Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Ⅷ.

┏━━━━━•°•°•❈•°•°•━━━━━┓

┗━━━━━•°•°•❈•°•°•━━━━━┛

Después del baile con la señorita Astor, Paul buscó a Tayra por todos lados. Era como si se hubiera desvanecido en el aire; no la encontraba por ninguna parte. Tampoco vio a ningún miembro de su familia, lo que aumentó su frustración.

Siguió buscando, pero cuando finalmente obtuvo respuestas, se enteró de que Tayra y su familia se habían marchado mientras él bailaba con la señorita Alicent. El entusiasmo que había sentido por la velada se esfumó. Ahora, no tenía razón para quedarse más tiempo por lo que decidió irse.

Para su fortuna, Lady Danbury y Simon también estaban a punto de retirarse. Los alcanzó justo cuando estaban por subir al carruaje. Mientras se acercaba, escuchó cómo Lady Danbury le susurraba algo a Simon sobre la señorita Bridgerton.

—Simon, muchacho, si no haces algo pronto, la perderás —le dijo Lady Danbury con su característica sonrisa.

Paul subió al carruaje junto a ella, mientras Simon optó por quedarse fuera.

—Prefiero tomar un poco de aire fresco —comentó Simon, despidiéndose de ambos con un gesto. Paul lo observó desde la ventana, pensativo, mientras el carruaje comenzaba su trayecto de regreso a casa.

El silencio en el interior del carruaje se rompió cuando Lady Danbury lo miró de reojo y, con una sonrisa astuta, le dijo:

—Te veo muy pensativo, querido. ¿Qué es lo que te preocupa?

Paul suspiró, dándole vueltas a sus pensamientos antes de responder.

—Es solo que... no pude despedirme de la señorita Bellerose. Quería pasar más tiempo con ella esta noche.

Lady Danbury soltó una ligera carcajada, complacida por la respuesta de Paul.

—Ah, ya veo. La joven Tayra ha capturado tu atención. Y no me sorprende, es una excelente elección, muchacho. —Hizo una pausa para enfatizar sus palabras—. Escúchame bien, no desperdicies la oportunidad con ella. Si lo haces, te aseguro que decenas de caballeros estarán más que dispuestos a ocupar tu lugar.—dijo señalándolo acusatoriamente.

Las palabras de Lady Danbury resonaron en Paul. Sabía que si quería estar con Tayra, debía actuar con decisión. Se quedó en silencio, reflexionando sobre el consejo.

—Gracias por el consejo, tía Agatha —dijo finalmente, esbozando una leve sonrisa.

Cuando llegaron a su casa, Paul se despidió de su acompañante y subió a su habitación. Se tumbó en la cama, mirando el techo, incapaz de sacarse de la cabeza la imagen de Tayra. ¿Cuánto más tendría que esperar para pedir su mano? El pensamiento lo consumía.

•─────────★•♛•★────────•

El sol brillaba en el jardín, donde dos niños corrían y reían despreocupadamente. Sus risas llenaban el aire mientras jugaban bajo la atenta mirada de dos mujeres. Diana duquesa de Kingsford, y su amiga Agatha Danbury conversaban alegremente, disfrutando del día.

De repente, un sirviente apareció, interrumpiendo la conversación al entregar una carta a Diana. La duquesa la tomó con una sonrisa, pero esa expresión se desvaneció rápidamente a medida que sus ojos recorrían las líneas de la carta. Su corazón comenzó a romperse, cada palabra era como un golpe más fuerte.

—No puede ser... —susurró, incapaz de asimilar lo que estaba leyendo. La carta anunciaba la trágica noticia de que su esposo, Harry, había muerto en el mar. Su barco había sido destruido por una tormenta y no hubo sobrevivientes.

Diana soltó la carta, cayendo al suelo en estado de shock. Agatha, preocupada, la sujetó rápidamente.

—Diana, ¿qué sucede? ¿Qué pasa? —preguntó con urgencia, viendo cómo su amiga se desmoronaba frente a ella.

—Harry... mi Harry... —Diana apenas podía hablar entre lágrimas—. Murió. Mi Harry ha muerto...

Al oír esas palabras, Agatha la abrazó con fuerza mientras Diana se desplomaba en el suelo, sollozando desconsoladamente. A unos metros, Paul y Simon observaron la escena con inquietud. Simon había llegado a apreciar a Diana como una madre, y verla en ese estado le causaba una profunda preocupación.

—Llévalos a la habitación de Paul —ordenó Agatha a la niñera, quien obedeció de inmediato. Paul intentó resistirse, queriendo ir con su madre, pero la niñera lo arrastró hacia adentro, lejos del doloroso espectáculo.

Ya en la habitación, Simon, con el rostro pálido de preocupación, rompió el silencio.

—¿Qué crees que haya pasado? —preguntó en voz baja, mirando a Paul.

—No lo sé —respondió Paul, mirando por la ventana, desesperado por respuestas—. Pero quiero saberlo... Quiero abrazar a mi madre.

El tiempo pasó lentamente. Una hora... tres horas... seis horas, y no había señales de Diana. Finalmente, después de doce horas, Agatha entró en la habitación, con una expresión de tristeza.

—Paul... ve a ver a tu madre. Tiene algo que decirte —le dijo con suavidad.

No hizo falta decir nada más. Paul salió corriendo a la habitación de su madre, encontrando a todos en la casa con miradas de pena. Cuando entró en la habitación, vio a Diana en la cama, con los ojos rojos y una mirada perdida. Se acercó a ella y, con cuidado, se acostó a su lado.

—¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué estás triste? —preguntó el niño con voz temblorosa.

Diana lo miró con el corazón roto.

—Mi pequeña estrella... tu padre... él... —Su voz se quebró, y comenzó a llorar de nuevo, incapaz de contener el dolor.

—¿Qué pasó con papá? —preguntó Paul, sus ojos comenzando a llenarse de lágrimas.

—Él se fue, mi amor... se fue —dijo ella, abrazándolo con fuerza—. Tu padre... se ha convertido en una estrella. Recuerda cómo te contó que, si alguna vez se iba, se convertiría en una estrella para cuidarnos... Ahora nos cuida desde el cielo.

Paul, apenas entendiendo lo que oía, comenzó a llorar también, abrazando a su madre con todas sus fuerzas. Madre e hijo lloraron juntos, compartiendo un dolor que los acompañaría para siempre.

Un mes después, Diana tomó una decisión: dejar Londres. La casa, llena de recuerdos, era una barrera para seguir adelante. Sabía que tenía que hacerlo por Paul, por el futuro de ambos.

Agatha comprendió la decisión, aunque le dolía. No solo había perdido a Harry, sino que ahora también perdía a su amiga y al niño que consideraba un sobrino. Simon, por su parte, sintió el vacío en su corazón. Amaba a Diana y a Paul como a su propia familia, pero sabía que tenían que irse.

—Prométeme que escribirás, que vendrás a visitarnos —le rogó Simon a Diana.

—Te lo prometo —respondió ella, abrazándolo con fuerza—. Y tú también puedes venir a vernos cuando quieras.

La despedida fue dolorosa, especialmente para Paul, quien tuvo que despedirse de alguien especial: Estelle, aquella niña se convirtió en su amiga, incluso Paul llegó a pensar que estarían juntos toda la vida.

La niña, al enterarse de que Paul se marchaba, rompió en llanto, suplicándole que se quedara.

—¡Por favor, no te vayas! —le rogó, aferrándose a él.

—Tengo que estar con mi madre, Estelle, no puede dejarla sola.—respondió Paul con tristeza.

—Entonces llévame contigo —pidió ella, con la voz quebrada.

Paul negó con la cabeza, sabiendo que no podía alejarla de su hogar.

—Te lo prometo, Estelle. Cuando vuelva, me casaré contigo —le dijo con una sonrisa temblorosa.

