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Capítulo veinte: Un reloj que avanza

El aire se sentía pesado por la anticipación mientras Michael y Emily avanzaban rápidamente por el bosque. El mapa los había llevado hasta allí, pero ambos sabían que lo peor estaba por venir. No podían permitirse cometer ningún error ahora, no cuando estaban tan cerca de la libertad. El sonido de sus pasos se vio ahogado por el susurro de las hojas, el aire nocturno estaba cargado con el olor a pino y tierra húmeda.

El corazón de Emily latía fuerte en su pecho mientras miraba a Michael, su perfil delineado por la tenue luz de las estrellas en lo alto. Parecía decidido, pero había algo más en sus ojos, algo más oscuro. Sabía lo que estaba pensando. El plan siempre había sido un riesgo calculado, pero ahora se estaba acercando al límite.

"Ya casi llegamos", murmuró Michael, en voz baja y concentrada. "Solo faltan unos pocos kilómetros".

Emily asintió, aunque el miedo la carcomía. Cada vez que se acercaban a la seguridad, algo siempre parecía empujarlos de nuevo al peligro. Sus pensamientos seguían dirigiéndose hacia Sara, su hermana, la única persona a la que no podía permitirse poner en peligro. ¿Y si ella era la que tenía que pagar por las decisiones de Emily?

“¿Crees que Sara estará bien?”, preguntó Emily, con su voz apenas más que un susurro.

La mirada de Michael se suavizó, aunque su determinación seguía siendo firme. “Sara es dura. Encontrará una manera de superar esto, igual que tú”.

Emily se mordió el labio, sin saber cómo responder. Quería creerle, pero el peso de la posible visita de su padre y la creciente presión de ser perseguida hacían que fuera difícil mantener la esperanza. Estaba dividida entre el amor por su familia y la atracción de un futuro con Michael, uno que parecía más incierto con cada segundo que pasaba.
















































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La visita del gobernador Tancredi: la exigencia de un padre

De vuelta en Fox River, el gobernador Tancredi no estaba dispuesto a dejar que las cosas se salieran de control. La búsqueda de Emily ya había durado demasiado y su paciencia se estaba agotando. Por mucho que intentara mantener la compostura, había una necesidad imperiosa de encontrar a su hija y el tiempo corría.

La puerta de la oficina, proporcionada por el director, se abrió con un suave crujido y Sara entró. Su expresión era una mezcla de resolución y renuencia; había estado esperando este momento. La mirada de su padre se encontró con la de ella, aguda e inquebrantable.

"Necesito saber, Sara", dijo el gobernador, con la voz tensa, preocupada y autoritaria. "¿Qué es lo que no me estás contando?"

Sara exhaló lentamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Ya no se trataba solo de la desaparición de Emily, se trataba de todo. Los secretos, las mentiras, la fuga de la prisión y las conexiones entre Michael y Emily.

Sabía que este día llegaría, el momento en que la verdad destrozaría todo lo que amaba. Pero ahora el peso de la verdad se sentía insoportable.

—Te lo juro, papá— comenzó Sara, con voz firme pero llena de una silenciosa desesperación—. No sé dónde está Emily. No sé si está viva siquiera...

La mandíbula del gobernador Tancredi se tensó, su expresión era ilegible. —No puedes esperar que crea eso. Tú y yo sabemos que ella está involucrada en esto. Me han dado informes. He escuchado los rumores. Sé lo que está pasando.

Sara negó con la cabeza. —No es lo que piensas. Michael...él no es la misma persona que crees que es. No es solo un criminal. Creo que está tratando de salvar gente.

—¿Personas? ¿Como quién? ¿Su hermano el asesino? Oh, sí, él es un mesías de la virtud este Scofield.

El gobernador se burló, su paciencia claramente se estaba agotando. —Sara, basta. Este no es el momento para que demuestres una lealtad equivocada. Necesito saber dónde está Emily...y si estás ocultando algo, te arrepentirás.

El corazón de Sara latía con fuerza al darse cuenta de que la situación se había vuelto mucho más peligrosa de lo que jamás hubiera imaginado. La exigencia de su padre no se refería solo a Emily, se trataba de mantener a la familia bajo control, de mantener intacta la narrativa. Pero Sara ya no era solo una parte de esa historia. Tenía que tomar sus propias decisiones, incluso si eso significaba desafiar a su padre.

—No estoy ocultando nada, papá. Apesar de lo que puedas opinar lo cual francamente me importa poco–, pero necesito que entiendas que haré lo que sea necesario para traer a Emily a casa. No me quedaré de brazos cruzados mientras esté en peligro, incluso si eso significa perder este trabajo y arruinar tu preciada reputación.

El gobernador Tancredi hizo una pausa, su mirada acerada escrutó el rostro de su hija en busca de cualquier indicio de engaño. No quería creer que Sara estuviera involucrada, pero una pequeña parte de él temía que esa fuera la verdad que había estado temiendo.

—Espero que me estés diciendo la verdad— dijo finalmente el gobernador, con voz fría—. Porque si descubro que estás ocultando algo...no tendré más remedio que tomar medidas. Sus palabras tenían un doble filo, la advertencia de la vicepresidente era como una látigo en su cuello. La sentencia estaba fijada para todos.










































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Michael y Emily: cruzando la línea

A medida que avanzaba la noche, el ritmo de Michael y Emily se aceleró. El mapa en la mano de Michael era su salvavidas, las líneas y los símbolos los llevaban a la única esperanza que les quedaba: el punto de control final. Pero cuanto más se acercaban, más acelerada estaba la mente de Michael. Estaba planeando su próximo movimiento: cada detalle, cada ruta de escape, cada resultado posible.

Podía sentir que la tensión entre ellos crecía, como una carga eléctrica suspendida en el aire. Ya no había vuelta atrás, ningún lugar seguro donde esconderse. El plan había estado en marcha durante meses y todo dependía de ese momento. El momento en que cruzaran la línea.

Emily miró a Michael, su mano agarraba la de él mientras continuaban su caminata. Había una sensación de finalidad en el aire, una sensación de que las cosas estaban a punto de cambiar para siempre.

"Michael", dijo, su voz apenas audible. "Se que ya hablamos de esto pero, no puedo evitarlo, ¿Alguna vez te preguntas qué sigue? ¿Después de todo esto? cómo probar la inocencia de Lincoln, mí participación en esto.."

Los ojos de Michael se dirigieron hacia ella, un breve destello de vulnerabilidad en ellos antes de que el muro volviera a levantarse. —Solo necesitamos superar esta noche, Emily. Un paso a la vez. Mantén tus pensamientos concentrados.

Ella asintió, aunque la pregunta todavía persistía en su mente. ¿Qué sucedería cuando cruzaran esa línea? ¿Alguna vez escaparían verdaderamente de su pasado?

Pero Michael no era de los que se obsesionaban con el futuro. Era un hombre que vivía el momento, calculando cada movimiento con precisión. Era lo que lo había mantenido vivo todos estos años y lo que lo había convertido en la persona en la que Emily había llegado a confiar.

—Ya casi llegamos— susurró, apretando más la mano de Emily—. Solo un poco más.


















































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La última apuesta

La visita del gobernador Tancredi a Fox River solo había profundizado la sensación de inquietud de Sara. Con cada hora que pasaba, los muros que los rodeaban parecían hacerse más estrechos y no podía quitarse de encima la sensación de que algo terrible estaba a punto de suceder.

A medida que continuaba la investigación sobre Michael, Emily y la fuga, la presencia del gobernador se convirtió en una amenaza innegable. Estaba claro que nada le impediría encontrar las respuestas que buscaba, incluso si eso significaba destruir las vidas de sus seres queridos. Había una razón por la que su madre había intentado divorciarse de él y luego su muerte después de sufrir cáncer.

De vuelta en el bosque, Michael y Emily sabían que se les estaba acabando el tiempo. Las autoridades se acercaban y la fuga que una vez había parecido tan clara ahora parecía más un sueño lejano. Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a rendirse, todavía no.

Con un último empujón, cruzaron hacia un territorio inexplorado, dando sus primeros pasos hacia un futuro que ninguno de los dos podía comprender por completo. Ya no eran meros fugitivos: eran supervivientes.

Y cuando la noche los engulló por completo, supieron que el tiempo estaba corriendo.

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