—C A P Í T U L O U N O—
La perspectiva de ti.
LA PERCEPCIÓN ES UN CONCEPTO QUE TODOS DESARROLLAMOS DESDE PEQUEÑOS, pero que con el tiempo cambia, evolucionando junto con nuestra mentalidad, convicciones y la forma en que vemos el mundo. Nos gusta pensar que nuestra opinión sobre nosotros mismos es la única que importa, pero en realidad, con frecuencia permitimos que lo que otros dicen moldee nuestra identidad.
Así, pieza por pieza, Jinx había construido su personalidad. No a partir de quién era, sino de cómo el mundo la veía.
Caminaba ahora por un túnel oscuro, apenas iluminado por una tenue luz que parecía demasiado lejana. Los pasos de Ekko resonaban junto a los suyos, el sonido del agua bajo sus pies creaba un eco inquietante que llenaba el espacio vacío entre ambos. No reconocía este lugar; era recóndito, desconocido, y en cualquier otro momento habría estado más alerta. Pero algo dentro de ella, una chispa que llevaba tiempo apagada, sentía curiosidad.
Habían llegado al lugar donde Los Firelights se refugiaban, junto con las personas a las que ayudaban a empezar de nuevo. Ekko iba unos pasos adelante, dirigiéndola con confianza hacia lo que había llamado "un lugar especial". Jinx no sabía qué esperar, pero una parte de ella se sentía... emocionada. Aunque, como siempre, las voces en su cabeza le susurraban advertencias, llenándola de sospechas.
"Puede ser una trampa."
Esas palabras reverberaban en su mente, haciendo que de vez en cuando apretara los puños o llevara una mano a su cabeza, presionando fuerte, intentando silenciarlas.
"Esta vez es diferente." Se dijo a sí misma, tratando de convencerse.
A medida que avanzaban, algo más la desconcertó. Cuando cruzaron la entrada al territorio de Los Firelights, no encontró la reacción que esperaba. Ninguna mirada hostil, ningún arma levantada contra ella. En lugar de ello, los presentes se apresuraron a rodear a Ekko, saliendo de las sombras como si hubieran estado esperando por él.
—¡Ekko!—gritaron unos niños entusiasmados corriendo tras el joven.
Un recuerdo fugaz de Isha apareció en su mente, su corazón se contrajo.
—¡Ekko! ¿Dónde estuviste estos meses?—preguntó uno con un tono entre desesperado y aliviado.
Jinx se quedó unos pasos atrás, observando la escena. La multitud creció rápidamente, todos arrojándole preguntas a Ekko, tratando de llamar su atención. Pero esa última pregunta, la que seguía resonando en el aire, la hizo fruncir el ceño.
"¿Dónde estuviste estos meses?".
Ahora, ella también quería saberlo.
La chica de cabellos azules apartó su mirada de la escena que se desarrollaba delante de ella. En lugar de enfocarse en las preguntas y las miradas hacia Ekko, dejó que sus ojos exploraran lo que la rodeaba, absorbiendo los detalles del lugar al que había llegado casi sin darse cuenta.
Había llegado al escondite de Los Firelights, el lugar que Silco tanto había ansiado encontrar. Ahora entendía por qué era tan difícil dar con él: el refugio estaba escondido en una alcantarilla abandonada, un rincón de Zaun olvidado por todos, pero lleno de vida.
Lo primero que captó su atención fue el enorme agujero en el techo de la estructura, como una ventana natural al cielo. Por allí se filtraban rayos de luz solar que iluminaban el corazón del escondite, dándole un aire casi místico. Su mirada bajó lentamente hasta el punto donde esos rayos convergían: un imponente árbol, cuya existencia desafiaba toda lógica. Había echado raíces en el centro de aquel lugar oscuro, prosperando contra toda adversidad gracias a la luz que lo bañaba cada día.
Alrededor del árbol, pequeñas casas habían sido construidas, descansando en sus ramas como si fueran parte de él. Cada rincón estaba lleno de vida y creatividad; las paredes que rodeaban el lugar estaban cubiertas de grafitis vibrantes y murales que contaban historias. Jinx se detuvo un momento frente a uno particularmente grande, con trazos y colores que parecían representar algo importante para quienes vivían allí.
Por un instante, olvidó dónde estaba y por qué había llegado allí. Este lugar no era solo un escondite; era un refugio, un símbolo de esperanza en medio del caos de Zaun.
Era algo que jamás pensó que existiría en un lugar como ese. Y, de alguna forma, la hacía sentir fuera de lugar. Como si su presencia rompiera el equilibrio de ese pequeño paraíso oculto.
Además, había algo extraño en ese lugar. Algo que no encajaba.
Jinx lo notó primero en las hojas del árbol: su color no era del todo verde. Había algo alterado, una mezcla extraña que las cubría, un tinte que le resultaba inquietantemente familiar. Era la misma esencia que había visto en Viktor y en las personas a las que él había "mejorado".
Inclinó la cabeza con curiosidad, analizando las hojas desde diferentes ángulos. Su andar errático dejó huellas en el suelo húmedo mientras avanzaba hacia una hoja caída. Se agachó, la tomó entre sus dedos y comenzó a inspeccionarla de cerca. Su rostro reflejaba perplejidad mientras giraba la hoja de un lado al otro, buscando alguna explicación lógica para esa anomalía.
Un silencio repentino interrumpió sus pensamientos. La atmósfera, antes ruidosa con murmullos y movimiento, ahora se sentía pesada. Jinx alzó la mirada, apretando la hoja contra su pecho mientras se ponía de pie. Se giró lentamente para enfrentar las miradas que la observaban con intensidad. Los refugiados del escondite habían enfocado toda su atención en ella.
Su primera reacción fue ponerse a la defensiva. Sus músculos se tensaron y su mente comenzó a buscar una salida. Pero lo inesperado sucedió: las serias expresiones de los presentes se transformaron en sonrisas cálidas.
Se estaba incomodando.
Un hombre chireano dio un paso al frente, avanzando con calma hasta quedar justo delante de ella. Jinx, por instinto, retrocedió un poco, lista para correr o defenderse si era necesario. Desde su lugar, Ekko observaba con atención, preparado para intervenir.
El chireano extendió su mano, y Jinx cerró los ojos, anticipando un golpe o un ataque. Pero nada de eso ocurrió. En cambio, sintió una presión ligera en su hombro. Abrió los ojos y se encontró con la imagen del hombre sonriendo, dándole unas palmadas suaves mientras asentía con aprobación.
—Finalmente estás aquí—dijo con voz firme pero amable.
El gesto desató una reacción en cadena. Otros refugiados se acercaron para imitarlo, tocándola en el hombro o en las piernas en el caso de los niños, que apenas llegaban a su altura.
La sensación le resultó extrañamente familiar. Era como aquella vez cuando había rescatado a Isha: un momento breve, fugaz, en el que había sentido el peso de la esperanza depositada en ella.
¿Sabían ellos lo que ella representaba, aun sin quererlo? ¿Sabían que, en su lucha por sobrevivir, se había convertido en algo más? En un símbolo de Zaun, en una sucesora involuntaria de la esperanza que Vander había sembrado en los corazones de los habitantes del submundo. ¿Tan lejos había llegado la información?
Cuando la conmoción cesó, Jinx quedó paralizada, mirando al suelo, con la hoja aún apretada contra su pecho. Su mirada se había perdido en un punto indefinido mientras una pequeña risa amarga escapaba de sus labios. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que se negaba a dejar caer.
—No hay una versión buena de mí... —murmuró, casi inaudible.
Ekko, quien alcanzó a escucharla, sintió que algo se rompía dentro de él. Su mirada reflejaba tristeza, mezclada con impotencia.
—Oye—llamó su atención con suavidad.
Jinx carraspeó y pestañeó varias veces para ahuyentar sus lágrimas antes de levantar la cabeza hacia él.
—¿Qué quieres?—preguntó con un tono cortante, buscando ocultar su vulnerabilidad.
—Sígueme—dijo Ekko, haciendo un gesto con la mano para que lo acompañara—. Quiero que veas algo.
Aunque todavía desconfiada, Jinx no pudo evitar seguirlo, con la hoja aún firmemente abrazada contra su pecho.
—¿Ya vamos a llegar? Estoy cansada de caminar—se quejó Jinx, su tono una mezcla de impaciencia y una curiosidad difícil de disimular. A pesar de todo, algo dentro de ella quería descubrir qué era aquello que Ekko insistía en mostrarle.
—Casi llegamos—respondió él, igual de ansioso, apurando el paso.
El ducto comenzaba a abrirse, dejando pasar un rayo de luz que iluminaba el final del camino. Jinx se preparó, llevándose una mano a la frente para bloquear los destellos.
—Más te vale que esto no sea una trampa—lo amenazó, entrecerrando los ojos mientras avanzaban.
Cuando su vista se adaptó, se quedó inmóvil. Su respiración se detuvo por un instante al ver lo que había más allá. Sus ojos se abrieron de par en par, y sin que lo notara, la hoja que había mantenido en su mano cayó al suelo, olvidada.
Delante de ella había un mural gigante, cubierto con grafitis de rostros familiares y figuras reconocibles. Aunque algunos no le eran conocidos, otros eran imposibles de ignorar: Vander, Benzo, Vi en su adolescencia, su propia versión de niña... Powder; Ekko sobresalía en lo alto... ¿Por qué? También estaban Mylo y Claggor.
Verlos juntos, inmortalizados en ese mural, le revolvió el estómago. No eran solo imágenes; eran las voces que la atormentaban cada día, los fantasmas que se colaban en su mente en los momentos más oscuros. Y aunque sabía que no eran culpables, el peso de la culpa era aplastante.
Ellos estaban muertos gracias a ella.
Su nariz se arrugó, y su rostro comenzó a tensarse mientras un nudo se formaba en su garganta. La opresión en su pecho era insoportable, y antes de poder detenerlo, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Por más que intentara ocultarlas, traicionaban su intento de mantenerse indiferente. Ekko alcanzó a notar el brillo de las lágrimas deslizándose por su piel.
Sin decir nada, él se acercó y, con una mano enguantada, tocó suavemente su espalda. Antes de que pudiera reaccionar, Ekko giró su cuerpo y la envolvió en un abrazo cálido y protector.
La rodeó con firmeza, pero también con delicadeza, permitiéndole descansar su cabeza sobre su hombro izquierdo. Jinx, a pesar de todo, se quedó inmóvil, sorprendida por el gesto.
Parpadeó varias veces, intentando procesarlo. Años habían pasado desde que ambos estaban en lados opuestos, desde que la distancia emocional y los conflictos los habían separado. Jamás habría imaginado que algo como esto pudiera suceder entre ellos.
Y, sin embargo, se sentía extrañamente cómoda.
En los brazos de Ekko, una calma desconocida comenzó a invadirla. Una sensación que no sabía cómo describir, pero que le resultaba casi... salvadora.
Salvación.
Una risa amarga escapó de sus labios, acompañada de una lágrima más.
—El Salvador—susurró, irónica, pero sin soltarse del abrazo.
Fui lágrimas cuando encontré ese dibujo junto con otros que salen antes 😭
Todos los créditos a la persona que dibujo tremenda preciosidad🙏💗
Al borde está la firma, pero no alcanzó a comprenderla del todo😔
Espero esto haya sido de su agrado, no olviden votar y comentar :)
Ya sé que la pintura está en un sitio que todos pueden ver, pero aquí lo cambié para darle profundidad a este ship, espero no les moleste🤧
▌│█║▌║▌║ ║▌║▌║█│▌
©-MANDALORIANA76
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro