𝘀𝗶𝘅. 𝖼𝗈𝗅𝗈𝗋𝗌
—C A P Í T U L O S E I S—
Colores.
EL AMBIENTE EN LA GUARIDA HABÍA CAMBIADO, COMO SI UN LEVE DESTELLO DE NORMALIDAD SE HUBIERA COLADO ENTRE LOS PARPADEOS DE LAS LUCES NEÓN. Jinx tarareaba una melodía disonante mientras sus manos trabajaban a toda velocidad, cosiendo y ajustando piezas de tela que probablemente no deberían estar juntas, pero que, bajo su toque, adquirían un estilo único. El saco de Ekko le caía enorme, haciéndola parecer una niña jugando a disfrazarse de algo que no era.
Ekko, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, terminaba de remendar sus zapatos. Su expresión era tranquila, aunque sus manos, acostumbradas a la precisión, se movían con algo más de torpeza sobre las costuras. Levantó la vista de su trabajo y la miró, dejando escapar una risa breve y baja.
—¿Qué te parece? —preguntó Jinx, levantando la vista con una aguja atrapada entre los dientes y sosteniendo una especie de chaleco en el aire. Un tono lila resaltaba en lo que parecía ser un gorro, tenía unas costuras blancas en forma de triángulos formando un patrón de extremo a extremo, había una parte de cuero que iría enfrente de su pecho y en su espalda. Era un desastre, pero un desastre que gritaba su nombre—. Las vendas son para cubrirme—añadió tomándolas con su mano libre.
—Único, como tú, supongo —respondió Ekko con una sonrisa de medio lado, dejando a un lado el zapato que acababa de terminar.
Jinx le lanzó una mirada de burla fingida, pero su risa rompió la fachada rápidamente. Era un sonido raro, casi olvidado, como si hubiera salido de un rincón de ella que apenas recordaba que existía. Ekko la observó por un momento, sorprendido de lo contagioso que era.
—¿Por qué me miras así, Hombrecito?—preguntó ella, alzando una ceja mientras le daba una puntada final a su obra.
—Porque hace mucho que no te veía reír—respondió con honestidad.
Jinx se detuvo, sus dedos jugando con el borde del chaleco recién terminado. Por un segundo, una sombra pasó por su rostro, pero tan rápido como llegó, se fue. Se puso de pie, girando sobre sí misma.
—Bueno, aquí estoy, ¡viva, riendo y más fabulosa que nunca! —exclamó con su característico dramatismo, haciendo una pose exagerada.
Ekko se levantó del suelo, sacudiéndose el polvo de la ropa, y negó con la cabeza mientras sonreía. Había algo esperanzador en esa escena, un pequeño momento que se sentía como un respiro en medio del caos.
—Vamos a ver cuánto dura eso de "fabulosa" cuando salgamos a pelear, ¿no crees? —dijo él, burlándose suavemente.
—¡Durará lo que yo quiera que dure! —replicó Jinx con su habitual aire desafiante, tomando el chaleco recién hecho, junto con las vendas, y desapareciendo tras la cortina de la pequeña carpa.
Ekko suspiró y se dirigió hacia la mesa para dejar los artefactos que había estado usando. Al agacharse, recogió su aparato de retroceso temporal. Lo sacudió ligeramente, revisándolo con atención. Sabía exactamente lo que tenía que hacer, pero el conocimiento no hacía desaparecer el peso que cargaba. El miedo seguía ahí, arraigado, recordándole las posibilidades de fracaso. Pero esta vez, fallar no era una opción.
—Oye, Ekko.
La voz de Jinx, repentina y cercana, lo hizo dar un brinco en su lugar.
—¡Por el amor de...! Tienes que dejar de hacer eso —murmuró, colocando una mano en su pecho mientras la miraba con una mezcla de irritación y resignación.
Ella simplemente le devolvió una sonrisa burlona antes de sacarle la lengua. Avanzó con pasos juguetones hacia la silla, dejando la chaqueta del chico sobre el respaldo con un movimiento despreocupado.
—¿Y bien? —preguntó Jinx, extendiendo los brazos a los lados con una mirada de superioridad—¿Esto es menos "revelador"?
Ekko no pudo evitar quedarse pasmado mientras ella giraba lentamente, mostrando cada detalle del atuendo recién modificado. La tela ajustada cubría sus piernas por completo, y el chaleco llevaba un diseño que claramente era producto de su caótica creatividad. Pero lo que más destacaba era el pequeño gorro ladeado que ahora coronaba su cabeza.
—El gorro es lindo, ¿no crees? —añadió Jinx, cerrando los ojos y sonriendo como si esperara una ovación.
—Está...
—Aunque... —lo interrumpió ella, alzando una ceja mientras inspeccionaba su propia creación—Siento que necesita más detalles.
Sin previo aviso, Jinx avanzó hasta quedar peligrosamente cerca de él. Ekko sintió cómo su pulso se disparaba al instante, su respiración atrapada en su garganta. El calor de su cercanía era desconcertante, una sensación que lo tomó completamente desprevenido.
—Esto le falta. —La voz de Jinx lo sacó de su ensimismamiento, justo cuando ella daba la vuelta a su alrededor, evaluándolo como si fuera un lienzo a medio terminar.
Ekko, finalmente capaz de soltar el aire que había estado reteniendo, se giró para seguir su movimiento con la mirada.
—¿Qué le falta? —preguntó, más por distraerse de su propio nerviosismo que por verdadera curiosidad.
—Pintura. —Jinx levantó un puñado de esferas de pintura y pinceles con una sonrisa traviesa, como si ya tuviera todo planeado. Sin esperar respuesta, se inclinó un poco más hacia él—¿Qué dices, Hombrecito? —preguntó con un tono burlón mientras giraba un pincel entre sus dedos—¿Quieres pintarte la ropa como yo? ¿O prefieres seguir viéndote todo aburrido?
Ekko alzó una ceja, una sonrisa leve comenzando a formarse en su rostro. El nerviosismo dio paso a un ligero desafío en su mirada.
—¿Aburrido? —repitió Ekko, alzando una ceja y dejando que una leve sonrisa cruzara su rostro—Bueno, supongo que podría usar algo de estilo... si es que sabes lo que haces.
—¡Ja! —exclamó Jinx, dando un pequeño salto de entusiasmo mientras giraba el pincel entre sus dedos—Prepárate, porque esto no será nada discreto.
Ekko negó con la cabeza, divertido, mientras la chica se apresuraba a organizar los colores con un brillo de emoción en los ojos. Sabía que no tenía escapatoria, pero en lugar de sentir resignación, algo dentro de él se relajó.
La tensión que lo había acompañado antes se disolvía lentamente, pero lo que quedó en su lugar era algo mucho más peligroso: el tipo de vértigo que uno siente al asomarse a un precipicio, sabiendo que un paso en falso podría cambiarlo todo.
Jinx lo tomó desprevenido, como siempre. Tiró de su pecho con una firmeza que desarmó cualquier protesta y lo recargó contra la orilla de la mesa. Ekko la observó en silencio, con el corazón acelerado y una sensación que no lograba descifrar del todo. Ella le entregó un pequeño traste con pintura lila y un pincel, moviéndose con la seguridad y el desenfado que solo ella podía desplegar.
—Quiero que lo pintes de ese color —dijo, su tono ligero, casi juguetón, mientras separaba un mechón de cabello y se lo ofrecía. Antes de que él pudiera reaccionar, Jinx ya sostenía una semiesfera con líquido blanco y un pincel en la otra mano—. Mientras tanto, yo te pintaré la cara.
—Oye—la detuvo rápidamente, rodeando su muñeca con su mano. Su mirada buscó la de ella, aunque era difícil sostenerle los ojos cuando había tanto caos danzando en ellos—. No vayas a dibujar nada raro.
Jinx soltó una carcajada corta y altanera, ladeando la cabeza como si su respuesta fuera obvia.
—Pff, creo que no sabes con quién estás hablando —respondió, moviendo la cadera hacia un lado con teatralidad—. Soy una artista: "ten al artista y vivirás en su arte" —soltó con un aire de importancia que a cualquier otro le habría parecido una broma.
Pero no a Ekko.
