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𝗣𝗥𝗢𝗟𝗢𝗚𝗨𝗘

P R Ó L O G O

LA SENSACIÓN DE PERDERLO TODO Y SENTIRTE COMO SI NO FUERAS NADA ES UN ABISMO DEL QUE PARECE IMPOSIBLE ESCAPAR. Es una maraña de emociones que aprieta el pecho, un constante sube y baja que, cuando parece mejorar, sólo deja caer más fuerte. ¿Qué sentido tenía? ¿Por qué intentar? ¿Por qué seguir? 

Jinx no lo entendía.

Desde que tenía memoria, su vida había sido una tragedia tras otra. Un desfile interminable de pérdidas, errores, y culpas. Cada paso que daba parecía arrastrarla a un caos mayor. Las palabras de aquellos que una vez estuvieron cerca de ella resonaban como un eco cruel: "Traes mala suerte."

Y aunque lo odiara, empezó a creerlo. ¿Y si tenían razón? ¿Y si ella era un imán para el desastre? Pero entonces, una idea se enredó en su mente: alguien muerto no puede traer mala suerte. ¿No era así? Si su existencia era una cadena de destrucción, ¿no sería mejor cortar el hilo? De todas formas, ¿qué importaba? Nadie la necesitaba. Nadie la extrañaría. Ni siquiera ella misma sabía si alguna vez había tenido un lugar en el mundo. 

De pie en el borde de una de las alas oxidadas del viejo navío que ahora usaba como guarida, la peli-azul sostuvo el detonador en sus manos, fría e inmóvil. Miraba la granada como si fuera una respuesta. Ya no había dolor, sólo vacío.

Había perdido a Isha. Había perdido a todos los que una vez significaron algo. No iba a quedarse para ver cómo perdía también a su hermana. No quería seguir viendo cómo su vida se desmoronaba.

Sin titubear, sin un ápice de duda, Jinx tiró de la espoleta. El clic metálico resonó en el silencio, como un adiós. Cerró los ojos con indiferencia, abrazando el final. Todo iba a terminar. Finalmente, iba a detenerse.

Pero el destino tenía otros planes. Alguien no la dejaría ir.

—¡Espera!—una voz rompió la quietud, atravesando el aire como un disparo. 

Sus ojos se abrieron de golpe. Esa voz... la conocía.

Giró levemente el rostro, y de reojo vio cómo una nube de polvo se levantaba junto a un rastro de pequeñas partículas brillantes que danzaban en el aire. Los pasos apresurados y las botas de Ekko fueron lo primero que distinguió. Luego, su figura, rompiendo la brisa, enfrentándose al vacío que ella había decidido abrazar. 

—Solo... quiero hablar contigo —dijo, su voz quebrada entre el cansancio y la urgencia. 

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. El peso de lo que estaba a punto de hacer chocó contra la sorpresa de verlo allí, justo a tiempo, como siempre.

Pero no esta vez. Había tomado una decisión y no cambiaría al respecto.

—Vete de aquí, Ekko —ordenó Jinx, su voz cortante, como un cuchillo afilado por la rabia y el dolor. Sus ojos lo miraban con una mezcla de seriedad y enojo, aunque en lo más profundo de ellos, una chispa de tristeza brillaba.

Ekko se detuvo a unos pasos de ella, rodeado por el polvo que levantaban sus propios movimientos. Partículas brillantes danzaban en el aire, casi como si el tiempo mismo estuviera fragmentándose a su alrededor. Sus botas rechinaron al detenerse en seco, y su mirada se clavó en la figura de la peli-azul, inmóvil, sosteniendo la granada como si fuera un último juramento.

—Solo quiero hablar contigo, Pow... —comenzó Ekko, pero su voz se apagó al recordar algo. Ella ya no era "Powder". Esa identidad había sido enterrada bajo capas de dolor, traición, y desesperación. Tragó con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta, antes de corregirse con suavidad:

—Jinx.

El nombre salió de sus labios como un golpe al pecho. Cada letra parecía pesar toneladas, y el simple hecho de pronunciarlo traía consigo una oleada de recuerdos. Buenos. Malos. Todos rotos.

Jinx no respondió. Su mirada permaneció neutral, carente de emociones, como si Ekko fuera un extraño más. Entonces, sin decir una palabra, tiró de la espoleta.

El mundo explotó en un caos ensordecedor.

Ekko reaccionó al instante, su aparato activándose como un reflejo desesperado. El tiempo retrocedió cuatro segundos, pero no antes de que sintiera el impacto de la explosión. Una onda de calor y metralla lo alcanzó, quemando parte de su rostro y arrancándole un jadeo ahogado. El líquido carmesí que comenzó a correr por su mejilla le recordó cuán frágil era incluso con su ventaja.

El tiempo se revirtió y volvió al momento justo antes de que ella tirara de la espoleta. Ahora, jadeante, la vio alzar de nuevo el detonador.

—Llegas tarde—murmuró Jinx, su tono apagado, cargado de resignación. El sonido de un clic resonó en la habitación, el eco del pasador una vez más rompiendo el aire.

—¡Espera!—gritó Ekko con urgencia, su voz desgarrada mientras retrocedía nuevamente en el tiempo.

Y así ocurrió de nuevo.

—Todo es un baile contigo—comentó Ekko, intentando cortar la tensión que pesaba como una niebla densa entre ambos. Su voz, aunque tranquila, llevaba un rastro de cansancio. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de esperanza y resignación.

Recargó una mano en el barandal oxidado y comenzó a descender lentamente, cada paso retumbando con suavidad en el metal. Al llegar al suelo, se dejó caer, su cuerpo agotado. 

—Creo... creo que me voy a sentar aquí un rato a recuperar el aliento —dijo con una pequeña risa entre jadeos, intentando mantener la calma. Levantó la vista hacia ella, sus ojos reflejando un dolor profundo que no lograba ocultar—. Y... ver si puedo convencer a una vieja amiga de no hacernos estallar. 

A pesar del peso en su voz, esbozó una sonrisa tenue, rota, como un intento de llegar a la Jinx que aún podría estar allí, enterrada bajo el caos.

Jinx lo miró, sus ojos entrecerrados en un gesto que mezclaba irritación y fatiga emocional. Apartó la vista rápidamente hacia la granada que sostenía con firmeza. Su dedo jugaba con la espoleta, trazando círculos en el metal frío, mientras su mente parecía debatirse entre la acción y la duda. 

—Ya me cansé de hablar—respondió al fin, su tono apagado, vacío, como si cada palabra costara más esfuerzo que el anterior latido de su corazón. Sus ojos permanecían clavados en el arma, como si fuera su única salida.

Entonces, sin advertencia, Jinx dio un paso hacia adelante. El mundo pareció detenerse por un instante cuando se inclinó, lista para lanzarse al abismo con la granada en mano. 

—¡No! ¡No! —gritó Ekko con desesperación, extendiendo su mano hacia ella como si pudiera alcanzarla con un gesto. Su voz se quebró, un rastro de impotencia resonando en el lugar. 

Pero sabía que no era lo suficientemente rápido. 

Con un movimiento instintivo, activó su creación. El mundo a su alrededor se distorsionó, las partículas de tiempo destellaron en el aire mientras el eco de su grito se repetía, arrastrándolo hacia atrás, al punto justo antes de perderla.

Cuando volvió al momento anterior, jadeó profundamente, su corazón acelerado y su mente atrapada entre el miedo y la determinación. No iba a dejar que terminara así.

Ekko suspiró aliviado al ver que Jinx seguía intacta sobre la superficie en la que la había encontrado. La imagen de ella, tan familiar y tan distante al mismo tiempo, le devolvía algo que había temido perder.

—Oye, aprendí algo de alguien—dijo el moreno, con la voz cargada de algo más que simple información.

Jinx se giró para mirarlo, su mirada curiosa encontrándose con la cercanía entre ambos. Levantó una ceja, sorprendida de lo cerca que se encontraba, aún cuando no había sido consciente del retroceso temporal que Ekko había ejercido para acortar la distancia entre ellos.

—Alguien muy especial—aclaró Ekko, mirando hacia otro punto, como si esas palabras estuvieran llenas de nostalgia. Recordaba a la Powder de otro universo, esa versión de ella que no había sido consumida por el caos. Esa chica, su amiga, le había dejado una lección que ahora, por fin, comprendía—Dijo que no importa lo que pasó en el pasado, nunca es tarde para construir algo nuevo.

Jinx observó el aparato que Ekko llevaba consigo, un cilindro extraño que emitía una luz azul. Dentro, pequeñas figuras robóticas en forma de monos con platillos giraban, una escena casi surrealista que parecía fuera de lugar. Ella sabía que aquellas figuras eran el tipo de cosas que ella misma solía crear, pero el problema era que no recordaba haberlo hecho.

Su primer impulso fue pensar que Ekko había instalado esas figuras por su cuenta, pero algo en su interior le decía que no era así. No podía recordar cuándo, ni cómo, pero algo dentro de ella se cuestionaba el hecho de que, de alguna forma, esas figuras vinieran de su propia creación.

Ekko, consciente de la mirada de Jinx, siguió la dirección de su atención hacia el artefacto, comprendiendo perfectamente lo que pasaba por la mente de la chica.

—Vale la pena construirlo por ella—dijo, con una determinación tranquila, casi como si esas palabras estuvieran sellando algo importante en su corazón.

Viendo el rostro de Jinx, y leyendo la confusión y el miedo en sus ojos, sabía que esta vez no podía rendirse. La mirada de Jinx era un espejo de su propia desesperación, pero también de su lucha interna.

Jinx lo miró, los ojos llenos de duda, su voz titubeante, como si cada palabra fuera una carga.

—Yo no lo creo, Ekko—dijo con un nudo en la garganta, sus palabras tan vacías como el espacio entre ellos.

Ekko sintió un pequeño dolor en su interior. Había sido testigo de tantos intentos fallidos, de tantas ocasiones en que había querido salvarla y no lo había logrado. Pero algo en su interior le decía que esta vez era diferente. Esta vez podía salvarla.

—Déjame que te lo demuestre—respondió, extendiendo su mano hacia ella, con la esperanza brillando en sus ojos, aunque la incertidumbre aún lo rondara.

Jinx lo observó en silencio, su mirada vacilante. El miedo seguía siendo más grande que la esperanza que Ekko le ofrecía, pero las palabras del chico, su promesa de que valía la pena construir algo nuevo, comenzaron a hacer mella en su resistencia.

—¿Por qué insistes tanto?—preguntó, una pregunta que no sólo era sobre él, sino sobre su propia existencia.

Ekko, con una mirada más profunda y decidida, respondió de manera sencilla pero llena de convicción:

—Ya te lo dije. Vale la pena construir algo nuevo.

El silencio que siguió fue pesado, pero después de unos segundos, Jinx, aún temerosa, aún dudosa, extendió lentamente su mano hacia la de él. En ese gesto, algo comenzó a cambiar. Aunque no estuviera completamente segura, al menos había algo que valía la pena intentar, un futuro que podría construirse, incluso si no podía verlo con claridad.

Y así, aceptó.


























Así es, señor@s, tenía que hacer una historia de ellos en ese lapso de tiempo, porque me dejaron mal 😔

No olviden votar y comentar :)💗

(Si, aún estoy en mi etapa de negación)

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©-MANDALORIANA76

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