𝟏𝟔. 𝐄𝐧 𝐜𝐚𝐬𝐚.
Reviso por última vez que no se me olvide nada, los nervios me tienen con un horrible dolor de estómago mientras me dirijo hacia el aeropuerto, mi padre se ofreció a llevarme, no está muy seguro de todo lo que quiero hacer, solo se mantiene tranquilo porque mis hermanos han hablado con él. En Corea nos están esperando, suena emocionante volver a reencontrarme con la familia, pero no dejo de pensar lo duro y extraño que será para Johan, él no los recuerda, esto no será nada fácil, paciencia es lo único que debemos tener por ahora.
Tuvimos un par de inconvenientes para organizar el día definitivo del viaje. Él no me ha contado mucho, solo que había conversado con Kathrin, lo que desencadenó una llamada a la boutique donde me avisaron que debían almacenar el vestido —que ya estaba terminado— porque la boda se retrasaría por tiempo indefinido. No voy a mentir, en el fondo sentí alivio, pero tampoco voy a negar que me sentí un tanto culpable por estar en medio de esta decisión.
Recuerda que tú te ibas a casar y se metieron en el medio. Tú ibas a ser su esposa.
—¿Te sientes bien?
—Si.
—Te ves muy pálida.
Estoy muy nerviosa, tengo nauseas, siento que estoy huyendo como si fuera una delincuente. No tengo del todo claro que hizo Johan para que esté viaje se hiciera normal ante su familia, supongo que fue aquello de un viaje de trabajo cómo me dijo, diría. No quiero presionarlo, pero siento algo de curiosidad.
Llegando, mi padre me ayuda a bajar la valija mediana que tengo, me abraza pidiéndome que me cuidara y que lo mantuviera al tanto. Nos iremos por una semana. Está bastante reacio a dejarme ir, pero entiende que todo esto es necesario si queremos aclarar toda esta confusa situación. Incluso, Johan se ha involucrado en la investigación que hay sobre las casinos y hoteles de su supuesto padre, todo de incógnito.
Hago el check-in dejando la valija. Johan me espera en la sala vip, está aprovechando sus privilegios, tal vez en algún punto eso sea bueno. En la puerta correspondiente presento mi pasaje y pasaporte. La mujer me permite el paso junto a una sonrisa amable, busco con la mirada donde se encuentra él, hay muy poca gente en esta sala de espera, se ve bastante cómoda con aquellos sofás individuales.
Lo veo de lejos, está de espaldas a mí, admirando por el ventanal la enorme pista de aviación. Gira sobre sus pies percibiendo mi presencia, sonríe ladinamente cuando nuestros ojos conectan y las ganas de correr hacia sus brazos me invaden, estoy temblando a punto de llorar tomando en cuenta que volveremos a casa y si él en realidad es JungKook no sé que haré. He sufrido demasiado sin él y tenerlo otra vez hace que todo en mí se reinicie.
Se acerca, me quita el bolso de mano dejándolo en el suelo de alfombra gris. Apenas observa mi rostro seca con sus pulgares lágrimas que no sabía que cayeron por mis mejillas, besa mi frente y me abraza, me contiene entre sus fuertes brazos y todo a nuestro alrededor se detiene. Quiero quedarme por siempre así, con él dándome su calor, su aroma invadiendo cada uno de mis sentidos, pudiendo escuchar sus latidos y los míos. Quiero jamás devolverlo.
—¿Te sientes bien? —susurra, su voz suena sanadora en estos momentos. Asiento, acaricia mis brazos aliviando el frío de mi cuerpo.
Me ayuda a sentarme y me extiende un vaso con agua que bebo hasta el final. Aún sigo llorando, mis ojos no se despegan de su varonil y atractivo rostro.
—Tienes que ser JungKook, tienes que ser él porque sino todo esto será en vano —me mira, preocupado y con alguna emoción que no se descifrar, sollozo— porque significará que estoy destrozando a una familia como destrozaron a la mía.
Agradezco que no haya mucha gente alrededor que nos pueda escuchar, me estoy rompiendo de a poco, de nuevo. No dice nada, me atrae a su cuerpo y me abraza reconfortándome otra vez, sé que tal vez le estoy poniendo exceciva presión a su propio caos mental, que tal vez no sea de ayuda o soporte. Pero mi intuición me dice que es él, hay demasiadas similitudes que me lo confirman, no siendo la única que lo piensa.
La cabeza me estalla cuando subimos al avión, mis nervios se alojan en la boca del estómago como una presión que se va acumulando con el pasar del tiempo. Ni siquiera el hecho de estar en la comodidad de primera clase hace que el malestar se disipe tan siquiera un poco. Serán más de doce horas de vuelo con una escala de por medio que hacen peor mi ansiedad.
Johan se encuentra medianamente tranquilo, pendiente de cualquier evento que me pueda pasarme y puede parecer una ironía, pero la forma en que lo hace me recuerda a JungKook. Una vez más logra acercarse a la teoría que todos esperamos. Solo quiero llegar a casa, dormir un par de horas y viajar a Busan para llevarlo con sus padres.
—Ayla, me preocupas, estás muy pálida.
—Estoy bien. —finjo una sonrisa que él no cree.
No estoy bien, apenas han pasado ocho horas del vuelo y estoy más tiempo metida en el baño devolviendo lo poco que queda en mi estómago que sentada en aquel asiento con todas las comodidades.
—¿Necesitan algo? El médico de la tripulación puede prestarle servicio a su esposa.
—No, gracias, solo son los nervios del vuelo.
Una de las azafatas ha estado vigilando mi estado enfermo proveyéndome agua o algún alimento liviano como dulces por si se trata de la presión.
—Disculpe que me entrometa, pero si ella está embarazada no es recomendable viajar un recorrido tan largo.
—No es un embarazo, mi esposa presenta estrés por regresar a casa, han sido meses largos y duros para nosotros fuera —la chica un tanto renuente asiente.
—Bien, cualquier cosa no duden en avisarme.
La mujer se retira, sostengo mi estómago sentada sobre la tapa del excusado y comienzo a reír bajito, lo veo fruncir el entrecejo ante mi repentino comportamiento. Se acerca hasta el lavabo y moja una toalla pequeña con abundante agua para luego escurrir lo sobrante, se vuelve hacia mí, con la tela húmeda limpia mi rostro y cuello. Debo levantar la cabeza para mirarle. Es como una representación majestuosa que resplandece. Así como la primera vez que conocí a Johan.
La poca luz de aquel tocador irradia su silueta de una forma tan angelical que me siento demasiado protegida, su tacto tan delicado, su presencia, me estremece. Mis lágrimas haciendo presencia de nuevo logrando un suspiro de frustración de su parte, pasa su pulgar por mi mejilla derecha, la toalla por mi cuello, se inclina besando mi frente y rozando mis labios.
La necesidad de tenerlo más cerca me invade y acortó la distancia besándole, un simple roce que él corresponde al sujetar mi cabeza. Une nuestras frentes cuando nos separamos, mis manos se sostienen de su espalda. Sonrió mordiendo mi labio inferior al recordar un pequeño detalle.
—¿Esposa?
Su brazo rodea mi espalda, su mano libre peina parte de mi cabello hacia atrás dejando mis hombros expuestos.
—Se supone que lo serías, ¿no? Eras mi prometida, tan lejos de serlo no estás.
Sonreímos ambos por sus palabras, me siento demasiado cansada, sus caricias a mi rostro solo hacen que me relaje. Salimos hacia nuestros asientos de la mano, todo está en completo silencio, apenas hay luces alumbrando, los pocos pasajeros están durmiendo siendo nosotros dos los despiertos, estoy acomodando mi puesto cuando él sujeta mi muñeca, mira hacia todos lados en busca de ojos escrutadores.
Jala de mi extremidad hacia en su dirección, se acomoda a lo largo del asiento y hace que me recueste a su lado, nos cubre a ambos con la manta que dispone la aerolínea y me aferra a su cuerpo. Escondo mi rostro en la curvatura de su cuello olfateando su perfume suave y costoso. Reparte lentas caricias a mi cabello, en mi espalda y cintura, deja pequeños besos sobre mi frente o mejilla. La mejor medicina es su cariño y por más extraño que fuere, la ansiedad junto con el horrible malestar están cesando.
Logré calmarme durante unas horas, sin embargo, decaí cuando tuvimos que realizar la conexión en la cual esperamos cinco horas dentro del aeropuerto de otro país que no me detuve a conocer.
Encerrada en el baño porque me sentía mareada y con muchas náuseas, pero nada para devolver. Johan ha estado al pendiente, preocupado al querer consumir algún ansiolítico o somnífero que me ayudara a dormir, con el estómago vacío. Lo que generó una pequeña discusión que derivo en obligarme a comer por culpa de mi testarudez por querer hacer lo que creía era mejor.
No recordaba lo muy persistente y testarudo que es él. Con un simple gesto de sus duras facciones ha hecho que me alimentará más de lo debido. Si devolvía en el viaje, le echaría la culpa. Para mi mala suerte, comencé a sentirme mejor, a tener mejor semblante y ánimo. En cambio, su mal humor se podía captar a kilómetros.
—Ya comí, estoy bebiendo agua, me siento mejor, ¿podrías cambiar la cara?
Suspira, su lengua juega en el interior de su mejilla sin siquiera mirarme. Estoy consiente de que me comporte como una infantil, pero debía entender que mis nervios se acumularon haciendo imposible este viaje bendito. Cada vez falta menos.
Beso su mejilla como chantaje, de reojo me mira a duras penas. Le sonrió con un puchero en los labios el cual no resiste. Inhala aire apretando su mano sobre la mía sonriendo a medias. Recuesto mi cabeza sobre su hombro para descansar, mis ojos se cierran automáticamente quedándome dormida lo que resta de viaje.
Llegando a suelo coreano el aire pesado del smog se siente aún cuando el cielo está soleado. Un sentimiento lleno de regocijo y alivio salta en mi pecho logrando entender que por fin estamos en casa.
Al salir del aeropuerto, Yoongi nos está esperando en el estacionamiento del lugar. No me toma más de dos segundos correr a sus brazos. Han pasado unas dos semanas desde que se fue y lo extrañe demasiado. Detrás nuestro, a una considerable distancia, Johan sigue parado, nos lo hace saber cuándo carraspea firme. Al separarnos, Yoongi me mira, eleva sus cejas insinuando algo, me mantiene pegada a él con su brazo rodeando mi hombro, sé que lo hace a propósito para provocar al pelinegro.
—Min Yoongi —extiende su mano— no sé si me recuerdes.
Johan le corresponde apretando su mano sin apartar la mirada. Ambos retándose. Parecen dos niños pequeños peleando por una tarjeta coleccionable de superhéroes en un momento que, se supone, es serio.
—Si, si te recuerdo.
—¿Podríamos irnos? Quiero descansar.
Ambos reparan en mí, aún sigo resentida por el malestar. Johan entrelaza nuestras manos colocándome a su lado, Yoongi sonríe ladino observando ese gesto con disimulo. Creo que los dos pensamos lo mismo. Igual de gruñón y dominante.
Suben las valijas a la parte trasera de la camioneta, Yoongi maneja mientras Johan va a su lado de copiloto. Yo detrás despatarrándome en el asiento.
—Los llevare a mi departamento, se quedarán ahí hasta que decidan viajar a Busan.
—¿Tienes mucho trabajo, oppa? ¿No nos acompañaras?
Hemos empezado hablar coreano. Supongo que Johan nos entiende porque está pendiente del camino a la vez que voltea para mirarnos.
—No, lo siento, pronto surgirá al público un grupo de chicas, el disco está casi listo, están en medio del MV a lanzar junto a los teaser. Pasó más tiempo en la empresa que en casa, podrán estar cómodos.
Mi estómago se revuelve, y no es por las náuseas o el malestar. Sino por alguna extraña clase de sensación al saber que me quedaré sola con el pelinegro que me espía por el espejo retrovisor. Claramente, no lo hace por preocupación mientras lo mío es un mal pensamiento con doble sentido.
Yo no te juzgaría. No con este sexy espécimen al lado.
Escondo la sonrisa que se me escapa ante mi conciencia hablando. Solo quiero dormir, bañarme y descansar, no tengo cabeza para esas cuestiones banales que no tienen lugar en estos momentos.
Pero lo pensaste querida lunita.
Si, no lo voy a negar.
El recorrido hacia la nueva casa de Yoongi no es muy largo, adquirió un departamento en la zona céntrica de Itaewon, es bastante amplio y luminoso, sobrio en cada detalle del interior y decoración. El problema es que solo tiene una habitación de invitados la cual me la cede a mí mientras a Johan quiere concederle el enorme sillón de cuero de la sala.
—Me quedaré con Ayla.
El mayor me mira por un lapso pequeño de tiempo, me hago la desentendida de los dos buscando alguna tontería en mi bolso de mano. Johan está muy a la defensiva, no entiendo si es que se siente amenazado por Yoongi o simplemente lo hace a propósito para provocarlo de alguna manera, cuando ya le repetí varias veces que solo me ve como su hermanita y que él siendo su mejor amigo, también es su hermano.
—No haremos nada.
—Lo sé —le dedica una última mirada y se dirige a la cocina, le sigo— aquí en la alacena tienen ramen, cereales, hay algo de fruta también, no compre nada porque Ayla me dijo que no pasarían mucho tiempo en Seúl y no suelo estar mucho tiempo en casa, así que pido comida a domicilio —agarra un papel del panel de corcho a un costado de la nevera, lo deja sobre la mesada de mármol— este lugar tiene un buen menú, ya me conocen, pueden pedir lo que quieran, yo invito.
—Gracia, oppa —Yoongi con sus labios en una fina línea mira al pelinegro, este de brazos cruzados observa con atención todo su alrededor— me iré a dormir.
—¿No comerás nada?
—Ayla no se ha sentido bien en todo el vuelo —habla sin siquiera dirigirle la mirada— sería mejor que nos demos un baño y descansemos.
Gruñón y demandante.
Yoon asiente, se me acerca besando mi frente y susurrando para nosotros.
—Hay condones en mi mesa de luz.
Lo golpeó en el brazo con el puño cerrado, se ríe caminando por mi costado, el pelinegro con el ceño fruncido no entiende que pasó, pero no aparta sus enormes ojos del pálido. Repito, está muy a la defensiva. Una vez solos, decido tomar un baño tibio, me ayuda a relajar todo el cuerpo, a quitarme el mal olor que imagino tener por tantas horas de insoportable vuelo.
Johan hace lo mismo, tiempo después en que estoy dormitando lo siento acomodarse a mi espalda. Su calor envolverme, susurra algo en mi oído que no escucho por estar bajo los efectos de Morfeo más que en la realidad, de a poco quedándome completamente dormida.
Hemos dormido un día entero, cada uno recibió varias llamadas. La que más me preocupó fue la de Kathrin y la del señor Landrut preguntándole si había llegado bien a destino. Al parecer, les dijo que estaría en Japón o algo así. Lo de Kathrin fue lo mismo, con la diferencia de que le prometió hablar con ella a su regreso. Lo que me detuvo a pensar en que tal vez no le hablo sinceramente, a lo cual no es así, ya que ella misma me contacto comentándome que la boda se detendría por un tiempo ya que la pareja se tomaría un descanso.
Su voz sonaba dolida cuando me lo dijo, incrédula, fingiendo estar bien, puedo apostar que ella está muy mal y me siento un tanto culpable aunque no deba.
Suspiro ansiosa, hemos tomado el tren rápido a Busan, estamos a dos horas de llegar a nuestro verdadero destino. Johan no parece tan nervioso o lo finge de la mejor manera, mientras yo estoy arruinando mi manicura de color rojo mordiéndome las uñas, acción que él detiene cuando entrelaza nuestras manos. Desde que llegamos a Corea no quiere separarse de mí, debe tener algún tipo de contacto conmigo que le permita saber que estoy a su lado, de lo contrario, está sumamente inquieto.
—Soñé algo —bebe un sorbo de su café y deja el vaso sobre la mesa delante nuestro— ahm, soñé con un doberman marrón —mi atención está completa sobre él y mi corazón retumba dentro de mi pecho— en las fotos que tienes vi a uno de cachorro, ¿es tu mascota?
—Tuyo —respondo de inmediato— se llama Bam, gracias a él nos conocimos.
Asiente pausado, analizando mis palabras, sonríe ladino moviendo sus ojos de un lado a otro como un juego de ping pong, tal vez recordando ese sueño que no es sueño porque soñó con su mejor amigo de cuatro patas, nuestro bebé, quien espero lo reconozca ni bien lleguemos a la que fue su casa.
—Las... personas —latiguea su cabeza— que nos esperan —me mira— se supone son mis verdaderos padres.
—Soah y Junho. —asiente— nos están esperando, cómo te mencioné, ellos están al tanto de todo. Soah te llevará a la clínica donde trabaja para realizar el examen de ADN que debe demostrar que eres JungKook.
—Estarás ahí conmigo, ¿no? —sonó como una súplica, sus dedos se mueven sobre mis nudillos.
—Claro que estaré ahí, no voy a dejarte solo.
Sonríe apenas, traga saliva y se inclina a besar mi pómulo causando que cierre mis ojos por un segundo.
Puedo entender su nerviosismo por esto, la expectativa que genera tener que hacer un examen médico que puede descubrir su origen real. Después de todo, le hicieron creer una gran mentira, lograron que viviera por dos años la vida ajena de alguien más, que para mi conmoción, no sé nada. Que lo único que conozco es saber que lo despedí viéndole ser enterrado. Porque si ese dichoso examen sale positivo, a quien enterramos no es JungKook sino al verdadero Johan.
Y mi corazón se estruja de tristeza y pena por él, por su final y sobre todo por Kathrin que al parecer, también, le mintieron e hicieron creer que pasaría el resto de su vida con quién ella creyó el amor de su vida, cuando la realidad es que este hombre es el amor de MI vida.
El taxi se detiene frente a una casa familiar de dos pisos, no ha cambiado mucho con el tiempo, tal vez veo algunas plantas nuevas en el patio delantero, flores recién nacidas por la primavera. El aire tiene ese sabor a costa, a sal y familia. El chófer nos ayuda a bajar las valijas, ahora quién está nervioso es Johan que no sabe cómo continuar, observa con detenimiento todo su entorno, sus ojos se mueven veloces en cada detalle.
Sujeto su mano entrando a la propiedad, puedo sentir un ligero temblor en su toque cuando se aferra a mí. Unas cuadras antes envié un mensaje al número de Soah avisándoles que estábamos llegando. Apenas dejamos los bolsos en el suelo ellos salen por la puerta principal, es muy visible la expresión de consternación por ver al chico detrás de mí. Junho tiene un rostro neutro, pero sus ojos cristalinos denotan miles de emociones, Soah con sus ojos cansados colmados de lágrimas tiembla con sus manos entrelazadas a su pecho.
Corro a los brazos de ambos siendo correspondida. Sollozamos, me comunican como pueden a causa de sus voces rotas lo mucho que me han extrañado. Al separarnos vemos a un pelinegro observando la conmovedora escena sin saber que hacer, por un momento creo que ellos se acercarán a él, pero la presencia de Bam saliendo de la casa nos detiene, mueve su cola cuando me reconoce y yo lo recibo feliz en mis brazos, salta, está emocionado tanto como yo.
Cae en cuenta del nuevo visitante, se remueve inquieto, con paso lento y cuidadoso se acerca a él, Johan solo lo espera con una suave sonrisa inclinando su cuerpo hacia adelante, extiende su mano y Bam lo huele, se toma su tiempo, camina a su alrededor, lo analiza, conectan miradas y deja que el pelinegro le acaricie la cabeza susurrándole algunas palabras que no escuchamos. Solo pasan unos minutos cuando ladra de forma estridente comenzando a mover frenético su cola, eufórico se le lanza encima, aulla, llora. Lo ha reconocido, Bam reconoció a su dueño.
Ese es el interruptor para que Soah y Junho se acerquen al chico de inmediato y lo abracen tan fuerte como se permiten a la vez siendo correspondidos. Los Jeon vuelven a estar juntos en familia.
Les dije que prepararán sus pañuelitos.
🥺 No sé ustedes, pero yo llore escribiendo ese reencuentro entre los Jeon. Quise hacerlo más emotivo y salió esto.
Ojalá comience a salir todo bien desde ahora.
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