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🍷𝟒🍷

Jimin se estiró lentamente, sintiendo cómo sus músculos se relajaban después de una noche inquieta. Bostezó, dejando escapar un leve suspiro, como si su cuerpo intentara expulsar los pensamientos que lo habían acosado durante horas. A su lado, Hoseok, que parecía incapaz de ser afectado por nada, estaba sentado en la cama con una sonrisa tan amplia que parecía iluminar toda la habitación.

—¡Es tu día, Jimin! Vamos, anímate. No puedes lucir como un cadáver en tu propio cumpleaños —dijo Hoseok con un tono burlón, pero lleno de cariño.

Jimin rió débilmente, intentando absorber parte de la energía contagiosa de su amigo. Sus pensamientos seguían siendo un torbellino: los eventos recientes, el encuentro con el vampiro, y esa figura que no podía quitarse de la cabeza.

Cuando sopló las velas del pastel improvisado que Hoseok había comprado, Jimin se prometió a sí mismo algo: no dejaría que sus miedos le arruinaran el día. Aunque era difícil ignorar los problemas que lo rodeaban, él no quería cargar esa pesada mochila en un momento que debía ser especial.

"Hoy no es para los vampiros ni para los misterios." Pensó mientras observaba a Hoseok desenvolverse con su alegría habitual.

Sin embargo, en lo más profundo de su mente, el conflicto seguía allí. No podía dejar de pensar en Jungkook. Había algo en él que desestabilizaba todo lo que creía correcto y ordenado en su vida. Jimin era alguien que rara vez dudaba cuando se trataba de decisiones difíciles; su entrenamiento le había enseñado a actuar con precisión, incluso en las situaciones más tensas. Pero con Jungkook... todo cambiaba. La atracción que sentía por él lo desarmaba, no solo por el físico del joven, sino por esa presencia que lo atrapaba y lo desconcertaba.

"Si él realmente está detrás de todo esto... ¿Qué haré?" La pregunta revoloteaba en su mente como una sombra persistente. ¿Cómo enfrentarse a alguien que parecía desafiar las líneas claras entre el bien y el mal? ¿Cómo miraría a Hoseok a los ojos si resultaba que uno de sus mayores ídolos era un monstruo capaz de desatar semejantes tragedias?

Con un profundo suspiro, Jimin decidió que no valía la pena obsesionarse con suposiciones. "Me estoy adelantando demasiado," se dijo, mientras se ponía la camisa negra que había escogido. Acomodó su cabello frente al espejo, dejando que la imagen de sí mismo le devolviera algo de confianza. Incluso desabrochó el primer botón de la camisa, un pequeño gesto que lo hizo sonreír. Por una vez, se sentía bien consigo mismo.

—Luces genial, Jimin. Aunque claro, no tan bien como yo —bromeó Hoseok desde la puerta, agitando las llaves del auto.

Ambos salieron del hotel, con el entusiasmo de Hoseok liderando el camino. Mientras caminaban hacia el lugar del concierto, la sonrisa de su amigo seguía ahí, tan radiante como el sol. Jimin no pudo evitar pensar que esa energía era lo que lo mantenía enfocado.

"Si Hoseok no estuviera aquí, esto sería insoportable," pensó, agradecido en silencio por su presencia. Había algo en la ligereza de Hoseok que equilibraba todo el peso que Jimin cargaba, una luz en medio de toda la oscuridad que lo rodeaba.

Jimin soltó un pequeño suspiro antes de responder, su mente atrapada entre la comodidad que le ofrecía Hoseok y el peso que siempre había sentido en su pecho.

—¿Tú conduces? —preguntó Hoseok, con un entusiasmo tan evidente que incluso su voz resonaba más fuerte de lo necesario.

—Por supuesto, yo me encargo. —respondió Jimin, intentando igualar la energía de su amigo. Subió al auto y encendió el motor, mientras Hoseok ocupaba el asiento del copiloto, con una sonrisa que parecía incapaz de desvanecerse. Por un momento, esa felicidad parecía contagiarlo.

Parte de Jimin quería permitirse disfrutar de aquel momento como si fuera una persona común, como si el concierto no fuera más que una experiencia emocionante compartida entre amigos. Pero la otra parte, esa que había sido moldeada por las rígidas enseñanzas de Jongsuk, no podía evitar sentir una punzada de culpa. "¿Qué diría si supiera que estoy aquí divirtiéndome cuando tengo una misión que cumplir?"

Hoseok, siempre atento, rompió el silencio.

—¡Vaya! ¿Aún recuerdas cuando éramos niños y decíamos que al crecer iríamos juntos a conciertos y juramos ser inseparables desde aquel día?

La pregunta trajo una ola de nostalgia. Jimin sonrió mientras ajustaba los espejos del auto, permitiendo que ese recuerdo lo envolviera. En aquellos días, un concierto parecía una fantasía lejana, algo reservado para los demás, no para ellos. Pero ahora, allí estaban, en el auto, camino al que sería su primer concierto juntos.

—¿Cómo podría olvidarlo? —dijo Jimin, con una pequeña risa—. Solía ser más alto que tú en ese entonces. Un verano regresaste y, de la nada, me llevabas una cabeza. Estuve enojado contigo cuatro días seguidos.

Hoseok rió a carcajadas, asintiendo vigorosamente.

—¡Es verdad! Me ignorabas por completo, ni siquiera me mirabas.

—Pero como los hermanos de corazón que somos, lo arreglamos y continuamos siendo inseparables. —Jimin rodó los ojos con una sonrisa mientras Hoseok, sin previo aviso, lo abrazaba desde el asiento del copiloto, apretándolo con entusiasmo.

—Agh ya basta, eso sonó demasiado gay... salte.

Hoseok, siempre rápido para replicar, dejó escapar una carcajada estruendosa antes de añadir con picardía:

—Bien que por Nochu lo eres.

Las palabras hicieron que Jimin tensara los hombros por un instante, sorprendido por lo directo del comentario.

—Sí, por él puede ser que lo sea, por ti no, así que salte. —respondió Jimin rápidamente, pero su tono no logró disimular la verdad implícita.

Hoseok levantó una ceja y sonrió con malicia.

—Woaaah, no lo has negado, eh. Siempre fuiste demasiado obvio respecto a él. No conozco a un ser humano que no haya caído ante sus encantos.

Jimin no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en la carretera, pero sus pensamientos se habían desviado hacia el peso de las palabras de Hoseok. Había algo de verdad en ellas, y eso lo incomodaba más de lo que quería admitir. No era solo la atracción, sino lo que significaba. Lo que representaba en el marco de su vida, tan llena de restricciones y expectativas.

Finalmente, rompió el silencio con un tono más bajo.

—Hobi, a diferencia de ti, yo crecí en un entorno en el que cualquier gusto puede considerarse una debilidad. Algo que podría ser utilizado en mi contra... por eso lo oculto, principalmente al padre. No me interesa demostrarle nada que él pueda usar como arma. Siempre toma algo que me gusta y lo convierte en un reto para mí cuando no cumplo con sus expectativas.

Hoseok lo escuchaba con atención, su sonrisa habitual reemplazada por una expresión seria y comprensiva.

—Y no quiero que Red Lights sea parte de esas cosas que me ha arrebatado, ni tampoco tú.

—Jimin... —Hoseok comenzó con suavidad, buscando las palabras correctas—. Yo no soy Jongsuk. No necesitas esconderte conmigo. Sé que mi familia no es conservadora y siempre me han aceptado por quien soy. Pero tú también mereces ser aceptado por quien eres.

—Lo sé. —admitió Jimin, con un ligero temblor en su voz—. Pero desafortunadamente, creo que se volvió una costumbre para mí. Esconder lo que me gusta para protegerlo.

Hoseok colocó una mano sobre el hombro de su amigo, dándole un apretón reconfortante.

—Pero hay un detalle que parece que no has notado todavía y es que ¡Él no está aquí! Así que no sientas culpa, simplemente disfruta y ríete sin sentir miedo a ser juzgado. —Jimin encendió el reproductor de música y colocó algo de música de Red Lights para mentalizarse.

Jimin asintió lentamente, como si estuviera procesando cada palabra. Luego, sin decir nada, encendió el reproductor de música y seleccionó una canción de Red Lights. La voz grave de Jungkook llenó el auto, y Jimin sintió que, al menos por ahora, podía permitirse disfrutar ese pequeño momento. La música llenó el auto como un torrente, envolviendo a Jimin y Hoseok en una atmósfera casi electrizante. La canción que resonaba en los altavoces no era cualquier tema; se trataba del cover que Red Lights había hecho de "The Kill", de 30 Seconds To Mars. Para Jimin, esa versión tenía algo especial, algo que iba más allá de lo técnico o lo emocional. Era casi perfecta.

En esa interpretación, Taehyung, con su precisión implacable en la batería, marcaba un ritmo que parecía latir en el pecho de quienes lo escuchaban, como un segundo corazón. Namjoon, con su guitarra, tejía una base sólida pero llena de matices, mientras que el bajo de Yoongi añadía una profundidad sombría que resonaba como un eco. Pero era Jungkook quien transformaba la canción en algo trascendental.

La voz de Jungkook, con sus cambios de tono precisos y llenos de emoción, tenía un poder hipnótico que hacía que Jimin se perdiera en cada nota. Podía sentir cómo cada palabra atravesaba su piel, dejando un rastro de algo que no podía explicar pero que lo mantenía anclado a la canción.

"Su voz...", pensó Jimin mientras conducía, sus dedos tamborileando el ritmo sobre el volante. Esa voz era capaz de arrastrarlo a un lugar desconocido, a un espacio entre el placer de escuchar y el caos de sus propios sentimientos. Una parte de él se sentía patética por el impacto que tenía en su mente. Si pudiera, llevaría consigo esa imagen mental de Jungkook cantando la canción, congelándola en su memoria como si fuera un amuleto.

"Y luego la quemaría..." se dijo a sí mismo con un toque de ironía.

—¡Ah, esta parte, esta parte! —gritó Hoseok, interrumpiendo los pensamientos de Jimin mientras ambos se unían al coro, cantando a todo pulmón.

El camino se convirtió en una escena de pura libertad. Ambos gritaban las letras como si fueran un escape, como si el auto se hubiera transformado en una burbuja donde el tiempo y los problemas no existían.

Jimin, en medio del caos de gritos y risas, permitió que su lado más despreocupado saliera a la superficie. Por un momento, olvidó las dudas que lo atormentaban, el peso de la misión y la confusión que Jungkook le provocaba. Era solo él, su amigo, y una canción que parecía contener el mundo entero en cada nota.

El auto avanzaba bajo un cielo que comenzaba a teñirse con los colores cálidos del atardecer. El destino estaba cerca, pero Jimin no tenía prisa. Allí, entre los versos de una canción y las risas de Hoseok, podía encontrar un respiro, un fragmento de lo que podría ser la normalidad.



El ambiente en el lugar era electrizante, cada rincón vibrando con la energía de los fanáticos que coreaban emocionados cada canción de Red Lights. Pero para Jimin, la experiencia estaba lejos de ser completamente placentera. Aunque intentaba concentrarse en el espectáculo, el malestar en su cuerpo parecía intensificarse con cada minuto que pasaba. Sentía su corazón latir con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho, y una presión constante le dificultaba respirar con normalidad.

Cuando Jungkook subió al escenario, fue como si el tiempo se detuviera. Jimin lo observó con una mezcla de fascinación y aprensión. La dualidad de sus emociones lo abrumaba: por un lado, la admiración genuina por el talento del joven vampiro; por otro, el miedo a que pudiera ser el responsable de las masacres que investigaba. La incertidumbre pesaba sobre sus hombros como una sombra constante.

El espectáculo que la banda ofrecía era impecable. Taehyung golpeaba los tambores con una fuerza casi primitiva, cada baquetazo reverberando en el aire como un latido colectivo. Namjoon y Yoongi construían un puente melódico perfecto con la guitarra y el bajo, creando una sinfonía que parecía latir bajo los pies de todos los presentes. Pero cuando la voz de Jungkook resonó, el mundo de Jimin se tambaleó.

Era una voz que atravesaba más que los oídos; parecía tocar algo profundo, algo enterrado en su interior que él no entendía. Pero esa belleza venía acompañada de un efecto inesperado y desconcertante: un zumbido agudo llenó sus oídos de repente, opacando todos los sonidos a su alrededor. Llevó las manos a su cabeza, intentando contener el ruido que parecía venir de su interior más que del exterior.

"¿Qué demonios está pasando?", pensó, apretando los dientes mientras una punzada atravesaba su sien, haciendo que el dolor de cabeza que lo había acompañado durante todo el día se intensificara. Su intento de ignorarlo fue en vano; la voz de Jungkook tenía un efecto hipnótico que lo desarmaba por completo. Era como si cada nota, cada palabra, penetrara directamente en su mente, retorciendo sus pensamientos y haciéndole perder el control.

Aunque su cuerpo parecía estar al borde del colapso, sus ojos no podían apartarse del escenario. Jungkook dominaba la escena con una presencia que iba más allá de lo humano. Era magnético, como si cada movimiento estuviera diseñado para captar la atención y mantenerla. Jimin se sentía como un insecto atraído por una llama, consciente del peligro pero incapaz de retroceder.

"Wow."
Fue lo único que pudo pensar mientras lo observaba. "Es incluso más impresionante en persona."

El joven vampiro era alto, probablemente más de un metro ochenta, y su figura esbelta parecía diseñada para destacar bajo las luces del escenario. Su piel era tan pálida que parecía brillar, como si hubiera sido hecha de mármol pulido, y su cabello rojo intenso resaltaba aún más contra ese contraste, como una luna eclipsada bañada en sangre. Era una imagen que Jimin no podía apartar de su mente, tan fascinante como perturbadora.

"¿Es mi malestar lo que hace que lo vea así... o realmente es así?", se preguntó, inseguro de lo que estaba experimentando.

Fue entonces cuando sus miradas se encontraron, o al menos eso creyó Jimin. Los ojos oscuros de Jungkook parecieron fijarse en los suyos, como si estuvieran atravesándolo, desnudando cada rincón de su mente. Una conexión inexplicable se formó en ese instante, como si todo el ruido a su alrededor desapareciera. Pero lo que ocurrió después fue algo que Jimin no esperaba.

Un dolor intenso estalló en su ojo izquierdo, como si algo lo quemara desde dentro. Soltó un grito involuntario, pero los gritos ensordecedores de los fanáticos lo opacaron por completo. Llevó una mano a su ojo, intentando aliviar el ardor, pero el dolor era insoportable, una sensación que nunca antes había experimentado.

—Hobi, debo ir al baño ¡No descuides mi lugar! —gritó a su amigo, el cual se encontraba a su lado y parecía que disfrutaba más del concierto que él. —¡Tranquilo, yo lo cuido! —respondió Hoseok.

Jimin se abrió paso a través de la multitud de personas y se dirigió hacia el baño. Todo se veía más nublado que de costumbre. Su cuerpo comenzó a sentirse pesado, más que mover sus pies sentía que estaba moviendo dos ladrillos excesivamente pesados. Incluso recibir el oxígeno parecía ser una tarea demasiado compleja para él.

Los gritos de los fanáticos se oían a un volumen impresionante, mismo que provocaba aquel zumbido que lo invadió por completo. Las luces cada vez se veían con mayor saturación y de por sí sus ojos ardían y cansaban su visión. Cada célula de su cuerpo se removía, tal como si las mismas se magnificaran.

Finalmente llegó al baño y agradeció que no había nadie alrededor. Se encerró en uno de los cubículos y trató de recuperarse. La habitación se veía doble, el ruido de los gritos del concierto y la música distante parecía amortiguarse dentro del baño, como si el pequeño espacio estuviera aislado de todo lo demás. Jimin jadeaba mientras apoyaba ambas manos en el borde del lavamanos, tratando de estabilizarse. Cada respiro parecía más pesado que el anterior, y el ardor en su ojo izquierdo no hacía más que intensificarse, extendiéndose por su sien hasta pulsar en su cabeza. El reflejo en el espejo mostraba un rostro cansado, pero lo que más destacaba era la tonalidad antinatural de su ojo, un morado brillante que casi parecía brillar bajo las luces fluorescentes.

En cuanto levantó su vista hacia el espejo, notó cómo su ojo izquierdo ardía a más no poder y carecía de una tonalidad levemente morada... y había alguien detrás de él. Jimin se dio vuelta tapando su ojo izquierdo y logró distinguir de quién se trataba gracias a su ojo derecho.

—¿Nochu? —murmuró con incredulidad, su voz apenas un susurro.

El reflejo de Jungkook sonrió, pero no era una sonrisa cualquiera. Era una mezcla de diversión y peligro, como si disfrutara de la reacción de Jimin, pero también supiera algo que él no. Sus movimientos eran tranquilos, calculados, cada paso acercándolo más al espacio personal de Jimin. Cuando habló, su voz era profunda, resonando como un eco que parecía llenar la habitación entera.

—No... yo soy Jungkook para ti, Park Jimin. —Su tono era suave, pero cada palabra estaba cargada de una intensidad que hizo que Jimin se tensara por completo.

El corazón de Jimin golpeaba con fuerza en su pecho, cada latido resonando en sus oídos. Se giró lentamente, aún con una mano cubriendo su ojo izquierdo. Era imposible que Jungkook estuviera aquí, en este momento, hablando con él como si lo conociera. Algo estaba terriblemente mal.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó Jimin, intentando sonar firme, aunque su voz tembló ligeramente. La cercanía de Jungkook lo desconcertaba, y no podía ignorar la sensación abrumadora que emanaba de él—. ¿No deberías estar en el escenario?

Jimin con su mano presionada con fuerza en el lavamanos y sus ojos cerrados, sintió como la respiración de Jungkook llegaba a su oído lentamente, la cual provocó que su cuerpo se tensara por completo, una respiración que conocía... y una tensión familiar en su cuerpo, el mencionado susurró;

—Park Jimin... has resultado ser una persona bastante interesante.

—¿Interesante? —repitió Jimin, retrocediendo un paso hasta que su espalda chocó contra el borde del lavamanos. El contacto frío del metal lo hizo sobresaltarse, pero no tanto como la manera en que Jungkook lo miraba, como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos.

—Eso mismo. —Jungkook avanzó un paso más, inclinándose ligeramente hacia adelante. Sus ojos, de un oscuro profundo, lo observaban con una intensidad que hacía que Jimin apenas pudiera sostenerle la mirada—. ¿Por qué crees que estoy aquí?

—No lo sé. Pero no tiene sentido. —La voz de Jimin era más débil ahora, y su respiración se había vuelto más rápida. El aire en el baño parecía volverse más pesado con cada segundo, y la presencia de Jungkook no hacía más que intensificar esa sensación—. No sé qué estás intentando, pero...

Antes de que pudiera terminar la frase, Jungkook se inclinó hacia él, su rostro quedando peligrosamente cerca. Jimin sintió su respiración contra su piel, y un escalofrío recorrió su cuerpo. Era una sensación extrañamente familiar, algo que no quería recordar pero que se le imponía con fuerza.

—Park Jimin... has resultado ser una persona bastante fascinante. —La voz de Jungkook era un susurro, pero cada palabra tenía un peso que parecía clavarse en la mente de Jimin.

Esa voz, esa misma sensación...

El recuerdo del día anterior lo golpeó de lleno. El hombre encapuchado, la fuerza sobrehumana, la respiración cerca de su oído. Era él. Tenía que ser él.

—¿T-tú fuiste quién me atacó ayer?

Jungkook se enderezó, cruzando los brazos frente a su pecho mientras una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro.

—Ataque es una palabra muy fuerte. Yo diría que fue más... una prueba. —Sus ojos se clavaron en los de Jimin, como si intentara leer cada pensamiento que pasaba por su mente—. Tú simplemente te interpusiste en mi camino.

Jimin dio un paso hacia adelante, aunque su cuerpo temblaba por la mezcla de dolor, confusión y rabia que lo invadía.

—¿Y qué querías probar? —espetó, su voz ahora cargada de frustración.

Jungkook no respondió de inmediato. En cambio, levantó una mano y apartó con cuidado la que Jimin usaba para cubrir su ojo izquierdo. El contacto fue breve, pero suficiente para que un escalofrío recorriera a Jimin. Cuando Jungkook vio el ojo morado, su expresión cambió, pasando de la burla a una especie de fascinación.

—Ese color... —murmuró Jungkook, inclinándose un poco más para observarlo de cerca—. Lo he visto antes. Nunca pensé que volvería a verlo.

—¿D-de qué e-estás-

Algo crujió, y ese fue un hueso de Jimin, seguido de un grito desgarrador. Jimin se desplomó al suelo, abrazándose el torso mientras su cuerpo temblaba incontrolablemente. Era como si algo dentro de él estuviera rompiéndose, algo que no podía controlar.

Jimin se aferraba a su cuerpo temblando mientras sentía cómo su piel se estiraba y se rompía. El dolor era insoportable y parecía no tener fin.

De repente, la voz de Jungkook lo sacó de su tormento:

—No te resistas, Jimin. —La voz de Jungkook era baja, pero había un tono autoritario en ella—. Es inevitable.

Jimin trató de responder, pero todo lo que pudo hacer fue emitir un gemido de dolor. El ardor en su ojo izquierdo alcanzó un punto insoportable, y Jimin dejó escapar un aullido que resonó en el baño. Su cuerpo se retorcía mientras sentía que algo en su interior cambiaba, algo que no podía detener.

—Lo siento, Park Jimin. No me gusta hacer esto, pero no tengo otra opción. —Dijo Jungkook con un tono de arrepentimiento en su voz— Debes quedarte aquí hasta que amanezca. No quiero que lastimes a alguien en el concierto... todo va a estar bien. —Dijo Jungkook mientras se acercaba a la puerta. —Volveré a primera hora de la mañana para sacarte de aquí. Solo necesitas mantener la calma y no lastimarte a ti mismo.

Jimin intentó gritar, pero solo se escuchó un fuerte rugido. Sabía que estaba en problemas, pero no podía hacer nada al respecto. Se dejó caer al suelo y trató de controlar su cuerpo enloquecido.

El dolor era insoportable y Jimin gritaba con todas sus fuerzas, incapaz de controlar lo que estaba sucediendo. Finalmente, la transformación pareció completarse y se encontró en el suelo, respirando agitadamente y sintiendo un hambre insaciable que le quemaba por dentro.

Intentó levantarse, pero sus piernas aún no respondían a su voluntad y se arrastró hacia la puerta, lanzando aullidos desesperados mientras intentaba escapar de su prisión. Pero todo fue en vano, la puerta era demasiado resistente y estaba firmemente cerrada con cadenas y candados.

Jimin se dio cuenta de que estaba atrapado allí, pero en cuanto quiso moverse de nuevo, todo se volvió oscuro.


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