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Capítulo ocho: Bajo la mira

El corazón de Emily se aceleró mientras caminaba por el largo y estéril pasillo de Fox River, sus pasos resonaban en el silencio. El director la había dejado con nada más que una inquietante sensación de miedo. Había hecho todo lo posible por mantener la calma, pero al pasar junto a los guardias, podía sentir que la mirada de ellos la observaba, percibiendo que algo no iba bien. Su pulso se aceleró con cada paso, sabiendo que la investigación sobre la fuga de Michael solo se intensificaría.

No esperaba que la interrogaran tan pronto. Estaba claro que el director no confiaba en ella, aunque no la había acusado directamente de complicidad. Todavía. La sospecha estaba ahí. Cada acción de Emily estaba siendo examinada y, con cada momento que pasaba, podía sentir que la red se estrechaba a su alrededor.






































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A la mañana siguiente, el turno de Emily comenzó más temprano de lo habitual. Sintió el peso de las miradas sobre ella, desde los guardias hasta el resto del personal médico. Todos estaban nerviosos, susurrando detrás de sus manos. La fuga de Michael había sacudido a Fox River hasta sus cimientos, y cualquiera que hubiera estado remotamente conectado con él, ya sea a través del tratamiento, la conversación ó simplemente la proximidad, ahora era una persona de interés.

No pasó mucho tiempo antes de que se encontrara con su hermana, Sara, en el pasillo. La tensión entre ellas era palpable. Sara tenía sus propias sospechas sobre la fuga, y Emily podía verlo en sus ojos. La preocupación silenciosa, las preguntas que no se hicieron pero que claramente estaban allí, flotando en el aire.

"Em, ¿podemos hablar un minuto?" preguntó Sara, su voz suave pero con una nota de urgencia.

Emily dudó pero asintió. "Claro, Sara. ¿Qué tienes en mente?"

Sara la llevó a una pequeña oficina sin uso en el ala médica, la puerta se cerró con un clic detrás de ellas. En el momento en que estuvieron solas, la mirada de Sara se volvió aguda, sus ojos buscando el rostro de Emily.

"Has estado actuando de manera extraña últimamente", dijo Sara, cruzándose de brazos. —Sé que has estado bajo mucho estrés con todo lo que pasó en Fox River, pero…— Se quedó en silencio, la pregunta quedó en el aire.

La garganta de Emily se cerró. Se obligó a parecer casual, a ignorar la repentina ola de culpa que amenazaba con abrumarla. —No es nada, en realidad. Supongo que solo estoy cansada.

Sara no estaba convencida. —Es más que eso, Em. He visto la forma en que has estado viendo la fuga...la forma en que has estado evitando las preguntas. Y luego está el hecho de que Michael Scofield…él— Hizo una pausa, entrecerrando los ojos. —... Fue tratado aquí. Has tenido contacto con él personalmente más que nadie, la gente del personal está hablando, creen que no lo sé pero se que lo hacen cuando se callan cada vez que paso de largo.

El estómago de Emily se hundió. No sabía cómo responder. No podía mentirle a Sara, no del todo. Pero tampoco podía decirle la verdad. No cuando había tanto en juego. Lo último que quería era que su hermana se viera arrastrada a este lío. Una cosa era ser cómplice silencioso de la fuga de Michael, pero otra muy distinta era que Sara lo supiera.

—Sólo hago mi trabajo, Sara, Michael es–, era, como cualquier otro convicto— dijo Emily rápida mente, con la esperanza de desviar la atención. —Ya sabes, solo hice lo mismo de siempre, cuidar de los reclusos y tratar de que todo funcione sin problemas. —Forzó una sonrisa, pero se sintió vacía. —No sé nada de lo que pasó con Scofield.

La expresión de Sara se suavizó un poco, pero sus ojos seguían buscando, buscando algo. —Emily...confío en ti. Pero hay algo que no me estás diciendo, ¿no? Puedo verlo en tus ojos. Sabes algo...acaso, acaso Michael, él..te dijo, no sé ¿algo? cualquier cosa que diera un indicio..?

Emily tragó saliva, su mente corría. No podía seguir ocultando la verdad. Pero tampoco podía decirle a Sara que había ayudado a Michael a escapar, que había sido parte de un plan que se había puesto en marcha mucho antes. Se sentía como una traición a todo lo que Sara representaba: la ley, la justicia, lo mismo que la había llevado a ser parte del sistema penitenciario en primer lugar.

—Yo…— La voz de Emily vaciló y las palabras amenazaron con salir de su boca. Pero antes de que pudiera continuar, sonó un golpe seco en la puerta. El momento se rompió. La expresión de Sara se endureció y sus instintos detectivescos entraron en acción.

