PROLOGUE
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⟨⟨ALESSA ERIN NOTT⟩⟩
⁰⁰·prologo
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1974, Noviembre
Alessa Nott, muchos la describirían como alguien inocente. Su dulzura innata, la manera en que sonreía sin malicia, y cómo sus ojos claros reflejaban la bondad que habitaba en su corazón. A sus quince años, Alessa Nott conservaba una pureza rara, casi inaudita, en el mundo que la rodeaba. Desde pequeña, había aprendido a ver lo mejor en los demás, incluso cuando esa bondad era difícil de encontrar. Era una Hufflepuff por derecho propio, leal hasta la médula, con una capacidad infinita para perdonar.
Pero la vida de Alessa no siempre había sido tan simple. Nacida en el seno de una familia de magos de sangre pura, creció junto a su hermano mellizo, Alexander. En su infancia, Alessa y Alexander eran inseparables, dos mitades de un mismo ser. Sus padres, aunque reservados, les demostraban su amor en gestos sutiles y cotidianos. Su madre, una mujer de pocas palabras pero de corazón cálido, solía trenzar el cabello de Alessa mientras cantaba suavemente, una melodía que resonaba en la memoria de la niña mucho tiempo después. Su padre, serio y disciplinado, mostraba su afecto a través de la enseñanza, guiando a Alexander en los primeros pasos del mundo de la magia con paciencia y orgullo.
Con el tiempo, sin embargo, la dinámica familiar cambió. A medida que Alexander y Alessa crecían, la distancia entre ellos y sus padres se fue acrecentando. No era una falta de amor, sino más bien una barrera invisible, una sombra que se cernía sobre la familia. Los Nott eran una familia de tradición, y con esa tradición venían expectativas, presiones y un sentido de deber que los padres sentían hacia la pureza de su linaje.
A pesar de todo, Alessa nunca dudó del amor que sus padres les profesaban. En las raras ocasiones en que compartía tiempo con su madre en silencio, nunca había incomodidad. La quietud entre ellas no era opresiva, sino reconfortante, como si no necesitara palabras para entender el cariño que había entre ambas. Su padre, aunque cada vez más ocupado con sus asuntos, seguía lanzando miradas de orgullo hacia Alexander, su heredero, y sonrisas leves pero cálidas a Alessa, su adorada hija.
Alexander, por otro lado, había tomado un camino diferente al de su hermana. Mientras Alessa se mantenía fiel a su bondad y a su capacidad de ver lo mejor en todos, Alexander se había vuelto frío, distante, su sarcasmo afilado como una cuchilla que usaba para protegerse del mundo. Aun así, en su interior, Alessa sabía que su hermano no era malo. La dureza de Alexander era una máscara, una armadura que él vestía para no mostrar sus debilidades.
Los mejores amigos de Alessa eran Regulus y Rigel Scorpius Black, otros dos mellizos con quienes había forjado una amistad desde la infancia. Originalmente, había sido más cercana a Sirius, el mayor de los Black, pero con el tiempo, esa relación se enfrió. Sirius, una vez el centro de su mundo, había pasado de ser su mejor amigo a un mero conocido, una sombra en su vida. Alessa nunca entendió por qué Sirius se distanció de ella, pero en su corazón, guardaba pequeños sentimientos por él, los cuales nunca se atrevió a confesar.
Regulus y Rigel, por otro lado, se convirtieron en sus confidentes. Eran Slytherin como su hermano, lo que a veces hacía que Alessa se sintiera algo fuera de lugar entre ellos, siendo una orgullosa Hufflepuff. Aun así, nunca dejó que las diferencias de casa se interpusieran en su amistad. Rigel, en particular, tenía una conexión especial con ella; su naturaleza reservada y su espíritu protector le recordaban a Alexander, y por eso, se sentía segura a su lado.
Alessa también tenía una sola amiga verdadera, Marlene McKinnon, una Gryffindor que no se parecía en nada a ella, pero que era su compañera inseparable. Marlene era todo lo que Alessa no era: sarcástica, desenfadada, atrevida. A pesar de sus diferencias, la amistad entre ambas era fuerte, nacida de un entendimiento mutuo y de la falta de interés de Alessa por los merodeadores, cosa que Marlene agradecía profundamente. Alessa era la única persona que se había acercado a ella sin segundas intenciones, sin buscar popularidad o conexiones a través de los chicos más conocidos de Hogwarts.
Ese día, Alessa despertó con una sensación de anticipación. Era el primer día de su sexto año en Hogwarts, y como siempre, la emoción mezclada con un nerviosismo ligero hacía que sus manos temblaran un poco mientras se preparaba para partir hacia la estación de tren. Alexander, con su habitual calma, la observaba desde la puerta de su habitación.
—¿Lista, Less? —preguntó, usando el apodo cariñoso que solo él le llamaba.
—Sí, ya casi. —Alessa respondió mientras cerraba su baúl con un pequeño clic. No era raro que Alexander se mostrara protector, aunque nunca lo admitiría. Sabía que detrás de su frialdad había un hermano que la cuidaba, aunque fuera a su manera.
Bajaron juntos las escaleras, donde sus padres ya los esperaban. Los últimos momentos en casa eran siempre los más difíciles para Alessa. Aunque la relación con sus padres había cambiado, aún valoraba esos pequeños gestos de afecto que les brindaban, como el leve roce en su hombro cuando su madre la despidió o la mirada intensa de su padre que decía más que cualquier palabra.
La estación de King's Cross estaba llena de bullicio. Estudiantes y padres se despedían en medio de una nube de emociones contenidas y expectativas. Alessa caminaba junto a Alexander, sus pasos ligeros pero seguros. Sentía una mezcla de emoción y nerviosismo, como cada año, pero este era diferente. Sabía que algo en ella había cambiado, aunque no podía identificar exactamente qué era.
Cuando llegaron al andén, Alessa divisó a Sirius Black en la distancia. Su corazón dio un pequeño brinco, como lo hacía cada vez que lo veía. Se debatió entre acercarse o no. No era un secreto para ella que sus sentimientos por Sirius eran complicados. A pesar de haber sido amigos cercanos en el pasado, él ahora se mostraba distante, como si la relación que una vez compartieron fuera un vago recuerdo.
Finalmente, decidió caminar hacia él, ignorando la pequeña voz en su cabeza que le decía que se detuviera. Al acercarse, sintió que las palmas de sus manos comenzaban a sudar, y la sonrisa habitual que siempre llevaba en el rostro se desvaneció, sustituida por una expresión de nerviosismo. Sirius la miró con indiferencia, su rostro apenas reflejando emoción alguna.
—Hola, Alessa —dijo Sirius, con un tono tan neutral que casi la hirió.
—Hola, Sirius —respondió ella, intentando mantener su voz firme, aunque notaba que su pulso se aceleraba.
—¿Has visto a Regulus y Rigel? —preguntó él, con un aire de despreocupación, como si la única razón por la que se dirigiera a ella fuera para obtener información sobre sus hermanos.
Alessa sintió una punzada en el pecho. Durante un momento, las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta, pero logró forzar una respuesta.
—No, aún no los he visto. Llegamos hace poco… —murmuró, evitando su mirada.
El silencio que siguió fue incómodo para Alessa, aunque Sirius parecía no notarlo o, simplemente, no le importaba. La incomodidad crecía a medida que los segundos pasaban, y Alessa se preguntaba si había cometido un error al acercarse. Pensó en cómo había sido su relación con Sirius antes, en cómo solían reír juntos, compartir secretos y hablar durante horas sobre cualquier cosa. Ahora, todo parecía tan lejano, casi como un sueño difuso que no podía recordar con claridad.
—Bien, si los ves, diles que los estoy buscando —dijo Sirius finalmente, rompiendo el silencio. Sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y comenzó a alejarse.
—Sirius, espera… —la voz de Alessa era apenas un susurro, y él no se giró. Ella se quedó allí, inmóvil, observando cómo su figura se perdía entre la multitud. Un sentimiento de vacío se apoderó de ella, pero lo reprimió rápidamente, obligándose a sonreír.
Siempre había sido así, desde que Sirius se apartó de su vida. Pero por alguna razón, ella no podía dejar de sentir que aún había una conexión entre ellos, aunque él no lo viera. Alessa respiró hondo y comenzó a caminar de nuevo, buscando a Alexander entre la multitud. Sabía que su hermano la estaría esperando, probablemente con una expresión de fastidio en su rostro.
Cuando lo encontró, Alexander la miró con una ceja levantada, como si supiera lo que había sucedido, aunque no había estado allí para presenciarlo.
—¿Qué pasó? —preguntó, su voz teñida de preocupación, aunque intentaba esconderlo detrás de su usual sarcasmo.
—Nada, solo… vi a Sirius —respondió ella, encogiéndose de hombros, tratando de quitarle importancia al encuentro. Sabía que Alexander podía ver a través de ella, pero estaba agradecida de que no presionara más. Él sabía lo que significaba Sirius para ella, y aunque no lo aprobara, nunca la juzgaba por sus sentimientos.
Alexander suspiró y, en un gesto inusual, colocó una mano en su hombro, dándole un apretón reconfortante.
—Olvídalo, Less. Vamos, el tren ya va a salir.
Alessa asintió y ambos se dirigieron hacia el expreso de Hogwarts. Mientras subían al tren, se encontró a sí misma pensando en lo diferente que era la vida ahora. Todo había cambiado desde aquellos días en que ella y Sirius eran inseparables. Pero la vida seguía adelante, y Alessa sabía que tenía que seguir también.
Se sentó junto a la ventana, mirando cómo la estación comenzaba a desaparecer a medida que el tren se ponía en marcha. Alexander se había sentado frente a ella, sacando un libro para leer durante el viaje, como siempre lo hacía. A su alrededor, los estudiantes hablaban, reían y se preparaban para otro año en Hogwarts. Marlene aún no había aparecido, pero Alessa sabía que la encontraría más adelante. Tal vez en el compartimiento de algún Gryffindor, riendo a carcajadas por alguna broma que solo ella entendería.
Sus pensamientos volaron hacia Regulus y Rigel. Desde pequeños, habían sido sus amigos más cercanos, sus cómplices en travesuras y aventuras. Aunque al principio había sido más cercana a Sirius, los mellizos Black rápidamente ocuparon ese lugar en su vida cuando Sirius se apartó. Regulus, con su seriedad y lealtad inquebrantable, y Rigel, con su espíritu juguetón y sentido del humor. Eran diferentes, pero complementarios, y Alessa no podía imaginar su vida sin ellos.
Sin embargo, una parte de ella no podía dejar de pensar en Sirius. No importaba cuánto intentara convencerse de lo contrario, él seguía ocupando un lugar especial en su corazón, aunque ese lugar estuviera ahora cubierto de polvo y telarañas. A veces se preguntaba si había algo que podría haber hecho de manera diferente, algo que hubiera cambiado el curso de su relación. Pero esas eran solo fantasías, pensamientos que no llevaban a ninguna parte.
El tren avanzaba, y las escenas pasaban rápidamente por la ventana: campos verdes, montañas a lo lejos, el cielo azul salpicado de nubes blancas. El viaje era largo, pero Alessa no se sentía impaciente. Había algo reconfortante en el movimiento rítmico del tren, en el sonido de las ruedas sobre los rieles.
Cerró los ojos y dejó que sus pensamientos la llevaran de vuelta a su infancia, a esos días en que todo parecía más simple. Recordó cómo ella y Alexander solían correr por los jardines de su casa, riendo y gritando mientras su madre los observaba desde la ventana. Recordó las noches en que su padre les leía cuentos antes de dormir, su voz profunda llenando la habitación con historias de magia y aventura.
Y recordó los días en que Sirius, Regulus y Rigel eran todos inseparables, un equipo que nada podía romper. Habían pasado tantas cosas desde entonces, y Alessa sabía que nunca podrían volver a esos tiempos. Pero al menos, aún tenía a Regulus y Rigel, y eso era algo.
El tiempo pasó rápidamente, y antes de que se diera cuenta, el tren llegó a Hogsmeade. El bullicio de los estudiantes descendiendo del tren, las risas y voces mezclándose con el silbido del vapor, llenaron el aire. Alessa y Alexander recogieron sus pertenencias y bajaron del tren, un paso más cerca de otro año en Hogwarts.
Mientras caminaban hacia los carruajes, Alexander le lanzó una mirada de soslayo, y Alessa le devolvió una sonrisa. Sabía que, a pesar de todo, siempre tendría a su hermano a su lado. Y eso era suficiente para ella, por ahora.
[ • • • ]
—¿Ya te vas?—pregunto Regulus. Scorpius asintió.
—Ojalá algún día te descubran—hablo Alexander—. A ver si así, se te quita la maña de ir todas las noches a la torre de astrono...
