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𝟐𝟒. 𝐒𝐨𝐥𝐨 𝐭𝐮𝐲𝐨.

❝Los secretos que he guardado en mi corazón, son más difíciles de ocultar de lo que pensaba. Tal vez solo quiera ser tuyo. Quiero ser tuyo❞
I wanna be yours - Artic Monkey.
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+21

Me cuesta respirar, mis piernas tiemblan imposibilitando que siga más tiempo de pie, sostenerme de la pared ya no me está sirviendo si mis manos se resbalan cuando las quiero cambiar de sitio. Él se da cuenta de mi incomodidad. Me tiene acorralada entre sus brazos, su pene aún está enterrado en mi interior cuando me obliga a caminar hasta un pequeño escritorio cerca de la ventana.

Me susurra en un jadeo al oído que me sostenga de la madera mientras su mano derecha en mi vientre baja, su índice y medio rozan mi clítoris en una tortuosa caricia que me hace temblar. La izquierda rodea la parte trasera de mi cuello dando el primer embiste en esta nueva posición.

Cierro los ojos con fuerza, sus caderas chocan salvajes contra mi trasero dejándose escuchar, incluso, lo morboso de nuestras humedades. Gimo casi en un grito, su mano cubre mi boca acallando mis alaridos, gruñe y jadea sobre mi oído, sus dedos torturan mi clítoris, mis pechos rebotan dolorosamente, siento dolor y presión en mi vientre, estoy por venirme.

Araño la madera de la mesa, tiemblo, grito contra la palma de su mano tan pronto como el orgasmo me ataca tan de repente que no me siento parte de este mundo. Dejó caer la mitad de mi cuerpo, él sigue detrás arremetiendo contra mi sensible vagina, siento mis piernas temblorosas, mis muslos mojados, me duele respirar, sus dedos se entierran en la carne de mis caderas. Gruñe moviéndose descontroladamente buscando su propio éxtasis, la imagen que me regala cuando giro la cabeza a través de mi hombro es orgásmico.

Casi que puedo saborearlo con cada uno de sus tensos músculos, su piel brillando por la transpiración, su cabello húmedo cubriendo parte de sus ojos, su rostro desfigurado del placer. Sigue embistiendo cuando siento que voy a llegar otra vez. Sus movimientos se vuelven lentos y profundos como queriéndome partir en dos —que lo haga— un último gruñido en alto mencionando mi nombre y ambos nos venimos a la vez.

No sé cuánto tiempo pasa cuando siento su pecho apoyado en mi espalda. Estamos agitados de cansancio y placer. Aún se encuentra en mi interior cuando comienza a quitar el cabello que cubre mi rostro. Besa mi mejilla con dulzura y procede a quitar su hombría de mi interior logrando que sienta un poco de frío.

—¿Te encuentras bien?

Asiento, no puedo dejar de mirarle. Se aleja buscando algo mientras se quita el preservativo, sigo apoyada con medio cuerpo en el mueble por miedo a caer al suelo. Se acerca con una toalla mediana, comienza a limpiarme y sonrió por la ternura que me da verlo tan concentrado. Se siente como una caricia cuando mi sexo se encuentra sensible e hinchado.

—Ven.

Me ayuda a levantarme, rodeo sus hombros porque no quiero tener ni un poco de espacio, lo veo tragar saliva, mis senos tocan sus pectorales y eso hace que espíe por unos segundos, al parecer lo estoy tentando porque siento su miembro golpear muy sutilmente mi vientre. Sonrió mordiéndome el labio inferior rozando los suyos, rojos e hinchados.

—No me hagas esto.

—¿El qué?

—Tentarme.

—¿Con qué?

—Contigo, Ayla —suspira conteniéndose.

No quiero que lo haga, así que tomo una de sus manos que sostienen mi cintura y la dirijo hacia mi centro, ambos suspiramos ante el contacto. Quiero que vuelva hacerme suya, quiero hacerlo mío, quiero sentirlo y sentir que estoy con el hombre del cual me enamore por primera vez.

Su mano está tan quieta porque: o prefiere torturarme o sigue conteniéndose.

No le dejo opción cuando muevo mis caderas, gimo sobre sus labios, al siguiente lo tengo devorándome, su lengua y la mía en una sincronizada guerra por saber quién tiene el control. Camino hacia atrás hasta la cama desordenada, antes de siquiera poder advertirlo se separa de mi y  me voltea, caigo boca abajo sobre el colchón, su cuerpo sobre el mío, su boca besando mi cuello, sus manos tocando mis senos, metiéndose entre mis piernas, me acomoda a su antojo y sin preámbulos vuelve a enterrarse en mi.

Me desperezo sintiendo la comodidad del colchón debajo junto a la suavidad de las sábanas. Me siento agotada, hemos pasado gran parte de la noche desordenando la habitación. El lado derecho de la cama se encuentra vacía. Con ayuda de mis codos me incorporo, escucho su tranquila voz proviniendo de la sala.

Me levanto de la cama con algo de dificultad por sentir mis piernas un tanto entumecidas, me colocó un albornoz negro cubriendo mi desnudez, camino hasta la sala donde lo encuentro hablando por teléfono. No sé da cuenta de mi presencia aún, por lo que me quedo admirándole un poco más. Lleva pantalones holgados, pero nada más arriba que lo vista. Me muerdo el labio inferior por la maravillosa vista de los macizos músculos de su torso. Por recordar como mis manos y mis labios acariciaron cada centímetro de esa piel.

Voltea encontrando mi inspección en él, no hace más que guiñarme un ojo siguiendo la conversación con quién sea. Se acerca a pasos lentos, besa mis labios, gira regresando a la mesa del comedor pulcramente servida con el desayuno y es cuando veo unas imperceptibles marcas rosadas en su ancha espalda, finas y verticales causadas por mis uñas. Ni siquiera me di cuenta de eso, ni de qué momento lo hice, pero debió ser fuerte para que su piel se marcará de esa manera.

—Esta bien, estaré ahí por la mañana, cualquier inconveniente me avisa —voltea otra vez, nuestros ojos se encuentran, es una imagen sumamente sexy la de él hablando por teléfono, medio desnudo, concentrado con su ceño fruncido— bien, estaremos en contacto, muchas gracias por todo.

Corta dejando el teléfono sobre la mesa, sonríe acercándose. Es cuando me preguntó que hice en mi otra vida para merecer a este espécimen tan bellísimo de hombre.

—Lo siento. —murmuro. Debo verme como una idiota porque no puedo apartar mis ojos de su persona.

—¿Por qué?

—Tu espalda, está marcada.

Sonríe, no se inmuta por lo que le acabo de decir, sus manos se dirigen hacia mi cintura y se inclina para besar mis mejillas.

—Esta bien, nena, no es nada —acaricia mis brazos— lo mío si fue un poco más agresivo. 

—¿De qué hablas?

Levanta un poco la bata dejando expuesto mi muslo derecho, hay marcas muy claras de largos dedos alrededor de mi piel, e incluso hematomas que se van tornando violáceos. Más arriba, en mis caderas hay más. Retira el cabello que cubre mis hombros, remueve la tela hacia un costado dejándome ver los chupetones en aquella zona, alrededor de mis senos y me indica que tengo algunos en el cuello.

—Lo siento, por mi culpa deberás usar mucho maquillaje para cubrirlos.

Sonrió embelesada por su aparente preocupación que lo hace ver tierno y porque su índice rozando mi clavícula dónde hay una marca hace que se me erice la piel.

Niego restandole importancia, me abraza, le correspondo acariciando la piel de su espalda y besa mi cuello.

—Desayunemos, debemos volver a la vida falsa que tenemos. —entrelaza nuestros dedos y me lleva hasta la mesa donde nos sentamos— Hans te llevará a tu departamento cuando lo pidas.

Todo huele y se ve exquisito. Sirve café para ambos mientras yo me dedico a colocar queso y algo de mermelada de fresa sobre unas tostadas.

—¿Y tú?

—Debo ir al casino, Gustav quiere una reunión para saber cómo van las finanzas y para ponernos al día sobre un nuevo anuncio que va dar.

Aquello llama mi atención.

—¿Todo está bien?

—Si —bebe de su taza, se nota algo dubitativo— desde que se inició la investigación, hemos tenido pérdidas. Se supone que no sé nada del asunto porque Gustav y el abogado se están encargando de eso, supongo que nos comentará algo en la reunión.

—¿Franz no te dijo nada más?

—No, solo cabe esperar.

—Esta bien.

Me observa con atención, quiere decirme algo y no se atreve, me sonríe de lado cuando lo miro de vuelta.

—Aun podemos denunciar —entrelaza nuestros dedos— no debemos seguir fingiendo, detesto tener que esconderme…

Me levanto, tomándolo por sorpresa cuando me siento en su regazo. Mis manos juegan con la piel y cabellos de su nuca causando que cierre los ojos por la sensaciones placentera de mis caricias.

—Dijiste que sería por un tiempo —rozo nuestros labios sin tocarlos en realidad, un juego inocente que podría encenderlo todo— dijiste que la idea de vernos a escondidas te era excitante —traga y asiente— si te soy sincera, me gusta.

Sus manos se meten por debajo de la tela, el tacto cálido de sus manos sobre la piel de mis caderas hace que me estremezca, mis ojos se cierran por inercia cuando las yemas de sus dedos van subiendo en un roce tan tortuoso cómo lento que no puedo evitar suspirar. Mi abdomen se tensa. Había olvidado que si le doy rienda suelta se adueña del control de la situación a su antojo.

No me disgusta de hecho, solo que no sé cómo continuar. Además, he iniciado algo que no acabará con simpleza.

Renueve el cinturón, hace a un lado la tela para dejar a su entera vista mis desnudez. Debería atacarme la vergüenza, pero en vez de eso, estoy necesitada por su atención y su toque. Me besa, su mano derecha se sitúa en la parte trasera de mi cabeza de modo que no pueda alejarme de su impaciente boca, la izquierda aprieta mi espalda baja haciéndome sentir el bulto bajo sus pantalones.

—Se nos hará tarde. —gimoteo, niega enterrando sus largos dedos en mi cabello. No tengo escapatoria.

Se pone de pie conmigo, me veo forzada a rodearle la cintura con mis piernas para no caer, me sostiene sin problemas de los muslos, nos lleva en dirección al baño, es lo que puedo captar en medio del ansioso beso que nos damos, de las presurosas caricias, siento algo de frío y no sé en que momento quede completamente desnuda.

Entramos directamente a la zona de la ducha, la enciende y ambos nos empapamos causando nuestras risas. Es solo cuestión de minutos para que ambos estemos jadeando, besándonos como si eso dependiera nuestras vidas, gimoteando y disfrutando.

Peino mi cabello de modo que cubra parte de mi hombro y cuello. Aparte de maquillar los pequeños hematomas, me coloque una blusa sin mangas de cuello alto, hasta ahora me ha servido y nadie se dio cuenta de nada. Sin embargo, me siento algo perseguida, no sabría cómo explicar aquellas marcas si me lo preguntan. Se supone que no estoy con nadie.

La actividad en la boutique está quieto, no hay demasiada gente, por lo que me dedico a dibujar y adelantar algunos trabajos que tenía pendiente. La pantalla de mi celular brilla con algunos mensajes que no me molestó en ver, solo cuando comienza a sonar exponiendo el nombre de "Meyer Kathrin" es que atiendo.

—Kath, ¿está todo bien?

Si, muy bien, ¿tú?

—Bien, en el trabajo ahora.

—¿Haras algo  interesante está noche?

—No —pienso— no creo.

Bien, resérvate. Te invitaré a un evento en una discoteca muy exclusiva de la ciudad. La temática es ir de blanco.

—Suena interesante, ¿quiénes irán?

Ahm, algunos amigos cercanos, quédate tranquila, mi hermano no estará en la ciudad. Así que puedes venir sin problemas, ¿qué te parece?

—Claro, me vendría bien una excelente excusa para evitarlo.

Reímos. Formamos una extraña, pero bonita amistad.

Bien. No veo la hora de verte allá —se escucha entusiasmada.

—Nos vemos, Kath y gracias por la invitación.

JungKook.

Llegamos hace una hora y ya quiero largarme. Me siento cansado, tuve migraña todo el día y a pesar de que tome un analgésico para calmar, no resultó del todo. Así que tengo que lidiar, no solo con la molestia pulsando mis sienes, sino también tener que fingir mi amorosa relación con Kathrin ante nuestros “padres”. Agradezco que Klaus no esté en la ciudad.

Que él me haya relevado del martirio de tener que alejarme de la ciudad por unos días por cuestiones del casino y hotel. No quiero alejarme demasiado tiempo de Ayla.

—Sé que te incomoda mi cercanía, pero no es diferente a la que yo siento —sonrie fingidamente, susurrando en mi oído.

Kathrin, a pesar de estar de acuerdo en todo esto, se ha mostrado más lejana hacia mí. Hay algo que le está pasando y no me está contando, me preocupa un poco, pero a la vez me imagino que toda esta situación le debe de incomodar y no es para menos. Se supone que iba a casarse con Johan, de quién ha estado enamorada desde siempre.

—Lo siento —me remuevo en el sillón de cuero negro, bebo un sorbo del vaso de whisky que tengo mi mano— el ruido me está molestando un poco.

Gustav nos mira desde la lejanía, tiene una sonrisa alegre mientras habla con otro de los invitados célebres.

—¿Te duele la cabeza? —asiento— pronto nos iremos, lo prometo, necesito que soportes un rato más, por favor.

Está extraña, mira hacia la pista de baile con demasiada curiosidad desde hace rato, como si esperara a alguien en particular. Estoy por preguntarle cuando brinca en su asiento asustándome un poco. Me jala de la mano, la música fuerte me impide hablarle. Me obliga a dejar el vaso sobre la mesa redonda de vidrio que se encuentra enfrente nuestro.

Bajamos la escaleras con tranquilidad, nos metemos entre el tumulto de gente vestida de blanco bailando o bebiendo algún trago. Me arrastra hasta la otra punta de la discoteca, dónde queda la barra que sirve tragos. Veo un rostro masculino de perfil conocido, está recargado de su codo en la madera, le habla muy de cerca a una mujer que nos da la espalda.

Kathrin sonríe divertida por mi embobada expresión boquiabierto al darme cuenta que Ayla está aquí con Franz. Espero una explicación razonable, ellas se abrazan, se sonríen y hablan al oído. Saludo a Franz, este me sonríe elevando las cejas insinuando porque no puedo apartar la mirada de Ayla.

Lleva un vestido blanco entallado a su cuerpo, tacones altos que estilizan sus piernas, su cabello largo tiene ligeras onda,, va maquillada casi al natural, salvó por sus labios que van de un rojo pasión y mi mente se imagina besándolos, lamiéndolos y mordiéndolos.

Apenas nos saludamos con un beso en la mejilla, aprovecho de rodear su cintura con mi mano, la aprieto un poco sintiendo la piel desnuda de su espalda, huele delicioso, cómo a fresas. Soy yo quien se estremece con la única imagen en mente de enterrarme en su piel, pero debemos fingir que no tenemos relación alguna.

Kathrin rodea el brazo de Ayla, caminan delante nuestro mientras intento prestar atención a lo que Franz me dice. Mi interés se centra en una zona en particular del cuerpo de Ayla, no puedo evitarlo, ese vestido es bastante sugerente y me está volviendo loco.

Mi temple cambia cuando me doy cuenta que Gustav nos observa desde el balcón del vip en lo que nosotros subimos las escaleras. Procedo a mantener cierta distancia, él no conoce al nuevo invitado.

—Bienvenidos, me alegra verlos aquí.

—A ella ya la conoces —Ayla extiende su mano con una amable sonrisa y Gustav la toma besándole el dorso. No me gusta como la mira— él es su amigo, Müller Franz.

—Encantado.

Gustav no tiene idea que Franz es un agente de la policía. Tengo cierto temor a que comience averiguar sobre estas personas, es peligroso que sepa que estoy al tanto de todo y colaboro para que lo detengan por sus crímenes.

—Espero pasen una grata noche. Disfruten y gracias por venir.

Nos sentamos lo cuatro juntos, comienzan a llegar nuevos tragos, no puedo acercarme a Ayla cómo quisiera, así que converso con Franz de cualquier cosa que no sea la investigación porque podrían oírnos a pesar de la música alta.

Todo se mantiene tranquilo hasta que ellas se van, intento mantener la compostura, me acerco disimulada hasta el balcón donde tengo panorama completo de gran parte de la discoteca. Puedo verlas bailar, divertirse, Ayla sobresale de las demás, o puede que solo tenga ojos para ella y no pueda ver más allá.

Por eso no es nada extraño que tenga parte de la atención masculina sobre ella. Es hermosa, jodidamente sensual en ese vestido ceñido con espalda abierta y no dudo que los demás compartan mis oscuros pensamientos.

—Es muy bonita. —masculla Gustav colocándose a mi lado.

Sé a quien se refiere, en realidad.

—Kath, estuvo buscando el vestido perfecto durante una semana —sonrio sin apartar los ojos de ellas— terminará en el fondo de su closet.

Puedo sentir su mirada profunda en mí, sin embargo, no le voy a dar el gusto de nada. Seguiré fingiendo, negándolo todo mientras no lo vea tras las rejas.

—Debes tener cuidado —lo miró de reojo— no sabemos que clase de persona es esa chica.

—Sabes algo importante y no me lo quieres decir, papá —ironía. Sonríe de lado, remueve el líquido ambarino dentro de su vaso, yo bebo del mío a medio terminar volviendo a la pista, se ven felices— te repito que no hay nada entre ella y yo, en algún momento tuve la ilusión de algo fugaz, pero eso sería arruinar la unión con los Meyer y no quiero ver a Kathrin sufrir.

—Deseo que su matrimonio se consume con éxito, hijo. Que más quisiera un nieto o varios.

Se ríe, no obtendrá nada. Por lo menos no de mí.

—Te dejaste llevar por las palabras de Klaus.

—Él solo quiere tu bien.

También comienzo a dudar de que tan leal y honesto es mi supuesto mejor amigo.

Bebo el último trago, vuelvo al sillón donde Franz se ve aburrido, siseo de dolor por una punzada cruzando de mi cabeza hasta los ojos. Estoy considerando el soltar todo y llevarme a Ayla a Corea, no me importa más que volver con mi familia y recuperar la memoria. Por extraño que parezca, no recuerdo a Soah y Junho cómo mis padres, pero los extraño demasiado, hablar a través de llamadas no me es suficiente.

Kathrin llega riendo, estoy por preguntarle sobre Ayla, no me lo permite cuando nos obliga a Franz y a mí a levantarnos para arrastrarnos a la pista de baile. No tengo ganas de rodearme de tanta gente, solo quiero largarme y dormir, este dolor de cabeza me está matando.

—Puedes cambiar la cara. —me reprocha sosteniéndose de mis hombros.

—No.

Niega, sonríe.

—En el estacionamiento te están esperando —la miro sorprendido— apúrate antes que los demás se den cuenta.

—Si me voy qué harás tú, recuerda que vinimos juntos y Gustav sospechará si te ve a ti sola.

—Por mi no te preocupes, acabo de avisarle que nos iremos porque necesitamos privacidad —sus manos se aferran de mis antebrazos— además tengo una coartada —de reojo mira hacia un determinado lugar detrás de mí, a Franz.

—¿Qué… Meyer Kathrin.

Se ríe, vuelve la cabeza para ver hacia el vip en el piso superior, no hay nadie conocido mirando.

—Vete ella te está esperando.

Beso su frente y la abrazo agradeciéndole por esta locura.

+21

Camino con apuro, a lo lejos veo a Hans con la camioneta estacionada en un sector apartado. En una leve y rápida inclinación lo saludo, me abre la puerta de la parte trasera y entro. Ella se encuentra allí, me sonríe inocente, arrugando su nariz de una forma tan dulce que quiero comérmela.

—El blanco te queda muy bonito.

Dice, ágilmente sujeto su cintura atrayéndola a mi anatomía, reclamo su boca sin importarme que pueda arruinar su labial rojo, de inmediato nuestras respiraciones se alteran. Ayla se sube colocando sus piernas a cada lado de mis caderas. El calor de su cuerpo es elevado y no dudo que el mío está igual. Mis manos solo quieren sentir su cuerpo.

—Esto que estamos haciendo está mal.

—Te recuerdo que no tengo sexo hace dos años —mentira— las ganas se acumulan— creo que hemos descargado bastante, la noche anterior y está mañana son las pruebas— eres la única que puede ayudarme en estos momentos.

—No lo digo por eso —sonríe tímida, se muerde el labio inferior y susurra más bajito— nos pueden oír, nos pueden descubrir.

—Me importa mierda si lo hacen.

Mis manos aprietan sus caderas insinuándole el bulto que crece dentro de mis pantalones, muerdo su hombro captando pequeños brillitos en su piel que pueden ser a causa de alguna crema corporal o del perfume. Se muerde el labio otra vez ahogando un gemido, lo que no sabe es que voy a provocarla tanto porque necesito escucharla gemir.

Hans sabe que debe alejarse manteniendo la vigilancia.

—No siempre mantendremos está especie de aventura clandestina —murmuro cerca de su oído dejando húmedos besos sobre la piel de su cuello y mandíbula, subo la falda de su vestido dejando a la vista su diminuta ropa interior de encaje, está temblando— deberíamos aprovechar, callarte la boca y complacerme.

—Tú no me mandas.

Gimotea, mi nariz se mete entre medio de sus senos, suena adorable queriendo responderme con autoridad, lo que no sabe es que aquí el que manda y controla soy yo. Su mirada brilla obteniendo un atisbo de sumisión que me está provocando de la peor manera.

—Vas a querer no haber dicho eso.

Mi mano sube por su muslo, la otra sujeta su cabeza y nuestras bocas chocan en un beso sucio. Temblorosa desabotona mi camisa, desliza la tela por mis hombros, acaricia mis músculos rasguñando en el proceso. Ya no tengo las marcas en mi espalda, pero presiento que quedarán está noche.

Comienzo a sentir aquella tela de encaje más que molesta, me está estorbando demasiado. Me reprocha con un jadeante NO al percibir mi intención de romper su ropa interior. Tarde, lo rasgue de un solo tirón. Se queja, no sé si por lo anterior o porque baje parte de su escote para llevar uno de sus senos a mi boca mientras mis dedos en su intimidad sienten lo mojada que se encuentra.

—¿Te gusta? —apenas puede contestarme, extasiada por mis arrebatadas caricias— te quiero oír, necesito oírte, bebé —jadeo al sentir sus manos desesperadas jugando con mi cinturón— hazme saber cuánto te gusta.

Vuelvo a reclamar su boca, dejo que libere mi erección trayéndome un poco de alivio, completo será cuando la tenga moviéndose sobre mí. La acomodo levantando sus caderas, solo quiero un pequeño roce para torturarla, pero su centro está tan resbaladizo que entra un poco más logrando estremecerme. Queriéndolo todo, muevo mi cadera en un movimiento ascendente logrando introducirme de lleno.

Se mueve lento, conteniéndose un poco, termino de quitarle el vestido por encima de la cabeza, mi espalda se recarga del asiento admirando su completa desnudez. Ayla es delgada y curvilínea, tiene un culo de bonitas proporciones moviéndose, pechos medianos que me hipnotizan al ver cómo se mueven por su vaivén de adelante hacia atrás.

Me sostengo cómo puedo, con la mano abierta sobre su espalda me inclinó sobre sus pechos, beso con dulzura y lentitud sus duros pezones, escucho sus bajos gemidos porque el contacto hace que se excité cada vez más. Gime, sus paredes me aprietan, su rostro desfigurado del placer me encanta. Su piel tiene una ligera capa de sudor, sus labios rojos están intactos llamándome a saborearlos de vuelta.

No obstante, algo más llama mi atención. La manera en que me está montando, sin trabas e inhibiciones, está tomando el control de la situación y me gusta la forma en que se está satisfaciendo a ella misma. Cómo mi dura polla húmeda de sus fluidos entra y sale de su cálido y apretado coño. Ella también mira hacia esa dirección, sonrió divertido por ver sus ojos brillar, su boca se abre queriendo ahogar un claro gemido que de todas formas sale.

Una visión erótica y algo morbosa a decir verdad.

Comienzo a mover mis caderas, cómo dije, quiero escucharla gemir, verla deshecha entre mis brazos cuando tenga su orgasmo y me haga llegar, llenarla con mi esencia. Lo cual no me preocupa, nos hemos estado cuidando —salvo por está excepción—  Ayla se coloca una efectiva inyección anticonceptiva todos los meses lo que nos facilita sentirnos piel con piel.

La cabina se siente pesada, calurosa, repleto de suspiros y el ruido de nuestras caderas chocando. Me besa, muerde mis labios, gime en ellos, y comienza a dar pequeños saltitos que me hacen gemir a mí, se aleja sosteniéndose de mis hombros, sus senos rebotan en una imagen tan sugerente que me pone más duro, siento la presión en mi vientre provocándome tirar la cabeza hacia atrás cerrando fuerte mis párpados.

Mi nombre saliendo de sus labios mientras salta sobre mi polla es una inminente detonación para mi orgasmo. La beso con necesidad ardiendo por dentro, no quiero que se detenga, no quiero alejarme de ella. Me toma por sorpresa cuando se detiene hasta cero. Nuestras respiraciones son un desastre, la imagen tan alborotada de su rostro sonrojado es un arte que me enamora.

—¿Qué haces?

Y molesta de sobremanera dejándome a la mitad, así que estoy por arremeter con todo cuando me persuade con castos besos en el rostro y dulces caricias a mi cuello y pecho. La sensación de mi pene llenándola se siente estimulante, cálido por sentirla abrigarme. Solo que no puedo concentrarme cuando me susurra a duras penas en una suplica que sale una voz melosa.

—Quiero ir lento, por favor.

Trago con dificultad, sintiendo la vibración colmada de excitación recorrerme entero, asiento hipnotizado por toda ella.

Se vuelve acomodar levantando un poco sus caderas, lentamente baja hasta la base causando que ambos gimoteemos, comienza a friccionarse de adelante hacia atrás, lento, tortuoso, nuestros labios se rozan, lo hace más profundo, su cuerpo se tensa acorralada por el placer, su rostro es una obra de arte cuando mis pulgares comienzan a estimular sus pezones, está a punto, así que la ayudo susurrándole lo mucho que quiero sentirla correrse sobre mi gran polla.

Acelera el ritmo, gime agudo sin inhibirse, sus uñas se entierran en la piel de mi hombro, arquea su espalda equilibrándose de mi muslo mientras la embisto desde abajo, las paredes de su vagina se aprietan a mi alrededor corriéndose de una forma que me provoca moverme más rápido.

Soy yo quien intenta llegar con movimientos bruscos y descontrolados, a pesar de que ella terminó sigue moviendo sus caderas, besando mi mandíbula y gimiendo en mi oído. Siento mi cuerpo incinerarse aún moviéndome en su interior, estoy demasiado ido mientras la lleno con mi esencia y mis caderas van cesando de a poco.

Ambos nos encontramos abrazados y exhaustos. Se ve demasiado hermosa con sus mejillas sonrojadas, despejó sus hombros y senos de su cabello, beso su piel, acunó sus mejillas picoteando sus labios. Cae rendida, casi que dormitando.

—Bebé, espera a que lleguemos a la habitación, debes vestirte ahora.

—No puedo. —exhala, aún intenta respirar normalmente— tendrás que llevarme desnuda, no voy a permitir que Hans se suba a este vehículo luego de lo que hicimos.

Es tan linda cuando se pone en pose tímida, cuando hace minutos atrás, era una perfecta posesa moviéndose sobre mi. Se cubre el rostro con ambas manos, lloriquea avergonzada haciéndome reír.

—Que más me encantaría tenerte así, pero no voy a permitir que nadie vea a mi novia desnuda.

—Vísteme entonces, pero desde ya te digo que Hans no sube.

Beso su cuello, acaricio su cintura y espalda, su piel está fría. Se aleja para que pueda buscar su vestido en el piso, lo hago con lentitud porque quiero disfrutar la doble vista. Su cuerpo aún desnudo sobre mí estando en su interior. Levanta sus brazos cuando se lo ordeno, aprovecho de besar uno de sus senos causando su risa por las cosquillas.

Nos alejamos, el asiento de cuero es un húmedo desastre de fluidos. Ayla tiene razón, Hans no puede subir y ver esto. Termino de vestirme, paso al asiento del copiloto, ella lo hace segundos después vestida y mejor arreglada. Recuerdo que rompí sus bragas y me siento un tanto culpable, no tanto al saber que debajo de ese vestido no lleva nada.

Rápidamente busco mi celular para distraer a mi mente de mis pensamientos fuera de lugar.

—Hans, lo siento, pero tendrás que irte en un taxi —Ayla vuelve a cubrirse el rostro llena de vergüenza— iré al hotel a descansar… Si, no te preocupes… Bien… Ah, una última cosa, mañana debes enviar a limpiar a fondo el interior de la camioneta.

No puedo evitar reírme viendo a mi novia encogerse en el asiento de cuero. Corto luego de algunas indicaciones más, prendo al motor llevándonos a nuestra habitación.

Ehm, bueno, 😐 doble smut porque se me canto. 😅

Disfruten. *Se desaparece otra semana*

No mentira, pero si quieren no es mentira.

Se les quiere.

💜💜💜

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