━━ 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟔
❝—𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟔—❞
𝘜𝘕 𝘋𝘐𝘖𝘚 𝘓𝘖𝘊𝘖 𝘠 𝘜𝘕𝘈 𝘔𝘐𝘚𝘐𝘖𝘕 𝘚𝘜𝘐𝘊𝘐𝘋𝘈
Según la nula inteligencia de Tántalo, la razón del ataque fue que Percy y Annabeth lo provocaron con su loca forma de manejar los carros, junto con Izzy quien aumentó el pánico en las tribunas. El hijo de Poseidón le soltó un insulto no muy agradable al nuevo director de actividades y eso, logró únicamente que los tres, junto al pobre de Tyson tuvieran que fregar en la cocina con la presencia de las arpías. Fueron horas aterradoras y peligrosas para los tres, a diferencia de Tyson que parecía disfrutar del limpiar trastos sucios; sin embargo, Annabeth, Izzy y Percy hablaron acerca de cómo salvar el campamento.
La hija de Atenea parecía muy concentrada en el asunto del vellocino, como si aquel artefacto fuese realmente tan poderoso como para aliviar la hambruna mundial. Bueno si Hades, en persona decía que era tan poderoso, debía creerse ¿No? Como fuese el caso Annabeth tuvo que explicar a sus dos compañeros de castigo el origen de este y las cosas que podían lograrse con éste.
— Te voy a dar una pista Percy. ¿Qué es lo que consigues cuando despellejas a un carnero?
— ¿Montar un estropicio?
Ella suspiró tan hondo que parecía suplicar a los dioses por paciencia.
— Un vellón. La piel del carnero se llama vellón o vellocino, y si resulta que ese carnero tiene lana de oro... un vellocino de oro. Percy, ¿te acuerdas de las Hermanas Grises? Dijeron que conocían la posición de lo que estabas buscando, y mencionaron a Jasón. — Izzy estaba confundida también, pero fingió entender la platica de los chicos —. También a él le explicaron hace tres mil años cómo encontrar el Vellocino de Oro. ¿Conocen los dos la historia de Jasón y los Argonautas, supongo?
— ¡Si! Esa pelicula con los esqueletos de arcilla ¿No? — Percy asintió y choco los puños con Izzy.
— Por los dioses, los dos son imposibles. En fin, escúchenme bien. La verdadera historia del Vellocino de Oro trata de dos hijos de Zeus, Cadmo y Europa, ¿sí?, que iban a convertirse en víctimas de un sacrificio humano y suplicaron a su padre que los salvara. — explica Annabeth con lentitud, como si explicara a niños de cinco años — Zeus envió un carnero alado con lana de oro, que los recogió en Grecia y los trasladó hasta Cólquide, en el Asia Menor. Bueno, en realidad solo trasladó a Cadmo, porque Europa se cayó en el trayecto y se mató. Pero eso no importa.
— Yo creo que sí le importaría — Percy asintió junto con Izzy. Annabeth pareció darle poca importancia.
— La cuestión, es que cuando Cadmo llegó a Cólquide, ofrendó a los dioses el carnero de oro y colgó el vellocino en un árbol en mitad de aquel reino. El Vellocino llevó la prosperidad a aquellas tierras; los animales dejaron de enfermar, las plantas crecían con más fuerza y los campesinos obtenían cosechas abundantes. Las plagas desaparecieron, y por eso Jasón quería el vellocino, porque logra revitalizar la tierra donde se halla. Cura la enfermedad, fortalece la naturaleza, limpia la polución atmosférica... — dice con gran seguridad —. Quien dijera aquello sobre el vellocino en tu sueño, Izzy tiene razón, es la única oportunidad del campamento.
— Podría curar el árbol de Thalía.
— Y reforzaría también las fronteras del campamento. Pero el Vellocino de Oro lleva siglos perdido; montones de héroes lo han buscado sin éxito.
— En mi sueño mencionaron que se encuentra en el mar de los monstruos.— Menciona Izzy, se preguntaba si Hades realmente no haría nada por salvar el campamento.
— Grover dijo eso también.
— Pero ¿Y si se trata de una trampa? — Izzy arrugó el ceño, Hades no sería capaz de mentir sobre eso ¿Cierto? Sin embargo, Percy miro a su amiga con decisión.
— ¿Qué alternativa tenemos, Annabeth? — Preguntó Percy — ¿Vamos a rescatar a Grover, sí o no?
— Si vamos por Grover tendremos que luchar con Polifemo, el peor cíclope. Y para nuestra "mala" suerte se encuentra en un solo lugar, el Mar de los Monstruos.
— ¿Dónde se encuentra ese lugar? — Annabeth saco un trozo de papel de su bolsillo mientras dibujaba algo rápidamente.
— Es el mismo lugar por donde navegó Ulises, y Jasón, y Eneas, y todos los demás. Pero al igual que el Olimpo y el inframundo, cambió su ubicación...
— Si es tan peligroso... ¿Dónde se puede ocultar semejante lugar de los humanos? — Percy rascó su brazo pensando en ello.
— Claro que lo ven. No lo comprenden, pero saben que ocurre algo extraño en esa parte del océano. El Mar de los Monstruos queda junto a la costa este de Estados Unidos, al nordeste de Florida. Los mortales incluso le han puesto nombre.
— ¿El triángulo de las bermudas? — Annabeth asintió, vaya, sí que tenía sentido.
— Entonces sabemos donde buscar ¿Cierto?
— Es un área enorme, Percy Buscar una pequeña isla en unas aguas infestadas de monstruos... — menciona dejando el último plato limpio.
— Bueno, yo soy hijo del dios del mar. Ese es mi terreno. ¿Qué tan difícil puede ser? — Percy se encoge de hombros, sí que tenía confianza sobre sí mismo.
— Tendremos que hablar con Tántalo y obtener su autorización para emprender la búsqueda; aunque nos dirá que no. — Annabeth tenía razón
— No si se lo decimos esta noche al calor de la hoguera, delante de todo el mundo. El campamento entero lo escuchará, lo presionarán entre todos y no será capaz de negarse. — Ambas chicas intercambiaron miradas con una sola respuesta en la mente y sobra decir que la idea de Percy salió mal. Cuando los semidioses se reunieron en la fogata, el animo no era precisamente bueno pero los hijos de Apolo hicieron lo posible por animar el ambiente con sus canciones.
— ¡Bueno ha sido hermoso! — dijo Tántalo intentando echar una mano a un malvavisco asado ensartado en un palo y se dispuso a hincarle el diente en plan informal, pero antes de que pudiese tocarlo, el malvavisco salió volando. El tipo intentó atraparlo a la desesperada, pero el malvavisco se quitó la vida arrojándose a las llamas. — Y ahora, veamos los horarios de mañana.
— ¡Señor! — dice Percy levantando la mano.
— ¿Nuestro hombre de la cocina tiene algo que decir? — La cabaña de Ares suelta una risita ante las palabras de Tántalo. Percy miro a Annabeth e Izzy así que se pusieron de pie para apoyar la idea del chico.
— Tenemos una idea para salvar el campamento. — dijo contando su visión de Grover y apoyado por la palabras de Annabeth explicando las habilidades del vellocino que podían salvar el campamento.
— El vellocino puede salvar el campamento, estamos seguros. — dice Annabeth con seriedad.
— Tonterías, no necesitamos ninguna salvación. — De inmediato Tántalo se sintió incomodo, puesto que la mayoría de los campistas lo miraban. — Además, el mar de los monstruos... no sabrían donde buscar.
— Si sabemos donde — responde Percy — 30, 31, 75, 12.
— Excelente, — dijo Tántalo — gracias por compartir con todos nosotros esas cifras inútiles.
— Son coordenadas de navegación — dice Percy antes de sonrojarse un poco con la mirada sorprendida de Annabeth — Latitud y longitud. Yo... lo estudie en sociales.
— Treinta grados, treinta y un minutos norte; setenta y cinco grados, doce minutos oeste. ¡Tiene razón! Las Hermanas Grises nos dieron las coordenadas. Debe de caer en algún punto del Atlántico frente a las costas de Florida; el Mar de los Monstruos. ¡Hemos de emprender una operación de búsqueda!
— Un momento. — dijo Tántalo dispuesto a desestimar las palabras de Percy pero los campistas empezaron a corear con fuerza.
—¡Una búsqueda! ¡Una búsqueda! — gritaban todos.