—Hablaremos de esto más tarde, ¿de acuerdo? Pero recuerda que yo no soy el enemigo. Si necesitas ayuda, puedes decírmelo.

Emily asintió, pero las palabras se sintieron vacías. Ya no había forma de volver atrás. Había cruzado una línea y no había vuelta atrás en las decisiones que había tomado.











































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Más tarde ese día, Emily fue convocada de nuevo a la oficina del director. Su estómago se revolvió mientras se acercaba a la puerta, la incertidumbre de lo que estaba a punto de suceder flotaba pesadamente en el aire. Entró, donde el director Pope estaba sentado detrás de su escritorio, flanqueado por otros dos guardias. Su mirada era fría, casi depredadora.

"Tancredi", dijo sin preámbulos, su tono autoritario. "Necesitamos tener otra conversación".

El corazón de Emily dió un vuelco. Había esperado esto, pero la realidad era mucho más intimidante de lo que había imaginado. Sabía que esto no era solo un registro de rutina; estaban buscando respuestas y ya habían tomado una decisión sobre ella.

"Tome asiento", ordenó Pope, señalando la silla frente a él.

Emily se sentó en la silla, sus manos temblaban ligeramente en su regazo. Trató de mantener la voz firme cuando encontró la mirada de Pope. "¿De qué se trata esto, señor?"

Pope se inclinó hacia delante, con las manos entrelazadas sobre el escritorio. —Nos han dicho que usted tenía una…relación particular con Michael Scofield. Usted lo trató y fue una de las últimas en verlo antes de su fuga. —Su voz se volvió más fría y el aire de la habitación se llenó de acusaciones. —Necesitamos saberlo todo, Tancredi. ¿Cuánto sabe usted sobre su plan? ¿Qué papel desempeñó usted para ayudarlo a escapar?

La habitación parecía cerrarse sobre ella. Emily luchó por mantener la compostura, pero la presión era insoportable. No podía admitir nada. Las consecuencias serían severas: podría perderlo todo. Su carrera, la confianza de su hermana, su libertad.

—¿Disculpe? ya se lo he dicho, yo no sé nada, señor, cuánto mas debo decirlo?— dijo, con una voz más segura de lo que se sentía. —Lo traté como a cualquier otro recluso. No tengo idea de cómo logró escapar.

Los ojos de Pope se entrecerraron y, durante un largo momento, no dijo nada. Simplemente la miró fijamente, como si intentara evaluar cada palabra, cada movimiento.

—Estás mintiendo— dijo final mente, con voz baja y peligrosa. —Y no me gustan los mentirosos, Tancredi. Te estoy dando una última oportunidad para que digas la verdad. Dime la verdad. Eres una joven bastante inteligente, de eso estoy seguro, tu hermana es prueba de eso, es la mejor doctor que hemos tenido en años aquí, y odiaria tener que castigar su desempeño por un...malentendido. 

La mente de Emily corría, sus pensamientos eran caóticos. No podía ceder ante la presión. No allí. No ahora.

—Le juro, señor— dijo, con voz temblorosa pero firme—, que no sé nada. He estado aquí haciendo mi trabajo, como siempre. Puede consultar los registros, preguntar a cualquiera. No he hecho nada malo.

El director pareció sopesar sus palabras durante mucho tiempo y, por un momento, Emily pensó que podría haberlo convencido. Pero luego se reclinó en su silla, su expresión se endureció.

—Muy bien, Tancredi— dijo, con voz fría—. Pero debes saber esto: te estamos vigilando. Si descubrimos que estuviste involucrada en esta fuga de alguna manera, tendrás que rendir cuentas, seas hija del gobernador ó no.

Emily asintió en silencio, con el estómago retorcido. Había escapado por poco de esta ronda de interrogatorio, pero sabía que no había terminado. En cuanto saliera de esa oficina, los ojos de toda la prisión estarían sobre ella. Y tendría que seguir actuando, fingiendo que no había tenido nada que ver con la fuga de Michael, sin importar cuánto le doliera el corazón pensar en él ahí afuera, en algún lugar, esperándola.







































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De vuelta en el ala médica, el turno de Emily parecía extenderse interminablemente. En cada esquina que giraba, podía sentir las miradas de sus compañeros de personal siguiéndola, el peso de la sospecha se asentaba como una nube pesada. Sara no era la excepción. Observaba a Emily de cerca, y aunque no la había confrontado de nuevo, Emily podía sentir las preguntas tácitas que se acumulaban entre ellas.

Y todo lo que Emily podía hacer era esperar que Michael estuviera lo suficientemente lejos, a salvo de las miradas indiscretas de los guardias de Fox River. Pero en el fondo, sabía que su propia libertad era tan precaria como la de él, y con cada hora que pasaba, la presión aumentaba.

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