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𝟭𝟯 。・:*˚:✧。 a match to remember. ៹


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━ ✩・*。𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 & 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 。˚⚡
013.┊UN PARTIDO PARA RECORDAR.
❝ canción: my songs know what you did de fall out boy. 

—NOS HA ENVIADO ESTO —DIJO HERMIONE, tendiéndoles la carta.

Ara la tomó. El pergamino estaba húmedo; las gruesas lágrimas habían emborronado tanto la tinta que la lectura se hacía difícil en muchos lugares.

Queridas Hermione y Ara:
      Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hogwarts, pero van a fijar la fecha del sacrificio.
      A Buckbeak le ha gustado Londres. Nunca olvidaré toda la ayuda que nos habéis proporcionado.
                                         Hagrid

—No pueden hacerlo —dijo Harry—. No pueden. Buckbeak no es peligroso.

—¡Pero─Malfoy es al que deberían cortarle la cabeza! —dijo Ara, indignada—. Él lo provocó.

—El padre de Malfoy ha conseguido atemorizar a la Comisión para que tomen esta determinación —dijo Hermione secándose los ojos—. Ya sabéis cómo es. Son unos viejos imbéciles y los ha asustado. Pero podremos recurrir. Siempre se puede. Aunque no veo ninguna esperanza. . . Nada cambiará.

—Sí, algo cambiará —dijo Ron, decidido—. En esta ocasión no tendréis que hacer vosotras solas todo el trabajo. Yo os ayudaré.

—¡Oh, Ron!

Hermione le echó los brazos al cuello y rompió a llorar. Ron, totalmente aterrado, le dio unas palmadas torpes en la cabeza. Hermione se apartó por fin.

—Ron, de verdad, siento muchísimo lo de Scabbers —sollozó.

—Bueno, ya era muy vieja —dijo Ron, aliviado de que ella se hubiera soltado—. Y era algo inútil. Quién sabe, a lo mejor ahora mamá y papá me compran una lechuza.

—Ya era hora de que hicieran las paces, ¿no crees? —susurró Ara muy contenta al oído de Harry.

Harry asintió, sonriéndole y rodeándola con un brazo para darle un abrazo lateral.

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LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD IMPUESTAS A LOS ALUMNOS DESPUÉS de la segunda intrusión de Sirius Black impedían que Ara, Harry, Ron y Hermione visitaran a Hagrid por las tardes. La única posibilidad que tenían de hablar con él eran las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Hagrid parecía conmocionado por el veredicto.

—Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban todos allí con sus túnicas negras, y a mí se me caían continuamente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habíais buscado, chicas. Y entonces se levantó Lucius Malfoy, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo. . .

—¡Todavía podemos apelar! —dijo Ron con entusiasmo—. ¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!

Volvían al castillo con el resto de la clase. Delante podían ver a Malfoy, que iba con Crabbe y Goyle, y miraba hacia atrás de vez en cuando, riéndose.

—No servirá de mucho, Ron —le dijo Hagrid con tristeza, al llegar a las escaleras del castillo—. Lucius Malfoy tiene a la Comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo. . .

Hagrid dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndose el rostro con el pañuelo.

—¡Miradlo cómo llora!

Malfoy, Crabbe y Goyle habían estado escuchando en la puerta.

—¿Habíais visto alguna vez algo tan patético? —dijo Malfoy—. ¡Y pensar que es nuestro profesor!

Harry y Ron fueron furiosos hacia ellos, pero Hermione y Ara llegaron antes:

¡PLAF!

Hermione le dio a Malfoy una bofetada con todas sus fuerzas. Y ni dos segundos después. . .

¡PLAF!

El puño de Ara había colisionado con la nariz de Malfoy, y la sangre empezó a salir inmediatamente de ella.

Malfoy se tambaleó. Harry, Ron, Crabbe y Goyle se quedaron atónitos en el momento en que Ara y Hermione volvieron a levantar las manos.

—¡No te atrevas a llamar «patético» a Hagrid, so puerco─ so malvado─!

—¡Hermione! —dijo Ron con voz débil, intentando sujetarle la mano.

—¡Suéltame, Ron!

Harry logró agarrar a Ara por los brazos.

—¡No, Harry! —dijo Ara, revolviéndose en el agarre de Harry—. ¡Deja que le reviente la cara!

Hermione sacó la varita. Malfoy se echó hacia atrás. Crabbe y Goyle lo miraron atónitos, sin saber qué hacer.

—Vámonos —musitó Malfoy. Y en un instante, los tres desaparecieron por el pasadizo que conducía a las mazmorras.

Harry soltó por fin a Ara y se volvió para mirarla asombrado.

—Buen puñetazo —susurró Harry débilmente.

—Gracias —Ara sonrió.

—¡Hermione! —dijo Ron de nuevo, atónito por la sorpresa.

—¡Harry, Ara, espero que le ganéis en la final de quidditch! —dijo Hermione chillando—. ¡Espero que ganéis, porque si gana Slytherin no podré soportarlo!

—Hay que ir a Encantamientos —dijo Ron, mirando todavía a Hermione con los ojos como platos—. Será mejor que nos vayamos.

Subieron aprisa hacia la clase del profesor Flitwick.

—¡Llegáis tarde, muchachos, señorita! —dijo en tono de censura el profesor Flitwick, cuando Harry abrió la puerta del aula—. ¡Vamos, rápido, sacad las varitas! Vamos a trabajar con encantamientos regocijantes. Ya se han colocado todos por parejas.

Ara, Harry y Ron fueron aprisa hasta un pupitre que había al fondo y abrieron las mochilas. Ara miró a su alrededor.

—¿Dónde está Hermione?

Harry y Ron también echaron un vistazo. Hermione no había entrado en el aula, pero Harry sabía que estaba a su lado cuando había abierto la puerta.

—Es extraño —dijo Harry mirando a Ara y a Ron—. Quizás─ quizás haya ido a los lavabos o algo. . .

—Nosotras siempre vamos juntas a los lavabos —dijo Ara confundida, nunca iban solas al baño.

Pero Hermione no apareció durante la clase.

—Pues tampoco le habría venido mal a ella un encantamiento regocijante —comentó Ron cuando salían del aula para ir a comer, todos con una dilatada sonrisa. La clase de encantamientos regocijantes les había dejado muy contentos.

Hermione tampoco apareció por el Gran Comedor durante el almuerzo. Cuando terminaron el pastel de manzana, el efecto de los encantamientos regocijantes se estaba perdiendo, y Ara, Harry y Ron empezaban a preocuparse.

—¿No le habrá hecho nada Malfoy? —comentó Ron mientras subían aprisa las escaleras hacia la torre de Gryffindor.

—Le rompería todos los huesos del cuerpo si lo ha hecho —dijo Ara, sin rastro de humor en su tono.

Pasaron entre los troles de seguridad, le dieron la contraseña («Pitapatafrita») a la Señora Gorda y entraron por el agujero del retrato para acceder a la sala común.

Hermione estaba sentada a una mesa, profundamente dormida, con la cabeza apoyada en un libro abierto de Aritmancia. Fueron a sentarse a cada lado de ella. Ara le dio con el codo para que despertara.

—¿Qu─ qué? —preguntó Hermione, despertando sobresaltada y mirando alrededor con los ojos muy abiertos—. ¿Es hora de marcharse? ¿Q─qué clase tenemos ahora?

—Adivinación, pero no es hasta dentro de veinte minutos —dijo Harry—. Hermione, ¿por qué no has estado en Encantamientos?

—¿Qué? ¡Oh, no! —chilló Hermione—. ¡Se me ha olvidado!

—Pero ¿cómo se te ha podido olvidar? —le preguntó Ara, frunciendo el ceño—. ¡Has llegado con nosotros a la puerta del aula!

—¡Imposible! —aulló Hermione—. ¿Se ha enfadado el profesor Flitwick? Ha sido Malfoy. Estaba pensando en él y he perdido la noción de las cosas.

—¿Sabes, Hermione? —le dijo Ron, mirando el libro de Aritmancia que Hermione había empleado como almohada—. Creo que estás a punto de estallar. Tratas de abarcar demasiado.

—No, no es verdad —dijo Hermione, apartándose el pelo de los ojos y mirando alrededor, buscando la mochila infructuosamente—. Me he despistado, eso es todo. Lo mejor será que vaya a ver al profesor Flitwick y me disculpe. ¡Os veré en Adivinación!

Se reunió con ellos veinte minutos más tarde, todavía confusa, a los pies de la escalera que llevaba a la clase de la profesora Trelawney.

—¡Aún no me puedo creer que me haya perdido la clase de encantamientos regocijantes! ¡Y apuesto a que nos sale en el examen! ¡El profesor Flitwick me ha insinuado que puede salir!

Subieron juntos y entraron en la oscura y sofocante sala de la torre. En cada mesa había una brillante bola de cristal llena de neblina nacarada. Ara, Harry, Ron y Hermione se sentaron juntos a la misma mesa destartalada.

—Creía que no veríamos las bolas de cristal hasta el próximo trimestre —susurró Ron, echando a su alrededor una mirada, por si la profesora Trelawney estaba cerca.

—No te quejes, esto quiere decir que ya hemos terminado con la quiromancia. Me ponía enferma verla dar respingos cada vez que miraba mi mano y la de Harry, y que dijera que encontraré "al amor de mi vida".

—¡Buenos días a todos! —dijo una voz conocida y a la vez indistinta, y la profesora Trelawney hizo su habitual entrada teatral, surgiendo de las sombras. Parvati y Lavender temblaban de emoción, con el rostro encendido por el resplandor lechoso de su bola de cristal—. He decidido que empecemos con la bola de cristal algo antes de lo planeado —dijo la profesora Trelawney, sentándose de espaldas al fuego y mirando alrededor—. Los hados me han informado de que en vuestro examen de junio saldrá la bola, y quiero que recibáis suficientes clases prácticas.

Hermione dio un bufido.

—Bueno, de verdad. . . «los hados le han informado»... ¿Quién pone el examen? ¡Ella! ¡Qué predicción tan asombrosa! —dijo, sin preocuparse de bajar la voz. Ara, Harry y Ron ahogaron una carcajada.

Era difícil saber si la profesora Trelawney los había oído, ya que su rostro estaba oculto en las sombras. Sin embargo, prosiguió como si no se hubiera enterado de nada.

—Mirar la bola de cristal es un arte muy sutil —explicó en tono soñador—. No espero que ninguno vea nada en la bola la primera vez que mire en sus infinitas profundidades. Comenzaremos practicando la relajación de la conciencia y de los ojos externos —Ron empezó a reírse de forma incontrolada y tuvo que meterse el puño en la boca para ahogar el ruido—, con el fin de liberar el ojo interior y la superconciencia. Tal vez, si tenéis suerte, algunos lleguéis a ver algo antes de que acabe la clase.

Ara se sentía muy tonta, no hacía más que mirar la bola de cristal sin comprender, Harry parecía sentir lo mismo e intercambiaron expresiones de fastidio. No facilitaba las cosas el que Ron prorrumpiera continuamente en risitas mudas ni que Hermione chascara la lengua sin parar, en señal de censura.

Así que Ara y Harry empezaron una partidita de lucha de pulgares, Ara ganaba siempre, y eso mejoraba mucho su estado de ánimo mientras se regodeaba con Harry de sus victorias. Lo que ella no sabía era que Harry la había dejado ganar todas las veces; disfrutaba de la sonrisa que decoraba su cara cada vez.

—¿Habéis visto ya algo? —les preguntó Harry después de terminar su sexta lucha de pulgares con Ara.

—Sí, aquí hay una quemadura —dijo Ron, señalando la mesa con el dedo—. A alguien se le ha caído la cera de la vela.

—Esto es una horrible pérdida de tiempo —dijo Hermione entre dientes—. En estos momentos podría estar practicando algo útil. Podría ponerme al día en encantamientos regocijantes.

Acompañada por el frufrú de la falda, la profesora Trelawney pasó por su lado.

—¿Alguien quiere que le ayude a interpretar los oscuros augurios de la bola mágica? —susurró con una voz que se elevaba por encima del tintineo de sus pulseras.

—Yo no necesito ayuda —susurró Ron—. Es obvio lo que esto quiere decir: que esta noche habrá mucha niebla.

Ara, Harry y Hermione estallaron en una carcajada.

—¡Venga! —les llamó la atención la profesora Trelawney, al mismo tiempo que todo el mundo se volvía hacia ellos. Parvati y Lavender los miraban escandalizadas—. Estáis perjudicando nuestras vibraciones clarividentes. —Se aproximó a la mesa de los cuatro amigos y observó su bola de cristal. A Harry se le vino el mundo encima. Imaginaba lo que pasaría a continuación—: ¡Aquí hay algo! —susurró la profesora Trelawney, acercando el rostro a la bola, que quedó doblemente reflejada en sus grandes gafas—. Algo que se mueve. . . pero ¿qué es?

Harry habría apostado todo cuanto poseía, incluída su Saeta de Fuego, a que, fuera lo que fuese, no serían buenas noticias. En efecto:

—Muchacho. . . —La profesora Trelawney suspiró mirando a Harry—. Está aquí, más claro que el agua. Sí, querido muchacho. . . está aquí acechándote, aproximándose. . . el Gr─

—¡Por Dios santo! —exclamó Hermione—. ¿Otra vez ese ridículo Grim?

La profesora Trelawney levantó sus grandes ojos hasta la cara de Hermione. Parvati susurró algo a Lavender y ambas miraron a la muchacha. La profesora Trelawney se incorporó y la contempló con ira.

—Siento decirte que desde el momento en que llegaste a esta clase resultó evidente que careces de lo que requiere el noble arte de la adivinación. En realidad, no recuerdo haber tenido nunca un alumno cuya mente fuera tan incorregiblemente vulgar.

Hubo un momento de silencio.

—Bien —dijo de repente Hermione, levantándose y metiendo en la mochila su ejemplar de Disipar las nieblas del futuro—. Bien —repitió, echándose la mochila al hombro y casi derribando a Ron de la silla—, abandono. ¡Me voy!

Y ante el asombro de toda la clase, Hermione se dirigió con paso firme hacia la trampilla, la abrió de un golpe y se perdió escaleras abajo. Ara se llevó una mano a la boca para contener una amplia sonrisa mientras se quedaba mirando a Hermione, sin haberse esperado nunca su arrebato.

—Creo que Ara está influyendo ligeramente en ella —le susurró Ron a Harry, que asintió con la cabeza.

—Como si eso fuera algo malo —Ara ladeó la cabeza.

La clase tardó unos minutos en volver a apaciguarse. Parecía que la profesora Trelawney se había olvidado por completo del Grim. Se volvió de repente desde la mesa de Ara, Harry y Ron, respirando hondo a la vez que se subía el chal transparente.

—¡Aaaaah! —exclamó de repente Lavender, sobresaltando a todo el mundo—. ¡Aaaah, profesora Trelawney, acabo de acordarme! Usted la ha vio salir, ¿no es así, profesora? «En torno a Semana Santa, uno de vosotros nos abandonará para siempre.» Lo dijo usted hace milenios, profesora.

La profesora Trelawney le dirigió una amable sonrisa.

—Sí, querida. Ya sabía que nos dejaría la señorita Granger. Una siempre tiene la esperanza, sin embargo, de haber confundido los signos. . . El ojo interior puede ser una cruz, ¿sabéis?

Lavender y Parvati parecían muy impresionadas y se apartaron para que la profesora Trelawney pudiera ponerse en su mesa.

—Hermione se la está buscando, ¿verdad? —susurró Ron a Harry, con expresión sobrecogida.

—Sí. . .

Ara miró un momento en la bola de cristal, y antes de apartar la mirada vio algo, entrecerró los ojos. . . Parecía. . . ¿un lobo? Tenía manchas rojas en el costado, se parecía terriblemente a su forma animaga.

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LAS VACACIONES DE SEMANA SANTA NO RESULTARON LO QUE SE DICE RELAJANTES. Los de tercero nunca habían tenido tantos deberes. Neville Longbottom parecía encontrarse al borde del colapso nervioso y no era el único.

—¿A esto lo llaman vacaciones? —gritó Seamus Finnigan una tarde, en la sala común—. Los exámenes están a mil años de distancia, ¿qué es lo que pretenden?

Pero nadie tenía tanto trabajo como Hermione. Aun sin Adivinación, cursaba más asignaturas que ningún otro. Normalmente era la última en abandonar por la noche la sala común y la primera en llegar al día siguiente a la biblioteca. Tenía ojeras como Lupin y parecía estar a punto de echarse a llorar en todo momento.

Ron se estaba encargando de la apelación en el caso de Buckbeak. Cuando no hacía sus propios deberes estaba enfrascado en enormes volúmenes que tenían títulos como Manual de psicología hipogrífica¿Ave o monstruo? Un estudio de la brutalidad del hipogrifo. Estaba tan absorto en el trabajo que incluso se olvidó de tratar mal a Crookshanks.

Ara, mientras tanto, estaba bastante ocupada con el quidditch, el partido entre Gryffindor y Slytherin tendría lugar el primer sábado después de las vacaciones de Semana Santa. Tenía que organizar su tiempo, hacer los deberes, estudiar para los exámenes y practicar quidditch. Estaba más que estresada, pero aun así se las arreglaba.

La situación de Harry era parecida a la de Ara, tenía que combinar sus deberes con el entrenamiento diario de quidditch, por no mencionar las interminables discusiones de tácticas con Wood. Slytherin iba en cabeza y sacaba a Gryffindor doscientos puntos exactos. Esto significaba, como Wood recordaba a su equipo constantemente, que necesitaban ganar el partido con una ventaja mayor si querían ganar la copa. También significaba que la responsabilidad de ganar caía sobre Harry en gran medida, porque capturar la snitch se recompensaba con ciento cincuenta puntos.

—Así, si les sacamos una ventaja de cincuenta puntos, no tienes más que atraparla —decía Wood a Harry todo el tiempo—. Sólo si les llevamos más de cincuenta puntos, Harry, porque de lo contrario ganaremos el partido pero perderemos la copa. Lo has comprendido, ¿verdad? Tienes que atrapar la snitch sólo si estamos─

—¡YA LO SÉ, OLIVER! —gritó Harry.

Toda la casa de Gryffindor estaba obsesionada por el partido. Gryffindor no había ganado la copa de quidditch desde que el legendario Charlie Weasley había sido buscador.

Las expresiones de Ara estos días eran de todo menos relajadas, quería darle una paliza a Malfoy cada vez que lo veía, por su culpa la mascota de Hagrid iba a morir, Wood no paraba de molestarla con técnicas que ya conocía, pero ella se limitaba a bloquear su voz la mayor parte del tiempo para no irritarse demasiado.

Nadie recordaba un partido precedido de una atmósfera tan cargada. Cuando las vacaciones terminaron, la tensión entre los equipos y entre sus respectivas casas estaba al rojo. En los corredores estallaban pequeñas peleas que culminaron en un desagradable incidente tras el cual un alumno de cuarto de Gryffindor y otro de sexto de Slytherin terminaron en la enfermería con puerros brotándoles de las orejas.

Harry y Ara lo pasaban especialmente mal. No podían ir a las aulas sin que algunos Slytherins sacaran las piernas y les pusieran la zancadilla. Crabbe y Goyle aparecían continuamente donde estaban ellos, y se alejaban arrastrando los pies, decepcionados, al verlos rodeados de gente. Obviamente, querían deshacerse de ellos para que no pudieran jugar. Harry era el buscador, uno de los puestos más importantes, si no el que más, y Ara era una de las mejores cazadoras del colegio, prácticamente irremplazable. Wood había dado instrucciones para que Harry y Ara fueran acompañados a todas partes, por si los de Slytherin trataban de quitarlos de en medio.

La víspera del partido por la noche, en la sala común de Gryffindor, se abandonaron todas las actividades habituales. Incluso Hermione dejó sus libros.

—No puedo trabajar, no puedo concentrarme —dijo nerviosa.

Había mucho ruido. Fred y George Weasley habían reaccionado a la presión alborotando y gritando más que nunca. Oliver Wood estaba encogido en un rincón, encima de una maqueta del campo de quidditch, y con su varita mágica movía figurillas mientras hablaba consigo mismo. Angelina y Katie se reían de las gracias de Fred y George. Ara y Harry estaban sentados con Ron y Hermione, algo alejados del barullo, tratando de no pensar en el día siguiente, porque cada vez que lo hacían les acometía la horrible sensación de que algo grande se esforzaba por salir de sus estómagos.

La pierna de Ara rebotaba arriba y abajo como siempre que estaba ansiosa. Era el partido final y era contra Slytherin, no deseaba nada más que ganar sólo para poder restregarlo por toda la fea cara de Malfoy.

—Vais a hacer un buen partido —les dijo Hermione, aunque en realidad estaba aterrorizada.

—¡Tenéis Saetas de Fuego! —dijo Ron.

—Sí. . . —admitió Harry, con el estómago revuelto.

Ara no dijo nada, sentía que si abría la boca podría vomitar.

Fue un alivio cuando Wood, de repente, se puso en pie y gritó:

—¡Jugadores! ¡A la cama!

—Buenas noches, chicos —dijo Ara, subiendo la escalera hacia su dormitorio con Hermione. Esa noche iba a abrazarse a su perro negro de peluche y a Venus.

—Buenas noches, Ara.

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ARA Y EL RESTO DEL EQUIPO DE GRYFFINDOR fueron recibidos con una ovación al entrar por la mañana en el Gran Comedor. Harry no pudo dejar de sonreír cuando vio que los de las mesas de Ravenclaw y Hufflepuff también los aplaudían. Los de Slytherin les silbaron al pasar. Ara notó que Malfoy estaba incluso más pálido de lo habitual.

Wood se pasó el desayuno animando a sus jugadores a que comieran, pero él no probó nada. Luego les metió prisa para ir al campo antes de que los demás terminaran. Así podrían hacerse una idea de las condiciones. Cuando salieron del Gran Comedor, volvieron a oír aplausos.

—¡Buena suerte, Harry! —gritó Cho Chang. Harry se puso colorado.

Ara se dio cuenta de su interacción y sus cejas se fruncieron con confusión, pero ignoró su extraño sentimiento.

—Muy bien. . . el viento es insignificante. El sol pega algo fuerte y puede perjudicarnos la visión. Tened cuidado. El suelo está duro, nos permitirá un rápido despegue.

Wood recorrió el terreno de juego, mirando a su alrededor y con el equipo detrás. Vieron abrirse las puertas del castillo a lo lejos y al resto del colegio aproximándose al campo.

—¡A los vestuarios! —dijo Wood escuetamente.

Nadie habló mientras se cambiaban y se ponían la túnica escarlata. Ara se preguntó si se sentirían como él: como si hubiera desayunado algo vivo. Antes de que se dieran cuenta, Wood les dijo:

—¡Ha llegado el momento! ¡Adelante─!

Harry atrajo a Ara en un cálido abrazo y le susurró:

—Buena suerte, y por favor, ten cuidado con las bludgers.

—No te preocupes, Wonder Boy —le susurró Ara, con la voz ligeramente temblorosa por los nervios—. Buena suerte, más vale que le patees el culo a Malfoy.

Se echaron a reír y se sonrieron el uno al otro, dándose palmaditas en la espalda antes de seguir al equipo.

Salieron al campo entre el rugido de la multitud. Tres cuartas partes de los espectadores llevaban escarapelas rojas, agitaban banderas rojas con el león de Gryffindor o enarbolaban pancartas con consignas como «ÁNIMO, GRYFFINDOR» y «LA COPA PARA LOS LEONES». Detrás de los postes de Slytherin, sin embargo, unas doscientas personas llevaban el verde; la serpiente plateada de Slytherin brillaba en sus banderas. El profesor Snape se sentaba en la primera fila, de verde como todos los demás y con una sonrisa macabra.

—¡Y aquí llegan los de Gryffindor! —comentó Lee Jordan, que hacía de comentarista, como de costumbre—. ¡Potter, Black, Bell, Johnson, los gemelos Weasley y Wood! Ampliamente reconocido como el mejor equipo que ha visto Hogwarts desde hace años─

Los comentarios de Lee fueron ahogados por los abucheos de la casa de Slytherin.

—¡Y ahora entra en el terreno de juego el equipo de Slytherin, encabezado por su capitán, Flint! Ha hecho algunos cambios en la alineación y parece inclinarse más por el tamaño que por la destreza─

Más abucheos de los hinchas de Slytherin. Harry, sin embargo, pensó que Lee tenía razón. Malfoy era el más pequeño del equipo de Slytherin. Los demás eran enormes.

—¡Capitanes, daos la mano! —ordenó la señora Hooch.

Flint y Wood se aproximaron y se estrecharon la mano con mucha fuerza, como si intentaran quebrarle al otro los dedos.

—¡Montad en las escobas! —dijo la señora Hooch—. Tres. . . dos. . . uno. . .

El silbato quedó ahogado por el bramido de la multitud, al mismo tiempo que se levantaban en el aire catorce escobas. Ara levantó el pie del suelo y voló directamente hacia la quaffle.

—Y Gryffindor tiene la quaffle. Ara Black, de Gryffindor, con la quaffle, se dirige hacia la meta de Slytherin. ¡Ara va bien encaminada! Ah, no. Warrington intercepta la quaffle. Warrington, de Slytherin, rasgando el aire. ¡ZAS! Buen trabajo con la bludger por parte de George Weasley. Warrington deja caer la quaffle. La atrapa Johnson. Gryffindor vuelve a tenerla. Vamos, Angelina. Un bonito quiebro a Montague. ¡Agáchate, Angelina, eso es una bludger! ¡HA MARCADO! ¡DIEZ A CERO PARA GRYFFINDOR!

Angelina golpeó el aire con el puño, mientras sobrevolaba el extremo del campo. El mar escarlata que se extendía debajo de ella vociferaba de entusiasmo.

—¡AY!

Angelina casi se cayó de la escoba cuando Marcus Flint chocó contra ella.

—¡Perdón! —se disculpó Flint mientras la multitud lo abucheaba—. ¡Perdona, no te he visto!

Un momento después, Fred Weasley lanzó el bate hacia la nuca de Flint. La nariz de Flint dio en el palo de su propia escoba y comenzó a sangrar.

—¡Basta! —gritó la señora Hooch, metiéndose en medio a toda velocidad—. ¡Penalti para Gryffindor por un ataque no provocado sobre su cazadora! ¡Penalti para Slytherin por agresión deliberada contra su cazador!

—¡No diga tonterías, señora! —gritó Fred. Pero la señora Hooch pitó y Ara retrocedió para lanzar el penalti.

—¡Vamos, Ara! —gritó Lee en medio del silencio que de repente se había hecho entre el público—. ¡SÍ, HA BATIDO AL GUARDIÁN! ¡VEINTE A CERO PARA GRYFFINDOR!

Ara no tardó en chocar los puños con Angelina y Katie, como siempre, con una amplia sonrisa en la cara.

Mientras tanto, Harry se dio la vuelta bruscamente en la Saeta de Fuego y vio que Flint, que seguía sangrando, volaba hacia delante para ejecutar el penalti. Wood estaba delante de la portería de Gryffindor, con la mandíbula apretada.

—¡Wood es un soberbio guardián! —dijo Lee Jordan a la multitud, mientras Flint aguardaba el silbato de la señora Hooch—. ¡Soberbio! Será muy difícil parar este golpe, realmente muy difícil. . . ¡SÍ! ¡NO PUEDO CREERLO! ¡LO HA PARADO!

Aliviado, Harry se alejó como una bala, buscando la snitch, pero asegurándose al mismo tiempo de que no se perdía ni una palabra de lo que decía Lee. Era esencial mantener a Malfoy apartado de la snitch hasta que Gryffindor sacara a Slytherin más de cincuenta puntos.

—Gryffindor tiene la quaffle, no, la tiene Slytherin. ¡No! ¡Gryffindor vuelve a tenerla, y es Ara Black, Ara Black lleva la quaffle! Va rápida como un rayo─ ¡ESO HA SIDO INTENCIONADO!

Montague, un cazador de Slytherin, había hecho un quiebro delante de Ara y en vez de coger la quaffle, le había agarrado a ella la cabeza. Ara dio una voltereta en el aire y consiguió mantenerse en la escoba, pero dejó caer la quaffle.

Los gemelos y Harry no querían otra cosa que golpear a Montague en la cabeza con un bate de golpeador.

El silbato de la señora Hooch volvió a sonar mientras se dirigía a Montague gritándole. Un minuto después, Ara metía otro gol de penalti al guardián de Slytherin.

—¡TREINTA A CERO! ¡CHÚPATE ÉSA, TRAMPOSO!

—¡Jordan, si no puedes comentar de manera neutral─!

—¡Lo cuento como es, profesora!

Harry sintió un vuelco de emoción. Acababa de ver la snitch. Brillaba a los pies de uno de los postes de la meta de Gryffindor. Pero aún no debía atraparla. Y si Malfoy la veía. . .

Simulando una expresión de concentración repentina, dio la vuelta con la Saeta de Fuego y se dirigió a toda velocidad hacia el extremo de Slytherin. Funcionó. Malfoy fue tras él como un bólido, creyendo que Harry había visto la snitch en aquel punto.

¡ZUUUM!

Una de las bludgers, desviada por Derrick, el gigantesco golpeador de Slytherin, se aproximó y le pasó a Harry rozando la oreja derecha. Al momento siguiente. . .

¡ZUUUM!

La segunda bludger le había arañado el codo. El otro golpeador, Bole, se aproximaba.

Harry vio fugazmente a Bole y a Derrick, que se acercaban muy aprisa con los bates en alto. En el último segundo viró con la Saeta, y Bole y Derrick se dieron un batacazo.

—¡Ja, ja, ja! —rió Lee Jordan mientras los dos golpeadores de Slytherin se separaban y alejaban, tambaleándose y agarrándose la cabeza—. Es una lástima, chicos. ¡Tendréis que espabilar mucho para vencer a una Saeta de Fuego! Y Gryffindor vuelve a tener la quaffle, porque Johnson la ha recogido. Flint va a su lado. ¡Métele el dedo en el ojo, Angelina! ¡Era una broma, profesora, era una broma! ¡Oh, no! ¡Flint lleva la quaffle, va volando hacia la meta de Gryffindor! ¡Ahora, Wood, párala!

Pero Flint ya había marcado. Hubo un ovación en la parte de Slytherin y Lee lanzó una expresión tan malsonante que la profesora McGonagall quiso quitarle el megáfono mágico.

—¡Perdón, profesora, perdón! ¡No volverá a ocurrir! Veamos, Gryffindor va ganando por treinta a diez y ahora Gryffindor está en posesión de la quaffle.

Se estaba convirtiendo en el partido más sucio que Ara y Harry habían jugado. Indignados porque Gryffindor se hubiera adelantado tan pronto en el marcador, los de Slytherin estaban recurriendo a cualquier medio para apoderarse de la quaffle. Bole golpeó a Ara con el bate y arguyó que la había confundido con una bludger. George Weasley, para vengarse de su hermana, dio a Bole un codazo en la cara. La señora Hooch castigó a los dos equipos con sendos penaltis, y Wood logró evitar otro tanto espectacular, consiguiendo que la puntuación quedara en 40 a 10 a favor de Gryffindor.

La snitch había vuelto a desaparecer. Malfoy seguía de cerca a Harry, mientras éste sobrevolaba el campo de juego buscándola. En cuanto Gryffindor le sacara a Slytherin cincuenta puntos. . .

Katie marcó: 50 a 10. Fred y George Weasley bajaron en picado para situarse a su lado, con los bates en alto por si a alguno de Slytherin se le ocurría tomar represalias. Bole y Derrick aprovecharon la ausencia de Fred y George para lanzar a Wood las dos bludgers. Le dieron en el estómago, primero una y después la otra. Wood dio una vuelta en el aire, sujetándose a la escoba, sin resuello.

La señora Hooch estaba fuera de sí.

—¡SÓLO SE PUEDE ATACAR AL GUARDIÁN CUANDO LA QUAFFLE ESTÁ DENTRO DEL ÁREA! —gritó a Boyle y a Derrick—. ¡Penalti para Gryffindor!

Y Angelina marcó: 60 a 10. Momentos después, Fred Weasley lanzaba a Warrington una bludger, quitándole la quaffle de las manos. Ara la atrapó y volvió a marcar: 70 a 10.

La afición de Gryffindor estaba ronca de tanto gritar. Gryffindor sacaba sesenta puntos de ventaja. Y si Harry atrapaba la snitch, la copa era suya. Harry notaba que cientos de ojos seguían sus movimientos mientras sobrevolaba el campo por encima del nivel de juego, con Malfoy siguiéndolo a toda velocidad. Y entonces la vio: la snitch brillaba a siete metros por encima de él.

Harry aceleró con el viento rugiendo en sus orejas. Estiró la mano, pero de repente la Saeta de Fuego redujo la velocidad.

Horrorizado, miró alrededor. Malfoy se había lanzado hacia delante, había agarrado la cola de la Saeta y tiraba de ella.

—¡Serás─!

Harry estaba lo bastante enfadado para golpear a Malfoy, pero no podía alcanzarlo. Malfoy jadeaba por el esfuerzo de sujetar la Saeta de Fuego, pero tenía un brillo de malicia en los ojos. Había logrado lo que quería: la snitch había vuelto a desaparecer.

—¡Penalti! ¡Penalti a favor de Gryffindor! ¡Nunca había visto tácticas semejantes! —chilló la señora Hooch, saliendo disparada hacia el punto donde Malfoy volvía a montar en su Nimbus 2001.

—¡SO CERDO, SO TRAMPOSO! —gritaba Lee Jordan por el megáfono, alejándose de la profesora McGonagall—. ¡ASQUEROSO HIJ─!

La profesora McGonagall ni siquiera se molestó en decirle que se callara. La verdad es que levantaba el puño en dirección a Malfoy. Se le había caído el sombrero y también ella gritaba furiosa.

Katie lanzó el penalti de Gryffindor, pero estaba tan enfadada que lo envió fuera. El equipo de Gryffindor perdía concentración, y los de Slytherin, entusiasmados por la falta de Malfoy contra Harry, cada vez se atrevían a más.

Ara estaba que echaba humo a este punto, los Slytherins estaban jugando más sucio que nunca.

—Slytherin en posesión de la quaffle, Slytherin se dirige a la meta. . . Montague marca —gruñó Lee—: 70 a 20 a favor de Gryffindor. . .

Harry marcaba en ese momento a Malfoy desde tan cerca que sus rodillas chocaban. Harry no iba a dejar que Malfoy se acercara a la snitch. . .

—¡Quítate de en medio, Potter! —gritó Malfoy con enojo, e intentó dar la vuelta, pero encontró a Harry bloqueándole el paso.

—Ara Black coge la quaffle. ¡Vamos, Ara! ¡VAMOS!

Harry miró a su alrededor. Excepto Malfoy, todos los jugadores de Slytherin, incluido el guardián, habían salido disparados contra Ara. Todos iban a bloquearla. Harry dio la vuelta a la Saeta de Fuego, se agachó hasta quedar paralelo al palo de la escoba y se lanzó hacia delante. Como una bala, salió disparado en dirección a los de Slytherin.

—¡VOOOOOY!

Se dispersaron cuando la Saeta de Fuego se lanzó contra ellos como un torpedo. El camino de Ara quedó despejado.

—¡HA MARCADO!, ¡HA MARCADO! ¡Gryffindor en cabeza por 80 a 20!

Ara le lanzó un guiño de agradecimiento a Harry, que casi salió despedido hacia las gradas, frenó en el aire bruscamente, dio la vuelta y regresó veloz al centro del campo.

Y entonces vio algo como para pararle el corazón. Malfoy bajaba a toda velocidad con una expresión de triunfo en la cara. Allí, a unos metros del suelo, había un resplandor dorado.

Harry orientó hacia abajo el rumbo de su saeta, pero Malfoy le llevaba muchísima ventaja.

—¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos! —dijo para espolear a la escoba. Ya reducía la distancia. . . Harry se pegó al palo de la escoba cuando Bole le lanzó una bludger. . . estaba ya ante los tobillos de Malfoy. . . a su misma altura. . .

Harry se echó hacia delante, soltando las dos manos de la escoba. Desvió de un golpe el brazo de Malfoy y. . .

—¡SÍ!

Recuperó la horizontal, con la mano en el aire, y el estadio se vino abajo. Harry sobrevoló a la multitud con un extraño zumbido en los oídos. La pequeña pelota dorada estaba fuertemente sujeta en su puño, batiendo las alas desesperadamente contra sus dedos.

Wood se acercó a él a toda velocidad, casi cegado por las lágrimas; agarró por el cuello a Harry y sollozó en su hombro irrefrenablemente. Harry sintió dos golpes en la espalda cuando Fred y George se acercaron. Luego oyó las voces de Ara, Angelina y Katie:

—¡Hemos ganado la copa! ¡Hemos ganado la copa!

Atrapado en un abrazo colectivo, el equipo de Gryffindor bajó a tierra dando gritos con la voz quebrada. Entonces Ara se volvió hacia Harry y le dio el abrazo más grande que le ha dado junto con un beso en la mejilla. Se puso muy colorado, pero ella estaba tan emocionada que ni siquiera se dio cuenta.

Los grupos de hinchas del equipo escarlata saltaban ya las barreras y entraban en el terreno de juego. Numerosas manos palmeaban las espaldas de los jugadores. La afición los subió en hombros a Ara, a Harry y al resto del equipo.

Cuando Ara y Harry pudieron ver algo, vieron a Hagrid cubierto de escarapelas rojas:

—¡Los has vencido, Harry! ¡Los has vencido! ¡Cuando se lo cuente a Buckbeak! ¡Ara, lo has hecho increíble!

Allí estaba Percy, dando saltos como un loco, olvidado de su dignidad. La profesora McGonagall sollozaba incluso más sonoramente que Wood, y se secaba los ojos con una enorme bandera de Gryffindor. Y allí, abriéndose camino hacia Ara y Harry, se encontraban Ron y Hermione. No podían articular palabra. Se limitaron a sonreír mientras Ara y Harry eran conducidos a las gradas, donde Dumbledore esperaba de pie, con la enorme copa de quidditch.

Si hubiera habido un dementor por allí. . . Mientras Wood le pasaba la copa a Harry, sin dejar de sollozar, mientras la elevaba en el aire, viendo la cara sonriente de Ara, Harry sintió que podía producir el mejor patronus del mundo.


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