𝗳𝗼𝘂𝗿. 𝗌𝖺𝗂𝗅𝗈𝗋 𝗌𝗈𝗇𝗀
—C A P Í T U L O C U A T R O—
Canción del marinero.
EN UN MUNDO DONDE EL CAOS Y LA ESPERANZA COLISIONAN, DOS ALMAS MARCADAS POR EL TIEMPO Y LA PÉRDIDA BUSCAN REDIMIRSE.
Ekko, el chico que corre entre las sombras, un visionario con el peso del mañana en sus manos, danza entre segundos robados y sueños rotos. Jinx, la tormenta en carne viva, una artista del desastre con pólvora en las venas y una risa que podría desarmar al universo.
Ambos son fugitivos de lo que fue, arquitectos de lo que será. Una chispa de locura y un destello de ingenio, aliados en una guerra que nunca pidieron, pero que están listos para enfrentar.
¡Que empiece la locura! ¡Que el reloj siga girando!
Porque cuando Zaun y Piltover arden, estos dos incendiarán el cielo con sus colores. No por gloria, ni por perdón, sino porque el mundo no sabe qué hacer con un par de lunáticos que no temen derribarlo para construir algo nuevo.
Jinx caminaba delante de Ekko, guiándolo a través de la penumbra que envolvía el acantilado. El paisaje parecía diseñado para ocultar parte del navío que había convertido en su refugio personal. Taller, hogar o guarida, ese lugar había sido muchas cosas para ella, un espacio moldeado por su propia necesidad de aislamiento y caos.
Mientras avanzaba, no pudo evitar comparar este momento con sus primeros años en aquel sitio. En ese entonces, su locura la acosaba sin tregua, empujándola a cometer actos tan erráticos como destructivos. Pero todo cambió cuando Isha apareció. La llegada de la niña trajo un propósito inesperado, obligándola a suavizar el entorno sombrío para crear algo que pudiera considerar un hogar. Ahora, aunque las cosas que había hecho para Isha seguían allí, el lugar se sentía diferente: vacío, frío, cargado de una tristeza que parecía volver a invadirlo.
Ekko, notando el peso que cargaba Jinx en su andar, se movió sutilmente hacia su izquierda. La chica lo miró de reojo, intrigada por su proximidad, y lo descubrió observándola con una intensidad que no esperaba. Pero en cuanto sus ojos se encontraron, él desvió la mirada rápidamente, como si quisiera ocultar el hecho de que la estaba mirando.
Jinx reconoció ese gesto al instante. La forma en que apartaba los ojos nervioso era idéntica a la de cuando eran niños, cuando lo sorprendía viéndola sin motivo aparente. Un pequeño destello de algo parecido a nostalgia cruzó su mente, pero lo desechó tan rápido como llegó. Soltó un suspiro, sin detenerse, y dejó que Ekko siguiera sus pasos en silencio.
Por su parte, Ekko no podía apartar la mirada de la silueta de Jinx mientras caminaban. En su mente, la imagen de Powder, la de aquel otro mundo que había sido su compañera durante meses, se superponía a la figura que tenía frente a él.
"No me rendiré." La promesa resonó en su interior, como si estuviera dirigida a ambas versiones de ella, la que había conocido y la que estaba aquí, ahora.
Al adentrarse más en el lugar, Jinx encendió las luces, llenando el ambiente con un brillo vibrante, típico de su estilo. Tonos coloridos y amarillentos iluminaron el espacio, revelando su interior. No muy lejos, Ekko notó una especie de "carpa" improvisada en el suelo, adornada con almohadas, cobijas y pequeños objetos decorativos.
El lugar era un reflejo caótico pero fascinante de su dueña. Había múltiples elementos en los tonos que la identificaban, pero lo que realmente llamó la atención de Ekko fueron algunos dibujos esparcidos por el área. Supo al instante que no eran obra de Jinx. Por un momento, sintió el peso de lo que ese espacio representaba: no solo un refugio, sino un recordatorio de las presencias —y ausencias— que habían marcado la vida de la chica.
El sonido rechinante de una silla lo arrancó de sus pensamientos. Jinx empujaba una silla giratoria mientras arrastraba una caja enorme, la cual colocó al lado con un golpe sordo. Sin dudar, la chica se subió encima de la caja, cruzando las piernas con una naturalidad desinteresada. Con un leve movimiento de cabeza, le indicó al moreno que tomara asiento.
Ekko desvió la mirada entre ella y la silla, como si evaluara la invitación. Finalmente, soltó un suspiro, deshizo la correa de su dispositivo, pasándola por encima de su cabeza, y caminó hacia el asiento. Se dejó caer sobre la silla con una tensión discreta en sus movimientos, colocando el aparato en el suelo a su derecha sin soltar del todo la cuerda que lo conectaba.
Jinx meneó la cabeza de un lado a otro, su rostro adoptando una expresión seria, casi inescrutable. Ekko, ligeramente inclinado hacia adelante, la observaba con el ceño fruncido y una ceja levantada, como si intentara descifrar sus pensamientos.
A su izquierda, un espejo roto llamaba la atención con sus grietas y la ausencia de una pieza. Desde donde estaban sentados, las roturas ofrecían un reflejo fragmentado de ambos: el vacío del cristal apuntaba directamente al corazón de Jinx, como un símbolo de lo que le faltaba; mientras que, desde su perspectiva, una grieta atravesaba el espacio junto a la cabeza de Ekko, como si reflejara sus pensamientos divididos y confusos.
Ambos estaban rotos, pero sus reflejos parecían contar historias distintas, que de alguna forma terminaban conectándose en esa habitación cargada de silencios.
—¿Qué quieres saber?—preguntó Ekko, manteniendo su mirada fija en el espejo frente a él, como si el reflejo pudiera ofrecerle las respuestas que él mismo dudaba en dar.
Jinx lo observaba, apoyando sus manos en sus caderas, sus ojos entrecerrados con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
—¿Dónde estuviste?—inició, capturando por fin su atención. El moreno giró para mirarla, pero antes de que pudiera responder, la chica continuó—. Cuando te reuniste con los tuyos, no dejaban de preguntar eso—apuntó, su tono directo—. Y también quiero saber por qué esas cosas están en tu aparatito—dijo, señalando el artefacto que descansaba en el suelo, sus ojos fijos en los pequeños monos que bailaban en su interior—. Ah, y mencionaste algo de una amiga—añadió, arqueando una ceja—. Y me miraste de una forma muy extraña.
Ekko se inclinó un poco hacia adelante, rascándose la nuca, su gesto delatando nerviosismo—. Lo siento por eso—murmuró, bajando la mirada hacia sus manos, que empezaron a juguetear inquietas con la correa de su dispositivo.
Jinx soltó un resoplido, cruzando los brazos por debajo de su pecho—. Como sea, más vale que empieces a hablar, Ekko—exigió, inclinándose ligeramente hacia él, su voz firme y sin margen para excusas.
—¿Qué opinas de la posibilidad de que existan más mundos como este, donde las cosas salieron distintas?—preguntó Ekko, su voz cautelosa pero firme, como quien camina sobre una cuerda floja.
Jinx lo miró con el ceño fruncido, claramente confundida—¿De qué hablas?
Ekko vaciló. Pensar en compartir lo que había vivido le parecía una apuesta arriesgada, pero también una oportunidad. Sabía que Jinx era impredecible, inestable incluso, pero tal vez, solo tal vez, entender podría cambiar algo en ella, o en él mismo. Sus ojos se encontraron, esos ojos que eran una mezcla entre la dulzura del pasado y la locura del presente. Powder y Jinx, coexistiendo en un mismo reflejo.
—Hablo...—titubeó—...de que estuve en un mundo donde las cosas salieron diferentes.
Jinx alzó una ceja, entre la incredulidad y la irritación. Su tono sarcástico salió al instante—Ekko, deja de dar rodeos y ve directo al grano—fingió dar un golpe al aire con su mano izquierda, mientras cruzaba la derecha debajo de su pecho.
El moreno inhaló profundamente antes de soltarlo todo—. Estuve en un mundo donde la Hextech nunca existió.
La expresión de Jinx cambió, sus ojos ahora estaban atentos, intentando descifrarlo.
—Donde Benzo aún vivía—continuó, notando el ligero endurecimiento en el rostro de la peli-azul—. Donde Vander y Silco se perdonaron y convivieron juntos.
Las cejas de Jinx se alzaron con incredulidad.
—Donde Mylo y Claggor aún vivían—su voz bajó un poco al mencionar esos nombres. La reacción fue instantánea: el dolor asomó en los ojos de Jinx, pero fue breve, sustituido rápidamente por una máscara de rabia.
—Donde Vi no estaba... y nunca existió Jinx. Solo Powder—concluyó, su mirada fija en ella, estudiando cada cambio en su expresión.
Jinx golpeó la mesa, y el eco se dispersó por el espacio, resonando como su rabia contenida.
—¿A qué estás jugando, Ekko? ¿Qué clase de broma es esta?—su voz, un gruñido bajo de furia, reverberó en el aire mientras sus dientes rechinaban y su cuerpo se tensaba como un resorte al borde de romperse.
Cada palabra del chico había encendido un torbellino en su mente. Apenas podía procesar lo que decía, cuando la voz de Mylo se hizo presente, susurrándole con crueldad: "Es imposible. Nunca podrías ser otra cosa que un desastre. Nadie cuerdo podría salir de ti." La risa burlona de su imaginación retumbaba, empujándola al borde del caos.
Con un gruñido ahogado, Jinx cubrió sus orejas con ambas manos, apretando con fuerza para silenciarlo.
Ekko dio un paso adelante en la silla, la mirada empañada por la angustia. Extendió una mano hacia ella, dudando, pero determinado a romper la barrera invisible que los separaba.
—Jinx...—dijo, su voz suave, casi un ruego.
—¡Cállate!—espetó, pero no al chico frente a ella. La orden iba dirigida a las voces que la torturaban. Comenzó a golpearse ligeramente los costados de la cabeza, intentando ahogar los susurros maliciosos.
Ekko sintió cómo su corazón se desgarraba al ver aquello. Todo el rencor que alguna vez había acumulado hacia ella se desvaneció como humo, dejando al descubierto algo mucho más profundo: compasión y una tristeza desgarradora. Por primera vez, entendió cuánto la había consumido todo aquello. El odio había nublado su juicio tanto tiempo, impidiéndole notar los rastros de descuido en su piel, el agotamiento reflejado en cada faceta de su ser. La comparación con la Powder de aquel otro mundo era inevitable: ella, brillante, llena de vida, y esta Jinx... un espectro de lo que pudo haber sido.
El moreno se inclinó hacia ella, su voz temblando, un equilibrio entre inseguridad y urgencia.
—E-Escúchame—pidió, tropezando con las palabras mientras luchaba por contener su propia emoción—. Abre los ojos, Jinx.
La voz de Ekko se deslizó entre las grietas de su tormento, trayéndola de vuelta al presente. Su respiración se volvió menos errática, y cuando lo miró, el brillo rosado que solía teñir sus ojos estaba ausente. Lo que él vio en cambio fue algo que lo desarmó por completo: el miedo y el dolor de Powder, tan claramente visibles en su mirada que por un instante todo lo demás desapareció.
—Te prometo que no es una broma—dijo Ekko con una firmeza cargada de vulnerabilidad—. No tengo por qué mentirte con algo así. Todos ellos fueron tan importantes para mí como lo fueron para ti.
Jinx no respondió, pero sus manos cayeron lentamente de su cabeza, temblando.
—Por favor—continuó Ekko, inclinándose un poco más hacia ella, como si cada palabra que pronunciaba fuera un puente entre ellos—. Sé que te pido mucho, pero necesito que resistas. Déjame contarte todo. Escuchar esto puede ayudarte más de lo que crees.
La peli-azul parpadeó, su mirada fija en él, atrapada entre el escepticismo y una pequeña chispa de esperanza que no quería admitir.
—Sigue—ordenó Jinx, pero su voz tembló al salir, como si las palabras se hubieran desgarrado al cruzar su garganta.
Se sentó rígida, posando sus manos temblorosas sobre sus rodillas. Cerró los ojos, intentando bloquear todo lo que la consumía, pero fue entonces cuando una risa resonó en su mente, burlona y cruel, como un eco ineludible de sus propios tormentos. Su cabeza se inclinó ligeramente hacia un lado, como si quisiera alejarse del sonido, aunque sabía que era inútil.
Ekko tragó saliva, sintiendo el peso del momento y lo delicado que era avanzar.
—Déjame comenzar desde el inicio—dijo con calma, buscando estabilizar la atmósfera tensa. Su voz era un ancla, un intento de atraerla hacia algo más sólido que los fantasmas que la asediaban.
¿Qué es lo que suele reflejarse en nuestros ojos cuando hablamos de alguien a quien queremos? ¿Un brillo especial? ¿Pupilas que se dilatan de manera involuntaria? Sea lo que sea, los demás lo perciben, como una huella emocional que deja claro que esa persona es importante para nosotros, que despierta en nuestro interior cariño, gratitud y un cúmulo de emociones imposibles de esconder.
Eso fue lo que Jinx vio en los ojos de Ekko mientras él hablaba sobre la Powder del otro mundo.
Era casi sorprendente cómo describía aquella aventura, cómo relataba los detalles de un lugar que parecía tan distinto, tan "perfecto". Aunque el chico no lo dijera explícitamente, Jinx sabía que la perfección no era real ni allá ni aquí. Sin embargo, verlo emocionado, parloteando como el Ekko pequeño que recordaba, le provocaba un sentimiento extraño, mezcla de nostalgia y una ligera punzada en el pecho.
—Cuando estábamos haciendo esto—dijo él, levantando el artefacto que le permitía retroceder cuatro segundos en el tiempo—estaba pensando en ti, entonces creé los monos y los coloqué dentro del aparato. Una motivación extra para el momento—explicó, esbozando una pequeña sonrisa.
Jinx inclinó ligeramente su cabeza, observando el objeto con interés y, como siempre, una pizca de crítica.
—Un poco más de color lo habría hecho más llamativo. Pero es sólo mi opinión—comentó, con un aire casual.
—Tu opinión significa mucho. No por nada estamos aquí—le respondió Ekko con sinceridad.
Ella desvió la mirada un instante, sintiendo cómo algo desconocido crecía en su interior. No entendía por qué quería seguir preguntando, ni por qué sentía un ligero temor al hacerlo, pero la duda la carcomía.
—Y ella...—Jinx vaciló, mordiendo el interior de su mejilla antes de continuar—¿Estaba bien después de lo de Vi?—preguntó haciendo referencia a su versión alterna.
El moreno abrió los ojos ligeramente, sorprendido por la pregunta, pero se apresuró a responder.
—Sí. Ella está bien. Lo ha sobrellevado muy bien, gracias a la ayuda de los demás.
Jinx dejó escapar un leve suspiro, mirando sus propias manos con una sonrisa pequeña y amarga.
—Un mundo donde todo salió más o menos bien... Donde estoy cuerda—dijo con ironía, dejando que su voz se tiñera de sarcasmo.
—Oye—la llamó Ekko, su tono más suave—. No tienes por qué ser tan dura contigo misma. Todos tuvimos nuestra manera de enfrentar el dolor, y siendo sincero, ninguno lo hizo del todo bien. Tal vez... cuando esto termine, podamos sentarnos a hablar, ayudarnos a enfrentarlo juntos.
—Yo no lo creo—replicó ella con una sonrisa ladeada, casi burlona.
—¿Por qué no?—preguntó Ekko, genuinamente confundido.
—Podrá funcionarles a ustedes, pero no a mí. Yo soy... diferente—respondió, refiriéndose a su personalidad inestable, su caos constante.
—Eso no importa—aseguró él, mirando directo a sus ojos—. Fue tu manera de sobrevivir, y eso es válido. Poco a poco, podemos ayudarte a estar mejor, Pow...—La palabra quedó atorada en su garganta, y Ekko apretó su mano derecha, desviando la mirada.
Jinx observó ese gesto y lo entendió. Por fin comprendió por qué el chico cambiaba cada vez que mencionaba ese nombre.
—Y te enamoraste de la otra versión—afirmó Jinx, con un tono cargado de cinismo y una pizca de resignación. No era una pregunta, solo una verdad que había decidido asumir.
Además, el Ekko frente a ella le había dicho que al parecer sus versiones del otro mundo tenían una relación y que él terminó envuelto en eso.
—¿Qué?—Ekko la miró incrédulo, casi ofendido—No, no es así—se apresuró a decir, sacudiendo la cabeza.
—Pfff—Jinx dejó escapar un sonido de burla, recargando la palma de su mano derecha sobre su rodilla—Por favor, Ekko. La forma en que hablas de ella te delata—lo señaló con la otra mano, su mirada aguda, casi acusadora—. Ese brillo en tus ojos—añadió, apuntándose a los suyos propios—. Conozco esa mirada.
Cruzó los brazos con suficiencia, una sonrisa burlona estirando sus labios, como si aquello fuera un juego para ella. Pero en su interior, algo se sentía extraño. Era una punzada, un dolor sutil y confuso, casi como una decepción que no sabía de dónde provenía. Porque, según ella, no debería importarle.
Según ella.
—Eso no es cierto—insistió Ekko, con un tono firme, pero también cargado de una ansiedad que no lograba ocultar.
Jinx encogió ligeramente su cabeza, su semblante cambiando de la burla al desconcierto—Te hubieras quedado con ella—murmuró, casi para sí misma, pero lo suficientemente fuerte para que él la escuchara—. En realidad, no sé cómo pudiste dejar ese mundo perfecto.
Ekko bajó la mirada por un instante, como buscando las palabras correctas, antes de mirarla de nuevo con una intensidad que no había mostrado antes.
—Porque ese lugar no me pertenece—respondió con seguridad—. Aquí, donde estoy ahora, es a donde pertenezco. Aquí, con las personas a las que he podido ayudar, donde aún puedo luchar por un cambio—hizo una pausa, observando su reacción antes de continuar—. Ese mundo perfecto... es una idea de lo que todos habríamos querido tener, pero no está tan lejos de lo que podemos construir aquí. No podía quedarme allá y dejar que este mundo se hundiera.
Jinx lo miró en silencio, como si procesara cada palabra.
—Además—añadió él, su tono suavizándose, pero manteniendo la misma convicción—no me enamoré de tu otra versión. Powder solo me hizo darme cuenta de que me equivoqué contigo. Me rendí muy rápido, dejé de intentar—. Ekko se inclinó hacia adelante, sin apartar la mirada de la suya.— Estoy aquí porque te elegí a ti sobre ese universo perfecto. Porque tú, seas Powder, Jinx o una mezcla de ambas, eres la versión que me corresponde.
Jinx sintió un nudo en el pecho mientras él hablaba, pero no lo dejó ver, limitándose a observarlo con ojos entrecerrados.
—Y tenía que venir a salvarte—concluyó él, su voz cargada de una ternura que ella no supo cómo manejar.
—Creo que ese viaje entre mundos te afectó la cabeza—dijo Jinx, intentando sonar casual, pero un nerviosismo evidente asomaba en su tono. Era incapaz de creer que alguien pudiera verla de forma amorosa. Después de todo, ¿quién querría a un desastre andante como ella?—Porque es imposible que tú te hayas fijado en...
—Lo hice desde que te conocí—la interrumpió Ekko, su voz cargada de sinceridad y todas las palabras que nunca se había atrevido a decir—. Lo hice desde que Vander nos presentó. Y aunque ahora eres diferente, el cariño sigue allí. No se fue, y no podrá irse jamás—afirmó con determinación.
Jinx sintió cómo aquellas palabras perforaban algo profundo dentro de ella. Recordaba lo que era sentir afecto: de sus padres, tanto los biológicos como los que los habían sustituido; de su hermana, de sus amigos, incluso de los conocidos que, pese a todo, soportaban su supuesta "mala suerte". Pero lo que Ekko le estaba confesando era distinto. Y lo sabía.
Lo sabía porque, en algún rincón olvidado de su niñez, también había llegado a sentir algo parecido.
Pero no quería ilusionarse. No podía permitírselo. La voz de Silco resonó en su mente: "Romper el ciclo". Esa frase, siempre presente, la detenía. No quería arrastrar a Ekko a sus problemas, no quería ser la causa de otra pérdida, otro sacrificio.
Ella no quería ser una carga más.
No quería que alguien más renunciara a su felicidad por tener que lidiar con el caos que llevaba consigo.
Sin embargo, por ese momento, su curiosidad se impuso a sus temores.
—¿Entonces qué?—preguntó tras unos segundos de silencio, mirándolo con una mezcla de seriedad y burla hacia sí misma—¿Quieres a la versión loca, que casi te mata; con problemas mentales, de abandono y demás?
Ekko suavizó su expresión, sus ojos llenos de una ternura que la desarmó por completo, una pequeña sonrisa curvando sus labios.
—Quiero a la Jinx de mi universo—respondió con firmeza.
No manchen, más de tres mil palabras 😭
Me emocioné🥴😩
VIVAN LOS NOVIOOOOS😭😭😭
Estoy bien delulu, pero lo bueno es saber que no soy la única 🙂↕️😆
Comenten, quiero saber qué opinan o algún diálogo random que se les venga a la mente, no sé🥴
Por si no lo han notado, los nombres de los capítulos son los títulos de canciones que están en la Playlist de esta historia :)
Estaba leyendo gente que ponía en comentarios así en TT, Insta y demás, de que según Jinx y Ekko se dieron un beso mientras se alistaban, pero no sé... ¿Ustedes qué piensan?
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©-MANDALORIANA76
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