¿Es amor?
SHOT ESCRITO POR: ClaudeGarcia11
FRASE: Todo el amor que tengo dentro se queda contigo.
ELLIOTH:
Lo veía, lo veía, aunque él no me viera, lo veía noche tras noche. Tenía una rutina muy específica; entraba al sitio con demasiada prisa, los auriculares puestos, la portátil en el brazo, la chamarra demasiado grande —siempre me hizo pensar que justo no le pertenecía y de algún modo me causaba intriga… y celos, ¿de quién carajos era y por qué la llevaba tan religiosamente?—. Suspiré en cuanto lo vi, tan despreocupado, tan distraído que ni siquiera notaba que la señorita que la atendía estaba colada por él, pero no, a él no le importaba eso, a él solo le importaba llegar por su café, ocupar una mesa, conectar su ordenador y teclear en ella como poseso. ¿Qué demonios era tan importante escribir que perdía de vista a su alrededor?
Lo había conocido hace dos meses, dos meses en los que no paraba de venir aquí. La primera vez que lo vi, él choco contra mi, su café cayó por toda esa chaqueta de un verde vomito que juraría que aun existían esas manchas de café porque algo me decía que esa chaqueta no conocía la lavadora. Aun así, él se sonrojo de la manera más tierna, despertó cosas en mi que comúnmente están dormidas. Quise insultarle, pero no pude, no podía decirle nada a esos ojos del color del océano, profundo, que te podrias perder en ellos. Aun así, él no me miro, solo agachó su cabeza y se disculpo como un posesó.
¿La razón por la que regresé al dia siguiente a este café de cuarta?
Tal vez la conozco, pero tal vez y solo tal vez, quiero desconocerla.
Tomé un sorbo del café mientras lo veía continuar tecleando en su ordenador como todos los días, mientras me sentía realmente estúpido por no poder acercarme, por no poder conversar, por no poder, aunque sea, conocer su maldito nombre.
¿Qué escribia?, ¿acaso era un periodista?, negué con la cabeza casi de inmediato, si él fuera un periodista, de seguro que me reconocería, pero no, ni siquiera me observaba, y por primera vez en toda mi maldita vida, me sentía decepcionado, me sentía irrelevante, ignorado, por alguien a quien ni siquiera conocía, pero que quería conocer, maldita sea.
—¿Otro café más? —preguntó la cafetera con esa sonrisilla socarrona que de sobra le conocía. Quería acostarse conmigo y aunque en algun momento, pude haber cedido, este no era el dia.
Negué con la cabeza y ella asintió, tomó el platito que antes contenia una galleta y se lo llevó. Tomé un sorbo más del café negro que pedí con anterioridad. Medite profundamente en si debía tirárselo encima, igual un accidente podría mejorar las cosas, nos llevaría a nuestro paraíso idílico. Tal vez, solo tal vez.
CHANDLER:
El manuscrito, mi manuscrito, la obra que había tardado medio año en escribir y otro medio año en decidirme a escribirla, se había perdido, estaba perdida y podía asegurar que para siempre y todo porque un maldito idiota se le había ocurrido tirar un café a mi portátil. Él sonreía confundido, pedía disculpas y por dios, que juró que solo quería matarlo, o tirarme a llorar, lo que pasará primero. Total mi vida ya estaba arruinada.
—Oh, Dios, como lo siento, pero que torpe —repetía y yo solo veía mis sueños destruidos en la parpadeante luz de la portátil.
Quería llorar. Deseaba llorar.
—No pasa nada —me oí decir con la sonrisa más falsa del mundo.
Comencé a intentar escurrir el café de la laptop, pasé servilletas por su teclado, por todos lados en un intento inútil porque mis sueños volvieran, porque no se destrozaran, porque no quedarán hechos añicos.
—Te compró una nueva —ofreció como si fuera incapaz de entender que la portátil no era el problema. Que el problema era que había echado mi vida por la borda… y que mi editor ni de broma me creería esto, al contrario, creería que habría sido idea mia.
—No pasa nada —repetí rasposa y pausadamente, intentando actuar no tan fuera de mi, aunque con sinceridad, en serio quería matarlo.
—Claro que pasa —si, claro que pasa.
Suspiré mientras comenzaba a guardar todas mis cosas en mi mochila, comencé por la libreta que también estaba arruinada por la café, aun así, intenté recoger lo poco que quedaba de mi dignidad, suspiré cansadamente antes de estalar, porque claro que quería estallar.
—Dejaló así —insistí.
Tomé la portátil, la cerré, él la tomo en sus manos para hacerse cargo de ella.
—Sé de un sitio donde podremos comprar una nueva —sonrió con dientes—, deja que me haga cargo.
Juró que intenté sonreír, juró que intenté no caer en la locura, juró que intenté no gritar, pero este maldito hombre pelinegro, con su maldita sonrisa que te robaba el aliento, me lo estaba poniendo demasiado difícil.
Inhalé y exhalé lentamente, jalé la portátil hacia mi, la metí con rapidez a mi mochila negra de cuero.
ELLIOTH
—Has hecho suficiente —mencionó con cierto tonó gruñón.
¿Pero por qué?, había usado sabiamente y de manera distribuida todas mis herramientas, estaba actuando protector, galán, demostrándole que podía hacerme cargo, pero él parecía demasiado cabreado.
Metió sus cosas a su morral con toda rapidez, casi que las embutió, tenía una urgencia terrible por irse, se llevó el morral sobre uno de sus hombros, comenzó a caminar lejos de mí, ¿pero por qué?
Esto estaba saliendo mal.
