta.
—Abrelo —insistió Craig.
Contra toda su curiosidad, Tweek hizo uso de toda su fuerza de voluntad y no quitó la envoltura.
—Lo haré cuando vuelvas de tu viaje de trabajo —sonrió de lado—. Dámelo cuando ambos estemos en casa de nuevo, ¿sí?
El pelinegro sonrió y asintió tomando de nueva cuenta el regalo. Lo guardó en uno de los bolsillos de su pantalón. El rubio se acomodó hasta poder dejar un beso en sus labios y ambos se miraron con una sonrisa dibujada en sus rostros tras separarse.
—¿Y para qué era la maleta? —soltó de pronto Craig, ambos miraron el objeto y las mejillas de Tweek se sonrojaron directamente.
—No te voy a mentir, pensaba irme de la casa por un tiempo si no lograbamos solucionarlo —admitió avergonzado—. Pero viendo la nueva situación tal vez la usé para ir a South Park mientras tu estás de viaje, podría quedarme con mis padres o con Aisha y ver si algo ha cambiado desde la última vez que fuimos.
—Solo ha pasado un mes desde eso —rió el pelinegro.
—¿Tanto? Con más razón iré —ambos rieron esta vez.
—Mientras estés aquí cuando vuelva no tengo ningún problema —colocó una de sus manos en la cintura del menor mientras con la otra acarició su mejilla.
—No dudes de eso —sonrió.
Ambos se besaron de nueva cuenta, aunque ahora fueron envueltos en una pequeña sesión de besos que cada vez iba escalando a otro nivel lleno de pasión.
—¿Alguna vez escuchaste del sexo de reconciliación? —preguntó Craig en un tono seductor—. Quizá podríamos intentarlo
—No tan rápido, velocista —dijo Tweek en cuanto sintió como el más alto ya lo cargaba en brazos—. Antes apaga la chimenea.
Señaló con la cabeza el fuego y bajó de los brazos de su novio.
—Pero...
—¿Tienes idea de lo peligroso que es dejar la chimenea prendida sin supervisión? Podríamos causar un incendio o algo peor —se cruzó de brazo mientras un pequeño tic apareció en su ojo.
—¿Hablas en serio? —soltó un suspiro.
—Apaga la chimenea y te recompensaré arriba —dejo un pequeño beso en sus labios antes de subir las escaleras rápidamente con una sonrisa en el rostro.
El pelinegro sonrió al verlo alejarse, había cosas que nunca cambiaban y ahora más que nunca estaba seguro de que era el indicado. Intentó apagar la chimenea lo más rápido posible y se preparó pues sabía que la noche era joven.
Tweek soltó un suspiro mientras se colocaba el chullo y con la cajita en manos bajó a la planta baja de la casa dejando las cajas abiertas en su dormitorio. Caminó a paso lento hasta llegar a la sala, donde encendió la chimenea con ayuda de un par de cerillos, por suerte la leña con la que solía hacerlo estaba en buen estado.
Se sentó frente a esta y comenzó a quitar el envoltorio notando como se encontraba una pequeña caja de terciopelo, lágrimas comenzaron a brotar haciendo su vista borrosa. Algo dentro de él en serio esperaba que no fuera lo que creía.
Lo abrió y sintió como todo dentro de él se derrumbaba al ver el anillo de compromiso brillando a todo su esplendor con una pequeña nota que le partió el corazón.
"¿Me dejarías compartir el resto de mi vida contigo?"
—Ese día no fueron simples palabras de aliento para no hacerme sentir mal... —murmuró para sí mismo—. Era una pedida de matrimonio.
Se sentía devastado, se arrepentía de tantas cosas en ese momento.
El estar con Craig lo hacía sentirse invencible, como tener un imperio en una época dorada, él lo elevaba hasta hacerlo sentir glorioso. Al estar juntos la mayoría del tiempo sus rostros estaban con una enorme sonrisa en ellos, y ahora sentía que había caído en desgracia.
Eran la esperanza del otro, y todos a su alrededor lo sabían. Solían confiar en el otro ciegamente, su fé era fuerte, pero se empeñaba en culparse, estaba seguro que su rencor destrozaba todo. Por más que lo amara había momentos donde lo alejaba y se sentía solo dentro de su arrepentimiento por promesas sin cumplir.
Sentía como aquel castillo que ambos habían construido se desmoronaba y sus puentes se quemaban hasta los cimientos. Y estaba más que seguro que si ahora Craig lo viera se decepcionaría.
—No te gustaría conocerme ahora, Craig —soltó entre llantos—. No te gustaría casarte con quien soy en este momento.
De pronto sintió unos brazos envolverlo, alzó rápidamente la mirada y vió al pelinegro a su lado. Estaba conmocionado, no sabía como reaccionar, pues dentro de sí sabía que era imposible él estuviera a su lado.
Seguro era una broma de su mente, algo generado por su dolor, pero no le importó y prefirió enfocarse en la sensación de tener al chico a su lado, aunque sabía que era únicamente algo falso.
—No digas eso, Tweek —lo escuchó decir—. Jamás estaría decepcionado de ti, porque te amo.
—Lamento no haber abierto el regalo antes —soltó entre llantos—. De haber sabido lo hubiera hecho esa noche.
—No importa ya, ambos sabemos que el hubiera no existe y desgraciadamente ya no importa, yo no volveré, no puedo hacerlo —su voz sonaba tranquila.
Tweek soltó un suspiro al escuchar eso y cerró su ojos con fuerza, pero volvió abrirlos cuando sintió como limpiaban sus mejillas.
—¿Y te gusta donde ahora estás? —preguntó por lo bajo.
—Es tranquilo, pero no estás tú —le sonrió triste—. Aunque lo único bueno supongo es que aun así tengo la certeza de ver que estes bien.
El rubio asintió y aun con la idea en mente de que tal vez solo su mente lo consolaba a sí mismo, se acercó hasta poder sentir de nuevo los labios de su novio. Eran tan cálidos como recordaba, y el sabor dulce que tenían seguía intacto.
—Si el hubiera existiera, me gustaría haber insistido en que no fueras —intentó bromear el menor, pero el pelinegro sabía que lo decía en serio.
—Si el hubiera existiera, te lo hubiese dicho de frente —dijo señalando la cajita con el reluciente anillo.
—Hazlo, por favor.
El pelinegro tomó la caja y se acomodó de mejor manera, mirándolo directamente a los ojos.
—Tweek Tweak, ¿Te casarías conmigo? —sonrió mostrando los dientes, algo que cautivó al rubio, pues era raro eso en él.
—Me encantaría, Craig Tucker —sonrió mientras quitaba el anillo de la cajita y se lo colocaba a sí mismo—. Te amo.
—Y yo a ti, cariño.
El mayor lo apegó a su cuerpo, solo que en esta ocasión Tweek ya no sintió la misma calidez que antes. Soltó un suspiro mientras se alejaba y se ponía de pie.
—¿A quién engaño? Esto no es real —caminó hasta la cocina intentando despejarse.
Miró de nuevo a la sala notando que la caja estaba en el suelo de nuevo y Craig ya no estaba ahí, aunque el anillo si estaba en su dedo. Sacó un vaso dispuesto a tomar algo de agua cuando se percató que su novio ahora estaba con él en la cocina.
—¿Y si pudiera serlo? Si hubiera alguna manera de que ambos volvieramos a estar juntos, si pudiera encontrar cómo, ¿Aceptarías? —el semblante de Craig seguía siendo cálido, solo que ahora a pesar de que estaba calmado se podía sentir su tristeza.
—Yo... No lo sé —sirvió un poco de agua en el vaso y la bebió de un solo trago—. Te amo, Craig, quizá sea tiempo de dejarte ir.
El pelinegro sonrió de lado y se acercó a él colocando sus manos en sus hombros, este lo miró a los ojos y sintió las lágrimas acumularse de nuevo.
—Te amo, Tweek, y sé que la decisión que tomes será la correcta, siempre lo haces.
Dejó un beso en su frente y camino de regreso a la sala, dejando al rubio solo en la cocina. Colocó el vaso vació en el fregadero y caminó hasta el recibidor de la casa, desde donde se podía apreciar perfectamente tanto la puerta principal como la chimenea donde Craig lo "esperaba".
¿Dejar y volar o seguir y luchar?
Las sirenas de la ambulancia y del camión de bomberos sonaban por el lugar, varios de los vecinos rodeaban la escena mientras intentaban saber lo que pasaba.
Tal parece que la casa había comenzado a incendiarse por culpa de la chimenea, aunque aún no entendían a ciencia cierta cómo había pasado si al parecer el rubio se veía como alguien que vivía angustiado, era ilógico y más para los externos pues siempre lo vieron como un buen chico, así que no creían que fuese alguna especie de suicidio.
Cuando lograron eliminar cualquier rastro de fuego ya era tarde, pues el cuerpo del rubio ya estaba sin vida debido al humo en sus pulmones. Gracias a la insistencia de la pelirroja, le habían permitido ver el cuerpo de su amigo para identificarlo. Un par de lágrimas se deslizaron por las mejillas de la chica al ver que en efecto se trataba de su amigo.
Su cuerpecito se notaba frágil, su ya pálida piel ahora lucía completamente blanca, aunque en algunas zonas se podía ver como había quemaduras, sobre todo en sus extremidades. Su ropa estaba sucia y quemada, pero algo que no pasó por alto ante los ojos de la chica fue el anillo de compromiso en su dedo y la sonrisa dibujada en su rostro.
Tomó con cuidado el anillo y el chullo ligeramente quemado, y cuando fue el funeral del chico, ella se encargó de colocar ambas cosas dentro del ataúd de su amigo. Nadie más que ella sabía de las noches de llanto del rubio, pero ahora él se encontraba bien, lo sabía, ahora Tweek estaba de nuevo con el chico que amaba.
2,400 palabras
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