🍷𝟔🍷
Pov Jimin
Jungkook y yo nos encontrábamos en un bosque que se extendía a lo largo de kilómetros, alejado de cualquier signo de civilización. El camino hacia allí había sido largo, más de lo que hubiera querido, y el silencio en el auto solo aumentaba mi frustración. Según él, era un lugar importante para lo que estaba por venir. Aun así, no podía dejar de pensar que estábamos perdiendo el tiempo. Tiempo que podríamos invertir investigando las muertes, en lugar de pasearnos entre árboles y arbustos. Después de todo, siempre me las había arreglado bien por mi cuenta. ¿Por qué debería ser diferente ahora?
A pesar de mi irritación, había algo reconfortante en el bosque. Los altos árboles parecían susurrar secretos al viento, y la suave brisa arrastraba un frescor que rara vez se siente en la ciudad. Era tan distinto al constante murmullo de autos, gente y luces. Aquí todo era simple: el crujido de las hojas bajo nuestros pies, los trinos de aves ocultas entre las ramas. Esa tranquilidad casi me hizo olvidar mi resistencia inicial.
El camino era cómodo, pero el silencio entre Jungkook y yo no lo era tanto. Mis pensamientos seguían dando vueltas, buscando algo que decir. Finalmente, no pude evitar preguntar lo que llevaba tiempo rondándome la cabeza:
—¿Cómo es que puedes caminar bajo la luz del sol sin que nada te ocurra? —Solté de golpe, observándolo con cautela. Había algo fascinante en su habilidad, algo que me resultaba imposible de ignorar.
Jungkook giró ligeramente su cabeza hacia mí, con esa expresión suya que siempre parecía estar a medio camino entre el desinterés y la burla.
—¿Recuerdas que Yoongi mencionó que soy un hibrido?
Asentí en silencio.
—Bueno, hay algo más que no te conté. En realidad, soy un híbrido puro. Mi madre era una loba pura, y mi padre un vampiro puro. Ambos nacieron con su condición, no fueron transformados. Eso me hace a mí algo... único.
Mis cejas se alzaron.
—¿Híbrido?
—Así es —continuó, sin mostrar signos de incomodidad—. Nací con ambas naturalezas. Por un lado, mi condición de vampiro me da la necesidad de subsistir a base de sangre humana. Esa parte es innegable, inevitable. Pero, aun así, no soy completamente un no-muerto. Mi sangre sigue siendo... especial, digamos. Por otro lado, mi lado lobo me proporciona habilidades que van más allá de lo que cualquier vampiro transformado podría alcanzar. Soy más fuerte, más rápido, y con el tiempo, esas habilidades se han fortalecido hasta un punto que incluso mis instintos vampíricos no pueden igualar.
Pausó por un momento, como si estuviera organizando sus pensamientos, antes de añadir:
—Sin embargo, siempre hay un conflicto dentro de mí. Mi lado vampiro... —Se detuvo y soltó una breve risa sin humor—. Es el más dominante, el que siempre intenta tomar el control. Es como si hubiera una constante lucha interna: el hambre, el deseo, esa sed que nunca desaparece por completo. Por mucho que mi lado lobo me dé más fuerza física y resistencia, es el vampiro en mí quien lidera. Es más astuto, más calculador. Es una parte que no puedo ignorar, incluso cuando quisiera.
Sus palabras parecían tener un peso adicional, como si no solo estuviera explicando algo físico, sino una carga emocional que había llevado toda su vida.
—¿Y nunca has...? —Comencé a preguntar, pero me interrumpió como si ya conociera el final de mi frase.
—¿Perdido el control? —Una ligera sonrisa cruzó sus labios, pero no alcanzó sus ojos—. Más de lo que me gustaría admitir, Park.
Había algo en su tono que me dejó frío. No era tanto lo que decía, sino cómo lo decía. Había una sombra en sus palabras, como si el recuerdo de esos momentos lo atormentara.
—El hambre vampírica es algo que nunca se apaga. Puedes controlarla, mantenerla a raya, pero siempre está ahí. Y cuando pierdo el control... —Bajó la mirada por un momento, sus dedos se cerraron en un puño y sus nudillos se pusieron blancos—. Es el lado vampiro el que gana. Siempre es el vampiro.
Jungkook levantó la vista y me miró fijamente, sus ojos brillaban con algo más profundo, algo casi... vulnerable.
—Es por eso que siempre intento mantenerme un paso adelante, no solo de los demás, sino de mí mismo.
Me quedé en silencio, sin saber qué responder. Había algo tan crudo en sus palabras que sentí como si una parte de su ser me estuviera dejando entrar, mostrándome un lado de él que no muchos veían.
Hubo un silencio incómodo entre nosotros, hasta que decidí romperlo con una nueva pregunta.
—¿Tú estuviste cuando esa chica fue asesinada? Cuando me acerqué a ver con detenimiento a Tzuyu vi un cabello rojo. —Jungkook esbozó una sonrisa ante mi pregunta, algo que no entendía del todo. No parecía el momento de reírse, y menos de algo tan serio como lo que había ocurrido con esa chica.
—Siempre estoy un paso adelante de ti, Park —respondió con un tono que tenía una mezcla de diversión y misterio—. Creí que no te llevaría mucho tiempo deducirlo.
Su respuesta me descolocó, no por lo que decía, sino por cómo lo decía. Había una facilidad en su manera de hablar, como si las palabras fluyeran sin ningún tipo de filtro o preocupación, como si disfrutara manteniéndome en este estado de intriga perpetua.
—¿Y tú puedes contarme sobre ti, Park? —preguntó Jungkook de forma repentina, con un interés que parecía genuino, aunque su tono mantenía esa ligereza característica, como si nada realmente lo inquietara.
—Pues... no hay mucho que contar. —Suspiré, pero no aparté la mirada de él. Sus ojos, tan intensos, parecían atravesarme, como si pudiera leer más de lo que estaba dispuesto a compartir—. Por lo que sé, cuando era un bebé recién nacido fui abandonado por mis padres. No sé el motivo con exactitud, pero sí sé que decidieron dejarme en la puerta de una iglesia en Busan. El padre Jongsuk, quien está a cargo, al verme en su puerta abandonado y con frío, decidió adoptarme como su hijo propio y cuidarme.
Jungkook ladeó la cabeza ligeramente, como si procesara cada palabra con más profundidad de la que aparentaba.
—Eso explicaría el motivo por el que desconocías tu verdadera naturaleza —dijo, con un matiz de comprensión en su voz. Luego, sus ojos se afilaron un poco, como si algo lo inquietara—. ¿Siempre supiste que tus padres...
—¿Qué mis padres me habían abandonado? —lo interrumpí, dejando escapar una risa amarga. No había sarcasmo, solo resignación—. Pues sí, Jongsuk no me ocultó nada respecto a ese tema en particular. Creo que intentaba ser honesto conmigo, para que no creciera con dudas sobre mi origen familiar. Aunque, sinceramente, siempre tuve intriga en saber más sobre ellos.
Jungkook me miró durante un segundo más de lo que esperaba, con una expresión que no podía descifrar del todo. Había algo en sus ojos, como si estuviera midiendo el peso de mis palabras antes de responder.
—Si es que así puedo llamarles de esa forma —añadí con una sonrisa forzada, volviendo a mirar al camino frente a nosotros.
—Si tú lo dices. —Respondió Jungkook finalmente, su tono aparentemente indiferente, pero sus palabras no eran tan casuales como parecían.
Por un momento, el silencio regresó entre nosotros. Pero no era incómodo. Más bien, era como si ambos estuviéramos dejando que nuestras propias historias se asentaran en el aire. Sin embargo, no pude evitar notar cómo sus pasos se volvieron un poco más lentos, como si estuviera considerando algo que aún no estaba listo para compartir.
Jungkook, aparte de payaso, parecía tener un toque de bipolaridad. Un momento era tranquilo, casi divertido, y al siguiente, cargaba un aire de gravedad que hacía que todo lo demás pareciera insignificante. Pero quizás, me estaba dando cuenta, no era tan diferente de mí como pensaba.
El trayecto por el bosque terminó frente a una cabaña pequeña, de madera envejecida, que parecía completamente aislada del resto del mundo. Había un aura peculiar en el lugar; no era opresiva, pero tampoco completamente acogedora. Antes de que pudiera procesarlo del todo, Jungkook se acercó y golpeó la puerta con firmeza.
Un instante después, esta se abrió para revelar a un hombre alto, esbelto, de cabellos grises que caían desordenados sobre su frente. Su porte era relajado, pero había algo en su presencia que exigía respeto sin necesidad de palabras.
—¡Jungkook, hermano! —exclamó el hombre con una sonrisa amplia mientras extendía su brazo en un gesto amistoso—. Tiempo sin verte, pasa.
Jungkook entró con paso seguro, como si fuera su propia casa. Yo, por otro lado, me quedé en el umbral, observando con desconfianza la interacción entre ambos.
—Tú también puedes pasar, amigo. —El tono de Wang, aunque afable, no hacía mucho por calmar mi incomodidad. Su mirada fija en mí era penetrante, evaluadora—. ¿Qué los trae por aquí?
—Pues, lo traigo contigo, Wang. —Jungkook adoptó un tono más formal mientras inclinaba ligeramente la cabeza—. Sé que, como alfa, has ayudado a muchos lobos antes, y él necesita de tu ayuda. Es nuevo.
La atención de Wang se centró completamente en mí. Sus ojos grises parecían iluminarse levemente, como si intentaran descifrar algo invisible.
—Entiendo. —Hizo una pausa, su mirada no se apartaba de mí—. ¿Te han rasguñado?
—Hmmm no, simplemente sucedió —respondí, inseguro, mientras mi voz traicionaba mi incomodidad.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Wang, cruzándose de brazos.
—Ayer cumplí veintiuno.
Una ligera sonrisa cruzó su rostro, pero no era una sonrisa cualquiera; era una que revelaba que acababa de confirmar una teoría que llevaba en mente.
—Pues, sin una mordida o rasguño, eso quiere decir que portas el gen licántropo desde nacimiento.
—¿Cómo? —Mi voz salió más aguda de lo que pretendía, mis ojos se abrieron con incredulidad.
Wang soltó una risa breve, no burlona, pero tampoco completamente comprensiva.
—Te explico: cuando un humano es mordido por un alfa, tiene la posibilidad de convertirse en hombre lobo. Pero no todos sobreviven al cambio. En algunos casos, el cuerpo no lo soporta, y la persona muere. Lo mismo aplica para quienes son arañados profundamente por un hombre lobo; pueden adquirir la condición, pero es menos común. —Hizo una pausa y señaló en mi dirección—. A ti no te ocurrió nada de eso, lo que significa que naciste con el gen.
Me quedé en silencio, procesando la información. Jungkook me miraba de reojo, como si evaluara mi reacción.
—Entonces... ¿Por qué no lo supe antes?
—El gen a veces permanece inactivo durante años, incluso décadas. Pero suele activarse en momentos clave, y uno de esos es alcanzar la mayoría de edad. —Wang sonrió de nuevo, esta vez con un aire más relajado—. Las habilidades siempre estuvieron ahí, aunque fueran sutiles. Quizás nunca te enfermaste o notaste que eras más fuerte que el resto.
—Hmm, eso explicaría por qué nunca me enfermé y siempre fui más fuerte que los demás. —Mi mente viajaba a todos los momentos de mi infancia en los que esas diferencias habían quedado evidentes y que, hasta ahora, había ignorado.
—Exacto. —Wang asintió, satisfecho—. Además, en estos días probablemente notaste que tus habilidades han incrementado, ya que el gen se activó por completo.
Asentí lentamente, aún aturdido por la magnitud de lo que me estaba contando.
—Podemos hacer algo —continuó Wang—. ¿Quieres que te presente con el resto de la manada? Luego decides si quieres quedarte o no.
Instintivamente busqué la mirada de Jungkook. Su semblante sereno y la leve inclinación de su cabeza parecían decirme que todo estaría bien. A pesar de mi desconfianza, esa seguridad que irradiaba era suficiente para calmar mis nervios.
—Está bien...
Seguimos a Wang a través de la cabaña hasta el patio trasero, donde un grupo de cinco chicos estaba reunido alrededor de una mesa de madera, jugando a las cartas. La escena podría haber sido completamente normal si no fuera por el aire palpable de camaradería y algo más profundo, algo que sólo se podía percibir cuando uno sabía lo que ellos eran.
Wang soltó un gruñido bajo que resonó en el ambiente como una orden, y los chicos dejaron sus cartas al instante, poniéndose de pie. La reacción fue tan rápida que hizo que mi piel se erizara.
—Chicos, les presento a Jimin. —La voz de Wang era firme, con un tono autoritario que no dejaba espacio para cuestionamientos—. Él vino en búsqueda de respuestas, y espero que lo reciban de la mejor forma.
Los cinco me miraron con curiosidad, pero no dijeron nada. Wang intercambió una mirada con Jungkook antes de desaparecer nuevamente dentro de la cabaña junto con él, dejándome solo con aquellos extraños.
Mi inseguridad creció de inmediato. Sentía cada fibra de mi ser alerta, como si estuviera frente a un grupo de depredadores, y tal vez lo estaba. Pero también me di cuenta de algo: cuando Jungkook estaba cerca, esa sensación desaparecía, como si su presencia fuera suficiente para silenciar cualquier miedo. Ahora, sin él, el peso de mi vulnerabilidad me aplastaba.
—Hmmm pues yo me llamo Jongin, pero puedes llamarme Kai, suena mejor y menos formal. ¿Cómo es que te llamas? —preguntó uno de los chicos, su tono amigable contrastando con el aura dominante que emanaba del resto.
—Jimin... Park Jimin.
Uno de los chicos que había estado sentado observándome se levantó de un salto, su energía desbordante era casi palpable. Se acercó rápidamente y extendió su mano hacia mí con una sonrisa amplia y despreocupada.
—De acuerdo, Jimin. Yo soy Wooyoung. Ese de ahí es San —dijo señalando a un chico de ojos oscuros que le devolvió un gesto de saludo sin levantarse—, y los dos antisociales de allá son Taemin y Baekhyun. No te preocupes por ellos, se creen muy rudos, pero no son más que un par de betas con ínfulas de alfas. Han desafiado a Jackson por el liderazgo varias veces, pero siempre terminan perdiendo.
El comentario arrancó una sonrisa de Kai, pero yo no estaba del todo seguro si reír o no. Había algo tenso en el ambiente, y aunque Wooyoung parecía relajado, sentí que todos los ojos estaban puestos en mí, evaluándome, esperando mi reacción.
—Lamento preguntar... pero ¿Qué significa todo eso de alfas y betas? —dije, decidiendo enfrentar mi ignorancia en lugar de quedarme en silencio.
El comentario provocó una reacción inmediata. Taemin, el rubio que Wooyoung había señalado, dejó escapar un bufido desde su asiento y murmuró algo para sí mismo.
—¿A alguien que sabe poco y nada esperan que ayudemos? —espetó, claramente molesto.
—¡Ya cállate, Taemin! —intervino Kai, fulminándolo con la mirada—. No le hagas caso, Jimin. Es normal no entender nada al principio, es algo que TODOS pasamos.
San asintió desde su lugar, pero Taemin rodó los ojos, cruzando los brazos con una actitud defensiva. Ignorando el gesto, Kai se giró hacia mí con paciencia.
—Dentro de lo que somos los lobos, existen tres rangos principales —comenzó a explicar—. Los omegas están en el rango más bajo. Al no pertenecer a una manada, son los más débiles y están más expuestos. Técnicamente, tú eres un omega ahora mismo. Luego están los betas, que somos nosotros. Los betas pertenecemos a una manada bajo el liderazgo de un alfa. Esto nos hace más fuertes que un omega, pero no tenemos habilidades que nos diferencien entre nosotros.
Hizo una pausa antes de añadir, con un gesto hacia Jackson:
—Y por último están los alfas. Son los líderes de la manada, los más fuertes y los únicos capaces de convertir a otros en hombres lobo mediante una mordida o rasguño.
—Oh, entiendo... Entonces, ¿ese chico Jackson es el alfa de ustedes? —pregunté, mirando hacia la dirección donde había desaparecido junto con Jungkook.
Antes de que Kai pudiera responder, Taemin susurró algo a su compañero, pero mi oído captó cada palabra con una claridad alarmante.
—Esto de enseñar a alguien no es lo mío —murmuró, aunque su tono estaba cargado de desdén.
San, que había estado tranquilo hasta ahora, perdió la paciencia.
—¿Puedes cerrar la boca por un segundo? —ordenó, su tono más seco de lo habitual.
—¡¿Y qué quieres que diga?! —explotó Taemin, poniéndose de pie—. ¡Oh, claro! ¿Por qué Jeon lo trajo? ¿Significa que puede entrar como si nada a la manada?
Sus palabras me golpearon como una bofetada, y la ira comenzó a burbujear dentro de mí. Las emociones que normalmente podría haber controlado ahora parecían escapar de mis manos.
—¿De qué diablos hablas, Barbie? —respondí, mi voz cargada de un sarcasmo afilado—. Yo estoy aquí para saber qué mierda ocurre conmigo, no sé de qué estás hablando. No pretendo entrar a tu manada.
La habitación pareció congelarse por un momento. Wooyoung y San intercambiaron miradas tensas mientras Kai observaba con una ceja arqueada, claramente interesado en cómo se desarrollaría la escena.
—¿Tú qué? —Taemin dio un paso hacia mí, su tono lleno de veneno—. Lo único que haces desde que llegaste es hacer preguntas molestas. ¡Jeon debería atarte la correa, así te calmas un poco!
Fue como si alguien hubiera encendido un interruptor en mi interior. Sentí un calor abrasador extenderse por mi pecho, subiendo por mi garganta y haciendo que mis músculos se tensaran. Un gruñido bajo, casi animal, salió de mi garganta antes de que pudiera detenerlo.
Los demás chicos retrocedieron ligeramente, y vi la expresión de Wooyoung cambiar a una mezcla de sorpresa y cautela. Algo en mí había cambiado, y lo sabía. Mi cuerpo, mis emociones, todo estaba intensificado, amplificado por algo más grande que yo.
—¡Quita el nombre de Jungkook de tu sucia boca! —gruñí, mi voz más profunda, más feroz de lo que nunca había sido.
Los demás chicos retrocedieron instintivamente en cuanto sentí mi ojo izquierdo arder con intensidad. Un gruñido gutural salió de mi garganta sin que pudiera detenerlo, rasgando el aire como un aviso de lo que estaba por venir. Todo mi cuerpo parecía electrificado, como si algo primitivo e incontrolable estuviera tomando las riendas. Mi única solución, la única idea clara en mi mente, era recurrir a la violencia.
—¡Quita el nombre de Jungkook de tu sucia boca! —rugí, mi voz más profunda y cargada de ira de lo que nunca había imaginado.
Me lancé hacia Taemin antes de siquiera procesarlo. Mis movimientos fueron instintivos, rápidos como un reflejo. Vi cómo los ojos del rubio se volvieron de un azul intenso, brillando con una ferocidad similar a la mía. Con un empujón poderoso, me lanzó hacia atrás, haciéndome aterrizar de espaldas en el suelo. Sentí la tierra fría contra mi piel, pero no me detuve.
Un torrente de adrenalina atravesó mi cuerpo, haciendo que cada músculo respondiera con una velocidad y fuerza que nunca antes había experimentado. Me levanté en un parpadeo, casi sin esfuerzo. Cuando Taemin intentó atacarme, lanzando sus garras hacia mi rostro, mis sentidos se agudizaron. Todo parecía ralentizarse, cada detalle se volvió más claro: el movimiento de su brazo, el destello de sus uñas afiladas. Me agaché justo a tiempo, evitando su golpe con una precisión que me sorprendió incluso a mí.
Al levantarme, fui más rápido. Mis propias garras —que ni siquiera sabía que tenía hasta ese momento— rasgaron el aire mientras apuntaban directamente a su rostro. El impacto fue suficiente para desestabilizarlo, y un gruñido de frustración escapó de sus labios. Aproveché el momento, soltando un rugido que resonó en todo el patio, antes de empujarlo con todas mis fuerzas.
Escuché voces a lo lejos, gritos que intentaban detenernos, pero eran como murmullos ahogados bajo el rugido ensordecedor de mi propia ira. Estaba perdido en el caos, mi visión teñida de rojo, hasta que sentí unas manos firmes rodear mi cintura.
—Jimin... cálmate, no conseguirás nada peleando con él. —La voz de Jungkook cortó a través de mi frenesí, firme pero calmada.
Intenté forcejear, luchando contra sus brazos que me mantenían inmovilizado. Pero cuando me voltee y sentí su mano fría posarse suavemente sobre mi rostro, todo se detuvo. Su toque tenía algo extraño, algo que parecía apagar el fuego que ardía en mi interior.
Recobré la conciencia poco a poco, como si emergiera de un sueño febril. Miré alrededor y vi las marcas en el suelo, las miradas tensas de los demás, y el rostro de Taemin con un corte superficial que brillaba con unas gotas de sangre. La realización de lo que había hecho golpeó como un muro, y sentí una punzada de arrepentimiento tan fuerte que me debilitó.
Sin pensarlo, escondí mi rostro en el pecho de Jungkook, buscando un refugio del peso de mi propia vergüenza.
—Hey... estoy aquí, todo estará bien. —Su voz era un murmullo suave mientras me rodeaba con sus brazos, ofreciéndome un consuelo que no sabía que necesitaba.
Las lágrimas comenzaron a brotar, ardientes y silenciosas. No lloraba de tristeza, sino de rabia contenida, de impotencia. Era como si toda la ira acumulada durante años hubiera salido a la superficie, dejándome vacío y vulnerable.
—La ira es peligrosa, Park. Es un fuego que consume todo a su paso si no sabes controlarlo. —La voz de Jackson interrumpió el momento, firme pero sin rastro de dureza. Su mirada estaba fija en Jungkook, y aunque parecía calmado, había una tensión subyacente en su postura—. Esto es de lo que te hablaba recién, Jungkook. Me temo que deberás hacerte cargo tú, hermano... esto va más allá de lo que yo pueda manejar. Hirió a uno de los míos, y debo pensar en mi manada primero.
El resto de la manada intercambió miradas, algunos claramente querían protestar, pero la autoridad de Jackson era inquebrantable.
—¡De mi parte no hablen! —Wooyoung rompió el silencio, dando un paso al frente—. Yo, para cualquier cosa que Jimin necesite, estoy dispuesto a ayudar.
—Cállate, doble cara. —Baekhyun no tardó en responder con un tono cargado de desprecio.
Jungkook hizo un gesto con la mano, como si intentara calmar las aguas antes de que las cosas se salieran de control otra vez.
—Deberíamos irnos. No pretendíamos molestar a tu manada, Wang. —La voz de Jungkook era controlada, casi fría—. De todas formas, gracias por la ayuda. Pero nunca olvides esto: vale más una cicatriz por ser valiente que una piel intacta de un cobarde.
Mientras nos alejábamos, sentí el peso de las miradas en mi espalda. Siempre había sido alguien seguro, alguien que actuaba sin titubear, pero ahora... algo había cambiado. Y aunque no podía explicarlo del todo, sabía que mi creciente apego a Jungkook tenía algo que ver.
—¿Es necesario encadenarme cada noche? —pregunté, mi voz cargada de irritación mientras observaba cómo Jungkook ajustaba las cadenas con un cuidado que, en lugar de reconfortarme, solo incrementaba mi incomodidad. La presión de las mismas ya comenzaba a marcar mis muñecas, y el leve dolor que sentía me recordaba mi falta de control sobre la situación.
—Pues, las próximas noches sí —respondió sin perder su tono despreocupado, aunque había una sombra de seriedad en sus palabras—. No puedes controlar tus transformaciones, Park, y... la verdad no me molestaría encadenarte cada noche. —Sonrió con descaro y me guiñó un ojo, como si disfrutara de mi frustración.
Solté un gruñido, tirando de las cadenas con la esperanza de que mi queja tuviera algún efecto. Sin embargo, lo único que conseguí fue que su sonrisa se ensanchara, reflejando una mezcla de burla y algo más que no podía identificar.
—¿En serio? —repliqué, frunciendo el ceño mientras lo miraba con furia—. Mira, no tengo problema con que debas hacerte cargo de mí, pero... ¡Haz tus comentarios con doble sentido en otra ocasión y no ahora, maldito murciélago!
—Nunca es mal momento para uno, Park. —Su respuesta fue tan rápida y cargada de picardía que casi olvidé mi irritación inicial, aunque rápidamente volvió a dominarme.
Decidí apartar la mirada, ignorando su sonrisa descarada. El simple hecho de verla me sacaba de mis casillas, como si su actitud desenfadada fuera un recordatorio constante de lo vulnerable que me encontraba.
—Cállate —espeté, cerrando los ojos con fuerza mientras intentaba ignorarlo—. Simplemente cierra la boca, en unos minutos finalmente se hará de noche y... no estoy de humor para que mis huesos se vuelvan a romper otra vez.
El aire en la habitación cambió con un grito repentino desde la escalera.
—¡Nochu! ¡Mochi! —Ambos giramos la cabeza al mismo tiempo, viendo a Taehyung bajar con entusiasmo desenfrenado. Su energía contrastaba drásticamente con mi creciente mal humor, y no pude evitar un leve gruñido al escuchar cómo me llamaba.
—¿Mochi? —repetí con incredulidad, tirando de las cadenas en señal de queja mientras mi mandíbula se tensaba.
—Si te quedas aquí, tendrás un apodo —declaró Taehyung con una amplia sonrisa, ignorando por completo mi descontento—. Así que te guste o no, te llamaré así.
Le lancé a Jungkook una mirada de advertencia, pero en lugar de apoyarme, él parecía estar divirtiéndose con la situación. Mi frustración aumentaba con cada segundo, y con ella, el malhumor que había estado acumulando desde que mi vida tomó este giro surrealista.
—Jimin... —Jungkook se acercó hacia mí, su tono más calmado pero con una firmeza que no dejaba lugar a discusión—. No debes preocuparte, ¿sí? Taehyung debe quedarse aquí porque... aún no sabemos si eres capaz de transformarte en su totalidad a un lobo o si solo lo harás de manera parcial. Necesito refuerzos por si... ya sabes, te transformas en un lobo con todas las letras de la palabra.
Aunque entendía sus palabras, la posibilidad de convertirme en un lobo completo me parecía tan absurda que casi solté una carcajada irónica. Sin embargo, recordé lo que había ocurrido en el bosque y decidí no tomarlo a la ligera.
—Como sea —resoplé, sentándome en el suelo con un deje de resignación. Las cadenas se clavaban aún más en mis muñecas, pero dejé de luchar contra ellas. Cada tirón solo aumentaba el dolor, y la tensión en mi cuerpo ya era suficiente.
El ambiente en la habitación era pesado, cargado de una anticipación que no hacía más que intensificar mi ansiedad. Podía sentir los ojos de Jungkook y Taehyung sobre mí, analizando cada movimiento, cada respiración, como si estuvieran esperando algo.
No pude evitar pensar que la noche sería larga... y que las cadenas, por más fuertes que fueran, podrían no ser suficientes.
Después de que llegáramos al lugar donde la banda se hospedaba, todos coincidieron en que la mejor solución era encadenarme. Según ellos, esto era necesario para analizar mi comportamiento y, más importante, para evitar que lastimara a alguien. Aunque intenté razonar con ellos, mis palabras parecían rebotar contra un muro de indiferencia, especialmente con Namjoon. Para él, mi opinión no valía nada; todo lo que importaba era minimizar el riesgo que yo representaba.
Sentado en el centro de una habitación amplia y vacía, noté las miradas de Taehyung y Jungkook clavadas en mí. Estaban atentos a cada uno de mis movimientos, como si cualquier leve gesto pudiera ser una señal de que algo estaba por suceder. Esa vigilancia constante solo incrementaba mi incomodidad.
Los minutos pasaban, y yo comenzaba a creer que no ocurriría nada. Mi cuerpo estaba en calma, y aunque las cadenas me recordaban mi situación, nada en mi interior indicaba que la transformación estaba cerca. Por un momento, pensé que tal vez esto no era más que una falsa alarma... hasta que un crujido resonó en mi cuerpo, un sonido tan aterrador que escapó de mis labios un grito desgarrador.
—Chicos... d-de verdad... deben salir de aquí. —Mi voz temblaba, y cada palabra parecía arrastrar consigo un esfuerzo monumental.
De repente, una sensación de revulsión se apoderó de mí. Era como si mi propio cuerpo se estuviera rebelando, como si cada músculo y cada hueso se estuviera desarmando y reconstruyendo al mismo tiempo. Mi conciencia se deslizaba como agua entre mis dedos, y una oleada de calor abrasador recorrió cada fibra de mi ser.
—Jungkook... deberíamos, las cadenas. —La voz de Taehyung sonaba más alarmada que nunca.
—Pero... se supone que son resistentes —respondió Jungkook, aunque su tono traicionaba su nerviosismo—. ¿Qué demonios ocurre?
El crujido volvió, más fuerte esta vez, seguido de una punzada de dolor tan intensa que me hizo arquear la espalda.
—Deberían irse... ¡AHORA! —grité, mi voz transformada en algo completamente distinto. Lo que salió de mi garganta no era humano. Era grave, profundo, como si miles de ecos hablaran al unísono desde el abismo.
Mis encías ardían, y sentí cómo algo presionaba desde el interior de mis dientes, forzándolos a crecer y transformarse. El sudor empapaba mi piel, pero en lugar de refrescarme, me hacía sentir frío, un frío que helaba hasta mis huesos.
Cada parte de mi cuerpo estaba en guerra consigo misma. No podía distinguir si lo que crujía eran mis huesos, mis músculos o simplemente mi cordura rompiéndose en mil pedazos. La presión crecía en mi mandíbula, mis manos, mi espalda. Mis sentidos se agudizaban, pero al mismo tiempo, todo a mi alrededor comenzaba a desvanecerse.
Todo lo que quedó fue la oscuridad. Una oscuridad que no solo cubría mi visión, sino también mi mente. Y en esa oscuridad, sentí que ya no era yo.
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