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Capítulo veintiuno: El borde de la libertad

El aire fresco de la noche rozaba los rostros de Michael y Emily mientras avanzaban por el bosque, con pasos rápidos pero deliberados. La luna llena proyectaba largas sombras sobre el suelo, pero no se detuvieron a admirar la belleza del momento. Cada susurro de una hoja, cada chasquido de una ramita bajo sus pies, era un recordatorio de lo cerca que estaban de ser atrapados.

Los ojos de Michael escrutaron la oscuridad que tenían por delante, el mapa en su mano era una guía de confianza que los había llevado hasta allí. Cada giro, cada kilómetro que recorrieron, se sentía como una victoria. Pero la victoria no estaba garantizada. Todavía no.

"¿Escuchas eso?" La voz de Emily rompió el silencio, su tono tenso. Sus sentidos estaban alerta, una sensación de peligro flotaba en el aire.

Michael se detuvo, levantando una mano para indicarle que se callara. Entrecerró los ojos, concentrándose en los sonidos de la noche. Había algo: un zumbido bajo, un leve ruido de motor en la distancia. El sonido inconfundible de un vehículo acercándose.

-Se están acercando- murmuró Michael, mientras la gravedad de la situación se hacía patente. Se les estaba acabando el tiempo. Si los encontraban ahora, no habría segundas oportunidades. No habría escapatoria.

-¿Crees que nos están buscando específicamente a nosotros?-preguntó Emily, con la ansiedad apoderándose de su voz. Trató de reprimirla, pero después de toda la tensión, de tanto esconderse y correr, era difícil mantener la compostura.

Michael asintió, con la mandíbula apretada.

-Lo más probable. Sin avistamientos recientes de Lincoln ó Sucre somos los más importantes. Tenemos que avanzar más rápido.

Con renovada urgencia, avanzaron, con pasos silenciosos pero rápidos. No podían permitirse el lujo de que los atraparan ahora, no cuando estaban tan cerca. El puesto de control por el que planeaban cruzar estaba a menos de una milla de distancia, pero parecía una eternidad.
















































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La presión del gobernador Tancredi

En Fox River, el gobernador Tancredi estaba ejerciendo cada vez más presión sobre su hija, Sara. La investigación había llegado a un punto crítico y el gobernador no estaba dispuesto a dejar que la situación empeorara más. Había pasado la noche revisando informes, hablando con los oficiales y preparándose para los siguientes pasos. Pero ahora necesitaba respuestas definitivas y no iba a permitir que su hija evitara las preguntas por más tiempo.

Sara estaba sentada frente a él, con una postura rígida. La presencia de su padre era abrumadora y la tensión entre ellos había llegado a un punto de ebullición. Cada palabra, cada mirada se sentía como un desafío.

"Maldita sea, Sara, ¿en qué me equivoqué con ustedes, chicas? Sé que estás ocultando algo, Sara. Siempre has sido demasiado leal para tu propio bien, demasiado terca, el corazón sangrante de Emily era lindo cuando era niña, pero ¿ahora? Esto es diferente. Emily está involucrada en todo esto y necesito saber cómo", la voz del gobernador Tancredi era tranquila, pero la autoridad detrás de ella era imposible de ignorar.

A Sara se le hizo un nudo en la garganta, pero se negó a dar marcha atrás. -No te estoy ocultando nada. Lo juro por Dios. ¿Cuántas veces más tengo que decírtelo para que me creas?

Pero la mirada en los ojos de su padre le dijo que sus garantías no eran suficientes. El Gobernador era un hombre acostumbrado al control, acostumbrado a saber todo lo que pasaba dentro de su dominio. Y ahora mismo, sentía que estaba perdiendo el control, y eso le asustaba más de lo que quería admitir. Había recibido una llamada no hacía mucho de los agentes de la vicepresidente. Instándolo a localizar a su hija menor antes que ellos. Una advertencia de que no serían tan amables con ella si la encontraban primero junto a Scofield y Burrows y algo sobre que su última comida sería acero frío.

-¡Por el amor de Dios! Entonces dime, Sara- presionó el Gobernador, su tono mezclado con frustración y urgencia-. Si no estás ocultando nada, ¿por qué no has sido más útil en la búsqueda? ¿Por qué has sido tan...distante?

