𝐢𝐢𝐢. salvatore brothers
capítulo tres; los hermanos salvatore
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CUANDO CHARLOTTE ABRIÓ LOS OJOS AQUELLA MAÑANA, pudo sentir el leve cambio que poco a poco saturaba el aire. Se sentía como una presión en el pecho que le provocaba malestar, dificultando su respiración. Era como si su propio cuerpo tratara de advertirle algo que aún no podía descifrar, dejándola con aquel sentimiento de desesperación que por más que tratara no lo podía sacar de adentro, perturbando su mente. Se sentía como la calma que venía antes de la tormenta, un cúmulo de nubes grises posicionándose sobre ella y ahogándola con su lluvia. Charlotte se sentía ahogada, tocando un punto en el que ya no sabía como volver a la superficie. No sabía como respirar.
Lo peor de todo era el hecho de que al parecer, solo ella se sentía de aquella manera.
El tiempo, las clases pasaban con normalidad. La gente a su alrededor reía, completamente ajena a todo lo que pasaba dentro de su cabeza, y ¿quién podía culparlos? La ignorancia era felicidad. Todos parecían tan contentos con sus vidas, siguiendo y encontrando nuevas fuentes de bienestar que Charlotte algunas veces se preguntaba si alguna vez ella se vería así, tan... extraña a los problemas. Los chicos a su alrededor comenzaron a reír y Bree golpeó su costado, mirándola con preocupación. Esbozó una leve sonrisa, poniendo atención a su alrededor esta vez, enfocándose en el presente.
Estaba en su período libre, pasando el rato con Bree, Tyler y unos cuantos chicos más amigos de este último. No sabía que estaba haciendo ahí, siendo que lo único interesante de lo que hablaban era de Tyler y el comienzo de la temporada, idolatrando cada cabello que tenía. Rodó los ojos, bebiendo de su zumo. No se dio cuenta cuando de repente Jeremy caminaba hacia ellos, visiblemente enojado.
—Oh Dios —comentó Bree en un susurro, mirando como Tyler se daba vuelta, esperándolo de brazos cruzados.
—¡Hey, Tyler! Lamento interrumpir, solo me preguntaba como estaba Vicki, dado que ustedes son tan cercanos. ¿Está bien? —Jeremy preguntó sarcásticamente.
—Está bien, ahora vete de aquí.
—¿Cómo sigue? ¿Saben qué la atacó? ¿Se recuperará por completo? ¿Estaba contenta de verte? ¿En qué habitación está? —continuó, pregunta tras pregunta mientras Tyler miraba a su alrededor, visiblemente incómodo y enojado. Claramente estaban haciendo una escena.
—Voy a patearte el culo...
—Si, sigue diciendo eso pero ¿cuándo realmente lo vas a hacer? Porque voto aquí y ahora —finalizó, empujando el pecho de Tyler, sorprendiéndolo. Bree soltó una risa, al igual que las chicas al ver a Lockwood en esa posición.
Tyler rio con ironía: —Vete, Gilbert. Es tu última advertencia.
—Está es tu última advertencia, idiota —contestó de vuelta—. Estoy harto de ver como juegas con Vicki: la lastimas una vez más, y te juro por Dios que te mataré —se acercó, golpeando con su dedo el pecho de Tyler antes de dar media vuelta y comenzar a alejarse.
Tyler salió de su shock, burlándose: —Demonios, eso sonó como una amenaza de muerte. ¿Oyeron eso? —habló mirando a las chicas, sacando su pecho y subiendo la barbilla, desafiante. Si claro, ahora que Jeremy se fue. Charlotte comenzó a reír levemente, haciendo que todos la miraran, en especial Tyler.
—Te dejaron con la cola entre las piernas, Tylercito —el chico se enrojeció, bufando y cruzándose de brazos, causando que Charlotte volviera a sonreír. Bree la codeó nuevamente, negando con la cabeza y mirando a su hermano con confusión.
—Yo pensé que en realidad te gustaba Vicki —comentó, frunciendo su ceño. Tyler bufó, mirándola como si hubiera dicho algo completamente loco. Sus amigos comenzaron a reír, siguiéndole. Bree negó, completamente impotente ante la idiotez de su mellizo—. Eres un idiota, Tyler.
Apenas Bree se fue del lugar, Charlotte la siguió, no queriendo pasar más tiempo cerca de la personificación de la estupidez. Agarrando con fuerza su mochila y botando la caja de zumo en uno de los basureros de la escuela, comenzó a caminar, solo que no donde había ido su mejor amiga, sino donde sabría que estaría Jeremy Gilbert. A pesar de todo lo que se decía, el menor de los Gilberts no era tan malo como lo hacían parecer y definitivamente le caía mucho mejor que su hermana. Habían tenido leves conversaciones sobre temas en general y al final, solo era un chico pasando por un muy mal momento. Necesitaba apoyo y comprensión, no presión o amenazas como santa Elena creía. Como todos creían. En realidad, nadie sabía el poder que un par de palabras reconfortantes tenían sobre una persona pasando por un mal día... o una mala vida.
—Hey, Jer —lo saludó, sentándose en la banca a su lado.
Jeremy le sonrió a medias, buscando en su mochila lo que sabía que la pelirroja le había ido a pedir. No podía negar que tenía curiosidad sobre el por qué la gran Charlotte Montrose necesitaría Vicodin casi a diario, era algo demasiado raro como para no pensar en aquello cada vez que la veía, pero también sabía que no era su lugar preguntar cosas personales, por lo que se tendría que quedar con su curiosidad solamente. Hurgó un par de segundos más, sacando el par de pastillas y mirando a su alrededor antes de entregárselas, fijándose en que nadie estuviera cerca. Sacó también un zumo de naranja y se lo dio a la pelirroja, quien le sonrió con sorpresa.
—Vaya, Gilbert. No sabía que eras tan caballero... gracias —dijo antes de tomarse mirar hacia arriba y tragar con facilidad una de las pastillas. Jeremy frunció el ceño al ver las marcas en su cuello que el movimiento había dejado escapar. Charlotte bebió del zumo, extrañándose ante la mirada del chico—. ¿Qué?
Jeremy no dudó en preguntar: —¿Por qué tienes marcas en el cuello? ¿Alguien te hizo daño? —habló con rapidez, pero Charlotte no tuvo problema en entender lo que decía. Esbozó una sonrisa burlona, cruzándose de brazos.
—¿Por qué te drogas? ¿Por qué no hablas con santa Elena? ¿Por qué arruinas tu vida? —preguntó de vuelta. Jeremy apretó los labios, mirando hacia otro lado y tragando con fuerza. La pelirroja sonrió, asintiendo y rápidamente tomó sus cosas, dando un par de palmadas en el hombro del chico mientras se levantaba—. Sip. Buena charla.
Ingresó nuevamente al edificio, sin embargo, el timbre ya había sonado y los pasillos se encontraban desiertos. Rodó los ojos, no queriendo entrar a ninguna de las clases que le quedaban por el día. Por alguna razón, se encontraba exhausta emocionalmente y lo único que quería era llegar a su casa y dormir, sin embargo, era demasiado temprano. No quería olvidar recoger a Grace de su escuela.
Su celular vibró en su bolsillo, indicando que alguien le había mandado un mensaje. Lo abrió, encontrándose con el nombre de Bree. "¿Dónde estás? ¿Estás con Matt? La clase ya empezó." Cerró el mensaje sin contestar y dio media vuelta, dirigiéndose a su auto. De seguro Matt estaba en el hospital junto a Vicki, cuidándola y Charlotte decidió hacerle compañía a uno de sus mejores amigos. La mamá de ambos no estaba en la ciudad y nadie debería estar solo en una situación así.
Pasó a un par de tiendas antes, comprando una gran canasta de "Recupérate pronto" junto con lindo globo negro y el último CD de la banda favorita de Vicki, información otorgada generosamente por Jeremy. Por último, compró unas lindas flores blancas y las puso sobre todo. Sonrió, estacionando el auto junto a uno de las múltiples áreas verdes que tenía el hospital. Bajó del auto, tomando con cuidado la canasta y cerró la puerta del auto con su pierna, activando la alarma.
Apenas dio media vuelta, alguien chocó contra ella, botando las flores que había puesto por encima. Charlotte apretó los labios, maldiciendo mientras se agachaba a recoger las flores. Stefan Salvatore se disculpó mientras le ayudaba a recoger y lo miró con los ojos entrecerrados, evitando decir algo rudo.
—Realmente lo lamento —se disculpó por décima vez—. Las flores son hermosas ¿Son para la hermana de Matt? —Charlotte asintió, cambiando el peso hacia su otra pierna, incómoda. Stefan lo notó e hizo una mueca—. Realmente no te agrado, ¿verdad? —volvió a preguntar el castaño, rascando su nuca.
—No soy buena conociendo gente nueva.
—¿Por qué? —Charlotte enarcó una ceja, mirándole.
—Mejor malo conocido que bueno por conocer —respondió simplemente, pasando por su lado para luego entrar al hospital.
Llegó al cuarto de Vicki con rapidez y agradeció conocer el hospital al revés y al derecho. Tocó la puerta con sus nudillos, sonriendo suavemente cuando la cansada cara de Matt le dio la bienvenida. Su mirada cayó en la gran canasta que cargaba y negó.
—No debiste, Charlotte —dijo sonriendo.
—Por supuesto que sí —replicó, entrando al cuarto—. Aquí tienes una canasta Montrose: tiene un poco de comida chatarra para cuando despierte, así no tiene que comer la del hospital. Una gaseosa, un lindo globo negro y el último disco de The Posers. Le traje unas flores también, pero el famoso Stefan Salvatore las botó chocando conmigo —dijo rodando los ojos.
—¿Stefan Salvatore? —preguntó frunciendo el ceño.
—Exacto —asintió—. Me preguntó por qué no me agradaba, ¿puedes creerlo?
Escuchando la risa de Matt, dejó la canasta en una de las pequeñas mesitas que había a su alrededor para luego traer una silla y ubicarla al lado del sofá en el que estaba Matt, sentándose a su lado. Tomó una de las manos de sus manos, acariciándola con delicadeza mientras se apoyaba en su hombro. Si Matt encontró extraño el gesto, no dijo nada, pues pasó una mano por sus hombros y la acercó a él, abrazándola.
Los sonidos que emitía la máquina a un lado de la camilla era lo único que se escuchaba en la habitación, hasta que Matt habló: —Nunca te agradecí por haber encontrado a Vicki esa noche. No sé que hubiera pasado si no lo hubieras hecho. Gracias, Char —sintió como besaba levemente su cabello y sonrió.
—Sabes que no hay nada que agradecer, Matt. ¿Le avisaste a tu madre? —preguntó, levantando la mirada hacia él.
—Le dejé un mensaje, pero de seguro está muy ocupada con su novio como para leerlo —la pelirroja hizo una mueca, antes de volver a acariciar su mano. Luego de un par de minutos, Matt volvió a hablar—. ¿Sabes? Algunas veces me imagino como hubiera sido tener una familia normal. Ya sabes, padres presentes... una hermana estable, el pack completo.
Charlotte sonrió, su mirada perdida en algún punto de la habitación: —Sé lo que sientes, pero aunque es bonito imaginar una vida diferente, solo tenemos la que estamos viviendo... y lamentablemente no podemos hacer nada para cambiarla. Lo único que nos queda es tratar de sacarle provecho y ser felices.
Matt comenzó a reír, causando que la pelirroja levantara su mirada hacia él: —Por supuesto, por que tener un padre doctor, una mamá que es como una hermana para la alcaldesa y una hermana pequeña que es la niña más tierna del mundo es igual que no tener padre, que mi madre nos haya abandonado por su novio y que mi hermana esté metida hasta el fondo en las drogas. Si, Charlotte, tu vida es tan difícil —se burló. De inmediato sacó su cabeza de su pecho y soltó su mano. Mentiría si dijera que no le había dolido que uno de sus amigos pensara así de ella, y se recordó mil veces que era para lo mejor. Nadie necesitaba saber sus problemas, ellos ya tenían los suyos como para preocuparse de los ajenos. Además, no había nada que se pudiera hacer.
Matt la miró extrañado, acomodándose en el sofá y Charlotte le sonrió, tomando su mochila del suelo y sacando las llaves de su auto: —¿Ya te vas? ¿Te molestaste? -preguntó el rubio, girándose hacia ella.
—No, Matty. Tienes razón y lo lamento. No debería opinar en cosas que no entiendo y de todas formas, ya tengo que ir a buscar a Grace —besó su mejilla, evitando mirarlo a los ojos y saliendo de la habitación.
Estacionó su auto frente a la escuela, viendo como los niños corrían y reían mientras saludaban a sus padres. Sonrió al verlos y se apoyó de brazos cruzados, esperando a ver el pelirrojo cabello de su hermana menor. Si había algo que siempre la ponía de buen humor, era ver la hermosa sonrisa que Grace mostraba cada vez que salía de su escuela. Había algo en ver esa dulce cara de felicidad que todos sus problemas se desvanecían en el momento en que sus pequeños brazos la abrazaban. Grace definitivamente era lo único que necesitaba en su vida para ser feliz, y Charlotte tan solo esperaba que su hermana pudiera crecer en una buena y amable persona, alguien con futuro... no como ella.
Sin embargo, sus pensamientos rápidamente tomaron otra dirección en cuanto vio que Grace no salía con su sonrisa, sino que caminaba directo hacia ella con su mirada hacia el suelo, sujetando con fuerza las correas de su mochila. Charlotte activó la alarma del auto, caminando hacia ella y tomándola en sus brazos. Los brazos de la pequeña se enredaron en su cuello, ocultando su cara en su hombro mientras Charlotte sobaba su cabello, preguntándole en susurros que había pasado. El silencio de Grace solo hacia que se preocupara cada vez más.
No fue sino luego de minutos que Grace habló, susurrando las palabras en su oído: —La profesora Turner quiere hablar contigo, Charlotte.
De cabello negro y con unos ojos que mostraban todo menos amabilidad hacia ella, la profesora Turner se sentó en el escritorio del salón luego de cerrar la puerta. Grace todavía se encontraba en su regazo, escondiendo su cara en su pecho al sentir la penetrante mirada de la mujer en ellas.
—¿De qué quería hablar conmigo, profesora Turner? —le preguntó al ver que no hacía intento por iniciar una conversación. Con la mirada en alto y sin acobardarse, Charlotte mantuvo sus ojos en ella.
—Hoy ocurrió un incidente en clases, señorita Montrose. Hechos que terminaron con su hermana llorando desconsoladamente, asustando a sus compañeros de salón —Grace se acurrucó más contra ella, jugando con el cuello alto de su camiseta—. Lo principal que quería consultarle es el por qué está usted como contacto de emergencia y no alguno de sus padres.
Charlotte enarcó una ceja: —¿Qué hechos ocurrieron, profesora?
—Tuve que regañar a los niños cuando no querían hacer silencio, y de la nada, la alumna aquí presente comenzó llorar escandalosamente, pidiendo por usted. La profesora asistente la tuvo que sacar del salón para poder calmarla y continuar con la lección.
Charlotte entrecerró los ojos, escuchando el susurro de Grace: —Ella gritó como papá —no fueron necesarias más palabras que esas para comprender la verdadera magnitud de la situación. La profesora se acercó, tratando de escuchar lo que había dicho Grace, sin éxito alguno.
—¿Qué dijo? —preguntó. Ignorándola y aún con la pequeña en sus brazos, Charlotte se paró de su asiento y la bajó, sonriéndole y dándole uno de los dulces que tenía en su mochila para que saliera del salón y la esperara afuera. Grace obedeció de inmediato, cerrando la puerta de puntillas detrás de ella.
Apoyándose duramente contra el escritorio, acercó su cara a la profesora, tratando de profesar la furia que sentía en su mirada. —Mi hermana no llora por cualquier cosa, profesora Turner, así que le recomiendo que comience a medir el tono de su voz si no quiere problemas conmigo. No me haga hacer público el hecho de por qué la echaron de su antiguo empleo —habló en voz baja.
La profesora Turner palideció, golpeando el escritorio con dureza antes de apuntarla con el dedo: —No voy a tolerar que me hable de esa manera, señorita Montrose. Usted me debe respeto como su mayor.
—Usted debería moderar sus palabras, profesora Turner. Y ya que claramente no sabe quién soy, se lo explicaré: Mi nombre es Charlotte Montrose, hija de Edward Montrose, uno de los mejores doctores de Mystic Falls y de Sarah Montrose, mejor amiga de la alcaldesa. Sin contar que el señor y la señora Lockwood son mis padrinos al igual que los de mi hermana Grace —confesó, antes de sonreírle con falsedad— ¿Qué quiere decir eso? Que con solo una queja a Carol, puedo hacer que la saquen de este pueblo antes de que siquiera sepa que está pasando. Así que tome todos esos problemas de ira y déjelos bien lejos de mi hermana, por que usted no quiere saber que pasaría si se mete con mi familia.
Con una sonrisa y un movimiento de cabello, Charlotte salió de la habitación, dejando a la profesora respirando furiosamente como animal. Afuera se encontró a Grace, balanceando sus piernas en la banca en la que estaba sentada. No habló cuando Charlotte tomó su mano, ni cuando le colocó el cinturón de seguridad. No fue sino hasta que estuvieron lejos de la escuela cuando Charlotte escuchó su voz.
—Lo siento, Lottie —susurró a su lado. Charlotte suspiró, tomando su pequeña mano con la de ella—. No quise darte ningún problema. ¿No te hizo daño? La escuché golpear algo y gritar.
Sus bellos ojos celestes la miraron con lágrimas en ellos, y Charlotte tuvo que estacionar el auto para poder girarse hacia ella.
—No tienes por qué disculparte, calabaza —le sonrió, limpiando sus mejillas con sus pulgares—. Nunca vas a ser un problema para mí, ¿lo entiendes?
—No quise ponerme a llorar, pero me asusté. Pensé que me iba a hacer daño —le confesó, mirando hacia abajo. Charlotte hizo una mueca, desabrochando ambos cinturones para poder abrazarla con fuerza. La puso en su regazo y levantó su mirada, jugando con su labio inferior que sobresalía al hacer puchero hasta que Grace finalmente sonrió.
—Mira, calabaza. Siempre va a haber gente mala, o simplemente gente que no entiende sobre amabilidad. Van a haber personas que te van a gritar, van a querer hacerte sentir mal y van a querer humillarte, en especial esa gente que se cree mejor que otros. Pero tú debes hacerle frente a tus miedos y problemas, ¿está bien? Nadie te va a hacer daño mientras yo esté contigo, y si no estoy, me llamas y yo llegaré, pero nunca voy a dejar que te toquen ni un solo pelo de zanahoria que tienes, ¿entendido? —Grace asintió antes de tirarse a abrazarla nuevamente. Charlotte rio al sentir como la apretaba con fuerza, para luego dejarla en su asiento y abrochar su cinturón—. Bien, prepárate. Iremos a por un helado.
La noche del cometa había llegado. Decenas de personas se habían reunido en la plaza central de Mystic Falls para presenciar el paso del cuerpo celeste por sobre el pueblo. Un evento que según las historias cruzaba los cielos cada 145 años, trayendo consigo una nueva etapa, llena de cambios que podían ser buenos o malos, pero que definitivamente cambiaban el curso de tu vida. Esa era la razón del festival que se celebrara aquella noche, para apaciguar las malas energías y que la estela que dejaba el cometa en su paso por los cielos dejara por sobre sus cabezas suerte, éxito y abundancia. Cometa del destino, lo llamaban algunos. Hielo, polvo y roca lo llamaba Charlotte.
Caminando a un lado de Bree, la pelirroja sostenía la vela encendida en su mano mientras veía a la gente sentada sobre el césped. Su mirada se dirigió hacia arriba, viendo la pequeña bola blanquecina que cruzaba el oscuro cielo nocturno. Suspiró, pensando en que si alguna de las cosas que había escuchado era verdad, solo esperaba que le trajera algo de suerte. Definitivamente necesitaba un poco de suerte.
Una mano tocó su espalda, sobresaltándola. La mirada de su mejor amiga se posó sobre la de ella, preocupada y Charlotte le dio una media sonrisa, entrelazando su brazo con el de Bree: —Los chicos nos están esperando en el Grill para pasar el rato —le dijo. Apagó su vela, quitándosela para luego dejarla en uno de los recipientes y comenzando a arrastrarla hacia el restaurante.
Apenas llegó se encontró con la mirada de Matt, sin embargo, le rehusó y se enfocó en el plato de papas fritas que estaba en medio de la mesa. Sacó una, metiéndosela a la boca cuando llegó Caroline, seguida por Jeremy. Su mirada se fue a Tyler, rodando los ojos ante la discusión que se iba a formar.
—¿Alguno ha visto a Vicki? —fue lo primero que preguntó, llamando la atención de todos en la mesa.
—Tu la acechas, dinos tú —le dio un leve codazo a Tyler, ganándose una mala mirada de parte de él.
—No la encuentro —alegó el Gilbert menor de vuelta.
—Tal vez encontró a alguien más. Lo siento, traficante, te reemplazaron —Tyler terminó de decir con una sonrisa de superioridad. Charlotte suspiró, masajeando su frente ante la situación. Otra pelea entre Tyler y Jeremy no era la manera en la que quería terminar el día.
—¿Traficante? —la voz de santa Elena solo agravó su dolor de cabeza.
—Pregúntale a él.
—Tyler, ya basta —ordenó Bree.
—¿Quieres hacer esto ahora? —Jeremy preguntó enojado.
—¿Estás traficando drogas? —interrumpió Elena nuevamente.
—Ella nunca querrá estar contigo.
—Pues ya lo hizo. Una y otra vez —Tyler rodó los ojos, riendo.
—¿Dormiste con Vicki Donovan? Quiero decir, ¿Vicki Donovan durmió contigo? —preguntó Caroline, completamente sorprendida.
—Y ni siquiera tuve que obligarla —todos quedaron en silencio. Charlotte levantó su mirada, dejando de masticar la última papa frita que quedaba en el plato. Se voltearon a Tyler, quien solo miraba con odio a Jeremy.
—¿De qué está hablando, Ty?
—Nada, es solo un punk.
—¿Saben qué? Por qué mejor no nos enfocamos en encontrar a mi hermana —finalmente explotó Matt, levantando su voz. Todos asintieron: Bonnie y Caroline iban a la parte de atrás del restaurante, Matt iba a la plaza y Tyler iría por los alrededores. Charlotte se levantó de su asiento, suspirando mientras se acercaba a Bree a preguntarle a los trabajadores del mismo Grill.
Se separaron, dividiéndose el lugar para ahorrar tiempo. Charlotte preguntó con rapidez, ignorando cualquier intento de conversación que saliera de alguno de los empleados, hasta que finalmente uno le dijo que la había visto subir con alguien a la azotea. Le agradeció, retrocediendo para ir a buscar a Bree, quién también la buscaba a ella. Ambas se juntaron, hablando a la misma vez.
—La vieron subir a la azotea.
—La vieron ir al baño —se miraron, asintiendo antes de ir a buscarla, cada una por su lado. Charlotte pasó a través de las personas, dirigiéndose hacia donde estaban las escaleras que daban a la azotea del edificio. Subió con precaución, aferrándose a la baranda que la guiaba a través de la oscuridad del pasillo.
Llegó a la entrada, el silencio que le proveía la oscuridad siento interrumpido por los lloriqueos de la hermana de uno de sus mejores amigos. Charlotte se paralizó por unos segundos, tratando de entender lo que estaba pasando antes de tomar la manilla de la puerta y abrirla con fuerza, golpeándola contra la pared. Sus ojos buscaron a Vicki, encontrándola en los brazos de un desconocido en el borde de la azotea. La chica lloraba, tratando de soltarse de su agarre hasta que su mirada en ella.
—¡Char! —lloró hacia ella, tratando de ir hacia ella aun cuando no podía. Charlotte asintió hacia ella, queriendo tranquilizarla antes de mirar al extraño.
—Déjala ir —le ordenó, su voz dura y sin sentimientos, a pesar de las temblorosas manos que trataba de ocultar—. Ahora.
El extraño rio, inclinando su cabeza mientras la miraba con unos ojos azules que parecían brillar a través de la noche: —¿Y quién eres tú para decirme que hacer? —le preguntó, mirándola de arriba hacia abajo. Charlotte trató de ocultar su disgusto.
—Tú no quieres saber quién soy, así que déjala a ir. No te lo voy a decir dos veces —el desconocido tiró a Vicki al suelo, haciéndola llorar aún más antes de aparecer frente a ella. Charlotte se sobresaltó, tratando de retroceder pero él agarró con fuerza su barbilla, obligándola a mirarlo. Cerró sus ojos, removiéndose con fuerza para soltarse del agarre que ahora mantenía en su cintura.
—Abre los ojos, rojita —escuchó que le decía, pero se negó. No le iba a hacer caso, no le iba a dejar las cosas fáciles. Vicki, corre. Por favor, corre, era lo único que pasaba por su mente. Ganar tiempo—. Abre los ojos —ordenó, esta vez con un tono más fuerte.
—Púdrete —le respondió, antes de sentir como algo se enterraba en su cuello. Soltó un grito desgarrador ante el dolor en su piel, abriendo los ojos a la vez que comenzaba a sollozar. Los ojos azules estuvieron frente a los de ella en un segundo.
—No hagas ruido y no te muevas —Charlotte vio esos ojos, y sintió como su cuerpo ya no respondía a sus órdenes. Se encontró confundida, asustada. Horrorizada más bien, al ver la sonrisa sádica del desconocido frente a ella, mirando la grave herida sangrante que presentaba su cuello. ¿Con qué la había herido? Sentía la sangre correr por su piel. ¿Se estaba desangrando? No podía dejar a Grace. No podía morir. No era su tiempo aún—. Eres deliciosa —lo escuchó susurrar y solo pudo soltar más lágrimas al sentir sus labios en su herida, seguido del inmenso dolor cuando lo sintió morderla.
No supo cuánto tiempo había pasado desde que él la había estado mordiendo, para ella se habían sentido como horas. Una brisa de aire llegó hacia ella y abrió sus párpados, encontrándose con la mirada de Stefan. No pudo quitar sus ojos de él y quiso volver a gritar cuando vio que venas aparecían en su cara, sus ojos volviéndose de un tono sangre. El desconocido salió de su cuello, lamiendo sus labios para luego dejar un beso en su mejilla, volviéndose a Stefan.
—Nada mal, pensé que te ibas a demorar. ¿Has estado comiendo conejitos? —se burló, arrastrándola del brazo hacia Vicki, quien aún seguía en el suelo llorando. Quiso calmarla, decirle que todo iba a estar bien, pero por más que tratara, las palabras no salían de su boca. Ni siquiera sus labios se abrían. Charlotte solo se encontraba allí, llorando en el borde de la azotea, viendo el intercambio entre los dos hombres frente a ella.
—Basta, Damon. Déjalas ir —respondió Stefan, sin dejar de apartar la mirada de ambas, evitando al mismo tiempo ver la herida de la pelirroja.
—¿De verdad? Bien —Tomó el brazo de Vicki y el de Charlotte, empujándolas hacia el borde. Solo pudo cerrar sus ojos, más lágrimas saliendo al escuchar el grito de Vicki.
—¡No!¡No! —gritó Stefan. Damon sonrió, tirando a Vicki hacia Stefan, quien la afirmó con sus brazos mientras el pelinegro seguía apretando el brazo de Charlotte. No la alejaba de su lado y ella no entendía que estaba pasando. Por primera vez en años, ella solo quería ir a casa.
—Tranquilízate, hermano. Yo no quiero matarla, pero quizás tú si. Después de todo, creo que ya encontré a mi próxima víctima. ¿Hueles eso? Es deliciosa, ¿no crees? —dijo oliendo el cuello de Charlotte, para luego soltarla y aparecer frente a Stefan, sonriéndole. Su mirada fue hacia abajo, a donde Vicki estaba tirada—. ¿Qué te atacó la otra noche? —le preguntó.
Vicki lo miró, las lágrimas manchando su cara mientras trataba de recordar: —No lo sé, un animal —lloriqueó.
—¿Estás segura de eso? —volvió a preguntar con falsa preocupación—. Piensa. Piénsalo. Piénsalo muy bien. ¿Qué te atacó? —algo atravesó la mente de Vicki, pues sus ojos la miraron a ella, y luego a Damon.
—Vampiro —respondió, poniéndose alerta, alejándose de ambos. Damon acercó su cara a ella, gritándole, mientas Stefan solo veía el intercambio.
—¡¿Quién te atacó?!
—¡Tú lo hiciste! —Vicki lloriqueó. Damon chasqueó su lengua, negando levemente.
—¡No! Fue Stefan -corrigió él.
—No hagas esto, Damon —murmuró Stefan, impotente.
El pelinegro lo ignoró, tomando a Vicki de sus brazos y la obligó a mirarlo: —Stefan Salvatore te hizo esto. Es un vampiro. Un despiadado monstruo asesino. Te atacó en el bosque y atacó a la preciosa pelirroja de allá. La destrozó, sin dejar ni una sola gota de sangre en su cuerpo —Charlotte comenzó a llorar aún más, mirando a Stefan. Sus ojos pedían por ayuda, desesperados y aterrorizados, pero él no podía hacer nada. Él no era fuerte, no podía ganar contra Damon.
—Por favor, Damon. No lo hagas. Solo déjalas ir, ellas son inocentes —volvió a rogar Stefan.
—¿Inocentes? —se burló, haciendo una mueca—. Esa de ahí es una drogadicta cuya vida no vale absolutamente nada. Mírala, es un desastre... y está de aquí —dijo, volviendo donde Charlotte. Despejó su cabello, moviéndolo a su espalda y olisqueó su cuello descubierto—, esta dijo que no le agradabas. Fue maleducada contigo, ¿puedes creerlo? La vi mirándote mal y eso no me gustó para nada. Y me dije, he matado por menos, ¿por qué no hacerlo ahora?
Damon volvió a morder el cuello de Charlotte, para luego tirarla al suelo y aparecer sobre Vicki. Charlotte no podía creer que aquella fuera la forma en la que iba a morir. Tantas veces lo pensó, sin embargo, ninguna era ni remotamente cercana a esto. Nada era cercano a esto. Sintió sus ojos cerrarse, el cansancio inundando su cuerpo, sin fuerzas ya para mantener sus párpados abiertos.
—Damon, por favor —la cara de Stefan ya comenzaba a cambiar, venas apareciendo debajo de sus ojos ante el olor de la sangre de Charlotte.
—No pudiste arreglarlo antes. No sé que harás ahora —en un rápido movimiento, le quitó la venda a Vicki del cuello, sacándole un grito. Damon tiró de Vicki hacia Stefan y Charlotte abrió sus ojos, solo para ver como su cara se transformaba—. Tu estilo de vida te ha hecho débil. Un par de trucos de feria no son nada comparados con el poder que puedes tener, con el que ahora necesitas. Pero tú puedes cambiar eso. La sangre humana te lo da.
Stefan tiró bruscamente a Vicki al suelo, alejándose de ella: —Basta.
—Tienes dos opciones: Puedes alimentarte y hacer que ella olvide todo o puedes dejarla ir para que grite "vampiro" por toda la plaza —habló, rodando sus ojos.
—¿De eso se trata todo esto? ¿Quieres exponerme? —replicó el castaño, enojado. Damon golpeó su frente ante las palabras de Stefan.
—¡No! ¡Quiero que recuerdes quién eras! —exclamó.
—¿Para qué? ¿Para que me alimente? ¿Para que mate? ¿Para que recuerde lo que es ser hermanos? ¿Sabes qué? Déjala ir. Deja que le diga a todos que los vampiros han regresado a Mystic Falls. Deja que me encadenen y que me claven una estaca en mi corazón. Al menos, estaré libre de ti —finalizó, quedando solo a centímetros del pelinegro.
Damon se encogió de hombros, acercándose a Vicki que había logrado arrastrarse hasta Charlotte. La pelirroja seguía con sus ojos cerrados, la sangre saliendo de su cuello formando un pequeño charco en el suelo. Chasqueó su lengua: —No, cariño. Ven aquí, déjala —acariciando su cabello, susurró unas cuántas palabras en su oído, causando un cambio de actitud en la chica. Confundida, miró hacia ambos hermanos.
—¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? —preguntó, antes de quejarse ante el dolor de su cuello. Asqueada, retiró el cabello que se había pegado a la herida, siseando—. Dios, se me abrieron los puntos.
—¿Estás bien? —preguntó Stefan, viendo con el ceño fruncido la situación, desconfiado de lo que había hecho su hermano.
Vicki rio: —Me tomé algunas pastillas, hombre. Estoy bien —aseguró, levantándose del suelo en el que estaba tirada e ignorando el cuerpo de Charlotte a su lado. Stefan vio como Damon suspiraba, mirando a su alrededor con las manos en las caderas.
—Es bueno estar en casa, creo que me quedaré por un rato. A este pueblo le hace falta un llamado de atención, ¿no te parece? —sonrió Damon.
—¿Qué es lo que pretendes? —Stefan preguntó, causando que la sonrisa de Damon ampliara.
—Bueno, eso lo sé yo y tú tendrás que... ta ta ta, averiguarlo. Salúdame a Elena —respondió, para luego desaparecer junto al cuerpo de Charlotte.
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