ㅤ▸ OO1
—¿Estás en tus días? —Jungwon simuló sorpresa ante sus propias palabras, Ilevando su mano a su boca.
Casi nunca respondía ante las idioteces que mi amigo decía. Esta vez sin duda, no sería una excepción. He aprendido que para obtener paz, hay que dejarlo hablar solo, aunque fuera molesto.
—¿Eso es un sí? Eso explicaría sin dudas tu mal humor, ni siquiera dije nada malo, Ddeonu. —se encogió de hombros.
—Oh, ¿acaso te comportarías bien conmigo si yo le dijera al chico que te gusta que el bóxer que estás usando tiene un hoyo en la nalga izquierda? —respondí secamente.
Jungwon soltó una risotada que sonó por todo el salón, gracias a Dios vacío.
Después de que Jungwon me humillara frente a Ni-ki, gracias a que le conté que mi ropa interior estaba ligeramente perforada, no tuve más opción que venir al salón a ahogar mis penas en jugo de manzana. ¿Qué tendrá en el cerebro? Es un zoquete.
Podría jurar que cuando estaba en el vientre se tragó un pedazo de placenta.
—Tranquilo. —me consoló tocando mi hombro. —Entiendo, cosas del primer crush, lo siento mucho. —se recargó en mi hombro.
Nunca en mi vida había sentido amor o algo parecido por un chico, hasta este momento. Ni-ki, un chico atlético, alto, con un rostro creado por la misma Afrodita, un cuerpo que te deja embobado y sobre todo, una actitud bastante fascinante.
Sí, creo que estoy enamorado.
—Nunca tendré posibilidades con él ahora. —lloriqueé en sus brazos mientras Jungwon pasaba su mano por toda mi espalda.
—Claro que sí. Primero, te cambias ese bóxer cagado y te comprarás uno de buena marca. Despué-
—¡ldiota! —lo golpeé. No planeaba ayudarme, al menos no en serio.
El se rió nuevamente, hasta que un chico alto entró al salón, cortando sus risas. Él era la persona que le robaba suspiros a mi mejor amigo, Park Jay.
—Ey, que hay. —nos saludó sonriente.
Jungwon no articuló palabras coherentes. Solo se quedó fascinado ante ese chico. Sí, era bastante atractivo.
Él estaba en el grupo de Ni-ki.
Finalmente salió del salón, llevando consigo un paquete de gomitas de osos azucarados. Mi boca se llenó de saliva cuando ví por la ventana del salón a Ni-ki acompañando a Jay.
¿Cómo podía ser alguien tan perfecto?
—Ddeonu, mi marido me saludó.
—Eres un imbécil, Jungwon.
Dejé de lado a mi amigo y apoyé mi cabeza contra la mesa, teniendo fantasías inocentes sobre Ni-ki depositando un beso en mi mano.
El autobús escolar se había largado, y yo apenas estaba saliendo de la escuela.
—Demonios.
Saqué mi celular para llamar a Jungwon con la esperanza de que pudiera darme un aventón, pero no contestó. Tenía las esperanzas de que aún no se hubiera largado para enmarcar fotos de Jay, pero él dijo que la tienda cerraría temprano.
Hoy no es mi día, definitivamente no lo es.
Había un candente sol cayendo en todo mi rostro, hoy no lo quiero. Quiero nubes grisáceas y gotas de lluvia cayendo sobre mi cuerpo, quedar empapado y luego morir ahogado en un diluvio. Tal vez así Ni-ki me note y me haga caso, aunque esté muerto... Diablos, la madre de Jungwon tenía razón.
El amor te hace imbécil.
Guardé mi celular en mi bolsillo trasero y comencé a caminar. Me esperaba un largo camino y la parada de autobuses más cercana estaba a unas cuantas cuadras.
Miré a mi alrededor, habían estudiantes tomando el mismo camino que yo, algunos de mi misma clase. Ellos también se perdieron el bus, la maestra no nos dejó salir porque a Jungwon se le había perdido su color arcoíris. En efecto, mi mejor amigo era el chico de los plumones.
—Jungwon tonto. —musité para mis adentros.
Después de unos pocos minutos, localicé la parada de autobús con alivio. Estaba por correr hacia ella, cuando vi a Ni-ki con su grupo de amigos acercándose también.
—¡¿Por qué hoy?! —miré en todas direcciones.
Los amigos de Ni-ki se habían burlado cruelmente de mí después del incidente de los calzones, no quería verlos ahora.
Corrí en dirección opuesta cuando me di cuenta de que uno de sus amigos me apuntó con gracia, solo quería desaparecer. No más humillación, por favor.
Esquivaba ágilmente a las personas que se encontraban caminando, pero a un inepto se le ocurrió aparecer corriendo también. El chico se detuvo abruptamente, pero yo no corrí con la misma suerte.
Nuestras cabezas chocaron soltando un ruido hueco, ni siquiera tuve tiempo de procesarlo cuando caímos y sentí la sensación de un cuerpo aplastar el mío. Al abrir mis ojos, divisé a un chico sobre mi.
Luego escuché un ruido asqueroso.
—Agh... —toqué mi codo, lo había raspado, pero me di cuenta de que algo más interesante estaba sobre mi ropa.
Habían pétalos de colores claros, en su mayoría rosas.
Mis ojos se hicieron pequeños analizando la situación, y luego se abrieron por la sorpresa. Tenía a un chico encima de mi, vomitando pétalos sobre mi ropa.
—Eh... ¡rayos!
No sabía cómo reaccionar ante esta situación.
Nunca había visto en carne y hueso a una persona que presentara esa enfermedad. Estaba entre sorprendido, asustado y asqueado. El chico trató de levantarse, pero gracias a la presencia de una nueva arcada él tapó su boca con las dos manos, cayendo esta vez completamente sobre mi pecho, su rostro en mi cuello. Ay.
Unos pétalos con un poco de saliva cayeron en mi cuello.
—Lo siento... —repuso débilmente.
Un chico de que lucía de unos 10 años se acercó corriendo y separó al vomitón de mi.
—¡Hyung! —lo tomó de los hombros. —¿Por qué corrió así?
El chico pelinegro —aún inestable— no formuló palabra. El segundo desconocido me ofreció su mano para ayudarme a levantarme y la acepté. Mi espalda dolía, pero no era momento de pensar en mi.
—Lo lamento, hyung está enfermo. —hizo una reverencia. —De verdad, lo lamento mucho, de nuevo. Soy Seongmin
Trató de limpiar algunos pétalos que se quedaron pegados en mi cuello por la saliva, evitando la mirada de los adultos y niños que se habían quedado mirando la escena.
—Eh, está bien. Supongo. —rasqué mi mejilla, un hábito nervioso. —¿Estará bien? —susurré, mirando como el chico de hace un momento estaba apoyando su frente en un farol.
—No lo sé, es bastante recient-
—Seongmin, cállate. —el chico se quitó su gorro y miró mal al menor. —Privacidad, por favor.
El menor asintió y jugueteó con sus dedos, algo desanimado.
—Lo siento. —el mayor rascó su nuca, esta vez dirigiéndose a mi. —; claramente no volverá a ocurrir. —El pelinegro me miró con vergüenza e hizo una reverencia. —Vamos, Seongmin.
—Eh, adiós.
Ambos chicos se fueron, Seongmin despidiéndose de mí con su pequeña mano.
Aún algo desconcertado por lo que acababa de pasar, sobé mi cuello. El cual aún tenía un pétalo. El color es bastante lindo, un rosado tan claro que podría confundirse con el blanco, había otros en el suelo, estos rosado tan fuerte que podría confundirse con el marrón.
Sentí la necesidad de llevarlos conmigo, así que junté unos cuantos, pasando por alto las miradas extrañas de la gente a mi alrededor. Los guardé en mi mochila y me encaminé de vuelta a la parada. Niki ya no debería estar.
Pobre chico, espero que su destinado presente su marca y la acepte antes de que muera, después de todo a mi no me gustaría vomitar flores hasta la muerte.
Saqué mi celular.
—¡Jungwon, a que no sabes que acabo de presenciar!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro