Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐈.

 

  —¡Hey!, ¡Black! —Gritó un castaño corriendo hasta ella.

Alexandra se dio la vuelta. Viendo al chico ahora frente suyo agitado.

—¿Qué pasa, Theo? —Preguntó.

   En poco tiempo ya saldría el tren. No veía la hora de ver a sus padres y contarles todo lo que había pasado.

—¿No veremos de nuevo?

Theodore Nott, uno de los mejores amigos de Draco Malfoy, se había vuelto algo pegado a la prima de su amigo. Ambos se habían conocido el verano pasado en Italia, cuando Alexandra junto a sus tíos y primo habían ido a recorrer la famosa Roma. Allí se encontraron con Theo, que siempre pasaba las vacaciones ahí. El chico, aunque le dé vergüenza admitirlo, se había enamorado un poco de Black.

No sabía cómo pero todo de ella le atraía. Al principio solo pensó que era porque estaba en una edad en donde era normal que le gustaran las chicas gracias a las hormonas que generaba su cuerpo. Pero después supo que era porque quién no se enamoraba de los Black. Tan solo míralos, eran perfectos. Además que poseían la sangre más pura y rica de Londres.

—Por supuesto que si, solo son vacaciones, no es el fin del mundo — dijo Alex divertida. Se acercó al chico que era un poco más bajito que ella— Te enviaré cartas, lo prometo.

Lo envolvió en su brazos. Llenandolo de todo el aroma frutal que desprendía su cuerpo. Nott no sabía que hacer. Su corazón parecía que iba a mil por hora. Tan solo rodeo su perfecta cintura, formada gracias a los duros entrenamientos de Quidditch que tenía con el equipo de Slytherin.

   Alexandra se había unido al equipo de Quidditch en su segundo año. Jugó contra Harry varias veces. Y en solo dos logró el azabache ganarle. Si no hubiera sido por Dumbledore y sus estúpidos puntos hacia Gryffindor, la casa de Slytherin podría haber ganado. Era mucha la diferencia que había. Slytherin estaba en primero y Gryffindor en último. Pero como siempre el viejo hacía de las suyas para que los leones ganarán.

    Luego de eso había estado más de una semana enojada con Harry. Tanto que no le escribió cuando el chico le había mandando con su lechuza Hedwig un dibujo de ellos dos con sus uniformes de Quidditch montados cada uno en su escoba. Hasta que luego entró en razón y decidió volver a hablarle, pero no llegaban respuestas a sus cartas. Por lo que dejó de mandarle cartas nuevamente, pensando en que el chico estaba enojado con ella.

Cuando volvió a Hogwarts supo que no era así. Al parecer un elfo doméstico (a quien ella conocía perfectamente) había interceptado todas sus cartas. Al principio no le creyó pero un pelirrojo logró convencerla de que estaba diciendo la verdad y que él había logrado salvarlo junto a sus hermanos y lo habían llevado a su casa. Alex entendió y volvió a acercarse a Harry.

El próximo año fue tranquilo, si así se podía decir. Su padre, Sirius Black escapó de azkaban. Al principio no quería tener nada que ver con él. Porque pensaba que él era el culpable de la muerte de sus tíos, James y Lily. O así fue como su padre Remus, entre lágrimas, le había contado en la cena en navidad. Ella lo creyó. Pero luego cuando fue junto a su padre Remus a salvar a Harry, lo vio a Sirius y lo primero que hizo fue poner a Harry detrás suyo, Sirius se impresionó, pero en ningún momento los atacó. En cambio él lo explicó todo. Quien había asesinado a los Potter y culpado a su padre era Peter Pettigrew. Jamás se imaginó qué ese asqueroso y mugroso fuera la rata de Ron.

Por desgracia se les escapó de las manos cuando se aprovechó de que Remus estaba transformándose en su forma de licantropo. Y Sirius tuvo que seguir escondiéndose. Y le había propuesto a Harry mudarse a vivir con él. Harry le preguntó a Alex si estaba de acuerdo con eso y ella en ningún momento negó que él fuera parte de su familia. Después de todo el sufrimiento se merecía una familia que lo amará.

Este año había sido todo un grande desastre. Primero el nombre de Harry salió en el caliz de fuego y los Hufflepuff hicieron cosas para hacerlo sentir mal. También Ron se había enojado con él. Por lo que en los tiempos libre él se quedaba con Alexandra y sus amigos Slytherin, que aún siéndolo eran buenos con él.

Después de tantas pruebas mortales, llegó la última. Y si las anteriores eran mortales, esta era la entrada al infierno. Un laberinto en el que Cedric Diggory lamentablemente salió sin vida. Muchos le echaban la culpa a Harry. Pero Alexandra sabía toda la verdad. Y era que Voldemort regresó.

Así que luego de muchas insistencias la familia Black-Lupin logró convencer a Albus Dumbledore de que Harry pasara las vacaciones en el número 12 de Grimmauld Place junto a ellos. Para así mantenerlo más protegido de cualquier peligro posible. Dumbledore aceptó con la condición de que saliera de allí lo menos posible. Pero nada evitaría que fueran las mejores vacaciones.

  —Más te vale, Alex, porque si no lo haces te mataré.

Alexandra se separó mirándolo con gracia.

  — ¿A si?

Theodore se puso más rojo que nunca. Intentó disimularlo bajando la cabeza. Cosa que no logró al escuchar la risa de Black.

—Me encantaría seguir riéndome de ti, Nott, pero Harry me espera — dijo apenada mientras  comenzaba a caminar, siendo seguida por Theodore que al llegar a la entrada de la sala común se quedó parado.

—¡Que tengas unas lindas vacaciones con tu nuevo hermano!

— ¡Primo! —corrigió la mayor.

    En las afueras del castillo esperaba el trío de oro hablando tranquilamente. O bueno así era por lo menos con Ron y Hermione. Harry estaba nervioso mordiéndose las uñas. Todo esto lo ponía tan feliz y tan inquieto a la vez. Había oído sobre el cuadro de la abuela de Alexandra. Sobre que odiaba a los no sangre puras y no paraba de gritar hasta que éstos se fueran. Aunque Alexandra le dijo que no había de que temer, después de todo su abuela era la mejor y la había criado a ella durante diez años, hasta que murió por una enfermedad. Él seguía desconfiado.

   Hermione lo sacó de su trance golpeando su brazo con su codo. Levantó la mirada y la vio. Alexandra Black Lupin caminaba hacia ellos con un pequeño bolso en su brazo. Su cabellera ondulada, a la que a veces se la solía ver con uno que otro rulo, se veía desde lo lejos. Y ni hablar de su vestimenta. Era tan perfecta como su caminata. Una vez llegó a ellos. Saludó a cada uno con beso, excepto por Harry claro, a quien además de un beso le dio un fuerte abrazo, Al que Harry correspondió gustosamente. No entendía por qué, pero se sentía tan seguro en los brazos de Alex.

  —¿Listo para pasar las mejores vacaciones, Harry?

    Era muy raro ver a Alexandra Black Lupin sonreir. Pero por rara razón siempre sonreía cuando estaba con Harry, Theo, Draco o cualquier persona demasiado cercana a ella. Cosa que no pasaba por alto para los demás. De igual manera nadie nunca dijo algo al respecto de cierto detalle.

  Lo que nadie sabía era que la mayor lo aprendió de su abuela. Walburga Black siempre parecía estar enojada o de mal humor. Era extremadamente raro ver una sonrisa salir de su boca. O así parecía ser para todos. Excepto por su hijo menor y su nieta. Ellos eran los afortunados de decir que la habían visto sonreír más de unas siete veces. En cambio Sirius jamás la vio siquiera darle una sonrisa de costado. Posiblemente era porque él siempre la hacía enojar y no sentirse orgullosa de él. Con el tiempo dejó de darle importancia. Hasta que vio como su hija tenía las mismas actitudes. Entonces entendió que una sonrisa era un gesto de cariño y confianza máxima y que no cualquiera la obtendría.

  —Por supuesto —dijo Harry —. ¿Te sentarás con nosotros?

  —Lo siento, le prometí a mis amigos que iría con ellos, pero en el poco tiempo que tengo antes de llegar a la estación, intentaré sentarme contigo.

Parecía que alguien la estaba llamando porque se despidió rápido y se fue corriendo. Hermione siquiera entendía cómo hacía para correr con tacones y no caerse. Seguramente debió haber sido otra de las cosas que entrenó desde muy pequeña.

     Cuando subieron al tren, la mayoría de los vagones estaban llenos. Harry, Ron y Hermione tuvieron que caminar casi hasta el final del tren para encontrar finalmente uno vacío.

      Una vez ya acomodados, Hermione, como siempre, sacó un libro de su bolso y comenzó a leer. Ron comía las galletas que los elfos domésticos le dieron (prácticamente los obligó) antes de irse. Mientras que Harry solo se dedicó a ver la ventanilla, y poco a poco fue cerrando los ojos. Intentó resistirse, pero el sueño finalmente le ganó.

     Lo primero que vio Alexandra al entrar al bagón en donde estaba el trío de oro, hizo que el corazón se le derritiera. Harry dormía como un niño pequeño en uno de los asientos, acurrucado con una frazada verde tapandolo.

    —Estaba muy cansado —comentó divertido Ron, que estaba sentado al lado derecho de Hermione.

   —Ya veo.

   Con una sonrisa Alexandra cerró la puerta detrás suyo y con cuidado se acercó a donde Harry estaba acostado y se sentó, cuidando de no despertarlo.

  Acercó una mano a su cara y acarició su mejilla, para después pasar sus dedos por esos cabellos azabaches que eran tan difíciles de domar, pero que casualmente solían hacerle caso al tacto de Alexandra y solo con ella se desenredaban.

   Harry abrió los ojos despacio. Al darse cuenta de que la presencia frente suyo no era nada menos que Alexandra Black. Se sentó acomodando sus lentes.

   —Lamento haberte despertado, Harry.

   —No, no, esta bien, no me molesta —Rápidamente sus mejillas se tronaron rosadas. Bajo la mirada y dijo —¿No estabas con tus amigos?

    —Si, pero te dije que un rato antes de llegar me sentaría el resto del viaje contigo.

     —Ah, sí —Harry miró a sus amigos, quien claramente estaban divertidos.

     El transcurso del viaje fue entretenido. Harry y Alexandra hablaban sin parar. Tanto que Hermione tuvo que guardar su libro porque no lograba consentrarse. Varias veces Hermione pudo hablar con Alexandra. Mayormente en temas de estudios.

   Ron ya conocía a Alexandra desde hace mucho tiempo antes. Debido a que sus hermanos iban con la chica al mismo año. Fred y George solían contarle a su madre sobre Alexandra durante todas las vacaciones. La pobre Molly terminaba con dolor de cabeza por tanto escuchar la voz de sus hijos.

   Los perfectos se acercaron a cada puerta, avisando que todos se preparen, que en poco tiempo tendrían que bajar.

  Cuando el tren paró, todos comenzaron a salir de sus vagones, a excepción de el trío de oro y Black, que esperaron a que todos se fueran para poder baja tranquilos.

   Apenas la señora Weasley los vio, se acercó hasta ellos para saludarlos y recibir a Ron, que se quejó avergonzado cuando su mamá le dejó el labial marcado en la mejilla.

    Alexandra quiso quedarse hablando con Molly, pero ya había visto a lo lejos a su tío y un perro negro, tan grande que podría llegarle hasta la cintura. Por lo que tuvo que despedirse de los Weasley y Hermione e irse, junto a Harry, a donde su familia estaba.

      Sin dudarlo Alexandra corrió hasta su tío y lo abrazó fuerte. Lo había extrañado mucho. Tenían tantas cosas para hablar.

      Un ladrido exigente de atención interrumpió el momento tío y sobrina. Alexa se volteó, sonriendo divertida. Se agachó con elegancia.

     —Oh, perro pulgoso, a ti también te extrañé — le acarició la cabeza y detrás de las orejas, para después abrazarlo con cariño, mientras su padre pasaba su lengua en la cara y cabello de su hija.

     Harry miró al hermano de su padrino, Regulus Black un poco asustado. Solía tener ese porte que lograba intimidar a más de uno. Black no cambió su expresión, hasta despegar su mirada de su hermano y sobrina. Cuando miró a Harry su semblante cambió a uno más relajado.

    —Hola, Harry, tranquilo, no muerdo.

    Harry también se relajó un poco. Dudoso extendió su mano en forma de saludo. Regulus no tardó en aceptarla.

     Alexandra le indicó a Harry que se agarre fuerte del brazo de ella, para el traslado. Sirius, en su forma perruna, apoyó su pata en el pie de su hermano, Regulus.

    Harry no tardó en sentir como su estómago comenzaba a revolverse y su cabeza a girar. Se agarró fuerte del brazo de Alexandra y de Regulus que estaba a su derecha.

   Odiaba la aparición.






  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro