
ix. the story of merope and leo I
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CAPÍTULO NUEVE
LA HISTORIA DE MEROPE Y LEO I
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DRACO MIRABA a Hermione sin creerlo. No podía ser cierto que su Leonardo estuviera con la hija del señor oscuro.
—¿Es broma verdad?—preguntó incrédulo.
La chica lo miró y suspiro, ella también quería que lo fuera.
—No, no lo es. —la voz fría de Leonardo Rosier los dejó en shock.
Ninguno de los dos se quería dar la vuelta, sabían que el hombre estaba detrás de ellos. Draco se sintió un idiota una vez más.
—Señorita Granger le aconsejó que se retiré a su sala común—hablo mientras arrastraba la voz con enojó.
Hermione se giró con una cara de culpabilidad y miro a su maestro.
—Profesor Rosier yo...
—Si no quiere ser expulsada por ser una entrometida le recomiendo que se vaya a su sala común y ni una palabra a nadie—demando y ella lo miro con asombro y culpa. La chica miro a Draco y salió del lugar sin decir ninguna palabra.
Draco por otro lado seguía sin darse la vuelta.
—Es hermosa cierto—Leonardo se acercó a él y le quitó la fotografía de las manos, sonrió con felicidad y nostalgia.
Una sonrisa que Draco nunca había visto.
—No quería..
—Basta.—lo calló—Siempre dices eso, comienzas a cansarme. ¿Querías saber de Merope no? Por eso estas aquí—le dio una mirada cansada.
—Quería saber quién era ella solamente—admitió con vergüenza.
—Te daré algo,—dijo el hombre—Te enseñaré mi historia con ella—entonces Leonardo levanto su varita y entro a la mente de Draco.
Oh Draco no sabía lo mucho que se arrepentiría de eso.
...
Leonardo Rosier no sabía lo que significaba la Soledad hasta que sus padres murieron, su hermano mayor ya no pasaba tanto tiempo con el cómo antes, Evan era la cabeza de la familia y tenía que actuar como tal.
Sin embargo Leonardo se sentirá solo o eso fue hasta que conoció a Lily Evans cuando accidentalmente choco con ella. El no tenía los prejuicios tan altos como su hermano o familia por lo que los don congeniaron al instante.
La chica estaba en su último año cuando el solo estaba en el segundo.
Cuando Evan Rosier fue encontrado muerto Leonardo volvió a conocer lo que era la Soledad. Ese sentimiento de tristeza y melancolía que lo envolvía, el saber que no vería a su hermano de nuevo, o el que se había quedado solo para siempre.
Lily Evans no dejaría que el chico estuviera sólo y cuando llegó la carta del ministerio en donde especificaba que Evan Rosier dejaba la tutela de Leonardo a Lily Potter si algo llegará a pasar, fue todo lo que necesito ella para llevar a Leonardo a su hogar.
James no tenía problemas el y sus amigos amaban al chico Rosier como su hermano pequeño.
—¡No!—Leonardo de trece años escucho cómo Lily gritaba.
Estaba molesta, el chico se acercó desde la planta alta y miro a Lily, James y Dumbledore. La mujer miraba mal al hombre mayor al igual que James.
—Lily...
—Es solo un niño—negó ella de inmediato—Y esta bajo mi cuidado, yo sé lo que es mejor para el.
—El no se cansara de buscarlo hasta que lo encuentre—suspiro el mayor con pena.—Eatara bajo el cuidado de...
—¡He dicho no!—Lily lo mando a callar.
—Lily—James se acercó a su esposa para poder ayudarla a calmarse—El bebé.
Ella estaba embarazada, Leonardo suspiro y bajo las escaleras llamando la atención de los presentas.
—Leo cariño... —la pelirroja murmuró.
—Lo haré—el solo miro a Dumbledore directamente.
—Claro que no—James negó de manera rápida.
—Esa no es su decisión.
—Tampoco tuya—repuso Lily molesta y preocupada.
—Estare bien—se acerca a la mujer quien enseguida lo abrazo como pudo por su enorme panza de embarazada.—No quiero que nada les pase—confeso de manera sincera.
Después de la muerte de Evan, Voldemort se dedicó a buscar a Leonardo por mar y tierra. Y no estaba dispuesto a descansar sin encontrar al Chico. Es por eso que Dumbledore había ido para poder interceder, el tenía un espía con los mortifagos para poder cuidar de Leo.
Cuando Leo llegó a la mansión Riddle se dio cuenta de que la suya era aún más grande que esa. Sus manos sudaban pero no dejó que alguien lo notará. Miraba a su alrededor, las paredes negras, el ambiente sombrío y apagado. Conocer a Voldemort no había sido tan malo como el esperaba.
Parecía que el tipo tenía corazón, pues había dejado a Leonardo fuera de la reunión. Con la promesa de que qué cuando está terminará alguien lo llevaría a su casa.
Sin evitarlo comenzó a husmear por el lugar, no era algo que el hiciera, pero la curiosidad le ganó y el saber algo que pudiera destruir a Voldemort lo hizo tener esperanzas. Camino por un pasillo largo en busca de algo fuera de lo normal pero solo encontró un cuarto al final del pasillo, sin pensarlo quiso abrir la puerta pero fue detenido por una voz.
—¿Qué haces?—pregunto una melodiosa voz.
Leonardo dio un brinco solo para girarse y ver a una niña. Entro en pánico enseguida pero todo se esfumó al ver a una chica pelinegra parada con calma.
—¿Quién eres?—su voz era suave.
—Leonardo—contesto con voz firme.
El no era un cobarde y si lo habían atrapado lo enfrentaría.
—No te había visto por aquí antes.
—Pues no—el negó.
—Soy M...
—¡Merope!—los dos niños se giraron para mirar a una mujer de cabello largo y rubio como la nieve.
—Madre—murmuró ella.
—¿Quién es tu amigo?—preguntó la mujer viendo con una sonrisa al niño.
—Yo no...
—Es Leonardo madre.—lo corto ella.
Leonardo miró mal a Merope quien solo le sonrió en respuesta.
—¡Leonardo, claro que te recuerdo!—el chico no supo cómo actuar cuando la mujer lo abrazó. Pero al ver la mirada de Merope siguió el juego.
—Igualmente Señora... —se detuvo sin saber su apellido.
—Malfoy.—termino por el.
La mandíbula de Leonardo no cayó por que estaba pegada a su cara. Miró a la chica en busca de alguna explicación pero ella miraba a su madre con nerviosismo.
—Mamá, ya no es ese.—Merope miró a su madre con pena.
—Claro que sí. Soy Denisse Malfoy, la hermana menor de Abraxas Malfoy.—afirmó ella.
...
Draco quién veía los recuerdos de Leonardo quiso salir de ellos, no podía seguir escuchando nada más. Si lo que la mujer decía era cierto. Merope Evans, era realmente; Merope Riddle-Malfoy. Su tia.
Draco se había enamorado de la misma persona con la que Merope había estado. Las ganas de pensarlo solo lo hicieron querer vomitar.
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