— ¡Esta bien! — grita Tántalo con los ojos llameantes de furia — ¿Quieren que autorice una operación de búsqueda, mocosos?
— ¡Si!
— Muy bien, daré mi autorización para que un paladín emprenda esa peligrosa travesía — dice asintiendo de mala gana —, que pueda recuperar el vellocino de oro y lo traiga al campamento, o que muera en el intento. Permitiré que se consulte al oráculo y que ese héroe elija dos acompañantes de viaje y creo que todos saben a quien nos referimos.
Tántalo observa a los tres parados como si quisiera poder desollarlos con vida, Izzy pensó que aquello no significaba nada bueno.
— Ese paladín tiene que ser alguien que se ha ganado el respeto de todos, que haya demostrado sus recursos en las carreras de carros y su valiente defensa del campamento; así que quien dirigirá la búsqueda es... ¡Clarisse!
— ¿Qué? — Annabeth e Izzy se miraron con sorpresa ¿Qué demonios tenia en la cabeza el idiota de Tántalo? ¿Clarisse? Había sido Percy quien.... oh no.
— ¡Clarisse! ¡Clarisse!
La hija de Ares se puso de pie completamente atónita, trago saliva y sonrió tan deprisa que Izzy sintió nauseas ¿Enserio tomaría la misión? Mas ego para alguien tan malvada como ella.
— ¡Acepto la misión!
— ¡Un momento! Grover es mi amigo y fui yo quien lo soñó. El sueño me llego a mi — Protesto Percy.
— ¡Siéntate! ¡Tu ya tuviste tu oportunidad el verano pasado! — aulló un campista de la cabaña cinco ¿Eran todos tontos?
— ¿Quieres ser otra vez el centro de atencion? — respondió otro hijo de Ares.
— Acepto la mision, — repitió Clarisse con una mirada fulminante directa hacia Percy, Annabeth e Izzy. Si que tenia las neuronas en lugares equivocados, penso la castaña. Lo importante era salvar el campamento no lucirse como lo estaba haciendo ella. — Yo, Clarisse, hija de Ares salvare el campamento mestizo.
Los de Ares la vitorearon aún con más fuerza. Annabeth protestó y los demás campistas de Atenea se sumaron a su protesta. Todo el mundo empezó a tomar partido, a gritar y discutir y a tirarse malvaviscos; por poco uno de aquellos le daba en un ojo a Izzy. Tantalo tuvo que intervenir y hablo por todo lo alto.
— ¡Silencio, mocosos! ¡Tomen asiento! — El tono en su voz le hizo dar un escalofrio completo, pero todos tomaron asiento una vez mas — Les contare una historia de fantasmas.
Izzy miro a Tántalo con mala espina, podía no saber mucho sobre dioses o las leyendas pero sabia claramente que algo malo tramaba. Incluso Annabeth y Percy parecían darse cuenta de todo esto.
— Erase una vez un rey mortal muy querido por los dioses... que tenía derecho a participar en los festines del monte Olimpo. Pero un día trató de llevarse un poco de néctar y ambrosía a la Tierra para averiguar la receta (sólo una bolsita, a decir verdad), y entonces los dioses lo castigaron. — Izzy se pregunto si aquella historia no trataba sobre Tántalo mismo porque se tocaba el pecho con una mano — ¡Le cerraron la puerta de sus salones para siempre! Su propia gente se burlaban de él, incluso sus hijos le reprendían su acción. Sí, campistas, tenía unos hijos horribles. ¡Chicos como... ustedes!
Fulmino con la mirada a Percy antes de continuar su relato.
— ¿Saben que le hizo a aquellos niños ingratos? ¿Cómo se vengo de los dioses? Invito a los dioses a un festín en su palacio para demostrarles que no les guardaba rencor. Nadie noto la ausencia de sus hijos y cuando se sirvió la cena ¿Pueden adivinar lo que había en el plato? Por supuesto los dioses le castigaron, con un terrible castigo de ultratumba — dijo con un tono malvado en su voz — pero él también gozó de su momento, ¿no es verdad? Sus niños no volvieron a replicarle más ni tampoco a cuestionar su autoridad. ¿Y sabéis qué? Corren rumores de que el espíritu de aquel rey mora en este mismo campamento, a la espera de una oportunidad para vengarse de los niños ingratos y rebeldes. Así pues... ¿alguna otra queja antes de dejar que Clarisse emprenda su búsqueda?
El silencio de todos fue mal augurio para Percy, para los tres en realidad. Izzy se abrazo a si misma con la moral baja. Tántalo hizo un gesto con la cabeza y se dirigió a Clarisse.
— El oráculo, querida. Vamos. — Clarisse se removió inquieta en su lugar, como si hubiera repensado en la misión y no deseara hacerlo.
— Señor...
— ¡Ve! — gruño Tántalo. Clarisse hizo una reverencia leve y se apresuró a la casa grande. — ¿Y bien, Percy Jackson? ¿Ningún comentario esta vez? Bien, dejen que les recuerde que nadie puede salir de este campamento sin permiso, quien lo intente y sobreviva al intento, será expulsado para siempre. Las arpías montaran guardia de ahora en adelante para reforzar el toque de queda. Buenas noches a todos.
— ¿Vas a ir de todos modos? — preguntó Tyson al lado de su hermano. Izzy les hizo un gesto a los hijos de Hermes de que volvería en unos minutos y se unió a los hijos de Poseidón que caminaban a la cabaña 3, tomo la mano de Tyson e intento reconfortarlo.
— No, lo se. Seria un viaje muy duro para todos.
— Yo podría ayudarles.
— Es peligroso, Tyson. — El ciclope baja la mirada con evidente tristeza ante las palabras de su hermano. — No, podría pedirte que lo hagas.
— ¿Es porque a Annabeth no le agrado? No quieres que yo no te acompañe? — suelta un quejido lastimero, que le rompió el corazón a Izzy. El no comprendía porque no le agradaba a los demás, era realmente cruel... un pequeño bebe ciclope vagando por las calles tal vez durmiendo en la caja de un frigorífico era horrible.
— No, Tyson a Annabeth si le agradas incluso a Izzy — La castaña asiente, haciendo sonreír un poco a Tyson.
— Duerme un poco, Tyson. Ya pensaremos mañana en que hacer ¿Si? — El ciclope asintió y en menos de un minuto se quedo profundamente dormido.
— ¿Quieres tomar un refresco en el muelle? — Izzy asintió, Travis enviaria a alguien por ella mas tarde si se ausentaba demasiado.
Ambos tomaron asiento en el muelle de la cabaña y observaron un poco el cielo nocturno, era realmente hermoso. El cielo plagado de estrellas brillantes, ojala tuviera su kit de arte en ese momento.
— Hermoso ¿No?
Izzy soltó un chillido cuando aquella voz desconocida soltó la frase, a su lado un tipo de pantalones cortos y una camiseta de la maratón de Nueva York. Atractivo y en buena forma en realidad, Izzy sacudió la cabeza ¿Por que pensaba en eso?
— ¿Puedo sentarme con ustedes? — Preguntó — Hace una eternidad que no me siento.
Percy intercambio una mirada con Izzy haciéndose la misma pregunta, un extraño por la noche pidiendo si podía sentarse a su lado.... pero teniendo en cuenta que existían dioses y monstruos esa situación era relativamente normal.
— Eh, si, claro — responde Percy.
— La hospitalidad de ambos les honran, Ah, una coca cola ¿Puedo? — dijo tomando una coca cola con una sonrisa. — Wow, esto es ideal. Paz y tranquilidad.
— Si, es verdad. — Un teléfono móvil sonó en su bolsillo. El tipo suspira y saca su teléfono, asustando un poco a Percy. Cuando extendió la antena del mismo un par de serpientes emergieron de esta retorciéndose a su alrededor, hizo una mueca y respondió.
— Sí — dijo — Oiga, ya sé, pero... me tiene sin cuidado que esté encadenado a una roca y con buitres mordiéndole el hígado. Si no tiene el número de envío, no podemos localizar el paquete... Un regalo para la humanidad, fantástico... ¿Sabe cuántos regalos entregamos? No importa. Oiga, dígale que pregunte por Eris en atención al cliente. Ahora tengo que dejarle.
¿Entregas? De pronto una idea muy loca le vino a la mente, el dios mas famoso y el mensajero del Olimpo ¿Seria...? Si, era Hermes.
— Perdón. El negocio de envíos nocturnos va viento en popa. Bueno, como iba diciendo...
— Tiene unas serpientes en el teléfono. — señalo Percy con el dedo.
— ¿Qué? Ah, no muerden. Saluden, George y Martha.
❝— Hola, George y Marta❞ — una voz respondió en su cabeza.
❝— No seas, sarcástico❞ — respondió una voz femenina.
❝— ¿Por que no? ❞ — Pregunta George ❝— Soy yo quien hace todo el trabajo. ❞
— Oh, no vamos a discutir de nuevo eso — dijo Hermes metiendo el teléfono a su bolsillo. — ¿Dónde estábamos? Ah, si. Paz y Tranquilidad. Hace mucho que no tenia un rato para relajarme. Desde que apareció el telégrafo ha sido un no parar ¿Tiene una constelación, favorita?
— Pues... Hércules. — dice Percy mirando las cabezas de serpientes que sobresalían del bolsillo del dios.
— ¿Por que?
— Bueno, porque tenia una suerte fatal, incluso peor que la mía. Lo cual me hace sentir mejor. — Izzy frunce el ceño, que chico mas extraño.
— ¿No es porque fuera fuerte y famoso?
— No.
— Un chico muy interesante, y tu querida ¿Cuál es tu favorita?
— Quizá, sea géminis. — El dios suelta una risa que logra hacerla sonrojar.
— Ambos son en verdad curiosos, ahora pasando a lo importante ¿Qué planean hacer?
❝— Tengo a Deméter en la linea dos ❞ — Anuncia Martha dentro del bolsillo de Hermes.
— Ahora no. — responde Hermes con el ceño fruncido. — Dile que deje mensaje.
❝— No le va a gustar; la ultima vez que lo hiciste se marchitaron todas las flores en la sección de envíos florales. ❞ — Responde Martha.
— ¡Pues dile que estoy en una reunión! — Hermes pone los ojos en blanco. — Perdonen. Estaba diciendo...
— ¿Quién es usted exactamente? — Izzy comenzaba a comprender a Annabeth.
— Tu adorable compañera ya lo adivino, pero esperaba que tu también lo hubieras hecho.
❝— ¡Muéstraselo! ❞ — suplica Martha — ❝Hace meses que no adquiero mi tamaño normal❞
❝— ¡No le hagas caso! ❞ — Dice George ❝— ¡Solo quiere pavonearse! ❞
Hermes suspira sacando su teléfono y dice en voz alta: - Forma original, por favor.
El teléfono emitió un brillante resplandor azul y se fue alargando hasta convertirse en una vara de madera de un metro de largo, de la que brotaron unas alas. George y Martha, ahora culebras de tamaño normal, se enroscaban juntas en el centro. Aquello era un caduceo: el símbolo de la cabaña 11.
— Usted es el padre de Luke. — menciona Percy — Hermes.
— El padre de Luke... Normalmente, la gente no me presenta de ese modo. El dios de los ladrones, sí, o el dios de los mensajeros y viajeros, si quieren ser amables.
— Lo siento, señor. Percy no es muy sutil.
❝— ¡Dios de los ladrones es perfecto! ❞ — Dice George.
❝— No le hagan caso a George❞ — Martha chasquea la lengua ❝ — Esta amargado porque Hermes me prefiere a mi❞
❝— ¡No es verdad❞ — Replica George.
❝— ¡Ya lo creo! ❞
— Ustedes dos, compórtense. O vuelvo a convertirlos en un móvil y los dejo en modo vibración. — les advierte Hermes al borde de su paciencia — En fin, ustedes dos no han respondido a mi pregunta ¿Qué piensan hacer respecto a la búsqueda?
— Bueno señor... no tenemos permiso para salir del campamento. — Percy asiente ante las palabras de Izzy.
— Efectivamente, no lo tienen. Pero ¿Eso los va a detener?
— Yo quiero ir, debo salvar a Grover pero si lo hacemos... — Izzy no tenía razones para unirse a la misión, excepto salvar el único lugar donde se encontraba a salvo y donde quizá pudiese saber de si misma.
— Oh yo también conocí a un chico mucho mas joven que ustedes, casi un niño en realidad.
❝— ¡Ya estamos otra vez ❞ — dice George ❝— ¡Siempre hablando de si mismo!❞
❝— ¡Cállate!❞ — Chilla Martha ❝— ¿Quieres que nos pongan en modo vibración?❞
— Una noche, cuando la madre del chico no miraba, se deslizó fuera de su cueva y robó unas cabezas de ganado que eran propiedad de Apolo. — Izzy asintió, conocía la historia ya que la había leído antes, a cambio por su robo Hermes le entrega la lira al dios Apolo.
— ¿Y él lo hizo explotar en mil pedazos?
— Hummm... no. De hecho, la cosa salió bastante bien. Para compensarle por el robo, el chico le dio a Apolo un instrumento que había inventado: una lira. Apolo estaba tan encantado con la música que se olvidó por completo de su enfado.
— ¿Cuál es la moraleja?
— ¿La moraleja? Cielos, lo dices como si se tratase de una fábula. Es una historia verdadera. ¿La verdad también tiene moraleja?
— Eh...
— Digámoslo así: robar no siempre es malo — concluyó Hermes.
— No creo que a mi madre le gustara esa moraleja. — Izzy estuvo de acuerdo, pero Hermes tenía un punto.
❝―Las ratas son deliciosas ❞ ― dijo George.
❝― ¿Qué tiene que ver eso con la historia?❞ ―preguntó Martha.
❝― Nada. Pero estoy hambriento.❞ ― dice George.
― Ya lo tengo ― dijo Hermes ― Los jóvenes no siempre hacen lo que se les dice, pero si logran lo que se proponen y hacen algo fantástico, a veces se libran del castigo. ¿Qué tal?
― Me está diciendo que deberíamos ir de todos modos ― dice Percy ― aunque sea sin permiso.
Los ojos de Hermes centellearon.
― Martha, ¿me pasas el primer paquete, por favor?
Izzy tuvo ganas de vomitar cuando Martha abrió la boca, y la siguió abriendo hasta que se volvió tan ancha como un brazo humano. Eructó un bote de acero reluciente. Era un termo anticuado con tapa de plástico; tenía los lados esmaltados con antiguas escenas griegas en rojo y amarillo: un héroe matando a un león; un héroe levantando por los aires a Cerbero, el perro de tres cabezas...
― ¿Ese es Hércules? ― Hermes asiente, si que era genial.
― Es una pieza de coleccionista, de Hércules rompe cabezas. ― dice Hermes ― De la primer temporada.
― Espere ¿Hércules rompe cabezas? ― pregunta Percy desconcertado.
― Una serie fantástica ― suspiró Hermes ― Antes de que la televisión de Hefesto se llenara de reality shows. Desde luego, ese termo sería mucho más valioso si hubiese conseguido la canastilla del almuerzo completa...
❝― O si no hubiera pasado por la boca de Martha❞ ― dice George.
❝― Esta me la vas a pagar❞ ― Martha empezó a perseguirlo en torno al caduceo. Izzy se preguntaba si aquellos dos comprendían que no llegarían demasiado lejos en aquel tubo donde se enredaban.
― Oh, señor Hermes ¿Esto es un regalo?
― Uno de los dos que he traído ― dijo Hermes ― Venga, mírenlo bien.
― wow ― soltó Percy. ― ¡Es una brújula!
― ¡Qué listo! No lo había pensado, pero el uso para el que está diseñado es algo más espectacular. Afloja la tapa y desatarás los cuatro vientos para que te impulsen en tu camino. ¡Ahora no! ― Percy suelta la tapa con el chillido de Hermes ― Y por favor, cuando llegue el momento, desenrosca sólo un poquito la tapa, los vientos son un poco como yo... siempre incansables. Si los cuatro se escaparan al mismo tiempo... Pero bueno, estoy seguro de que andarás con cuidado. Y ahora, mi segundo regalo. ¿George?
❝―Me está tocando❞ ― se quejó George mientras él y Martha seguían deslizándose alrededor de la vara.
― Vaya novedad ― replicó Hermes ― Están entrelazados. ¡Y si no paran ahora mismo, los haré un nudo otra vez!
Ambas serpientes dejaron de pelearse al instante y George abrió la boca, expulsando un bote de vitaminas en forma de gomitas.
― Está de broma ― Menciona Percy mientras observa el frasco de gomitas con gran fascinación ― ¿Esas de ahí no tienen forma de Minotauro?
― Las de limón, sí; las de uva son Furias, me parece. ¿O eran Hidras? En todo caso, son muy fuertes; no tomes una a menos que de verdad la necesites. ― Explica Hermes con una sonrisa.
― ¿Y como sabríamos cuando tomarlas? ― preguntó Izzy mientras acariciaba a George y Martha.
― Lo sabrás, créeme. Nueve vitaminas esenciales, minerales, aminoácidos... Todo lo que necesitas para sentirte bien.
― Bueno, gracias por los regalos. ― dice Percy ― Pero... ¿por qué nos ayuda, señor Hermes?
― Quizá porque espero que puedan salvar a mucha gente en esta misión, Percy no sólo a tu amigo Grover.
― Usted habla.. ¿de salvar a su hijo? ― El dios sonríe con melancolía.
― Mire, señor Hermes, o sea, muchas gracias y tal, pero quizá sea mejor que se quede con los regalos. No es posible salvar a Luke, incluso si lo encontrara... Me dijo que quería demoler hasta la última piedra del Olimpo y ha traicionado a todos los que lo conocían. Y a usted lo odia especialmente.
― Oye, eso fue grosero. ― Le da un codazo a Percy. ― Es su hijo, Percy.
― Mi joven y querido primo, si hay una cosa que he aprendido en el curso de los eones es que no puedes renunciar a tu familia ni dejarla por imposible, por tentador que a veces pueda resultar. No importa que te odien, que te pongan en ridículo o que, sencillamente, sean incapaces de apreciar el genio que has demostrado inventando Internet...
― ¿Usted inventó Internet?
❝― Fue idea mía❞ ― dijo Martha.
❝― Las ratas son deliciosas❞ ― dijo George.
―¡Fue idea mía! ― dijo Hermes ― Me refiero a Internet, no a las ratas. Pero ésa no es la cuestión ahora. Percy ¿entiendes lo que te digo sobre la familia?
― N-no estoy seguro.
― Algún día lo estarás. ― Se incorporó y se sacudió la arena de las piernas― Entretanto, he de continuar.
❝―Tienes que devolver sesenta llamadas ❞ ― dijo Martha.
❝―Y mil treinta y siete e-mails ❞ ― añadió George ❝― Sin contar las ofertas de descuento online en los pedidos de ambrosía.❞
― Fue un placer, conocerte Izzy, mis chicos hablan maravillas de ti. Y tú, Percy ― dijo Hermes ― tienes un plazo más corto de lo que crees para completar tu búsqueda. Tus amigos deben estar a punto de...
A lo lejos la voz de Annabeth llamaba a Percy e Izzy.
― Espero haber hecho bien el equipaje ― dijo Hermes ―Tengo cierta experiencia en cuestión de viajes.. Son impermeables, claro. Y si se lo pides con amabilidad, creo que tu padre podría ayudarte a alcanzar el barco.
―¿Qué barco?
Hermes señaló con el dedo, mostrando en una niebla dorada un hermoso barco. En efecto, un gran crucero estaba atravesando el estuario de Long Island Sound. Sus luces blancas y doradas resplandecían sobre las aguas oscuras.
― Espere ― dije ― No entiendo nada. ¡Ni siquiera he dicho que vaya a partir!
― Yo en tu lugar me decidiría en los próximos cinco minutos ― me aconsejó Hermes ― Que es cuando las arpías vendrán a devorarte; y ahora, buenas noches, primo. Y... ¿me atreveré a decirlo? Que los dioses te acompañen.
Abrió la mano y el caduceo voló hacia ella.
― Hablando de una ultima cosa, creo que tienes un valor incalculable Izzy. ― dijo Hermes ― Averiguaras mas de lo que piensas en este viaje, confía en tu valor.
❝― Buena suerte❞ ― me dijo Martha.
❝―Tráeme una rata cuando vuelvas, Izzy❞ ― dijo George.
El caduceo se convirtió otra vez en teléfono móvil y Hermes se lo metió en el bolsillo. Echó a correr por la playa. Veinte pasos más allá, resplandeció un segundo y se desvaneció, dejando a los dos solos con un termo un bote de vitaminas, tres petates y cinco minutos escasos para tomar una decisión imposible.
― Iremos ¿Cierto?
― ¿Quieres acompañarnos?
― ¿Ir a una misión suicida? Claro ― respondió Izzy mientras observa la hija de Atenea correr hasta ellos.
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