⋆⭒˚.⋆ 𝟎𝟔.
HOGWARTS.
Tres semanas habían pasado con una lentitud exasperante para Jaime Potter. A pesar de que Hogwarts nunca carecía de actividad, siempre había un niño que necesitaba atención, una poción por preparar o una emergencia inesperada que atender. Pero, aunque era experta en su labor, la rutina comenzaba a pesarle de una forma que no podía ignorar.
Todo había comenzado con un incidente en una clase de Transformaciones. Al parecer, un grupo de estudiantes de tercer año había decidido que intentar adelantarse al plan de estudios era una idea brillante. El resultado: tres niños con orejas de conejo, uno con la piel cubierta de un patrón de escamas doradas y una niña que no podía dejar de croar. Jaime había pasado horas en la enfermería deshaciendo el desastre, aunque en el fondo no podía evitar sonreír ante lo surrealista de la situación.
Apenas terminaba con un problema, surgía otro. Las fracturas por el Quidditch se habían convertido en una especie de tradición semanal. "Es parte del deporte", decía Madame Hooch con un encogimiento de hombros cada vez que le traía un estudiante con una pierna torcida o un brazo magullado. Jaime, por su parte, había perdido la cuenta de las veces que había tenido que usar su varita para reparar huesos rotos, aunque todavía agradecía que no le tocara lidiar con una desastrosa dosis de Skele-Gro, cómo Harry que lo tuvo que tomar en su segundo año.
Sin embargo, no eran solo las lesiones físicas lo que llenaba sus días. Muchos de los estudiantes acudían a ella no solo como enfermera, sino como una figura confiable, casi maternal, en la que podían depositar preocupaciones. Había escuchado confesiones sobre exámenes fallidos, amistades tensas y las inevitables peleas entre compañeros de casa. Siempre se aseguraba de ofrecerles palabras de ánimo, incluso cuando el cansancio empezaba a pesar en sus hombros.
Con todo, no podía negar que estas tres semanas parecían haberse alargado más de lo habitual. Entre curaciones, consuelos y responsabilidades, Jaime apenas había tenido tiempo para respirar. Sin embargo, a pesar del agotamiento, siempre encontraba en cada día una pequeña chispa de alegría. Fuera un estudiante agradecido, una carta de Harry, o una noche en la que el castillo parecía susurrar su apoyo silencioso, algo siempre la hacía continuar con determinación.
Pero a pesar de la rutina diaria, Jaime había encontrado un motivo para sentirse emocionada y orgullosa con Nova como su nueva sobrina postiza. Por un lado, estaba emocionada de ver a Nova en Hogwarts, especialmente después de haber sido seleccionada para la casa Slytherin. (A pesar del escándalo de Sirius) Jaime no podía evitar sentir una profunda conexión con Nova, debido a la cantidad de rasgos y características que compartía con Regulus.
La forma en que Nova hablaba, con una elegancia y refinamiento que era característico de Regulus, hacía que Jaime se sintiera transportada a un pasado lejano. La forma en que Nova caminaba, con una confianza y una gracia que era propia de Regulus, también hacía que Jaime se sintiera conmovida.
Pero lo que más llamaba la atención de Jaime era el intelecto de Nova, que era igual de aplicado y reservado que el de Regulus. La forma en que Nova se sumergía en sus estudios, con una pasión y una dedicación que era característica de Regulus, hacía que Jaime se sintiera orgullosa y emocionada por el futuro de la joven.
En ese momento, Jaime se dio cuenta de que Nova no solo era la hija de Sirius, sino que también era una conexión viva con el pasado, con la memoria de Regulus y con la historia de la familia Black. Y eso hacía que Jaime se sintiera aún más emocionada y orgullosa de ser parte de la vida de Nova.
Pero lo que más le sorprendió a Jaime, era que Nova se había convertido en una amiga inseparable de Harry, y también había comenzado a congeniar con el trío de oro, Ron y Hermione.
En Slytherin también la habían recibido con los brazos abiertos, Draco al darse cuenta que Nova era su prima, no dudó ningún segundo en comenzar a acercarse a ella, feliz de tener alguien de su familia que fuera de su edad.
Jaime siempre se aseguraba de informar a Sirius sobre el bienestar de su hija, y él siempre estaba ansioso por saber cómo estaba Nova. Jaime se alegraba de poder ser un puente entre Sirius y su hija.
Sin embargo, esa noche en particular parecía tener un peso distinto, porque era un recuerdo de este año que esperaba no olvidar.
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𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨. . .
La noche era oscura y silenciosa en el castillo de Hogwarts, pero la habitación de Jaime estaba a punto de convertirse en un lugar de diversión y risas. De repente, se escuchó un golpe suave en la puerta, y Jaime se levantó de la cama para abrir.
Al abrir la puerta, se encontró con el grupo más inesperado vestidos con pijamas y cojines en los brazos, esperando a ser recibidos por la azabache. Harry, Nova, Ron, Hermione y Draco estaban allí, sonriendo y mirando a Jaime con ojos brillantes de emoción.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó Jaime, sonriendo y mirando al grupo con curiosidad.
—Queremos tener una noche de pijamas, mamá—dijo Harry, mostrando un cojín grande y suave.
—Y queremos que tú seas nuestra anfitriona —agregó Nova, sonriendo y mostrando un tazón de palomitas de maíz.
Jaime se rió y se hizo a un lado para dejar que los chicos entraran en su habitación. La noche de pijamas había comenzado, y Jaime estaba emocionada de ser parte de ella.
—Bueno, supongo que puedo permitir que tengan una noche de pijamas aquí —dijo Jaime, sonriendo y cerrando la puerta detrás de ellos. —solo no le digan a Severus, es un poco gruñón
—¿Un poco?—pregunto de forma sarcástica Ron.
La habitación se llenó de risas y charlas mientras los estudiantes se acomodaban en la cama y en el suelo, rodeados de cojines y mantas. Jaime se sentó en la cama con ellos, sonriendo y disfrutando de la compañía de los jóvenes, que mientras los observaba le hacia recordar a su grupo de los Merodeadores.
—¿Qué película quieren ver? —preguntó Jaime, sacando una caja de películas de debajo de la cama.
—¿Que es eso?—pregunto Draco observando la pequeña televisión que funcionaba gracias a la magia
—Esto, transmite imágenes y sonido, son como los cuadros en movimiento, pero esto son escenas de un tema en específico. Se puede elegir alguna de estas que tiene Jaime por acá.—le explico Nova a Draco que miraba fascinado el aparato
Jaime se rió y les mostró cinco películas diferentes, después de muchas preguntas por parte de Draco y Ron, pusieron la película en el reproductor. La habitación se llenó de la luz y el sonido de la película, y los jóvenes se sentaron en silencio, absortos en la película que se reproducía. Jaime se sentó con ellos, sonriendo y disfrutando de la noche de pijamas con sus sobrinos postizos.
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La mañana comenzaba a desplegar su tranquilidad en Hogwarts, a pesar de la tensión que había generado la supervisión de Umbrige el día anterior. Jaime, sin embargo, parecía haberse librado de la ansiedad que solía acompañar a esas visitas. Con una sonrisa leve en su rostro, se preparó para disfrutar del fin de semana, que siempre había sido su momento favorito en Hogwarts.
Mientras se ponía su abrigo y botas, Jaime sentía una sensación de libertad que solo podía experimentar cuando el castillo estaba vacío. El silencio era algo que le fascinaba, y que esperaba disfrutar en su paseo por las afueras de Hogwarts.
Al salir del castillo, Jaime se encontró con un paisaje sereno y pacífico. El lago negro, con sus aguas tranquilas y oscuras, se extendía ante ella como un espejo. El aire estaba lleno del canto de los pájaros y del susurro de las hojas de los árboles, creando una melodía que era como música para los oídos de Jaime.
Con un suspiro de satisfacción, Jaime comenzó a caminar por el sendero que bordeaba el lago, disfrutando del silencio y de la belleza del entorno. Era momentos como estos los que la hacían recordar por qué había amado tanto su tiempo en Hogwarts. La paz y la tranquilidad que se encontraban en este lugar eran algo que difícilmente se podía encontrar en otro lugar.
Jaime se sentó en la roca grande, rodeada de la serenidad del lago negro y del bosque que lo rodeaba. Sacó su libro favorito, "Orgullo y prejuicio", y comenzó a leerlo, sonriendo al recordar los diálogos que ya había leído desde sus 16 años.
El libro se encontraba en buenas condiciones, a pesar de haber sido leído y releído durante años. Solo un pequeño dobles en el margen de la parte superior derecha del libro recordaba la historia detrás de él. Jaime jamás había intentado arreglarlo, ya que era un recordatorio de la persona que se lo había regalado.
Regulus, había sido el que le había regalado el libro a Jaime. Él mismo había doblado la esquina del libro y había escrito una pequeña nota en el dobladillo: "Para mi estrella de la noche". La escritura de Regulus siempre había sido elegante y refinada, algo que Jaime jamás había podido imitar. Su propia letra siempre había sido más desordenada y espontánea.
Mientras Jaime leía el libro, su mente comenzó a vagar hacia los recuerdos del pasado. Recordó la primera vez que había leído el libro, y cómo había sentido una conexión profunda con los personajes y la historia. Recordó también la forma en que Regulus le había regalado el libro, y la forma en que había sonreído al ver su reacción.
La lectura del libro se convirtió en una forma de viajar en el tiempo, y Jaime se sintió transportada a un momento en el que todo parecía más simple y más claro. Pero al mismo tiempo, sabía que el presente también tenía su propia belleza y su propio significado. Y así, con el libro en la mano y la serenidad del lago negro a su alrededor, Jaime se sintió en paz con el mundo y con ella misma.
El tiempo parecía haberse detenido para Jaime, sumida en la lectura de su libro favorito y rodeada de la serenidad del lago negro. Pero de repente, un ronroneo suave interrumpió la tranquilidad del momento. Jaime levantó la mirada del libro y se encontró con un gato negro majestuoso, con ojos grises que brillaban como la luna llena.
Se acercó a ella con una elegancia felina, y saltó sobre sus piernas, recostándose en ellas con un suspiro de satisfacción. Jaime se rió levemente y comenzó a acariciar al gato con suavidad.
El gato parecía saber exactamente qué hacer para calmar a Jaime, y se acomodó en sus piernas con una confianza que era casi humana.
—Hola, amiguito —dijo en voz baja, intentando no asustarlo—. ¿De dónde has salido tú?
La voz de Jaime era suave y melodiosa mientras hablaba al gato, que la miraba con ojos grises y brillantes.
—¿Estás perdido? —preguntó, acariciándolo suavemente. Su pelaje era suave, pero bajo su mano, Jaime notó que el gato estaba delgado, como si no hubiera comido bien en días.
El gato maulló suavemente, como si estuviera diciendo que si. Jaime se rió y se inclinó hacia adelante para examinar el collar del gato.
—¿Quién es tu dueño? —preguntó Jaime, mirando el collar con curiosidad.
El collar era simple, pero elegante, y tenía una pequeña estrella con diamantes en el centro. Jaime se preguntó quién podría haberle regalado un collar tan hermoso al gato.
—Parece que andas solo —dijo Jaime, hablando al aire.
Pero el gato parecía haberla escuchado, y rápidamente la miró. Jaime estaría segura de haber visto que el gato había asentido con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con ella.
—¿De verdad? —preguntó Jaime, sorprendida.
El gato maulló de nuevo, y Jaime se rió.
—Bueno, supongo que no importa —dijo Jaime—. Estás aquí ahora, y eso es lo que importa.
Jaime se rió suavemente al ver la reacción del gato. Era como si el animal hubiera entendido perfectamente lo que ella había dicho. La forma en que el gato la miró, con una especie de comprensión y conexión, hizo que Jaime se sintiera un poco sorprendida.
—Parece que tienes una personalidad muy especial —dijo Jaime, acariciando al gato con suavidad.
El gato se recostó en sus piernas, cerrando los ojos y comenzando a ronronear suavemente. Jaime sonrió y siguió acariciándolo, sintiendo una conexión profunda con el animal.
De repente, Harry llegó jadeando. Hermione y Ron lo seguían de cerca, ambos con las caras tensas por la urgencia del momento.
—¡Mamá! —exclamó Harry al verla, su voz cargada de algo más que cansancio.
Jaime levantó la vista, arqueando una ceja, el gato negro se había levantado de un salto y salió escabulléndose.
—¿Qué sucede? —preguntó, haciendo un gesto con la mano para que se sentaran.—Pensé que estarían en Hogsmeade, ¿o es que ese plan ya no está de moda?
Hermione y Ron intercambiaron miradas incómodas antes de dar un paso atrás. Harry, sin embargo, no dudó en acercarse y sentarse junto a Jaime, como si hubiera estado esperando este momento.
—Ellos no necesitan escuchar esto —dijo Harry en voz baja, mirando a sus amigos. Hermione asintió, dándole una mirada comprensiva, y arrastró a Ron.
Cuando se quedaron solos, Harry giró hacia Jaime, su expresión más seria de lo que ella estaba acostumbrada a ver.
—A ver, suéltalo. No me mires con esa cara que me pone nerviosa —dijo Jaime, inclinándose ligeramente hacia él con una sonrisa ladeada.
Harry suspiró y pasó una mano por su cabello desordenado. —Hace tres semanas, Hermione me dijo que debería enseñarles Defensa Contra las Artes Oscuras a algunos estudiantes. Ya sabes, algo práctico, porque en clase solo leemos teoría y nunca practicamos nada real.
Jaime se cruzó de brazos, escuchándolo con atención, aunque su rostro seguía relajado.
—¿Y qué le dijiste? —preguntó, como si ya supiera la respuesta.
—Que era mala idea —admitió Harry rápidamente. —No me sentía preparado, ni siquiera seguro de que fuera algo que podría hacer. Pero... —Hizo una pausa, buscando las palabras correctas—. Hermione no dejó el tema. La semana pasada volvió a mencionarlo, y hoy, cuando vayamos a Hogsmeade, organizó una reunión para hablarlo con más gente. Cree que debo hacerlo, y creo que los demás también.
Jaime lo miró en silencio por un momento, sus ojos avellana brillando con algo que parecía orgullo, pero su sonrisa nunca se desvaneció.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres saber de mí? —preguntó al fin, con suavidad.
Harry bajó la mirada hacia el pasto. —Quiero saber qué opinas. Si crees que estoy haciendo lo correcto.
Jaime soltó una risa breve, pero no burlona. Extendió una mano y le dio una palmada en el hombro, haciendo que Harry la mirara de nuevo.
—Harry, déjame adivinar: estás aterrorizado de que no salga bien, ¿verdad? Que cometas un error o que alguien no te tome en serio.
Harry asintió lentamente.
—Bueno, bienvenido al club —dijo Jaime, encogiéndose de hombros. —¿Sabes cuántas veces me he sentido igual desde que empecé a trabajar aquí? Pero te voy a decir algo: el simple hecho de que te preocupe hacerlo bien demuestra que estás listo para intentarlo.
Harry pareció considerar sus palabras, pero aún había dudas en sus ojos.
—¿Y si no sé suficiente? ¿Y si no puedo ayudarlos? —preguntó en voz baja.
Jaime apoyó un codo en su rodilla y lo señaló con un dedo. —Harry, te subestimas. No te estoy diciendo que seas un experto en todo, pero míralo de esta manera: ¿quién ha enfrentado a Voldy más veces que tú y sigue vivo para contarlo? —dijo, con una media sonrisa, aunque su tono era sincero.
Harry apartó la mirada, incómodo. —Eso no significa que sea bueno enseñando...
—¡Claro que no! —interrumpió Jaime, inclinándose un poco hacia él—. Pero tampoco se trata de ser perfecto. Se trata de compartir lo que sabes, de darles una oportunidad de aprender algo que tal vez les salve la vida. Y, siendo honesta, ¿quién más podría hacerlo mejor que tú?
Harry abrió la boca para responder, pero Jaime levantó una mano antes de que pudiera.
—No me vengas con eso de "no soy tan bueno", porque voy a refutarlo en un segundo. —Hizo una pausa y lo miró fijamente—. Eres mucho mejor de lo que crees. Has aprendido más enfrentándote a cosas reales que cualquier teoría que puedan darles en clase. Lo que Hermione te está proponiendo no es para que seas un profesor perfecto, es para que seas un líder.
Harry se quedó en silencio, procesando lo que había dicho.
—¿Líder? —repitió, con algo de duda en la voz.
Jaime asintió. —Un líder no siempre sabe todas las respuestas. Pero un buen líder es alguien que está dispuesto a intentarlo, a estar ahí para los demás, incluso cuando está lleno de dudas. Y eso, Harry, lo haces sin darte cuenta.
El silencio entre ellos fue cómodo esta vez. Finalmente, Harry levantó la cabeza, con un brillo más seguro en los ojos.
—¿Crees que funcione? —preguntó, con un rastro de esperanza.
Jaime sonrió ampliamente. —Claro que funcionará. Porque no estás solo. Tienes a Hermione, a Ron, y a los demás. Si les das la oportunidad, no solo aprenderán de ti, sino que también te apoyarán cuando lo necesites.
Harry respiró hondo, como si una parte de su carga se hubiera aligerado.
—Gracias, mamá.
Jaime se echó a reír, una risa suave que hizo sonreír a Harry levemente . —Siempre, Harry. Pero ahora ve, ve a tu reunión y muéstrales al increíble líder que sé que eres. Ah, y cuando Hermione tenga razón otra vez —porque la tendrá—, díselo con tacto. Si no, no te lo dejará olvidar.
Harry soltó una pequeña risa, asintiendo antes de levantarse, estaba a punto de irse cuando Jaime lo detuvo suavemente, tocándole el brazo.
—Espera un momento, Harry. Antes de que te vayas a tu reunión clandestina, necesito pedirte algo.
Harry frunció el ceño y volvió a sentarse. —¿Qué pasa?
Jaime lo miró con seriedad, aunque su tono seguía siendo amable. —Quiero que incluyas a Nova y a Draco en el grupo.
Harry parpadeó, atónito. —Nova ya está al tanto, pero ¿Draco? ¿Estás bromeando?
Jaime negó con la cabeza, manteniendo su postura firme. —No estoy bromeando, Harry. Escucha, sé que no es fácil de aceptar, pero quiero que pienses en esto.
Harry bufó y se cruzó de brazos, claramente desconfiado. —¿Por qué querría incluir a Malfoy? Ha pasado años haciéndonos la vida imposible. Se que el habla contigo y que le tienes un cariño, pero yo no confío en el, aun que sea el primo de Nova.
Jaime suspiró, pero no perdió su tono tranquilo. —Harry, sé que Draco ha sido molestoso contigo, no voy a negar eso. Hay algo que muchos no entienden es que él está atrapado. Es un chico que nunca tuvo elección sobre qué camino tomar.
Harry no parecía convencido, así que Jaime continuó.
—Draco está lidiando con más de lo que deja ver. Si le das una oportunidad, si lo incluyes, tal vez le estés dando algo que nunca tuvo: una opción para elegir qué tipo de persona quiere ser, Pero hay cosas que no sabes,
Harry arqueó una ceja, aún reacio a escuchar. —¿Como qué?
Jaime hizo una pausa antes de continuar, como si eligiera cuidadosamente sus palabras. —Draco siempre se ha preocupado por ti, Harry. Nunca lo demuestra, porque no sabe cómo, y porque teme que si se acerca, lo rechaces.
Harry abrió la boca para protestar, pero Jaime levantó una mano para detenerlo.
—Déjame terminar. Cada vez que algo te ha pasado, Draco me ha buscado para preguntarme cómo estás. No lo hace por obligación, ni por curiosidad. Lo hace porque, en el fondo, le importas. Pero el problema es que no sabe cómo romper la barrera que hay entre ustedes.
Harry se quedó en silencio, claramente procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Y por qué no me lo ha dicho nunca? —murmuró, más para sí mismo que para Jaime.
—Porque tiene miedo —respondió Jaime con suavidad. —Miedo de que lo rechaces, miedo de que lo juzgues por todo lo que ha hecho antes. Pero te aseguro que, si le das una oportunidad, verás que no es tan malo como crees.
—Está bien.
Jaime sonrió ampliamente, poniéndose de pie para palmearle el hombro. —Eso es todo lo que pido. Eres mejor de lo que crees, Harry. Y quién sabe, tal vez descubras que Draco puede ser de gran ayuda
Harry asintió lentamente, aún pensativo, antes de darse la vuelta para irse.
Cuando Harry estaba de espaldas, Jaime agregó: —Ah, y Harry... ten paciencia con Draco. Es más complicado por dentro de lo que parece. Pero si alguien puede romper esa coraza, eres tú.
Harry no respondió, pero algo en su expresión indicaba que las palabras de Jaime lo habían tocado más de lo que estaba dispuesto a admitir.
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Jaime caminaba por los vastos pasillos de Hogwarts, dejando que sus pensamientos fluyeran con la misma suavidad que el viento helado que se colaba por las rendijas de las ventanas. Era un fin de semana tranquilo, y el castillo estaba vacío, envuelto en un silencio que casi podía confundirse con paz. Pero para Jaime, esa calma tenía un peso especial, uno que siempre llegaba cuando estaba sola. Su trabajo en la enfermería la mantenía ocupada, rodeada de estudiantes y colegas, pero en momentos como este, cuando el eco de sus pasos era lo único que la acompañaba, no podía evitar sentir esa punzada de soledad.