Y aunque Estelle soñaba cada día con ese momento, la vida siempre tiene sus propios planes y ese momento nunca llegaria...o tal vez si.

•─────────★•♛•★────────•

Esta autora con frecuencia considera al corazón como el más curioso de los instrumentos, que no atiende razones ni rangos. ¿Por qué posible explicación la señorita Bridgerton se entretendría con un simplre barón cuando parece tener asegurado a un duque? o ¿O porque el galante duque de kingsford ya no encuentra tan raro y precioso al zafiro de la temporada?

Debe saberse, querido lector que si estos extraños comportamientos presagian otro escándalo, es seguro que yo lo descubriré. Pues no hay nada como una excursión a la naturaleza para elevar el aniño y soltar la lengua.

—No puedo creer que todo eso haya pasado recientemente y hasta ahora me entere —dijo Tayra mientras caminaba agarrada del brazo de su amiga, quien le contaba lo sucedido en su vida recientemente—. Esta vez Anthony se ha pasado de la raya. En serio, siento mucho no haber estado allí para ti, Daph —añadió la joven, mirando a su amiga.

—No te preocupes, tienes cosas más importantes que saber sobre mi vida. Toda tu atención debería estar en el duque de Kingsford —respondió Daphne, apretando la mano de Tayra con una sonrisa.

—Nada es más importante que mi amiga —dijo Tayra, riendo con ella, hasta que vio a una persona de lo más detestable: Cressida Cowper, quien pasaba con su séquito de leales seguidoras y habló lo suficientemente alto para que ambas jóvenes la escucharan.

—Escuché que el torpe de Lord Berbrooke corteja al diamante de la temporada, y parece que el zafiro ya no tiene la atención de su duque —se burló Cressida, provocando las risas de sus seguidoras. Tayra sonrió y, en voz alta, respondió:

—Sabes, Daph, al menos tenemos la atención de un caballero. Y, a diferencia de otras... bueno, olvidaba que, es bueno que nos llamen piedras preciosas, porque eso es lo que somos. No somos simples piedras del montón como algunas —dijo, provocando que la sonrisa de Cowper desapareciera y fuese reemplazada por una mueca de asco antes de marcharse.

—Eso fue increíble y malvado a la vez —dijo Daphne, riendo.

—¿Qué te puedo decir? Soy hija de mi padre —respondió Tayra encogiéndose de hombros, mientras ambas regresaban donde sus familias pasaban el día juntas.

—¿Cómo estuvo el paseo, queridas? —preguntó la vizcondesa Bridgerton.

—Maravilloso, mamá —respondió Daphne, mientras Tayra asentía.

—Me alegra mucho —dijo la vizcondesa, volviendo a su charla con Rosaline, la madre de Tayra.

—Tayra, si mamá pregunta, fui a pasear con Eloise y Penelope, ¿sí? —dijo Amelie, su hermana menor, antes de alejarse. Tayra asintió.

Tayra se sentó junto a Daphne, ambas observando el paisaje en silencio. No pasó mucho tiempo antes de que Anthony se acercara, claramente queriendo hablar con su hermana. Tayra, notando esto, decidió darles espacio.

—Daph, iré un momento con Elodie. Ya vuelvo —dijo, levantándose y dirigiéndose hacia su hermana Elodie, con quien comenzó a charlar sobre lo ameno que estaba siendo el día. Sin embargo, la llegada de dos hombres a caballo llamó su atención: los duques.

Daphne se apresuró a encontrarse con el duque de Hastings para pasear juntos, mientras Tayra intentaba aparentar que no había visto la llegada de Paul, el duque de Kingsford. Giró hacia Elodie y siguió conversando con ella, quien reía por la evidente actitud evasiva de su hermana.

—Señorita Bellerose —escuchó la voz familiar de Paul a sus espaldas. Tayra cerró los ojos por un momento y, fingiendo una sonrisa, se volteó para enfrentarlo.

—Excelencia, qué bueno verlo aquí —dijo Tayra con una mezcla de cortesía y nerviosismo.

—Lo mismo digo. Me preguntaba si le gustaría dar un paseo conmigo —sugirió Paul, mirándola expectante. Sin otra opción, Tayra aceptó, y ambos comenzaron a caminar juntos, notando que todas las miradas estaban sobre ellos.

—No puedo evitar preguntarme por qué te fuiste tan temprano la otra noche —preguntó Paul, tratando de parecer casual.

—Estaba cansada —respondió rápidamente Tayra, sin querer entrar en detalles.—Además, su excelencia parecía bastante entretenido en la pista de baile con la señorita Astor—habló Tayra mirando a Paul

—Ahora entiendo, me encontraré con la madre de la señorita dice ser antigua amiga de mi madre y me pidió bailar con su hija no quise parecer descortés. Solo espero que, en otra oportunidad, me concedas más de un baile, porque será con la única que baile toda la noche —dijo Paul sonriendo, mientras caminaban. Tayra, se emocionó por sus palabras y el enojo en ella se esfumó.

Pero el alivio no duró tanto ya que vio la presencia de su no tan querida "amiga" Alicent Astor junto a su madre, decidió actuar rápidamente.

Dejó caer por "accidente" uno de sus guantes y Paul, sin dudar, se arrodilló para alzarlo y ponérselo, quedándose en esa posición más de lo necesario. Ambos se miraban con una sonrisa mientras las Astor observaban la escena desde lejos, claramente molestas. Alicent maldecía en silencio a Tayra por arruinar su plan.

De repente, un grito rompió la atmósfera.

—¡Bridgerton! —se escuchó. Lord Berbrooke, con su presencia desagradable, se acercaba con paso decidido hacia la carpa donde ambas familias estaban reunidas. Tayra y Paul se apresuraron a ver qué estaba sucediendo.

—Traigo buenas noticias, Bridgerton. Me encargué personalmente del asunto y he pedido una licencia especial para mi boda con la señorita Bridgerton —anunció Berbrooke, mostrando un papel con una sonrisa triunfante.

—No habrá boda —dijo Daphne con voz firme.

—Le dije que el acuerdo está cancelado —añadió Anthony, su rostro lleno de indignación.

—Lord Berbrooke, sabemos que esto le duele. ¿Por qué no continuamos esta conversación en un lugar más privado? —intervino Violet, intentando evitar que la situación se convirtiera en un escándalo mayor.

—No lo haré —replicó Berbrooke—. Quizás debería hablar con la verdadera cabeza de los Bridgerton. Imagino que su hermana habría sido advertida de tener más cuidado en no animar ciertas atenciones en el paseo oscuro de Vauxhall —dijo con una sonrisa pérfida.

—Que el poco afecto femenino que reciba sea solo de su madre, y que cualquier cortesía le parezca una atención, no es culpa de Daphne —dijo Elodie, recibiendo una mirada de desprecio del hombre. Sin embargo, la mirada de los Bellerose fue aún más intimidante, lo que hizo que Berbrooke optara por no responder y siguiera hablando.

—Por supuesto, el mero rumor causaría estragos incluso en las familias más influyentes. ¿Qué haría alguien como, digamos, Lady Whistledown con tan indecorosa información? —dijo con una sonrisa cínica.

—¿Es una amenaza, Berbrooke? —preguntó Derek, quien se acercaba detrás del hombre, sobresaltándolo. Al darse vuelta, Berbrooke retrocedió inmediatamente al notar la evidente diferencia de tamaño. Para Derek los Bridgerton eran como parte de su familia y haría todo lo que estuviera en su poder para protegerlos de gente tan despreciable como el hombre delante suyo.

—Pe... pero claro que no —tartamudeó Berbrooke, recobrando algo de valor—. Porque en tres días voy a casarme. Tengo al diamante de la temporada. Tengo lo mejor que la sociedad puede ofrecer. Tengo una Bridgerton. Y yo la salvaré, así como a toda su familia, de la ruina de la que usted no puede protegerlos —dijo, golpeando el papel contra el pecho de Anthony, pero Alan fue más rápido, lo arrugó y lo tiró al suelo.

