Capítulo siete: El precio de la libertad
La luz de la mañana se filtraba por las grietas de las viejas ventanas enrejadas, proyectando largas sombras sobre Fox River. Emily caminaba de un lado a otro en la enfermería, con la mente acelerada mientras trataba de darle sentido a lo que acababa de suceder. La prisión estaba agitada, tanto los reclusos como los guardias susurraban sobre la fuga de Michael. Los rumores se extendieron rápidamente: Michael Scofield se había fugado con la ayuda de Lincoln Burrows y su aliado de confianza, Fernando Sucre.
El sonido de los sistemas de alarma de la prisión se habían desvanecido cuando regresó a la enfermería, pero las repercusiones de lo que había sucedido apenas estaban comenzando. Emily había escuchado los susurros, había visto el pánico en los ojos de los guardias. Michael lo había hecho. Era libre y su hermano también. La pregunta ahora era cuánto tiempo más podría mantener en secreto su papel en su fuga.
Se apoyó contra el mostrador, mirando la nota que Michael le había dejado. -Soy libre y volveré por ti. Espérame.- Las palabras eran una promesa, pero también un peso que pesaba sobre su corazón. Había hecho su parte, pero la fuga era solo el comienzo de algo mucho más grande. Las consecuencias serían devastadoras de enterarse que la hija menor de el gobernador Tancredi había ayudado a escapar a reclusos, en especial a Lincoln Burrows quién no tenía una vista favorable por parte de los medios que lo pintaban como un asesino de sangre fría.
Pero Emily no pudo evitar sentir un destello de esperanza. Michael lo había logrado. Había prometido volver por ella. Ella le creía. Y esa creencia la mantenía unida tras el caos que había envuelto a la prisión.
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Afuera de Fox River, Michael, Lincoln y Sucre habían logrado escapar, eludiendo a los guardias y entrando en los túneles que los llevaron a la libertad. La noche estaba tranquila y sus corazones latían aceleradamente con la euforia de su nueva libertad, el peso de su audaz fuga de la prisión se apoderaba de ellos.
-Lo logramos, Papi- dijo Sucre, con la voz cargada de incredulidad mientras miraba el paisaje desierto a su alrededor-. Somos libres.
Michael miró a su hermano, Lincoln, que miraba al horizonte con una mirada atormentada en sus ojos. El momento de libertad se sintió agridulce, sabiendo cuánto habían arriesgado para llegar allí. Ya no había vuelta atrás. Eran fugitivos y el mundo los estaría buscando.
Lincoln le dió una palmada en la espalda a Michael. "Lo lograste, Mike. Me salvaste. Nos salvaste".
Michael se encontró con la mirada de su hermano, su mente ya estaba corriendo hacia adelante. No había tiempo para demorarse. Tenían que seguir avanzando. "Tenemos que salir de la zona, mantenernos ocultos por un tiempo y conseguir comunicación con Verónica, ella aun sigue trabajando en tu caso Linc, la última vez que hablé con ella estaba manteniendo un ojo sobre L.J", dijo Michael, con voz firme pero teñida de urgencia. "Cuanto más tiempo nos quedemos, más peligroso se vuelve".
Sucre asintió con la cabeza. "Y no creo que nadie vaya a dejar de buscarnos pronto, Papi, somos los más buscados de américa ahora".
Mientras avanzaban por las calles oscuras, los pensamientos de Michael volvieron a Emily. Le había prometido que volvería por ella, pero el plan estaba lejos de ser perfecto. Aún había muchas cosas que podían salir mal. Sabía que la prisión estaría en alerta máxima y eso le preocupaba por la seguridad de Emily. El camino que tenía por delante era incierto, pero una cosa estaba clara: tenía que cumplir con su palabra.
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De vuelta en Fox River, Emily fue convocada a la oficina del director. Respiró profundamente antes de caminar por el largo pasillo, con la mente hecha un torbellino de pensamientos. La huida había sido rápida, pero la investigación sería despiadada. Sabía que el director no dejaría pasar nada. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a su oficina, y no podía quitarse de encima la sensación de que algo estaba a punto de cambiar.
La puerta se abrió con un crujido y entró. El director Pope estaba sentado detrás de su escritorio, su rostro severo era una máscara de autoridad.
"Tancredi, gracias por venir", dijo con voz fría. Emily contuvo el deseo de añadir que no tenía opciones. "Supongo que estás al tanto de la situación aquí".
Emily asintió con la cabeza, con el estómago revuelto. "Sí, señor. Escuché las noticias".
Pope se inclinó hacia delante, con la mirada penetrante. -Necesito hacerte algunas preguntas. Has trabajado aquí el tiempo suficiente para saber que nada sucede en Fox River sin que alguien se dé cuenta. ¿Tienes alguna idea de cómo pudo haber sucedido esto? ¿Cómo Michael Scofield pudo escaparse bajo nuestras narices?
La pregunta parecía una trampa y Emily luchó por mantener la compostura. -No lo sé, señor. Solo puedo contarle lo que he visto. Scofield tuvo algunas visitas médicas recientemente, nada fuera de lo común, pero nada que sugiera que estaba planeando una fuga.
Pope entrecerró los ojos, clara mente no creyéndolo. -¿Es así? No sabrás nada sobre las conexiones que ha estado haciendo con los otros reclusos, ¿verdad, Tancredi? se dice que el jefe Abruzzi y Theodore Bagwell estaban circulando su persona, igual que se le vió hablando en ocasiones con personajes populares aquí en Fox River como Charles Westmoreland.
El pulso de Emily se aceleró, pero mantuvo su exterior tranquilo. -Solo soy una enfermera, director. Realmente no tengo tanto alcance, solo los trato, eso es todo.
La estudió por un momento, como si sopesara cada palabra. -Será mejor que esperes que eso sea todo. De ahora en adelante, estaremos monitoreando a todos de cerca. Si sabes algo, lo que sea, será mejor que lo digas ahora.
La mente de Emily corría, pero se obligó a permanecer quieta. -No sé nada, señor. Lo juro, solo estoy haciendo mi trabajo.
El director no respondió de inmediato, solo la miró con expresión ilegible. Finalmente, suspiró y se reclinó en su silla. -Está bien. Puedes irte.
Cuando Emily se dió vuelta para irse, sintió su mirada en su espalda. Sabía que el director no le creía. Podía sentir el peso de la sospecha que ya se acumulaba a su alrededor. Pero no tenía más opción que mentir. No podía permitirse revelar lo que había hecho por Michael, no ahora. No cuando todo estaba en juego.
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Fuera de la prisión, Michael y los demás se abrieron paso a través del desierto conjunto de bosques que bordaban las carreteras, en dirección a un lugar remoto donde podrían esconderse y reagruparse. Pero incluso mientras ganaban distancia de Fox River, Michael no podía sacarse de la mente la imagen de Emily.
"Mike", dijo Lincoln, mirando a su hermano. "¿Estás bien?"
Michael asintió, pero la inquietud en su estómago no se desvaneció. "Solo estoy pensando en ella".
"¿Emily? la enfermera, no?", preguntó Lincoln, su voz se suavizó.
Los ojos de Michael parpadearon con una mezcla de determinación y miedo. "Le hice una promesa. Linc, no puedo dejarla atrás".
Sucre, que había estado caminando unos pasos por delante, se volvió para mirar a Michael, con un dejo de preocupación en sus ojos. "¿Estás seguro de esto, Papi? ella está en medio de todo, y no ayuda que sea la hija del jefe del estado, a la gente poderosa jamás le gusta que los vean como pendejos, y si la atrapan...y mira, no digo que yo no haría lo mismo por mi Maricruz, pero estás jugando con fuego"
"Lo sé", interrumpió Michael, en voz baja. "Pero no la dejaré. Encontraré una manera de sacarla también. Ella merece ser libre-.
Lincoln asintió levemente. -Te ayudaremos, Mike. Pero primero, debemos mantener un perfil bajo. No podemos arriesgarnos a que nos atrapen antes de estar listos.
Michael no discutió. Sabía que su hermano tenía razón. Tenían que ser estratégicos. Pero el pensamiento de Emily todavía lo carcomía, la urgencia de volver por ella lo impulsaba hacia adelante con una determinación silenciosa y ardiente.
Mientras continuaban su viaje a través de la noche, Michael se hizo una promesa en silencio. No importaba lo que costara, volvería por Emily. Encontraría una manera de traerla con él, fuera de la prisión, fuera de Fox River, y hacia la libertad que ambos merecían.
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De regreso en la prisión, Emily estaba parada en la ventana de la enfermería, mirando fijamente el sol naciente. No tenía idea de dónde estaba Michael ó a qué se enfrentaba, pero sabía que la promesa que le había hecho era una que cumpliría. Solo tenía que esperar. Era lo único que podía hacer.
Y así, mientras el mundo exterior seguía girando, ella se aferró a la esperanza de que, un día, Michael regresaría por ella y podrían escapar juntos.
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