𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 04. "𝐺𝑟𝑖𝑡𝑎, 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑜 𝑂𝑚𝑒𝑔𝑎,...
...𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑠𝑜𝑛 𝑐𝑖𝑒𝑔𝑎𝑠".
⚠️Advertencia⚠️
Abuso sxl.
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🌺Dᴀɴᴢᴀ Bʀᴇᴛᴏɴᴀ🌺
ᵖʳⁱᵐᵉʳᵃ ᵉˢᶜᵉⁿᵃ
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La canción que resuena por toda la estancia es una de las favoritas de Shoyo.
El Omega ve con especial atención los dedos de su maestro moverse con gracia y parsimonia, mientras toca el arpa con una habilidad que sólo Shoyo admira. No podría estar más agradecido por la dulce tonada, pues mengua su nerviosismo, su pavor. La flauta delicada y el guzheng opacan cualquier pensamiento desagradable que a su mente pueda venir, y el arpa que reluce por su oro puro deslumbra su vista e ignora las miradas de los demás. Todo iba a estar bien...
Deja de concentrarse en la armónica esencia de la canción en cuanto otro lord se presenta ante la mesa principal.
—Mis mejores deseos para el joven matrimonio—dice el señor y se inclina ante ellos. Shoyo nota el cofre que carga uno de los sirvientes—. La familia Soran ofrece un exquisito collar de perlas marinas, directamente de las costas de Arena de Oro, para su alteza el príncipe.
El delgado joven abre la caja y las perlas brillan, no más que su querida arpa.
Ninguna de las cinco familias que hasta ahora se han presentado ante él, le han obsequiado algo para sí mismo. Siempre son para su esposo, aunque no se ha atrevido a ver su rostro, expectante por sus reacciones, no todavía. No puede saber que aquel hombre está tan disgustado por ello, más que él.
—Espero, alteza, pueda lucirlo para su esposo en el lecho—. Shoyo no puede evitar sonrojarse—. Le aseguro que puede ser un deleite, mi señor—dice lo último mientras mira al hombre que ha guardado absoluto silencio durante toda la cena.
Shoyo agarra su falda con fuerza. Trata de quitarse la vergüenza que lo embarga en cuanto piensa sobre ello más de lo que le gustaría.
El Lord se aleja tras una reverencia y sonríe ladino al retirarse.
—Shoyo.
El omega se sobresalta ante la voz de su padre.
—¿Si, padre?—se limita a contestar.
—¿No crees que ya es hora de invitar a tu marido a bailar?—pregunta, hosco y sin emoción, mientras bebe de su copa con vino tinto—. Claro, si es que su excelencia gusta.
El Syvker mira al emperador y toma su tarro de hidromiel.
—Si su alteza lo desea, con gusto lo acompañaré—aclara Kageyama. El alfa le da un trago a su bebida y deja el tarro en la mesa, solo entonces extiende la mano hacia Shoyo como una pregunta muda.
El omega finalmente se atreve a mirarlo. El alfa se muestra serio, no obstante, puede ver suavidad, eso es suficiente para animarse a sí mismo a tomar la mano del contrario.
Kageyama se levanta sin prisa de su asiento, trae consigo al príncipe, quien aún tembloroso sostiene su mano con firmeza.
La suave melodía continúa mientras ambos toman su lugar en medio del gran salón. Nadie se había atrevido a bailar, al menos no hasta ahora. Quizá alguna de aquellas almas deje a un lado la tensión que la presencia de los Syvkers representa.
El centro se llena tras la llegada de los novios y juntos empiezan a danzar al ritmo de la música. Kageyama sigue los pasos de los demás a la perfección, con tal pulcritud que Shoyo se sorprende. Piensa que el baile será en silencio, pues su esposo no ha hecho más que demostrar su innegable destreza en el arte de la danza y su gélido comportamiento, sin palabra alguna.
Está ansioso, nervioso, siente las miradas sobre ellos y cree que podrían perforarle el pecho, siente la necesidad de salir de ahí; no puede siquiera concentrarse en su esposo y eso le impide respirar.
La voz profunda del alfa lo saca de su tormento.
—Míreme—susurra Kageyama al oído de Shoyo, al juntarse en medio de un giro.
Shoyo obedece por puro instinto o quizá algo de curiosidad. Su esposo lo mira con intensidad en cuanto le concede su total atención. El omega jura que podría derretirse por el calor que la vergüenza le provoca.
—¿Le he dicho lo hermoso que luce esta noche? —dice Kageyama.
—Mi Lord... —. Shoyo se queda sin aire al tratar de responder.
Permanece sin palabras, ya que el alfa se aleja al otro lado del centro para seguir con los pasos lentamente, más no aparta la mirada de Shoyo. En cuanto se acercan, Shoyo puede ver el indicio de una pequeña sonrisa en el rostro del alfa. Se sonroja tanto como la fresa en temporada. No espera que el alfa ataque nuevamente.
—¿El arpa es suya?
Shoyo no puede responder de inmediato, pero, en cuanto se acercan, retoma la conversación, determinado a seguir-Sí mi Lord-sonríe, tímido y nervioso. No sabe si hace lo correcto al dirigirle la palabra, aún le abruma la vergüenza.
Kageyama mira al omega con un brillo cálido en los ojos, más no sonríe.
Su pequeña conversación se ve interrumpida por la intervención del emperador.
—¡Detengan el baile! —. Su orden es acatada inmediatamente. El emperador continúa—: me gustaría hacer un brindis por mi hijo y su nuevo esposo—sonríe de una forma que a Shoyo le parece desagradable.
El omega sabe que no brindará por su bienestar, en especial por la manera en la que se dirigió a él. Ante la mueca que Shoyo no puede ocultar, Kageyama le ofrece el brazo para que se apoye en él.
Juntos, caminan hacia la mesa principal y les ofrecen dos copas de plata recién pulida. El omega puede ver su reflejo en ella, aunque la imagen se distorsiona ante el temblor de su mano.
—¡Alcemos las copas, Reino de Solen!—la multitud eleva cada copa al compás y los Syvkers lo hacen por mera cortesía. Su disgusto podría verse incluso si sólo quinques alumbraran la estancia—. Hoy Freyr nos bendice con la unión de dos Reinos prósperos, que los lazos no sean olvidados y el fruto llegue pronto. No dudo que Freyr escuchará nuestras plegarias y hará que el príncipe enorgullezca al Reino con paz, victoria y...—. Shoyo puede ver al emperador sopesar sus próximas palabras. El mayor mira hacia los Syvkers y parece que se retracta. Recompone su postura y prosigue—:...algo de decencia en las maravillosas tierras de Syvriker. ¡Evig lys!
Shoyo quiere esconderse. Puede ver el insulto escondido en las palabras de su padre. El omega lo cree cobarde.
Cada Syvker decide ignorar las palabras del Emperador y dejan entrever mandíbulas tensas, hombros rígidos y venas pronunciadas; "pronto", piensan.
Kageyama toma de un solo trago la sidra burbujeante que pronto calienta su garganta. Azota la copa en la mesa y sin querer asusta a su pequeño esposo quien, más ansioso que nunca, se aferra a la copa y le mira con nerviosismo. El alfa suspira y decide sentarse para intentar calmar la furia reprimida que amenaza con explotar, justo en el rostro añoso del Emperador.
El omega quiere seguir las acciones de su esposo, pero su padre lo detiene. El mayor agarra su brazo con fuerza. Shoyo voltea rápidamente, miedoso, está seguro que ese agarre dejará un anillo rojo plasmado en su piel.
Sato se acerca al oído del omega, aún con la mano lastimando el delgado brazo.
—Es hora. Ve a cambiarte a tu habitación y ni se te ocurra derramar una sola lágrima, hasta el lecho-brama en silencio, duro y despiadado—. Ve a decirle a tu esposito, ahora—. Hasta entonces, suelta el brazo de Shoyo con hastío.
Kageyama finge estar observando a su gente comer y murmurar, mientras mira de soslayo la pequeña conversación que su príncipe y el asqueroso hombre tienen, la forma en la que el brazo del omega es apresado. Se mantiene estoico en su asiento y espera a que Shoyo se acerque. El alfa se levanta en cuanto Shoyo le llama.
—M-mi Lord, si me permite, iré a prepararme p-para usted en mis aposentos-. Kageyama quiere decir algo al respecto, no obstante, el omega no se detiene—. D-disfrute de la velada, e-estaré esperándolo—. Sin más, Shoyo se despide con una leve reverencia y sigue su camino por detrás de la mesa principal, donde se halla la puerta hacia los oscuros e interminables pasillos del castillo.
El alfa sigue la delicada silueta de su esposo hasta que desaparece tras la tela roja que cubre la puerta. Aquella oscuridad que de apoco consume el cuerpo del omega le llena de desasosiego, inquietud. Su primer instinto es seguir a su príncipe, da un paso hacia el frente en busca de acompañarlo a sus aposentos, sin la necesidad de hacer algo más que cuidar de él, esconderlo de esa oscuridad que impera en el castillo. Sin embargo, y para alimentar esa ira que crece y bulle en su cuerpo, el Emperador detiene su andar posando una mano arrugada, vieja, pero aún fuerte, en su hombro. Sabe que Sato no le dejará ir.
—Las tradiciones en Solen dictan que debes esperar hasta tarde, mocoso-dice y coloca su brazo sobre los hombros del alfa—. Sé que quieres probar las delicias que Solen puede ofrecerte en omegas, pero créeme, mi inútil hijo no es una buena muestra. ¡Vamos, lamentablemente tengo que presentarte a los mejores comerciantes de Solen!
Kageyama gruñe hacia el Emperador, empero, no hace esfuerzo alguno de zafarse, pues sabe que si no obedece, su príncipe puede sufrir las consecuencias.
"Pronto", piensa.
Shoyo camina por los pasillos, sin prisa.
La luna reluce a través de los ventanales, tan brillante y hermosa que Shoyo cree fervientemente que opaca la belleza de su vestido. Las diminutas joyas que se esconden y adornan su vestido y cabello son resaltadas por la luz impoluta; Shoyo, en medio de esa oscuridad cruda y avasallante, refulge en todo su esplendor, más no lo sabe.
Se enfrasca en una charla desagradable consigo mismo. Su mente atraviesa caminos rocosos de inseguridad que muestran lo que ya sabe, senderos fúnebres que susurran lo irreconocible que terminará después de todo esto, lo mucho que dolerá. Quiere llorar, pero no puede.
—¡Alteza!
Shoyo se sobresalta y gira para ver quién puede ser.
Hasuki, heredero de la familia Ikio. El omega retrocede al instante.
—S-señor, n-no puede estar aquí, por favor regrese a disfrutar de la noche. Con su permiso—murmura y trata de seguir su camino, ahora más rápido que antes.
—¡Espere! —. Hasuki camina apresurado hacia el omega. Logra alcanzarlo y sostiene su mano—. Shoyo, por favor, escucha. Estoy dispuesto a perdonar que te hayas casado con un bastardo de Syvriker. Mierda, estoy dispuesto a perdonar que lo hayas besado, pero, si te toca, por los dioses, si te toca...—gruñe y aprieta la mandíbula con ira.
El omega puede oler el aroma dulce y fuerte del vino que Hasuki trae consigo. Los ojos del contrario están rojos, delata su embriaguez.
Shoyo recuerda perfectamente el porqué de sus palabras. Hasuki, quien se le había declarado meses atrás; Hasuki, que había creado mariposas en su barriga y le había dado su primer sonrojo; Hasuki, que había montado a una de las damas del castillo, después de prometerle atardeceres y estrellas. Hasuki, quien le había roto una ilusión por primera vez.
—Por favor, suelteme. S-soy un omega casado, no soy nada de usted. Déjeme en paz-dice desesperado. Se suelta del hombre a la fuerza, sin embargo, no pasa ni un segundo, antes de ser apresado de nuevo.
—¡¿No somos nada?! Yo debí de tomar tu primer beso, yo fui el primero en verte como algo más que un simple agujero. Yo debería ser quien te pruebe primero, yo debería tomarte, debería marcarte ahora mismo y robarte de ese malnacido, ¡Nadie te verá como yo! Nadie merece montarte más que yo. Tomaré lo que por derecho me pertenece—brama con furia.
Shoyo se sobresalta y teme por sus amenazas. Antes de que pueda reaccionar y alejarse con más determinación, Hasuki lo jala con fuerza y los guía hacia una habitación vacía que se encuentra no muy lejos de donde están.
—¡Basta, Hasuki!—grita, asustado.
El alfa lo azota contra la pared más cercana y sostiene a los lados sus brazos para que no pueda escapar. Hasuki trata de besarlo, sin éxito, ya que Shoyo voltea el rostro cada vez que se acerca. Esto enoja al alfa, daña su orgullo. Toma a Shoyo del cabello, lo maltrata mientras lo lleva a rastras hacia la cama desnuda que está en medio de esa oscura habitación.
—¡Ayuda, alguien auxilio!—Shoyo se lastima la garganta al gritar con todas las fuerzas que su cuerpo alberga. El peinado tan lindo que portaba ahora está deshecho, su cabello hecho un desastre—. ¡Basta, basta, detente Hasuki!
El omega patalea, solloza y gruñe con impotencia. Hasuki hace caso omiso al daño que le causa. Éste lo avienta hacia la cama y, sin darse cuenta, Shoyo hace surgir apenas un indicio de su vytia en medio del forcejeo. El hombre trata de acorralarlo nuevamente, sin embargo, Shoyo golpea fugaz con la mano abierta el pecho de Hasuki, rasga la camisa arrugada del contrario y Shoyo deja el rastro de sus dedos y uñas en la piel; el hombre gruñe y se queja al ver su pecho con marcas al rojo vivo, quemaduras apenas profundas pero dolorosas y aún ardientes. Eso no le detiene.
Toma ambos brazos del omega con una mano y usa la otra para desgarrar la falda pomposa. Shoyo grita más fuerte por el terror y la idealización de lo que el hombre busca; cierra con fuerza las piernas, no obstante, la ira irracional del alfa hace que cualquier intento de protegerse sea en vano. Hasuki abre las piernas de Shoyo, metiéndose entre ellas con torpeza.
Shoyo solloza. No contiene las lágrimas que ahora caen sin fin a través de sus mejillas. Cierra los ojos con tanta fuerza que le duele.
Cuando el omega intenta quitarse al hombre de encima por última vez, sin lograrlo, la puerta se abre seguida de un sonido ensordecedor.
Kageyama mira a Kuroo con complicidad.
Han pasado minutos que le parecen horas, yendo de acá para allá a través del salón cazando acuerdos comerciales, y apenas trata de sonreír mientras es guiado por el Emperador. Ya no puede quedarse ahí y fingir que una inexplicable angustia no lo persigue.
Le indica a Kuroo que lo reemplace y luego lo acompañe al oscuro pasillo por donde su pequeño esposo se había ido unos minutos antes; todo con una mirada disimulada.
El Emperador se distrae con la llegada de Kuroo, y Kageyama se dirige discretamente hacia ese pasillo que sin razón alguna le da escalofríos. Anda a pasos largos y apresurados, en busca de la habitación donde podría estar su esposo o, en su defecto, preguntarle a un sirviente el lugar para poder esperar.
No transcurre tanto tiempo, cuando escucha claramente el eco de un grito en medio de la oscuridad. Corre, esperando que esa voz no sea conocida.
Otro grito más. Con el corazón acelerado, busca de donde provienen y finalmente encuentra la habitación. Abre y azota la puerta de la estancia. Lo que ve, hace desaparecer su cordura.
Vislumbra el color blanco tendido en esa cama, la silueta de un hombre escuálido entre una rasgada tela pomposa. El olor a alcohol no opaca la mandarina agria que invade sus pulmones. Reconoce al instante a su esposo.
Su esposo, su príncipe.
Ya no puede ver nada más. La ira hasta entonces reprimida, lo ciega.
El escuálido no puede sentir la imponente presencia que se cierne rápidamente sobre él.
Kageyama rodea la garganta del contrario con una sola mano, para luego lanzarlo al piso con furia. Aquel hombre trata de golpear su rostro, Kageyama se aleja con facilidad y sin esfuerzo.
El Syvker se sube encima del otro alfa, aprisiona con firmeza el cuello y lo asfixia, mientras asesta la cara con la otra mano. Asesino, irascible y desquiciado; Kageyama no tiene piedad al golpear una y otra vez al tipo que osó tocar a su príncipe. El otro, sin nombre, gime de dolor y clama por misericordia, sin embargo, lo único que Kageyama escucha son los gritos desolados de su esposo, el llanto que ahora resuena por toda la habitación mientras el omega yace inconsolable en la asquerosa cama.
Para entonces, los nudillos del alfa se tiñen de rojo por sangre ajena y refulge brillo azul a causa de los vestigios de rayos reprimidos. Los ojos antes azul mar, ahora son celestes, tan radiantes como el cielo en tormenta eléctrica.
Kageyama lamenta el momento en que le indicó a Kuroo seguirlo al pasillo. Ahora el mayor lo aparta del hombre moribundo.
—¡Jeg vil drepe ham, jeg vil drepe ham! (Lo mataré, lo mataré) —brama. Kuroo le sostiene—. ¡Slipp meg, faen, jeg skal drepe ham! (Sueltame, malditasea. Voy a matarlo)
Lo último dicho hace temblar al castillo mismo, pues el cielo, tan enojado como él, ruge estridente tras la luz neón de un rayo. El omega, envuelto en sí mismo sobre la cama, se esconde aún más.
Sato hace acto de presencia y les indica a los guardias llevarse al hombre inconsciente.
—Llévate a ese mocoso si no quieren causar más problemas—dice, dirigiéndose a Kuroo.
—¡Tú, malnacido...!—. Kageyama está lo suficientemente enojado como para atacar al regente del reino en ese preciso momento. Kuroo apenas si puede contenerlo.
—Tiene una hora para que su hijo esté listo en su habitación, Sato, o yo mismo mataré a ese poco hombre—murmura Kuroo. Sabe que no puede hacer más, al menos no con el omega presente.
Ambos Syvkers se retiran. Kuroo aparta a Kageyama con brusquedad.
—Jævla idiot...—la voz de Kuroo desapareces tras cerrar la puerta.
Sato queda solo con Shoyo. Preludio de más desgracia.
—Si no pudiste abrir las piernas en paz ahora, espero puedas hacerlo en una hora, omega inútil—espeta y llama a Naoko.
La dama entra con pena y sin mirar al Emperador.
—Asegúrate de que esta ramera esté limpia y presentable.
Sin más, Sato se retira.
Lo único que Naoko puede escuchar, son los sollozos de su querido señor.
Shoyo se distrae al jugar con el agua tibia. Su piel arde y luce irritada, merma el dolor con sus juegos y un poco de luz cálida que emana de sus manos, no obstante, la dermis se encuentra tan maltratada que no es suficiente. Naoko no tuvo el valor de entrar cuando le dijo que quería bañarse solo, Shoyo dejó de llorar al terminar de tallarse.
Decide salir de la gran tina y toma la crema de arroz suave, leche y miel. Naoko es quien unta con delicadeza la mezcla por todo su cuerpo, pero hoy no quiere que nadie le vea. Al finalizar, seca con una tela sus rizos largos y húmedos, aún puede sentir el dolor en su cabeza.
Coge el camisón fino que Naoko dejó para él en el mueble de madera, a un lado de todas las infusiones y cremas que sirven para preservar la suavidad que un omega "debe" tener. Se viste rápido y sin verse al ponérselo, es consciente de que la tela no hará esfuerzo alguno en cubrirlo demasiado.
Sale de la sala de baño. Naoko lo espera con un cepillo en mano y lista detrás del tocador.
—¿Está listo, mi señor? —murmura con una delgada línea de sonrisa.
—Si—. Shoyo no suena convencido.
El tiempo pasa y el omega se relaja sólo un poco al sentir las hebras del cepillo pasar por sus largos rizos. Naoko decide romper el silencio.
—Mi señor, sé que esto es muy imprudente de mi parte, después de todo lo que pasó hace-...
—No quiero hablar de eso, Naoko—susurra, se mueve incómodo en el banco acolchado.
—Lo siento, mi señor. Es solo...simplemente...trate de obedecer a todo lo que le diga su esposo...
—Naoko, ¿Qué...? —. Shoyo se voltea y mira a su dama, sorprendido.
—Suena horrible, lo sé, mi señor. No quiero que salga lastimado, es todo—. Naoko luce genuinamente preocupada—. Después de ver cómo dejó a ese ingrato...—. La dama, aunque está agradecida con el hombre por salvar a su señor de tal atrocidad, no puede ignorar el hecho de que puede ser así de agresivo con su señor.
Shoyo no dice nada, empero, entiende lo que Naoko intenta decir. Ésta termina de desenredar el cabello de Shoyo, justo a tiempo, ya que el ligero sonido proveniente de la puerta informa la llegada de cierto alfa.
—Adelante—dice Naoko. Toma el hombro desnudo de Shoyo, dándole un poco de consuelo.
El porte imponente de su esposo aparece por el umbral. Aquel hombre cierra con cuidado la puerta y trata de verlo a los ojos. Pese a su insistente mirada, Shoyo lo evita y ve hacia su ventana.
—Puedes retirarte, Naoko. Gracias.
—Con su permiso, señor, mi señora—. Hace una reverencia y los deja solos.
Reina el silencio por un momento, pero Shoyo siente la necesidad de explicar la situación, tiene un nudo en la garganta; se levanta, acercándose al alfa.
—M-mi señor-susurra temeroso—. Hace unos momentos, y-yo le juro que no t-tenía idea de que-...
Kageyama no lo deja terminar. Camina rápidamente hacia donde Shoyo se encuentra parado.
El menor se tensa por el miedo repentino que lo paraliza.
—M-mi Señor, espere-...—ruega Shoyo. Cree que su esposo lo reprenderá por dejar a otro tocar su cuerpo.
Shoyo cierra los ojos, es por ello que, después de unos segundos, sólo escucha el sonido fuerte de una caída. Toma valor para observar lo que ha pasado, y porqué no ha sido golpeado.
El alfa se encuentra de rodillas ante él. Antes de que pueda retroceder por la sorpresa, el hombre posa las manos en su cintura y roza la frente en su suave vientre. Jadea y se estremece ante aquella acción.
—Perdóneme—susurra Kageyama, molesto consigo mismo—. No pude protegerlo, no pude evitar que ese maldito...—. El alfa siente que se ahoga con esas palabras.
—Mi l-lord...—. Shoyo no sabe qué decir.
El omega alza las manos encima de la cabeza del hombre y, después de atormentarse a sí mismo preguntándose si hacerlo o no, finalmente se decide. Pasa sus manos por el suave y fino cabello negro; es lacio, abundante y tras pasear sus dedos con delicadeza éste se revuelve y desordena, caen mechones por la frente. Kageyama se relaja en el acto y se permite ya no pensar en su incompetencia; apoya su cabeza en el cálido lugar que es el vientre de su esposo y se dedica con avidez a oler el aroma a mandarina y azúcar que emana.
El alfa recuerda para qué ha venido. Se regaña al pensar que no merece aquellas caricias de consuelo que su príncipe le está dando y que, al contrario, es el omega quien debería de recibir tranquilidad y apoyo. Compone su postura, se apoya con la pierna derecha y permanece erguido, firme. Mira al omega a los ojos y trata de reunir todo el valor que pierde al estar en presencia de su hermoso esposo.
Shoyo aleja sus manos de aquellos finos mechones de inmediato. Presta atención a las acciones de su marido.
—Vengo a rogarle perdón, en nombre de mis hermanos y, en mi nombre, más que cualquier otro—dice con vehemencia—, le juro que nadie volverá a tocarlo si no es lo que quiere, nadie lo mirará con lujuria mientras yo viva. Incluso si muriera, lo protegería en espíritu. Prometo, mi príncipe, que el cielo caerá con furia por sobre aquel que ose respirar su exquisito aroma, si usted lo ordena.
Kageyama lo ve con fuego y alma en los ojos.
Shoyo, así como la primera vez que escuchó una promesa del Syvker, anhela creerle y mantiene la esperanza de que algún día su corazón lata tan envalentonado y vivaz, como suenan las palabras del alfa. No puede responder.
—Mi príncipe, mi esposo—murmura Kageyama. Se levanta y se acerca más al omega, casi puede sentir el rastro de feromonas dulces del príncipe—. Si no desea ser tocado ésta noche, dígalo, y no le pondré una mano encima—. Hace una mueca que bien podría ser la muestra del deseo que siente y la vergüenza por aquella petición quemándole la piel, mas lucha por retenerlo.
—N-no y-yo no—. Shoyo balbucea, sin entender. No tiene elección, al menos cree que su esposo no debe darle una opción diferente a la de consumar su matrimonio, al menos no cuando un hombre le ha tocado. Sin embargo, después de todo lo que el Syvker ha dicho, la sorpresa no dura mucho, aunque sí el miedo por lo que pueda pasar esta noche. Este alfa lo confunde.
—Entiendo—se apresura a decir Tobio. Puede ver la confusión y miedo plasmado en el rostro del omega—. Tenga una bonita noche, mi príncipe.
Kageyama se da la vuelta después de una reverencia. Está a unos cuantos pasos de la puerta, cuando siente pisadas descalzas seguirle. No se detiene hasta que el príncipe jala la manga de su túnica. Mira por detrás del hombro y ve como el omega oculta su cara entre ese sedoso cabello naranja; aún así nota el sonrojo.
—Las paredes escuchan, mi s-señor—susurra. Tiene que hacerlo, piensa Shoyo, tienen que hacerlo.
Kageyama entiende más rápido de lo que cree. Gira su cuerpo por completo y nota, por primera vez, la diferencia de altura que hay entre ellos. El omega le llega al pecho.
—Comprendo—exhala el alfa.
Tobio recorre el cuerpo de su príncipe, antes temeroso de verlo por respeto. Ya no puede apartar la vista del omega. Para él, su esposo es el idilio encarnado, con la piel cálida y sonrojada, expuesta a la luz de los faroles que tiñen la dermis color miel. El fino camisón de seda deja entrever lo suficiente para volverlo loco de anticipación; la prenda íntima descubre su torso, tan atrevido como para descubrir las clavículas pronunciadas, y lo suficientemente recatado para esconder los valles rosados que son sus pezones. Los hombros son adornados con una delicada línea de olán y, conforme baja la mirada, la tela viste su vientre y deja una línea descubriendo uno solo de sus muslos.
Aún embelesado, Kageyama ofrece sus manos y las muestra ante Shoyo, esperando su aprobación y consentimiento.
Shoyo duda sólo por un segundo, antes de tomar ambas.
El alfa recorre los brazos del príncipe, lento y delicado. Toca con los dedos el olán y se acerca al omega. El aliento de Shoyo le embriaga, lleno de azúcar y mandarina, notas de vainilla recorre el pequeño espacio que existe entre sus rostros.
Luego de un minuto, que le parece eterno, Kageyama lo besa.
𝙽𝚘𝚝𝚊.
Holoo, aquí Ashal☄️💗
Primeramente, me gustaría ofrecerles una gigantesca disculpa. No era mi intención abandonar mis historias y mucho menos no dar señales de vida. Pasaron muchas cosas que, aunque realmente me impidieron enfocarme en mi escritura, no son excusa. Algunas de las personitas bellas saben que el año pasado estaba en mi último año de bachillerato y estaba estudiando para mi examen de admisión; puedo decir con felicidad que logré entrar a la universidad que quería y justo ahora estoy en segundo semestre de medicina🤸🏽♀️🤸🏽♀️
Nuevamente, mis más sinceras disculpas. Intentaré poco a poco incluir lo que tanto amo en mi día a día, porque no tengo planes de abandonarlo, así que me esforzaré aunque sea a paso de tortuga.
Por otro lado, me gustaría pedirles su opinión. He visto que Wattpad ha estado borrado cuentas indiscriminadamente. Tengo miedo, la verdad. Así que me gustaría que pusieran por acá algunas opciones para poder migrar y tener un respaldo, por fiis. Claro, aparte de Ao3, creo que empezaré por ahí, pero quiero tener más opciones, por si acaso📥💗
Pero bueno, ¿Qué les pareció el capítulo?🌼
El tema que surgió en una escena es bastante delicado. Aunque es cierto que debemos de discernir entre la realidad y la ficción, el cerebro puede acostumbrarse y no identificar conductas inadecuadas o acciones incorrectas, incluso violentas; por lo que quiero aclarar que para todo acto ya sea sexual o no, deben de dar o recibir un CONSENTIMIENTO.
Sin más que decir, en el próximo capítulo veremos como se desarrolla esta situación🌷.
¡Espero leerlos pronto!💗
-🍁AhlexKane
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