Se supone que este era el momento en él, que él se daba cuenta de que era el amor de mi vida, que me decía que todo estaría bien, en donde lo invitaría salir, pero no era así, al contrario, huía de mí, ¿cómo podía huir de mí?
Caminé tras de él, jalé de su brazo y su mochila cayó en el medio de la cafetería. Su portátil, si no había quedado destrozada, bueno, ahora lo estaba, un par de libros se le salieron, pero eso no fue lo único que salió, también salió expulsado un vibrador morado, venoso, grande. Vaya. Tremendamente grande.
La cafetería paro su ruido y por un momento todos prestaron atención al vibrador que seguía dando vueltas por la cafetería. Escuché algunos sonidos de sorpresa.
El chico enrojeció, tomo el vibrador, lo metió a su mochila, salió corriendo del lugar, dejando todo lo demás, detrás de él.
Una risa salió de mis labios, por dios, ¿este chico podía ser más increíble?, porque no lo podía creer.
—¿Cómo te llamas?
—Chandler —un sujeto en traje grisáceo, paro su caminar, él venía entrando a la cafetería, lo detuvo, observó unos instantes y entonces lo besó, primero en la frente, después en los labios.
Agarró uno de los mechones sueltos y desordenados de su cabello rosáceo y lo acomodo de un modo que tuvo sentido. Se sacó unas gafas redondas, se las puso con cuidado en sus ojos, en sus orejas.
—¿Pasó algo?
Chandler negó con la cabeza, aunque se le notaba la incomodidad a leguas.
Aun así, él se fue, se fue con aquel chico, se fue y me dejo.
Suspiré cansadamente, tomé la portátil destrozada, un libro y una libreta. Las llevé conmigo porque no quería que esto se terminará, porque el que otro chico le diera un beso no significaba absolutamente nada.
Una vez en casa, eché un vistazo a la libreta, era un par de apuntes de lo que parecía ser una novela romántica entre una estrella musical y un escritor. ¿Acaso él estaba interesando en mí, cómo yo estaba interesado en él?, tanto así que había escrito una novela.
Sonreí, reí, claro, él me amaba, ¿Quién no?
CHANDLER
—Y por última vez, ¿por qué llevabas el vibrador contigo? —se rio terriblemente Beau y yo quise matarlo.
—Solo quería ser descriptivo —gruñí entre dientes.
—¿O buscabas otro tipo de placer? —se burló.
—¡Púdrete! —gruñí.
Tenía suficiente con que mi portátil estuviera destrozada, mi manuscrito perdido y mi dignidad, bueno, mi dignidad por el maldito subsuelo. Y bueno, si eso no era suficiente, también estaba el hecho de que no podría regresar a mi cafetería favorita. ¿Dónde encontraría café, postres e internet, gratis?, solo por ser hijo de la dueña.
Suspiré sin ganas.
¿Cómo le diría a Zayn que había perdido el maldito manuscrito que se supone tenía que entregarle ya?
El timbre sonó, sacándome de mi ensoñación, de mi pena, de mi dolor.
Arrastre mis pies junto con mis sueños, hacia la puerta, la abrí sin ganas, preparando el discurso para Zayn, pero para mi desagradable sorpresa, no era Zayn, no, era el chico estúpido que le había tirado el café a mi portátil, el mismo que me jaló la mochila haciendo que el vibrador saliera disparado, el mismo que quería matar.
—¿Qué? —pregunté con extrañeza. ¿Cómo había dado con el lugar?—, ¿qué haces tú aquí?
Se sacó las gafas oscuras para sonreírme.
—¿Te alegras de verme?
Enarqué una ceja.
—¿Alegrarme? —negué con la cabeza.
—Deja de hacerte el duro que sé bien que me amas en secreto.
Parpadeé con lentitud. ¿Acaso estaba frente a un demente?
—¿Te hace falta la medicación?
El chico pareció ser golpeado por algo como el desaliento, qué rápido recompuso su postura, negó con la cabeza, paso saliva.
—¿Te harás el duro?
Mis cejas se encontraron y mi ceño se frunció.
—¿De qué demonios hablas?
—Soy el amor de tu vida —extendió su sonrisa.
Y de ese modo, con esas simples palabras, el mayor idiota de todos, se presentó ante mí. Después de destrozar mis sueños, mi dignidad, después de arrebatarme una oportunidad, estaba aquí, declarando que era el amor de mi vida.
Reí, reí bastante.
—Buena broma, desquiciado.
Él negó la cabeza.
—Sé que me amas.
—Sé que te odio —asentí.
—Es amor confundido.
Reí fuerte de vuelta.
—Déjame demostrarte como es que soy el amor de tu vida.
—¿Estás de broma?
—Nunca he hablado más en serio.
Negué con la cabeza al tiempo que resoplaba.
—Dos semanas, dame dos semanas, verás que seré el amor de tu vida.
Negué de nueva cuenta… aunque, ¿qué podía perder?, era un chico de buen ver, mentalmente inestable, sí, ¿pero y si era el amor de mi vida?
—Dos semanas —elevé mi mano para que la tomara.
—No te arrepentirás —tomó mi mano, la apretó y sacudió con fuerza—, ya verás que seré el amor de tu vida.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Por qué tú eres el amor de mi vida.
El amor de su vida, decía. Resoplé, ¿podría ser más idiota?, igual y sí, pero posiblemente su amor sería un viaje placentero, o no, pero sería algo que estaba dispuesto a averiguar.
El amor era así, ¿no?, impredecible, tonto, efervescente, inadecuado, loco, estúpido… posiblemente, posiblemente él, él era amor, aunque posiblemente no.
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