La frase se incrustó en su mente como una flecha. Cada palabra resonó más de lo que debería, y su mente comenzó a girar sobre sí misma. ¿Era una confesión? ¿Una simple ocurrencia? ¿O acaso un eco de algo más profundo que ella misma no alcanzaba a comprender? No sabía si era el peso de la cercanía, de sus manos manchadas de pintura o de la intensidad de esos ojos que lo miraban como si el resto del mundo no existiera.
Estaba tan atrapado en sus pensamientos que ni siquiera vio venir el golpe en su cabeza.
—¡Oye! —se quejó, llevándose la mano al lugar del impacto.
Jinx lo miró con una mezcla de exasperación y diversión, girando los ojos como si él fuera el que estuviera perdiendo el tiempo.
—Apresúrate y píntame el cabello, Salvador. El tiempo es valioso, tú más que nadie debería saberlo —le insinuó, su mirada desviándose por un segundo hacia el artefacto.
Ekko tomó el mechón con cuidado, como si el cabello de Jinx fuese algo frágil, aunque sabía perfectamente que la chica era cualquier cosa menos eso. Hundió el pincel en la pintura lila y lo levantó, observando cómo las gotas espesas caían de las cerdas con lentitud. Sentía su respiración acompasada con los movimientos de su mano, intentando hacer un trazo limpio mientras la pintura comenzaba a teñir el mechón azul que ella le había ofrecido.
—Quieta —le dijo con voz tranquila, aunque su pulso delataba el nerviosismo que no podía evitar.
Jinx, por supuesto, hizo exactamente lo contrario, inclinándose hacia adelante para mirarlo más de cerca.
—No te pongas nervioso, Hombrecito —dijo con una sonrisa pícara, inclinando la cabeza para que la pintura gotease—. Es solo cabello.
—¿Y qué tal si te queda todo el color en la cara? —replicó él, ajustando su posición para sostener el mechón con una mano mientras el pincel terminaba de deslizarse con la otra.
Ella se rió, esa risa ligera y burlona que le helaba y calentaba el pecho al mismo tiempo. Dejó que Ekko terminara el mechón antes de hacer un movimiento rápido que lo tomó por sorpresa.
—Mi turno.
Antes de que pudiera reaccionar, Jinx ya tenía el pincel blanco en la mano, manchándolo con pintura en un movimiento rápido que no le dio tiempo de protestar. Ekko intentó apartarse, pero ella lo empujó suavemente hacia la orilla de la mesa de nuevo, con una sonrisa traviesa y una mirada tan seria que lo dejó clavado en su lugar.
—Quédate quieto, Salvador, o arruinaré mi obra maestra.
—¿Tu qué? —preguntó él, pero su voz sonaba más baja de lo que pretendía.
Jinx no respondió. Con precisión sorprendente, deslizó el pincel por su frente, trazando una curva lenta y marcada. Ekko podía sentir la textura fría de la pintura sobre su piel, y, aunque cada trazo era ligero, algo en él se agitaba, como si ella estuviera marcando más que solo líneas.
—¿Qué estás dibujando? —preguntó finalmente, su tono una mezcla de curiosidad y reticencia.
—Shhh —respondió Jinx, inclinándose más cerca mientras su pincel bajaba por el puente de su nariz. Los ojos de Ekko intentaron seguir sus movimientos, pero era imposible con lo cerca que estaba—. Ya casi termino.
Cuando se apartó, dejó el pincel sobre la mesa y observó su obra con una expresión crítica, como si realmente estuviera evaluando un lienzo y no el rostro del líder de los Firelights. Ekko, por otro lado, todavía sostenía el mechón pintado de lila en alto, con cuidado de que no tocara el rostro de Jinx.
—¿Qué me hiciste? —preguntó finalmente, bajando la voz mientras ella lo miraba con orgullo.
—Un reloj de arena —respondió ella con un tono que mezclaba desdén y satisfacción—. Algo simbólico, ¿no crees?
Él tragó saliva. No había esperado algo tan... preciso. Intentó ignorar la forma en que las palabras de Jinx parecían cargar con un peso que ella misma no comprendía del todo, pero era imposible. La pintura fría en su piel y la intensidad de sus ojos lo hacían sentir como si ella pudiera ver más de lo que él quería mostrar.
