𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 01. 𝐶𝑜𝑟𝑟𝑒, ...
𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓭𝓮𝓭𝓲𝓬𝓪𝓭𝓸 𝓪:
Genya_mi_nene
Por darle una oportunidad al mundo de Exvair y ser una lectora entrañable.
¡Muchas gracias!💐💕
...𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑜 𝑂𝑚𝑒𝑔𝑎, 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑚𝑜𝑛𝑠𝑡𝑟𝑢𝑜𝑠 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛; 𝑦 𝑣𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖.
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Hoy está mas ansioso que de costumbre. La uña de su dedo índice cede ante la insistencia de cada mordida y su piel sangra al final. Aparta la vista de la ventana para dirigirla a la fuente de ese repentino ardor. Contempla el diminuto hilo rojo que empieza a escurrir por su falange y frunce el ceño, confundido. Parece absorto de todo, porque ni siquiera siente aquellas náuseas que lo embargan cada vez que ve su propia sangre.
Observa nuevamente más allá de aquel ventanal, donde las nubes ya no son blancas y están teñidas de un gris opaco. Puede sentir como se retuercen, como golpes de luz electrisante amenazan con salir y llegar a la tierra antes de un rugido ensordecedor.
Mientras mira el cielo que bulle en cólera, se imagina a él ahogándose en ríos bañados de oro, a él sosteniendo un rayo azul entre las manos, aunque no sea capaz de hacerlo. Su mente divaga a menudo.
—Hermano, estás arrugando demasiado la frente—dice una voz delicada. Su hermana lo saca de su ensoñación.
—Habrá una tormenta hoy—susurra, mientras toca el cristal tan transparente como las aguas de un río con la punta del dedo sangrante, distante.
—Ya veo. Haré que traigan cena para dos entonces. —Voltea a verla. Ella esta sonriendo sin apartar la mirada de su regazo.
Lo conoce bien, tiene pavor a los truenos, y por ello se quedará a dormir en esa habitación que huele a miel y canela. A veces, el aroma a medicina amarga impera en el lugar y hace que la dulzura desaparezca, pero eso no le importa.
Se enfoca en ver el rostro apacible de la mujer. Esta recostada en la cabecera de la cama, con una tela lisa en mano y un cilindro amarillo reposado en sus piernas. La aguja era casi imperceptible en sus pálidos dedos; si no fuera por el camino que creaba el hilo amarillo creería que no estaba bordando, si no apunto de empezar a bordar.
Se levanta del pequeño sillón café, compañero de tardes de contemplación y noches de té. Camina hacia ella lentamente, pues teme que el estridente sonido de sus pisadas arruine el ambiente silencioso del lugar.
Su hermana solo lo mira finalmente cuando la superficie suave se hunde ante su peso, justo a lado de los muslos ajenos. Ella nota la preocupación en sus ojos; ella lo conoce bien.
—Nuestro padre—Natsu rompe el silencio, y se estira ligeramente para alcanzar un mechón que posa en su mejilla—, es un ingrato sin remedio.
Al final, su hermana coloca los sedosos y largos cabellos por detrás de su pequeña oreja. El acto le hace cosquillas.
—Lo hizo para protegerte—exclama. Aunque mas bien trata de convencerse.
—No. Ese hombre no le interesa nada más que su reflejo plasmado en vasijas de oro. No estaba así—Se señala a si misma con un ademán despectivo—cuando cumplimos 16. Me quitó el derecho de cumplir con mi deber—Natsu gruñe lo último como si su fuero interno se adueñera de ella por un instante. Los ojos ámbar de su hermana destellan; aún conserva un poco de vitalidad.
Ya no sabe que decir, por que Natsu tiene razón y no hay sentido en tratar de engañarse con palabras vacías.
Aprieta bajo sus manos las mantas que cubren a su hermana y pareciera que quiere echarse a llorar. En realidad está muerto de miedo.
—Tienes que huir, Sho.
—No quiero—declara determinado.
Ve las lágrimas contenidas en Natsu, es consciente de la súplica que posee cada gota de agua salada. Ella posa una de sus manos sobre la suya.
—Ellos vienen, y no voy a poder protegerte, Sho. —Su tono roza la desesperación—. No podré hacerlo y no quiero ver como apagan tu luz por mi incompetencia.
—¡Jamás te dejaré! No me pidas algo así por que no lo haré, ¡nunca! —solloza, por que no puede evitar derrumbarse al pensar en su hermana agonizando sola, la imagen es tan abrumadora que cierra los ojos negando esa posibilidad.
Escucha una fuerte inhalación. Natsu lucha por no caer en lágrimas y él ya ha perdido esa batalla. Uno de los dos debe mantenerse firme.
—Tal vez haya algo que hacer allá, puede que te acepten y te curen—brama, tratando de buscar otra salida que no sea dejarla atrás.
Recuerda a su madre. Cierne la mano en la falda de su vestido con tanta fuerza que sus nudillos se tornan blancos.
Ahora oye un resoplido, es claro que Natsu no lo ve de esa forma.
—Padre los engañó por años, incumplió con el trato y mantuvo su postura incluso cuando ellos se negaron a defender a Kenryv. —Natsu trago con dificultad—. Están furiosos, Sho. Tu acabas de ver el cielo.
—¿Cuanto crees que falta?—murmura. Voltea para ver el cielo una vez más y ahora los destellos de luz son visibles en la lejanía. La tormenta se acerca.
—Estarán aquí mañana.
—Puede que te acepten-insiste.
—¡Shoyo! Un bendito farol tiene más luz que todo mi cuerpo. Mi vitya... —Natsu empieza a ahogarse con su propia voz—...ya no es lo mismo. Ni siquiera puedo protegerte a ti.
—No tienes que protegerme, yo puedo solo.
—Sho...
—Sé que me falta mucho para entender como funcionan ciertas cosas, incluido mi vitya, pero puedo mejorar. —La idea pasa por su cabeza fugazmente, supo entonces que tal vez esa era la verdadera solución—. ¡Tomaré tu lugar!
Jamás ha visto a su hermana tan sorprendida y aterrorizada a la vez. Jura que aquellos orbes ámbar podrían salirse de sus cuencas por culpa de tal expresión.
—De ninguna manera—dice Natsu en un hilo de voz, agitando su cabeza mientras niega rotundamente esa exclamación—. ¡Eres demente! Has perdido el jucio. No sabes que podrían hacerte. Ese pueblo, esa gente, esos...
—¡Entonces por que tú si! Tú tampoco sabes que es lo que podrían haberte hecho. Confía en mi, quiero-...
—Lo hubiera soportado por que ¡Soy una maldita Alfa!—Shoyo se estremece ante la intensidad del grito. Natsu continua—: Tú te encoges cada vez que padre está en frente tuyo. He escuchado tus noches en vela por tanto llorar a causa de personas indecentes que solo piensan en ponerte una mano encima. He visto como tiemblas por miradas acusatorias y tu cara de horror cuando padre eleva su mano. ¡¡¿Como demonios crees poder defenderte y persistir en un mundo de bestias cuando te derrumbas con la primera cosa que te enfrentas, Omega?!!
Shoyo nota el tono en la palabra "Omega".
Shoyo ya no ve a su hermana.
Ahora está solo en la habitación y frente a él está su padre, y, como si quisiera darle la razón a todo lo que ha dicho: se encoge y estremece como una hoja en otoño.
Ya es demasiado tarde en cuanto Natsu se da cuenta de lo que ha dicho.
—Sho, no es lo que... y-yo...
Se levanta de la cama con lentitud, pareciera que le duele cada parte de su cuerpo; sin embargo, es su corazón el que duele, sangra.
Nuevamente aprieta y arruga la seda café de su bonito vestido. Se para a un lado donde su hermana adolece y finalmente termina la discusión:
—Solo deseo ser tan valiente como tu. Deseo ser más que una cosa frágil, insulsa e ignorante a la cual tengas que proteger. —Su determinación se mezcla con el enojo. Mira a Natsu con tanta firmeza que le asusta—. Quiero hacer algo importante por una vez...y lo haré.
Con eso dicho, camina con dirección a la puerta. Deja en el aire la respuesta de su hermana y cierra tras de si la habitación que ya no huele a miel y canela. Únicamente queda la medicina amarga.
Ellos llegaron a la costa de Solen la mañana siguiente.
El Castillo de Sordthen es un caos desde que el sol llega a iluminar los valles de la capital. Acostado en su cama, Shoyo oye pisadas fuertes en los pasillos, sonidos metálicos que seguro provienen de armaduras de hierro pulido y murmullos de angustia.
La palabra "Bárbaros" se repite sin cesar. Todos le dedican chillidos discretos, susurros temblorosos y arrugas pronunciadas en la cien.
Se repite una y otra vez que su miedo es ciego, que no puede juzgar a todo un Reino por menciones fugaces o rumores que recorren el mundo de boca en boca; sin embargo, su padre les ha arrebatado su orgullo, y la vergüenza tiene la capacidad de reducir la cordura a una sombra tan tenue como la niebla de Dertos.
Es inevitable sufrir por lo que a su pueblo le espera. Por lo que a él le espera.
Pensaba en el sillón que dejó en el cuarto de su hermana, mientras tocaba el pabellón del dosel como si se tratara de una flor. Toda paz momentánea se esfuma ante el sonido del cuerno.
Estan aquí.
El sonido es grave y estrepitoso, surca el aire cual grito de agonía. Aquella advertencia vuelta estruendo le arranca un jadeo que le deja sin aire.
Shoyo se levanta rápidamente y deja caer las mantas de la cama al suelo por lo tosco que ha sido el movimiento. Hace frío, la sensación helada incrementa en sus pies descalzos y se transforma en escalofríos una vez llega a su querida ventana.
La tormenta esta sobre el palacio. Nubes grises se esparcen sobre ellos, y en cuanto enfoca su atención al pueblo, tiene que apretar el borde de piedra por que si no estaría tirado en el suelo, preso del terror.
Su miedo no es ciego, lo ve claramente, es tan real que la prueba de ello yace en los seres de negro que han derribado la entrada a su reino. Rayos azules golpean las rocas unidas con hierro, destruyen todo como si de porcelana se tratara.
No se entera de nada más, debido a que se aleja de su lugar y busca una bata que cubra su camisón. Se ajusta la prenda y cierra la puerta de su habitación bruscamente.
Los sirvientes se le quedan viendo mientras corre por los pasillos. Sostiene el borde de encaje para que pueda moverse libremente y deja a la vista sus piernas gruesas y lechosas; no obstante, no se detiene a pensar en el pudor o en personas indecentes. La bata se ha aflojado, cuelga por sus hombros y se balancea junto con su largo cabello naranja. Los pies descalzos no emiten sonido alguno y su propia respiración agitada es lo único que escucha.
Baja miles de escaleras para llegar al corredor principal, donde la alfombra blanca adorna el piso de mármol. Detiene su andar unos momentos para recuperar el aliento y acomodar los mechones rebeldes que se deslizan por su cara y obstruyen su vista.
Tiene que ir a la sala del trono, tiene que interceder por su hermana. Anhela hacer algo importante por una vez antes de resignarse a ser lo que su padre quiere que sea.
El silbido de lanzas impera ante todo el tiberio que provocan los sirvientes y guardias. Una lucha campal se libra en las faldas de su hogar.
Persiste y da un paso adelante, a pesar de que los jadeos y ruidos pertenecientes a espadas bailando la danza de la muerte le congelen hasta los huesos.
Vislumbra la entrada principal; empero, sabe que nunca debe entrar por ahí, no necesita una cicatriz más en su piel justo en estas circunstancias. Opta por ir a donde siempre, las escaleras ocultas que llevan al arco detrás del trono de hierro.
La puerta secreta y exclusiva para él se encuentra a un lado de la principal. No es visible a los ojos, y si no supiera el punto exacto para apretar, no podría usarla nunca.
La pared se recorre a la derecha para él, un pasillo aparece ante sus ojos.
Camina apresurado por el suelo húmedo y llega al arco de piedra que está cubierto por cortinas de seda color vino, tan gruesas que podrían esconder a el más grande de los guardias.
Aparta ligeramente la pesada tela y puede ver con claridad todo el recinto.
Pilares de piedra blanca, seis a cada lado de la sala, tan grandes que casi alcanzan el tamaño de un árbol de Dertos. Paredes brillantes con incrustaciones de plata que crean diseños semejantes al oleaje del mar. Una alfombra dorada desciende como río desde el asiento imponente de su padre, hasta la gran puerta blanca. Los destellos de cada joya impregnada en un pilar dislumbra a toda persona que ponga un pie en ese lugar, lo ha presenciado ahí mismo.
Su padre camina de un lado a otro en las escaleras al inicio del trono, demasiado ansioso y ocupado con los consejeros y comandantes como para notar su presencia.
Está a punto de llamarle con el tartamudeo comiendole la garganta, sin embargo, la enorme puerta blanca se abre repentinamente estrellándose contra la pared.
Un ardor punzante cruza por su cabeza, le obliga a acunarla desesperadamente en busca de mermar el dolor. Ahoga un grito mientras se aleja de la cortina.
—Esperabamos una bienvenida más cálida, sin duda. —Escucha una voz fuerte y profunda.
Regresa en sí después de segundos y, aún aturdido, ve a través de la hendidura entre las dos telas.
Respira profundo pero discreto al observar a los intrusos.
Está seguro de que son gigantes en piel de mortal. Portan armaduras tan negras que podrían confundirse con el cielo nocturno, nota los relieves que recorren el peto y las hombreras de cada hombre igual que la coraza de un dragón. Cada cota de malla solo protege el cuello y diría que es la única cosa que brilla en distinto color, si no fuera por la pieza que cubre los brazos de algunos, ya que es donde queda el rastro de colores dislumbrantes tan cegadores como cada una de las perlas del salón. Capas largas que se ajustan a los hombros con broches anchos de oro o bien con pieles afelpadas, unas cuantas con capucha y otras se escurren por un solo brazo. Carcajs de piel en las espaldas, vainas a los costados y filos relucientes de achas que manchan la alfombra con gotas de sangre.
No logra percibir la mayoría de los rostros extraños, pues pocos dejan a la vista su expresión estoica, y muchos lo ocultan tras un yelmo que solo deja lucir los ojos de aquel que lo usa; los ornamentos sutiles en los bordes tienen la forma de un símbolo desconocido.
El sujeto que habló antes continúa mientras se acerca. Es de los pocos que cargan su yelmo en vez de portarlo.
—Dos armadas al este, Sato. Ni siquiera nos dejaron disfrutar de la famosa arena de oro—gruñe el hombre.
—Aparecieron sin aviso en las islas de Sairos. Este viejo ya no está para organizar tardes de té con dos días de anticipación, muchacho—explica su padre con cierto desdén.
El mayor se sienta en la comodidad de su trono, siendo rodeado después por 2 consejeros que se sientan a los lados, y los comandantes toman su puesto junto con los guardias que hace poco se han aglomerado en los pilares.
El joven solo bufa para después continuar.
—Espero sepas el motivo de nuestra visita.
Su padre se limita a asentir.
—¿Donde está la chica?
—Indispuesta. Pensé que ya lo había mencionado.
—Y una mierda, viejo—brama el Syvker, acercándose cada vez más—. No tengo idea de cuáles son tus malditas intensiones, pero si tu objetivo es causar un guerra, esta claro que tú no saldrás victorioso.
Shoyo está de acuerdo con eso, la sangre manchando la alfombra es prueba de ello; aborrece ese hecho.
Ve a su padre formar un puño en el bracero del asiento.
—Hable con sinceridad, Derse Majestet, ¿Que tiene la Vityard que le impida cumplir?—Un hombre más pequeño agarra el hombro del pelinegro y toma la palabra. Se oye más calmado y respetuoso, su voz es amortiguada por el yelmo.
Su padre cede ante el tono.
—Le ha dado el veneno Malí—La sala se queda en silencio.
El líder de los Syvkers (al parecer) no hace mueca alguna, y prosigue:
—Entonces no hay nada que discutir. El Aesir de Hidrak ha estado trabajando en ello desde la primera víctima en Naisev. ¿Bror?—El sujeto voltea hacia el grupo imponente de guerreros, buscando a alguien con la mirada.
Uno de ellos sale de la multidud al frente, quitándose el yelmo durante el trayecto. Los rulos azabaches caen rebeldes en su frente y tiene gotas de sangre en la mejilla, casi tapando un lunar. No se había percatado del sello que, tanto el hombre de cabellera puntiaguda como el risado azabache, poseen en la hombrera izquierda, de color diferente cada uno.
Un tono distinto para cada Aesir, deduce.
—Hay un brebaje capaz de letargar el avance del veneno—dice el hombre a la par que hace una reverencia—. Si la llevamos con nosotros esta tarde, la amenaza de muerte se reducirá al mínimo antes de llegar a Syvriker.
Shoyo se queda sin aliento. La propuesta es tentadora, podrían ayudar a su hermana, podrían salvarla de la enfermedad que hasta ahora ha sido el presunto verdugo.
No contiene la emoción y emana inconscientemente su aroma a jugo de naranja y miel. Abre de más la cortina, tanto que la mitad de su menudo cuerpo sale a relucir de entre las sombras, y su rostro es iluminado por reflejos blancos.
—No entienden, su vitya-...
Su progenitor continua, lo mira esperanzado; sin embargo, el mayor detiene su respuesta bruscamente y Shoyo lo ve extrañado.
Voltea la cara hacia la razón por la que el hombre mayor ha parado.
Los invitados le dedican toda su atención.
Lo han descubierto.
Emite un chillido corto, apretando la pesada tela en sus manos en busca de soporte. Miradas sorprendidas y curiosas lo atacan y se entierran en su piel como dagas.
Nadie se mueve, ni siquiera su padre. Él sabe que está ahí.
—Y-yo...—susurra y trata de tomar valor para hablar. No obstante, el sonido de una pisada envuelta en metal hace eco en la sala e interrumpe todo pensamiento.
Un Syvker ha dado un paso al frente, cauteloso. Posa la mirada fija en él, ojos azules destellan entre el yelmo y tras su espalda carga una capa larga con cuello de oro, y un arco que parece hecho de plata. Sus compañeros lucen igual de confundidos que él, pues giran a verlo sin entender.
No se permite respirar, se mantiene estático.
Segundos más tarde, el hombre se abre paso, empujando a sus compañeros en el proceso y apartando con movimientos bruscos los hombros que se interponen en su camino, hipnotizado.
No es cuando el sujeto está en el primer escalón del trono, que Shoyo se da cuenta de que va por él. Se dirige hacia él.
Le aterra.
Corre, corre, corre...
Y obedece.
Nunca ha corrido tan rápido en su vida. Ni siquiera le importa que su trenza improvisada se haya desecho por el aire y no pueda ver correctamente.
Necesita a su hermana.
Recuerdos de palabras hirientes invaden su mente. Rememora la verdad contada por su Natsu y repudia con el alma confirmar absolutamente todo; pero a pesar de que trate de arrancar ese temor irracional de raíz, es inevitable caer ante los impulsos de esconderse, encogerse y desaparecer para que nadie lo toque, para que no sea visto nunca más.
La voz ronca y gastada del Emperador se puede escuchar a solo un pasillo de distancia. En cuanto huyó de la habitación, todo fue un caos, lo supo por los gritos que surgieron a partir de ese momento.
Lo siguen. Le pisan los talones.
Advierte la habitación de Natsu, no sabría describir en palabras el alivio que siente. No dura mucho de todas formas.
Siente la respiración irregular en su espalda. Jadea sorprendido y gira todo su cuerpo aún en movimiento para presenciar la enorme figura que emerge detrás suyo.
Tropieza con la bata gris, la cual se había deslizado hasta las piernas, colgando ligera por sus muñecas. Ahoga un grito de sorpresa y cree que está a punto de caer al suelo de costado, justo enfrente de la puerta de madera. Cierra los ojos y espera el golpe, empero, no sucede nada.
Abre los ojos sorprendido en en cuanto siente calidez en una de sus manos y el agarre firme que rodea su cintura.
Azules. Un azul tan profundo y brillante que, si el océano Dirm tuviera vida propia, le tendría envidia a tal encanto.
Piel áspera y dura recorre la palma de su mano derecha. El hombre roza con el dedo pulgar cada linea plasmada en su dermis, el tacto es tan delicado que no siente asco, en cambio, le hace suspirar.
Sale del pequeño trance en el que ese hombre le ha inducido, debido a que la multitud se acerca tras la ancha espalda del ojiazul.
Empuja lo más fuerte que sus brazos le permiten y supone que el Syvker es quien lo suelta, por que al priner intento de querer apartarlo no logra mover un solo gramo de ese gigante.
La puerta de madera es abierta y Natsu aparece hecha una furia. Viste la armadura de plata reluciente que Shoyo le ha visto usar muchas veces; brilla dejando atrás el polvo.
Su hermana lo toma por los hombros y lo coloca detrás de ella, cubriendolo con su cuerpo tambaleante. Natsu acude al pomo de madera tratando de mantenerse firme y lo aprieta tanto que cruje bajo sus dedos. Su nariz apenas alcanza los hombros de Natsu, y ella tiene que levantar el mentón para enfrentar al Syvker.
—Hermana, ¿que...?—murmura.
—Vuelves a tocarle un solo cabello y perderás tu estúpida cabeza—ruge Natsu hacia el desconocido. Feromonas amargas y malolientes explotan y esparcen por todo el pasillo.
La mano que Natsu usa como soporte empieza a agrietarse y cada línea irradia luz tenue.
Shoyo se da cuenta y posa su mano inmediatamente encima de ese brazo.
—Natsu—ruega con pánico.
—¡Natsu!—una advertencia de su padre.
—Rolig, bror.
De soslayo vislumbra un destello azul diminuto que se crea en las falanges de quien hace unos segundos lo sostenía. Desaparece después de oir las palabras del otro Aesir.
—Savner Natsu, le sugiero que se calme, su Vitya...es-...—habla el Syvker respetuoso. Natsu lo interrumpe abruptamente.
—Lo sé. Malditasea. Lo sé. Queda un rastro de lo que fue, pero lo usaré en este mismo instante si así los hago desaparecer a todos; si así le doy a mi hermano la vida que merece aunque de la mía a cambio. —Shoyo contiene la respiración. Tiembla. La luz incrementa—. Ninguno se lo llevará de aquí.
El pomo se destroza de a poco.
Nadie lo ve venir, ni siquiera Natsu que ha dejado salir su fuero interno, su vitya, su alfa, su alma entera para pelear una última vez, y aún en guardia, no anticipa la aguja afilada que cruza y rasga el aire furtivamente.
Shoyo ve caer a su hermana al suelo como si no fuera nada. El filo diminuto se entierra en el cuello pálido y sudoroso.
—Dette er bortkastet tid, Kuroo. —El pequeño metal revolotea en retroceso. Regresa con su dueño, quién continúa hablando molesto—. Enten får vi lyset for godt eller så går jeg tilbake dit selv og gjør alt ferdig.
Kuroo, el Aesir que hasta ahora ha fungido de líder, supira sonoramente.
Shoyo llama a su hermana insistente, sentado a un lado en cuclillas. Una mano sostiene la nuca ajena.
—Shit, más le vale explicar esto ahora, viejo. —espeta.
—No pueden llevársela. Morirá, ya no sirve de nada.
Kuroo bufa.
—Me sorprende la facilidad con que lo dice, Sato. —Shoyo siente la mirada de Kuroo sobre él. El Syvker continúa—: ¿Son gemelos, cierto?
El emperador se tensa.
—Cabello naranja, ojos ámbar...—murmura, y Shoyo espera a que continue con la bilis en el estómago—. ¿Koushi?
El mencionado solo asiente.
La risa sarcástica de Kuroo enchina su piel.
—No tengo la menor idea de por que no llegamos a masacrarte. De verdad quisiera aplastarte ahora mismo, Skru deg. ¿Gemelos? Los Dioses se han apiadado de nosotros y tú solo tiras todo a la basura, Sato. ¡Increíble! —Shoyo cree que Kuroo ha enloquecido por los balbuceos y maldiciones a voz baja pero llena de furia—. Nos lo llevaremos esta tarde. Danos comida decente y consideraré no reducir tu palacio a cenizas—declara decidido.
Shoyo inhala profundo. Eso es lo que quería, todo estará bien... Pero, ¿su hermana?...
—E-eh, y-yo...—balbucea torpe. Necesita aclarar ese punto en concreto, necesita hablar. Nadie le ha dirigido la palabra, nadie le pregunta nada.
Su padre no le deja.
—No, él no irá a ningún lado.
—Si que lo hará.
—¡No!, está prometido a Naisev.
Shoyo queda escéptico. No lo sabía, nunca sabe nada. Apenas oye el gruñido que viene del ojiazul.
—guder gir meg tålmodighet—susurra Kuroo, exasperado—. Koushi, ta ansvar, jeg dreper ham hvis jeg fortsetter.
Kuroo sale del pasillo. Shoyo no entiende por qué.
—Necesitamos la luz, Emperador Sato. La paz a perdurado desde la segunda linea de sucesión, no desperdicie el esfuerzo de sus antepasados. —El Syvker cambia su voz amable y calma a una seria y firme.
—Ya está hecho. Naisev no aceptará romper el trato y aún si quisiera, yo no lo permitiría. —Shoyo aborrece a su padre. Lo odia—. Ustedes siempre han sido los predilectos de Odin. Dándoles todo el poder que necesitan para protegerse, en cambio nosotros...—Su padre sopesa sus palabras—. Naisev ofreció un buen trato. Nos dara protección para las costas Arena de oro, incluso la isla Sairos a cambio del Omega. Pueden hacerse llamar Bárbaros, pero hasta el poder de los Dioses es insuficiente contra bosques oscuros. No podrán con Naisev.
—Koushi, la meg drepe ham.
—Nei.
Los Syvker intercambian un par de palabras antes de guardar silencio. El hombre ojiazul empieza a quitarse el yelmo con lentitud. No ha dicho palabra alguna...hasta ahora.
Shoyo recorre con asombro las facciones ajenas. Cabello tan negro como el onix mismo, mandíbula tensa y perfilada. Por el ligero aroma a tormenta y bosque, llega a la conclusión de que está ante un alfa fuerte. Busca en la hombrera el indicio del sello, y ahí está; otro Aesir.
El Emperador lo reconoce. Se tensa a niveles que Shoyo cree imposibles. No entiende.
—Naisev siempre ha respetado la voluntad de quien le ha dado la mano...—declara. A Shoyo le parece irreal el tono de su voz—..., yo he derramado mi propia sangre por su Rey. Y en lo que a mi voluntad respecta, he venido con la intención de pedir la mano de su hijo desde que puse un pie en Solen.
Shoyo tiembla, pero tiene miedo. No puede respirar.
—No estás-... —Sato no le cree.
—Lo estoy.
—Shinsuke no lo permitiría.
—Entonces él tendrá que prepararse, por que quemaré los bosques oscuros si es necesario.—La determinación que emana el alfa lo deja sin pensamientos. Su mente está en blanco.
El Emperador suspira. El omega sabe que se ha resignado.
Le parece extraño que ninguno de los Syvkers haya objetado.
—El menú de hoy es Cerdo a la naranja. Discutiremos los acuerdos nupciales en la mesa—Sato explica mientras se soba el puente de la nariz.
El pelinegro se encamina para salir del pasillo, junto con todos los demás. Hasta ese momento ve los guardias del Castillo, que están detrás de todos los guerreros de armadura oscura.
La mirada fulminante y el desdén de su padre lo sobresalta.
—Y en cuanto a ti—espeta el mayor—, a tu habitación, ahora.
Permanece sentado en el suelo. Apartan a su hermana inconsciente de sus brazos y aún así se queda ahí. Su mente está en blanco. No quiere pensar en absolutamente nada de todas formas.
Nadie le dirigió la palabra. Nadie le preguntó nada.
Un omega insignificante, repite las únicas palabras que su padre le ha dicho más de dos veces.
Eres un omega insignificante, finalmente lo cree.
Palabras: 4677.
𝙽𝚘𝚝𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝙰𝚜𝚑𝚊𝚕.
Estamos de regreso banda, claro que si🤸🏽♀️✨.
El capítulo fue más introductorio que otra cosa kabdjaka pero aún así díganme ¿Que tal les pareció?👁️
Parecerá raro que Sho use vestido y tenga cabello largo; pero ya saben banda, detalles, detalles...👁️👁️
Luego los Syvkers *grito de tetera* Amo mucho a esos hombres banda, ayno, amé escribir sobre ellos, deseo fervientemente que los amen tanto como yo con el transcurso de la historia. ¿Ustedes les tendrían miedo o le pedirían matrimonio a uno de ellos? Yo sin duda la segunda opción kajdjakak.
¿Que creen que pasará en el siguiente cap?🧐
Por último pero no menos importante, aquí la cadena de oración para que nuestro omeguita sea feliz😭😭🕯️
En otras noticias:
Esta vez probé un formato nuevo de glosario, sobre todo por las traducciones que se tenían que hacer durante el fic. ¿Que opinan? ¿Con este fic seguimos con el glosario por medio de comentarios o al final de cada capítulo? Lo que sea más cómodo y dinámico para ustedes, yo lo hago.🤝💗
Por ciertooooo, publiqué en el tablero un fragmento medio candente👁️ También me gustaría saber que opinan de la narrativa✋🏼
Se aceptan críticas constructivas, consejos, de todo banda. Este fic sube de tono algo pronto, por lo que me gustaría hacer lo mejor que pueda.🤝
En fin, esta semana empecé mi último año de bachillerato. Si alguno de ustedes también entró a la escuela, le mando toda la suerte del mundo y ¡Ánimo!, si se puedeeeee, VAMOOOOOOOO🤸🏽♀️💕💕💕
¡Muchas gracias por leer!💐💗
-Ashal/AhlexKane🍁
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