Dazai
Advertencias: Abuso de droga, alcoholismo, dependencia emocional, depresión, mal afrontamiento del estrés.
~•~
¿Qué hace Dazai cuando siente que el mundo se cae a pedazos?
Se encierra en casa, y bebe hasta el amanecer..
Se pierde en el éter, y cuando no es suficiente lo hace en alguna droga que pueda costear. No le importa, solo quiere dejar de pensar porque su mente es un lugar terrible y retorcido que le da miedo.
El que fue nombrado como el ejecutivo más joven de la mafia resulta ser más simple de lo que esperaban. Durante su peor época en la mafia se refugiaba en las prostitutas, y noches de fiestas. Siempre ha sido lamentable.
Quiere morir porque piensa que tiene el derecho a hacerlo.
Desde que conoció a esa extraña dama en la agencia, se convenció a si mismo que no estaría mal usarla para olvidarse del mundo. A fin de cuentas tenía el derecho de conseguir un sanador espiritual.
—¡Buenos días!— apareció con ese disfraz de bufón en otro día de trabajo—. Hoy el sol brilla más que ayer.
—¿Cuánto bebiste? Dazai eres deprimente— nadie preguntaba eso, porque nadie quería hacerlo sentir peor con preguntas así de personales. Quizá todos se tragaron el cuento de que era un idiota.
—Lo suficiente para no querer hablar de ello— sonrió meciendo su cuerpo de un lado a otro.
Así comenzó esa relación dónde podía dejar de usar esa apariencia alegre y era más él mismo. En una ocasión esa mujer le contó acerca de sus sueños, de como esperaba retirarse a los cuarenta, mudarse cerca del mar y escribir cartas para extraños.
Esa noche Dazai lloro hasta quedarse dormido, no sabía el motivo, pero dolía.
Con el tiempo ambos se hicieron confidencias que solo un amigo puede escuchar, pero claramente no lo eran. Dazai no quería darle nada, porque nunca podía tener algo.
—¿Dazai?— la muchacha lucho con la puerta de su departamento hasta que pudo abrirlo y ahí estaba, tirado rodeado de botellas y una jeringa recién usada—. Mierda.
—Pequeña, ¿Qué haces aquí?— preguntó mirando el techo.
—Si no estás bien, solo llama, puedo contestar tus llamadas— la joven se desplazó para quedar tumbada a su lado. Ninguno podía mirarse sin tener arcadas por el asco de su naturaleza.
—No quiero vivir— comentó con el mismo tono que antes—. Pero simplemente no puedo morir, es una especie de karma. Así que uso esto, es morir en vida.
—Pero eres bueno para otras cosas— la más baja sonrió aún viendo la mancha peculiar del techo—. Ve a terapia.
—No creo que eso me arregle, el problema radica en que no quiero cambiar— su habla se volvía lenta por el uso de sustancias—. Soy muy cobarde para hacerlo.
—Te doy un poco de mi valor— la muchacha estiró su mano para rozar la del castaño—. Eso hacen los amigos.
Osamu asintió sutilmente—. Bueno, estoy listo para morir en el intento, lo pensaré.
—Lo primero es ir al hospital.
—Oye, de verdad siento que eres alguien en quién puedo confiar— soltó un largo suspiró—. Tengo un poco de miedo, ya sabes, sobre esto. Pero te aprecio mucho.
Sin darse cuenta dos lágrimas cayeron de su sien izquierda, después se quedó dormido confiado de que aquella dama cuidaría su integridad física.
Dazai en alguna parte de si mismo la odiaba por recordarle aquello de su propia humanidad, pero también fue por ella que sintió una relación cercana a la amistad, era un compañerismo real.
Esa mujer eras tú, y Dazai ya dependía de tí.
Medio corto porque estoy escribiendo esto de madrugada.
¡La salud mental es importante!
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