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𝐯𝐢𝐢. the fun has just begun







capítulo siete; la diversión acaba de empezar











🩸




SUS OJOS AZULES LA MIRABAN FIJAMENTE A TRAVÉS DEL ESPEJO, sin ninguna expresión en ellos. Sus brazos abrazaban con delicadeza su cuerpo, deseando sentir la calidez de un abrazo cubriendo las marcas que las heridas habían dejado en su piel, calmando el ardor que aún sentía en su interior debido aquellas que por más tiempo que pasara no podían sanar. No podían cerrarse. Un escalofrío recorrió su espalda, sobresaltándola y se giró con rapidez hacia su ventana, viendo las cortinas moverse debido al suave viento de la mañana.

No pudo cerrarla.

Una semana había pasado desde la fatídica fiesta y poco a poco Charlotte estaba volviendo a ponerse de pie. La mayor parte de sus heridas habían sanado gracias a los cuidados de Grace y su tío Logan, sin embargo, su piel aún llevaba los hematomas fuertemente visibles, en especial su cara. Los golpes que su padre le había dado habían dejado su labio roto al igual que parte de su mandíbula izquierda. Un hematoma amarillento se dejaba ver a través de su maquillaje en la zona de su ojo derecho, igual que la pequeña raspadura que quedaba en su frente. Un recuerdo grabado a fuego de las consecuencias de sus actos.

Sus ojos no habían dejado de mirar su reflejo desde que pudo ponerse en pie, los recuerdos firmemente implantados en su memoria. Las pocas esperanzas que le quedaban habían desaparecido aquella noche, al igual que cualquier anhelo por pedir ayuda. Charlotte estaba completa y absolutamente sola.

—Buen día —saludó con voz monótona, llamando la atención de sus padres y su tío, quienes desayunaban alegremente en el comedor. Charlotte disimuló su recelo, incluso cuando Logan le regaló una sonrisa. Con su tío en casa, sus padres no tenían más opción que guardar las apariencias por las que tanto se esforzaban en mantener. Su padre preparaba su propio desayuno y su madre no había tocado una copa de alcohol desde que Logan había llegado a la casa. Al menos no frente a él. Pero Charlotte lo sabía, podía ver debajo de las miradas, de las sonrisas falsas que le entregaban a los demás. Ellos podrían creer, pero ella había visto el lado oscuro de los Montrose. Lo había vivido en carne propia. Quizás sus padres tenían razón, quizás ella se buscaba sus propios castigos, pero cuando vio la falsa sonrisa que le daban, actuando el papel de padres amorosos mientras sus ojos mostraban la cruda violencia que tanto añoraban, Charlotte no pudo darles lo que querían. Solo pudo sentir asco.

—Buen día, Lottie. ¿Ya regresas a la escuela? —quitando la mirada de sus padres, tomó una manzana mientras asentía a su tío, quien bebió de un sorbo lo que quedaba de su café—. Vamos, te llevo.

Charlotte trató de no pensar camino a la escuela. Le dolía pensar. Su mente estaba confundida entre los múltiples recuerdos, pensamientos e ideas que se formaban dentro de ella, y le dolía el tratar de poner en orden, el buscar alguna respuesta a las preguntas que la carcomían desde aquella noche. La más importante de todas: ¿Dónde estaba Damon? Y tocando el accesorio que adornaba su cuello por un segundo, una nueva llegó a su cabeza: ¿Qué iba a hacer con el collar?

Logan estacionó el auto, apagándolo mientras se giraba a mirarla. Charlotte trató de darle una sonrisa, pero sabía que la mueca que se había formado en sus labios no había sido suficiente para engañar a su tío.

—Ven aquí —habló, atrayéndola hacia él en un delicado abrazo. Sintió su suspiro, y cerró sus ojos. Estaba agradecida de que estuviera ahí, con ellas. Cuidando de ambas como si fueran sus propias hijas. Sintió el leve beso en su cabello, antes de que Logan quitara el seguro de las puertas—. Avísame cuando salgas para venir a buscarte, ¿está bien? No quiero que estés manejando en tus condiciones.

Charlotte sonrió: —No te preocupes, tío Logan. Estoy completamente bien.

Apenas entró a los pasillos de la escuela, sintió las pesadas miradas de los estudiantes encima de ella. Sabía que era lo que veían y sintió ganas de volver a su casa, a la seguridad que su cama le brindaba y no volver a salir nunca de allí, sin embargo, suspiró y siguió caminando, no sin antes dar malas miradas a quién osara murmurar sobre ella. Abrió su casillero con dificultad, aún sintiendo su brazo adolorido y metió sus libros, intercambiándolos por los que necesitaba para la primera clase del día.

—El lavado de autos es mañana, el equipo de fútbol y la banda van a ir. Bueno... no todos los de la banda. Solo los que se ven bien en bikini —la voz de Caroline llamó su atención, enfocando su mirada en ella y lo normal que se veía. Como si nada hubiera pasado...—. Quiero que se vean muy sexy. Quiero decir, es para recaudar fondos, por dios santo.

La mirada de Caroline se encontró con la suya y por un segundo creyó haber visto reconocimiento en sus ojos. Sorpresa, horror... sin embargo, la rubia simplemente siguió su camino, ignorándola por completo. Charlotte no se sorprendió por aquello, después de todo había convivido con ella por años. Si alguien podía ignorar completamente el hecho de que fue atacada, era ella. Caroline no se iba a dejar ver vulnerable por nadie, no si ella podía evitarlo.

—Hey, Charlotte —Bonnie la sacó de sus pensamientos, encontrándose con la incómoda mirada de la morena. La pelirroja asintió hacia ella—. Escuché lo que pasó, me alegro de que estés devuelta.

—Gracias —susurró simplemente, sin siquiera saber por qué le estaba hablando. Sí, habían tenido un pequeño momento de civilidad, pero su enemistad llevaba años y sin decir que de seguro Elena ya le había contado sobre ella, Damon y Caroline. Bonnie asintió apretando sus labios, antes de dar media vuelta y marcharse, dejándola con un mal sabor en la boca.

Ella siempre había estado acostumbrada a ser solo Charlotte y Grace. Ambas contra el mundo. No le importaban las amistades más allá que la de Bree, y qué decir de los lazos familiares. Estaba acostumbrada a estar sola, estaba bien estando sola. Pero, ¿por qué ahora sentía aquel vacío en su pecho? ¿Por qué se encontraba anhelando algo que jamás había conocido?

—¿Stefan? ¿Y Damon? De verdad me debe unas inmensas disculpas.

Charlotte miró de reojo la escena a unos metros de ella.

—Se fue, Caroline —Stefan le respondió a Caroline, quién tratando de no perder su compostura, asintió un par de veces.

—¿Y cuándo va a volver? —volvió a preguntar.

— No volverá —Charlotte cerró su casillero con fuerza, alertando a todo quien se encontrara en los pasillos de su presencia. Sintió las miradas en ella, en especial la de Stefan, haciendo caso omiso mientras se alejaba de ahí—. Perdonen.

Charlotte seguía caminando, sintiendo una inmensa furia dentro de su cuerpo. Sus zapatos pisaban con fuerza, dejando marcas en el césped a la vez que sus nudillos se tornaban blancos por la manera en la que apretaba su bolso. ¿No volverá? ¿A qué se refiere con que no volverá? ¿Cree que puede arruinar su vida e irse así de la nada? Damon le hizo promesas. Le prometió que la iba a recompensar si se quedaba tranquila. Si no hacía nada. Le prometió... o le ordenó. Su mente estaba aún confusa. Dijo que la muerte iba a ser rápida, sin dolor. No más dolor. Charlotte quería no más dolor.

—Charlotte —una mano agarró su brazo y la pelirroja siseó. Stefan la soltó de inmediato, sus ojos verdes mirando con preocupación las heridas en su rostro y como acariciaba su brazo, tratando de mitigar el dolor. ¿Cómo...? Damon estaba en el sótano, lo vio aquella mañana y cuando se lo llevó, Charlotte estaba bien. No tenía estos... golpes. —. ¿Estás bien? —preguntó, lo único que su cabeza pudo formular al ver a Charlotte en ese estado.

—Perfectamente bien, Stefan —respondió con sarcasmo, abriendo sus brazos antes de seguir caminando, alejándose de él.

—¡Charlotte! ¡Espera! —corrió hacia ella nuevamente—. ¿Quién te hizo esto? ¿Qué pasó? ¿Cómo...? ¿Estás bien?

—Déjame sola.

—Charlotte, por favor. Solo quiero saber como estás. Estas heridas... Yo... ¿Estás bien?

—¿Qué si estoy bien? —preguntó burlonamente —¿Acaso no me ves? ¡Mira mi cara! ¡Por supuesto que no estoy bien! ¡Me atacaron! ¿Es eso lo que querías escuchar? ¿Querías escuchar qué estoy cansada de absolutamente todo? ¿Qué estoy adolorida? ¿Qué estoy completamente furiosa por alguna estúpida razón de que Damon se fuera? ¡Bien! ¡Ahí lo tienes! Ya lo escuchaste—confesó, limpiándose las lágrimas que no habían alcanzado a caer. Quiso seguir caminando, sin embargo, Stefan tomó su muñeca con delicadeza, tratando de no hacer más daño del que estaba ya hecho—. Quiero estar sola, Stefan. Por favor —pidió con voz rota.

—Damon ya no podrá hacerte más daño, Charlotte —quiso consolarla—. Todo volverá a estar bien. Podrás volver a estar tranquila, a tener una vida normal.

Charlotte rió falsamente, quitando la mano de Stefan. Lo miró con diversión, Damon no le había hecho nada a comparación de lo que sus padres le habían causado durante toda su vida. Damon era un osito de peluche al lado de ellos. No, nada volverá a estar bien—. Nada nunca estará bien. Nunca. ¡Abre los ojos, Stefan! ¡Mira a tu alrededor! —abrió sus brazos, antes de acercarse a centímetros de él... y susurró, con unos ojos azules tan aterrorizados que sus palabras se clavaron con fuerza en el pecho del vampiro—. Damon no es el peor monstruo que encontrarás aquí.











Charlotte...

Sus ojos se despertaron, ahí se encontraba de nuevo el susurro que había estado atormentándola por días. Se había pensado paranoica, lunática. Había pensado que era la cereza en el pastel que era su vida, finalmente estaba perdiendo la cabeza. Pero ahí estaba, mirándola con unos ojos cansados, pero que aún seguían conservando el peligro y la oscuridad en ellos. Sus manos apretaron con fuerza las hojas bajo su palma, sintiendo el familiar latido aterrorizado de su corazón.

—Damon...

—¿Me estás escuchando, Charlotte? —Caroline llamó, haciéndola quitar su mirada del pelinegro. Elena a su lado la miró, sin embargo, Charlotte solo aclaró su garganta, acomodando su cabello a la vez que asentía. Caroline rodó los ojos—. Como decía, no descuentos, ni uno gratis. Nada de fiar, esto no es un servicio gratuito.

—Claro que no —respondió Elena.

—Hola.

Charlotte bajó la mirada al escuchar la voz de Stefan, recordando la escena de la escuela el día anterior. No había sido capaz de olvidar los ojos del castaño en ella, aquella sorpresa en su mirada ante lo que le había dicho. Debía de haber ignorado. Debió de no haber dicho nada. Debió de quedarse callada como siempre lo hacía.

Caroline se levantó de su asiento y rápidamente Charlotte la imitó, dejando a la pareja sola. Volvió a escuchar el susurro en su cabeza, causándole la ya tan familiar migraña y siseó con fuerza, apretando su cabello para tratar de mitigar el dolor. Su mente la estaba matando. Damon la estaba matando. Se agachó, apoyándose en un árbol cualquiera mientras escondía su cabeza en sus piernas. Seguía escuchando el susurro, cada vez más fuerte y mordió su labio, haciéndolo sangrar.

—¿Lottie? ¡Lottie! —escuchó la voz de su tío, sintiendo sus manos cubrir las suyas con delicadeza. Su mirada encontró la suya, sus ojos cubiertos de preocupación a la vez que la inspeccionada en busca de nuevas heridas—. Lottie, ¿qué ocurre? ¿Dónde duele?

—Mi cabeza... —respondió en un quejido. Logan miró a su alrededor, fijando la vista en Sam, su camarógrafo, quien lo llamó de vuelta. La grabación debía de seguir.

—Hey, yo me ocupo —la dulce voz de Jenna entró en sus oídos, posando sus manos sobre los hombros de Charlotte para ayudarla a levantarse. La pelirroja la miró antes de dejarse guiar por ella, simplemente señalando donde era que se encontraba el auto en donde Logan y ella habían venido, ansiando las pastillas de Vicodin que mantenía escondidas en su bolso. Las necesitaba.

Jenna la sentó delicadamente en el asiento del copiloto, dándole una botella de agua para que refrescara su garganta a la vez que quitaba su cabello de su frente. Charlotte tomó dos pastillas en un solo sorbo, ante la atenta mirada de la mayor: —¿Te encuentras mejor?

Enfocó su mirada, asintiendo a la pregunta aun cuando no fuera verdad. Aún sentía el dolor, aún podía escuchar los susurros. La voz de Damon pidiendo que le ayudara. Rogándole. Charlotte carraspeó, tratando de encontrar su voz.

—Estoy bien. Ya se me pasará.

Jenna hizo una mueca, sin poder evitar mirar las heridas que cubrían a la muchacha. Todos en el pueblo sabían la historia de como Charlotte Montrose fue atacada por un animal, siendo su propio padre quién le había salvado la vida. La chica tenía suerte de tener un padre como aquel y el pueblo definitivamente tenía suerte de tener un buen doctor entre ellos.

Charlotte vio como Jenna se alejaba, no sin antes darle una sonrisa junto con una caricia en el cabello, queriendo consolarla. Soltó un quejido cuando se trató de acomodar en el asiento, respirando con alivio cuando finalmente encontró una posición en que nada doliera. Ya comenzaba a sentir el efecto de las pastillas en su cuerpo, como este comenzaba a flotar mientras el dolor desaparecía en un mar de entumecimiento. Parpadeó con una leve sonrisa ante la sensación... hasta que enfocó su mirada en el espejo retrovisor.

Damon.

Abrió sus ojos con pánico a la vez que sentía su pesada mano en su cuello, acariciándolo. Sintiendo como su respiración ponía sus pelos de punta, dándole escalofríos cada vez que lo escuchaba susurrar su nombre. Volvió a cerrar sus ojos a la vez que apretaba la tela de su chaleco.

—No es real. Damon se fue. Esto no es real, no es real —lloriqueó en voz baja, sintiendo como poco a poco, el pelinegro comenzaba a apretar su garganta, cortando sus vías respiratorias. Su corazón latía con fuerza, aterrado al no poder sentir el oxígeno dentro de su cuerpo y Charlotte puso sus manos sobre las de Damon, tratando de liberar su agarre.

—¡Hey, Char! Sé que te debo una explicación inmensa de por qué... —las manos de Charlotte tocaron su propio cuello y de inmediato pudo sentir aire en sus pulmones nuevamente. Sin importar el adormecimiento de su cuerpo, se giró hacia atrás, viendo como el asiento trasero del auto se encontraba completamente vacío. Sin ningún rastro de Damon. Los ojos de Bree la miraron con confusión, tratando de ver lo que Charlotte se encontraba buscando—. ¿Estás bien?

Charlotte la miró, su mejor amiga. Aquella que había ignorado sus llamadas. Que no la había visitado, ni mensajeado. Nada. Aquella que desapareció por una semana sin ningún aviso. Negó levemente.

—Tengo que irme.

Ignoró los gritos de Bree detrás de ella y salió del auto, comenzando a correr hacia cualquier dirección. Se estaba volviendo loca. Estaba perdiendo la cabeza. ¿Qué estaba pasando con ella? Si sus padres se enteraban... no, no. La matarían antes de admitir que necesitaba ayuda. No soportarían un escándalo de tal magnitud. La mandarían a algún internado o la desheredarían como a Elizabeth. Grace quedaría sola. No podía dejar a Grace sola. Calma, Charlotte, pensó. Calma.

Pero la calma solo duro hasta que vio la casa frente a ella. La casa de huéspedes. El ya tan familiar cuervo voló hacia su hombro, y pudo volver a escuchar los susurros sobre la niebla que habitaba su mente. Charlotte, ayúdame. Ayuda. Siguió adelante, viendo una cabellera rubia tratando de entrar a la casa que era su objetivo. Charlotte llegó a su lado y ambas se miraron, sin un solo rastro de emoción en sus ojos.

Caroline abrió una de las ventanas, haciendo que ambas entraran al hogar de los Salvatore. Todo se encontraba en oscuridad, excepto por algunos lugares a los que levemente llegaba la luz del sol. Luces amarillas que combinaban con el color de las paredes le daba un aspecto más antiguo, más terrorífico. Todo eso contratado con los grandes muebles de madera oscura, sin embargo, ambas chicas siguieron adelante, como si algo las obligara a seguir.

Como si de su propia casa se tratara, no dudaron en ir hacia el sótano, sintiendo los susurros cada vez más fuertes. —¿Damon? —preguntó Caroline, su voz haciendo un eco entre las paredes del pasillo. Bajaron por las escaleras, siguiendo el camino que daba hacia una pequeña puerta con rejilla. Inconscientemente ambas se tomaron de las manos, juntándose aún más mientras veían aterradas a su alrededor—. Oh por Dios.

Charlotte miró hacia dentro, viendo un pálido Damon inconsciente apoyado en la pared de lo que ahora parecía una celda. ¿A esto se refería Stefan con que no volvería? ¿Acaso había matado a Damon? Apretó la mano de Caroline, y ambas chicas se sobresaltaron cuando Damon comenzó a moverse. Estaba vivo.

—¿Qué es esto? ¿Cómo supimos que estabas aquí? —preguntó Caroline. Damon se levantó con dificultad, evidenciando lo débil que estaba.

—Porque yo quería que lo supieran. En verdad lo quería.

—Te metiste en nuestras cabezas —susurró Charlotte, alejándose un paso al ver a Damon tirarse sobre la puerta.

—Ayúdenme a salir de aquí, por favor —pidió y Charlotte retrocedió otro paso.

—Me mordiste —respondió la rubia.

—Te gustó, ¿recuerdas?

—Deja de jugar con nosotras —respondió Charlotte, haciendo retroceder a Caroline—. Nos obligaste. Lo recuerdo perfectamente. Todo lo que sucedió en la fiesta.

—Tú vas a recordar lo que yo quiero que recuerdes, y ahora que la verbena ya salió de tu sistema no recordarás lo que vas a hacer —dijo Damon, mirándola directamente a los ojos, haciéndola sentir como si estuviera completamente a su disposición—. Vas a abrir la puerta.

Charlotte estiró su mano lentamente, sin pensar, hacia la cerradura, sin embargo, esta vez fue Caroline quien la detuvo. Damon volvió a repetir, más fuerte: —Van a abrir la puerta, ahora.

Finalmente, la pelirroja jaló de la cerradura, justo cuando alguien la empujaba fuera del camino: —¡No! ¡Salgan de aquí! ¡Corran!

Charlotte jaló a Caroline, ambas empezando a correr lejos de allí, sin embargo, el sonido que hizo Damon al romperle el cuello al hombre la detuvo, haciéndola mirar todo con horror. ¿Qué habían hecho? Caroline la jaló de nuevo, subiendo las escaleras cuando Damon agarró su pie, jalándola hacia el suelo. Charlotte no tuvo tiempo de sentir el golpe en su cabeza o el dolor de su tobillo doblándose, la rubia seguía tirando de ella mientras pateaba fuertemente hacia atrás hasta liberarse del pelinegro.

Rápidamente subieron las escaleras, sin embargo, Charlotte fue la desafortunada de tropezarse con la alfombra. La pelirroja cayó nuevamente al piso y sabiendo lo que significaba, miró a la rubia a sus ojos: —Corre.

Caroline dudó por unos segundos, tiempo necesario para ver a Damon alcanzar a Charlotte y morderla con fuerza en su cuello. La pelirroja gritó, tratando de alejarlo de ella a golpes, cada vez con menos fuerza debido a la pérdida de sangre. La rubia miró horrorizada cuando la pelirroja dejó caer sus brazos y Damon levantó su mirada, sus ojos fijos en ella como si fuera la próxima presa. Tirando el cuerpo de Charlotte como si fuera nada, se lanzó hacia Caroline, quien sin pensarlo dos veces corrió hacia afuera, dejando sin saber que la luz del sol quemara al pelinegro, haciéndolo retroceder.

Damon observó como la rubia se perdía corriendo en medio del camino, desapareciendo de su vista y bufó, su ceño fruncido y su respiración agitada, mientras las heridas causadas por el sol se curaban por si solas con rapidez. Decidiendo que ya se encargaría después, Damon dio media vuelta, mirando el cuerpo de la pelirroja en el suelo. Lamió sus labios, para luego morder su muñeca y depositarla en la boca de Charlotte, dejando que su sangre ingresara a su sistema. Sonrió con satisfacción al ver como las heridas de su cuerpo desaparecían y no dudó en acomodar su tobillo con fuerza para que sanara correctamente.

El cuerpo de Charlotte comenzó a recobrar su color y Damon no dudó en tomarla del pie, arrastrándola por el suelo hacia la oscuridad de la casa, en donde estuviera a salvo del sol. Ahí se sentó, acomodando una inconsciente Charlotte sobre sus piernas, dejando su cabeza en su pecho y acariciando sus rojos cabellos.

Suspiró, sonriendo mientras esperaba que cayera la noche: —Oh, muñeca. Nos vamos a divertir como no tienes idea. 

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