Chuuya
Advertencias: Pequeño escenario perteneciente al fic de Chuuya, contiene spoilers de strom bringer.
~•~
Era un humano, al igual que otros necesitaba que alguien se lo recordara algunas veces y eso lo hacía Jane.
¿Cuando se lo hizo saber? Después de la tormenta, en el cementerio. Ambos visitaban la tumba de Albatross, quien en realidad no era cercano a la azabache, pero ella trataba de aliviar aquello de "llevarse bien".
Gotas de agua caían, impactando contra el cuerpo del muchacho. La joven estiró su paraguas cubriendo ambos cuerpos, aún sin querer voltear al cielo en tonos grises.
"No me importa lo que quieras decir, en realidad ni yo sé lo que soy, así que ahorrate un discurso de humanidad" dijo el de ojos zafiro.
"Eres Nakahara Chuuya, con un temperamento terrible y ojos hermosos como el mismo cielo" soltó aquello en compañía de una sonrisa. La menor era conciente de lo mal que estaba su salud mental. Todo el plan de Dazai lo forzó a tomar decisiones imposibles.
"Vete a la mierda" huyó como un perro asustado de la femenina que lejos de estar enojada, solo se asombro por ser insultada sin motivo aparente.
Una semana después se encontraron en la sede. Ella buscaba al que llamaba hermano por los pasillos, y Chuuya organizaba una entrega de armas. Jane ayudaba a Kōyō, así que no era completamente ajeno a su presencia, pero de eso a admitir que realmente lo intimidaba había gran diferencia.
—Buenas noches, ¿Has visto a Dazai?— lucía un poco enojada.
La razón: fue abandonada en una junta de empresas fachadas donde querían comérsela viva. El ejecutivo más joven no se presentó la reunión, así que Jane hizo un par de amenazas para librarse de las preguntas.
—No, el bastardo debe andar buscando un basurero dónde meter la cara— respondió con la vista al frente —¿Para qué lo necesitas— claro que quería llegar al punto de decir "Yo puedo hacerlo".
—Solo una plática personal— se acercó para quedar a su lado y de reojo ver la luz que se filtraba y reflejaba en la piel del adolescente —¿Cómo va todo?.
—Mejor de lo que esperaba— suspiró girando en un intento de ignorarla.
—Que bueno, avísame si tienes alguna dificultad con el nuevo ejecutivo— hizo enfasís en la última palabra.
—Tú también, ese bastardo es muy diligente— apretó los dientes—. Lo demás va mejorando, desde siempre tuve una cicatriz, así que no es tan jodido ni deprimente como piensas.
—¿De verdad?— Sonrió aún si no era vista—. Que agradable es oír eso. Eres humano, no hay duda sobre eso.
—No le demos vueltas a un asunto sin importancia. Ya te dije que ni yo sé lo que soy— no era ajeno a su humanidad, aunque proclamarse a sí mismo era egoísta.
—Si tienes una cicatriz puedes aferrarte a eso— sin prisa se deslizó hasta estar a centímetros de su oreja—. Puedo contarte una historia sobre como te la hiciste.
—¿Por qué demonios lo sabrías tú?— arqueó las cejas curioso.
—"Nakahara era un hijo de pescadores. Su padre salía todas las mañanas a preparar anzuelos y carnadas, mientras el pequeño corría por la casa buscando sus botas de plástico amarillas, pero al final su madre las tenía listas en la puerta, daba un beso en su frente y volvía a hornear las galletas que vendía en el pueblo.
Padre, e hijo subían al bote y se adentraban al lago frente a su casa. Hablaban mucho pues el niño siempre hacia las misma preguntas ¿De que color es el fondo del lago? ¿Por qué no peces no vuelan? ¿Las aves vienen del cielo?.
Pescaban hasta que su hielera quedaba medio llena. Volvían a casa para ser recibidos por la mujer que ya tenía una comida en la mesa, o mejor dicho el campo de batalla entre su padre y él. Arrasaban con todo y como castigo recogían la mesa".
—¿Y la cicatriz?— preguntó el del sombrero.
—"Cierto día mientras pescaban, Nakahara tuvo la gran idea de preparar solo su carnada, pero al no tener cuidado se lastimó con el anzuelo.
Su padre lo llevo a casa para ser atendido por su mujer. Por estar concentrados en eso, ignoraron el olor a quemado que salía del horno y así perdieron la tanda de galletas para el día siguiente. A los adultos no les importaba, solo amaban mucho a su hijo.
Lo arroparon como siempre, con su cobijita roja"
—Verde— interrumpió el mayor—. Estoy seguro de que era verde.
—Cierto, el frío me vuelve torpe. "Lo arroparon con su cobijita verde y descansó plácidamente, pues solo fue una pequeña herida que le recordaría los días en esa casa".
—No sirves para contar historias— aclaró su garganta desviando la atención del color carmín que pintaba sus orejas y mejillas—. Como sea, no es tan mala.
—Yo pensé que si, al jefe le gusta oírme— el tono monótono en compañía de sus ojos verdes era el reflejo de su sinceridad—. Pero puedes imaginar otra, existe una posibilidad infinita de historias y cada una puede ser real.
La cercanía fue cortada por Chuuya que dió un salto hacia atrás—. Oye, mocosa ¿No buscabas a la caballa?.
—Me olvidé de eso— respondió con suficiencia—. Hasta luego, Nakahara, que estés bien.
Salió de la bodega con esa cara estoica. Le había fascinado intercambiar tantas palabras con Chuuya. De paso esclareció su idea de reclamarle a Dazai, seguramente terminaría persuadindolo para que comiera antes de irse a su nueva casa, pues la anterior quedó destruida por el rey asesino.
El de ojos azules se quedó ahí, apreciando su cicatriz. Perplejo por las palabras de Jane dejó divagar su mente en un montón de ideas sobre como fue su vida.
Alentado por esos ojos esmeralda, las hebras negras y esa piel pálida terminó dejando un beso sobre la cicatriz de su muñeca.
—Todo gracias a ti, mocosa infernal— soltó una risa nasal—. Debo verme estúpido.
Suspiró y volvió al trabajo.
Bueno, cada historia de amor es distinta, pero a fin de cuentas merece ser contada.
Esto iba a ser sobre la lectora, pero termine recordando la interacción de los morros dañados y dije "ahuevo, lo reciclo, le pongo detalles y queda joya" 🤙🏻
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