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𝟐𝟑. 𝐈𝐧𝐯𝐢𝐭𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐢𝐧𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐝𝐚.

Acabo de tomar un baño tibio que ayudo a relajarme bastante. Fue un día un tanto agotador en el trabajo, hay épocas del año en que las clientas se ponen de acuerdo para casarse en fechas cercanas, por lo tanto, hay muchas ventas, pedidos y desesperadas novias por obtener el vestido de sus sueños. Comienzo a cansarme un poco y creer cada vez menos en la magia del matrimonio.

Reviso mi celular sobre la mesada de mármol. JungKook me envía mensajes de incógnito desde otro número al cual tuve que agendar como Jeong, aunque lo haya hecho en Hangul, es la única manera en que podemos comunicarnos abiertamente.

Ya que mantener la distancia sería lo mejor. Lo extraño, hace días no lo veo. Esto de tener que fingir me está costando un poco. La ansiedad me ataca causando que no pueda conciliar el sueño por las noches y en el día me encuentre sin energías.

Exhalo, pensando en que cenaré mientras me muevo por la cocina, el timbre suena. Se me hace raro ya que no tenía pensado recibir visitas por hoy. Observó la pantalla del intercomunicador sobre la entrada, pero no hay nadie abajo. Vuelve a sonar a los segundos y deduzco que están esperando en la puerta.

¿Acaso JungKook se atrevió a venir?

Ojeo mi aspecto de ropa cómoda para dormir antes de abrir la puerta, pero no es quien creo cuando lo hago  Ya no debería sorprenderme sus visitas.

—¿Klaus, qué haces aquí?

Su sonrisa se borra con algo que se asemeja a la desilusión.

—Ayer hablamos por la tarde, te invite a cenar y aceptaste mi invitación.

Me barre de arriba abajo con una mirada curiosa, lleva un ramo pequeño de flores en una de sus manos, va bien vestido, su cabello que suele ser largo está atado en un perfecto moño bajo —me recuerda un poco al JungKook de hace dos años.

Había olvidado por completo la dichosa invitación, en realidad, cuando le contesté con ese SI, lo hice pensando en que no tendríamos una fecha acordada, sino que la iría posponiendo hasta no obtener excusas.

—¿Cómo fue que pasaste?

—Ah, el encargado —asiento, sonríe y me extiende las flores con entusiasmo— son para ti.

—Gracias.

Las recibo con amabilidad, son tulipanes de varios colores. Se ven frescos y vibrantes. Es un bonito detalle a decir verdad.

—Bueno, ve a cambiarte, te esperaré.

Hace el intento de ingresar al interior de mi departamento, me hago la despistada entrecerrando la puerta teniendo mi atención en la flores. Acción que claramente no le gustó.

—Espérame en el auto, necesito tiempo.

No espero a una respuesta, solo cierro y me adentro a la cocina para colocar las flores en agua y enviar un mensaje. No obtengo respuesta, así que respiro pensando en que me pondré para esa cena.

Estamos llegando a una zona residencial bastante conocida para mí. No quiero creer que Klaus me está llevando a su propia casa, o en el peor de los casos a la residencia de los Landrut. Apenas son unos minutos más de silencioso y tranquilo recorrido cuando mis sospechas se hacen ciertas.

Aparca el auto en la entrada principal, junto a otros vehículos de alta gama. Me giro sobre el asiento de brazos cruzados mirándole cuando apaga el motor.

—Pensé que me llevarías a cenar.

—Eso hago —sonríe, haciéndose el desentendido.

—¿Qué hacemos en la casa de los Landrut?

Suspira, chequeando a su alrededor.

—Hay una cena especial está noche, se supone que habría varios invitados amigos de las familias y como quedamos en salir —se encoge de hombros— pensé en matar dos pájaros de un tiro.

No sé que pretende, pero dudo que lo haya hecho sin algún tipo de intención.

—Vámonos a otro lado —frunce el entrecejo incrédulo— sino me iré a casa sola.

Me detiene cuando ve que estoy a punto de realizar lo que le dije.

—¡Espera!, Quería que me acompañaras —murmura cabizbajo— pensé que sería una buena idea, voy a estar solo ahí dentro cuando todos tienen a su pareja. Sé la mía está noche, ¿si? Luego si quieres puedes ignorarme y te dejare en paz.

Dile que no.

Me voy a odiar por esto. Y quién creo que está ahí dentro fingiendo ser quien no es, no estará nada contento cuando me vea.