Alexander no terminó de hablar, cuando la almohada le golpeó la cara, haciendo que los mellizos Black se rieran.
—¡Alessa!—Dijo el chico Nott, mientras veía con mala cara a su hermana, que sólo le sacó la lengua.
—Eso te pasa por meterte con el Black
favorito de Alessa, Alexander—dijo Regulus, acostado desde su cama.
Los mellizos compartían habitación, desde el día uno que habían pisado Hogwarts. Alexander dormía en la habitación de a lado, mientras que Alessa, era una orgullosa Hufflepuff.
—Yo nunca en mi vida he dicho que Scorpius es mi Black favorito—se defendió Alessa.
—Y no hace falta que lo digas—dijo su hermano—. Es muy obvio.
—¡Claro que no!—dijo Alessa golpeando el brazo de su hermano, para después cruzarse de brazos, ofendida.
—Ay, ya se ofendió, la princesa—Dijo Regulus con una sonrisa desde su cama.
Alessa se levantó de la cama de Scorpius, haciendo que Regulus se asustara.
—Yo iré a mi habitación, aquí me molestan—Dijo Alessa, abriendo la puerta.
Scorpius agarró su mochila, donde adentro tenía un pergamino y tintero con pluma. Y salió detrás.
—¡Sabes que te amamos, Aly!—gritaron Regulus y Alexander.
Scorpius cerró la puerta, y corrió para alcanzar a su mejor amiga.
—¿Te enojaste?—pregunto Scorpius mientras se colocaba la mochila en el hombro.
—¿Tu que dices?—pregunto Alessa, con tono frustrado.
—Yo digo que...eres muy buena haciendo drama—contestó Scorpius—. Te gusta que te consientan, por eso lo hiciste. Y somos niños manipulados por ti, que te consentimos.
Alessa trató de ocultar su sonrisa. Pero le fue imposible.
—Tienes suerte de ser la única niña de entre nosotros—dijo Scorpius pasando un brazo por los hombros de la castaña
Alessa asintió. Sabía que Scorpius la conocía bien. Regulus y su mellizo también la conocían. Y era la verdad, le gustaba ver como los tres chicos la trataban como princesa.
—¿Te has topado con Sirius?—pregunto Alessa.
—Solo en el tren—contestó Scorpius—. Gracias a merlin, desde entonces no.
Alessa asintió, pensativa.
—¿Tu si?—hablo Scorpius.
—Bueno...
—No me digas más—interrumpió Scorpius—. Aly, sabes que te amo. Eres mi mejor amiga. Y no te lo digo para herirte o lastimarte. Pero mi hermano...mi hermano no es para ti.
Ambos llegaron a la entrada de la sala común de Hufflepuff.
—Pero...me gusta—susurro Alessa.
—Se que te gusta, pero es diferente a lo que te digo—dijo Scorpius—. Se que uno no le dice al corazón quien puede gustarle y quien no. Pero no quiero que salgas lastimada, y menos por él. Lo conozco.
Alessa bajo la cabeza, triste. Scorpius la tomó del mentón, haciendo que la viera a los ojos.
—Sabes que solo queremos lo mejor para ti—hablo Scorpius, a pesar de ser un año menor, era más alto—. Nadie mejor que yo y Regulus sabemos como es.
Alessa asintió, Scorpius le dio un beso en la frente y le sonrió.
—Te veo mañana, Scor—susurro Alessa.
—Te veo mañana, Aly—dijo Scorpius.
—Trata de que no te atrapen—dijo Alessa, mientras abría la sala común.
—Princesa, soy un Black—dijo Scorpius
Alessa rodó los ojos, se metió a la sala y se despidió de Scorpius. —Te amo.
—Yo también—dijo Alessa.
Lune_black — 23/08/24
BIENVENIDOSSS
Esta es la historia de nuestra querida Alessa, la madre de Scorpius quien protagoniza: I CAN'T CARRY THIS ANYMORE que ya se encuentra publicada y acabada en mi perfil
Okey, pero, ¿Notaron que Marlene es la única amiga de Alessa? ¿Por qué no se menciona en la historia de Scorpius?
Recuerden que hay una segunda historia en la misma línea temporal de givi_black quien nos muestra la historia desde la perspectiva de Rigel Scorpius y que sucedió con su relación con Remus.
Byeeeeee
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