Pasaba frente a los tapices y armaduras, con recuerdos que danzaban a su alrededor como viejos fantasmas. Los años habían suavizado el filo de su dolor; donde antes había una herida abierta, ahora solo quedaban cicatrices llenas de nostalgia. Pensó en James, en su risa contenida y en su forma de ser, siempre tan feliz, y aunque su ausencia seguía doliendo, también le traía un extraño consuelo, y ahora vivía con las memorias como una manta que la cubría en noches frías.
De pronto, una silueta rápida cruzó el pasillo, una sombra ágil que le hizo detenerse. Jaime sonrió antes de siquiera distinguir al intruso.
—Tú otra vez—murmuró, más para sí misma que para nadie en particular.
El gato negro, el mismo que horas atrás la había encontrado junto al lago, salió de las sombras y se acercó con pasos elegantes. Sus ojos grises brillaban con una inteligencia que le parecía casi humana. Se detuvo frente a ella, mirándola como si la conociera de toda la vida, antes de comenzar a caminar a su lado, tranquilamente, como si esa fuera su misión en ese momento.
Jaime bajó la mirada y dejó escapar una risa suave. —¿Te gusta rondar por los mismos lugares que yo, eh?—El gato no respondió, por supuesto, pero su paso sereno, perfectamente sincronizado con el de ella, era respuesta suficiente.
Siguieron juntos, recorriendo pasillos que parecían no tener fin. Ella hablaba de vez en cuando, murmurando pensamientos sueltos, sabiendo que el animal no podría contestar pero sintiendo, de alguna manera, que la escuchaba. Y quizás eso era lo que necesitaba en ese momento: alguien que simplemente estuviera ahí, en silencio, compartiendo la soledad sin tratar de llenarla con palabras vacías.
—¿Qué haces aquí a estas horas, Jaime?—preguntó Snape con su habitual tono cortante, su figura oscura emergiendo de las sombras del pasillo como si fuera parte de ellas. Su capa se agitó ligeramente cuando se detuvo, y sus ojos negros se entrecerraron, no solo en dirección a Jaime, sino también al gato que estaba junto a ella.
Jaime, lejos de intimidarse, giró lentamente hacia él, su expresión relajada, aunque con un leve destello de diversión.
—Lo mismo que tú, Severus. Vagando por el castillo como un alma en pena.—Una sonrisa traviesa apareció en sus labios mientras cruzaba los brazos. —¿O acaso es que me estás siguiendo?
Snape soltó un resoplido, claramente no impresionado por su actitud.
—Te recuerdo que mi deber incluye asegurarme de que nadie esté... causando problemas en los pasillos. Tú deberías estar en tu aposento, no paseando como una estudiante irresponsable.—Su mirada volvió al gato entrecerrando los ojos —Y ese... ¿animal? ¿Desde cuándo tienes un acompañante tan peculiar?
Jaime bajó la mirada al gato, que no parecía afectado en lo más mínimo por la presencia intimidante de Snape.
—Oh, no es mío. Simplemente decidió seguirme. Tiene algo especial, ¿no crees?—dijo mientras se agachaba para acariciar al animal detrás de las orejas.
—No seas absurda, Potter. No le veo nada de especial.—respondió, su voz cargada de desdén y aun mirando al gato con una mirada de desaprobación
Jaime, que estaba disfrutando más de la situación de lo que debería, se enderezó y levantó una ceja.
—¿Te intimida, Severus? Porque si es así, creo que por fin encontré tu punto débil.—dijo burlonamente.
Snape la ignoro completamente.
—Es solo un gato, si mi reacción te parece otra cosa, no es mi problema.
—Solo bromeaba, eres tan gruñon—susurro más para sí misma—Pero te noto extraño, he pasado suficiente tiempo contigo para notar cuando algo te perturba
Snape la miro con frialdad
—Estas imaginando cosas, si acaso siento algo, es frustración por tu insistencia de darle importancia a algo tan trivial.
—Como digas, Severus.
El profesor apretó los labios y se giró bruscamente, cómo si no quisiera seguir con la conversación.
Jaime lo vio desaparecer en las sombras y luego miró al gato, que ahora la observaba sentado.
—Bueno, amigo—murmuró—parece que tienes un talento especial para incomodar a Severus.
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