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🦋𝟐𝟓🦋

Yoongi, Jaemin y Eunwoo observaban a Jungkook mientras él devoraba su comida con una avidez casi insaciable, como si en cada bocado estuviera redescubriendo el mundo. Ya iba por su sexto plato de ramen, y en cada sorbo de caldo, en cada bocado de fideos, se percibía una mezcla de hambre y éxtasis que hacía tiempo no veían en él. La escena tenía algo de encantamiento, de magia; ver a Jungkook, quien hasta hacía poco era una figura de piel pálida y sangre fría, entregarse con tan humana alegría a un placer tan mundano como la comida parecía, en sí mismo, un milagro.

Cada detalle en él parecía haber cambiado, como si una chispa vital lo iluminara desde adentro. Su piel, antes de un tono casi etéreo, ahora tenía un leve toque dorado, una calidez que contrastaba con su aspecto anterior. Sus ojos, que solían estar ensombrecidos y distantes, brillaban ahora con una vitalidad nueva, como si de pronto el mundo entero hubiera vuelto a interesarle. Y el calor de su cuerpo, un calor tangible, llenaba la sala, haciéndose sentir como una hoguera en una noche fría. Incluso el sonido de su respiración, pausada y profunda, y el latido constante de su corazón, parecían habitar el aire, envolviendo a sus amigos en una presencia humana y plena que casi habían olvidado.

—Nunca pensé que vería esto —murmuró Yoongi, sin poder ocultar el asombro en su voz—. Es como si fueras una persona completamente nueva, Kook.

Jungkook levantó la mirada de su plato, y en su sonrisa había algo casi infantil, una felicidad pura y sin complicaciones, como la de un niño que descubre el sabor de la fruta por primera vez. —Yo tampoco lo esperaba. Es extraño, pero... también es increíble. Sentir mi corazón latir, tener hambre de verdad... —Sacudió la cabeza con una sonrisa que era, a partes iguales, incredulidad y maravilla—. Son cosas que pensé que no volvería a experimentar.

Jaemin se rió suavemente, relajado al ver a su amigo tan lleno de vida. —Bueno, parece que te estás adaptando rápido. ¿Cuántos platos llevas ya?

—Este es el sexto —respondió Jungkook con una risa un poco avergonzada, rascándose la nuca—. No puedo evitarlo, ¡todo sabe tan bien! Es como si cada sabor fuera una revelación.

Eunwoo lo miraba con una mezcla de asombro y una sombra de preocupación, algo en sus ojos delatando una duda que no quería expresar en voz alta. Sin embargo, decidió ser honesto. —¿Cómo te sientes, Kook? Quiero decir... físicamente. ¿Es todo tan bueno como parece?

Jungkook dejó los palillos sobre la mesa y entrelazó las manos frente a él, sus ojos perdiéndose en algún punto más allá de la sala. Su sonrisa se desvaneció ligeramente. —Me siento... vivo. Es extraño decirlo en voz alta, pero Seongjin me hizo ver que mi falta de control sobre la sed era un defecto en el virus. Nunca me adapté completamente. Por eso, incluso después de tantos siglos, siempre estuve luchando contra algo que no podía dominar. —Se quedó en silencio por un momento, como si sus pensamientos lo alejaran a un lugar oscuro—. Pero... también estoy preocupado.

Yoongi frunció el ceño, atento a ese cambio de tono, percibiendo en sus palabras una profundidad que no había anticipado. —¿Preocupado? ¿Por qué?

Jungkook tomó aire y miró a sus amigos, dejando que en sus ojos se viera el peso de su inquietud. —Es por Jimin. Ahora él es un vampiro, y sé lo difícil que puede ser adaptarse a esa realidad... la sed, el miedo constante de lastimar a quienes amas, la soledad de saberte distinto. Es un infierno que yo mismo viví durante tanto tiempo, y no quiero que él pase por eso.

Jaemin asintió, sus ojos reflejando comprensión y empatía. —Jimin es fuerte. Sabes que lo es. Y tiene algo que ninguno de nosotros tuvo en su momento: a ti, y a nosotros. Estaremos aquí para ayudarlo a adaptarse, para que no esté solo en esto.

Eunwoo, que se mantenía en silencio, dio un paso adelante y colocó una mano firme en el hombro de Jungkook, transmitiéndole apoyo a través de ese contacto sencillo y honesto. —Vamos a cuidarlo, Jungkook, igual que a ti.

Jungkook asintió lentamente, pero sus pensamientos seguían enredados en una maraña de incertidumbres. Sabía, quizá mejor que nadie, el abismo en el que Jimin estaba a punto de adentrarse: esa sed que parecía devorar desde adentro, la culpa que acechaba en cada esquina, el miedo a perderse en la oscuridad. Antes, cuando él mismo era vampiro, hubiera sabido cómo sostenerlo, cómo guiarlo... pero ahora, convertido en humano, se sentía frágil, vulnerable de una manera que apenas estaba empezando a entender. ¿Sería capaz de proteger a Jimin? ¿Sería capaz de ser para él el refugio que siempre había querido ofrecerle?

—Gracias, chicos. Pero esto del vampirismo... —murmuró finalmente, su voz cargada de una tristeza resignada—. Puede quebrar incluso a la persona más fuerte. Jimin va a necesitarme, y no estoy seguro de que yo... —Hizo una pausa, incapaz de encontrar las palabras adecuadas, luchando por controlar la emoción que se agolpaba en su garganta.

Yoongi le dedicó una sonrisa comprensiva, una sonrisa llena de ternura y de promesas silenciosas. —Lo sabemos, Kook. Pero ahora también necesitas cuidarte tú. —Posó una mano tranquilizadora en su hombro—. Dormir, reponer fuerzas. Es tu primera noche como humano en siglos, y tu cuerpo lo necesita. Nosotros nos quedaremos contigo, velando tu descanso.

En las palabras de Yoongi y en la firmeza de sus miradas, Jungkook sintió el apoyo de sus amigos como un abrazo invisible, una red que lo sostenía. Sus rostros, iluminados por la suave luz de la mañana que entraba por la ventana, le parecieron más reales, más queridos que nunca. Y por primera vez en mucho tiempo, se permitió descansar en ese amor, en la certeza de que no estaba solo.

El grupo decidió acompañarlo hasta su casa, y juntos caminaron en silencio por las calles nocturnas, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Jungkook avanzaba a paso lento, dejándose envolver por la frescura del aire que le acariciaba el rostro, sintiendo cómo cada inhalación se expandía en su pecho, llenándolo de una calma casi desconocida. Era como si cada respiro fuera un descubrimiento, una reafirmación de su humanidad recién recuperada. Hasta el roce de la brisa contra su piel le parecía ahora más intenso, más íntimo; un recordatorio de que había regresado al mundo de los vivos, de lo sensible y lo tangible.

El latido de su corazón resonaba en sus oídos, un pulso rítmico y constante que, lejos de inquietarlo, le brindaba una sensación de paz profunda. Aquel latido, antes ausente, lo conectaba con un flujo de vida que hacía tiempo no experimentaba. La calidez de su propia piel, una tibieza tenue pero persistente, se sentía como una promesa: el recordatorio de una fragilidad que ahora lo definía, pero que también lo hacía sentirse real de nuevo, vulnerable, y por lo tanto, intensamente vivo.

A su alrededor, la ciudad se desplegaba con una claridad renovada. Las luces difusas de los postes de la calle, el murmullo lejano del tránsito, las sombras que se alargaban bajo sus pies... todos esos detalles, antes opacos en su mirada de vampiro, parecían ahora vibrar con una fuerza misteriosa, como si se tratara de un concierto íntimo al que solo él era invitado. Cada paso le permitía percibir la textura de la acera bajo sus zapatos, el susurro del viento entre los árboles, y hasta el eco distante de voces humanas, resonando en algún rincón de la noche.

Había en todo ello una suerte de reconciliación, una conexión con el mundo que había olvidado. Por primera vez en siglos, el universo no se le antojaba como una prisión distante e impenetrable; en cambio, sentía que cada hoja, cada piedra, cada susurro le ofrecía una bienvenida silenciosa, como si la vida misma lo abrazara de nuevo. En esa vulnerabilidad que ahora lo envolvía, descubría una libertad inesperada.

—¿Estás bien, Jungkook? —preguntó Jaemin en un susurro, como si temiera romper el hechizo de aquel momento.

Jungkook asintió, esbozando una sonrisa suave, casi nostálgica. —Sí, mejor de lo que he estado en mucho tiempo.

A su lado, sus amigos intercambiaron una mirada, comprendiendo sin necesidad de palabras la transformación que estaba ocurriendo en él. El vampiro que había sido, la sombra que lo había definido durante tanto tiempo, parecía desvanecerse lentamente, reemplazada por un hombre que redescubría la textura de la vida en cada detalle, en cada experiencia. Y aunque sus pasos eran los mismos de siempre, su mirada era distinta, como la de un explorador que ha encontrado un nuevo continente.

Con cada latido, Jungkook sentía que algo profundo y antiguo despertaba en su interior: un anhelo, un eco de los días en los que aún era humano, cuando cada instante era un regalo frágil, capaz de desvanecerse en un suspiro. Este nuevo pulso, esta cadencia que marcaba el paso del tiempo en su pecho, lo reconectaba con sensaciones que creía perdidas para siempre, como si volviera a tocar los bordes de una vida que había dejado escapar siglos atrás. Ahora, cada latido parecía recordarle lo que significaba estar vivo, y con ello venía una dulzura y una vulnerabilidad que lo estremecían.

Jaemin, observando la expresión tranquila pero pensativa de Jungkook, murmuró en voz baja, dirigiéndose a los otros para no perturbar ese momento íntimo de su amigo. —Es un cambio enorme... pero también una oportunidad para él. Puede volver a experimentar cosas que habíamos dado por perdidas: dormir, comer, soñar. —Su voz bajó aún más, y una sombra oscura cruzó su rostro—. Aunque, debo admitir que algo me preocupa. Esta adaptación... ha sido demasiado rápida. Y la manera en que Seongjin sonreía incluso en sus últimos momentos...

Eunwoo frunció el ceño, captando la tensión en las palabras de Jaemin. —¿A qué te refieres?

Jaemin sacudió la cabeza, como si luchara por poner en palabras sus inquietudes. —No lo sé exactamente. Es solo una corazonada, pero... la forma en que su cuerpo se ha adaptado me parece antinatural, como si algo estuviera acelerando el proceso. Necesito revisarlo pronto, asegurarme de que no haya ninguna complicación escondida. Seongjin era astuto, y esa calma en su rostro hasta el final... temo que haya dejado algún tipo de sorpresa.

Yoongi, siempre el pragmático del grupo, soltó un leve suspiro y miró a sus amigos con seriedad. —No deberíamos preocuparnos solo por Jungkook. Jimin también enfrenta un cambio brutal, y no tenemos idea de lo difícil que puede ser para él adaptarse. Ambos están explorando un terreno desconocido, y cada uno necesitará nuestro apoyo más de lo que podemos imaginar.

Mientras sus amigos discutían en voz baja detrás de él, Jungkook avanzaba unos pasos más adelante, ajeno a la conversación pero consciente de sus miradas. Sentía el peso de sus preocupaciones, el modo en que cada uno de ellos intentaba protegerlo en silencio. Y aunque agradecía ese cuidado, no podía escapar a la realidad de su situación. Esta vida humana, tan rica en sensaciones, tan llena de color y de sabor, también era endeble, terriblemente frágil. Con cada latido, sentía una dulzura que solo podía nacer de lo efímero, de aquello que podía quebrarse en cualquier instante.

El crujido de las hojas bajo sus pies, el susurro de la brisa acariciando su rostro, la suave humedad en el aire de la noche... todo le parecía asombrosamente nuevo, y al mismo tiempo, aterrador. Era como si redescubriera el mundo con ojos que, después de siglos de penumbra, volvían a ver la luz por primera vez. ¿Cómo podría enfrentar un futuro tan incierto? ¿Cómo podría ayudar a Jimin si él mismo estaba aprendiendo, paso a paso, lo que significaba vivir de nuevo?

Yoongi, percibiendo la inquietud en la mirada de Jungkook, se acercó y le habló en un tono tranquilo y reconfortante, como si sus palabras fueran un bálsamo para sus propios miedos. —No tienes que tener todas las respuestas ahora, Jungkook. Deja que tu cuerpo descanse esta noche, deja que el tiempo haga su parte. Las preguntas estarán ahí mañana... pero tú estarás un poco más fuerte para enfrentarlas.

Jungkook asintió lentamente, absorbiendo esas palabras como un consuelo necesario. Sabía que sus amigos tenían razón. Para poder ayudar a Jimin, primero debía aprender a aceptar su propia humanidad, a vivir con sus nuevas limitaciones y a encontrar la paz en la vulnerabilidad que ahora lo definía. Esa noche, mientras avanzaban juntos hacia su hogar, él se hizo una promesa: no importaba cuán incierto fuera el camino que se desplegaba ante él, no se rendiría. Haría todo lo que estuviera en su poder para ser el apoyo que Jimin necesitaba, y aprovecharía cada latido, cada respiro, como si fueran los primeros y los últimos.

Al llegar a casa, Jungkook se quitó la ropa lentamente, como si cada prenda, al deslizarse por su piel, le ofreciera una caricia redescubierta, una textura que hacía mucho había dejado de percibir. Sentía el tejido suave y cálido contra su cuerpo, cada pliegue y cada arruga en la tela despertando una sensibilidad que, en su vida inmortal, se había vuelto insensible y mecánica. Ahora, en su humanidad recién recuperada, hasta los más pequeños detalles se teñían de una belleza que lo conmovía profundamente.

Se dirigió a su cama, y al estirarse sobre las sábanas limpias y frescas, una oleada de alivio lo envolvió, cálida y densa. Había pasado tanto tiempo sin dormir, su vida de vampiro se había convertido en una vigilia perpetua, siempre alerta, incapaz de entregarse al olvido. Ahora, el simple acto de cerrar los ojos y rendirse al sueño era un regalo, una indulgencia que nunca había imaginado extrañar. Aunque una parte de él temía esta nueva condición —la pérdida de fuerza, la dependencia de la carne, la mortalidad acechante—, también había una paz tan profunda en el descanso que se sorprendió. Por primera vez en siglos, el sueño no le parecía una amenaza, sino un refugio.

Por primera vez en siglos, Jungkook dejó que su cuerpo cayera en el sueño, sin temores, sin el peso de las preocupaciones. Solo él y su aliento constante, entregado a la dulzura de ser, simplemente, humano.

Mientras él dormía, los demás se quedaron en la sala, hablando en voz baja, como si temieran perturbar el sueño de alguien demasiado frágil para este mundo. La noche parecía envolverlos en un manto de silenciosa solemnidad, y sus palabras apenas rompían la quietud que reinaba.

—Es increíble verlo así —susurró Eunwoo, su voz un eco suave de asombro mientras miraba hacia la puerta entreabierta del cuarto de Jungkook—. Nunca pensé que volvería a verlo como un humano... tan indefenso, pero tan... en paz.

Jaemin asintió, aunque en sus ojos se reflejaba una sombra de inquietud. —Sí, es verdad. Pero... no puedo dejar de sentir que algo no está bien. Esta transformación ha sido demasiado repentina, demasiado perfecta. —Hizo una pausa, sus dedos tamborileando en el brazo del sillón, en un gesto nervioso que no era propio de él—. Mañana, o tal vez pasado, quiero hacerle algunos análisis más. Solo para estar seguros.

Yoongi lo observó, levantando una ceja con escepticismo, aunque su mirada contenía también una chispa de preocupación. —¿Crees que Seongjin haya dejado... algo más? ¿Algún ajuste final? —Su voz era baja, tensa, como si temiera que el nombre de Seongjin pudiera despertar algo oscuro en el aire.

Jaemin suspiró, su mirada perdida en el suelo, como si allí pudiera desenterrar la respuesta a sus dudas. —No lo sé. Pero Seongjin siempre fue meticuloso, calculador hasta en sus últimos detalles. Esa sonrisa que esbozó en sus últimos momentos... no era resignación, sino algo más. Como si supiera que la historia aún no había terminado. Y lo último que necesitamos es que Jungkook, ahora que es humano, pague el precio de alguna venganza póstuma.

Eunwoo frunció el ceño, sus ojos oscureciéndose con una mezcla de preocupación y determinación. —Entonces... ¿crees que debemos vigilarlo de cerca? ¿Que podría haber complicaciones?

Jaemin asintió lentamente, su expresión llena de una cautela que pocas veces mostraba. —Sí. Pero no podemos alarmarlo. Jungkook necesita este descanso, y su mente y su cuerpo deben tener ese tiempo para sanar. Lo observaremos en silencio. —Miró a sus amigos uno por uno, buscando en sus ojos la misma promesa de protección que él estaba dispuesto a ofrecer.

En la penumbra de la habitación, mientras las voces susurrantes de sus amigos se desvanecían en la distancia, Jungkook se dejó caer más y más profundamente en el sueño. Su respiración era pausada, regular, el ritmo de alguien que por fin había encontrado una tregua. Sus párpados, suaves como la seda sobre sus ojos, ocultaban un mundo interno donde la paz parecía posible, donde los fantasmas de su antigua vida ya no podían alcanzarlo.

El aire era denso y cálido en su pequeño refugio, y cada músculo de su cuerpo humano se entregaba al descanso, permitiéndose la vulnerabilidad de quienes pueden dormir sin miedo. Durante siglos, Jungkook había conocido el insomnio eterno de los inmortales; ahora, en su frágil mortalidad, su cuerpo se hundía en el olvido con una dulzura que le resultaba extraña y reconfortante. En algún rincón de su conciencia, cada fibra de su ser parecía reparar las cicatrices invisibles que el tiempo, el hambre, y la eternidad misma habían marcado en él.

Y mientras sus amigos, en la otra habitación, intercambiaban miradas cargadas de silenciosa promesa y lealtad, Jungkook dormía profundamente, inmune a las sombras de preocupación que los rodeaban, protegido por el simple milagro de ser, finalmente, humano.



Jungkook estaba sumido en un sueño profundo, el primero que lograba disfrutar en años. Su mente navegaba en una paz tan pura que, por un instante, olvidó todas las sombras y las noches en vela. Era como si su cuerpo recordara el refugio perdido de la humanidad, y en ese breve intervalo, se permitió simplemente ser. Pero esa tranquilidad se rompió cuando sintió una presencia familiar a su lado, un susurro cálido que lo llamó desde el borde de sus sueños. Abrió los ojos lentamente, y ahí estaba Jimin, inclinado sobre él, con una suave sonrisa que parecía iluminar toda la habitación.

La sorpresa hizo que Jungkook se sobresaltara un instante, pero al reconocer a su amigo, su expresión se suavizó en una sonrisa cálida.

—Buenos días —murmuró Jimin, inclinándose para rozar sus labios en un beso suave, apenas un susurro de afecto.

Jungkook respondió al beso con una sonrisa adormilada, su mente aún atrapada entre el sueño y la vigilia. —Buenos días. —Lo miró con ojos entrecerrados, notando los matices sutiles que la transformación había dado a Jimin—. Debo decir que luces... diferente. Y felicidades por descubrir cómo esconder esas garras. —Sonrió, juguetón, queriendo aligerar el ambiente.

Jimin soltó una risa suave, relajada. —Me siento como Wolverine.

Jungkook se estiró perezosamente, disfrutando de la sensación de poder dejarse llevar, de no tener que estar alerta ni prepararse para nada en ese momento. —Es la primera vez en mucho tiempo que me siento así... simplemente perezoso. —Sus ojos se entrecerraron de nuevo, y con una sonrisa traviesa, añadió—. Pero creo que quiero quedarme un poco más en la cama.

Jimin hizo un intento de tirarlo hacia arriba, como si realmente quisiera que comenzaran el día. —Vamos, Jungkook. Tenemos un día por delante.

Pero Jungkook lo atrajo hacia él con una suave insistencia, rodeándolo con los brazos y arrastrándolo de nuevo a la cama. —Solo un poco más —murmuró con un dejo de picardía—. Quédate conmigo.

Jimin se dejó caer junto a Jungkook, su cuerpo frío contrastando con el calor humano de él. Mientras sus cuerpos se acomodaban uno contra el otro, Jimin suspiró, una vulnerabilidad asomándose en su voz. —Estoy... muy frío, ¿no? —Era un murmullo, apenas una confesión, como si el frío de su cuerpo reflejara un temor más profundo, algo que no sabía si podía nombrar.

Jungkook lo miró con ternura, acariciando su rostro con suavidad. —Sí, un poco... pero no te preocupes. —Sonrió y lo abrazó más fuerte, dejando que el calor de su humanidad envolviera a Jimin—. Yo te daré calor.

Se acurrucaron en silencio, dejando que sus respiraciones se sincronizaran, y por un momento, el mundo desapareció. Jungkook cerró los ojos, disfrutando de esa intimidad sencilla y sincera, un instante robado al tiempo y a las circunstancias. Jimin, rodeado por los brazos cálidos de Jungkook, sintió que por primera vez desde su transformación podía relajarse. La calidez de él lo envolvía, dándole una paz que era a la vez reconfortante y desgarradora.

Después de un largo momento, Jimin rompió el silencio, su voz temblando ligeramente, como si le pesara cada palabra. —Jungkook... —Comenzó, mirándolo con una seriedad que escondía un toque de miedo—. Quiero que seas honesto conmigo. No me mientas. —Sus ojos se oscurecieron, llenos de una vulnerabilidad que pocas veces mostraba—. ¿Será... será difícil, verdad? De por si tuve que irme a lo de Jin para no no ser una molestia para Taehyung... mi mamá y abuelo cuando se enteraron decidieron volverse a Busan y-yo se que los tengo a ustedes, pero a la vez me siento tan solo.

Jungkook suspiró, comprendiendo lo que Jimin quería decir. Se detuvo un instante, debatiéndose entre protegerlo o decirle la verdad. Pero sabía que Jimin merecía sinceridad, aunque fuera amarga.

—Jimin... yo soy la persona menos indicada para decirte que esto será fácil, desde que se que el virus en mi fallo pero "me adapte" a él mi visión con respecto al vampirismo es otra —Su voz era suave, pero cada palabra parecía cargar el peso de una vida entera—. Ser vampiro tiene sus beneficios: te mantienes joven, nunca te enfermas, tienes una fuerza que parece inagotable. Pero... a cambio de eso, pierdes tanto. Todo aquello que crees que puedes preservar, con el tiempo, se va desvaneciendo. Yo tuve que dejar a mi familia, mis amigos, mi hogar... todo lo que una vez significó algo para mí.

Jungkook bajó la mirada, sus dedos jugando distraídamente con la tela de la cama, como si en cada arruga pudiera encontrar un recuerdo perdido. —Por años, intenté aferrarme a una vida que ya no podía vivir. Intenté mantener recuerdos de mi madre, de mi padre, de los lugares que me definían. Pero... con el tiempo, comienzas a olvidar. Olvidas el sonido de sus voces, cómo reían, cómo te miraban. Los detalles que una vez parecían imposibles de perder... simplemente se disuelven, como el humo. —Hizo una pausa, y luego añadió en un murmullo cargado de dolor—. Te vuelves otra persona, alguien que intenta recordar por qué alguna vez fue humano.

Jimin escuchaba en silencio, cada palabra de Jungkook clavándose en su pecho. Las confesiones de Jungkook lo hacían comprender el abismo que había en su nueva existencia, un vacío que el tiempo sólo haría más profundo.

—¿Por qué crees que me aferro tanto a dibujar? —continuó Jungkook, con una sonrisa triste que apenas levantaba las comisuras de sus labios—. Es lo único que me ayuda a conservar algo de ellos, algo de quién fui. No quiero olvidar, pero cada día es una batalla para recordar lo que una vez amé... por eso tu debes hacer lo mismo, encontrar un pasatiempo al que puedas aferrarte por toda la eternidad, el tuyo podría ser la danza o incluso pasatiempos que descubran a medida que los siglos pasen.

Los ojos de Jimin comenzaron a llenarse de lágrimas. Al pensar en todo lo que Jungkook había sacrificado, y en la posibilidad de que él mismo tuviera que enfrentar esa misma soledad, algo en su pecho se rompió.

—Pero yo no quiero olvidarte, Jungkook —susurró Jimin, apretando su abrazo, como si temiera que, si lo soltaba, los recuerdos de él comenzarían a desvanecerse.

Jungkook lo miró con una ternura infinita, aunque en sus ojos había también una tristeza resignada. —Quizá... no me olvides del todo. Pero olvidarás el sonido de mi voz, la forma en que te toco... esos pequeños detalles que no puedes conservar solo en la memoria.

Jimin apretó los ojos, dejando que las lágrimas cayeran sin vergüenza, y su voz tembló con una determinación feroz. —Entonces... entonces me aferraré más a ti. Te recordaré en cada instante, en cada gesto, en cada mirada. No importa cuánto cueste, no importa cuánto tiempo pase. No quiero perderte, Kook... si soy capaz de recordarte con tantos detalles de vidas pasadas, recordaré perfectamente la versión de ti en esta vida.

Jungkook lo envolvió en sus brazos, permitiéndose perderse en el calor de ese momento, un instante eterno entre dos almas que se aferraban la una a la otra en medio de la inmensidad. Entre ellos, no hacían falta más palabras. Sabían que, sin importar los obstáculos, lucharían por conservar cada recuerdo, cada sensación compartida, como si fueran los últimos tesoros en un mundo que estaba destinado a desvanecerse.

Jungkook sonrió, conmovido. Con suavidad, acarició el cabello de Jimin, acomodándolo mientras él se aferraba a su pecho. No podía ofrecerle garantías, ni promesas de eternidad, pero en ese momento, la intensidad de Jimin y la calidez de sus palabras le daban fuerzas.

—Si alguien puede aferrarse a esos recuerdos, eres tú, Jimin. —Lo sostuvo aún más cerca, susurrando en su oído—. Yo también quiero recordar esto. A ti, así, en este momento. Quizá nunca sabremos cuánto nos durará... pero mientras dure, estaré aquí, contigo.

Jungkook sonrió, acariciando suavemente el cabello de Jimin. —No tengo quejas al respecto.

Ambos permanecieron así, en silencio, simplemente disfrutando de la presencia del otro. A pesar de las circunstancias que los rodeaban, del cambio radical que había transformado sus vidas, en ese momento se sentían completamente unidos, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos. En esa quietud, se permitieron dejar de lado el miedo al futuro y simplemente existir juntos, envueltos en una paz inesperada.

Los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse por la ventana, bañando la habitación con una luz suave y dorada que acariciaba sus rostros. Para Jungkook, el amanecer era un símbolo de su nueva vida, una oportunidad para vivir cada día al máximo. Para Jimin, sin embargo, esa luz suave traía un recordatorio de la noche y el poder oscuro que ahora lo habitaba. Aun así, en compañía de Jungkook, todo eso parecía secundario. Juntos, se sentían invencibles, como si, a pesar de las sombras y las dificultades, pudieran enfrentar cualquier cosa que el futuro les deparara.

De repente, el momento fue interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose lentamente. Eunwoo asomó la cabeza, preparado para despertar a Jungkook, pero se detuvo al ver a Jimin junto a él. La sorpresa se reflejó en su rostro, y su expresión de confusión fue casi cómica.

—¿Jimin? ¿Cómo...? —Eunwoo parpadeó, incapaz de ocultar su desconcierto, y luego miró a Jungkook—. ¿Jungkook, cómo es que...?

Jungkook también se quedó perplejo, pero no pudo evitar reírse ante la reacción de Eunwoo. —No sabía que no sabías que estaba aquí... —murmuró, y luego miró a Jimin, intentando contener una sonrisa.

Jimin se rió suavemente, encogiéndose de hombros con una inocente culpabilidad. —Entré por la ventana. Sabía que lo más normal habría sido tocar la puerta, pero... sospecho que Jin no me habría dejado venir si lo hubiera hecho de forma tan evidente. Así que, bueno... nadie se dio cuenta.

Eunwoo entrecerró los ojos, tratando de asimilar lo que Jimin acababa de decir. —¿Jin no sabe que estás aquí? —preguntó, arqueando una ceja—. ¿De qué me he perdido?

Jimin suspiró, con una media sonrisa. —Ahora vivo con Jin para... bueno, para aprender a controlar mis nuevas habilidades. —Desvió la mirada por un momento, y luego añadió—. En fin, no importa cómo llegué aquí. Lo importante es que Jungkook necesita un buen desayuno.

Al escuchar la palabra "desayuno", los ojos de Jungkook se iluminaron. —Hace mucho tiempo que no tengo un desayuno decente. Eso suena... increíble.

Mientras hablaban, el teléfono de Jimin vibró con un mensaje. Al abrirlo, vio que era de Hoseok, quien les pedía a él y a Taehyung que revisaran el grupo de chat general. Jimin frunció el ceño y abrió la conversación grupal, donde encontró un mensaje del director Min convocándolos a una reunión a las 9 de la mañana para discutir los preparativos de la próxima exposición.

—Chicos, el director Min quiere vernos a las 9 para hablar de la muestra —informó Jimin, mirando a los demás—. Así que... tendré que estar ahí.

Eunwoo asintió, captando la importancia del mensaje. —¿Estás seguro que podrás ir, Jimin? Si vas no te olvides de alimentarte lo suficiente y tomar café para que tu cuerpo se mantenga calido y no empiecen los tipicos comentarios de que "estas muy frio"

—Por supuesto que iré, la danza me ha ayudado en tiempos más complicados, no creo que esta vez sea la excepción, estoy seguro que bailar hará que no piense en el ansia de sangre.

Eunwoo luego miró a Jungkook—. Ah, y por cierto, Jungkook, tus pinturas fueron un éxito en ventas, y tus seguidores están encantados de verte de nuevo. Más adelante haremos un comunicado diciendo que te tomarás una pausa "por problemas de salud", para que nadie se alarme. Ya sabes, es mejor manejarlo con cautela... y ver que dice Jaemin, es mejor que te adaptes al estilo de vida humano antes de volver a los medios.

Jungkook sonrió, agradecido por el apoyo de Eunwoo y el equipo que lo rodeaba. —Eso es genial. Gracias, Eunwoo. Me alegra saber que todo sigue bien.

—No hay problema. —Eunwoo asintió con un gesto tranquilizador y luego añadió—. Y recuerda que mañana tienes que ir a ver a Jaemin. Quiere hacerte un chequeo para asegurarse de que todo esté en orden.

Jungkook asintió mientras Eunwoo se retiraba, dejando a Jungkook y Jimin nuevamente a solas. Cuando la puerta se cerró detrás de Eunwoo, Jungkook se giró hacia Jimin, mirándolo con una expresión cálida, su gratitud palpable.

—Parece que todo está empezando a mejorar, ¿no te parece? —murmuró Jungkook, tomando la mano de Jimin con suavidad.

Jimin asintió, entrelazando sus dedos con los de Jungkook. —Sí... podríamos decir que sí. —Le dedicó una sonrisa llena de afecto y esperanza.

Jungkook se levantó y caminó hasta la heladera. Abrió la puerta, rebuscó entre las estanterías y finalmente sacó una pequeña bolsa de sangre, la cual le tendió a Jimin con naturalidad.

—Toma —dijo Jungkook—. Es importante que bebas regularmente para que el ansia no te abrume. Luego te daré más para que tengas reservas.

Jimin tomó la bolsa, comprendiendo la necesidad, y asintió. Con un gesto de agradecimiento, rompió el sello y comenzó a beber. A medida que el líquido oscuro y espeso corría por su garganta, sus ojos cambiaron sutilmente, tornándose de un rojo más intenso, un destello sobrenatural que parecía iluminar su rostro pálido.

Jungkook no podía apartar la mirada. Siempre había encontrado a Jimin hermoso, pero ahora había algo en él que era imposible de ignorar. Su transformación había acentuado cada uno de sus rasgos, dándole una belleza etérea y peligrosa a la vez. Sus ojos rojos parecían mirar a través de él, su piel blanca como la nieve contrastaba con el leve rubor de sus labios, y su presencia parecía llenar la habitación de una forma casi palpable, magnética.

Era como si Jimin fuera una obra de arte trágica, la encarnación de una belleza que llevaba consigo un peso oscuro. Jungkook, sin querer, alargó la mano para acariciar el rostro de Jimin, y este cerró los ojos ante el contacto, relajándose bajo su toque.

—¿Qué? —preguntó Jimin, notando la intensidad de la mirada de Jungkook cuando abrió los ojos.

Jungkook sonrió, su expresión suavizándose. —Nada... solo... nunca pensé que podrías ser aún más hermoso. —Se detuvo un momento, sus dedos trazando una línea imaginaria sobre el pómulo de Jimin—. Hay algo... hipnótico en ti ahora. Como si toda la luz de tu alma se hubiera convertido en sombra... y aun así, sigo viendo la misma dulzura detrás de esos ojos.

Jimin bajó la mirada, sonrojándose ligeramente a pesar de su palidez. —Kook...

Jungkook tomó una respiración profunda, sin apartar la mano del rostro de Jimin. —No importa en qué te hayas convertido. Para mí... siempre serás tú, Jimin. —Su voz se volvió un susurro, cargado de emoción—. Esa misma persona que siempre ha sido mi refugio, mi fuerza.

Ambos se quedaron en silencio, atrapados en ese momento compartido. En la mirada de Jungkook había una promesa, un compromiso de aceptar y amar cada parte de Jimin, incluso las sombras que ahora lo habitaban. Para Jimin, el toque de Jungkook era un recordatorio de que, pese a todo, aún había algo humano en él, algo que no había desaparecido con su transformación.

—Es extraño, ¿verdad? —murmuró Jimin, captando la intensidad de la mirada de Jungkook—. Cómo se han dado vuelta las cosas.

Jungkook sonrió, negando suavemente con la cabeza. —Sí, es extraño. Pero también fascinante. Siempre te he encontrado atractivo, Jimin, pero ahora... hay algo en ti que es aún más... magnético.

El brillo en los ojos de Jungkook no dejaba dudas: Jimin lo hechizaba de una manera nueva y profunda. Las facciones de Jimin, ahora tan etéreas y esculpidas, parecían irradiar una luz propia, como si el vampirismo hubiese extraído toda su esencia humana y la hubiese transformado en algo casi celestial y, a la vez, peligrosamente oscuro. Su piel pálida tenía un resplandor fantasmal bajo la suave luz de la mañana, y sus ojos rojos, tan intensos, parecían contener secretos antiguos y deseos inconfesables. Jungkook lo miraba como si estuviera contemplando una obra de arte, una belleza prohibida que, a pesar de todo, no podía dejar de amar.

El contacto de los dedos de Jungkook sobre la piel de Jimin era suave, reverente, como si temiera romper algo sagrado. Jimin sintió una calidez extraña recorrerlo, una sensación profunda que le habló de pertenencia y de descubrimiento, como si, después de vagar en la oscuridad, hubiera encontrado finalmente un hogar en el toque de Jungkook. Para él, el simple roce de sus dedos era suficiente para llenar los vacíos que su transformación había dejado; una confirmación de que, a pesar de las sombras que ahora lo habitaban, aún había luz en su vida.

Jungkook lo miraba a los ojos como si el tiempo se hubiera detenido. Cada segundo era eterno, y cada mirada hablaba de promesas y secretos compartidos, de un amor que ambos sabían que iba más allá de las palabras.

—Hey... ¿estás bien? —preguntó Jimin, acercándose un poco más, observando cómo el corazón de Jungkook parecía acelerarse bajo su piel, como si respondiera al instante.

—S-sí, estoy bien. ¿Por qué preguntas eso de la nada?

—Porque cuando me acerco a ti, tu corazón late más rápido —dijo Jimin, con una sonrisa juguetona, inclinándose lo suficiente como para que sus narices se rozaran—. ¿Ves?

—E-es que me pongo nervioso... no estoy acostumbrado a sentir así...

—¿Me estás diciendo que te pongo nervioso cuando estoy cerca, Jungkook-ssi? —Jimin sonrió, con una mezcla de provocación y ternura en sus ojos. Entre ellos flotaba un aire de expectativa, un delicado coqueteo que parecía suspenderse en el tiempo, esperando a que alguno de los dos diera el siguiente paso.

Pero entonces, el rojo en los ojos de Jimin se intensificó, y las venas bajo su piel se hicieron más visibles, señalando la presencia de esa oscuridad que ahora formaba parte de él. Jungkook lo notó, y rápidamente se apartó, buscando una excusa para romper la tensión.

—Ammm... ¡Debo ir a lavar los platos! —dijo, levantándose bruscamente de la silla, provocando un ruido que resonó en la quietud de la habitación.

Jimin, a pesar de su nueva naturaleza, no pudo evitar reírse ante la torpeza de Jungkook. Ese era otro rasgo que siempre le había encantado de él: la sinceridad y transparencia que lo hacían tan humano. La forma en que intentaba disimular su nerviosismo, pero acababa mostrando todas sus emociones de una forma tan clara que le resultaba entrañable.

—Gracias, Jungkook, por cuidarme incluso ahora —murmuró Jimin, su voz suave pero cargada de gratitud.

Jungkook apenas había dado un paso hacia la cocina cuando sintió que Jimin lo tomaba del brazo, girándolo suavemente. Antes de que pudiera reaccionar, los labios de Jimin se posaron sobre los suyos, con una intensidad inesperada que lo dejó sin aliento. Jimin parecía diferente en sus muestras de cariño, menos contenido, más directo, como si su nueva naturaleza le hubiera dado un impulso impredecible.

El beso se intensificó, y con él, cada caricia y cada roce de sus cuerpos. La cercanía de Jimin era embriagadora, y Jungkook se dejó llevar, envolviéndose en esa sensación de absoluta conexión.

De repente, Jimin se detuvo, sus ojos rojos ahora teñidos de algo más que deseo. Lo miró con una expresión seria, casi temerosa.

—Si seguimos así, no podré detenerme.

Jungkook le sonrió, acariciando suavemente el rostro de Jimin con la punta de sus dedos. —No tenemos prisa. Ese momento llegará cuando tenga que llegar.

A pesar de la calma en las palabras de Jungkook, Jimin no pudo evitar sentir una punzada de preocupación. Sabía que el tiempo que les quedaba juntos era limitado, y aunque quería seguir el ritmo de Jungkook, una parte de él deseaba que pudieran apresurarse, que pudieran tener todos esos momentos que el destino podría intentar arrebatarles.

Sabía que amarlo significaba arriesgarse a perderlo, que cada día juntos era una pequeña victoria contra un reloj invisible que nunca dejaba de avanzar. Pero en este instante, acurrucados en la calidez de su abrazo, ambos decidieron no pensar en el tiempo. Con el amor que se tenían, quizá podrían detener el mundo aunque fuera solo por un segundo.

—¿Te gustaría que te acompañara a la academia? —preguntó Jimin, intentando aligerar el ambiente. Su tono era casual, pero en su mirada brillaba un deseo auténtico de permanecer cerca de Jungkook—. Tengo que ensayar para la presentación que supervisa el director Min, y así podría estar contigo un poco más de tiempo.

Jungkook asintió, pero una sombra de preocupación surcó su expresión. —¿Estás seguro de que el sol no te hará daño? Hoy está soleado... y quiero asegurarme de que te cuides.

Jimin se quedó pensativo un momento, evaluando la posibilidad, antes de encogerse de hombros con una sonrisa tranquila. —No estoy completamente seguro, pero, por si acaso, llevaré una campera con capucha.

Al salir de la casa, Jimin se puso la capucha, preparándose para lo peor. Sin embargo, cuando los rayos de sol acariciaron su rostro, no sintió el ardor que había temido. Su piel no se quemaba, ni sufría ningún tipo de reacción. Con cierta incredulidad, levantó la vista y dejó que el sol tocara su rostro directamente. Sintió la calidez, pero era un calor amable, no el abrasador que esperaba.

—Parece que no me afecta —dijo Jimin en voz baja, sin ocultar su alivio y sorpresa.

Jungkook sonrió, su mirada llena de orgullo y ternura. —Entonces, Seongjin tenía razón cuando dijo que había creado al vampiro supremo.

Jimin asintió, procesando en silencio lo que significaba esa nueva realidad. Con cada paso que daba junto a Jungkook, la sensación de seguridad crecía en él, como si estuviera redescubriendo el mundo a través de un prisma nuevo. Su relación con Jungkook, que había comenzado como una amistad y se había transformado en un vínculo inquebrantable, ahora parecía trascender las barreras entre la vida y la muerte, entre lo humano y lo sobrenatural.

Caminaron de la mano hacia la academia, disfrutando de la serenidad de la mañana, conscientes de lo extraño y hermoso que era poder hacerlo bajo la luz del sol. Mientras avanzaban, sus dedos entrelazados parecían un lazo que sostenía algo más grande que ambos, una promesa silenciosa de que, pasara lo que pasara, seguirían juntos. Al llegar a la entrada de la academia, Jimin se detuvo, mirándolo con una sonrisa suave.

—Nos vemos luego —susurró, inclinándose para dejar un beso en la mejilla de Jungkook, un gesto sencillo pero cargado de ternura.

Jungkook le devolvió la sonrisa, y sus ojos reflejaban un amor que no necesitaba palabras. —Cuídate, Jimin. Nos vemos más tarde.

Se quedó en el lugar, observando cómo Jimin desaparecía entre las sombras del edificio, sintiendo una paz que lo envolvía como una manta cálida. La experiencia de ser humano de nuevo, de sentir cada momento con una intensidad que antes no era capaz de percibir, era un regalo... y, a la vez, una carga que llevaba en silencio. La fragilidad de su nueva vida, la certeza de que esta vez el tiempo avanzaba sin piedad, lo llenaban de una extraña gratitud y un miedo sutil.

Sin embargo, apenas dio la vuelta para alejarse de la academia, un dolor agudo le recorrió la mandíbula, deteniéndolo en seco. Era como una punzada ardiente que se expandía desde su encía hasta el oído, pulsante y voraz, como si algo en su interior estuviera rompiéndose. El dolor lo tomó por sorpresa; no estaba preparado para esa intensidad, para ese recordatorio brutal de que ya no era invulnerable. Su primera reacción fue llevarse una mano a la mejilla, presionando con los dedos en un intento inútil de aliviar la punzada. Pero el dolor era tan agudo, tan crudo y tangible, que parecía burlarse de cualquier intento de mitigarlo. Jungkook cerró los ojos, inhalando profundamente, mientras su mente intentaba asimilar lo que estaba sucediendo.

Esto es real. Esto es humano, se dijo, pero la frase no tenía ningún consuelo. En cambio, el pánico comenzó a deslizarse lentamente, como una serpiente, enredándose en su pecho.

Miró a su alrededor, sintiendo cómo el mundo se volvía extraño y distante. La gente pasaba a su alrededor, ajena a su dolor, inmersa en su rutina diaria. Jungkook se sentía fuera de lugar, como si cada persona que pasara le recordara la fragilidad que lo envolvía, una debilidad que no sabía cómo manejar. En medio de esa desesperación, divisó un restaurante de comida rápida a pocos metros. Se apresuró hacia la puerta, empujándola casi con torpeza, y se dirigió directamente al baño, deseando un lugar donde pudiera enfrentarse a su cuerpo sin ser observado.

Una vez dentro, cerró la puerta detrás de él y se inclinó hacia el espejo, encendiendo la luz fluorescente que inundó la pequeña habitación con una claridad cruel. En el reflejo, su rostro le pareció irreconocible, un espectro de alguien que no sabía si aún era él mismo. Lentamente, llevó los dedos hacia la zona adolorida, palpando con cuidado, como si temiera lo que podría descubrir. El dolor era como un latido, vivo y penetrante, cada pulsación lo hacía sentir como si algo estuviera suelto, algo que ya no pertenecía ahí.

Y entonces, lo sintió. Una pequeña presión, un desprendimiento. En un instante de espantosa lucidez, comprendió lo que estaba ocurriendo. Su muela, que antes parecía parte inamovible de su cuerpo, se deslizó de su encía y cayó en el lavabo con un sonido sordo y metálico que resonó como un eco de su propia mortalidad. La pequeña pieza blanca rodó hasta el fondo del lavamanos, inmóvil, mientras Jungkook la observaba en un estado de horror congelado. Era como si estuviera viendo un trozo de su vida desmoronarse frente a él, como si su cuerpo estuviera en un proceso de descomposición que no podía detener.

Sintió que el aire le faltaba, y un temblor violento le recorrió el cuerpo. Sus manos comenzaron a sudar, a temblar, incapaces de mantenerse firmes mientras sostenían el borde del lavabo. La imagen en el espejo le devolvía una expresión que no reconocía: ojos muy abiertos, fijos en su propio reflejo como si contemplaran a un extraño. Alzó la vista lentamente y, con horror, notó algo más. Las líneas de expresión, apenas perceptibles días atrás, ahora se marcaban en su piel, surcando la piel alrededor de sus ojos y su frente. Cada pequeño pliegue parecía una cicatriz de tiempo, una huella que le gritaba que su cuerpo estaba cambiando, envejeciendo.

Era un recordatorio despiadado de su recién adquirida humanidad, de la rapidez con que el tiempo, que durante siglos había ignorado, ahora parecía decidido a reclamarlo sin misericordia. En un parpadeo, toda la inmortalidad que había tenido se había desvanecido, dejándolo en carne viva ante el paso implacable de los años.

Jungkook sintió cómo una ola de pánico lo cubría, lenta pero inevitable, ahogándolo. Era como si estuviera atrapado, encerrado en un cuerpo que lo traicionaba con cada latido. Quiso gritar, pero no encontró la voz. Su mente era un torbellino de pensamientos caóticos, de imágenes de un futuro que antes no existía para él, un futuro lleno de dolor, de muerte, de pérdida.

Sus manos temblorosas buscaron su teléfono en el bolsillo y, casi sin darse cuenta, sus dedos encontraron el contacto de Jaemin. Apretó el botón de llamada, y cada tono de espera era como un latido en su pecho, una confirmación de que ya no podía huir de la realidad que lo envolvía.

—Jaemin... —susurró apenas cuando su amigo atendió, su voz rota, despojada de toda seguridad—. ¿Puedo verte hoy en lugar de mañana?

El temblor en su voz era tan evidente que Jaemin no necesitó preguntar. Percibió de inmediato la urgencia, la desesperación, y respondió con calma, aunque en su tono también se vislumbraba la preocupación. —Sí, claro, Jungkook. Ven ahora mismo. Estaré esperando.

Jungkook colgó, sintiéndose atrapado entre el alivio de saber que alguien lo esperaba y el terror de no saber qué estaba sucediendo en su interior. Guardó el teléfono en su bolsillo, pero sus manos seguían temblando, incapaces de recuperar la firmeza. Miró una vez más el diente en el fondo del lavabo, ese pequeño fragmento de sí mismo que ahora era testigo mudo de su vulnerabilidad, de su pérdida.

Se sintió como si estuviera perdiendo más que una muela, más que una simple parte de su cuerpo. Estaba perdiendo la invulnerabilidad que alguna vez lo definió, el poder de mirar el tiempo con indiferencia. Ahora, el tiempo lo miraba a él, y le recordaba que era tan frágil como cualquier ser humano.

Cuando salió del baño, el aire fresco de la calle le golpeó el rostro, pero no logró despejar la niebla de miedo que lo envolvía. Caminaba en silencio, cada paso pesado, sintiendo en cada rincón de su cuerpo la inevitable verdad de que había vuelto a ser mortal, y que el tiempo, con toda su crueldad y su belleza, estaba decidido a hacerle sentir cada segundo de esa nueva vida.

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