Dile que no.

—Esta bien.

—Eres la mejor.

Desciende, respiro hondamente viéndole rodear el auto. Me abre la puerta y bajo tomándome mi tiempo. La noche está fresca, escogí un vestido que me llega hasta por debajo de las rodillas, es algo acampanado en la falda y en la cintura es ceñido. Tiene un escote no tan sugerente que deja mis hombros expuestos.

Alguien del servicio nos abre la enorme puerta. Saludamos a esta pasando al interior, se escuchan voces no tan lejos de donde estamos. Klaus apoya su mano en mi espalda baja conduciéndonos hasta la sala donde se encuentran los invitados.

—¡Buenas noches!

Todos voltean a vernos. Sonríen amables, sorprendidos por la nueva presencia que soy yo. A excepción de tres rostros que se quedan perplejos. El señor Gustav Landrut intercala una seria mirada de mí hacia mi acompañante a mi lado. Kathrin boquiabierta nos mira desconcertada y JungKook. Si las miradas matarán, tanto Klaus como yo estaríamos enterrados tres metros bajo tierra.

Me presenta ante todos los invitados, incluso están sus padres, los señores Meyer. Me reciben amables. Kathrin en minutos viene a mi rescate queriendo alejarme de las garras de su hermano, así que comienza a trasladarme dónde las mujeres están reunidas. Todas interesadas al saber que soy la diseñadora de su vestido de novia.

Al cabo de unos minutos, nos acomodamos en la larga mesa donde la vajilla de delicada porcelana están bien acomodados con todo lo demás. Hay un puesto de sobra al lado de Klaus, el mío, supongo. Lo cual me comprueba que lo tenía pensado y que avisó con antelación que vendría acompañado. O tal vez si me negaba un poco más buscaría en otra parte.

La cena es servida, todos conversan animadamente de distintos temas. Mi suerte es que me encuentro frente a Kathrin, por lo tanto podemos hablar de cosas banales que nos interesan. Siento la penetrante mirada disimulada de JungKook sobre mí, Kath gira su rostro de vez en cuando para sonreírle, tal vez para esconder el hecho de que está siendo muy obvio.

—Me alegra mucho que hayan asistido a está cena para festejar el amor de estos dos jovencitos.

Así que cena de celebración. Que oportuno resultó, ¿no, Klaus?

Gustav levanta su copa incitando a qué lo hagamos todos. Está demasiado orgulloso, se nota en las palabras que expresa. En cómo contempla a JungKook, con dicha y cariño. Comienzo a pensar, a indagar si este hombre realmente está metido en esto de intercambiar a su hijo por alguien parecido o solo representa muy bien su papel de padre abnegado.

—Estamos contentos de que mi hermanita y mi mejor amigo estén a punto de unir sus vidas.

Todos asienten, admirándolos. Colocándoles, a ambos, nerviosos a mi parecer, aunque lo hacen ver normal ante los demás. Como si tantos halagos los pusieran cohibidos.

—Dejen de ser tan tímidos, estamos en familia.

Ambos me miran de reojo.

—A menos que sigan peleados. —acota Klaus bebiendo de su copa de vino.

—¿Han discutido? —inquiere la madre de este, causando que todos cuchicheen y miren a la parejita esperando una respuesta.

Comparto una mirada cómplice con JungKook, me estoy poniendo nerviosa cuando desvío mis ojos y encuentro que Gustav me mira fijamente. No sé si los demás no se dan cuenta, pero hay una tensión muy fuerte, es palpable y podría ser letal si esto no se detiene.

—No, no es así —suspira JungKook. sujeta la mano de Kathrin sobre la mesa, sonríe y la obliga a que lo mire— nosotros estamos mejor que nunca, ¿verdad?

Kathrin le sonríe, vacila antes de contestar.

—S-si, estamos muy bien.

—Muy felices con el matrimonio.

Convencieron a los invitados. Salvó porque uno de ellos dice con emoción.

—Un beso no estaría mal.

No quiero verlo, así que finjo beber de mi copa de agua, sin embargo, parte del masoquismo que me caracteriza me obliga a observarles de reojo. JungKook, mejor dicho, Johan suspira profundo, se inclina hacia Kathrin y le besa la mejilla muy cerca de la comisura de los labios. Todos exclaman felices ante tal escena romántica, conmovidos.

