🦋𝟐𝟔🦋
Jungkook llegó al hospital con el pulso acelerado, cada latido resonando como un tambor frenético en sus oídos. La desesperación le oprimía el pecho, robándole el aliento a cada paso. Había algo profundamente aterrador en la fragilidad de ese momento, en el simple hecho de ser un hombre caminando hacia un futuro incierto, con su propio cuerpo desmoronándose poco a poco. Aquel que una vez había sentido el poder inquebrantable de la inmortalidad, ahora era apenas un reflejo de aquella fortaleza.
Cada paso hacia el consultorio de Jaemin parecía hacerse más pesado, como si un peso invisible le tirara del alma misma. El eco de sus propios pasos en el pasillo vacío del hospital resonaba, amplificando el silencio abrumador que lo rodeaba. Era una ironía cruel: después de siglos de no temerle a la muerte, después de desafiar a la muerte misma una y otra vez, aquí estaba ahora, aterrorizado... de sí mismo.
Al llegar al consultorio, lo encontró ya abierto. Al cruzar el umbral, sus ojos se encontraron, y la expresión en el rostro de Jaemin fue como una bofetada. La tranquilidad serena y siempre racional que caracterizaba a Jaemin había sido reemplazada por una tensión oscura, una preocupación que dibujaba sombras profundas en su rostro. La preocupación de Jaemin solo logró hacer que el miedo de Jungkook creciera, esa emoción primitiva que lo desgarraba desde dentro.
Jaemin le hizo un gesto para que se sentara, y aunque Jungkook sentía las piernas flojas, obedeció.
—Siéntate, Jungkook. Déjame ver esa muela primero —dijo Jaemin, alargando una mano con un gesto firme, pero sus ojos se posaron sobre Jungkook con una mezcla de compasión y profesionalismo contenido.
Con dedos temblorosos, Jungkook extendió el pañuelo en el que había envuelto la pequeña pieza de su propio cuerpo, aquella muela que se había desprendido como una señal ominosa de lo que estaba por venir. Al colocarla en la palma de Jaemin, sintió como si estuviera entregándole una parte de sí mismo, algo íntimo y revelador. Era como admitir una derrota, una fragilidad que nunca antes había experimentado.
Jaemin tomó la muela con delicadeza y la sostuvo bajo la luz, girándola y examinándola con una precisión casi quirúrgica. Su expresión se ensombreció mientras inspeccionaba cada detalle de la pieza dental, cada fisura, cada imperfección. —Es... inusual que una muela simplemente se caiga así —murmuró, casi para sí mismo, aunque ambos sabían que lo que estaba viendo era más que "inusual". En alguien que había sido inmortal, que no había experimentado el paso del tiempo en siglos, perder una parte de su cuerpo de manera tan repentina era una advertencia, un recordatorio de que el tiempo, que había estado en pausa, ahora corría con fuerza renovada.
Después de dejar la muela en un pequeño recipiente, Jaemin se puso a trabajar con una concentración feroz. Comenzó a hacerle una revisión completa, casi obsesiva, midiendo su presión arterial, palpando sus ganglios linfáticos, evaluando sus reflejos. A cada paso, sus gestos se volvían más pausados y calculadores, como si intentara encontrar algo concreto en medio de un caos que no terminaba de comprender.
Usando una pequeña linterna, iluminó los ojos de Jungkook, observando el estado de sus pupilas y la apariencia de su conjuntiva. Sus movimientos eran precisos, meticulosos, y cada examen revelaba más signos de una transformación que, aunque externa, parecía estar desgastando a Jungkook desde lo más profundo de sus células.
Jaemin dejó el estetoscopio colgando de su cuello y suspiró, frotándose las sienes antes de hablar. Parecía buscar las palabras, organizarlas como un cirujano preparando su bisturí. —Jungkook... —empezó, su tono grave y cuidadoso—, tengo una teoría sobre lo que está pasando. Y sospecho que, en el fondo, tú también tienes una idea. —Su mirada se encontró con la de Jungkook, penetrante y llena de una compasión que, en ese momento, se sentía casi como una carga.
Jungkook tragó saliva, sintiendo cómo la presión en su pecho aumentaba. Sabía que lo que Jaemin estaba a punto de decir cambiaría todo. —Dime, Jaemin... ¿qué está pasando conmigo?
Jaemin respiró profundamente, inclinándose hacia adelante como si intentara acortar la distancia entre ellos para mitigar el impacto de sus palabras. —Tu cuerpo está... experimentando dos siglos de envejecimiento de golpe. —Su voz era apenas un murmullo grave, pero cada palabra caía con el peso de una sentencia—. Al perder el virus vampírico, tu cuerpo ya no se regenera como antes. Ahora tus células, que estuvieron en un estado de estasis durante tanto tiempo, están intentando "ponerse al día" con los años que deberían haber envejecido. Y lo están haciendo... de forma implacable.
El silencio que siguió a esas palabras fue tan denso que parecía absorber todo el aire del consultorio. Jungkook sintió un escalofrío recorrerlo, un frío que no venía de fuera, sino de algo más profundo, como si cada célula de su cuerpo le recordara su mortalidad. —¿Entonces... estoy envejeciendo rápidamente? —preguntó, su voz rota, temblorosa, como si en el fondo supiera que la respuesta iba a ser tan devastadora como sus miedos.
Jaemin asintió lentamente, con un dolor reflejado en sus ojos que le confirmaba la gravedad de la situación. —Sí, Jungkook. Tus células están tratando de compensar todos esos años en que el tiempo no te tocó. Están desgastándose a un ritmo que no es... normal. Este proceso es... —Hizo una pausa, buscando la palabra adecuada—... agresivo. Tu piel, tus dientes, tus articulaciones, todos están comenzando a sentir el peso de los años acumulados.
Jaemin hizo una pausa, como si sopesara cuánta información era prudente compartir en ese momento. Pero decidió que la verdad completa era lo único que podía ofrecerle. —Es como si el tiempo se hubiera "acumulado" en tu organismo, esperando el momento de recuperar todo lo que le quitaste. Y ahora, cada célula de tu cuerpo está... luchando para ajustarse a ese cambio. Tus órganos, tus tejidos... están sometidos a un estrés biológico que nunca debieron soportar.
Jungkook cerró los ojos, sintiendo cómo una oleada de desesperación le subía desde el estómago, dejando un regusto amargo en su garganta. La idea de que su cuerpo lo traicionara de esa forma, de que estuviera pagando por siglos de inmortalidad en un plazo tan cruelmente breve... era más de lo que podía asimilar.
Jaemin lo observó, permitiéndole un momento para procesar todo lo que acababa de escuchar antes de continuar. —Mira, he estado investigando desde ayer, tratando de entender qué implicaciones podría tener esta... transformación. Sé que los cambios en tus células son irreversibles, pero hay terapias que podríamos intentar. Tratamientos que ralentizan el envejecimiento celular, que podrían ayudar a tu cuerpo a adaptarse de manera menos... dolorosa. Quizás podamos ganar algo de tiempo, un poco más de vida de calidad. —Su voz se quebró apenas, pero recuperó el control de inmediato—. No voy a rendirme, Jungkook. Haré todo lo posible... ¿Sabes? Con tu prueba de sangre he confirmado lo que Seongjin dijo del fallo que experimentabas.
—¿Como asi?
—El virus que te transformó en vampiro no se adaptó completamente a tu organismo. Piensa en ello como una "incompatibilidad". Cuando el virus entra en el cuerpo de una persona, normalmente establece un equilibrio, uno en el que el cuerpo acepta la nueva naturaleza vampírica y se ajusta sin problema a la sed de sangre, la regeneración y demás habilidades... si, experimentamos el ansia, pero con el tiempo logramos adaptarnos a ella. Sin embargo, en tu caso... esa adaptación fue incompleta. Era como si el virus estuviera luchando por controlarte y al mismo tiempo, tu cuerpo lo rechazara parcialmente.
—¿Entonces... el virus nunca llegó a estabilizarse en mí? —preguntó Jungkook, empezando a comprender.
Jaemin asintió. —Exactamente. En lugar de coexistir de manera armoniosa, el virus trataba constantemente de "imponerse" en ti. Por eso, aunque tenías la fuerza y los sentidos de un vampiro, tu ansia de sangre era incontrolable. Para otros vampiros, la sed es manejable una vez se acostumbran, se convierte en una necesidad que pueden satisfacer y luego olvidar por un tiempo. Pero en tu caso, el virus estaba en una especie de "cortocircuito" constante, enviando señales de hambre y ansiedad porque nunca lograba estabilizarse... no era como pensabamos que simplemente no tenias control, realmente era un fallo del propio virus en ti.
Jungkook se quedó en silencio, procesando las palabras de Jaemin. Todas esas noches en las que había sentido que perdía el control, todos esos momentos en los que la sed de sangre lo había dominado... eran el resultado de un defecto en el virus, no de una debilidad propia.
Jaemin continuó, mirando a Jungkook con compasión. —Piensa en ello de esta forma: el virus estaba diseñado para adaptarse a un huésped y hacer de él un ser que pudiera sobrevivir siglos, controlando sus impulsos. En tu caso, por alguna razón —tal vez tu genética, o simplemente una rareza biológica—, el virus no consiguió establecerse de manera completa. En lugar de darte control, te hizo vulnerable a la sed. Era como un motor mal calibrado, siempre acelerado, siempre demandando más combustible para funcionar. Por eso tuviste tantos problemas para adaptarte... porque el virus nunca se adaptó realmente a ti.
Jungkook asintió lentamente, sus pensamientos vagando hacia todos esos siglos de lucha, de intentar contenerse, de creer que algo en él estaba mal, que él era el problema. Y ahora, escuchando a Jaemin, entendía que había sido víctima de una mutación, de un fallo en algo que estaba fuera de su control.
—Entonces... ¿era por eso que nunca pude controlarme del todo? —preguntó Jungkook en voz baja, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza.
—Sí —respondió Jaemin—. El virus te daba los beneficios de un vampiro, pero con un precio: te mantenía en un estado constante de necesidad. Nunca iba a dejarte encontrar paz, porque estaba "defectuoso" en tu sistema. Incluso cuando tratabas de adaptarte, tu cuerpo y el virus estaban en una especie de conflicto silencioso. Y ese conflicto fue el que creó ese ansia... ese vacío insaciable.
Jungkook se dejó caer en el sillón, asimilando todo. Durante siglos había creído que él era el problema, que su incapacidad de controlar la sed de sangre era una debilidad personal. Pero ahora entendía que el virus había sido una maldición para él, una transformación incompleta que lo había condenado a una lucha interminable.
Jaemin le puso una mano en el hombro, ofreciéndole una sonrisa comprensiva. —Pero ahora, sin el virus, eres libre de esa carga. Tu cuerpo finalmente puede estar en paz. Sé que perder la inmortalidad no es fácil, pero... al menos no tendrás que luchar contra esa ansia insaciable nunca más.
Jungkook lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de gratitud y miedo. —Jaemin... ¿cuánto tiempo crees que tengo? —La pregunta era como una herida abierta, y pronunciarla en voz alta la hacía más real.
Jaemin hizo una pausa, sopesando la respuesta. —No sabría decirte. No puedo darte una fecha exacta porque nunca hemos visto algo así. El envejecimiento acelerado es un fenómeno que ocurre en condiciones extremas, y en tu caso... es como si estuvieras viviendo todo un ciclo de vida en un periodo muy breve. Tal vez semanas, tal vez meses. Pero quiero ser claro: haré todo lo que esté en mi poder para prolongar ese tiempo. Trabajaremos juntos para que puedas vivir esta nueva vida mientras dure.
Jaemin le apretó la mano con fuerza, como si intentara anclarlo en una realidad que se desmoronaba. —Esto no es solo un diagnóstico, Jungkook. Es un desafío. Sabes mejor que nadie que la vida humana es frágil, pero esa misma fragilidad puede ser extraordinaria. Aprovecha cada día que tienes con nosotros, con Jimin... con todos los que te rodean.
Jungkook miró a Jaemin con una mezcla de ansiedad y curiosidad, su mente atormentada por las preguntas sobre lo que le estaba ocurriendo a Jimin desde que se convirtió en "el vampiro supremo".
—Jaemin... —dijo en voz baja, como si le pesara la pregunta—. ¿Tienes alguna idea de qué está pasando con Jimin? Su apariencia, sus ojos... hasta su cabello volvió a su color natural. Ya no tiene esa tonalidad azul que siempre usaba. Y... ¿por qué recuerda cosas de vidas pasadas? ¿Tiene sentido algo de eso?
Jaemin se recostó en su silla, pensativo. Sabía que la situación de Jimin era única, y que cualquier respuesta que diera estaría llena de suposiciones. Pero decidió compartir sus teorías de todas maneras, con la esperanza de ayudar a Jungkook a entender al menos una parte de lo que estaba ocurriendo.
—Para ser honesto... el caso de Jimin es algo que escapa de lo que entiendo como "ciencia". Lo que te voy a decir es más bien una mezcla de teoría y suposiciones basadas en lo que hemos observado, pero creo que hay algunas piezas que podemos empezar a encajar.
Jungkook lo miraba con intensidad, sin decir nada, esperando a que Jaemin continuara.
—Primero, el cambio de su cabello y de su apariencia... Creo que podría deberse a la naturaleza especial del virus que Seongjin desarrolló. —Jaemin hizo una pausa, intentando encontrar las palabras correctas—. A diferencia de los vampiros comunes, Jimin fue infectado con una variante modificada, algo que no solo aumenta su fuerza y habilidades, sino que también parece sincronizarse con su esencia o "alma". Como si el virus no solo afectara su cuerpo, sino también su identidad profunda. Y debido a esa conexión, su apariencia parece reflejar algo más auténtico... algo que está en sintonía con su verdadera esencia.
—¿Algo como... su yo verdadero? —preguntó Jungkook, intentando entender.
Jaemin asintió, gesticulando con las manos para explicar. —Exacto. Es como si el virus de Seongjin no solo lo hubiera convertido en vampiro, sino que también desbloqueó una conexión con su "verdadero ser", un ser que ha existido a lo largo de varias vidas. No es solo un vampiro poderoso, sino algo que trasciende el vampirismo. Al "regresar" su color de cabello a su tono natural, es casi como si el virus estuviera alineando su apariencia física con su alma o espíritu. Tal vez por eso sus ojos también son tan intensos y diferentes. Es como si cada aspecto de él estuviera en armonía, adaptado a una existencia más pura y poderosa.
Jungkook lo escuchaba atentamente, aunque su mente luchaba por procesar toda esa información. —Entonces, ¿por eso él... puede recordar sus vidas pasadas?
Jaemin suspiró y asintió, aunque su expresión era algo insegura. —Esa es una teoría más complicada. Verás, hay antiguos relatos y estudios sobre la reencarnación y las memorias pasadas, especialmente en algunas culturas y tradiciones esotéricas. Algunas teorías sugieren que ciertos individuos, aquellos con una conexión profunda con el mundo espiritual o místico, pueden acceder a sus vidas pasadas en circunstancias especiales. Y en el caso de Jimin, su virus no es como el tuyo o el de otros vampiros comunes. Su transformación parece haber despertado algo en él, algo que va más allá de lo físico. Tal vez el virus de Seongjin actuó como un catalizador, desatando recuerdos que están enraizados en su alma, en un nivel más allá de la biología.
—¿Entonces... Jimin es... como un ser espiritual? —preguntó Jungkook, dudando si siquiera decir esas palabras.
Jaemin rió suavemente, negando con la cabeza. —No exactamente. Sigue siendo físico, sigue teniendo un cuerpo. Pero sí creo que es más que solo un vampiro. Es posible que su naturaleza como "vampiro supremo" lo haya llevado a un estado que está entre el mundo de los vivos y el de las almas, algo que le permite acceder a esos recuerdos. Esto explicaría por qué recuerda tan claramente sus vidas pasadas, especialmente las que compartió contigo.
Jungkook dejó escapar un suspiro, sus pensamientos girando en espiral. —¿Entonces es posible que... en alguna vida pasada, realmente hayamos sido las personas que él recuerda?
Jaemin lo miró con una mezcla de comprensión y simpatía. —Puede ser. Jimin tiene una conexión especial contigo, eso es indiscutible. Tal vez, de alguna manera, el virus también percibió esa conexión y permitió que él recordara. Tal vez, en esta vida, Jimin tenía que encontrarse contigo nuevamente para que esas memorias salieran a la superficie. Es como si el virus no solo transformara su cuerpo, sino también su esencia, permitiéndole vivir en sintonía con algo que tú y yo apenas alcanzamos a comprender.
—Entonces... él y yo... hemos estado destinados a encontrarnos una y otra vez —murmuró Jungkook, sus palabras llenas de asombro y tristeza.
Jaemin asintió lentamente. —Eso parece. Pero la diferencia esta vez es que tú eres humano ahora. Tal vez sea por eso que esta vida se siente tan... intensa para él. Esta vez, sabe que perderte es una posibilidad real, porque ya no compartes la misma inmortalidad. Y quizás por eso siente esta urgencia, este deseo de aprovechar cada momento contigo.
Jungkook se quedó en silencio, procesando todo lo que Jaemin acababa de decir. Sabía que su relación con Jimin era especial, pero nunca imaginó que estuviera tejida a través de tantas vidas y memorias. Sin embargo, el peso de esa revelación lo hacía sentirse más humano que nunca, más vulnerable... y también más conectado a Jimin de lo que jamás habría creído posible.
Jungkook sintió el impulso de asentir, de decir las palabras de aliento que Jaemin parecía esperar, pero no encontró nada en su interior que pudiera responder. Lo único que sentía era una mezcla densa y sofocante de amargura y miedo, una certeza oscura que le susurraba que ningún optimismo podría cambiar el destino que ahora cargaba. Asintió brevemente, pero en cuanto soltó la mano de Jaemin y salió del consultorio, el peso de las palabras del médico cayó sobre él con una crudeza abrumadora.
Caminó sin rumbo por las calles, sin importar el tiempo ni la dirección. Sus pasos resonaban en el asfalto como golpes sordos, y cada latido de su corazón le recordaba que estaba avanzando, minuto a minuto, hacia un final que no podía evitar. Durante siglos, había tenido un cuerpo que no se cansaba, un tiempo que no se acababa, y ahora... ahora cada segundo le dolía en los huesos, le arrancaba algo, como si se estuviera desmoronando desde dentro.
Después de un rato, se detuvo frente a una cafetería, una de esas que había visto mil veces sin prestarle atención. Era irónico, pensó, que ahora sintiera la urgencia de experimentar cada cosa, de saborear hasta el más insignificante rincón de la vida, justo cuando la vida misma empezaba a escapársele. Entró, sin saber por qué, buscando algo que le diera un respiro en medio de su agonía silenciosa.
Al levantar la vista, su mirada se encontró con Jin, quien estaba sentado solo en una mesa, un libro abierto frente a él. La sorpresa y el alivio lo invadieron de golpe, como una marea. Apenas se dio cuenta de que las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas, incapaz de contenerlas. Sin decir una palabra, caminó hacia él.
Jin, al verlo, se levantó inmediatamente y lo abrazó con fuerza —Jungkook... ¿qué ocurre? —preguntó con suavidad, conduciéndolo a sentarse a su lado. Sus brazos seguían alrededor de él, como si quisiera protegerlo de algo que no comprendía del todo, pero que podía sentir en el temblor de Jungkook. Se apartaron un poco, y Jin lo miró a los ojos con la paciencia de alguien que estaba dispuesto a esperar cuanto fuera necesario—. Cuéntame. ¿Qué ha pasado?
Jungkook tomó una profunda respiración, intentando juntar las palabras que se le desmoronaban en la garganta. —Estoy envejeciendo, Jin... mi cuerpo... —La voz le temblaba y sentía la presión en el pecho volverse insoportable—. Recién salí de ver a Jaemin. Me dijo que mi cuerpo está... pagando por cada año que pasó en estasis. Que está envejeciendo a un ritmo acelerado para compensar todo el tiempo que lo forzamos a quedarse quieto.
Jin lo escuchaba en silencio, asimilando cada palabra con una expresión que pasó de la sorpresa al horror, y finalmente, a una serena compasión. —Eso es... —tragó saliva, el dolor reflejado en su rostro—. Eso es terrible, Jungkook. Lo siento mucho.
Jungkook rió amargamente, una risa rota que apenas se sostuvo antes de convertirse en un suspiro de derrota. —¿Sabes? Ahora entiendo por qué Seongjin estaba tan contento al final. —Se le quebró la voz al recordar la sonrisa del hombre que los había torturado durante tanto tiempo, esa sonrisa triunfante incluso en su derrota—. Acabamos con él, destruimos su laboratorio, y aun así... él logró acabar conmigo. Su última venganza fue devolverme la vida solo para verla desaparecer en mis propias manos.
Jin extendió una mano y la colocó sobre la de Jungkook, apretándola con la misma determinación que había visto en Jaemin antes. —No, Jungkook. No ha acabado contigo. Todavía tienes tiempo, y nosotros estaremos aquí para apoyarte en cada momento. No estás solo en esto. No lo estarás.
Pero las palabras de Jin, aunque llenas de afecto y buena intención, se sentían vacías en ese instante. Jungkook apartó la mirada, apretando los labios con amargura. —¿Por qué todos son tan optimistas? ¿Cómo pueden hablar como si esto fuera algo que podamos arreglar? —Su voz se quebró, y la frustración contenida estalló en sus palabras—. "Estaremos contigo", "te ayudaremos", ¿cómo van a hacerlo? ¿Qué se supone que pueden hacer si ni siquiera Jaemin, con toda su ciencia, puede detener esto?
Jin no respondió inmediatamente, manteniendo el contacto visual, sosteniéndolo con una calma casi dolorosa. —Lo digo porque lo creo. Porque en todos los siglos que te he conocido, nunca te vi como te vi ayer. Humano, sí, pero también feliz. No te engañes pensando que Jaemin no puede hacer nada. Él es capaz de cosas extraordinarias, y va a hacer todo lo que esté en sus manos para ayudarte a tener el mejor tiempo posible. —Su voz bajó, volviéndose apenas un susurro—. Y nosotros... nosotros también haremos todo lo que esté en nuestras manos para que, mientras dure, tengas una vida que valga la pena vivir.
Jungkook miró a Jin en silencio, sus ojos nublados por las lágrimas que se rehusaban a detenerse. —Es fácil decir eso cuando no eres tú quien siente cómo se desmorona con cada minuto. —La amargura le brotaba en cada palabra, cargada de una tristeza que no sabía cómo liberar—. Me quitaron el tiempo, Jin. Todo lo que quiero ahora... una vida normal, envejecer como una persona común... ni siquiera eso puedo tener. No soy una persona normal, y nunca lo seré.
Jin asintió, comprendiendo la complejidad de los sentimientos de Jungkook y respetando su dolor. —Entiendo, es natural que te sientas así. Nadie espera que lo aceptes de inmediato. Pero recuerda, aunque el tiempo que tengas pueda ser limitado... aún puedes vivirlo plenamente. Aprovecha cada momento, cada pequeña cosa. Nosotros estaremos aquí para ayudarte a hacerlo.
Jungkook dejó escapar un suspiro pesado, sintiendo que la calma en las palabras de Jin apenas lograba amortiguar la tormenta en su interior. Su mente, sin embargo, se aferró a esa idea, como si pretendiera hacerla real a la fuerza. Asintió lentamente, pero su voz sonó vacía al responder. —Tienes razón, Jin. —Forzó una sonrisa cansada—. Solo necesito encontrar la manera de aceptar esto y seguir adelante, ¿verdad?
Jin le sonrió con calidez, sin darse cuenta de la fragilidad detrás de la fachada de Jungkook, y apretó su mano una vez más. —Y lo harás. Eres más fuerte de lo que crees.
Jin observó a Jungkook en silencio durante un momento, midiendo el peso de sus palabras. Sabía que el dolor que Jungkook llevaba dentro no iba a disiparse fácilmente, y que cualquier consuelo sonaría hueco frente a la realidad ineludible que enfrentaba. Aún así, había algo que Jin sentía que debía compartir con él, algo que hasta ahora había guardado para sí mismo.
Tomando aire, Jin habló con una suavidad cautelosa, como si estuviera revelando un secreto. —Jungkook... hay algo que quizás debería decirte, algo que he estado guardando porque no quería preocuparte. Jimin... —Hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Jimin se mudó conmigo. Fue una decisión que tomamos entre Taehyung y yo, y creo que él estuvo de acuerdo en que era lo mejor.
Jungkook levantó la vista, sorprendido, con el ceño ligeramente fruncido. —¿Por qué se mudó contigo? ¿Le pasó algo?
Jin asintió lentamente, mirándolo con seriedad. —Quisimos mantenerlo alejado, al menos temporalmente, de las personas a las que más quiere... incluyéndote a ti. Jimin está luchando por controlar el ansia. Él dijo que... bueno, no es algo fácil de escuchar. —La voz de Jin tembló levemente, pero continuó—. Me dijo que, cuando llego a su casa conmigo y Minji lo abrazó, sintió una necesidad urgente de alimentarse. A pesar de su amor por su familia, por primera vez experimentó el impulso de verlos como una fuente de alimento, y eso lo aterrorizó.
Jungkook sintió un escalofrío recorrerle la espalda, una mezcla de tristeza y empatía por el sufrimiento de Jimin. —Entonces... él... ¿los asustó?
Jin suspiró, sus ojos reflejando una tristeza profunda. —No sé si "asustó" es la palabra correcta. Jimin intentó explicarse, intentó ser honesto con ellos, pero su madre y su abuelo... —hizo una pausa, la voz ahogada por la emoción—. Ellos no lo entendieron. Lo miraron con rechazo, con miedo. Su abuelo, especialmente, no soportó la idea de lo que Jimin se había convertido. Le dijeron que... que no volvieran hasta que pudiera controlarse... Sang-ho dijo que este Jimin no era su nieto, que es un monstruo que fue traído a la vida nuevamente que lo único que le queda para el resto de la eternidad es alimentarse de otras personas y ver a aquellos que ama morir.
Jungkook cerró los ojos un momento, dejando que la tristeza lo inundara. La imagen de Jimin, rechazado por sus propios seres queridos, sintiéndose monstruoso y apartado, era una imagen devastadora. Podía imaginarse el dolor en los ojos de Jimin, el golpe en su espíritu al ver a su propia familia mirarlo como si fuera una amenaza.
—Por eso Taehyung y yo estuvimos de acuerdo en que se mudara conmigo —continuó Jin, interrumpiendo sus pensamientos—. Le estamos ayudando a controlar el ansia, a entender su nueva naturaleza. Lo que él lleva dentro no es el mismo virus que tú o los otros vampiros han tenido. Es... algo más fuerte, más complejo. La diferencia en su tipo de transformación hace que sus deseos y su necesidad de sangre sean mucho más difíciles de manejar. Es casi como si el virus en él no solo buscara supervivencia, sino dominación total de sus impulsos.
—Eso explica muchas cosas —murmuró Jungkook, bajando la vista. Un dolor silencioso comenzó a envolverlo al darse cuenta de cuán poco podía hacer por Jimin en este momento.
Jin lo miró con compasión y preocupación, leyendo en el rostro de Jungkook el conflicto interno que lo atormentaba. —Quiero que sepas que Jimin te necesita. Aunque no pueda estar cerca de ti en este momento, todo lo que hacemos es para que él pueda regresar a ti, a una vida en la que pueda controlarse y estar contigo sin miedo.
Jungkook apartó la vista, luchando por mantener la calma. La frustración y la impotencia lo ahogaban; quería estar al lado de Jimin, ofrecerle apoyo, pero sabía que esa cercanía podía ser peligrosa. Todo parecía un cruel juego del destino: justo cuando había recuperado su humanidad, Jimin debía enfrentarse a su lado más oscuro, y ambos estaban atrapados en sus respectivas luchas.
—No es justo, Jin —murmuró, su voz llena de amargura—. No es justo que él tenga que pasar por esto. Después de todo lo que hemos enfrentado, después de tanto dolor... ahora debe cargar con este peso. ¿Por qué tiene que ser así?
Jin lo miró con tristeza, compartiendo ese mismo sentimiento. —No lo sé, Jungkook. Pero sé que Jimin es más fuerte de lo que creemos. Cada día luchara, y me demuestra que, a pesar de todo, el amor que siente por ti es lo que lo mantiene firme. Está dispuesto a enfrentarse a cualquier oscuridad por ti, y eso es lo único que importa ahora.
Jungkook tragó saliva, intentando procesar las palabras de Jin. Se imaginó a Jimin, solo en el departamento de Jin, luchando por controlar el ansia, enfrentando el dolor de haber sido rechazado por su propia familia. Ese pensamiento lo partía en dos, pero también le daba una nueva determinación. Si Jimin era capaz de enfrentarse a sus propios demonios por él, entonces Jungkook no podía permitirse rendirse, por muy doloroso que fuera su propio camino.
—No puedo estar ahí para él ahora —dijo finalmente, con una voz llena de dolor reprimido—, pero... si este tiempo separados lo ayuda a ser más fuerte, entonces... entonces estoy dispuesto a esperar.
Jin le apretó la mano, transmitiéndole toda la fuerza que podía. —Ambos están luchando sus propias batallas, pero al final... sé que podrán encontrarse de nuevo. Y cuando eso ocurra, todo esto habrá valido la pena.
Jin mantuvo su mano sobre la de Jungkook, y después de un momento de silencio, dejó escapar un suspiro, como si estuviera debatiéndose consigo mismo. Finalmente, decidió hablar.
—Por cierto... —empezó Jin, midiendo sus palabras—. Supe por Yoongi que lo acompañaste a su clase de danzas.
Jungkook levantó la vista, sorprendido. —Ah... sí, Jimin me pidió que fuera con él.
Jin asintió, pero su expresión era seria. —Yoongi me contó que estuvo vigilando a Jimin durante la clase, para asegurarse de que todo estuviera bajo control. Es algo que nos pusimos de acuerdo en hacer cuando Jimin salga de la casa. —Hizo una pausa, mirándolo con preocupación—. Yoongi me dijo que, aunque Jimin parecía tranquilo, notó que llegó contigo, y no puedo evitar preocuparme.
Jungkook frunció el ceño, confundido. —¿Qué tiene de malo? Jimin y yo solo... pasamos un rato juntos. No hubo problemas.
Jin suspiró, y su voz se tornó más firme, aunque en el fondo reflejaba su propio dolor por tener que decir aquello. —Jungkook, entiéndeme... Yo sé cuánto significan estos momentos para los dos. Pero estos encuentros podrían ser... problemáticos. Jimin todavía no tiene control completo sobre el ansia. Aunque él mismo probablemente no lo note, su vínculo contigo puede hacer que sus impulsos se vuelvan más intensos.
Jungkook sintió una punzada de frustración, pero asintió, entendiendo a lo que Jin se refería. —¿Estás diciéndome que no debería verlo?
—No es que no debas verlo, pero... necesitamos ser prudentes. —Jin le apretó la mano, tratando de transmitirle comprensión y apoyo—. Cada vez que se encuentra contigo, se enfrenta a una batalla interna que aún no está listo para ganar. Necesita tiempo para adaptarse completamente, para poder estar a tu lado sin que el ansia lo consuma.
Jungkook bajó la mirada, el dolor en su pecho intensificándose. Había esperado que al menos los breves momentos que podía compartir con Jimin fueran inofensivos, una pequeña escapatoria en medio de sus respectivas luchas. Pero ahora entendía que cada uno de esos encuentros podía tener consecuencias, y la última cosa que quería era poner a Jimin en peligro.
—Entonces... ¿qué sugieres? —preguntó en voz baja, tratando de contener su propia frustración.
Jin dudó un momento antes de responder. —Por ahora, solo puedo autorizar un encuentro más... hasta que veamos cómo progresa su adaptación. Sé que es poco, y sé que esto duele, pero necesito que confíes en mí. Es por el bien de Jimin. Si logramos que pase este tiempo concentrado en su control, en aprender a manejar su naturaleza, las posibilidades de que ambos puedan estar juntos de manera segura aumentarán.
Jungkook asintió lentamente, apretando los dientes. La idea de tener que limitar sus encuentros con Jimin, de no poder verlo tan seguido, era dolorosa. Pero sabía que Jin tenía razón, y que lo hacía por el bien de Jimin. Aunque doliera, aunque cada instante de espera fuera un recordatorio de lo frágil que era su conexión en aquel momento, tenía que ser paciente.
—Lo entiendo —respondió finalmente, aunque su voz apenas era un susurro. Levantó la vista hacia Jin, tratando de reunir fuerzas—. Solo... prométeme que cuando creas que está listo, me lo dirás.
Jin le sonrió con calidez, apretando su mano con cariño. —Lo prometo. Yo también quiero que ustedes estén juntos, de la manera en que merecen estarlo. Pero por ahora, cada paso que demos debe ser cuidadoso, y cada sacrificio que hagamos, por doloroso que sea, es para que el futuro que ambos desean pueda hacerse realidad.
Jungkook intentó absorber el optimismo de Jin, como si eso pudiera disipar la oscuridad que se cernía sobre él. Pero en el fondo, sentía que esas palabras de aliento eran como promesas vacías, espejismos en medio de un desierto. Sabía que su vida ahora tenía un límite, que el tiempo que le quedaba se consumía con cada latido de su corazón. ¿Cómo podía fingir entusiasmo cuando todo a su alrededor le recordaba que estaba destinado a desaparecer? Se tragó esas dudas, convencido de que compartirlas solo cargaría más a sus amigos.
Mientras continuaban hablando y compartiendo el café, Jungkook intentó concentrarse en la conversación, como si eso pudiera distraerlo de la angustia que lo invadía. Y en cierto modo, sentía que la compañía de Jin era una especie de ancla que lo mantenía firme. Quizás, con el apoyo de sus amigos, podría aprender a soportar el peso de esta nueva realidad.
Después de un momento de silencio, Jungkook levantó la vista y trató de cambiar el tema, buscando refugio en algo más ligero. —Jin, ¿cómo va tu proyecto final?
La pregunta pareció iluminar el rostro de Jin, feliz de hablar de algo positivo. —Estoy trabajando en un cuadro impresionista. En la universidad tomaron tu muestra de arte como trabajo final, así que ya no necesitas asistir. La próxima semana será la ceremonia de entrega de diplomas, así que deberás estar allí para dar los diplomas a los graduados... ya sabes que a ti ya ni siquiera te cuentan como alumno.
Jungkook levantó una ceja, genuinamente sorprendido. —¿En serio? Eso es genial, Jin.
Jin asintió, su sonrisa cálida y sincera. —Gracias, Jungkook. Ha sido un camino largo, pero finalmente está dando frutos.
Jungkook se obligó a devolverle la sonrisa, pero su mente volvía una y otra vez al peso del tiempo. Miró por la ventana y vio cómo el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados. Se perdió en el paisaje, sintiendo una mezcla de asombro y tristeza. —No recuerdo la última vez que vi un atardecer como humano... Es... hermoso.
Jin siguió la mirada de Jungkook, observando el atardecer junto a él por unos breves segundos, ya que pronto desvió la vista para evitar dañarse. —Sí, lo es. A veces nos olvidamos de apreciar las pequeñas cosas, ¿no?
Jungkook asintió, sintiéndose dividido. Parte de él quería abrazar esa belleza efímera, pero otra parte estaba consumida por la frustración de saber que cada uno de esos momentos era un recordatorio de su mortalidad. "No tiene sentido aferrarse a estas cosas," pensó, aunque no dijo nada. Sabía que sus amigos querían que viviera el presente, pero ¿cómo podía hacerlo cuando cada instante le recordaba lo que había perdido?
En ese momento, el teléfono de Jungkook vibró, sacándolo de sus pensamientos. Era Jimin. Su voz, como siempre, era un bálsamo en medio del caos.
—¿Puedes venir por mí a la academia? —preguntó Jimin, y Jungkook casi podía imaginar su sonrisa al otro lado de la línea.
—Claro, Jimin. Voy para allá —respondió, suavizando su tono, intentando sonar despreocupado, como si todo estuviera bien.
Colgó el teléfono y se volvió hacia Jin, buscando alguna señal de comprensión en su mirada. —Tengo que ir a buscar a Jimin a la academia.
Jin asintió, comprendiendo. —Ve con cuidado. Nos vemos luego.
Jungkook se levantó y, tras un abrazo rápido, se despidió de Jin. Salió de la cafetería con una sensación de vacío que el abrazo de Jin apenas había logrado mitigar. Mientras caminaba hacia la academia, la brisa fresca de la tarde y el susurro de las hojas parecían recordarle lo que estaba perdiendo, pero también lo que aún tenía. En su mente, los pensamientos oscilaban entre la gratitud y la desesperación.
A medida que avanzaba, intentó convencerse de que esas pequeñas cosas —el viento, el sonido de las hojas, la luz del atardecer— eran suficientes. Que podía conformarse con eso. Pero en su interior, la realidad seguía siendo una sombra amarga. Por fuera, intentaba mantenerse firme, pero por dentro sentía que se desmoronaba lentamente.
Jin permaneció sentado en la cafetería incluso después de que Jungkook se marchara, contemplando el atardecer que se desvanecía lentamente en el horizonte. Los tonos cálidos y dorados teñían el cielo y parecían abrazar el mundo en una calma melancólica, una que invitaba a la introspección. Mientras observaba el lento declive del sol, Jin pensaba en la fragilidad de la vida y en cómo, de alguna forma, él y sus amigos habían encontrado una fuerza única en la amistad que los unía. No importaban los desafíos que enfrentaran, siempre habían sido un refugio los unos para los otros, una red de apoyo que les permitía resistir cualquier tormenta.
Sin embargo, en medio de esos pensamientos, otro rostro surgió en su mente: el de Taehyung. La presencia de Taehyung en su vida había sido una chispa inesperada, una fuente de calidez y risa que lo había ayudado a recordar los días en que el amor era una promesa sencilla y segura. La comodidad que sentía a su lado era algo que no experimentaba desde... Namjoon. Era un sentimiento confuso, una mezcla de esperanza y vulnerabilidad, pero también algo profundamente cálido que le llenaba el pecho.
Jin se preguntaba si podría permitirse abrir su corazón una vez más. Si, después de haberlo cerrado tan herméticamente, podría darle otra oportunidad a la vida de sorprenderlo. Taehyung lo hacía sentir vivo, y mientras sus pensamientos vagaban por las posibilidades de un futuro junto a él, Jin sintió una suave sonrisa dibujarse en sus labios. Quizá, solo quizá, había espacio en su vida para un nuevo comienzo.
Inspirado por esa posibilidad, se levantó de la mesa y se dispuso a marcharse de la cafetería, la mente todavía flotando en esas ideas inexploradas, cuando escuchó una voz familiar que lo sacó de su ensueño.
—Jin... ¿podemos hablar?
Jin se giró y se encontró con Namjoon, quien lo miraba con una mezcla de seriedad y vulnerabilidad. La presencia de Namjoon en ese momento era como un eco del pasado, un recordatorio de aquello que había perdido y de las heridas que aún latían en el fondo de su corazón. Pero el rostro de Namjoon no mostraba el mismo brillo confiado de antaño; había en él una sombra, una culpa que parecía pesarle.
—Claro, Namjoon. —Jin asintió suavemente, indicando que estaba dispuesto a escuchar lo que fuera que él tuviera que decir.
Ambos caminaron en silencio hasta un rincón apartado, lejos de las miradas curiosas. Namjoon bajó la vista, sus ojos fijos en el suelo, como si las palabras que buscaba se le escaparan entre los dedos. Finalmente, respiró hondo y habló, su voz apenas un murmullo.
—Jin... he pensado mucho en lo que pasó entre nosotros —comenzó, con una seriedad que dejaba ver cuánto le había costado dar ese paso—. Sé que te lastimé, y que no tengo excusas para eso. —Hizo una pausa, tragando saliva, sus manos temblando ligeramente—. Nunca debería haberte tratado así, y lo lamento profundamente.
Jin escuchaba en silencio, sintiendo un nudo formarse en su garganta. Las palabras de Namjoon parecían abrir viejas heridas, pero también traían consigo una especie de alivio, como si finalmente pudiera soltar el peso que había cargado en silencio durante tanto tiempo. Sin decir nada, dio un paso adelante y envolvió a Namjoon en un abrazo.
Namjoon se quedó quieto, sorprendido al principio, pero luego cedió, apoyando su cabeza en el hombro de Jin, como si en ese abrazo encontrara un refugio que había perdido. Fue un momento cargado de un entendimiento silencioso, un cierre que ambos necesitaban para poder continuar.
—No tienes que disculparte más —susurró Jin, con una voz tan suave que apenas fue audible—. Todos cometemos errores, Namjoon. Y aunque dolió... también aprendí. Agradezco lo que compartimos, pero ambos hemos cambiado. Es momento de dejarlo atrás... tú debes estar con Hyejin y yo debo seguir adelante.
Namjoon se apartó lentamente, mirándolo con gratitud, como si las palabras de Jin hubieran aliviado una culpa que lo atormentaba. —Gracias, Jin. Por ser... tan generoso. —Su voz temblaba ligeramente, reflejando una mezcla de emociones.
Jin le dio una sonrisa cálida, un pequeño gesto que era a la vez un adiós y un perdón. —Considéralo un nuevo comienzo, Namjoon.
Namjoon asintió, sus ojos brillando con una nueva paz. —Nos vemos pronto, entonces.
Se despidieron con una sonrisa suave, y Jin observó cómo Namjoon se alejaba, su figura desapareciendo en la penumbra de la calle. Se quedó inmóvil, sintiendo una calma inesperada al verlo marcharse, como si el pasado finalmente hubiera quedado en su lugar, permitiéndole mirar hacia adelante sin remordimientos.
Sin embargo, una sombra en el borde de su visión lo hizo girarse de nuevo. Taehyung estaba allí, observándolo con una expresión cautelosa pero decidida. La luz tenue del atardecer dibujaba sombras suaves en su rostro, y en sus ojos brillaba una intensidad que Jin no había visto antes. Al ver la sorpresa en el rostro de Jin, Taehyung esbozó una sonrisa tímida, pero sus ojos reflejaban una vulnerabilidad que lo hacía parecer frágil y decidido al mismo tiempo.
Por un momento, Jin se quedó paralizado, mirándolo en silencio. Era como si todas las emociones y pensamientos que había tenido en la última hora culminaran en ese instante, en esa persona que lo esperaba en la penumbra con la paciencia y la ternura de quien comprende sin necesidad de palabras. Y entonces, sin pensarlo más, Jin dio un paso hacia él.
Taehyung apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que los labios de Jin se posaran sobre los suyos en un beso suave, lleno de una sinceridad que había estado escondida, esperando por el momento correcto. Taehyung se quedó inmóvil al principio, sorprendido por la intensidad del gesto, pero pronto cerró los ojos y correspondió al beso, sus manos encontrando los hombros de Jin y aferrándose a él, como si temiera que ese instante pudiera desvanecerse.
Cuando se separaron, ambos se miraron a los ojos, apenas unos centímetros de distancia entre ellos. Jin notó que Taehyung temblaba ligeramente, y en sus ojos oscuros había una mezcla de alegría, alivio y algo mucho más profundo.
—La vida es muy corta para seguir dando vueltas... es contigo con quien quiero estar, Taehyung —murmuró Jin, su voz cargada de una dulzura que hizo que el corazón de Taehyung se acelerara.
Taehyung lo miró con una sonrisa suave, una que irradiaba calidez y amor. —Jinnie... Yo también quiero estar contigo —respondió, su voz temblorosa pero firme.
Se quedaron así, mirándose, sintiendo la brisa fría de la noche envolviéndolos mientras el mundo seguía su curso. Para ellos, el tiempo parecía haberse detenido en ese instante perfecto, en el que el pasado se había desvanecido y solo quedaba el ahora. Por primera vez, Jin sintió que podía dejar atrás todo lo que lo había retenido, todo el miedo y el dolor. Ahora, frente a Taehyung, tenía un nuevo comienzo.
Con sus manos entrelazadas, ambos comenzaron a caminar bajo las luces de la calle, y Jin se permitió imaginar el futuro. No sabía qué les depararía, pero de algo estaba seguro: de la mano de Taehyung, estaba listo para enfrentar cualquier cosa.
Jungkook llegó a la academia con una ligera sensación de expectación arremolinándose en su pecho. Apenas entró al edificio, se encontró con Yoongi y Hoseok, quienes estaban conversando en el vestíbulo. Al verlo, ambos se giraron hacia él, sonriéndole con esa familiaridad que solo los amigos de toda la vida pueden ofrecer.
—¡Jungkook! —exclamó Yoongi, su tono cálido—. Jimin te está esperando en el salón A-13, en el piso de arriba... sabes que debes-
—Lo se, Yoongi. Solo quiero aprovechar este momento, hasta que pueda volver a verlo.
Jungkook asintió, sonriendo en reconocimiento a Hoseok antes de encaminarse hacia las escaleras. Cada escalón que subía parecía intensificar el latido en su pecho, como si, de alguna manera, supiera que lo esperaba algo más que una simple reunión. Al llegar al salón, tomó una profunda respiración y abrió la puerta.
Cuando Jungkook entró en el salón A-13, se quedó quieto un instante, observando a Jimin en medio de la habitación, bañado por la luz cálida del atardecer que se colaba por las ventanas. Los últimos rayos del sol se reflejaban en los espejos de la sala, envolviendo a Jimin en un resplandor dorado que lo hacía parecer etéreo, casi irreal. Jungkook sintió que su corazón se detenía un segundo, fascinado por la escena frente a él.
Jimin sonrió al verlo y avanzó unos pasos, su presencia llenando la sala. —Pensé que podríamos intentar algo diferente hoy —dijo, con un brillo juguetón en sus ojos—. Quiero enseñarte a bailar un vals.
Jungkook soltó una carcajada, sorprendido por la propuesta y por la imagen de sí mismo intentando algo tan elegante. —¡Sí que eres cómico, Jimin-ssi! Él que sabe bailar aquí eres tú.
Jimin sonrió, esa sonrisa suave y segura que solo él sabía poner cuando estaba a punto de desafiar a Jungkook. —Pero puedo enseñarte. Confía en mí.
Jungkook suspiró, fingiendo resignación. —Está bien, guíame entonces.
Jimin dio un paso adelante y tomó la mano de Jungkook, llevándola con delicadeza hacia su espalda. La piel de Jimin era cálida bajo sus dedos, y el contacto despertó en Jungkook un escalofrío que lo recorrió de pies a cabeza. —Primero, tu mano aquí —susurró Jimin, sin apartar sus ojos de los de él, como si estuviera estableciendo una conexión más profunda.
La otra mano de Jimin se posó en el hombro de Jungkook, y sus cuerpos quedaron tan cerca que podían sentir el ritmo pausado de sus respiraciones sincronizándose. Jungkook tragó saliva, consciente de la cercanía de Jimin, de sus rostros apenas separados por unos centímetros. La mirada de Jimin se suavizó y se llenó de algo que parecía entre nostalgia y deseo.
—¿Qué debería hacer ahora? —preguntó Jungkook, su voz un susurro, como si no quisiera romper el hechizo de ese momento.
Jimin sonrió, mirándolo con una ternura que hizo que el corazón de Jungkook latiera aún más rápido. —Nos acercamos de esta forma —dijo, y se deslizó un poco más cerca de él, hasta que Jungkook pudo sentir la calidez de su cuerpo tan cerca del suyo que apenas podía pensar en otra cosa.
Jungkook, nervioso y torpe, movió el pie bruscamente, tropezando un poco, lo que provocó que Jimin riera, su risa suave resonando en el aire como una caricia. —Intenta hacerlo más suave —dijo Jimin, apretando la mano de Jungkook para tranquilizarlo—, piensa que estás pisando una nube.
Jungkook respiró hondo y lo intentó de nuevo, moviendo el pie con mayor suavidad. Esta vez, Jimin asintió con aprobación, y Jungkook sintió una satisfacción inexplicable por haberlo hecho bien. Jimin continuó con las indicaciones, susurrando cada paso en un tono que era más íntimo que una instrucción, como si cada palabra estuviera cargada de una promesa.
—Ahora, adelanta el pie derecho para que los dos queden a la misma altura —dijo Jimin, y sus manos se deslizaron desde el hombro de Jungkook hacia su cadera en un movimiento lento, casi reverente.
Jungkook sintió el toque de Jimin en su cadera, sus dedos cálidos y ligeros, como un ancla que lo mantenía en el momento presente. Se le hacía difícil concentrarse en los pasos, porque cada roce, cada mirada que intercambiaban lo llevaba a un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido.
—Ahora, mueves el pie izquierdo hacia el derecho, de modo que queden juntos —Jimin habló en un susurro, y su aliento rozó el rostro de Jungkook, despertando una calidez que se extendió por todo su cuerpo.
Jungkook obedeció, y pronto sus movimientos se hicieron más fluidos, dejándose guiar por la voz y el tacto de Jimin. Cuando Jimin encendió una pequeña música, ambos comenzaron a moverse al ritmo suave y elegante de la melodía. Sus pasos se sincronizaron, sus miradas se entrelazaron, y la danza se transformó en algo más, en un lenguaje silencioso que solo ellos compartían.
Poco a poco, sus movimientos se volvieron más lentos, más cercanos, hasta que ya no estaban bailando tanto como abrazándose. Jungkook sintió los brazos de Jimin rodeándolo con suavidad, y sin pensarlo, lo atrajo aún más hacia él. Los dos dejaron de moverse, pero permanecieron en la misma posición, sus cuerpos pegados, sus corazones latiendo al unísono.
—¿Te das cuenta de lo cerca que estamos? —murmuró Jimin, su voz apenas audible, como si temiera romper la magia.
—Sí... —respondió Jungkook, sin saber qué más decir, porque en realidad, en ese momento, las palabras eran innecesarias.
Jimin alzó la vista y lo miró directamente a los ojos. Sus pupilas reflejaban una mezcla de vulnerabilidad y valentía, y antes de que Jungkook pudiera procesar lo que veía en esa mirada, Jimin se inclinó hacia él, reduciendo aún más la distancia que los separaba.
Cuando sus labios finalmente se encontraron, el tiempo pareció detenerse por completo. Fue un beso suave, lento, que no necesitaba prisa ni promesas. El roce de sus labios era una declaración en sí misma, un pacto silencioso de dos almas que, a pesar de todas las adversidades, habían encontrado refugio la una en la otra.
Jungkook respondió al beso, profundizándolo con una intensidad que lo sorprendió a él mismo. Era como si quisiera grabar en su memoria cada segundo, cada sensación, como si supiera que ese momento era uno de esos que se guardan en lo más profundo del corazón, intocados e inalterables.
Cuando sus labios finalmente se separaron, ambos quedaron inmóviles, atrapados en la intensidad de la conexión que acababan de compartir. Sus respiraciones se entrelazaban en el aire cálido, y en sus ojos brillaba una mezcla de emociones profundas, cargadas de promesas no dichas.
—¿Sabes? —murmuró Jimin, rompiendo el silencio con una sonrisa suave y juguetona—. Creo que aprendiste a bailar muy bien.
Jungkook soltó una risa, esa risa genuina que iluminaba sus ojos y llenaba el espacio entre ellos de una calidez innegable. —Bueno, creo que el mérito es del maestro. Sin ti, nunca habría aprendido.
Pero Jimin mantuvo la mirada, y la chispa juguetona en sus ojos se desvaneció, revelando una vulnerabilidad que Jungkook no esperaba. —¿Estás... bien? —preguntó en voz baja, como si temiera la respuesta.
Jungkook quedó desconcertado, pero antes de que pudiera responder, Jimin se aferró a él, rodeándolo con sus brazos y acercándose aún más, como si temiera que el tiempo o el destino pudieran arrebatárselo en cualquier instante. Jungkook sintió el peso de esa pregunta, la preocupación profunda en el abrazo de Jimin, y el ligero temblor en sus dedos, que dejaba al descubierto un miedo que ambos compartían.
—Escucha, Jiminnie... —susurró Jungkook, sus palabras llenas de ternura mientras sus dedos recorrían con delicadeza el cabello de Jimin—. No puedo mentirte. Hoy fui a ver a Jaemin y... —Hizo una pausa, luchando por encontrar las palabras—. Me dijo que mi cuerpo está envejeciendo, Jimin. Los años que debí vivir como humano... están alcanzándome de golpe.
Los ojos de Jimin se abrieron, llenos de una mezcla de sorpresa y angustia. —Entonces... Seongjin... él tenía razón.
Jungkook frunció el ceño, confundido. —¿A qué te refieres?
Jimin tragó saliva, bajando la mirada. —Antes de que acabara con él, me dijo que... nunca podrías volver a ser vampiro. La cura que te dio destruye cualquier rastro del virus en tu cuerpo. Serás humano hasta que... hasta que el tiempo decida.
Las palabras se quedaron suspendidas en el aire, pesadas, ineludibles. Jungkook alzó la mano y acarició el rostro de Jimin, guiándolo para que lo mirara de nuevo.
—No quiero que pienses en el futuro —le dijo con voz firme, sus dedos trazando líneas suaves sobre la piel de Jimin—. Solo quiero que pensemos en hoy, en este momento. Estás aquí, conmigo, y eso es lo único que importa.
Jimin asintió, pero no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a brotar de sus ojos. La idea de perder a Jungkook, de enfrentarse a la eternidad sin él, era una carga que le resultaba insoportable. Había pasado toda su vida sin temer a la muerte, pero ahora... ahora todo había cambiado.
Jungkook sintió la tristeza de Jimin, y sus propios ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. —Jimin, mi existencia nunca debió hacer que cargues con la inmortalidad como un peso —susurró, con la voz quebrada—. Merecias vivir, disfrutar de cada etapa de la vida... desde la adultez hasta la vejez. Yo... no quiero que te ates a algo que puede hacerte daño cuando ya no este contigo.
Jimin negó con la cabeza, apretándose contra el pecho de Jungkook. —Si tuviera la oportunidad de elegir, lo haría sin dudar. Cargaría con la inmortalidad si eso significa que podré estar contigo... siempre. —La voz de Jimin se quebró, y Jungkook sintió el amor desesperado que resonaba en cada palabra, el sacrificio que Jimin estaba dispuesto a hacer.
Sin poder contenerse, Jungkook lo abrazó con más fuerza, apoyando su cabeza en el hombro de Jimin mientras las lágrimas rodaban por su rostro. La idea de un mundo sin Jimin, de una eternidad sin su sonrisa, era devastadora. Y aun así, sabía que tenía que ser fuerte, por él, por ambos.
—Entonces... —susurró finalmente—, vivamos cada momento como si fuera el último, con una sonrisa en el rostro. Fue lo que tú me enseñaste, amor.
Jimin sonrió entre lágrimas al escuchar el apodo, sintiendo cómo su corazón latía más rápido ante la calidez de las palabras de Jungkook. Entonces, acercó sus labios a los de él, buscando refugio en ese beso, dejando que el contacto calmara sus miedos y que el amor que compartían llenara el vacío que la incertidumbre había creado.
Cuando se separaron, ambos quedaron sumidos en un silencio profundo, inmersos en la intensidad de lo que acababan de compartir. Jungkook, con la respiración aún agitada, observó a Jimin, tratando de leer en sus ojos los secretos y recuerdos que parecían guardar.
Jimin tomó aire, rompiendo la calma con una voz suave y cargada de algo más allá del presente. —¿Te he contado alguna vez... sobre nuestras vidas pasadas?
Jungkook parpadeó, sorprendido. —¿Nuestras... vidas pasadas?
Jimin asintió, sus ojos tornándose más oscuros, como si estuviera viendo algo que solo él podía recordar. —Sí. Tú y yo... nos hemos encontrado antes, en otras épocas, en otras pieles. A veces como amigos, otras como desconocidos, y en algunas... como amantes. Pero siempre, de alguna manera, volvemos a cruzarnos.
Jungkook lo miraba fascinado, casi conteniendo la respiración, sintiendo que las palabras de Jimin resonaban en algún rincón profundo de su ser, en un lugar que no alcanzaba a entender del todo. —¿Y cómo... cómo éramos? ¿Cómo me veías... en esas vidas?
Jimin sonrió, una sonrisa suave y melancólica. —Recuerdo una vida en la que fui un rey en la Dinastía Goryeo, y tú... eras mi asistente, el hombre en quien más confiaba. En esa vida, los astros predijeron una tragedia, y, aunque traté de evitarlo, el destino fue implacable. Fuiste envenenado por las intrigas de la corte, y cuando llegué a tu lado, ya era demasiado tarde.
Jungkook tragó saliva, su corazón latiendo cada vez más rápido. —¿Y en otras vidas?
Jimin bajó la mirada, como si recordara una herida antigua. —En otra, éramos guerreros luchando codo a codo. Moriste en la batalla, y yo continué en el campo, buscando venganza. En otra vida, fuimos poetas que compartían versos bajo la luna, hasta que un día desapareciste sin dejar rastro. Y en otra, fuiste un soldado y yo... un mayor. En esa, fui yo quien murió primero.
Cada palabra de Jimin se sentía como un eco de recuerdos antiguos, como si el peso de esas vidas pasadas se derramara en ese momento. Jungkook sintió cómo una lágrima escapaba de su ojo, atrapado en la historia que Jimin le susurraba.
—Y ahora estamos aquí —murmuró Jungkook, su voz apenas un susurro—. Una vez más.
Jimin asintió, tomando la mano de Jungkook con una ternura infinita. —Sí. Esta vez en esta vida, en esta piel... Y no importa cuánto tiempo nos quede, porque siempre vamos a encontrarnos. Pase lo que pase, en esta vida o en otra, nuestras almas seguirán buscándose.
Jungkook no supo qué decir, solo apretó la mano de Jimin, temiendo que ese recuerdo compartido pudiera desvanecerse en cualquier momento. En ese instante, no había dudas ni miedos, solo ellos, juntos, bajo la luz suave del atardecer que se filtraba por las ventanas.
Jimin finalmente rompió el silencio con una sonrisa triste. —Por eso te amo, Jungkook. Porque, aunque en cada vida llegamos con cicatrices nuevas, siempre logramos reconocernos. Quizá por eso nunca he temido lo que vendrá. Siempre habrá un nuevo comienzo, incluso cuando creamos que todo ha terminado.
Sin poder contenerse, Jungkook lo abrazó de nuevo, cerrando los ojos y dejándose envolver en la promesa que compartían. —Entonces... prometo buscarte en cada vida, Jimin. Te encontraré una y otra vez, hasta el final de los tiempos.
Ambos permanecieron en silencio, sin soltar ese abrazo. En esa pequeña eternidad, se sintieron invencibles, sabiendo que su amor trascendía el tiempo y cualquier límite que el destino intentara imponerles.
—¿Me acompañas a casa? Más bien... a la de Jin —preguntó Jimin, sus ojos aún brillando con lágrimas que reflejaban la luz tenue del atardecer. Pero en medio de la tristeza que ambos compartían, había una determinación en su mirada, un brillo de esperanza que le daba fuerza.
Jungkook asintió sin decir una palabra, tomando la mano de Jimin con infinita suavidad, como si esa simple unión de dedos fuera una promesa que trascendía las palabras. Sus manos se entrelazaron naturalmente, encajando como si hubieran estado esperando este momento toda una vida. A medida que comenzaban a caminar juntos, un aire de tranquilidad los envolvió; era como si el mundo a su alrededor se difuminara, dejándolos a ellos dos en una burbuja de paz y de amor.
A medida que avanzaban, cada paso los acercaba más, no solo físicamente, sino espiritualmente. La brisa nocturna les acariciaba los rostros, y las luces de la ciudad, que comenzaban a encenderse, creaban un juego de sombras que los hacía sentir como si estuvieran en otro tiempo, en otro mundo. Sus manos permanecían unidas, y de vez en cuando, Jungkook apretaba ligeramente los dedos de Jimin, como para asegurarse de que él estaba allí, de que todo esto era real.
Ambos caminaban en silencio, pero no era un silencio incómodo. Era el tipo de silencio que se comparte con alguien que conoce cada rincón de tu alma, con alguien que ha caminado contigo en cada vida pasada, y que promete estar allí en cada vida futura. Cada paso, cada mirada que intercambiaban, era una reafirmación de esa promesa eterna. Jungkook sentía cómo la suavidad de la mano de Jimin en la suya, cálida y frágil, le recordaba la humanidad que acababa de recuperar, y al mismo tiempo, le hacía consciente de lo fugaz y valioso de cada instante juntos.
Finalmente llegaron a la puerta del departamento de Jimin. Ahí, frente a la entrada, Jimin hizo un gesto como si fuera a soltar la mano de Jungkook, pero este lo detuvo, atrayéndolo hacia sí con un abrazo firme y protector. Se miraron a los ojos durante un largo momento, y entonces Jungkook inclinó su rostro hacia el de Jimin, dejando un beso en sus labios, breve pero cargado de significado. Fue un beso de despedida y bienvenida a la vez, una forma de decir "te cuido" y "te espero", de transmitirle que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre estaría a su lado.
Jimin cerró los ojos durante ese beso, dejándose llevar por la calidez de los labios de Jungkook, y cuando se separaron, lo miró con un amor profundo que hacía brillar su rostro bajo las luces de la entrada. La vulnerabilidad y la fortaleza se mezclaban en su expresión, y durante unos segundos, ambos quedaron atrapados en esa mirada, en esa unión silenciosa que decía mucho más de lo que cualquier palabra podría expresar.
—Gracias por acompañarme, Jungkookie —murmuró Jimin en un susurro que parecía destinado solo a ellos dos. Su voz era suave, llena de gratitud, y sus ojos transmitían un amor que no conocía fronteras.
Jungkook lo miró con ternura, como si estuviera grabando cada línea de su rostro, cada detalle de esa noche en su memoria. Su mano se deslizó suavemente por la mejilla de Jimin, acariciándola con una devoción absoluta. —Gracias a ti... por darme este momento, por dejarme ser parte de tu vida... de todas tus vidas.
Jimin sonrió, y aunque intentaba mantenerse firme, no pudo evitar que una nueva lágrima rodara por su mejilla. Jungkook, sin pensarlo, la atrapó con el pulgar, sosteniéndolo en un gesto tan íntimo que parecía eterno. En ese momento, ninguno de los dos quiso decir más, porque las palabras habrían roto el hechizo.
Sin embargo, justo cuando parecía que Jimin iba a entrar al departamento, Jungkook lo tomó de la mano nuevamente y lo acercó a su cuerpo. Sus ojos se encontraron, y Jungkook, con una sonrisa traviesa y los nervios en punta, se inclinó otra vez hacia él, esta vez con más seguridad, y lo besó de nuevo, esta vez con una intensidad contenida, como si tratara de transmitir en ese gesto todo lo que sentía y que aún no había dicho. Jimin se dejó llevar, envolviendo los brazos alrededor de su cuello, y el mundo a su alrededor desapareció, dejándolos en una eternidad propia, donde solo existían ellos dos y el latido sincronizado de sus corazones.
—Si vas a besarme, hazlo como corresponde, Jiminnie —susurró Jungkook contra sus labios, sus palabras entrelazadas con una risa suave que parecía iluminar la noche.
Jimin rió también, y su voz tembló un poco al responder, tratando de ocultar el estremecimiento que le recorría el cuerpo. —E-está bien... como corresponde entonces.
Y esta vez, lo besó sin reservas, un beso que no solo decía "te quiero", sino también "te he querido siempre, en cada rincón del tiempo". Un beso que parecía romper todas las barreras, que iba más allá de lo terrenal, alcanzando el eco de todas sus vidas pasadas. Era un beso de amor, de compromiso y de aceptación, un recordatorio de que estaban destinados a encontrarse una y otra vez, sin importar el precio que tuvieran que pagar.
Cuando al fin se separaron, ambos respiraban agitados, como si acabaran de vivir algo mucho más grande que ellos mismos. Se miraron durante unos instantes más, ambos atrapados en ese silencio íntimo que solo los amantes conocen. Había una mezcla de emociones en los ojos de Jungkook—amor, nostalgia, y una ternura que parecía infinita.
Jimin fue el primero en desviar la mirada, con una sonrisa tímida que lo hacía parecer vulnerable y encantador. —Debo irme... si no, Jin se pondrá como loco. No sé cuándo podré volver a verte, pero... espérame, por favor. —Su voz fue un susurro lleno de anhelo, como si cada palabra llevara consigo una promesa que el tiempo intentaría poner a prueba.
Jungkook asintió lentamente, su mano aún entrelazada con la de Jimin, reacia a soltarla. Observó sus dedos, como si al soltarlos el hechizo que los mantenía juntos pudiera romperse. Pero entonces una idea cruzó por su mente. Con una media sonrisa, llevó su mano libre al bolsillo de su pantalón y sacó un marcador negro, girándolo entre sus dedos mientras lo mostraba.
Jimin lo miró, confundido, con una sonrisa curiosa. —¿De dónde sacas esas cosas? —preguntó, divertido.
Jungkook se encogió de hombros con un aire de falsa indiferencia. —Soy artista, Jimin. Necesito tener algo a mano para cuando la inspiración me alcanza. —Sonrió, travieso, y luego tomó delicadamente el brazo de Jimin, acercándolo hacia él con una ternura infinita—. Ahora quédate quieto.
Jimin lo miraba con una mezcla de curiosidad y anticipación, sin decir una palabra mientras Jungkook destapaba el marcador y comenzaba a dibujar sobre su piel. Con trazos suaves, casi reverentes, empezó a esbozar una serie de estrellas que recorrían el brazo de Jimin desde su muñeca hasta el codo. Pequeñas y delicadas, algunas estrellas eran apenas puntos, mientras que otras eran más grandes, con rayos que se extendían, como si quisieran iluminar cada centímetro de su piel.
Cuando terminó con las estrellas, Jungkook hizo una pausa, levantando la vista hacia los ojos de Jimin antes de dibujar una pequeña mariposa justo encima de su muñeca. La mariposa parecía estar en pleno vuelo, como si se deslizara por un cielo lleno de estrellas, y cada línea estaba trazada con una precisión que solo un artista enamorado podría lograr.
—Ahí está —dijo Jungkook, sonriendo con orgullo, sin dejar de observar su obra sobre la piel de Jimin—. Para que tengas algo que te recuerde a mí... hasta que podamos volver a vernos.
Jimin miró su brazo con fascinación, pasando los dedos por el dibujo como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier momento. Había algo simbólico en esas estrellas y esa mariposa, algo que hablaba de su conexión más allá de las palabras, más allá de los encuentros y las despedidas. Era un recordatorio de que, aunque el tiempo y la distancia se interpusieran, siempre habría algo de Jungkook grabado en su piel, en su memoria.
—¿Sabes el significado que algunas personas le dan a las mariposas? —preguntó Jungkook en un susurro, sin apartar la mirada de él.
Jimin asintió, sus ojos llenos de un brillo que Jungkook solo había visto en los momentos más íntimos. —Es transformación, renacimiento... también fragilidad. Pero al mismo tiempo, es libertad. —Sus palabras flotaron en el aire, llenas de significados ocultos que solo ellos comprendían.
Jungkook sonrió, asintiendo lentamente. —Exacto. Igual que nosotros. Tal vez no sepamos lo que el futuro nos depara, pero cada uno de estos dibujos, cada estrella y cada línea... están ahí para recordarte que yo siempre voy a estar contigo, incluso cuando no pueda estar a tu lado.
Jimin tragó con dificultad, y Jungkook notó cómo sus manos temblaban ligeramente. Apretó el brazo de Jimin con suavidad, tratando de transmitirle seguridad. —Cuando te sientas solo, o si alguna vez te invade el ansia... recuerda que yo estoy aquí —murmuró, sus dedos acariciando las estrellas que acababa de dibujar—. Cierra los ojos y piensa en este momento. Y cuando estés listo, vuelve a mí.
Jimin asintió, mordiéndose el labio para contener las lágrimas. El peso de la despedida, la incertidumbre del tiempo que pasarían separados, todo parecía desvanecerse en ese instante. Estiró su brazo hacia su rostro y besó el dibujo, cerrando los ojos como si quisiera absorber cada trazo, cada símbolo.
—Gracias, Jungkookie. —Su voz era apenas un murmullo, lleno de gratitud y amor—. Esto significa más de lo que puedes imaginar.
Finalmente, Jimin soltó la mano de Jungkook, aunque su mirada seguía fija en él, como si intentara grabar cada detalle de su rostro en su memoria. Al alejarse hacia la puerta, se giró una última vez, sosteniendo su brazo para mostrarle el dibujo.
—Prometo volver a ti —dijo, con una sonrisa suave—. Hasta entonces, estas estrellas y esta mariposa serán mi ancla.
Jungkook asintió, su propio corazón latiendo con fuerza mientras veía a Jimin desaparecer tras la puerta. El vacío en su pecho estaba ahora lleno de una esperanza renovada, de una promesa silenciosa que sabían que cumplirían, sin importar lo que les esperara.
Con un suspiro profundo, guardó el marcador en su bolsillo y se dirigió hacia su casa, sintiendo que, aunque la despedida era amarga, el amor que compartían siempre los uniría, como las estrellas que ahora brillaban sobre la piel de Jimin.
🌟
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro