𝗻𝗶𝗻𝗲. 𝖼𝗈𝗆𝖾 𝗉𝗅𝖺𝗒
—C A P Í T U L O N U E V E—
Venir a jugar.
EL VIENTO OLÍA A PÓLVORA Y POLVO. Un rugido lejano, como una tormenta creciendo en el horizonte, se acercaba. Ellos estaban llegando.
Por años los habían subestimado, enterrado, olvidado. Pero ahora, lo que estaba olvidado regresaba, no como víctimas, sino como guerreros. Algunas sombras caían largas sobre el suelo, avanzando sin pausa, sin miedo. Cada paso era un desafío. Cada mirada, una advertencia.
La figura de Jinx lideraba, su cabello azul ondeando como una bandera de guerra debajo de su gorro. Una sonrisa ligera cruzaba su rostro, la clase de sonrisa que prometía caos. Arriba, Ekko, con los ojos firmes y la calma peligrosa de alguien que no tiene dudas. El chico cargaba su aerotabla al hombro, mientras sus movimientos hacían eco en la nada.
Ellos no venían a pedir permiso. Habían perdido demasiado, y lo que quedaba era simple: reclamar y ganar.
—¿Estás lista para esta avería? —preguntó Ekko, con una chispa de burla en la voz.
—¿Lista? —respondió Jinx, riendo miraba hacia el frente—. Ellos no están listos para mí.
En el horizonte, la batalla que rugía entre vida y muerte se detuvo por un instante, como si el mundo contuviera la respiración. El eco de un sonido extraño comenzó a llenar el aire, profundo y constante, captando la atención de todos.
Aves revolotearon inquietas, y los soldados, tanto de Piltover como los invasores noxeanos, miraron al cielo. La incertidumbre era un veneno que se esparcía rápido, mientras el sonido se hacía más claro. Un instrumental retumbó en los altavoces, una melodía inconfundible que parecía anunciar una tormenta.
Entonces, el cielo se llenó de color. Un imponente navío aéreo emergió de entre las nubes, pintado con tonos vibrantes y detalles caóticos que solo podían pertenecer a ella. En la cima, una figura femenina se alzó de una silla metálica adornada con detalles rosados, tomando el timón con una confianza que desbordaba arrogancia.
Jinx.
Giró bruscamente el timón, y un bombardeo de explosiones multicolores estalló contra las estructuras enemigas. Una lluvia de polvo brillante se esparció por el campo de batalla, cuando el gorro que cubría su cabello azul se movió con el viento, su rostro quedó al descubierto: desafiante, confiado y más peligroso que nunca.
Ambessa Medarda observó con expresión grave desde el suelo, entendiendo de inmediato el peso de lo que estaba por ocurrir. Con un gesto rápido, dio la orden de disparar hacia el navío.
—¡En formación! —rugió.
Antes de que sus soldados acataran la orden por completo, un grupo de figuras se lanzó desde el navío. Ekko lideraba a los Firelights, descendiendo no hacia el suelo, sino hacia el aire mismo, sus aerotablas zumbando como relámpagos. El líder de los Firelights, con su bastón en mano, cortó el aire con una destreza que hizo contener el aliento a quienes lo miraban desde abajo.
—¡Fuego!—gritó Ambessa, dando inicio a una carrera contra reloj entre la libertad contra la invasión extranjera.
A través del humo multicolor en el suelo, Sevika junto a la gente de Zaun corrían listos para dar pelea, dando gritos de guerra en el proceso.
¿Cuál es la parte más difícil de la batalla? ¿La alegría del triunfo venidero que nubla los sentidos, que te lleva a bajar la guardia? ¿O la esperanza de que todo saldrá bien, aunque traiga consigo un costo demasiado alto?
Ekko, a pesar del caos que rugía a su alrededor, no podía apartar los ojos del navío de Jinx, de la silueta que maniobraba con precisión peligrosa entre los disparos y el humo. Sabía que ella lo había notado, que sentía su mirada como una presencia constante, pero no le importaba. Mantenerla a la vista era lo único que lo mantenía centrado, lo único que le aseguraba que seguía ahí, que seguía viva.
Pero todo cambió en un instante.
Una criatura monstruosa, retorcida y renovada por la magia Hextech, emergió como una sombra en movimiento. Vi fue la primera en encararlo, los destellos de sus guanteletes iluminando brevemente la oscura figura. La bestia, sin embargo, cambió su destino de pelea cuando una ráfaga de disparos impactó contra su enorme espalda. Con una furia inhumana, se lanzó hacia el dirigible donde Jinx se encontraba.
El arma se le resbaló de las manos cuando maniobró el timón, forzando al navío a girar bruscamente para estabilizarlo. Ekko sintió el tiempo ralentizarse mientras todo lo demás —el ruido, la violencia, la confusión— desaparecía. Solo quedaba ella y el peligro que le cernía encima.
Se movió por instinto, dejando atrás lo que hacía. Su aerotabla cortó el aire en dirección al navío, mientras a su lado, Vi se lanzó con él, preparándose para el ataque. La pelirroja se arrojó primero hacia la criatura dando un golpe preciso, desviando la atención de la bestia, y fue entonces cuando Ekko lo vio.
El detonador.
Jinx lo tenía en la mano, su mirada enfocada y resuelta, la misma mirada que tantas veces había visto antes de que estallara en llamas. Una comprensión fría le recorrió el cuerpo: ella estaba intentando sobrevivir, pero no lo haría si eso implicaba que podía salvar a los demás de ese monstruo.
La explosión no ocurrió. Ekko se lanzó hacia el timón del dirigible, su aerotabla vibrando con cada maniobra brusca, cada segundo sintiéndose como una eternidad. Sus manos se cerraron sobre la rueda metálica, tirando con todas sus fuerzas. El peso del navío protestó, los mecanismos crujieron, pero logró forzarlo a cambiar de rumbo. La bestia perdió el equilibrio justo cuando el dirigible descendió, girando sin control.
La parte baja del globo terráqueo que adornaba el edificio más alto de Piltover fue lo último que vio antes del impacto. El dirigible chocó contra él con un estruendo desgarrador, un mar de escombros y polvo volando por el aire en una explosión de colores, mientras las criaturas y los invasores en tierra miraban atónitos, pero seguían con su trabajo. La estructura cedió, el navío derrapando entre los crecientes restos.
Jinx fue la primera en abrir los ojos, su visión borrosa aclarándose lentamente para revelar un panorama devastador. El impacto había destrozado gran parte del edificio, dejando a su alrededor un abismo de caos y escombros. El aire era denso, cargado de polvo y cenizas. Al intentar moverse, una punzada de dolor recorrió su espalda; un enorme pedazo de metal descansaba sobre ella, como si la misma estructura intentara aplastarla y retenerla allí.
Gruñó entre dientes, reuniendo fuerzas para empujar el escombro, pero apenas logró moverlo unos centímetros. Su mirada, desesperada, buscó algún signo de vida entre los restos. A la derecha, una abertura brutal exponía el vacío: un mal paso y cualquiera podría caer. Cerca del borde distinguió una figura familiar: Vi. Su hermana yacía inmóvil, peligrosamente cerca de la caída.
Más cerca, entre un cúmulo de concreto y vigas rotas, Jinx pudo ver otra silueta, casi oculta. Ekko. El moreno permanecía inerte, su cuerpo atrapado bajo los restos del impacto. Un nudo de desesperación se apretó en su pecho al ver su estado.
—Ekko... —llamó, su voz quebrada, aunque no obtuvo respuesta. La angustia aumentó, su tono se hizo más agudo, más insistente—. Ekko.
El silencio solo era interrumpido por el chirrido del metal que intentaba apartar frenéticamente. Sus movimientos eran torpes y desesperados; una mezcla de frustración e impotencia la consumía. Fue entonces cuando sintió manos firmes agarrándola desde atrás. Vi estaba a su lado, ayudándola a liberarse de la prisión que la tenía clavada al suelo. Con un último esfuerzo, el pedazo de metal cedió, rodando con un estrépito ensordecedor.
—Hubiera sido mejor que no volvieras—murmuró Vi con el ceño fruncido, la voz llena de dureza, aunque no del todo vacía de preocupación.
Jinx, todavía recuperándose, apenas pudo mirarla. Las palabras le calaron hondo, pero se obligó a mantenerse firme. Una sonrisa triste y desafiante curvó sus labios mientras se levantaba.
—Sigues sin entenderlo, hermana —respondió con voz serena, pero cargada de significado. Tomó su arma y se colocó detrás de la pelirroja, ambas esperando un ataque por venir—. Siempre estoy contigo. Incluso a mundos de distancia.
Esas palabras parecían dirigirse tanto a su hermana como a sí misma, un recordatorio de lo que Ekko le había dicho alguna vez, de lo que siempre había sido cierto: las conexiones, aunque rotas o perdidas, permanecían.
Vi giró ligeramente el rostro, sorprendida por las palabras y la posición de Jinx, pero no dijo nada. Ambas se quedaron allí, con las espaldas unidas como si esa conexión nunca se hubiera roto del todo, como si el pasado y el presente convergieran en ese instante.
Ambas hermanas se enderezaron, alertas, al escuchar un ruido en el fondo, como un rugido gutural que rompía el silencio. Jinx alzó su mirada, su cuerpo tenso y preparado, aunque su mente seguía distraída. No pudo evitar mirar de reojo hacia donde Ekko seguía atrapado.
Su corazón se detuvo por un segundo, el peso de la posibilidad oprimiéndola: ¿y si no despertaba? ¿Y si ese había sido el precio? Pero no podía permitirse el lujo de detenerse. No todavía.
Con la mirada endurecida y el rostro ocultando cualquier resquicio de duda, Jinx se colocó aún más cerca de Vi, chocando contra su espalda con decisión, como si en ese momento, por fin, las dos pelearan juntas, codo a codo. Pero, incluso así, una parte de ella seguía anclada al moreno entre los escombros, esperando que se levantara.
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Wow✨✨✨
En serio, gracias por su apoyo, de verdad que valoro muchísimo que estén dándole una oportunidad a esta historia💗
Tiempos oscuros se acercan 😔
Ustedes saben bien qué pasa, así que preparen los pañuelos para la "separación" de hermanas
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©-MANDALORIANA76
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