—Eso no es un beso de verdad.

—¡Klaus! —Kathrin reprocha a su hermano en voz alta. Se miran ambos retándose— no me gusta tantas demostraciones en público. Deja de molestar, por favor.

—Me parece correcto —secunda el señor Landrut— no es necesario tantas demostraciones cuando sabemos que estos dos jovencitos se aman en verdad, espero que pronto nos traigan la gran noticia de un nuevo integrante a la familia.

—Sería algo tan lindo.

Mi corazón late con fuerza, casi llegando a una arritmia. Se supone que todo es fingido, pero este insulso escenario de muestras cariñosas es más fuerte que yo. No puedo tolerarlo, sino salgo de aquí me dará un ataque de pánico frente a estos desconocidos. Así que solo me dedico a comer, o intentar pasar la comida porque el nudo en la garganta no me lo permite.

Intento seguir el hilo de una conversación que no tengo idea el tema y menos me importa. Evito levantar demasiado la cabeza, Klaus a mi lado quiere sacarme conversación, pero simplemente le ignoro. Lo estoy odiando en estos momentos y me voy a vengar m. Si quiere provocarme, también puedo hacerlo yo.

Hemos pasado al momento del postre y el café, el ambiente es un poco más sereno y cómodo. Distendido en cuanto a las conversaciones que se van llevando a cabo.

—Ayla, me acompañarías un momento por favor. Quiero hablarte relacionado a unos diseños que quiero.

—C-claro.

Me levanto, excusándome con los demás. Bajo la atenta mirada de tres personas masculinas en particular. Kathrin enreda su brazo con el mío y nos aleja de todo el tumulto, llegamos hasta la puerta corrediza que da al enorme jardín con piscina y me abraza. Es cuando me doy cuenta que estaba temblando, conteniendo el aire dentro de mis pulmones y las lágrimas que amenazan con salir. Le correspondo porque ella también se siente tensa.

—Lo siento, en serio lo siento mucho, realmente Klaus no debió hacer eso.

—Tranquila. Solo quiere molestar. —palmeo suavemente su espalda. Se separa, mirándome a los ojos.

—¿Crees qué sabe algo? Me preocupa un poco que te haya traído.

A mí también me preocupa un poco, no creo que lo haga porque si. Hay algo detrás.

—No sé, solo quiere molestar, tal vez.

Suspira, sonríe mirando hacia el camino de dónde vinimos. Acaricia mis brazos en una acción reconfortante.

—Necesito ir al tocador, ¿dónde queda?

Me señala con la cabeza una puerta al final del pasillo.

—Quédate ahí, ya vuelvo en un momento.

Se aleja, yo voy directo hacia mi objetivo. Ingreso entrecerrando la puerta, tomo varias respiraciones intentando calmar mi agitado corazón. Abro el grifo de agua fría humedeciendo mi manos para luego pasar detrás de mi cuello y pecho. Toda esta situación me causa cierta incomodidad que altera mi estabilidad mental.

Escucho la puerta abrirse.

—Kath, estoy bien.

Me interrumpo a mi misma cuando, a través, del espejo veo a JungKook entrar, cierra con seguro y se apoya contra la madera sin apartar sus ojos de mí. Trago saliva, desviando la mirada hacia otro lado.

—¿Ayla?

—Estoy bien, solo fue un mareo tonto.

—No fue eso —sujeta mi brazo, girándome, su derecha acaricia mi mejilla y la izquierda se mantiene en mi cintura— te amo, Ayla, realmente lo hago —su nuez de Adán se mueve al tragar saliva, mira mis labios con interés— aún podemos denunciar…

Lo atraigo hacia mi boca, me corresponde el beso rápidamente abrazando mi cintura. No tenía idea de lo mucho que extrañaba este tipo de contacto. Sin embargo, cómo últimamente lo hace, toma el control. Jadeo al sentir su lengua explorando dentro de mi boca.

Sus manos desesperadas suben por mis caderas subiendo la falda del vestido, siguen por mi cintura, aprieta mis pechos causándome un poco de dolor, uno que a decir verdad me gusta y excita. Su cuerpo se estampa contra el mío frotándose, e inconscientemente mis manos van hacia la hebilla de su cinturón. Él comenzó algo que debe terminar.

En medio de mi euforia, caigo en cuenta que estoy en un sitio ajeno debiendo fingir algo que no soy con alguien con quién no debería estar teniendo este tipo de acercamientos.