—¿Quién se cree que es para hablar de una dama como si fuera un objeto? Recuerde su posición, Berbrooke. Un simple lord amenazando a un vizconde —dijo acercándose peligrosamente, mientras Berbrooke retrocedía hasta chocar con alguien.

—Créame, no quiere saber lo que es una amenaza de verdad —añadió Derek, su voz firme.

—Concéntrese más en educar a sus malcriados hijos, y luego hable de amenazas —dijo Berbrooke, intentando agacharse para recoger el papel, pero este fue pateado más lejos.

—Creo que al que le falta educación es a usted, ¿cómo se atreve a responderle a mi padre, un conde? —habló Alexander, interponiéndose en su camino.

—Escúcheme bien, Berbrooke. Si de su asquerosa boca sale una palabra más sobre mi familia, será lo último que diga —sentenció Derek.

—Cuidado, Bellerose. Quizás cambie de opinión y la que quiera para casarme sea su hermosa hija —replicó Berbrooke, mirando a Tayra con asco. Paul se apresuró a querer golpearlo, pero fue detenido por Alan y Simon.

—Infeliz... —gruñó Derek, intentando avanzar, pero su esposa lo detuvo.

—Derek, aquí no —susurró Rosaline, mirándolo con calma. Él asintió y, al darse vuelta, empujó ligeramente a Berbrooke, haciéndolo casi perder el equilibrio.

—Bridgerton, espero con ansias la unión de nuestras dos grandes familias —dijo Berbrooke alzando el papel. Simon, furioso, tuvo que ser retenido también.

—Bridgerton, Hastings, Kingsford... Bellerose —despidió Berbrooke, alejándose.

Mientras se iba, pasó junto a Elodie, que soltó con desprecio:

—Ridículo —Berbrooke volteó para encararla, pero los hermanos Bellerose se pusieron frente a ella, deteniendo su avance. Solo pudo mirar furioso antes de marcharse.

Tayra corrió hacia Daphne, abrazándola y dándole palabras de apoyo.

Violet se acercó a los condes Bellerose.

—Rosaline, Derek, disculpen, pero tenemos que irnos. Necesitamos ver cómo resolver esto. Gracias por defender a mi familia, Derek, Alan y Alexander —dijo Violet, mirando a los tres hombres con gratitud, quienes le sonrieron en respuesta.

—No fue nada, Violet —respondió Derek.

—Tiene razón, son como de nuestra familia. Lo que necesiten, no duden en pedirnos ayuda —añadió Rosaline, tomando las manos de su amiga. Al ver su rostro afligido, añadió—: No te preocupes, todo se arreglará, ya verás —dijo, abrazando a Violet.

—Gracias, Line —respondió Violet, y así, toda la familia Bridgerton se retiró con preocupación y tristeza.

El que había sido un día alegre terminó mal debido a un hombre horrible y ambicioso.

Tayra se acercó a Paul, quien la tomó de la mano.

—No te preocupes, todo saldrá bien —le dijo Paul con confianza.

—Eso espero —respondió Tayra, mientras observaba el carruaje de su amiga marcharse.

—Debo irme con Simon, pero te escribiré. Espero tu respuesta —dijo Paul, tomando suavemente su mano y dejando un beso en ella.

—Lo haré. Cuidese excelencia —respondió Tayra, tratando de mantener la calma.

—Usted tambien, señorita Bellerose —dijo Paul, mientras se alejaba y montaba su caballo junto a Simon.

Y así, mientras un problema se avecinaba para la joven Daphne, todos esperaban encontrar la manera de sacarla de esa situación. Sin embargo, no sería la única con problemas, pues pronto otras dos personas llevarían a cabo sus propios planes para evitar que un par de jovenes estuvieran juntos.

•─────────★•♛•★────────•

❄↳Hola aqui el octavo capitulo, espero que les guste.

❄↳No olviden votar y comentar. Gracias.

❄↳15 votos y 10 comentarios y publico otro capitulo

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro