𝗳𝗶𝘃𝗲. 𝖼𝗈𝗇𝖿𝗂𝖽𝖾𝗇𝗍
—C A P Í T U L O C I N C O—
Segura.
LA ATMÓSFERA CAMBIÓ APENAS JINX SE DESLIZÓ POR EL LUGAR, COMO UN TORBELLINO DE CAOS CONTROLADO. Todo en ella exigía atención: el paso despreocupado, el brillo maniático en sus ojos, esa energía que hacía que el aire se sintiera más pesado y, a la vez, cargado de adrenalina. No buscaba dominar la habitación, lo hacía sin intentarlo.
Ekko, apoyado contra el respaldo de la silla con los brazos cruzados, la miraba como quien analiza un enigma que ya conoce, pero que siempre lo sorprende. Ella lo notó, claro, y su sonrisa se ensanchó con un toque burlón, desafiándolo a desviar la mirada. Él no lo hizo.
—¿Qué? ¿Me vas a mirar toda la noche?—le lanzó ella, su voz cargada de ironía y ese matiz inconfundible de Jinx: una mezcla entre diversión y peligro.
Ekko no respondió al principio. Sólo la observó con esa calma que sabía que a ella la sacaba de quicio, como si hubiera pasado años aprendiendo a caminar en su misma cuerda floja. Cuando al fin habló, su tono fue bajo, seguro, una especie de eco de todo lo que había vivido con ella.
—Tú haces que sea difícil mirar a otro lado.
Ella se rió, una risa que podía ser dulce o mortal, dependiendo del día, pero había algo en su mirada, algo que revelaba que no se esperaba esa respuesta.
Y así estaban los dos: ella, el caos personificado, y él, la calma que siempre parecía estar un paso adelante, enredados en un juego donde el desafío era mutuo, pero el final aún incierto.
Jinx pareció distinguir algo a lo lejos, por lo que fue hasta allá, siendo aún seguida por la mirada de Ekko. Se agachó y tomó el artefacto en el suelo. Cuando dio media vuelta, el chico distinguió unas tijeras entre sus manos; el líder de los Firelights inclinó su cabeza hacia la izquierda curioso.
Sus ojos se tornaron de un violeta más intenso, y cuando menos lo pensó, Ekko ya tenía a la chica inclinada hacia él, extendiéndole las tijeras. No tuvo que preguntar porque supo exactamente lo que ella quería. Un extraño rastro del mismo color de sus ojos había quedado esparcido detrás de ella.
—¿Cómo hiciste eso?—preguntó, notablemente sorprendido.
La peli-azul se incorporó en su lugar, y Ekko se levantó, tomando las tijeras entre sus manos.
—El amigo rarito de Silco me salvó, volviéndome uno de sus experimentos después de nuestra pelea en el puente—respondió ella, tomando asiento en el lugar en el que estuvo antes el chico. Jinx hizo que la silla girase hasta que su reflejo apareció en el espejo fragmentado—. Usó el brillo para que yo no muriera, y déjame decirte que es un pésimo doctor —añadió. Un escalofrío la recorrió al recordar las agujas introduciéndose en su piel sin misericordia alguna por el hombre.
Ekko recordó su batalla en aquel puente, la furia y el dolor que cargaban ambos, como dos tormentas destinadas a chocar. Había sentido el impulso de acabar con ella, de detener su espiral de caos, pero entonces lo vio... Una chispa escondida detrás del caos en su mirada. Aquella pequeña niña, la misma que se esmeraba tanto en ocultar bajo el peso de su locura, seguía ahí.
Pero el recuerdo no terminó ahí. Su mente lo arrastró de vuelta al momento más desgarrador: el instante después de la explosión. Ambos yacían en el puente, heridos y al borde de la inconsciencia. Ekko sentía el peso del mundo sobre sus hombros, su propia respiración pesada y su visión difusa, pero lo único que podía pensar era en ella.
Quiso llevársela, salvarla de lo que pudiera venir, pero sabía que no podía cargar con el peso de ambos. El dolor en su pecho no era solo físico; era la culpa de abandonarla, aunque solo fuera por un instante. Se apresuró a dejarla cerca del lado del puente que conectaba con Zaun, sabiendo que Silco no tardaría en encontrarla.
Antes de desaparecer, se detuvo un segundo más. Limpió con cuidado el rastro de pólvora que manchaba su rostro, un gesto que le pareció tan absurdo como necesario en ese momento. Con movimientos rápidos, acomodó su cuerpo de lado, asegurándose de que pudiera respirar, y extendió sus trenzas como si fueran una señal, algo que destacara desde la distancia.
Lo último que vio antes de desaparecer para atender sus propias heridas fue su rostro, sereno pero frágil, una contradicción perfecta de lo que era Jinx. Ese recuerdo lo había atormentado desde entonces, esa elección entre salvarla y dejarla ir, entre cuidar de ella o de sí mismo.
Ahora, mirándola frente a él, viva, con ese brillo peligroso pero lleno de vida en sus ojos, no podía evitar preguntarse si hizo lo correcto aquella vez, si su decisión había ayudado a salvarla... o simplemente la había condenado más.
—Lo siento —dijo en un tono bajo, con cierto dolor en su mirada.
La chica negó con la cabeza—. No te disculpes. No fuiste tú quien detonó la bomba —le recordó—. ¿Tú estás herido? —preguntó girando la silla, y cuando el chico estuvo de nuevo en su radar de visión, comenzó a darle pequeños golpes en el estómago con su dedo índice esperando algún quejido de su parte.
—No —aseguró. Con su mano derecha detuvo la acción de la chica, bajó su mano hasta que estuvo en su rodilla y giró la silla en la que ella se encontraba—. Heimerdinger me ayudó. El Yordle—una sonrisa nostálgica invadió su rostro al recordar el desenlace del nombrado.
—¿El qué? —Jinx ladeó su cabeza, arrugó su nariz y su frente confundida.
—Te lo ilustraré cuando todo esto termine—se limitó a decir, tomando un mechón de su cabello.
—Tú y tu afán de posponer las cosas —se quejó, haciendo un puchero con sus labios mientras se encorvaba ligeramente. Ekko la miró de una forma que ella no supo descifrar, pero que le pareció extraña—. ¿Qué? ¿Ya se te acabó el enamoramiento, Hombrecito? —cuestionó burlona, alzando una ceja. Era claro que preguntaba eso por la reacción que él tuvo al saber de ese nuevo "secretito" en ella.
—Nunca—afirmó.
El silencio que siguió fue casi insoportable. La respuesta de Ekko flotó en el aire, pesada como una verdad imposible de ignorar. Jinx suavizó su mirada, pero desvió su atención al espejo, incapaz de sostener lo que acababa de pasar.
—Como sea —dijo, fingiendo desinterés mientras miraba su reflejo. Pero la ligera tensión en sus hombros la traicionaba.
Ekko sonrió levemente, aunque su pecho dolía al verla así, luchando contra algo que no le dejaba avanzar.
—Muy bien, señorita. ¿Y cómo quiere su corte de pelo? —preguntó, cambiando el tema con una ligereza forzada. Aunque estaba disfrutando de los momentos, era consciente de que había un asunto al que no tardarían en enfrentarse, por lo que debían seguir preparándose.
La peli-azul tomó el característico mechón de cabello que se dejaba al frente, junto con unos pocos que quedaran del lado opuesto—. Corta todo lo demás.
—¿Estás segura?
—Absolutamente—aseguró.
Ekko se acercó lentamente, sosteniendo un mechón detrás de su cabeza. Las tijeras brillaron bajo la luz tenue, y el primer sonido del corte llenó la habitación. Jinx cerró los ojos, como si el ruido metálico fuera un alivio y un peso al mismo tiempo.
Cada corte parecía liberar algo invisible, un peso, una carga, un fragmento de dolor. Para Ekko, era casi como si estuviera arrancando pedazos de todo lo que la había atormentado. Cuando terminó, dio un paso atrás y miró su trabajo, su mirada buscando una señal en ella.
Jinx tocó su cabello con cuidado, evaluando la ligereza. Miró su reflejo por unos segundos, luego lo desvió hacia Ekko, quien esperaba su respuesta como si fuera algo mucho más importante que un simple peinado.
—Me gusta —dijo finalmente, esbozando una pequeña sonrisa. Pero luego, su tono cambió, y la Jinx burlona regresó—. Aunque no es como si fueras un estilista experto, Salvador.
Él se rió entre dientes, relajándose un poco—. Bueno, me gusta pensar que tengo buen gusto.
—Claro que sí —respondió ella con un toque de sarcasmo, pero había un brillo en sus ojos, algo cálido que rara vez mostraba.
Por un momento, solo un momento, el caos se detuvo. Pero ambos sabían que no duraría mucho, porque el mundo no se detenía por nadie.
Jinx se levantó de su asiento, con el moreno siguiéndola con la mirada.
—¿Ahora qué estás buscando?—preguntó, dejando las tijeras sobre la mesa que rodeaba el enorme tubo de la guarida.
—Voy a cambiarme—respondió ella mientras entraba en la pequeña carpa. Extendió una cortina y comenzó a revolver algunas cajas en el interior.
Ekko, aún de pie, se recargó contra la orilla de la mesa y se cruzó de brazos. Observó sus zapatos, gastados gracias a las explosiones que tuvo que revovinar, al igual que una que otra parte de su pantalón. Formó una mueca con sus labios mientras el eco de las herramientas chocando al otro lado de la cortina llenaba el espacio.
El chico giró su mirada hacia la izquierda. Había pequeños botes con pintura en el interior, al igual que uno que otro pincel y esferas con líquido colorido. Regresó su atención hacia sí mismo, analizando su aspecto mientras una idea parecía cosquillear en su cabeza.
De pronto, en su radar de visión apareció una Jinx inclinada por debajo.
—¿Qué miras?
El líder de los Firelights dio un pequeño brinco que logró disimular al verla.
—Estaba revisando mi aspecto—respondió regresando a una postura habitual.
Cuando Jinx se incorporó, los ojos del chico se abrieron sin disimulo alguno. La peli-azul había cambiado todas sus prendas: su corto y colorido pantalón de rayas fue sustituido por uno negro que cubría por completo sus piernas; sus botas, que desprendían cierta salida en la parte superior y tenían cordones rosados, fueron reemplazadas por unas sin esa caracterización. Pero la zona más llamativa era su pecho: una línea de cuero más o menos cubría dicha área, mientras una correa con decoraciones partía desde el centro, rodeándola hasta la espalda.
—¿No crees que es muy revelador?—cuestionó Ekko, desviando la mirada hacia la derecha. En su silla distinguió su chaqueta y se estiró para tomarla.
—¿Revelador?—preguntó Jinx, mirando sus botines y sus pantalones con una expresión confusa.
Sin responder, Ekko pasó la chaqueta por detrás de ella y la colocó sobre sus hombros, ajustándola con cuidado.
—Así está mejor—murmuró, evitando su mirada y volviendo a cruzarse de brazos.
Jinx alzó una ceja, intrigada al principio, pero una sonrisa traviesa apareció en su rostro casi al instante.
—¿Desde cuándo te volviste tan conservador, Nerviosito?—preguntó, inclinando la cabeza mientras jugaba con el borde de la chaqueta.
Ekko intentó mantener la compostura, pero el rubor en sus mejillas lo traicionó. Se aclaró la garganta y desvió la mirada hacia una mesa llena de herramientas.
—No es eso—empezó a explicar, su tono tratando de sonar despreocupado—Es solo que... podrías llamar demasiado la atención.
—¿Atención de quién?—cuestionó ella, dando un paso hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de burla y curiosidad.
—De cualquiera que no seas tú—respondió Ekko rápidamente, su voz más firme de lo que pretendía.
Jinx soltó una carcajada ligera y burlona. Sin quitarse la chaqueta, se dirigió a otra esquina de la guarida, donde comenzó a rebuscar en un par de cajas metálicas.
—Está bien, Hombrecito. Me lo cambiaré si eso te deja más tranquilo—dijo con un tono que mezclaba burla y sinceridad.
—¿Qué?—preguntó Ekko, sorprendido por su rápida aceptación.
—Sí, sí—respondió ella mientras sacaba un par de prendas y las inspeccionaba con desinterés—Aunque también estoy buscando otras cositas... nunca sabes cuándo vas a necesitar más explosivos, ¿no?
Ekko negó con la cabeza, esbozando una leve sonrisa. No sabía si Jinx lo estaba tomando en serio o simplemente jugaba con él como solía hacerlo. Pero, por un instante, la tensión que había sentido antes pareció desvanecerse. Ella seguía siendo impredecible, caótica, y, sin lugar a dudas, Jinx.
La peli-azul revolvió entre algunos artefactos y telas desperdigados, y, tras envolver unos cuantos en un pedazo de tela, corrió hacia Ekko. Extendió el improvisado paquete hacia él como si fuera un premio que acababa de ganar.
—¿Y eso para qué?—preguntó el moreno, tomando la tela con curiosidad. Al abrir ligeramente el extremo, distinguió hilos, agujas y grapas, junto con retazos de tela.
—Para que arregles tus zapatos y todos esos agujeros que traes en la ropa—explicó Jinx con una sonrisa ancha, dejando ver parte de su dentadura—Es la tela de mi pantalón, no la necesito más. Tú puedes darle un mejor uso ahora.
La naturalidad de sus palabras hizo que Ekko sintiera un nudo en el pecho. Antes de que pudiera responder, ella ya se había girado, zambulléndose de nuevo entre sus cosas para buscar quién sabía qué.
Ekko la observó en silencio, su mirada siguiendo cada movimiento: cómo se agachaba, cómo inclinaba la cabeza al inspeccionar algo, cómo apartaba objetos con brusquedad, siempre con esa energía caótica que la caracterizaba. Bajó la vista hacia la tela entre sus manos y, con un suspiro profundo, caminó un par de pasos hacia adelante. Se dejó caer al suelo, cruzando las piernas, y comenzó a trabajar en la reparación de sus zapatos.
Del otro lado, Jinx dejó caer vendas, más telas y algunos artefactos de costura sobre la mesa. Se sentó en la silla giratoria y comenzó a modificar su vestimenta, aparentemente concentrada en su tarea, aunque aún llevaba puesta la chaqueta de Ekko sobre sus hombros.
El moreno levantó la vista por un momento y no pudo evitar sonreír. La chaqueta, claramente demasiado grande para ella, parecía envolverla por completo, haciéndola ver aún más pequeña de lo que ya era. Había algo en esa imagen que lo desarmaba. Tal vez era el contraste entre su caótica esencia y la calma que irradiaba en ese instante.
Jinx levantó la mirada apenas unos segundos, lo justo para notar cómo Ekko la observaba de reojo.
—¿Qué miras ahora, Hombrecito?—preguntó sin dejar de coser, alzando una ceja con curiosidad.
—Nada—respondió él, girando rápidamente la vista hacia su zapato medio remendado—Solo... estoy agradecido por esto—dijo en voz baja, lo suficiente para que ella lo escuchara.
Jinx ladeó la cabeza, como si no entendiera por completo sus palabras. Pero no dijo nada. En cambio, una leve sonrisa apareció en sus labios antes de volver a concentrarse en su tarea. Y, por un momento, ninguno de los dos rompió la extraña calma que se había instalado entre ellos.
El libro llegó a 1.4k, qué bonito <3
Gracias por el apoyo que le están dando💗💗
Sé que esto no es lo mejor y que requiere mejorías, pero estoy feliz de que lo estén disfrutando y de que me den sus puntos de vista💗
La imagen donde se toman de la mano viene en el Art Book y la puse por ese top que trae Jinx, claramente lo cambiaré porque en la serie es distinto :)
Aún estoy segura de implementarlo, pero, si Jinx pusiera una canción en el gramófono que tiene, ¿cuál creen que quedaría en el ambiente mientras se pintan entre sí?
▌│█║▌║▌║ ║▌║▌║█│▌
©-MANDALORIANA76
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro