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La luz tenue de la celda fría fue lo primero que Jimin vio al abrir los ojos. Su cabeza latía con un dolor sordo, y le costó un momento ubicarse. Las extremidades le pesaban, como si algo invisible le hubiera robado toda la energía. La humedad dificultaba su respiración, y el silencio solo aumentaba su sensación de aislamiento.
A su lado, Jungkook yacía inmóvil, su cuerpo demasiado quieto, aún bajo los efectos del sedante. Jimin se obligó a moverse, arrastrándose hacia él, mientras un escalofrío le recorría la espalda al sentir la frialdad de las paredes de piedra a su alrededor. La celda no tenía ningún confort; las paredes mohosas eran un recordatorio constante de su confinamiento. Solo una puerta de metal imponente, cuya presencia absorbía toda esperanza de escape.
—Jungkook... —susurró Jimin, con la voz rota, mientras lo sacudía suavemente. Sus manos temblaban. Desesperado, recorrió su rostro buscando infundirle algo de calor en medio de la frialdad que los rodeaba. No puede ser..., pensó, mientras el miedo comenzaba a nublarle la mente. Lo sacudió otra vez, más fuerte, con el pecho oprimido, como si cada segundo de silencio lo ahogara un poco más.
El tiempo parecía detenerse; cada segundo era una agonía. Entonces, un débil gemido escapó de la garganta de Jungkook. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue a Jimin. A pesar del cansancio, un destello de alivio cruzó su rostro, pero desapareció casi de inmediato, aplastado por la cruda realidad. La confusión en sus ojos se transformó en reconocimiento, y luego en miedo, mientras sus ojos oscuros se abrían un poco más, como si pudieran sentir el peligro que lo rodeaba.
—¿Dónde estamos? —preguntó, con la voz aún ronca por los sedantes. Se incorporó con dificultad, torpe y vacilante. Sus extremidades pesadas no le respondían. El eco de su voz rebotó en las paredes, amplificando su sensación de encierro.
Antes de que Jimin pudiera contestar, un chirrido metálico rompió el tenso silencio. Una sombra imponente se proyectó en el umbral, y el corazón de Jimin dio un vuelco al reconocer la figura.
Choi Seongjin, el dueño de la galería, los observaba con una sonrisa siniestra que no llegaba a sus ojos. Su presencia lo llenaba todo. Cada paso resonaba como una amenaza en el suelo de piedra, y las luces parpadeantes lo hacían parecer aún más oscuro.
—Bienvenidos a mi humilde morada —dijo con calma escalofriante—. Me alegra ver que están despiertos. —Su sonrisa se ensanchó—. Finalmente, capturé a la rata que mis antepasados dejaron escapar... y su pequeño acompañante.
Jungkook lo miró con una mezcla de desdén y rabia, apretando los dientes mientras intentaba controlar su impulso de lanzarse hacia él. Pero su cuerpo aún estaba débil, y la mera idea de enfrentarlo en esas condiciones parecía imposible.
—¿De qué hablas? —gruñó Jungkook, su voz firme, aunque la duda lo invadía.
Seongjin se acercó, su figura proyectándose en las paredes húmedas y frías, como una sombra viva que parecía alargarse, absorbiendo toda la luz del lugar.
—El hombre que experimentaba contigo... tenía un hijo —dijo con un tono teatral, disfrutando de cada palabra—. Un hijo que jamás llevó al laboratorio, pero sí le dejó una misión... continuar su trabajo. Esa tarea ha pasado de generación en generación, y finalmente ha llegado a mí. —Su sonrisa se torció en una expresión de orgullo macabro—. Ahora, después de tantos años de investigación y sacrificios, he perfeccionado lo que mi padre y sus ancestros no pudieron completar. ¡El equilibrio perfecto entre mortalidad y poder absoluto está en mis manos!
Las palabras de Seongjin cayeron como cuchillas sobre Jimin y Jungkook. La respiración de Jimin se aceleró, y el aire en la celda, ya de por sí denso, comenzó a sentirse asfixiante. Las piezas del pasado empezaban a ensamblarse en su mente, y la verdad detrás de su captura se revelaba en toda su aterradora magnitud.
Jimin sintió un nudo formarse en su estómago. Lo que había sido una sensación de malestar ahora se convertía en una certeza aterradora. Se forzó a mantenerse en pie, aunque sus piernas temblaban.
—¿Qué quieres de nosotros? —preguntó Jimin, su voz apenas un susurro, pero lo suficientemente fuerte como para que su miedo y desafío fueran audibles.
Seongjin inclinó la cabeza, disfrutando del temor en los ojos de Jimin.
—Ustedes dos son las piezas clave en mi investigación —anunció con una calma peligrosa—. Un vampiro como Jungkook, con el virus corriendo por sus venas, y un joven brujo como tú, Jimin... ¿Qué mejor combinación podría pedir? Juntos, son la ecuación perfecta para elevar mis experimentos a un nivel que ni mis ancestros habrían soñado.
—No somos tus conejillos —gruñó Jungkook, forzándose a levantarse. A pesar de su debilidad, la rabia brillaba en sus ojos. Necesitaba proteger a Jimin, aunque su cuerpo no respondiera.
—Oh, pero ya lo son —respondió Seongjin con una sonrisa cruel, sus ojos brillando con una peligrosa satisfacción—. Sus habilidades combinadas pueden llevar mi trabajo al punto de perfección. No tienen opción.
Jimin dio un paso hacia adelante, tensando el cuerpo, como si la simple proximidad a Seongjin fuera un acto de rebelión.
—¿Y si nos negamos? —preguntó, tratando de mantener la voz firme, pero el temblor era evidente.
Seongjin soltó una carcajada que resonó en la celda como un eco macabro.
—No están en posición de negarse. —Su voz se volvió sombría—. De una manera u otra, obtendré lo que quiero. Si colaboran... tal vez no sufran tanto.
El aire en la celda se volvió más denso. El desafío aún brillaba en los ojos de Jungkook y Jimin, pero sabían que estaban atrapados, enredados en una telaraña de poder y manipulación de la que no sería fácil escapar.
—No cuentes con nuestra cooperación —gruñó Jungkook, con los puños apretados, las venas en su cuello marcándose mientras trataba de contener el odio que bullía dentro de él.
Seongjin sonrió con aire de suficiencia.
—Oh, estoy acostumbrado a eso. Veremos cuánto dura esa resistencia —dijo, su voz impregnada de peligro—. Mi hermano, Lee Jeno, me ha proporcionado información valiosa sobre ustedes. Entrar en su mente fue difícil, pero no imposible. Mis hombres los han seguido durante mucho tiempo, recopilando cada detalle. Ustedes son especiales, y eso los convierte en los sujetos perfectos para mi obra maestra.
El nombre de Jeno hizo que el corazón de Jungkook se detuviera por un segundo. El terror se apoderó de él, pero rápidamente lo enterró bajo una máscara de furia. Sin pensarlo, lanzó un grito de furia y se abalanzó hacia Seongjin, sus músculos tensándose en un último esfuerzo desesperado.
—¡Aléjate de él! —gritó Jungkook, pero no llegó muy lejos.
De las sombras, antes de que pudiera alcanzarlo, dos sombras emergieron de los rincones oscuros de la celda. Manos fuertes se cerraron alrededor de su cuerpo con precisión brutal, como garras de acero.
Jimin gritó, pero antes de que pudiera reaccionar, otros brazos lo sujetaron, inmovilizándolo con brutalidad.
—No te preocupes, Jeon. Tu turno llegará pronto —dijo Seongjin con frialdad, acercándose a Jimin con una jeringa en mano—. Pero primero, veamos de qué está hecho tu querido Jimin.
La aguja penetró la piel de Jimin, y un frío glacial recorrió su cuerpo, solo para transformarse en una llamarada abrasadora que se expandió rápidamente por sus venas. El dolor fue inmediato, desgarrador, como si un veneno oscuro y letal se esparciera por su interior. Gritó, su espalda arqueándose con violencia mientras sus músculos se contraían en espasmos incontrolables. Pero de pronto, algo cambió.
A través de las punzadas de dolor, comenzaron a aparecer destellos fugaces en su mente: ráfagas de imágenes que no lograba enfocar. Sombras difusas, figuras distorsionadas que desaparecían antes de que pudiera comprenderlas. Una luz cegadora, seguida de una oscuridad opresiva. Y una silueta que lo observaba, pero sin rostro. Solo fragmentos. Fragmentos de algo que sentía propio, pero que se desvanecía antes de asimilarlo.
Jimin parpadeó, desesperado por aferrarse a esas visiones, pero cada una se desintegraba al instante, dejándolo con un vacío creciente. Intentaba encontrar sentido, pero la confusión solo aumentaba. Era como si su mente estuviera rompiéndose en pedazos, como un rompecabezas imposible de completar.
El dolor lo consumía, pero lo que más lo aterraba eran esos destellos incompletos. No eran simples alucinaciones; eran algo más, algo profundo y enterrado que venía de su interior. Algo que nunca antes había sentido.
—¿Qué... me... hiciste? —jadeó, mientras su cuerpo se convulsionaba y su mente se llenaba de fragmentos incomprensibles. Las visiones no paraban, distorsionadas y sin sentido, pero lo peor no era el dolor físico. Era la sensación de que algo dentro de él se estaba desmoronando. Sentía su identidad desvanecerse, sus pensamientos escapándosele de las manos.
Seongjin, imperturbable, lo observaba con una sonrisa gélida. —Relájate, jovencito —murmuró con una calma cruel—. Es solo tu cuerpo... muriendo.
Cada nuevo destello tambaleaba la realidad a su alrededor. El veneno parecía estar desenterrando algo enterrado en lo profundo de su ser, pero todo llegaba en pedazos fragmentados, incomprensibles. El dolor físico se entrelazaba con una angustia mental abrumadora, tan rápida y desconcertante que su mente parecía al borde del colapso. Su respiración se tornaba irregular, luchando no solo contra el veneno que lo invadía, sino contra las visiones sin forma que lo acosaban desde el interior.
Jungkook, incapaz de moverse, observaba impotente mientras Jimin sufría. La sensación de desesperación lo envolvía, y el aire de la celda se tornaba irrespirable.
—¡Jimin! —gritó Jungkook con todas las fuerzas que pudo reunir, pero su voz sonaba hueca en medio del dolor que inundaba a Jimin. La impotencia era una daga clavada en su pecho, sabiendo que no había nada que pudiera hacer.
Jimin se convulsionaba en el suelo, su respiración entrecortada, mientras el veneno oscuro se esparcía por su sistema, atacando cada célula de su ser. Su piel se tornaba pálida, sudor frío empapaba su frente, y sus ojos, antes llenos de vida, ahora reflejaban puro sufrimiento.
Jungkook, aunque débil por el sedante, trataba de arrastrarse hacia él, pero su cuerpo se negaba a obedecer. El miedo y la ira lo consumían, sus ojos fijos en la figura encorvada de Jimin, que luchaba desesperadamente por su vida.
—¡Detente! —rogó Jungkook, con la voz rota—. ¡Por favor!
Pero Seongjin no mostró piedad. Observaba a Jimin con una fría indiferencia, como un científico que contempla su experimento con curiosidad mórbida. Finalmente, cuando el cuerpo de Jimin dejó de convulsionarse, el hombre giró sobre sus talones y se dirigió hacia la puerta.
—Sobrevivirá, si tiene suerte —dijo con voz sombría, sin mirar atrás—. Y cuando lo haga, será más útil que nunca.
Seongjin se dio la vuelta, dispuesto a salir de la celda, pero Jungkook no estaba dispuesto a permitirlo. Aunque su cuerpo estaba debilitado, trató de reunir lo poco que quedaba de su velocidad vampírica. Sus músculos se tensaron en un último esfuerzo desesperado, lanzándose hacia Seongjin, decidido a detenerlo.
Pero algo estaba terriblemente mal.
Lo que antes había sido una rapidez instintiva, letal, ahora se sentía como una torpe imitación de su antiguo poder. Cada paso era pesado, lento. Apenas había avanzado cuando los guardias de Seongjin lo interceptaron sin esfuerzo, sujetándolo con una facilidad insultante. Lo inmovilizaron antes de que pudiera reaccionar, las manos firmes como grilletes de acero. Una jeringa apareció en manos de uno de los hombres, idéntica a la que habían usado para envenenar a Jimin.
—Esto será rápido... si funciona —dijo el guardia, con una sonrisa maliciosa, hundiendo la aguja en el brazo de Jungkook.
El líquido ardió dentro de él, pero este dolor era diferente, más profundo, más extraño. No era como la sed abrasadora que conocía, sino algo que parecía corroerlo desde dentro, como si su cuerpo estuviera siendo despojado de su propia esencia. Intentó moverse, pero sus extremidades se volvieron plomo, su fuerza vampírica evaporándose, arrancada de raíz.
—Debería hacer efecto pronto... —musitó Seongjin, su mirada afilada clavada en él, mientras una sombra de satisfacción cruzaba su rostro—. O al menos, eso espero.
Las palabras de Seongjin reverberaron en la mente de Jungkook, impregnadas de una amenaza que iba más allá del dolor físico. Lo que le habían inyectado no era una simple droga para someterlo. Había algo más siniestro, algo que buscaba quebrarlo desde adentro.