—Bueno, al menos no dibujaste bigotes —intentó bromear, pero su voz tembló un poco.
Jinx, sin embargo, simplemente se rio y tomó un mechón de su cabello, agitándolo cerca de su rostro.
—¿Y tú? ¿Ya terminaste de pintarme, o tengo que hacer que me devuelvas el favor?
Ekko parpadeó, recordando que todavía sostenía el mechón teñido de lila. Lo soltó con cuidado, asegurándose de que no rozara su piel, y alzó ambas manos en señal de rendición.
—Listo. Prometo que no haré más estragos.
—¿Estragos? —repitió ella, alzando una ceja, mientras se sujetaba el mechón con un broche para que el color tomara su tiempo y se adhiriera; cruzó los brazos—. Salvador, eres tan aburrido.
Pero incluso mientras decía eso, había algo en su sonrisa que lo hizo quedarse inmóvil, observándola, como si cada momento con ella pudiera desmoronarse en cualquier segundo.
—¡Más color! —exclamó Jinx con un entusiasmo desbordante, mientras hundía una brocha en un bote de pintura rosa brillante. Con un movimiento ágil, lanzó pequeñas chispas de pintura hacia Ekko, quien apenas alcanzó a cubrirse.
—¡Oye! —protestó, frunciendo el ceño mientras intentaba sacudirse las gotas de pintura.
Ella soltó una carcajada, agitando la brocha como si fuera un arma.
—¡Te lo dije! ¡TÚ autorizaste esto! —gritó, avanzando como si estuviera en medio de una batalla épica.
Ekko extendió su mano izquierda, intentando quitarle la brocha, pero Jinx fue más rápida. Con un movimiento audaz, trazó una diagonal rosa que atravesó su pecho.
—¿En serio? —dijo él, mirando la línea con resignación, mientras ella, sin dudarlo, trazaba otra diagonal en dirección opuesta, formando una "X" rosa perfectamente marcada en su torso.
—Ahí tienes, ahora te ves mucho mejor —declaró, dando un paso atrás para admirar su obra maestra.
Ekko, suspirando profundamente, aprovechó su descuido. Rápido como un relámpago, atrapó su muñeca derecha con su mano izquierda, deteniéndola antes de que pudiera pintar algo más.
—¿Jugando sucio otra vez? —dijo él, su tono cargado de una mezcla de diversión y advertencia.
—¿Yo? Nunca —replicó ella con una sonrisa traviesa.
Antes de que pudiera zafarse, Ekko tiró de su muñeca, haciendo que Jinx tropezara hacia él. Su pecho chocó contra su torso, la cercanía era ineludible. Ella parpadeó sorprendida, pero él, sin perder tiempo, tomó la silla cercana con su mano libre y la deslizó detrás de ella, bloqueando cualquier intento de retroceso.
—¿Qué crees que haces, Hombrecito? —preguntó Jinx, alzando una ceja y manteniendo esa chispa burlona en sus ojos.
—Controlando el desastre antes de que decidas hacer algo peor —respondió Ekko con una sonrisa apenas contenida, aunque su pulso parecía acelerarse ante la proximidad de la chica.
—¿Peor? Vamos, no seas aburrido. —Jinx fingió indignación, pero su sonrisa permaneció inalterable—. ¿Y ahora qué? ¿Me vas a sermonear?
—No, ahora es mi turno —dijo él, tomando un pincel de la mesa y hundiéndolo en pintura azul.
—¿Ah, sí? —preguntó ella, ladeando la cabeza con una sonrisa de desafío.
—Sí. Y esta vez, tú te quedas quieta.
—¿Quietita? —replicó, alzando una ceja y cruzándose de brazos—. No sé si eso es lo mío.
Ekko soltó una risa suave, aunque aún sentía su corazón latiendo con fuerza.
—Bueno, entonces hagamos un trato: si me dejas pintar algo, prometo que no te haré nada raro, te dejaré libre —dijo Ekko, inclinándose apenas hacia adelante, su voz cargada con esa mezcla de reto y diversión que parecía ser su especialidad.
Jinx ladeó la cabeza, con una ceja alzada y una sonrisa tan afilada como una cuchilla.
