𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥.
El corazón me late muy fuerte dentro del pecho cuando despierto repentinamente, estoy sudando un poco, respiro con algo de dificultad, giro mi rostro de costado encontrando a Ayla durmiendo tranquila a mi lado, las sábanas la cubren hasta las caderas, la tela de la camiseta que está usando para dormir está levantada por lo que puedo ver su ropa interior de encaje y su vientre muy poco abultado, ya rondamos los cuatro meses.
La cubro mejor, beso su mejilla escuchando como suelta un suspiro entre medio del sueño. Salgo de la habitación dirigiéndome hacia la cocina a por un vaso de agua. Todo está a oscuras, a excepción de dónde me encuentro, el silencio es tal que puedo escuchar los latidos de mi corazón.
Algo no está bien.
—¿JungKook?
Ayla entra, soba su ojo con lentitud, sus movimientos son pausados por lo adormilada que aún se encuentra. Sonrió al verla, viste tan solo una camiseta mía que le llega a los muslos. Me acerco a ella rodeándola con mis brazos y apoya su cabeza en mi hombro gimoteando bajo. Acaricio su espalda, beso su hombro aprovechando de oler su aroma que me reconforta.
Tengo tantas ganas de hacerla mía, pero no voy a ponerla en peligro a ella o a mi hijo o hija.
—¿Qué haces despierta? —beso su frente y nariz.
—Me asusté al no verte a mi lado en la cama.
—Tenía sed. —no le diré que desperté sintiéndome inquieto y nervioso.
Sonríe, comienza a besar mi cuello lentamente mientras sus manos bajando por mi torso se meten dentro de la camiseta, me estremezco con sus uñas rasguñando sutilmente la piel de mi abdomen descendiendo. Me doy cuenta de sus claras intenciones.
—No podemos, Lala.
—No estoy haciendo nada —ronronea.
—Piensa en el bebé, no puedes tener emociones fuertes o hacer movimientos bruscos.
Refunfuña, me hace sonreír su queja infantil. Que más quisiera yo cumplir sus deseos, pero esto no. No hasta que los dos estén fuera de peligro totalmente. Beso su cuello, ella se aferra a mi espalda riendo bajito porque le causo algo de cosquillas. Mi sonrisa se desvanece cuando mis ojos captan la silueta de un hombre alto entre las penumbras.
Aferro a Ayla entre mis brazos cuando ella quiere separarse, me siente tensarme, está a punto de preguntarme el porqué cuando él decide hablar primero.
—Que lindos se ven los tortolitos.
Ayla se pone rígida del miedo aferrándose todavía más a mi cuerpo, tiembla y me embarga el terror de que pueda sucederle algo.
—¿Qué quieres, Klaus? La policía te está buscando, en cualquier momento sabrán que estás aquí, hay cámaras por todo el departamento.
—¿Incluso en la habitación de nuestra Lalita? Debo admitir que los dos son muy apasionados en la cama, no me sorprende nada que hayas caído en sus redes, sabe cómo moverse.
Quiere provocarme, eso solo quiere.
—Vete.
—Yo te sugiero que seas igual de inteligente como cuando descubriste que eras JungKook y pidas un ADN de paternidad. Tal vez ese bebé no tenga sangre coreana.
Ayla me sujeta más fuerte al sentir que estoy por lanzarme encima del idiota este. Insinúa que ese bebé no es mío y me hierve la sangre.
—¿Creés que soy imbécil? ¿creés que Ayla sería capaz de meterse con una basura como tú? —estoy demasiado molesto.
—No se quejó cuando me metí entre sus piernas —Ayla niega frenetica en mis brazos, está llorando en silencio, tiembla apretando sus brazos alrededor de mi cintura y espalda cuando percibe que quiero reaccionar.
Klaus se carcajea divertido, disfruta de vernos acorralados, de hacernos sentir mal.
—La diferencia entre tú y yo, es que si Ayla se metió contigo fue porque la forzaste, y si eso es así, voy hacer que te arrepientas de siquiera haber pensado en ella de esa forma. Vas a sufrir de igual o peor manera.
Le da gracia mis palabras, pero yo estoy hablando muy en serio. Ayla está tranquila, en el hospital la revisaron por completo y jamás encontraron signos de abuso o algo similar. Me lo hubiera dicho si hubiera sido así.
—Tómalo con calma, amigo, solo fue una broma —le resta importancia, se acerca a paso lento y es cuando el pánico me ataca al ver que en su mano derecha sostiene un arma, sonríe al darse cuenta— Ayla y tú son como almas gemelas, de esas historias de amor clichés de mierda con un buen final —se burla, levanta el arma hasta su pecho con una lentitud que me estresa y la acaricia con su mano izquierda.
—¿Qué quieres de nosotros? —le grita Ayla separándose de mi cuerpo, colocándose como escudo delante de mí. La obligó a situarse a mi lado casi detrás de mí siendo yo su escudo.
—Todo, mucho, nada —la observa inexpresivo— pudimos ser muy buenos juntos, Lala, pero preferiste al resucitado este.
Ella se sostiene de mi brazo con fuerza jalándome hacia atrás, sigue temblando y temo porque se desmaye o algo peor. Quiero que este tipo se vaya.
—Klaus, te imploro que nos dejes en paz, que te largues, ya no tienes como escapar, hagas lo que hagas la policía te seguirá buscando, te encontrarán y pagarás por todo lo que hiciste.
—No se preocupen, me iré a otro país luego de concretar un último asunto.
—¿De qué hablas?
Y todo pasa en cámara lenta.
Klaus levanta el arma en mi dirección, la mano de Ayla y la mía se aprietan, dos fuertes detonaciones se escuchan siendo el único sonido en ese oscuro silencio del apartamento, al minuto de no sentir nada veo a Ayla a mi lado sangrar, le había disparado en el estómago y el pecho cerca del corazón. Mi garganta se desgarra en un doloroso grito cuando caigo al piso con ella en brazos.
—No, no, no, mi amor, por favor no.
Sus ojos aterrados llenos de lágrimas me miran suplicantes, su mano oprime la herida de bala en su estómago, por más intentos que hago de presionar, la sangre sigue saliendo, mis manos están manchadas de rojo carmesí. Parte de mi camiseta también. Ayla tiembla intentando hablar, su boca se llena de sangre y me desespero sin saber que hacer. Su cuerpo va cesando de a poco, ya no tiembla, ya no se mueve y sus ojos sobre mí están vacíos.
NO, NO, NO.
—Que linda historia de amor, no puedo creer que te haya salvado —su risita burlona me llena de irá, una irá que me hace gruñir— murió por salvarte.
Una irá que saca el mismo demonio cuando me le voy encima. Estoy nublado por el dolor, por la venganza, quiero matarlo con mis propias manos torturarlo de la peor forma existente. No tengo noción consiente, no estoy en mis cinco sentidos, forcejeamos tirando cosas de algunos muebles, caemos al piso, nos gritamos y golpeamos. Otra detonación hace que mis oídos zumben, estoy aturdido. Klaus me empuja y caigo boca arriba, jadeo al ver mi mano con nueva sangre.
Me dio en la costilla, no siento dolor, pero mi cuerpo se siente pesado, entumecido, me cuesta respirar. Se yergue sobre sus pies mirándome con suficiencia desde su posición, está a punto de marcharse cuando con las últimas fuerzas me sujeto de su tobillo para detenerlo, manchando parte de su pantalón, me patea en el rostro haciéndome voltear, el dolor me recorre mientras observo entre lágrimas el cuerpo inmóvil de Ayla en el suelo.
Esto no debió ocurrir así.
Otra detonación a mis espaldas. Me cuesta enfocar la vista ahora, mis oídos zumban mientras a mi cabeza llegan los recuerdos de un solo golpe. Estoy recordando la vida de Jeon JungKook, de aquel que conoció a Kim Ayla junto a su mascota Bam en un parque, las salidas y desveladas que forjaron nuestra amistad, las vacaciones dónde supe me enamore de ella y tuvimos nuestro primer beso, el día en que aceptó ser mi novia, cada día a su lado, nuestra primera vez.
Nuestros planes a futuro, la forma en que ella me amaba dejándome ser y cada sincero te amo salido de sus labios. El recuerdo del anillo de compromiso, los nervios por la proposición, el accidente automovilístico que todo lo cambió. Lo recordé todo, excepto porque eso fue lo último cuando sucumbí a la oscuridad.
|•••|
Dos ambulancias con las sirenas sonando ingresaban de emergencia en una de las entradas del hospital, los pacientes con heridas de bala fueron trasladados al pabellón de trauma dónde serían revisados con extrema rapidez. La policía los había encontrado minutos después del fatal desenlace. Franz sintiéndose demasiado culpable por no haber llegado a tiempo y atrapado a Klaus.
Se había salido con la suya.
El inmediato despliegue médico fue tal que la mayor atención se encontraba en el cuerpo de uno en particular por aún obtener signos vitales.
—Pidan tres bolsas de sangre ahora, el paciente necesita...
La médica a cargo se interrumpió a si misma cuando sintió el fuerte agarre en su muñeca por parte del hombre postrado de costado en la camilla, el rostro de este tenía algunos golpes, respiraba con dificultad a causa del balazo que entró por su espalda perforando un pulmón, lo cual no le impidió hablar con desmedida dificultad.
—M-mi mujer —el dolor era indescriptible— mi hijo, d-donde...
—Cálmese, por favor estamos para ayudarle.
—Sálvenlos, por favor, no permitan que mueran.
Gruñó del dolor, confundido, aturdido por tanta gente a su alrededor, con la única intención de levantarse y buscarlos a ellos. La profesional intentó una vez más explicarle que confiara en ellos que todo estaría bien, desvío la mirada por unos minutos hacia la habitación de al lado separado por una ventana con cortinas persianas, viendo a sus compañeros detenerse frente al otro paciente en igual estado de gravedad.
Sintió algo de pena porque eso significaba tan solo una cosa.
El sonido estridente de las máquinas llamó su atención cuando el paciente masculino sobre la camilla comenzó a convulsionar seguido de un infarto como uno de los residentes ayudando les avisaba a viva voz de dicho ataque. La médica comenzó el protocolo de resurrección, lo colocaron boca arriba agregando unos parches especiales, luego exigiendo que todos se alejaran situó las palas sobre el tórax del paciente dando los primeros choques de electricidad sin recibir respuesta alguna.
Una segunda vez, la máquina seguía emitiendo un pitido constante.
—¡Carguen a trescientos!
Una vez, dos, tres, el sonido seguía siendo el mismo. No había respuesta del paciente ni tampoco lo habría. El corazón de JungKook había dejado de funcionar hacia minutos atrás.
—¡Anna! —la chica se mantuvo quieta mirando a su compañero negar sosteniendo su brazo— no hay signos, no hay nada.
La desazón la abordo como un enorme balde de agua helada. Estaba acostumbrada a recibir pacientes con heridas de bala, incluso en peores circunstancias, solo que no sabía por qué debía seguir intentando, no entendía por qué sentía en su pecho una clase de emoción parecida a la más devastadora tristeza al darse cuenta que no había más que hacer.
—Tienes que declararlo.
Quiso negarse, intentarlo una vez más en busca de algún milagro. Respiró hondo observando hacia el otro lado, estaba vacío, solo dos enfermeras alrededor de la camilla con el cuerpo de la mujer cubierto con una sábana.
—¿Y ella? —preguntó con una esperanza que no sabía de dónde había salido, ya que sabía a la perfección la respuesta.
Su compañero solo negó. Era la parte mala del oficio, perder a las personas por más esfuerzo sobrehumano se haya echo. La chica de cabello del color del trigo extendió las palas a la enfermera a su lado, se quitó los guantes descartables sin dejar de observar a su paciente inmóvil.
—Hora de deceso —observó el reloj sobre la parte superior de la pared— 02:52 a.m.
Sintió aquel fracaso como algo que jamás olvidaría. Ninguno pudo salvar a Ayla y a JungKook del destino que parecía, escrito para ambos. Ellos dos no pudieron obtener la ansiada justicia por tanto sufrimiento causado, siquiera podrían disfrutar del anhelo de poder ver nacer a su hijo o hija que había muerto ante el impacto de bala, o el verlo crecer y convertirse en adulto. Ya no serían padres, no podrían vivir su amor como se habían prometido, ni unirse a su familia quienes lo esperaban en otro lado.
Lamentablemente desde un principio, todo tenía su final.
Aún falta el Epílogo.
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