Jungkook cayó de rodillas, incapaz de sostener su propio peso. La sensación de poder, que siempre había sido parte de él, se desvanecía como humo entre sus dedos, dejándolo vacío, frágil. El mundo a su alrededor se volvió borroso, y su visión comenzó a oscurecerse, mientras el frío de la celda se colaba bajo su piel, congelando cualquier vestigio de esperanza.
El eco de los jadeos de Jimin rompía el silencio, una constante en medio del abismo que se cernía sobre él. Jungkook luchaba por mantenerse consciente, pero la oscuridad lo envolvía lentamente, como una ola inminente que lo arrastraba hacia un abismo de incertidumbre... y miedo. Un miedo profundo, diferente al que había sentido antes. No era miedo por su propia vida, sino el pavor desgarrador de no poder proteger a Jimin, de fallarle cuando más lo necesitaba.
Su mente se apagaba poco a poco, y con cada segundo que pasaba, sentía cómo algo más que su fuerza física lo abandonaba. La desesperación lo consumía mientras el vacío lo engullía, dejándolo solo con la aterradora fragilidad de su propia impotencia.
El eco de los pasos de Seongjin se desvaneció por el corredor, dejando a Jimin y Jungkook sumidos en una oscuridad asfixiante. Pero mientras ellos luchaban por resistir, lejos de allí, en las calles desiertas de la ciudad, Eunwoo, Yoongi, Jaemin y Taehyung estaban desesperados. Llevaban horas buscando sin encontrar rastro de sus amigos.
—No puede ser que hayan desaparecido así —murmuró Eunwoo, su voz llena de preocupación. Sus ojos escudriñaban la oscuridad, tratando de captar algún rastro de sus amigos. La ansiedad crecía dentro de él como una marea, empujando su corazón a latir más rápido.
—Algo no está bien. Ellos no se habrian ido sin avisar. —respondió Taehyung, su mirada fija en la oscuridad, buscando cualquier pista en el vacío. Los faros de los autos ocasionales iluminaban brevemente sus rostros, revelando expresiones de ansiedad y determinación. El aire parecía más pesado de lo habitual, como si algo invisible estuviera acechando en las sombras, algo que no podían ver pero que todos podían sentir.
Jaemin había encontrado los celulares de Jungkook y Jimin en el jardín, un hallazgo inquietante que solo aumentaba su preocupación. La hierba estaba pisoteada, como si hubiera habido una lucha. La pantalla rota del teléfono de Jungkook reflejaba la luz de la luna, un testimonio silencioso de la violencia que había ocurrido. Jaemin se agachó, recogiendo los dispositivos con cuidado, como si temiera que cualquier movimiento brusco revelara más de lo que estaba preparado para enfrentar.
—Aquí están sus teléfonos —dijo Jaemin, levantando los dispositivos como prueba tangible de su desaparición. Su voz era tensa, y el temblor en sus manos revelaba su creciente pánico. La noche, que ya de por sí era oscura, parecía volverse aún más opresiva, como si el tiempo mismo estuviera en su contra, resbalándose entre sus dedos como arena.
El silencio era denso, roto solo por el murmullo distante del tráfico. La desesperación comenzó a asentarse entre ellos, cada uno atrapado en sus propios pensamientos, hasta que de repente, una figura conocida apareció tambaleándose desde las sombras.
Lee Jeno, gravemente herido, se acercaba a ellos. Su ropa estaba desgarrada, manchada de sangre, y su rostro, normalmente pálido, ahora parecía aún más desprovisto de vida por la pérdida de sangre. Cojeaba visiblemente, cada paso una lucha contra el dolor que intentaba mantener bajo control.
—¡Jeno! —exclamó Yoongi, con sorpresa y cautela. Sus ojos se entrecerraron mientras evaluaba la condición de Jeno. Había algo extraño en su aparición. Su rostro reflejaba una mezcla de alivio y desconfianza.
Jeno levantó las manos en señal de paz, su respiración entrecortada y su cuerpo temblando de dolor. —Vengo a ayudar... Mi hermano, Seongjin, ha capturado a Jungkook y Jimin... No solo trató de sacarme información a mí, sino que hace tiempo envió a sus hombres a investigarlos a ambos. Sé dónde los tiene.
Las palabras de Jeno cayeron sobre ellos como una losa, el peso de la situación se asentaba en el ambiente como un manto pesado e irrespirable. El sentido de urgencia creció, la gravedad de lo que Jeno decía se reflejaba en sus rostros. El ambiente alrededor de ellos parecía haber cambiado con esas palabras, como si la noche misma reaccionara al horror de lo que estaba ocurriendo.
Eunwoo, aunque desconfiado, no podía ignorar la información. —¿Y por qué deberíamos confiar en ti? —preguntó, su voz cargada de sospecha. Sus ojos escrutaban cada gesto de Jeno, buscando alguna señal de engaño. La traición y la duda se entrelazaban en su mente, haciéndolo incapaz de aceptar la ayuda de Jeno sin antes cuestionarlo.
Jeno, con una mirada firme y una voz cargada de sinceridad, respondió: —Porque también quiero detenerlo. No estoy de acuerdo con sus métodos ni con su objetivo. Dije que los buscaría, y eso es lo que estoy haciendo. Los llevaré hasta ellos.
La sinceridad en su voz no dejaba lugar a dudas. Aunque estaba visiblemente herido y agotado, había una intensidad en sus ojos, una mezcla de dolor y resolución que resonaba con la verdad de sus palabras. El grupo intercambió miradas, sopesando las pocas opciones que tenían. El silencio que cayó entre ellos era casi palpable, cada uno evaluando la situación con creciente urgencia. Sabían que el tiempo estaba en su contra, y la seguridad de Jungkook y Jimin pendía de un hilo.
Sin más alternativas y conscientes de la gravedad de la situación, decidieron seguir a Jeno, pero mantuvieron la guardia alta.
—Si nos estás engañando, lo pagarás caro —advirtió Yoongi, sin dejar de observar a Jeno con desconfianza. Su voz era baja pero amenazante, dejando claro que no toleraría ninguna traición. La mirada de Yoongi era penetrante, como si quisiera leer el alma de Jeno, asegurarse de que no había mentiras detrás de sus palabras.
—Lo entiendo —respondió Jeno con serenidad, su rostro endurecido por la determinación—. Pero créanme, quiero detener a mi hermano tanto como ustedes.
El tono firme y la resolución en sus ojos hicieron que el grupo, aunque aún reticente, le diera el beneficio de la duda. Había algo en su postura, en la manera en que mantenía su compostura a pesar de sus heridas, que sugería que sus intenciones eran genuinas. No había más opciones, y cada segundo que pasaba los acercaba más al peligro.
La tensión en el aire era palpable mientras el grupo aceptaba, aunque con cierta reticencia, la ayuda de Jeno. Estaban preparados para actuar en cualquier momento, conscientes de que el más mínimo error podría costarles caro.
Justo en ese momento, Taehyung sintió una mano firme en su hombro. Se dio la vuelta y se encontró con Jin, que había llegado corriendo, con el pecho subiendo y bajando rápidamente por la respiración agitada. El sudor perlaba su frente, y sus ojos estaban llenos de preocupación. Sin embargo, había algo más en su mirada, algo que parecía ir más allá del simple peligro.
—Tae, no puedes ir —dijo Jin con firmeza, su tono autoritario contrastando con la suavidad de sus ojos. Había una mezcla palpable de preocupación y algo más, algo que Taehyung no lograba descifrar del todo.
Taehyung se zafó del agarre de Jin, pero su piel ardió donde los dedos de Jin lo habían tocado. Su expresión se endureció, aunque había una vulnerabilidad latente en su mirada. Rabia, desesperación... y algo que solo Jin parecía provocar. —Se trata de la vida de mi amigo, Jin, él más que mi amigo es como de mi familia. No puedo quedarme de brazos cruzados.
Jin frunció el ceño, dando un paso más cerca de Taehyung, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo a pesar del frío de la noche. —Entiendo cómo te sientes —susurró, su voz más suave esta vez, casi íntima—, pero hay fuerzas en juego que no conoces. Fuerzas muy peligrosas. Tienes que confiar en mí. Debes irte a casa.
El corazón de Taehyung latía con fuerza, no solo por la situación, sino también por la proximidad de Jin, por la intensidad en su voz. —¡No! —exclamó, su tono quebrado por la tensión emocional—. No puedo dejar a Jimin ahora. ¿Cómo podría enfrentarme a su familia si algo le pasa?
El ceño de Jin se suavizó al escuchar el dolor en la voz de Taehyung. Se acercó un poco más, sus manos encontraron los hombros de Taehyung de nuevo, pero esta vez el toque fue más suave, como una caricia apenas contenida. —Tae... —su voz se volvió baja, íntima, como si en ese instante solo existieran ellos dos—. Lo sé. Lo entiendo. Pero Minji y Sang-ho también necesitan noticias, y si te quedas, solo se preocuparán más. Déjanos encargarnos. Prometo que los traeremos de vuelta.
Los ojos de Jin lo atraparon, y por un momento, Taehyung sintió que el peso del mundo desaparecía, que el caos se desvanecía solo con esa mirada. La intensidad entre ambos era casi tangible, aunque ninguno de los dos parecía ser completamente consciente de lo que estaba pasando. Taehyung apretó los labios, su mirada luchando entre la determinación de quedarse y la razón que sabía que Jin tenía. Asintió lentamente, aunque su corazón seguía reticente.
Eunwoo, que había estado escuchando a un lado, decidió intervenir, rompiendo el momento. Sacó su móvil rápidamente. —Enviaré a alguien de confianza para que te lleve a casa. No dejaré que vuelvas solo, no con esas criaturas rondando por ahí —dijo, su tono decidido pero distante, como si hubiera percibido la tensión en el aire.
Marcó un número, y minutos después, uno de sus hombres de seguridad, Hyun, llegó en un auto oscuro. Mientras Hyun abría la puerta del auto, Jin no apartó los ojos de Taehyung.
—Hyun, llévalo a Taehyung de regreso a salvo —ordenó Eunwoo, pero la voz de Jin, aunque no dijo nada, parecía resonar más fuerte en la mente de Taehyung.
Taehyung se volvió hacia Jin justo antes de entrar al auto. Jin lo sostuvo firmemente por los hombros, sus dedos rozando la piel de Taehyung de una manera que se sentía casi personal, casi íntima. Sus miradas se encontraron, y esta vez la intensidad era ineludible, como si el aire mismo entre ellos se hubiera vuelto denso.
—Te prometo que traeré a Jimin con vida —susurró Jin, y aunque sus palabras eran serias, había algo más en ese tono. Algo que hizo que el estómago de Taehyung se apretara, aunque no supiera por qué. El toque de Jin no era solo firme, era cálido, casi protector, casi... ¿demasiado cercano?
Taehyung sintió cómo una corriente de calor lo atravesaba, una emoción que no era solo preocupación por Jimin, sino por el propio Jin. Era confuso. Todo era confuso en medio de esa tormenta. Pero había algo en los ojos de Jin, en la forma en que lo miraba, que le daba una sensación de seguridad que iba más allá de la situación.
—Está bien... —susurró Taehyung, y aunque trató de sonar firme, su voz traicionó una nota de vulnerabilidad—. Pero por favor... no les falles.
Jin asintió, con la misma solemne determinación, pero sus ojos no dejaban de observar a Taehyung, como si quisiera decir algo más, algo que ninguno de los dos lograba comprender del todo. —No lo haré —prometió, pero sus palabras parecían contener mucho más de lo que estaba diciendo.
En un gesto inesperado, Jin alzó una mano y acarició suavemente la mejilla de Taehyung con el pulgar, un roce breve, pero lleno de una calidez que dejó a Taehyung paralizado por un instante. Taehyung no supo qué lo estremeció más: el contacto o la mirada que le lanzó Jin justo después. Era un gesto de consuelo, sí, pero había algo en la forma en que sus ojos se encontraron que hacía que el aire a su alrededor se volviera espeso, cargado de emociones no dichas.
—Cuídate, Jin —susurró Taehyung, sus palabras apenas un susurro, pero llenas de un significado que ni él mismo comprendía del todo. No solo era una despedida; era una súplica, una promesa, algo más.
—Prometo que los traeremos de vuelta —repitió Jin, con una convicción que parecía abarcar algo más allá de la situación. Y aunque Jin sabía lo que estaba en juego, no podía ignorar el extraño tirón en su pecho al ver a Taehyung marcharse.
Jin tragó saliva y, se subió al auto. Mientras el vehículo se alejaba, sus pensamientos estaban de manera inquietante, en Taehyung. El contacto, la mirada, la promesa... algo había cambiado, algo que no lograba descifrar, pero que ahora parecía imposible de ignorar.
El viaje de regreso se le hizo interminable. Cada minuto que pasaba era un recordatorio del peligro que enfrentaban Jungkook y Jimin. A su alrededor, las calles estaban desiertas, y el suave rugido del motor era lo único que rompía el silencio. El conductor, Hyun, parecía concentrado en el camino, pero Taehyung podía sentir su tensión. Estaba ansioso por llegar a casa, donde tendría que enfrentarse a Minji, la madre de Jimin, y a Sang-ho, su abuelo. No sabía qué iba a decirles. ¿Cómo podría tranquilizarlos cuando él mismo estaba sumido en el miedo?
Por otro lado, Jin y los demás avanzaban por la ciudad, ahora oscura y desierta. Mientras el auto de Taehyung desaparecía en la distancia, Jin seguía sintiendo la presión de la responsabilidad sobre sus hombros. No puedo fallarles, pensó mientras se concentraba en la misión que tenían por delante. Sabía que Minji y Sang-ho estaban esperando noticias, y no podía soportar la idea de volver con malas noticias.
El camino era sinuoso, y cada sombra parecía ocultar peligros. El grupo, guiado por Jeno, avanzaba con una mezcla de esperanza y temor. La ciudad, normalmente vibrante, se sentía como un laberinto de amenazas y secretos. Cada esquina escondía la posibilidad de un enfrentamiento.
—Estamos haciendo lo correcto, ¿verdad? —murmuró Jaemin, su voz apenas un susurro mientras avanzaban por una calle oscura y desierta.
—No hay otra opción —respondió Yoongi, su mirada fija en el camino por delante—. Debemos salvar a Jungkook y Jimin.
Jaemin, que caminaba al frente junto a Jeno, giró la cabeza para hablar con los demás.
—Manténganse alerta. Este lugar no me da buena espina.
La tensión en el aire era palpable, y cada sonido nocturno parecía amplificado. Las hojas crujían bajo sus pies, y el viento susurraba entre los edificios abandonados, creando una atmósfera casi fantasmal.
—Estamos cerca —dijo Jeno en voz baja, señalando con la cabeza hacia un edificio en las afueras de la ciudad—. Están aquí. Prepárense, porque no será fácil.
Eunwoo, Yoongi, Jaemin y Jin asintieron, sus rostros reflejando la gravedad de la situación. Con un último vistazo de comprensión mutua, se dirigieron hacia la entrada, listos para enfrentar lo que les aguardaba dentro.
—Estén atentos y cuiden las espaldas de los demás —susurró Jin mientras avanzaban, su voz firme pero tranquilizadora.
El grupo avanzaba con cautela, sus corazones latiendo con fuerza mientras se acercaban al edificio. La tensión crecía con cada paso. Las linternas que llevaban iluminaban el terreno justo delante de ellos, pero más allá, solo había sombras.
—¿Seguro que es aquí? —preguntó Jaemin, mirando a Jeno con desconfianza.
Jeno asintió, respirando con dificultad. —Sí, lo sé por lo que escuché. Este es el lugar.
El silencio fue roto de repente por el estruendo ensordecedor de un disparo. El eco del proyectil resonó entre las paredes desiertas y el suelo seco, congelando a todos en el lugar por un breve y aterrador instante. Un grito ahogado salió de los labios de Jeno mientras su cuerpo caía pesadamente al suelo. El sonido sordo de su cuerpo chocando contra la tierra fue seguido de un rápido y sofocado jadeo de dolor.
—¡Nos atacan! —gritó Eunwoo, su voz cortando el aire con pánico contenido. Sin pensarlo dos veces, se lanzó al suelo en busca de cobertura, sus ojos recorriendo frenéticamente el entorno en busca de la fuente de los disparos.
Una mancha oscura de sangre comenzó a extenderse rápidamente desde el costado de Jeno, empapando su ropa y goteando lentamente sobre la tierra. La herida era profunda, y la sangre fluía en un torrente aterrador, tiñendo el suelo bajo él de un rojo oscuro. Su respiración era pesada y entrecortada, su rostro palideciendo a medida que el dolor comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Intentó hablar, pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta, reemplazadas por un quejido de agonía.
Los guardias surgieron de las sombras como espectros armados, moviéndose con precisión militar. Los rifles automáticos vomitaron balas. El aire se llenó de silbidos, el suelo explotando en fragmentos a su alrededor.
Yoongi y Jaemin reaccionaron al unísono, lanzándose hacia los costados. El impacto de las balas levantó nubes de polvo y escombros a sus pies. Sus cuerpos rodaron por el suelo, buscando cobertura mientras el fuego seguía lloviendo sobre ellos.
Jin, con una calma helada que sólo los más experimentados guerreros podían mantener en una situación de vida o muerte, alzó un arma que le quito a uno de los guardias y disparó con precisión letal, derribando a uno de los guardias con un solo tiro limpio en el pecho. El guardia cayó de inmediato, su arma resbalando de sus manos mientras un gemido de dolor escapaba de sus labios antes de que quedara en silencio.
—¡Tenemos que abrirnos paso! —ordenó Jin, su voz cortando a través del caos, clara y firme. Sus ojos analizaban rápidamente la situación, buscando un camino entre el fuego cruzado.
Eunwoo, con el corazón latiéndole en las orejas, respiró profundamente y se arrastró hasta donde estaba Jeno, su cuerpo moviéndose ágilmente por el suelo mientras las balas seguían volando por encima de él. Al llegar junto a Jeno, sus manos temblorosas se empaparon en sangre mientras presionaba sobre la herida abierta, intentando contener la hemorragia.
—Aguanta, Jeno, aguanta... —susurró Eunwoo, sus palabras eran tanto para Jeno como para sí mismo, como si al pronunciarlas pudiera detener el tiempo, o al menos frenar la pérdida de sangre que no cesaba.
Jeno respiraba con dificultad, sus ojos parpadeando para mantenerse consciente. Apretó los dientes y trató de enfocarse en las palabras de Eunwoo, aunque cada segundo que pasaba se sentía más débil, más alejado de la realidad.
—Sigan... —jadeó, su voz apenas un susurro quebrado por el dolor—. No se detengan por mí... tardo más en sanar que un vampiro normal... pero puedo resistir.
Jaemin, que seguía luchando cuerpo a cuerpo con uno de los guardias, desarmó al atacante con una llave rápida y brutal, haciendo que el arma cayera con un estruendo al suelo. Sin perder tiempo, Jaemin empujó al guardia con fuerza, haciéndolo caer de espaldas. Se giró rápidamente hacia el grupo.
—¡Tenemos que entrar ahora! —gritó, sus ojos buscando a Yoongi, quien ya estaba derribando a otro de los guardias con la misma eficacia letal que Jin.
Los guardias restantes, sorprendidos por la tenacidad del grupo, comenzaron a retroceder, intentando cubrirse mientras respondían al fuego. Pero Yoongi y Jin no les dieron tregua. Con una sincronización perfecta, disparaban con precisión quirúrgica, eliminando las amenazas una por una.
—¡Cubran la entrada! —ordenó Yoongi, su voz resonando sobre el ruido de los disparos. Con una mirada rápida, evaluó la situación: estaban logrando ganar terreno, pero el tiempo era crítico.
Finalmente, tras una embestida rápida y feroz, el grupo llegó a la entrada del edificio. Jin, con un último disparo, derribó a uno de los últimos guardias que quedaban en pie. Se giró rápidamente hacia la puerta, empujándola con fuerza hasta que cedió con un chirrido oxidado.
—¡Vamos, rápido! —gritó, asegurándose de que todos entraran antes de cerrar la puerta con un golpe seco detrás de ellos.
Dentro del edificio, el aire estaba cargado de polvo y humedad, pero la calma momentánea no hizo más que aumentar la tensión. El grupo sabía que lo peor estaba por venir. Las paredes del lugar, enmohecidas y agrietadas, eran testigos silenciosos de su lucha. La luz de sus linternas apenas iluminaba el camino por delante, pero sus corazones, llenos de una mezcla de miedo y determinación, los impulsaban a seguir adelante.
Jaemin se arrodilló junto a Jeno, observando la herida con creciente preocupación. La piel alrededor del impacto estaba descolorida, y aunque la hemorragia había disminuido un poco, era evidente que necesitaban atención médica urgente.
—Tienes que dejar de hacerte el héroe, Jeno —dijo Jaemin, intentando mantener su tono ligero para calmar la situación, pero su voz traicionaba la preocupación que sentía.
Jeno, aunque débil, dejó escapar una risa entrecortada, su rostro pálido, pero con una chispa de humor en sus ojos. Era su forma de demostrar que, a pesar del dolor, seguía en la lucha.
—No puedo evitarlo... —jadeó Jeno—. Especialmente cuando... te tengo tan preocupado por mí.
Jaemin sacudió la cabeza con frustración, pero no pudo evitar sonreír levemente.
—Idiota —murmuró, presionando más firmemente sobre la herida—. Debemos detener la hemorragia. Los demás, sigan adelante. Me quedaré con él y luego los alcanzaremos.
Jin, siempre el líder en situaciones críticas, asintió. Sabía que no podían perder tiempo, pero tampoco podía dejar atrás a nadie.
—Tengan cuidado. No tarden demasiado —advirtió, su mirada pasando de Jeno a Jaemin, antes de girarse para seguir adelante junto a Yoongi y Eunwoo.
Jaemin observó cómo las sombras de sus compañeros desaparecían en la penumbra del edificio, sus figuras esfumándose en la oscuridad con cada paso que daban hacia lo desconocido. El eco de sus pasos resonaba brevemente antes de ser tragado por el silencio opresivo que llenaba el lugar. Una vez que estuvieron fuera de su vista, Jaemin volvió su atención hacia Jeno. La respiración del joven era errática, sus ojos entrecerrados mientras el dolor se apoderaba lentamente de su cuerpo.
Sentía el peso de la situación presionando sobre sus hombros, como una losa de incertidumbre que amenazaba con aplastarlo. Pero sabía que no había tiempo para dudar ni para dejar que el miedo nublara su mente. La herida de Jeno era grave, pero no podía darse el lujo de permitir que el agotamiento lo venciera.
—Tranquilo, Jeno, te pondrás bien —susurró Jaemin con firmeza, tratando de mantener la calma. Aunque sabía que las probabilidades estaban en su contra, se negó a permitir que el pesimismo se colara en su voz. Mientras sus manos aplicaban presión sobre la herida, sus ojos vigilaban con atención el rostro pálido de Jeno.
Jaemin mantenía la presión firme sobre la herida de Jeno, su mente dividida entre la preocupación por la herida de Jeno y el temor por lo que podrían estar enfrentando los demás en el interior del edificio.
El cuerpo de Jeno temblaba, su rostro pálido por la pérdida de sangre. Sus ojos parpadeaban lentamente, luchando por mantenerse abiertos.
—No te atrevas a desmayarte ahora, imbecil —dijo Jaemin, su voz cargada de una mezcla de preocupación y determinación.
—No pienso hacerlo... —respondió Jeno con una sonrisa débil, aunque sus palabras sonaban más como una promesa a sí mismo que a Jaemin.
Jaemin se inclinó más cerca de él, ajustando su postura para intentar estabilizar mejor la herida. Sabía que no podían quedarse mucho tiempo allí, pero también entendía que Jeno no podría moverse sin ayuda. Miró hacia el edificio con la esperanza de que los demas encontrarían a Jungkook y Jimin pronto.
Yoongi, Jin y Eunwoo avanzaban con cautela por los pasillos oscuros y fríos del edificio. Cada paso que daban se veía acompañado por el crujido del suelo bajo sus pies, el eco reverberando por las paredes, como si el mismo edificio estuviera susurrando en su contra. La luz tenue de las linternas de sus celulares apenas iluminaba lo que tenían frente a ellos, y los pasillos serpenteaban como un laberinto sin fin.
—Este lugar es enorme... —murmuró Eunwoo, sus ojos moviéndose de un lado a otro, como si esperara que algo saltara de las sombras en cualquier momento.
El edificio se desplegaba ante ellos como un colosal monstruo de concreto y metal, un laberinto retorcido de corredores, puertas cerradas y celdas oxidadas. Cada esquina parecía ocultar más secretos oscuros y horrores olvidados. A través de las rejas oxidadas, las criaturas pálidas y demacradas los observaban, pero no de manera pasiva. Una de ellas, con la piel fina como papel de pergamino, estirada de manera antinatural sobre sus huesos, se aferró a los barrotes con dedos temblorosos y huesudos. Sus uñas estaban astilladas, algunas arrancadas hasta la carne viva, dejando líneas de sangre seca en las falanges. Al verlos, su mirada vacía se fijó en Yoongi, pero no había rastro de súplica en sus ojos. Solo hambre, cruda y voraz, como si toda la humanidad hubiera sido arrancada, dejándola con un único instinto primario.
Un gemido gutural escapó de su garganta, un sonido roto, como si el aire se rasgara al pasar por sus cuerdas vocales. Era un ruido que no parecía propio de una criatura humana, sino de algo que existía en los bordes del sufrimiento y la locura, más animal que humano. La criatura no tenía la fuerza para gritar, pero en ese lamento había un eco de horror que hizo que Yoongi sintiera un escalofrío en la nuca.
Otra criatura, oculta en las sombras de la celda, comenzó a moverse. Al principio, solo se oía un débil raspado, como si sus uñas quebradas estuvieran arañando el suelo. Pero luego, salió a la vista: un cuerpo flaco y torcido, con los huesos sobresaliendo de la piel, moviéndose en espasmos erráticos. Sus extremidades se sacudían de manera descontrolada, los codos y rodillas doblándose en ángulos imposibles, como si las articulaciones hubieran sido dislocadas mil veces y jamás hubieran vuelto a su lugar. Pero seguía arrastrándose hacia ellos, sus brazos flacos raspando el piso, dejando marcas sangrientas en el suelo de piedra.
La mandíbula de la criatura se abría y cerraba, pero no con un propósito claro. Su boca temblaba, los labios resecos agrietándose mientras sus dientes rechinaban en un intento de morder. Era como si hubiera olvidado cómo usar su propio cuerpo, pero el instinto de morder, de desgarrar, persistía de manera desesperada. Cada vez que la mandíbula se abría, sus mandíbulas sonaban como un crujido seco, con fragmentos de saliva espesa que se deslizaban por el costado de su boca, colgando en hilos brillantes antes de caer al suelo.
Yoongi, sin querer, dio un paso atrás, su mirada atrapada en ese espectáculo grotesco. Intentó apartar la vista, pero no pudo. Las criaturas parecían estar en todas partes, atrapadas en las celdas, pero aún así llenando el aire de un terror tangible. La que se aferraba a los barrotes, más cercana a él, comenzó a retorcerse con movimientos espasmódicos. Sus huesos crujieron bajo el esfuerzo, las costillas sobresaliendo de la piel como ramas secas. La criatura se agitaba como si su propio cuerpo fuera un enemigo del que trataba de escapar.
Con un espasmo violento, lanzó su brazo hacia adelante a través de los barrotes. Los huesos de su muñeca se doblaron de manera grotesca mientras el brazo se estiraba en un ángulo inhumano, pero la criatura no se detuvo. Sus dedos huesudos se agitaban como garras, rasgando el aire, buscando algo que agarrar. Las uñas afiladas, algunas arrancadas hasta el nervio, lograron rozar el abrigo de Yoongi, dejando pequeños cortes en la tela. Él se estremeció al sentir el frío contacto, como si un viento helado hubiera atravesado su piel.
—¡Mierda!... —susurró Yoongi, retrocediendo de un salto, su respiración acelerada. Su cuerpo lo traicionaba: sentía el miedo subirle por la garganta, pero trataba de mantener el control.
Los ojos de la criatura seguían fijos en él. No había rastro de humanidad, solo un vacío insondable, como si detrás de esa mirada no quedara nada excepto el hambre y la locura. Pero incluso en su fragilidad, había algo perversamente inquietante en la insistencia de esos movimientos. Parecía que, en cualquier momento, podrían encontrar la fuerza para liberarse de esas celdas y lanzarse sobre él, sin importar que sus cuerpos estuvieran al borde de la desintegración.
Detrás de la criatura que se aferraba a los barrotes, se escucharon otros gemidos, susurros apagados que se mezclaban con jadeos irregulares. Más figuras emergieron de las sombras, todas deformadas, todas medio muertas pero aún moviéndose con una especie de desesperación impía. Una criatura, con la columna torcida en una curva imposible, se tambaleaba hacia los barrotes, su piel colgando en jirones como si hubiera sido arrancada a tirones. Su boca se abrió y un gemido hueco salió de su garganta, acompañado por un chorro de sangre negra, espesa, que goteaba desde su lengua hasta el suelo, formando un charco de inmundicia bajo ella.
El sonido del crujido de los huesos al intentar moverse, los arrastres de sus cuerpos maltrechos, el constante jadeo de las criaturas... todo se fundía en una sinfonía de decadencia. Yoongi se obligó a no apartar la vista, a no huir, pero todo en su interior gritaba que debía alejarse de ahí, que esas criaturas eran algo más que simples prisioneros de un experimento fallido. Eran lo que quedaba de la humanidad cuando el dolor y la desesperación habían arrancado cada fibra de compasión y la habían reemplazado con hambre.
En un movimiento rápido, las uñas de la criatura que se aferraba a los barrotes se quebraron de golpe, emitiendo un sonido agudo. La criatura no pareció sentirlo. No emitió ningún ruido de dolor, ninguna reacción a las fracturas abiertas. Sólo seguía extendiendo su brazo hacia él, un brazo roto que aún así intentaba llegar a su objetivo con un hambre que sobrepasaba cualquier límite del sufrimiento físico.
Yoongi apretó los puños, su mente luchando por procesar lo que veía. Se sentía como si hubiera entrado en un lugar donde las reglas del dolor y la muerte ya no aplicaban. Un lugar donde esas criaturas ya no eran seres vivos, sino marionetas de carne torturada, condenadas a existir en un ciclo interminable de agonía.
Jin, con la mandíbula apretada, observaba las celdas con una mezcla de rabia y desesperación contenida. Sabía que no podían detenerse a ayudar a cada una de esas pobres almas, pero cada paso que daba se sentía como una traición a quienes quedaban atrás. Su corazón latía con furia en su pecho, y el deseo de encontrar a Jungkook y Jimin lo empujaba hacia adelante, a pesar del horror que lo rodeaba.
—No pueden ni alimentarse —susurró Yoongi con una mezcla de horror y lástima, observando cómo una de las criaturas trataba de alcanzar la sangre que algún guardia había dejado a su alcance. Pero incluso cuando la sangre tocaba sus labios, no surtía ningún efecto. La criatura la escupía con desesperación, como si fuera agua en vez del elixir que tanto anhelaban.
Mientras observaba, un recuerdo oscuro e ineludible se abrió paso en la mente de Yoongi. Algo en esos cuerpos deformados le recordaba lo que había presenciado tiempo atrás, cuando estuvo encarcelado junto a su hermano en un laboratorio similar. Su hermano había sido el primero en infectarse. Yoongi, impotente, lo vio sufrir la transformación desde los primeros síntomas hasta su fatídico final.
"Fue lo primero que se llevó el virus", pensó Yoongi, apretando los puños al recordar cómo su hermano había sido inyectado ante sus ojos. Le quitó la vida lentamente, al principio, el virus había paralizado a su hermano, y el latido de su corazón se fue apagando mientras el ADN mutaba cruelmente, luego lo destrozó. Yoongi recordaba con escalofríos cómo la piel de su hermano comenzó a despegarse de su carne, primero en pequeños trozos, luego en fragmentos más grandes, hasta que su cuerpo entero parecía desgarrarse a sí mismo.
Los científicos lo arrojaron a una celda al lado de la que Yoongi estaba confinado, y lo observaban como si fuera poco más que un experimento fallido. Las uñas de su hermano rascaban sin cesar las llagas en su piel, buscando un alivio imposible. El sonido de su carne rasgándose... es lo que lo atormenta aún hoy, la carne arrancándose resonaba en los oídos de Yoongi, y ese tormento vivía ahora en su memoria.
Las noches eran las peores. A través de las paredes de la celda, Yoongi escuchaba los agonizantes gritos de su hermano, gritos que le desgarraban el alma. Rezaba en silencio, deseando que la tortura terminara de una vez, que alguien le concediera a su hermano un descanso final. Le suplicó a cada dios que escuchara sus suplicas... pero nadie lo hizo. El virus lo tenía atrapado en un ciclo de muerte y resurrección, como si se negase a soltarlo por completo.
Vomitaba una y otra vez, como si su cuerpo intentara expulsar el veneno que lo destruía, pero ya era demasiado tarde. Una vez que el virus llegaba al corazón, no había vuelta atrás. El cuerpo lo rechazaba todo: la comida, el agua, incluso la sangre que debería haberle devuelto algo de fuerza.
Yeonjun pidió que los acabara. Su hermano, en sus últimos momentos de lucidez, le había suplicado que no dejara que nadie más sufriera lo que él estaba viviendo: "Hazlo por todos los que nos arrebataron", fueron sus palabras. Pero Yoongi nunca pudo cumplir esa promesa. No entonces. No cuando fue encerrado, sin fuerzas ni esperanzas de escapar.
Yoongi cerró los ojos por un momento, sintiendo la misma desesperación que lo había invadido entonces. La visión de aquellas criaturas esqueléticas, despojadas de su humanidad, le recordó a su hermano. Aquellos gritos de dolor que resonaban en su mente eran los mismos que había escuchado en aquella celda, cuando la única esperanza que le quedaba era que la muerte finalmente lo liberara.
—Es lo mismo que le pasó a él... —murmuró, aunque nadie más a su alrededor comprendía la profundidad de su dolor en ese momento.
—Es como si sus cuerpos estuvieran rechazando el virus que alguna vez los transformó —murmuró Jin, con una expresión de angustia en su rostro. Era un espectáculo antinatural, ver a seres que habían dependido de la sangre para sobrevivir ahora siendo consumidos por un hambre que nunca podrían saciar. La sangre que alguna vez los fortaleció ahora era inútil, un líquido que no podía ofrecerles ningún alivio mientras sus cuerpos seguían desmoronándose.
La atmósfera era densa, cargada de sufrimiento, y con cada celda que pasaban, la magnitud de la crueldad de Seongjin se hacía más evidente.
Intentando aliviar la creciente tensión, Yoongi soltó un comentario sarcástico.
—Probablemente le habrían robado tecnología a la NASA para hacer este lugar tan horrible.
Eunwoo, que caminaba a su lado, soltó una risa nerviosa, una respuesta automática que se le escapó sin querer, como si su cuerpo se aferrara desesperadamente a cualquier rastro de normalidad. Los demás esbozaron breves sonrisas, agradecidos por el intento de aligerar el ambiente, aunque la gravedad de la situación seguía pesando en sus corazones. Por un instante, la broma rompió la tensión que los asfixiaba, dándoles un respiro en medio de la creciente oscuridad.
Sin embargo, la realidad los golpeó de nuevo cuando escucharon otro gemido de dolor proveniente de una de las celdas cercanas. Una figura frágil y temblorosa se aferraba a los barrotes, sus ojos hundidos mirándolos como si ellos fueran su única esperanza. Eunwoo tragó saliva y desvió la mirada, su corazón pesado por la impotencia.
Sabían que no podían detenerse, que no tenían tiempo para rescatar a cada persona atrapada en aquel infierno, pero cada segundo que pasaba hacía más difícil ignorar el sufrimiento a su alrededor.
Los pasillos oscuros y retorcidos del edificio no solo albergaban a los prisioneros humanos, sino también a algo mucho más perturbador. A medida que avanzaban, Eunwoo, Yoongi y Jin comenzaron a notar figuras en las sombras, criaturas que alguna vez fueron vampiros, pero que ahora estaban irreconocibles.
Adelgazados hasta el punto en que sus propias grasas corporales parecían haber desaparecido por completo, sus cuerpos eran un espectáculo grotesco. Sus huesos sobresalían, tensando la piel grisácea que se adhería a ellos como un tejido marchito. Apenas quedaban algunos mechones de cabello en sus cabezas, y su tamaño se había reducido de manera antinatural. Cada paso que daban los acercaba a más celdas llenas de estas criaturas agonizantes, cuyos ojos vacíos y llenos de desesperación seguían sus movimientos.
Eunwoo tragó con dificultad, observando cómo una de esas criaturas se retorcía débilmente en el suelo de una de las celdas. Su cuerpo, sin grasa ni energía para sostenerse, parecía quemar los últimos rastros de vida que le quedaban. Los músculos se tensaban y contraían de manera errática, mientras la criatura intentaba en vano moverse.
Algunos de estos seres no tenían ni fuerzas para intentar moverse, simplemente yacían allí, con los ojos entrecerrados y el cuerpo encogido, como si esperaran una muerte que parecía negárseles. Sus rostros hundidos y piel grisácea les daban un aspecto casi fantasmal, como si ya estuvieran a medio camino entre la vida y la muerte.
Yoongi apretó los puños, la rabia y la tristeza mezclándose en su interior. Aquellas criaturas... algunos de ellos seguramente habían sido humanos, vampiros, atrapados en el mismo ciclo de desesperación que su hermano. Recordó con amargura como estos eran llamados "Freaks", deshumanizando a los "fallidos".
Era probable que los monstruos que atacaban en la ciudad fueran los que lograron adaptarse de alguna manera, criaturas que habían sobrevivido, pero a un costo terrible.
Respiró hondo, volviendo su atención a sus compañeros. Este lugar, pensó, era peor de lo que cualquiera de ellos había imaginado. Había sido un sitio de tortura, un laboratorio de horrores en el que cuerpos eran destruidos, retorcidos y desechados como si no tuvieran valor alguno.
"Esta vez será diferente", se prometió. "Acabaré con esto, por él."
—No podemos salvarlos a todos —dijo Jin en voz baja, como si hubiera leído los pensamientos de Yoongi, quien no podía apartar la vista del horror frente a ellos—. Pero encontraremos a Jungkook y Jimin.
Eunwoo apartó la mirada de las criaturas moribundas, y fue entonces cuando Yoongi habló en voz baja, casi como si estuviera recordando algo: —Se supone que estas cosas deberían estar muriendo, pero... hay algo más. Las criaturas que han estado atacando a personas en la ciudad, los que parecen haberse adaptado... es posible que algunos hayan escapado de aquí.
—¿Escapado? —preguntó Jin, frunciendo el ceño—. ¿Quieres decir que esas criaturas, las que han estado atacando a los humanos... salieron de este lugar?
Yoongi asintió, su expresión sombría. —Tal vez algunas de ellas no sufrieron el mismo destino que estas. Quizás sus cuerpos encontraron una manera de adaptarse, de sobrevivir al virus de una forma diferente. Es posible que las que están fuera lograron estabilizarse de alguna manera, mientras que las que quedaron atrapadas aquí se están muriendo.
El grupo se quedó en silencio ante esa revelación, un peso aún más oscuro cayendo sobre sus hombros. Las criaturas fuera, las que atacaban a los humanos... tal vez no estaban muriendo, sino que habían encontrado una manera de sostenerse en esa forma deformada y letal.
Con el horror aún grabado en sus mentes, siguieron avanzando. Sabían que no había esperanza para aquellos seres... pero aún quedaba una chispa de esperanza.
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