—¿Libre, eh? —repitió, jugando con la palabra como si quisiera probar su peso—. ¿Y si no quiero que me dejes libre?
Ekko no respondió de inmediato, sus ojos se encontraron con los de ella por un instante demasiado largo. Finalmente, él sonrió, una curva lenta y desafiante en sus labios.
—Si no quieres, siempre podemos renegociar después.
—Eso suena peligroso, Salvador —murmuró ella, entrecerrando los ojos. Aun así, extendió sus brazos en un gesto teatral—. Haz lo que tengas que hacer.
El moreno asintió con un brillo travieso en los ojos, pero no se apartó. Al contrario, se agachó ligeramente, bajando su mirada hasta la altura de su cadera.
—¿Qué haces ahí abajo, Hombrecito? —preguntó Jinx, intentando mantener su tono burlón, aunque había algo en la intensidad de sus movimientos que le arrancaba un ligero cosquilleo de inquietud.
—Tranquila, confía en el artista —respondió Ekko sin mirarla, sumergiendo el pincel en una pintura azul profundo antes de trazar con cuidado los bordes de una estrella justo en la parte derecha de su cadera-cintura, allí donde su piel quedaba expuesta.
El roce del pincel fue inesperadamente delicado, casi como un susurro contra su piel.
—Listo —anunció, enderezándose apenas, sin apartarse más que unos centímetros.
Jinx bajó la mirada hacia la estrella, evaluando el diseño como si estuviera criticando una obra maestra.
—No está mal... para ser tú.
Ekko entrecerró los ojos, divertido.
—Gracias, creo... —respondió Ekko con una sonrisa escéptica.
En ese momento, Jinx se dio cuenta de algo: al haber chocado con el pecho de Ekko, la venda blanca que llevaba había quedado manchada con la marca de la "equis" rosa que él le había pintado.
—¡Oye, mi venda! —exclamó con los ojos bien abiertos, tocándola con una mezcla de enojo y sorpresa.
Ekko miró el manchón con algo de interés, limpiando su pincel con el dorso de su mano mientras daba un paso hacia adelante.
—Espera... —dijo, con un tono un poco más serio—. ¿Te puedo arreglar eso?
Jinx lo miró con el ceño ligeramente fruncido, evaluando su propuesta.
—¿Qué estás insinuando? —preguntó con una voz desafiante, el tono de advertencia claro en sus palabras.
Ekko levantó las manos con un gesto inocente, sonriendo de forma despreocupada.
—Tranquila, no voy a arruinar nada. Solo me aseguraré de que esté bien pintado. Te prometo que no será algo raro. —Se acercó con el pincel en la mano—. Solo dame permiso para hacerlo.
Jinx miró el pincel, el brillo de la pintura rosa, y sintió cómo el aire entre ambos se cargaba un poco más de tensión. Con un gesto de duda, asintió de forma casi imperceptible.
—Está bien... pero con cuidado. —murmuró, sintiendo el pincel rozar cerca de su pecho y su abdomen cuando comenzó el movimiento de la pintura.
El roce de sus cuerpos quedó en el aire, el pincel trazando una línea delicada que cruzó su piel de una manera casi eléctrica. El tiempo se sentía suspendido mientras Ekko trabajaba con atención, la distancia entre ellos era mínima, el pincel rozando la tela de la venda, el roce de los movimientos tan cerca de ella que el aire parecía volverse aún más pesado.
Con un último gesto, Ekko terminó la marca con la "equis" de color rosa en el lugar deseado y retiró el pincel con un gesto firme, sin mirar directamente a sus ojos.
—Listo, ahora está bien —murmuró, con una sonrisa en los labios.
Se quedaron unos segundos en silencio, los dos en una especie de trance, mirándose directamente a los ojos. El mundo parecía haberse detenido. Ekko no pudo evitar mirar sus labios en ese momento, como si algo en su mente lo obligara a hacerlo.
Los labios de Jinx tenían un brillo suave bajo la luz, la sonrisa que normalmente llevaba en su rostro parecía tener una calidez inesperada. En ese instante, él sintió algo —una mezcla de nerviosismo y tensión— que lo obligó a apartar la mirada rápidamente.
Jinx, por otro lado, se dio cuenta de inmediato. Su sonrisa se tornó juguetona, su ceja izquierda se arqueó con una mezcla de desafío y diversión.
—¿Qué estás mirando, Ekko? —preguntó con una voz suave, como un susurro, pero con un tono afilado que logró atravesar el aire entre ellos.
Ekko tragó saliva, sintiendo su corazón acelerarse.
—Nada. —respondió rápidamente, intentando mantener la calma.
Jinx lo miró un momento más, con una sonrisa casi malévola, y continuó:
—Mmm... seguro que sí.
El aire entre ellos seguía siendo tenso, cargado con una electricidad sutil que ninguno de los dos podía negar.
Jinx frunció el ceño y le dirigió una sonrisa ladeada, con ese tono desafiante que siempre la caracterizaba:
—Te ves como un estúpido mirándome los labios —dijo con un tono seguro, casi burlón.
Ekko arqueó una ceja, una sonrisa juguetona y con un toque de ofensa surgiendo en sus labios. Su mirada fue directa, peligrosa, y se detuvo en sus labios por un momento.
El aire entre ellos se sintió pesado de inmediato. Jinx notó el cambio en su expresión, ese brillo inesperado en sus ojos que hizo que su pecho se tensara. Se quedó mirándolo, insegura, tratando de leer sus intenciones, pero no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la columna vertebral.
—¿Ah, sí? —murmuró él con una voz tan suave que la hizo contener el aliento.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió un movimiento detrás de ella. La mano de Ekko se deslizó con seguridad, un gesto tan sutil pero efectivo que la acercó más a su torso, haciéndola perder todo el control de sus movimientos.
—Sigue diciendo que me veo como un estúpido —susurró, su voz ahora tan cerca que rozó sus oídos, cada palabra un desafío, cada inflexión un juego peligroso.
El pulso de Jinx comenzó a acelerarse. Sentía la proximidad de su cuerpo, el calor de su respiración pegándose a ella como una sombra. Intentó mantenerse firme, pero sus palabras y su postura se vieron débiles contra la tensión que se sentía entre ambos.
—¡E-Estúpido! —logró decir, tratando de sonar desafiante, pero su voz salió temblorosa.
El corazón le latió tan rápido que parecía estar a punto de romperse. Ekko estaba ahí, demasiado cerca, y ese gesto de acercarla había borrado cualquier traza de la confianza con la que se enfrentaba siempre. Intentó girarse, dar un paso hacia atrás, pero el espacio entre ellos parecía no existir.
El silencio que se creó fue ensordecedor. Solo se escuchaba el sonido de sus respiraciones, los pequeños latidos de ambos cuerpos vibrando en ese pequeño espacio. Los ojos de Ekko se clavaron en los de ella, y de alguna manera, Jinx sintió que podía leer lo que él pensaba, aunque no tuviera idea de lo que significaba.
Por un momento, el mundo pareció detenerse. Jinx no sabía si debería apartarse, si debía retar ese impulso, o si simplemente debería aceptar el calor que ahora sentía en cada rincón de su cuerpo. Cada segundo era un conflicto entre el orgullo, la fuerza y una inquietud que nunca antes había experimentado con tanto peso.
Finalmente, Ekko se inclinó hacia atrás, retirando ese poder silencioso que había ejercido sobre ella con solo acercarse. Su sonrisa se mantuvo, amplia, juguetona, y un poco misteriosa.
—Tranquila, señorita —dijo, y se alejó un poco para darle espacio, el pincel todavía en su mano, como si nada hubiera pasado.
La tensión seguía allí, sin resolverse, vibrando en el aire entre ellos como una melodía incompleta. Jinx intentó recuperar su postura, hacer que sus hombros volvieran a estar firmes, pero sus pensamientos seguían girando alrededor de ese momento, de esa cercanía, de ese desafío que le había hecho el moreno con tan solo un gesto.
Ella no podía evitarlo: se sentía vulnerable, insegura, pero no lo admitiría. No ahora.
—Esto es absurdo... —murmuró para sí misma, con la mirada fija en el suelo.
Ekko sonrió aún más, con una calma que a ella le resultó aún más perturbadora. El poder de su sonrisa era como una ola de confianza que no parecía tener fin, y Jinx no sabía cómo librarse de ese sentimiento.
El aire entre ellos seguía vibrando con tensión, un peso tan palpable que Ekko sintió como si cada molécula de su ser estuviera pegada a ella. Por un momento, sus miradas se encontraron, los rostros tan cerca que el latido de sus corazones parecía ser el único sonido en ese instante suspendido.
Jinx rompió el momento tomando abruptamente otros colores. Sumergió las puntas de sus dedos en la pintura y, con una sonrisa traviesa, comenzó a arrojarle gotas a Ekko. Sin decir nada, él le devolvió el ataque, lanzando pinceladas rápidas que manchaban su cabello y sus ropas. Una guerra de colores estalló entre los dos, sus risas llenando el aire mientras esquivaban y contraatacaban con pintura.
Para cuando ambos se detuvieron, estaban completamente salpicados de verde, amarillo, azul, rosa y celeste. Sus ropas eran un caos de colores brillantes, las manchas formando un mosaico desordenado sobre sus torsos y brazos. Ekko pasó una mano por su frente, dejando una pequeña línea amarilla en su cabello al intentar limpiarse, mientras Jinx se inclinaba hacia atrás riendo con fuerza.
Pero entonces Ekko se detuvo abruptamente. Su sonrisa se desvaneció, su expresión cambiando a algo más serio.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Jinx, ladeando la cabeza, extrañada por el cambio repentino.
Ekko señaló su brazo izquierdo, donde sus tatuajes quedaban salpicados de pintura pero también interrumpidos por cicatrices que los partían en tramos irregulares.
—Tu brazo —murmuró, con suavidad en su voz.
Jinx siguió la dirección de su mirada y alzó los hombros despreocupadamente.
—¿Esto? —dijo, señalando las marcas—. Gajes del oficio.
Ekko se quedó en silencio un momento, sus ojos recorriendo las cicatrices antes de tomar un pincel cercano. Titubeó antes de dar un paso adelante.
—Bueno, eso se puede arreglar... para que no pierdas el estilo —comentó, esbozando una pequeña sonrisa burlona mientras levantaba el pincel.
Jinx entrecerró los ojos y lo observó, desconfiada, antes de soltar una risa corta.
—¡Ha-ha! —dijo con sarcasmo, rodando los ojos—. Oye, tú también tienes marcas, ¿eh? —Señaló el brazo derecho y parte de la espalda de Ekko, donde las cicatrices eran más visibles gracias a la pintura que las resaltaba.
Ekko se encogió de hombros y, sin perder la compostura, imitó su tono.
—Gajes del oficio.
Jinx respondió dándole un leve golpe en la cabeza con la punta de los dedos, manchándolo con una mezcla de rosa y verde.
—¡Auch! —protestó él, llevándose la mano a la cabeza en un gesto exagerado—. ¿Qué fue eso?
—Por copiármelo, obvio.
Ekko la miró fingiendo estar dolido, pero su sonrisa no tardó en volver.
—Bueno, si vamos a terminar así de decorados, ¿por qué no seguimos "arreglándonos" en lugar de golpearme?
Jinx dejó escapar una risita y levantó un pincel.
—Trato hecho. —Lo miró con un brillo desafiante en los ojos—. Pero prepárate, porque esta vez no me voy a contener.
—Eso suena a una amenaza que no puedes cumplir.
Y así, ambos volvieron a sumergirse en el caos de colores, pero esta vez, con un aire diferente entre ellos: una mezcla de camaradería, desafío y una cercanía que ninguno de los dos se atrevía a poner en palabras.
You drew stars around my scars...
Casi 4500 palabras, que se note que
no duermo 😭😆
La imagen que aparece le pertenece a un artista en X de nombre gabdlc_ 💗
La canción "colors" de Halsey les queda en ciertas partes de la letra😩
Estaba escuchando el audio de una entrevista donde dicen que Ekko pequeño busca a Powder, y cuando encuentra la guarida de Silco le dice que "está allí para salvarla" (no recuerdo si la toma de la mano o la muñeca) y ella (se zafa del agarre) le dice "no necesito ser salvada, soy Jinx ahora"😭
Un balazo de Caitlyn me dolía menos 😭😭
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©-MANDALORIANA76
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