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𝗘𝗣𝗜𝗟𝗢𝗚𝗨𝗘

E P Í L O G O

LOS SUEÑOS A MENUDO NOS CONVENCEN DE QUE ESTAMOS VIVIENDO AQUELLO QUE NUESTRA MENTE DESARROLLA, aun cuando en el fondo sabemos que solo estamos descansando de la realidad al hacerlo. Algunos sueños eran buenos, graciosos, curiosos. Otros eran no muy agradables, por no decir desgarradores. 

Ekko negó con la cabeza y siguió con su tarea, reparando un artefacto con un destornillador y más herramientas en la mesa delante de él. 

El moreno podría haber jurado que todo lo que aconteció había sido real, él sentía muy en el fondo que fue real, pero cuando despertó y no miró a la peli-azul a su lado, fue cuando las dudas invadieron su mente. 

En Piltover y Zaun estaba por conmemorarse el cuarto aniversario después de la victoria contra los noxianos y la caída de la Hextech. En todos esos años, el antiguo líder de los Firelights no había puesto un solo pie en esa celebración, por más insistencia que tuvo de Violet, Scar, Caitlyn y demás personas conocidas.

Sabía que su pensamiento era contradictorio con lo que él representaba, con lo que había luchado por construir, pero se negaba a ir a un lugar que le recordara que, por lo menos en ese mundo, Jinx ya no estaba.

—Pareces una rata de alcantarilla—una voz femenina, y con un golpe algo tosco, trajo de vuelta al chico de su laguna mental. Ekko giró y observó a Sevika en la puerta de entrada a su pequeño hogar.

—Tú siempre tan encantadora—le respondió en un tono sarcástico—¡Solo bromeo!—balbuceó cuando la mujer de cabellos marrones se acercó, aparentemente sin paciencia para sus comentarios.

—No te voy a golpear, niño—respondió con un leve tono de burla, aunque su voz mantenía la gravedad que siempre la caracterizaba. Tomó una silla cercana, se sentó sobre ella, y señaló su brazo metálico haciendo un ademán con la cabeza.

—Te he dicho que necesitas nuevas piezas—le recordó el moreno mientras se acercaba a inspeccionar el brazo desgastado de la mujer.

—¿Y reemplazar casi todo el trabajo de la chica?—preguntó Sevika, en referencia a Jinx. La mención repentina paralizó ligeramente a Ekko. Una oleada de emociones lo golpeó antes de que pudiera reaccionar—. No gracias—agregó Sevika con firmeza.

Desde la muerte de Jinx, Ekko y Sevika habían desarrollado un extraño, aunque sólido, vínculo. No era una relación fácil ni particularmente amistosa al principio, pero ambos compartían algo que pocos en Zaun podían entender: la pérdida de la peli-azul. Sevika había encontrado un momento de apertura cuando le contó al joven cómo su relación con Jinx había evolucionado con el tiempo, dejando de ser un mero trato de supervivencia para convertirse en algo más cercano, algo más humano.

—Era... diferente conmigo—admitió Sevika mientras Ekko ajustaba un par de tornillos en su brazo mecánico—. Sé que muchos en Zaun la veían como una amenaza, y no los culpo. Pero cuando Silco murió y todo quedó patas arriba, creo que ella también quiso cambiar algo.

—¿Cambiar?—preguntó Ekko, sin poder esconder la incredulidad en su voz.

—Sí. Al principio fue lento. No éramos amigas ni nada parecido, pero con el tiempo...—la mujer suspiró, perdiendo brevemente su mirada en el vacío—. Digamos que aprendí a tolerarla. No, más bien a entenderla. Era como...—Sevika dudó un momento antes de continuar—. Como una hija, supongo.

La confesión dejó a Ekko sin palabras. A pesar de la dureza de Sevika, su voz denotaba un rastro de nostalgia que era imposible ignorar.

—Me ayudó desde que perdí el control del brazo o cuando los recuerdos me alcanzaban—añadió Sevika, apretando ligeramente su puño metálico—. Pero, sobre todo, me recordaba que ella también estaba rota por dentro. Y a pesar de eso, seguía adelante.

Ekko dejó de trabajar en el brazo y se quedó en silencio, procesando las palabras. La imagen de Jinx como una figura familiar para Sevika era algo que nunca había imaginado, pero tenía sentido.

—Supongo que por eso insisto en que no me cambies el brazo—continuó Sevika, con un tono más duro mientras trataba de desviar la atención del tema—. Es lo único que queda de ella conmigo.

Ekko no pudo evitar sentir un nudo en la garganta. Aunque sus caminos habían sido distintos, estaba claro que tanto Sevika como él compartían una conexión única con Jinx, una que ninguno de los dos podía dejar atrás.

—Bueno, no creo que Jinx aprobara que andes por ahí con piezas a medio funcionar—comentó Ekko con una sonrisa leve, tratando de aliviar la atmósfera.

Sevika soltó una risa seca y se levantó de la silla—. Tal vez tengas razón, niño. Pero si te atreves a reemplazar algo sin permiso, entonces si te golpearé.

—Lo tendré en cuenta—respondió él, divertido.

Aunque ninguno lo diría en voz alta, esa extraña dinámica entre ellos, construida sobre el recuerdo de Jinx, se había convertido en un refugio inesperado. Algo que los mantenía conectados a lo que ambos habían perdido y, de alguna manera, los ayudaba a seguir adelante.

—Sabes...—Sevika titubeó un instante, mirando de reojo a Ekko mientras pensaba cómo continuar. Finalmente, suspiró y se decidió—Deberías acompañarnos a la conmemoración. A ella le gustaría que salieras a divertirte o lo que sea que hagan los jóvenes ahora—añadió, encogiendo ligeramente la cabeza entre los hombros con un gesto que pretendía parecer indiferente. 

Ekko levantó la mirada de su trabajo, sorprendido por la sugerencia. Antes de que pudiera responder, Sevika continuó, esta vez con una ligera sonrisa en su rostro: 

—Probablemente lo único que no querría es que alguien coqueteara con su chico. 

El moreno casi se atragantó con su propia saliva al escuchar eso. 

—¡Nosotros no éramos...! 

—Pero quizás lo hubieran sido—lo interrumpió Sevika con firmeza, cruzándose de brazos mientras lo miraba fijamente. Ekko titubeó, inseguro de cómo responder—. Ven a la celebración, vive. Disfruta de aquello por lo que luchaste—añadió, su tono más suave ahora—. No basta con solo salir, volar en tu tabla, charlar un poco y volver a encerrarte. No es lo que ella habría querido para ti. 

Ekko bajó la mirada, procesando las palabras. El silencio que se instaló entre ambos era denso, pero Sevika no esperó una respuesta inmediata. Dio media vuelta y comenzó a dirigirse hacia la salida. 

—Buscaré algunas piezas para tu brazo—dijo finalmente Ekko, rompiendo el silencio. Su voz era baja, casi insegura, pero con una determinación que lo sorprendió incluso a él mismo—Y solo iré por un rato. 

Sevika se detuvo por un momento, pero no se giró. Una sonrisa sutil cruzó su rostro. 

—Haz lo que debas, niño—murmuró, aunque había satisfacción en su tono. 

Mientras salía, Sevika distinguió una figura entre las sombras, una silueta que esperó pacientemente fuera del taller. Asintió levemente hacia ella, como si compartieran un entendimiento tácito. Ekko, sin embargo, no alcanzó a notar aquel gesto y lo interpretó simplemente como una respuesta hacia su decisión. 

Cuando la puerta se cerró detrás de la mujer, el moreno volvió a quedarse solo con sus pensamientos, una mezcla de inquietud y algo que no había sentido en mucho tiempo: esperanza. 

Al salir de su área en búsqueda de las refacciones para el brazo de Sevika, Ekko atravesó las calles del distrito. La comunidad estaba viva con el bullicio de las reparaciones y las reconstrucciones, un signo del esfuerzo continuo por unificar Piltover y Zaun.

Recibió varios saludos de conocidos en el camino, e incluso algunos piltovenses lo reconocieron, inclinando la cabeza en agradecimiento o intercambiando breves palabras cordiales. Los niños por los que luchó, ahora un poco más grandes, jugaban cerca, riendo y lanzándole preguntas sobre su aerotabla o cualquier otro invento, como solían hacerlo en los días oscuros.

Sin embargo, entre toda esa normalidad, algo rompió su atención. Una figura pasó rápidamente a su lado izquierdo.

Un destello de cabello azul.

Su cabello azul.

Ekko se detuvo en seco, sintiendo un nudo en el estómago. Giró rápidamente sobre sus talones y escaneó con la mirada la multitud delante de él. A unos metros de distancia, distinguió la capucha de alguien que parecía corresponder con esa imagen.

Sin pensarlo, comenzó a avanzar, sus pasos tornándose más rápidos mientras su corazón martilleaba en su pecho.

—¡Espera!—gritó, intentando hacerse escuchar por encima del ruido de las calles.

La figura pareció percibirlo, pues aceleró el paso. Ekko también lo hizo, zigzagueando entre la gente y disculpándose cada vez que tropezaba con alguien.

Mientras corría, sus ojos bajaron instintivamente al calzado de la persona. Un par de botas negras, con agujetas rosas que se movían al compás de los pasos apresurados.

—¡Espera!—volvió a gritar, más desesperado.

Pero, en lugar de detenerse, la figura decidió correr. El moreno sintió la adrenalina dispararse mientras trataba de alcanzarla, pero la multitud complicaba su avance.

Finalmente, la vio girar hacia un callejón estrecho. Forzando sus pasos, Ekko dobló la esquina tras ella, su aliento entrecortado y sus sentidos agudos... pero el callejón estaba vacío.

No había nadie allí.

Jadeando, se detuvo en su lugar. Su pecho subía y bajaba mientras su mente intentaba dar sentido a lo que acababa de ocurrir.

¿La había imaginado? ¿Había sido un truco de su mente, una respuesta emocional tras la conversación con Sevika? ¿Estaba su mente jugando con él, mezclando el pasado y el presente?

Con un suspiro tembloroso, Ekko se recargó contra la pared cercana, su cuerpo deslizándose lentamente hasta que estuvo sentado en el suelo. Retrayó una rodilla, apoyando su brazo sobre ella mientras hundía la frente en la mano.

Estaba agotado, tanto física como emocionalmente. Su mente era un torbellino, pero mientras se perdía en sus pensamientos, no notó a la figura que lo observaba desde la penumbra, sus ojos llenos de pesar al verlo en ese estado.

Unos ojos de un profundo violeta rojizo.

La noche había caído sobre Zaun, trayendo consigo un aire fresco y una calma inusual. La luz tenue de las farolas parpadeaba débilmente, mezclándose con el resplandor distante de Piltover que iluminaba el cielo como un eco dorado. Ekko caminaba en silencio, su aerotabla bajo el brazo, mientras el sonido de sus pasos resonaba suavemente en las calles empedradas.

La atmósfera estaba impregnada de una brisa ligera que llevaba consigo el olor de metal y aceite característico de Zaun, pero también algo más: un toque de renovación. Los años habían suavizado el caos que una vez definió la ciudad subterránea.

El moreno ajustó su abrigo, preparándose para cruzar hacia Piltover. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que puso pie en esa parte de la ciudad, y aunque aún dudaba si asistir a la conmemoración era lo correcto, algo en su interior lo impulsaba a seguir. Quizá eran las palabras de Sevika, o quizá algo más profundo, un anhelo enterrado bajo el peso de los años.

A medida que se acercaba al puente que conectaba ambas ciudades, los sonidos de risas y música comenzaron a filtrarse en el aire. Las festividades ya habían comenzado, y Ekko podía distinguir las luces brillantes de decoraciones y fuegos artificiales preparándose para pintar el cielo.

La frescura de la noche le despejó la mente, aunque no lo suficiente para acallar los recuerdos que inevitablemente lo perseguían. Cada paso que daba parecía cargado de una mezcla de nostalgia y melancolía, pero también de una extraña expectación que no lograba identificar del todo.

Se detuvo un momento en el límite del puente, mirando hacia la brillante Piltover. Sus ojos recorrieron el horizonte, observando las sombras de las construcciones más altas y los reflejos de las luces en las aguas quietas del canal. Inhaló profundamente, dejando que la brisa nocturna llenara sus pulmones antes de soltar un suspiro largo.

"Un rato", se recordó a sí mismo. Solo sería un rato.

Ajustando el bastón que llevaba a la espalda, dio el primer paso sobre el puente, dejando atrás Zaun y sus dudas, mientras avanzaba hacia una noche que prometía ser más significativa de lo que esperaba.

El bullicio de la celebración se hizo más evidente cuando Ekko llegó a la zona principal de Piltover. Las calles estaban adornadas con guirnaldas luminosas y faroles que bañaban todo con un resplandor cálido. Los edificios, impecablemente decorados, daban al ambiente un aire festivo y solemne a la vez. El moreno, ahora vestido con un traje sencillo pero elegante, de tonos oscuros con detalles dorados que resaltaban sus movimientos, destacaba entre la multitud de rostros familiares y desconocidos.

Mientras avanzaba entre la gente, escuchó una voz que lo llamaba desde un costado:

—¡Hey, Ekko! —Era Vi, vestida con un traje negro de corte entallado y una corbata mal ajustada, como si hubieran tenido que obligarla a ponerse algo formal. Caminaba con seguridad, aunque el brillo en sus ojos delataba su alegría al verlo. A su lado, Caitlyn, impecable como siempre, llevaba un vestido azul profundo con detalles plateados que recordaban el diseño de los símbolos de Piltover.

—Mírate, Ekko —bromeó Vi con una sonrisa traviesa—, casi ni te reconozco sin ese aire de "líder rebelde".

Caitlyn, más comedida, sonrió y asintió hacia Ekko—. Es bueno verte aquí. ¿Cómo has estado?

Ekko devolvió el saludo con una inclinación de cabeza y una sonrisa pequeña, todavía adaptándose al entorno. Vi fue la primera en estrecharlo en un fuerte abrazo antes de soltarlo con una palmada en la espalda.

—No está nada mal para una rata de Zaun, ¿eh? —continuó Vi con su típica burla amistosa.

Caitlyn intervino, más práctica—. ¿Quieres que guarde eso por ti? —preguntó, señalando la aerotabla y el bastón que Ekko llevaba consigo.

El moreno asintió, extendiéndoselos—. Gracias.

La enforcer tomó ambos con cuidado, asegurándose de colocarlos en un lugar seguro en un pequeño almacén improvisado cercano para los objetos personales de los asistentes.

—Es un alivio verte aquí —dijo Caitlyn mientras volvía hacia él—. Sé que esto no es fácil para ti.

Ekko se encogió de hombros con una sonrisa ligera pero cargada de significado—. Supongo que ya era hora.

Vi pasó un brazo por los hombros del chico, guiándolo hacia el centro del evento—. Bueno, ya estás aquí. Vamos a disfrutar esto, ¿sí? Y, por favor, no me dejes sola con la alta sociedad más de lo necesario.

El moreno dejó escapar una risa, siguiendo el ritmo de las dos mujeres mientras el sonido de la música y las voces animadas llenaba el aire.

Mientras caminaban hacia el centro del evento, el brillo de las luces y las risas de los asistentes llenaban el aire, pero algo llamó la atención de Ekko. A lo lejos, entre la multitud de Piltover y Zaun reunida para la celebración, distinguió una figura conocida. 

Era Sevika. 

La mujer, lejos de su habitual atuendo utilitario y rudo, portaba un traje oscuro impecable, perfectamente entallado, con un diseño discreto pero elegante. Su brazo metálico había sido pulido hasta brillar, y un pañuelo color borgoña adornaba el hombro del traje, dándole un aire formal que contrastaba con su usual apariencia de guerrera curtida. 

En su mano izquierda sostenía una copa de algún licor oscuro, probablemente lo más fuerte que había podido encontrar entre las opciones de Piltover. Su postura relajada y confiada era inconfundible mientras observaba el ambiente con una mezcla de curiosidad y desinterés. 

Ekko sonrió levemente al verla, sorprendido de verla tan bien integrada. Aunque parecía mantenerse al margen de los grupos más ruidosos, era claro que no estaba incómoda. 

Sevika alzó la copa en un leve gesto de saludo cuando sus ojos se encontraron con los de Ekko, y el moreno asintió de vuelta, agradeciendo internamente que, aunque de maneras muy distintas, ambos estaban haciendo el esfuerzo de estar ahí.

Ekko estaba sentado en la barra donde servían tragos, rodeado por el murmullo de la celebración. A diferencia de muchos de los asistentes que bebían licor o brindaban con copas elegantes, él tenía un vaso de jugo en la mano. Lo giraba entre sus dedos mientras observaba las luces centelleantes del lugar y escuchaba las conversaciones que se mezclaban a su alrededor.

El sonido de unas botas resonando en el suelo lo hizo alzar la vista. Era Vi, acercándose con su usual energía, aunque ahora vestía un elegante traje carmesí con detalles dorados que resaltaban su presencia. Su cabello estaba peinado con un estilo formal pero desenfadado, como si no quisiera dejar atrás del todo su esencia.

—¿Jugando al chico misterioso, eh?—comentó Vi mientras se apoyaba en la barra a su lado y hacía un gesto al barman para pedir algo.

Ekko sonrió con cierto cansancio. —Solo observando. Es raro estar aquí, ya sabes.

—Lo entiendo—dijo Vi, tomando un sorbo de la bebida que le habían servido, probablemente algo más fuerte que lo que Ekko estaba tomando—. Pero me alegra que al final hayas venido.

Hubo un breve silencio entre ambos mientras miraban a la multitud. Luego, Vi rompió la quietud con una sonrisa más relajada.

—¿Sabes? Esta es la primera vez que Caitlyn y yo venimos juntas a una celebración como esta—dijo, su tono suave pero cargado de significado—. En las anteriores solía estar dando vueltas por todos lados tratando de ayudar o ajustar cosas.

Ekko alzó una ceja, intrigado. —¿Cómo van las cosas entre ustedes?

Vi se rió suavemente, un sonido más alegre de lo que Ekko había oído en mucho tiempo. —Bien, diría yo. Cait siempre encuentra la manera de equilibrar mi caos. Es como si... No sé, como si me completara.

Ekko asintió, una pequeña sonrisa asomándose en su rostro. —Me alegra escucharlo. Mereces algo bueno después de todo.

Vi se giró hacia él, apoyando un codo en la barra y cruzando las piernas. Su expresión se tornó algo más seria. —¿Y tú? ¿Cómo te sientes con todo esto?

Ekko evitó su mirada por un momento, enfocándose en el jugo que tenía en la mano. —No lo sé. Es raro estar aquí... Todo esto me recuerda a ella.

Vi suspiró, bajando la mirada. —A mí también. Siempre pensé que... que quizás algún día volvería. Que habría una forma de arreglar las cosas.

Antes de que Ekko pudiera responder, algo capturó su atención. Su cuerpo se tensó al instante. Entre la multitud que se movía al ritmo de la música y las risas, distinguió un cabello azul que brillaba bajo las luces del evento.

Su corazón se aceleró. Sin decir una palabra, se levantó de su asiento, dejando a Vi confundida mientras seguía su línea de visión.

—¿Ekko? ¿Qué pasa?—preguntó ella, pero el chico ya estaba caminando hacia la multitud, sus ojos fijos en aquella silueta familiar.

Mientras Ekko seguía a la figura de cabello azul, la multitud a su alrededor comenzó a desvanecerse lentamente. La música, las risas y las voces se quedaron atrás, como si todo hubiera quedado apartado para que él pudiera concentrarse en esa silueta que no podía ignorar. La figura avanzaba, su movimiento ágil y elegante entre la multitud, sin dar señales de detenerse. 

Ekko apretó el paso, su respiración entrecortada mientras sus ojos no podían apartarse de la mujer que caminaba delante de él. Su corazón palpitaba con fuerza, acelerando su pulso a medida que se acercaba más. 

De alguna manera, la figura comenzó a alejarse del bullicio de la celebración, dirigiéndose hacia el borde del puente que conectaba Piltover con Zaun, un lugar tranquilo y apartado, lejos de las luces brillantes y el ruido ensordecedor de la fiesta. Ekko se sintió extrañamente atraído hacia el lugar, como si algo en su interior le dijera que tenía que seguir, que no podía dejarla escapar de nuevo. 

Al llegar a la mitad del puente, Ekko comenzó a sentir la frescura de la brisa nocturna acariciando su rostro. La oscuridad del puente contrastaba con las luces de la ciudad, creando un ambiente cargado de tensión. El sonido de sus pasos resonaba en el aire, el ritmo de su corazón sincronizándose con la creciente ansiedad. 

La figura de cabello azul se detenía a mitad del puente, sus pasos suaves y medidos. El viento de la noche jugaba con su melena, que caía un poco más abajo de sus hombros, como una cascada de hilos brillantes, reflejando la luz de la ciudad a lo lejos. Ekko se acercó, sus pasos más rápidos ahora, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza al verla de nuevo, tan cercana, tan real.

Entonces, la figura giró, y Ekko no pudo evitar detenerse. 

Era ella. 

Cuando llegó a su lado, ella giró lentamente, y aunque sus ojos aún brillaban con ese rojo-violeta característico, había algo diferente en su expresión. Algo más tranquilo, menos caótico, pero aún con la misma intensidad.

Ekko la miró fijamente, sus palabras atoradas en la garganta. La duda se mezclaba con la esperanza, como un torbellino dentro de él.

—¿Eres real?—preguntó, sin poder evitarlo.

Jinx sonrió suavemente, un destello de nostalgia cruzando sus ojos. Su cabello azul, ahora más largo, se movió suavemente con la brisa, y la manera en que la luz se reflejaba en sus hebras parecía hacerla aún más etérea.

—¿Qué crees tú?—respondió, con una sonrisa irónica en los labios.

Ekko no necesitaba respuestas complicadas. Sin pensarlo, dio un paso hacia ella y, en un impulso casi desesperado, la abrazó. El abrazo fue fuerte, como si no quisiera soltarla, como si temiera que esta visión se desvaneciera en cualquier momento.

Jinx permaneció allí, abrazándolo con la misma intensidad, sin apartarse ni un instante. El silencio que se había instaurado entre ellos era profundo, pero no incómodo. Era un silencio de reconocimiento, de reencuentro, de todo lo que no se había dicho en los años que los separaron.

El sonido de la celebración seguía resonando en la distancia, un eco tenue que contrastaba con la calma que reinaba en el puente. Las luces de la luna y la ciudad se entremezclaban, iluminando suavemente a los dos jóvenes, apartados del bullicio, como si el mundo hubiera decidido concederles un momento fuera del tiempo.

El silencio se instaló cómodamente entre ellos mientras ambos miraban hacia el horizonte, donde el mar lejano se extendía, sus ondas brillando bajo la pálida luz de las estrellas.

Ekko estaba a la izquierda de Jinx, recargado contra el barandal del puente y con la espalda ligeramente encorvada mientras jugueteaba con sus manos, sus dedos enredándose y desenredándose en un gesto que traicionaba la maraña de emociones que bullía dentro de él. Había algo en este reencuentro que lo hacía sentirse vulnerable, pero también vivo. Una mezcla de nerviosismo y alegría lo mantenía alerta, aunque no sabía exactamente qué debía decir o hacer.

A su lado, Jinx parecía mucho más tranquila. Su postura relajada y la forma en que miraba distraídamente su vestimenta la hacían parecer casi ajena a las emociones de Ekko, aunque él sabía que en su interior probablemente había tanto caos como en el suyo.

Llevaba un vestido al estilo de ella, peculiar y único, con detalles que recordaban su esencia inconfundible. El tono oscuro del tejido contrastaba con las líneas en tonos eléctricos y rosados que recorrían los bordes, y un par de correas asimétricas mantenían el diseño fiel a su personalidad. En su brazo, algunos de sus tatuajes quedaban expuestos, como si el vestido hubiera sido diseñado para mostrarlos con orgullo.

Jinx jugueteaba con la tela entre sus dedos, observando los bordes del vestido de vez en cuando, como si no estuviera del todo acostumbrada a llevar algo tan "formal".

—No te ves tan mal con algo así—murmuró Ekko de repente, su voz rompiendo el silencio. Había un deje de humor en su tono, pero también una sinceridad que lo traicionó al final.

Jinx giró su cabeza hacia él, levantando una ceja, aunque una sonrisa ligera asomó en sus labios.

—¿"No tan mal"?—repitió con un falso tono ofendido, mirando hacia abajo su propio atuendo—Vaya cumplido, Ekko. ¿Eso es lo mejor que tienes?

Ekko rió entre dientes, pasando una mano por su nuca.

—Solo digo que te ves... bien. Ya sabes, diferente, pero bien—dijo finalmente, mirando hacia adelante para evitar sus ojos.

Ella inclinó la cabeza ligeramente, evaluando sus palabras, antes de darle un pequeño codazo en las costillas.

—Lo tomaré como un "te ves increíblemente espectacular, Jinx, como siempre"—añadió con una sonrisa divertida, volviendo a mirar hacia el mar.

Ekko sonrió, aunque no respondió. Su mirada se desvió hacia las estrellas, pero en el fondo sabía que, de alguna manera, esta conversación ligera era la calma antes de una tormenta de emociones. Y, aun así, no quería que terminara.

El aire fresco del puente parecía más denso de repente, cargado de emociones que no podían ser dichas fácilmente. Ekko rompió el silencio primero, su voz cargada de una mezcla de dolor y anhelo que hacía eco en cada palabra: 

—¿Por qué te fuiste?—preguntó finalmente, mirando hacia ella, su rostro reflejando un torbellino de emociones que no pudo contener por más tiempo. La alegría momentánea que había mostrado antes desapareció por completo, dejando en su lugar una expresión nostálgica y dolida—Creí que me había vuelto loco... Que todo había sido un sueño. 

Jinx lo observó, sus ojos se abrieron levemente por la sorpresa de sus palabras, pero pronto esa mirada se llenó de pena. No esperaba que Ekko dijera aquello, y mucho menos que lo dijera con tanta intensidad. Tragó saliva y desvió la vista, apretando los bordes de su vestido entre sus dedos. 

—Tenía que romper el ciclo—murmuró, su voz apenas un susurro mientras sus ojos se fijaban en el mar, incapaz de mirarlo directamente—No iba a arrastrarte conmigo. 

Ekko se giró completamente hacia ella, inclinando su cuerpo ligeramente para acercarse, sus ojos avellana brillando con una intensidad que dejó a Jinx sin aliento. 

—No te funcionó—replicó, su voz firme pero temblorosa al mismo tiempo, cargada de una mezcla de frustración y tristeza—Cuando apareciste, cuando me hiciste saber que seguías con vida, eso fue exactamente lo que hiciste: arrastrarme contigo. 

Jinx parpadeó, sus labios entreabiertos como si quisiera responder, pero no encontraba las palabras. 

—¿Dónde estabas?—continuó Ekko, su tono más urgente, casi suplicante—¿Por qué no me dejaste ver cuando te ibas? ¿Por qué no me pediste que te acompañara? 

La tensión entre ambos era palpable, y Jinx finalmente levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Ekko. Su pecho se apretó al ver el dolor en su expresión. Ese mismo dolor que ella había tratado de evitarle, pero que ahora comprendía que nunca podría esquivar por completo. 

—Ekko...—intentó decir algo, pero su voz se quebró. 

Él no apartó la mirada ni un segundo, como si estuviera decidido a sostener ese momento hasta que ella le diera una respuesta que pudiera calmar su tormenta interna.

Ekko respiró profundamente, intentando mantener la calma mientras hablaba. Su voz salió suave, pero cargada de una urgencia que no podía ocultar:

—Explícame, Jinx. Solo así podré entenderte.

Jinx exhaló profundamente, su mirada perdida en el horizonte, como si las palabras fueran más fáciles de encontrar entre las luces de la ciudad y el mar que frente a los ojos de Ekko.

—Mi mente seguía siendo un caos aún cuando estaba contigo—comenzó, su tono bajo, cargado de sinceridad—. No quería que tuvieras que lidiar con ello, no cuando tú también tenías tus propios problemas, aunque me ofrecieras tu ayuda.

Hizo una pausa, su mandíbula tensándose antes de soltar una risa amarga.

—Así que me levanté y huí. Cuando estaba en los ductos después de la explosión, dejé una pista a la noviecita de mi hermana para que supiera que yo seguía viva, y de alguna manera eso me dio la libertad de marcharme en un dirigible con suministros. Supongo que al final mi cuñada me quería un poco—bromeó con sarcasmo, intentando aliviar la tensión en sus propias palabras.

Ekko no respondió, pero su mirada reflejaba el torbellino de emociones que sentía. Entonces, Jinx continuó:

—Llegué a muchos lugares... conocí a personas muy malas y otras que eran... buenas.

La mención hizo que la expresión de Ekko se suavizara ligeramente, aunque una sombra de preocupación asomó en su mirada. Jinx lo notó y esbozó una sonrisa ladeada, acompañada de un suave golpe en su hombro.

—Descuida, Nerviosito. Nadie puede quitarte tu lugar.

Ekko dejó escapar una pequeña sonrisa ante el comentario, pero rápidamente volvió a su seriedad.

—¿Y las voces?—preguntó con un tono cauteloso, recordando las conversaciones que habían tenido sobre ese tema.

Jinx suspiró profundamente antes de responder:

—Todavía están ahí... pero es diferente ahora. Aprendí a manejarlo un poco mejor, a ignorarlas o distraerme cuando empiezan a ser muy insistentes. Hay días buenos y días malos, pero...—su voz bajó un poco—Ya no me controlan tanto como antes.

Ekko asintió lentamente, admirando la fuerza en las palabras de Jinx.

—Sabes que nunca te vi como un peso, ¿verdad?—dijo de pronto, mirándola directamente a los ojos—Siempre quise ayudarte porque creía en ti, no porque sintiera que tenía que hacerlo.

Jinx sostuvo su mirada por unos segundos, sorprendida por la honestidad en su voz. Finalmente, dejó escapar una risa ligera, aunque sus ojos mostraban un brillo que no se había visto en años.

—Lo sé, Ekko... Lo sé.

El sonido de la celebración aún se escuchaba en la lejanía, pero en aquel rincón apartado del puente, el tiempo parecía detenerse para ellos dos. La luz de la luna iluminaba suavemente sus rostros, reflejándose en los ojos avellana de Ekko y en los vibrantes ojos violeta de Jinx. 

Ekko rompió el silencio primero, con una pequeña risa mientras sacudía la cabeza, intentando aliviar la tensión en el ambiente. 

—Bueno, al menos me dejaste claro que no hay nadie más por ahí robándome el lugar—bromeó, mirándola de reojo con una sonrisa que delataba una mezcla de nervios y confianza. 

Jinx alzó una ceja y cruzó los brazos, simulando indignación. 

—¿Y si lo hubiera? ¿Qué harías, Hombrecito?—respondió con tono desafiante, aunque la chispa traviesa en sus ojos no dejaba lugar a dudas de que estaba disfrutando del juego. 

Ekko dejó escapar una carcajada breve, inclinándose ligeramente hacia ella. 

—Dependería. ¿Es alguien mejor que yo?—preguntó, adoptando un aire dramático mientras apoyaba una mano en el pecho. 

Jinx fingió pensarlo, llevándose un dedo al mentón mientras miraba al cielo. 

—Hmm... No sé, sería difícil. Eres único... aunque no siempre en el buen sentido—remató con una sonrisa burlona. 

Ekko puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua. 

—Ya, claro. Dime lo que quieras, pero sé que te gustaba cuando te impresioné en aquella pelea—replicó, arqueando una ceja con una sonrisa que mostraba su lado más confiado. 

Jinx se llevó las manos a las caderas y soltó una risa que resonó como campanas en la noche. 

—Sí, sí. Muy impresionante con tu tabla voladora y tu bastón brillante. Admito que me derretiste un poquito—confesó con una pizca de coquetería, empujándolo suavemente con el hombro. 

Ekko negó con la cabeza mientras la miraba, pero no pudo evitar sentir cómo su corazón latía más rápido. Había algo en verla así, tan despreocupada y juguetona, que le hacía querer que ese momento durara para siempre. 

Ella, por su parte, parecía estar luchando entre mostrarse relajada y no saber cómo comportarse. Jugaba con las costuras del vestido, su mirada alternando entre el horizonte y el suelo, hasta que finalmente lo miró de reojo y dejó escapar una risa casi inaudible.

—¿Qué tanto miras?—preguntó, con ese tono burlón que parecía estar en su naturaleza.

—Solo a alguien que no se queda quieta ni por un segundo—respondió él, dejando escapar una risa suave mientras apoyaba los codos en la baranda del puente.

—¿Y qué? ¿Esperabas que regresara toda seria y aburrida?—replicó, cruzándose de brazos con una ceja alzada, como si estuviera desafiándolo.

Ekko negó con la cabeza, sonriendo con aire juguetón.

—No, pero tampoco pensé que volverías para seguir burlándote de mí—contestó, inclinándose hacia ella lo suficiente como para que sintiera el calor de su presencia.

Jinx rodó los ojos, pero su sonrisa no desapareció.

—Bueno, alguien tiene que mantener tus pies en la tierra, ¿no?—respondió, empujándolo suavemente con el hombro.

Ekko rió, pero antes de que pudiera decir algo más, la suave melodía de una canción alcanzó sus oídos.

Conocía esa canción.

Je t'aime, je te hais

Miró a Jinx, quien parecía no haberlo notado, y extendió una mano hacia ella.

Je t'aime, je te hais

—¿Bailamos?—preguntó, su voz baja y llena de una inesperada seguridad.

Je t'aime, je te hais

Jinx lo miró como si le hubiera pedido algo completamente ridículo.

Je t'aime, je te hais

—¿Bailar? ¿Conmigo?—preguntó, señalándose a sí misma mientras dejaba escapar una risa incrédula, aunque en el fondo se sintiera contenta por saber que también estaba dispuesto a bailar con ella, como lo hizo con la versión alterna—. No sé hacer esas cosas, Ekko.

—No importa—dijo él, acercándose un poco más—. Yo tampoco soy un experto, pero podemos fingir que sí.

—Podría decirse que eres un poco más experto por bailar con mi otra yo—replicó ella ladeando su cabeza.

—Debo bailar con la que me corresponde, ¿no?

Ella negó con la cabeza, riendo, pero cuando vio la seriedad en los ojos de Ekko, algo dentro de ella vaciló. Con un suspiro dramático, finalmente tomó su mano.

—Si esto sale mal, te prometo que te patearé—advirtió mientras dejaba que la guiara hacia un espacio abierto en el puente.

—Lo anoto mentalmente—respondió Ekko con una sonrisa mientras colocaba una mano en su cintura y entrelazaba la otra con la suya.

El primer intento fue un desastre. Jinx tropezó con los pies de Ekko, y este pisó el borde del vestido de ella, causando que ambos soltaran risas torpes.

—¡Te dije que no sabía!—exclamó Jinx, sujetándose de su hombro para no perder el equilibrio.

—¡Tranquila! Esto es parte del proceso—aseguró Ekko, ayudándola a estabilizarse—. Vamos, confía en mí.

Ella bufó, pero dejó que la guiara de nuevo. Sus movimientos seguían siendo inseguros, pero poco a poco comenzaron a encontrar un ritmo. Jinx miraba sus pies al principio, tratando de no cometer más errores, pero luego alzó la mirada y se encontró con los ojos de Ekko.

—¿Ves? No es tan difícil—dijo él con suavidad, una pequeña sonrisa curvando sus labios.

—No cantes victoria todavía—replicó ella, aunque su tono carecía de la mordacidad habitual.

A medida que la canción avanzaba, sus pasos se volvieron más naturales, más sincronizados. La torpeza inicial dio paso a algo más fluido, como si sus cuerpos recordaran un lenguaje que sus mentes habían olvidado.

—¿Sabes?—murmuró Jinx mientras lo miraba de cerca—. Esto no es tan horrible como pensaba.

—Eso es porque tienes un buen maestro—replicó Ekko, acercándola un poco más.

Jinx rió, pero su risa se desvaneció cuando sintió el calor de la mano de Ekko en su cintura y la intensidad de su mirada. El aire entre ellos se volvió denso, cargado de algo que ninguno se atrevía a nombrar.

—Siempre tienes que ganar, ¿verdad?—susurró ella, pero su voz era más suave, más vulnerable.

Ekko no respondió con palabras. En cambio, dejó que el momento hablara por él. Inclinándose lentamente, cerró el espacio entre ellos, y cuando sus labios se encontraron, el mundo a su alrededor desapareció.

Mais ma meilleure ennemie, c'est toi
Fuis-moi, le pire, c'est toi et moi

La música seguía sonando a lo lejos, pero para ellos, solo existía aquel beso. Un beso lleno de años de palabras no dichas, de emociones contenidas, y de la promesa de que, quizás esta vez, podrían encontrar un camino juntos.

El beso se deshizo lentamente, casi con reticencia, como si ninguno de los dos quisiera separarse del momento que habían compartido. Sus respiraciones se mezclaban en el aire fresco de la noche, y sus miradas permanecieron atrapadas, hablándose sin necesidad de palabras.

Ekko, aún con una mano en su cintura, alzó la otra para apartar un mechón de cabello azul del rostro de Jinx. Su mirada estaba cargada de una mezcla de esperanza, temor y determinación.

El beso quedó suspendido a escasos centímetros de consumarse otra vez, la electricidad entre ellos palpable en el aire. Ekko inclinaba su rostro hacia el de Jinx, su mano aún descansando en su cintura, mientras ella, con un leve sonrojo, cerraba los ojos lentamente. Pero antes de que sus labios volvieran a encontrarse, una voz interrumpió el momento.

—¿Jinx...?

Ambos giraron al unísono hacia la dirección de la voz, sobresaltados. Vi estaba de pie al final del puente, sus ojos fijos en su hermana menor, con una mezcla de incredulidad, alivio y confusión pintada en su rostro. Caitlyn estaba a su lado, mirándola con una expresión de sorpresa menos evidente, pero igualmente genuina.

—¿Eres tú...?—murmuró Vi, dando un paso al frente, como si temiera que la imagen de su hermana pudiera desvanecerse en cualquier momento.

Jinx abrió los ojos de golpe, tensándose ligeramente al ver a su hermana después de tanto tiempo. Su reacción inicial fue retroceder un paso, pero la mano de Ekko en su cintura la detuvo, devolviéndole algo de calma.

—Hola, hermanita—dijo Jinx finalmente, con un tono que intentaba ser despreocupado, aunque no podía ocultar el temblor en su voz.

Vi parpadeó rápidamente, procesando lo que estaba viendo, y luego su expresión cambió. Su rostro, rígido al principio, se suavizó con una mezcla de emoción y lágrimas contenidas mientras avanzaba rápidamente hacia Jinx.

Antes de que la peli-azul pudiera decir algo más, Vi la envolvió en un abrazo apretado.

—Estás viva...—susurró Vi, con la voz quebrada, sin soltar a su hermana.

Jinx no respondió de inmediato, sorprendida por la intensidad del gesto, pero poco a poco alzó los brazos y correspondió al abrazo, aunque algo torpemente. Ekko observaba en silencio, una mezcla de alivio y nerviosismo en su expresión.

—Esto sí que no lo esperaba...—dijo Caitlyn suavemente, acercándose hasta quedar al lado de Ekko. Le dirigió una mirada aprobatoria antes de posar sus ojos en las hermanas, como si entendiera lo importante del momento.

El sonido de unos pasos tranquilos resonó detrás del grupo. Sevika apareció, con una copa de vino en la mano. Su mirada pasó de Ekko a Jinx, deteniéndose brevemente en el abrazo de las hermanas, antes de esbozar una leve sonrisa apenas perceptible.

Sin decir una palabra, extendió la copa hacia Ekko y Jinx. El gesto era claro: una especie de felicitación silenciosa, no solo por el reencuentro, sino por lo que había florecido entre ellos.

Jinx, al separarse un poco del abrazo de Vi, notó la presencia de Sevika y su ademán. Con una pequeña risa nerviosa, alzó una ceja hacia la mujer.

—¿Qué es esto? ¿Me estás dando tu bendición ahora?—preguntó Jinx, intentando aligerar la tensión.

—Algo así—respondió Sevika con un tono seco, aunque su mirada traicionaba un atisbo de calidez—Alguien tiene que asegurarse de que el chico sepa lo que hace.

Ekko formó una sonrisa entre nerviosa y agradecida, mientras Vi, ahora más relajada, lanzaba una mirada inquisitiva entre él y su hermana.

—¿"El chico", eh?—repitió Vi, cruzándose de brazos mientras una sonrisa juguetona se dibujaba en su rostro—Tienes cosas que contarme, hermanita.

Jinx rodó los ojos, pero su sonrisa traicionaba cualquier intento de indiferencia. Mientras el grupo intercambiaba miradas y comentarios, Ekko se inclinó un poco hacia Jinx y susurró, apenas audible:

—¿Esta vez te quedarás conmigo?

Jinx lo miró de reojo, sus labios curvándose en una sonrisa ligera antes de asentir.

—Por supuesto, Salvador—dijo, dándole un pequeño empujón con su hombro, mientras sus dedos rozaban los de él con suavidad.






























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©-MANDALORIANA76

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