—No deberías estar besando a la diseñadora del vestido de tu prometida cuando le juraste amor eterno delante de su familia.

—Deberían darme un Oscar por actuar tan bien.

—Actúas mal.

Su sonrisa se va borrando de a poco, coloca ambas manos a mis costados sobre la mesada de mármol sin despegarse ni un centímetro de mi anatomía.

—Voy a matar a Klaus por traerte.

—¿Crees que sospeche algo? Kathrin piensa igual.

—No, no creo, solo quiere contrariarme porque le exigí que no se meta contigo.

—Debemos salir, si nos ven juntos nos descubrirán.

Además, no voy a contenerme si sigo teniéndolo tan cerca.

—Espera. —vuelve acorralarme, sus ojos viajan por todo mi rostro, luego hace un recorrido rápido de todo mi cuerpo— te tengo una propuesta, la habitación 901 sigue disponible —me sorprende en demasía— será nuestro lugar de encuentro.

—No seré tu amante.

—No lo eres, por si se te olvidó estoy fingiendo mantener una relación con una mujer y además, Kathrin esta de nuestro lado, cuidando mi espalda en estos momentos.

—¿No te da miedo? —mis manos se apoyan inconscientes sobre su cuello— Klaus sabe de ese lugar.

—Sabe que suelo usar esa habitación para cuestiones del hotel, no sospechara porque Hans te llevará y traerá, jamás te verán en recepción y dispondremos de horarios para vernos.

—Podríamos vernos en mi casa.

—No, no es seguro. —cambia el peso de su cuerpo de una pierna a otra inclinándose todavía mas— además, piensa que esto de vernos a escondidas puede ser algo excitante, ¿no crees?

¿Dónde quedó mi Gukki-yah gruñón?

—Esta bien.

Me mira de una manera que me doblega, recae sobre mis labios cuando me los muerdo. Suspiro débilmente cerrando los ojos cuando sus manos, a través del vestido, aprietan mi trasero atrayéndome hacia su entrepierna. Su boca deja besos húmedos en la piel de mi cuello, escucho sus suspiros, sus labios bajan por mi hombro, muerde la piel de la zona si causarme dolor, su nariz roza entre medio de mi senos cuando los besa y los levanta con sus manos.

—Por favor, basta.

Soné más como un gemido desesperante a un ruego por clemencia. Se ríe cuando se endereza, le divierte verme desarmada, sus manos apoyadas con firmeza sobre mi cintura hace que arda.

—Hans te llevará a mi está noche.

Picotea mis labios, se observa al espejo arreglando su aspecto muy poco desalineado por lo anterior y se va como si nada, dejándome ida y con las ganas.

Luego que obligue a Klaus a qué me llevará a casa y rechace de manera muy amigable su invitación a beber algo en algún bar de Berlín. Envié un mensaje a JungKook. A los diez minutos, Hans me estaba esperando para llevarme al hotel Kurhaus. Solo que, en este caso, no es el mismo al que fui la primera vez. Sino que es otro de la misma cadena de hoteles un poco más alejado.

Hacemos lo mismo que la vez pasada, el hombre se detiene en el estacionamiento subterráneo, me ayuda a bajar y me entrega una tarjeta magnética, la habitación es la misma que me dijo, la 901. Me acompaña hasta el ascensor y marca el piso 7, de la misma manera que esa vez, me siento nerviosa, pero esto es diferente.

Porque tengo una ligera sospecha de lo que va ocurrir ahí dentro. Mi estómago se retuerce y la adrenalina en mi torrente sanguíneo corre a una rápida velocidad logrando que mi ansiedad contenida me haga mover los pies sobre el piso, que mis nervios aumenten haciéndome sentir sofocada entre estás paredes metálicas. La ropa me ahoga y lo único que quiero es que toda esta presión se detenga.

Cuando abro la puerta, las luces están encendidas, hay música a un volumen bajo. La chimenea está encendida manteniendo el ambiente templado, huele a su perfume, dulce y amaderado. Mi corazón late mientras me adentro al interior, estoy descalza, juego con los dedos de mis manos nerviosa cuando no lo veo por la sala.

Sin embargo, al minuto, sale de lo que supongo es la habitación, peina su cabello hacia atrás con su mano mientras la otra se mantiene dentro del bolsillo de su pantalón de vestir. Desde que lo vi en la cena, no había podido disfrutar la vista.

Esta vestido de negro —nada inusual— lo que me llama la atención es que no tiene puesto el chaleco, por lo tanto lleva una camiseta ceñida a su bien formado torso. Dejando sus fornidos brazos expuestos, el derecho con aquellos llamativos tatuajes que me tientan preguntar cómo y cuando se los hizo. Todo él es una especie de excelsa representación masculina destilando sensualidad por cada poro de su nivea piel. Una figura imposible de no querer admirar.

Lo que no contrasta con su aniñada expresión cuando se me acerca a pasos agigantados y me mira sonriente, lusionado, casi como un niño en un parque de diversiones. Una admirable dualidad que te hace derretir pasando del encanto adorable a una ardiente pasión. Jeon JungKook era eso y más.

—Hola —deja un casto beso en mis labios abrazando mi cintura.

—Hola —respondo con la poca serenidad que me queda, hipnotizada por la mirada dulce de sus ojos negros, por sus labios finos que se muerde mientras sonríe.

La distancia se acorta, de a poco nuestros labios se rozan uniendo nuestras calmadas respiraciones a un beso lento y dulce. Mis manos surcan los músculos de sus brazos, suben, se quedan en sus hombros percibiendo su calor y terminan con mis brazos rodeando su cuello, juego entre mis dedos con los cabellos de su nuca, el beso se intensifica, pero sigue siendo dulce.

Dejo que retroceda conmigo, que me lleve a dónde quiera porque está noche y todas las siguientes seré solo suya. La habitación nos recibe con la poca iluminación ingresando de la sala. El beso paso a ser más necesitado, sus manos vagan en caricias urgidas por mi espalda, cintura y cuello. Las mías comienzan a remover la camiseta  de su cuerpo quitándole por encima de la cabeza hasta dejarla caer en el suelo.

Las yemas de mis dedos se deleitan con la piel suave de su abdomen, van subiendo de sus costillas a sus pectorales, puedo sentirlo estremecerse cuando rozo sus tetillas, sigo sintiendo sus clavículas, sus hombros subiendo y bajando por la agitada respiración entre medio del beso apasionado. Desciendo por su espalda rasguñando levemente su piel suave, hasta que me encuentro de nuevo con la hebilla de su cinturón.

Se deja hacer, así como él besa mi cuello, deslizando por mis brazos los breteles del vestido, sus manos arrastran la tela hasta mi cintura dejándome en brasier. Sus labios que se tornaron calientes bajan por mis clavículas dejando un recorrido húmedo de besos, sujeta y amasa mis senos, besa cada uno hasta que se separa apenas para mirarme.

Sus ojos entrecerrados irradian una ferviente emoción que debo compartir. A pesar de la escasa luz podemos saber lo que el otro quiere, lo que necesitamos. Besa mis mejillas, mi frente, termina de deslizar el vestido de mis caderas hasta que caen por mis piernas, quedó en ropa interior, me empuja suavemente hacia atrás, mi espalda cayendo sobre el colchón, sus labios sobre los míos y su cuerpo parcialmente sobre mí.

Se mete entre medio de mis piernas, masajea mis muslos y se permite acariciarme con apremio. Mis manos se meten dentro de su pantalón, una se toma el atrevimiento de frotarle el bulto palpitante por sobre la tela de sus boxer, la otra se sostiene de su cintura baja clavando mis uñas en su piel.

Ambos necesitamos aire, pero tampoco queremos finalizar el beso. Estamos demasiado extasiados en el momento que no tenemos en cuenta la realidad. No nos importa, nos queremos sentir, queremos desaparecer el uno en el otro. Volver a ser solamente Ayla y JungKook. Así que me dejó hacer, mis ojos se encuentran fijos en los suyos cuando se entierra en mí, y enseguida todo nervio o mal sentimiento desaparece. 

Me sentí inspirada aaaahhhh...

Creo que no falta mucho para el final. La cual ya está en borradores al igual que el Epílogo. 🤭

Se viene musho amors del caliente 🥵🔥💦🔞
y el dramas queen ese que 😭😤 😱😡😎

En otros temas:

Debo de ser buena y no sentir envidia por las que asistieron/asistirán al concierto del ñinguis,🤦🏻‍♀️ pero no puedo evitarlo 🙄 Dios tiene a sus favoritos 😑

Se les quiere mucho. Cuidense. Feliz sábado y espero disfruten el capítulo. 💋

💜💜💜

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