Sara luchó por mantener sus emociones bajo control, pero el peso de la conversación estaba empezando a derrumbarla. Su lealtad hacia Emily, el secreto de sus posibles teorías, las decisiones que había tomado...todo estaba llegando a un punto crítico. Ya no podía mentirle a su padre. Pero ¿cómo podía decirle la verdad sin arriesgarlo todo?

"Yo...no tengo las respuestas que quieres, papá. Ojalá las tuviera", dijo Sara en voz baja, su voz traicionando las emociones que había estado manteniendo ocultas.

"Podemos tener esta conversación mil veces y la respuesta sería la misma".

La expresión del Gobernador se suavizó por un momento, pero rápidamente fue reemplazada por sospecha. "Será mejor que lo estés, Sara. Porque si descubro que has estado involucrada en algo que no deberías, realmente, realmente llegarás a saber lo que significa arrepentirse".

Sara se puso de pie abrupta mente, interrumpiéndole. "Ya no soy una niña, papá. Tus advertencias ya no funcionan, no me asustan, lo hacían cuando era niña, pero ya no. Puedo tomar mis propias decisiones. Así que si estás aquí para intimidarme un poco más, puedes irte a la mierda. Tengo trabajo que hacer y una hermana que encontrar que, a diferencia de ti, al menos está luchando por algo. ¿Puedes decir lo mismo de tí por tus hijas?...eso es lo que pensé".

El silencio que siguió fue denso, ninguno de los dos estaba dispuesto a hablar de nuevo. La tensión en la habitación era palpable, cada padre e hija estaban atrapados en una guerra que no sabían cómo librar.












































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De vuelta en el bosque, Michael y Emily llegaron al puesto de control. La pequeña y apartada zona era el escondite perfecto, al menos lo había sido. Ahora, era solo otra parte del plan. La mente de Michael repasó rápidamente cada detalle, pero no había tiempo que perder.

"Tenemos que movernos rápido", dijo Michael, en voz baja pero urgente. "Una vez que crucemos este puesto de control, estaremos a salvo. Solo tenemos que llegar al camión. Desde allí, nos dirigiremos directamente al punto de encuentro".

Emily asintió, respirando entrecortadamente. Era más difícil de lo que había previsto seguir adelante. Le dolía el cuerpo, los pies le dolían por los kilómetros que habían recorrido. Pero no podían detenerse ahora. No podían permitirse el lujo de hacerlo.

"Lo lograremos", dijo, más para sí misma que para Michael. Pero el miedo en sus ojos la traicionó. Quería creerlo, pero la verdad era que no estaba segura. ¿Y si no lo lograban? ¿Y si su huida no era suficiente?

Michael la miró a los ojos y su mano encontró la de ella de nuevo. -Lo haremos. No dejaré que te pase nada, Emily.

Pero cuando la miró a los ojos, supo que no solo estaba hablando de su promesa antes de escapar de Fox River. Estaba hablando de más que eso: del futuro. De una vida que esperaba construir con ella.

Pero no podían permitirse el lujo de pensar en eso ahora. Todavía no.

El sonido del vehículo se hizo más fuerte. El corazón de Michael latía con fuerza en su pecho, la adrenalina se disparó. Tenían que llegar al punto de encuentro antes de que los descubrieran.

-Ya casi llegamos- murmuró Michael, instándola a seguir adelante.

La mano de Emily se apretó alrededor de la suya, su mente daba vueltas. No solo estaba huyendo de la ley. Estaba huyendo de la vida que había conocido, de la familia que la había mantenido atrapada en sus expectativas. Pero cuanto más corrían, más se acercaba al futuro que quería...con Michael.










































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El tictac del reloj

A medida que se acercaban al punto de encuentro, un último tramo de terreno abierto se extendía por delante. El corazón de Emily latía con fuerza en su pecho mientras miraba a Michael. Su rostro era una máscara de concentración, su atención fija en la tarea que tenía por delante.

Pero cuanto más se acercaban, más sentía Emily el peso de sus decisiones. Esto era todo. No había vuelta atrás. La ley se acercaba y la investigación del gobernador había alcanzado niveles peligrosos. No había lugar para errores.

Tenían que llegar a ese camión. Tenían que escapar.

Pero ¿lo harían?

La pregunta permaneció en el aire, sin respuesta, mientras el sonido de las sirenas que se acercaban resonaba en la noche, acercándose con cada segundo que pasaba.

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