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Capítulo doce: Al borde de la fuga

Los días pasaban con una lentitud insoportable, cada uno más largo que el anterior. La mente de Emily nunca dejaba de dar vueltas, pero las paredes de Fox River parecían haberse vuelto aún más asfixiantes. Las amenazas de Bellick se cernían sobre ella y el ojo vigilante del director siempre estaba sobre ella. Cada conversación se sentía como una prueba, cada mirada de un guardia estaba cargada de sospecha. Sin embargo, Emily se mantuvo firme. Mantuvo la compostura, negándose a dejar que la vieran desmoronarse.

En los momentos tranquilos de sus turnos, a menudo miraba la pequeña nota que Michael le había dejado, su corazón se llenaba de una mezcla de esperanza y temor. Su plan estaba tomando forma, pero ¿cuánto tiempo más podían esperar? No podía escapar de la creciente sensación de que la red se estaba cerrando sobre ambos, y no estaba segura de si Michael podría sacarlos a tiempo.





















































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La atmósfera de la prisión parecía haber cambiado, como si todo el lugar estuviera conteniendo la respiración. Los guardias estaban más alertas, los susurros en los pasillos eran más urgentes. Emily sabía que algo se avecinaba, pero no estaba segura de qué. No fue hasta el turno de noche que recibió un mensaje que lo cambiaría todo.

La enfermería estaba extraña mente silenciosa esa noche, el débil zumbido de las luces del techo era el único sonido. Emily estaba sentada en el escritorio, revisando el inventario de suministros cuando un fuerte golpe resonó en la puerta. Se levantó de inmediato, con el corazón acelerado, preguntándose si era uno de los guardias que venía a interrogarla nuevamente. Pero cuando la puerta se abrió, fue la voz familiar y tranquila de Michael la que la saludó.

"Emily".

Se le cortó la respiración en la garganta. Allí estaba, de pie en la puerta, tal como había estado en sus pensamientos. Pero esta vez, las circunstancias eran diferentes. Esta no era una conversación a puertas cerradas, lejos de miradas indiscretas. Era Michael Scofield parado frente a ella, dentro de Fox River vestido con lo que parecía un uniforme de guardia completo con todo y gorra que ocultaba sus facciones en ciertos ángulos, y el mundo fuera de la enfermería de repente se sintió distante.

"Michael—tú", suspiró, una mezcla de alivio y ansiedad la invadió. —¿Qué estás...cómo...?—La interrumpió con un gesto tranquilo pero firme.

—No tengo mucho tiempo— dijo, mientras sus ojos escudriñaban el pasillo. —Escúchame, Emily. He estado trabajando para sacarte de aquí, pero las cosas se están moviendo más rápido de lo que esperaba. Tienes que estar lista. Te van a trasladar a una instalación diferente pronto.

El corazón de Emily dió un vuelco. —¿Qué quieres decir? ¿Por qué?

—El director está haciendo movimientos, al ver que no ha logrado dar frutos interrogandote y Bellick lo está presionando para que actúe. Se están acercando y cuanto más investiguen, más probable es que descubran la verdad. No puedes quedarte aquí. Tenemos que irnos esta noche.

La mente de Emily corría. —¿Está noche? pero, mi hermana, Sara..¿Cómo...?

Michael le puso una mano en el hombro y su toque la mantuvo en tierra. —Ya lo he arreglado todo. Tengo un equipo afuera que nos ayudará una vez que salgamos. Solo necesitamos que pases a los guardias y que entres en la camioneta de transporte que está esperando sin que nadie se dé cuenta.— Dijo, pausando para observarle.

—Me temo que a Sara habrá que dejarla en la incertidumbre, por su seguridad, entre menos sepa más segura estará.— sugirió, sus ojos azules reflejando culpabilidad. Si alguien sabía perfectamente cómo se sentía el no querer abandonar a un hermano, era Michael.

Se le apretó el pecho. Parecía imposible. —¿Cómo? ¿Cómo puedo confiar en ti?

La mirada de Michael se suavizó por un momento. —Porque haré lo que sea necesario para sacarte de aquí. No vas a enfrentar esto sola.

La sinceridad en su voz envió una oleada de calidez a través de ella, pero no hubo tiempo para dudar.

Respiró profundamente, armándose de valor. —Muy bien. Estoy lista. ¿Qué tengo que hacer?

Michael se inclinó más cerca, su voz baja y urgente. —Tendrás que salir de la enfermería en el cambio de turno. Los guardias estarán distraídos por unos minutos. Estaré esperando en el ala oeste, justo más allá de la estación de guardia. Iremos desde allí.

Emily asintió, tratando de calmar sus nervios. —¿Y luego qué?

—Nos dirigiremos al garaje, donde nos estará esperando una furgoneta. He dispuesto que no haya vigilancia durante un breve periodo. Una vez que salgamos de la prisión, todo dependerá de la gente de fuera. Pero tenemos que actuar con rapidez.

Le temblaban las manos mientras se ajustaba el uniforme, intentando mantener la compostura. —¿Y qué pasa con Bellick? Me ha estado observando.

La expresión de Michael se ensombreció un momento y apretó la mandíbula. —Bellick no nos detendrá. Está demasiado ocupado cubriendo sus propias huellas. Tú solo concéntrate en llegar hasta mí y yo me encargaré del resto.


































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El reloj seguía avanzando sin descanso mientras Emily volvía a sus tareas. El peso del plan de Michael pesaba sobre ella y apenas podía concentrarse en nada más. La pequeña ventana de oportunidad se estaba cerrando rápidamente y no podía permitirse perder ni un solo momento.

Cuando llegó el cambio de turno, Emily se encontró de pie cerca de la puerta de la enfermería, con la respiración entrecortada y todos los sentidos en alerta máxima. Los guardias afuera conversaban distraídamente, su atención estaba distraída. Se movió rápida mente, pasando el control de seguridad con una facilidad rápida y practicada. Su corazón latía con fuerza mientras se dirigía hacia el ala oeste, rezando para que todo encajara en su lugar.

























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El ala oeste estaba tenuemente iluminada, las sombras se extendían por el piso. Los pasos de Emily resonaron en el silencio mientras avanzaba sigilosamente, con todos los músculos de su cuerpo tensos. Podía escuchar el leve ruido de botas en la distancia: los guardias, todavía patrullando. No habían notado nada inusual todavía.

Y entonces lo vió.

Michael se encontraba al final del pasillo, su figura apenas visible en la penumbra. Le hizo un rápido y apenas perceptible asentimiento y ella corrió hacia él, con el corazón en la garganta. Cuando llegó a su lado, él le puso una mano en la espalda, instándola a avanzar.

"Quédate cerca", murmuró.

Avanzaron velozmente, en silencio, por el pasillo. El familiar zumbido de las luces fluorescentes de arriba parecía hacerse más fuerte, pero Emily apartó el ruido de su mente. Los guardias estaban a solo unos metros de distancia. Tenían que pasarlos, un poco más.

Una puerta se alzaba frente a ellos, que conducía a la salida lateral donde los esperaba la camioneta. Pero antes de que pudieran llegar, sonó una voz.

"¡Alto!"

El estómago de Emily se hundió. El guardia los había visto.

"¡Alto!..¡he dicho alto!..¡¿pero que?!–, es..¡Es SCOFIELD!" Gritó otro sonando incrédulo.

"¡Corre!" La voz de Michael era aguda y, sin dudarlo, la agarró del brazo y la empujó hacia adelante. El sonido de pasos golpeando detrás de ellos alimentó su urgencia. Tenían segundos, no más.

Se lanzaron a través de la puerta, apenas escabulléndose de los guardias. El aire frío los golpeó como una ola, y por una fracción de segundo, Emily pensó que real mente podrían lograrlo. Pero entonces, un guardia dobló la esquina, con su bastón en alto.

"¡Alto! ¡SCOFIELD! ¡No irás a ninguna parte! ¡deja ir a la enfermera!" Esto sorprendió a Emily, pues al guardia le pareció que Michael la estaba secuestrando a ella y no al revés. No le veía como cómplice.

Solo podía suponer que pensarían que él estaba loco, ¿quién no? El hombre que había escapado de una prisión de máxima seguridad acababa de volver a entrar... por ella.

Michael no dudó. Empujó a Emily hacia adelante, justo cuando otro guardia se apresuró hacia ellos. Se dió vuelta y agarró la tubería de metal más cercana, balanceándola para hacer perder el equilibrio al guardia.

"¡Ve a la camioneta!", gritó.

Emily corrió, sus piernas se movían más rápido que nunca antes, el sonido distante del caos detrás de ella. Podía escuchar la voz de Michael, apagada pero firme, animándola.

Y luego, la libertad.

La camioneta estaba estacionada justo delante, el motor en marcha, lista para partir. No miró hacia atrás. No podía. Pero el miedo, la adrenalina, todo valió la pena. Por primera vez en lo que parecía una eternidad, se atrevió a creer que realmente podría escapar.

Subieron a la camioneta y, cuando las puertas se cerraron de golpe, Emily dejó escapar el aliento que no se había dado cuenta que había estado conteniendo.

Pero mientras se alejaban a toda velocidad de Fox River, Emily supo que esto no había terminado. Ni mucho menos. El camino que la esperaba era incierto, lleno de peligros y de lo desconocido. Pero, por ahora, era libre. Y, por primera vez en mucho tiempo, tenía esperanza.

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