𝟭𝟭 。・:*˚:✧。 red vs blue. ៹
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━ ✩・*。𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 & 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 。˚⚡
011.┊ROJO CONTRA AZUL.
❝ canción: kids de mgmt. ❞
PARECÍA EL FIN DE LA AMISTAD ENTRE RON Y HERMIONE.
A Ron le enfurecía que Hermione no se hubiera tomado en ningún momento en serio los esfuerzos de Crookshanks por comerse a Scabbers, que no se hubiera preocupado por vigilarlo, y que todavía insistiera en la inocencia de Crookshanks y en que Ron tenía que buscar a Scabbers debajo de las camas. Hermione, por su parte, sostenía con encono que Ron no tenía ninguna prueba de que Crookshanks se hubiera comido a Scabbers, que los pelos canela podían encontrarse allí desde Navidad y que Ron había cogido ojeriza a su gato desde el momento en que éste se le había echado a la cabeza en la tienda de animales mágicos.
Por mucho que Ara deseara poder ponerse completamente de parte de Hermione, no iba a ignorar las pruebas. Crookshanks se la había tenido jurada a Scabbers desde el principio, aunque ella creía en la inocencia hasta que se demostrara lo contrario. Una vez más se encontraba atrapada entre su hermano y su mejor amiga, que se negaban a hablarse, había renunciado a intentar que se reconciliaran. Ara decidió no tomar partido, no quería empeorar aún más la situación.
En cuanto a Harry, estaba convencido de que Crookshanks se había comido a Scabbers, y cuando intentó que Hermione comprendiera que todos los indicios parecían demostrarlo, se enfadó con él también.
—¡Ya sabía que te pondrías de parte de Ron! —chilló Hermione—. Primero las Saetas de Fuego, ahora Scabbers, todo es culpa mía, ¿verdad? ¡Al menos Ara todavía me habla!
Ron estaba muy afectado por la pérdida de su rata.
—Vamos, Ron. Siempre te quejabas de lo aburrida que era Scabbers —dijo Fred, con intención de animarlo—. Y además llevaba mucho tiempo descolorida. Se estaba consumiendo. Sin duda ha sido mejor para ella morir rápidamente. Un bocado. . . y no se ha dado ni cuenta.
—Lo único que hacía era comer y dormir, Ron. Tú también lo decías —intervino George.
—¡En una ocasión mordió a Goyle! —dijo Ron con tristeza—. ¿Te acuerdas, Harry?
—Sí, es verdad —respondió Harry.
—Fue su momento grandioso —comentó Fred, incapaz de contener una sonrisa—. También recuerdo que mordía constantemente los dedos de la pequeña Ara, casi le arranca los dedos a mordiscos. Venga, Ron. Vete a Hogsmeade y cómprate otra rata. ¿Para qué lamentarse tanto?
Ara había invitado a Hermione al último entrenamiento del equipo de Gryffindor antes del partido contra Ravenclaw, alegando que quedarse encerrada en los dormitorios de las chicas estudiando hasta caer rendida no era sano. Ella accedió a regañadientes y Ara sonrió, así que se encaminaron juntas hacia el campo de quidditch.
Ara se puso el uniforme de Quidditch en cuanto llegaron, agarró su Saeta de Fuego y salió al campo. Habían llegado un poco antes que los demás, pero Ara no tardó en divisar a dos figuras que caminaban hacia ellas: Harry y Ron. Les hizo señas para que se acercaran, sabiendo que su plan y el de Harry era hacer que Ron y Hermione hablaran, ambos los habían traído al campo de quidditch con la esperanza de que hicieran las paces.
Sin embargo, ese plan pronto fue convertido en polvo por Hermione.
—¿Qué hacen ellos dos aquí?
—Bueno, es el entrenamiento de quidditch —Ara se encogió de hombros, esquivando su pregunta.
—¡No es hasta dentro de una hora! —resopló Hermione enfadada—. ¿Tú has planeado esto, verdad?
—No necesariamente─
Pero antes de que pudiera terminar su mentira, Hermione ya se había dado la vuelta, había recogido su bolso y había empezado a marcharse.
—Eso ha salido bien —murmuró Ara sarcásticamente para sí misma.
—Hola, Nyx —dijo Harry, que ya llevaba puesto su uniforme de quidditch, cuando él y Ron se acercaron—. ¿No se va a quedar?
—Resulta que es tan testaruda como Ron —Ara le lanzó una mirada a Ron.
—¿Querías que ella se quedara? —dijo Ron con disgusto—. Menos mal que ha tenido un poco de sentido común y se ha ido.
Ara le propinó un manotazo en el brazo.
—De todos modos, me han prometido una vuelta en Saeta de Fuego —dijo Ron, saltando sobre sus pies y Ara y Harry se miraron el uno al otro antes de que Ara extendiera su Saeta de Fuego hacia él.
—Ponte a ello, Ronnie─
Agarró su escoba apresuradamente, olvidándose fácilmente de ella y Harry mientras salía disparado hacia el cielo, dando un grito emocionado.
—No creo que vaya a querer devolverla después de eso —dijo Harry.
—Supongo que tendré que robarte la tuya entonces —Ara chocó su hombro contra el de él y recibió una risita a cambio.
Pronto llegaron los demás miembros del equipo y dio comienzo el entrenamiento. Ron bajó al suelo, le devolvió la Saeta a Ara, y él y la señora Hooch (que seguía supervisando los entrenamientos de Gryffindor para cuidar de Ara y Harry) abandonaron el campo. Los dos se sentaron en las gradas, y el equipo de Gryffindor rodeó a Wood para recibir las últimas instrucciones para el partido del día siguiente.
—Harry, acabo de enterarme de quién será el buscador de Ravenclaw. Es Cho Chang. Es una alumna de cuarto y es bastante buena. Yo esperaba que no se encontrara en forma, porque ha tenido algunas lesiones. —Wood frunció el entrecejo para expresar su disgusto ante la total recuperación de Cho Chang, y luego añadió—: Por otra parte, monta una Comet 260, que al lado de la Saeta de Fuego parece un juguete. —Entonces miró a Ara— Y tú, saben que eres una de las mejores cazadoras, así que ten cuidado con los golpeadores, van a intentar derribarte de la escoba.
Y por fin Ara montó en la Saeta de Fuego y se elevó del suelo.
Marcó algunos goles, y consiguió que la Quaffle pasara a un lado de Wood casi todas las veces, tenía un juego agresivo, a nadie le gustaría interponerse en el camino de la quaffle cuando ella dispara, lo más probable es que les rompiera la nariz debido a la cantidad de fuerza con la que la lanza.
Fue la mejor sesión de entrenamiento que habían tenido nunca. El equipo, animado por la presencia de las Saetas de Fuego, realizó los mejores movimientos de forma impecable, y cuando descendieron, Wood no tenía una sola crítica que hacer, lo cual, como señaló George, era una absoluta novedad.
—No sé qué problema podríamos tener mañana —dijo Wood—. Tan sólo. . . Ara, Harry, habéis resuelto vuestro problema con los dementores, ¿verdad?
—Sí —dijo Ara, mientras Harry asentía—. No te preocupes por eso.
—Los dementores no volverán a aparecer, Oliver. Dumbledore se irritaría —dijo Fred con total seguridad.
—Esperemos que no —dijo Wood—. En cualquier caso, todo el mundo ha hecho un buen trabajo. Ahora volvamos a la torre. Hay que acostarse temprano─
—Me voy a quedar un ratito. Ron quiere dar otra vuelta en la Saeta —comentó Harry a Wood. Y mientras el resto del equipo se encaminaba a los vestuarios, volvió su atención hacia Ara—. ¿Te unes a nosotros?
—No puedo —Ara sonrió con aire de disculpa—. Le había dicho a Hermione que me reuniría con ella en la biblioteca. Pero vosotros divertíos mientras yo me uno a su "estudio".
Harry se echó a reír y negó con la cabeza, sabiendo muy bien que ella estaba bromeando.
Después de que Ara dejara a Harry y Ron en el campo de Quidditch, se fue a la biblioteca donde sabía que encontraría a Hermione. Cuando llegó allí, encontró a su amiga leyendo intensamente uno de sus libros de Aritmancia.
—Hola —saludó Ara, colocando su Saeta de Fuego contra la mesa y dejándose caer en una silla.
—¿Crees que Ron sigue enfadado? —soltó bruscamente Hermione.
—Te habrías enterado si te hubieras quedado —Ara enarcó una ceja, cruzando los brazos sobre la mesa y apoyando la barbilla en ellos.
Hermione frunció los labios.
—¡Sólo sé que no ha sido Crookshanks, Ara! ¡Él no suelta tanto pelo!
—Si tan sólo los gatos pudieran hablar —se quejó Ara—. Entonces Crookshanks podría decir la verdad.
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A LA MAÑANA SIGUIENTE, ARA BAJÓ A DESAYUNAR y se encaminó a la mesa de Gryffindor, con su Saeta de Fuego en la mano, se aseguró de mirar a Malfoy, que tenía una expresión de odio, una que le produjo gran satisfacción. Luego fue hacia el equipo y le dirigió a Harry una sonrisa radiante, que él le devolvió.
Cuando se dirigió a la mesa de Gryffindor, con su Saeta de Fuego en la mano, se aseguró de mirar a Malfoy, que tenía una expresión de odio que le produjo gran satisfacción. Luego fue hacia el equipo.
Ara le dedicó una pequeña sonrisa a Harry, que se la devolvió, aliviado por el hecho de que al menos ya no lo ignoraba por completo.
—Déjala aquí, Harry —dijo Wood, refiriéndose a la Saeta de Fuego. Luego miró a Ara—. Tú también.
Ambos pusieron sus escobas en el centro de la mesa y les dieron la vuelta con cuidado, para que el nombre quedara visible. Los de Ravenclaw y Hufflepuff se acercaron para verla. Cedric Diggory fue a felicitar a Ara y a Harry por haber conseguido unos sustitutos tan soberbios para sus Nimbus. Y la novia de Percy, Penelope Clearwater, de Ravenclaw, pidió permiso para coger una de ellas.
—Sin sabotajes, ¿eh, Penelope? —le dijo efusivamente Percy mientras la joven examinaba detenidamente la Saeta de Fuego de Ara—. Penelope y yo hemos hecho una apuesta —dijo al equipo—. Diez galeones a ver quién gana.
Penelope dejó la Saeta de Fuego, le dio las gracias a Ara y volvió a su mesa.
—Ara, procura ganar —le dijo Percy en un susurro apremiante.
—No te preocupes Perce, tendrás tus galeones —dijo Ara, con una sonrisa confiada.
Le dio a Ara un apretón en el hombro y fue con su novia.
—¿Estáis seguros de que podéis manejarlas, Potter, Black? —dijo una voz fría y arrastrada.
Draco Malfoy se había acercado para ver mejor, y Crabbe y Goyle estaban detrás de él.
—Sí —dijo Ara con naturalidad—. Y mucho mejor que tú de hecho.
—Muchas prestaciones especiales, ¿verdad? —dijo Malfoy, con un brillo de malicia en los ojos—. Es una pena que no incluyan paracaídas, por si aparece algún dementor.
—Y es una pena que no tengas tres brazos —le contestó Harry—. De esa forma podrías atrapar la snitch.
El equipo de Gryffindor se rió con ganas. Malfoy entornó sus ojos claros y se marchó ofendido. Lo vieron reunirse con los demás jugadores de Slytherin, que juntaron las cabezas, seguramente para preguntarle a Malfoy si las escobas de Ara y Harry eran de verdad Saetas de Fuego.
A las once menos cuarto el equipo de Gryffindor se dirigió a los vestuarios. El tiempo no podía ser más distinto del que había imperado en el partido contra Hufflepuff. Hacía un día fresco y despejado, con una brisa muy ligera; esta vez no habría problemas de visibilidad. Oían al resto del colegio que se dirigía al estadio. Ara se metió la varita dentro de una de las botas por si los dementores decidían hacer acto de presencia.
—Ya sabéis lo que tenéis que hacer —dijo Wood cuando se disponían a salir del vestuario—. Si perdemos este partido, estamos eliminados. Sólo. . . sólo tenéis que hacerlo como en el entrenamiento de ayer y todo irá de perlas.
Harry se giró para mirar a Ara como esperando algo, ella le miró de forma rara pero entonces se dio cuenta de lo que quería. Puso los ojos en blanco y fue a darle el abrazo de la buena suerte que siempre se daban antes de cada partido.
—Estás necesitado, Potter —murmuró Ara burlonamente, separándose del abrazo.
Harry simplemente sonrió.
—Buena suerte.
—Buena suerte —Ara le envió un guiño de ánimo.
Salieron al campo y fueron recibidos con un aplauso tumultuoso. El equipo de Ravenclaw, de color azul, aguardaba ya en el campo. La buscadora, Cho Chang, era la única chica del equipo. Harry le sacaba más o menos una cabeza de altura, y a pesar de los nervios, Harry no pudo dejar de notar que era muy guapa. Ella le sonrió cuando los equipos se alinearon uno frente al otro, detrás de sus capitanes, y Harry sintió una ligera sacudida en el estómago que no creyó que tuviera nada que ver con los nervios. Entonces se giró para mirar a Ara, que tenía la cara seria y hablaba con Angelina en susurros, se relajó un poco al verla.
—Wood, Davies, daos la mano —les ordenó la señora Hooch.
Y Wood le estrechó la mano al capitán de Ravenclaw.
—Montad en las escobas. . . Cuando suene el silbato. . . ¡Tres, dos, uno!
Ara dio una patada al aire con una velocidad increíble mientras Angelina Johnson atrapaba la Quaffle y se la pasaba.
—Han empezado a jugar y los objetos de expectación en este partido son las Saetas de Fuego que montan Harry Potter y Ara Black, del equipo de Gryffindor. Según la revista El mundo de la escoba, la Saeta es la escoba elegida por los equipos nacionales para el campeonato mundial de este año.
—Jordan, ¿te importaría explicar lo que ocurre en el partido? —interrumpió la voz de la profesora McGonagall.
—Tiene razón, profesora. Sólo daba algo de información complementaria. La Saeta de Fuego, por cierto, está dotada de frenos automáticos y─
—¡Jordan!
—Vale, vale. Gryffindor tiene la pelota. Ara Black se dirige a la meta. . .
Ara intentaba esquivar al mayor número posible de Ravenclaws, pero consiguió pasar una bludger impulsada por uno de los golpeadores de Ravenclaw. Finalmente, consiguió acercarse lo suficiente al poste de meta y lanzó la Quaffle con gran fuerza. . . Logró hacer un tanto. Pasó junto a Angelina y Katie y les dio un rápido choque de puños.
—¡Diez puntos para Gryffindor! ¡Qué chica tan brillante! —dijo Lee Jordan.
—Enséñale cómo se acelera, Harry —Ara oyó gritar a Fred al pasar velozmente por su lado en persecución de una bludger que se dirigía hacia ella. Ara giró ligeramente la cabeza y vio que Harry seguía intentando pasar a Cho Chang, que continuamente se le cruzaba, obligándolo a cambiar de dirección.
—¡Gracias! —gritó Ara, volviendo la cabeza de vuelta al partido cuando Fred consiguió enviar la bludger lejos de ella. Le pasó la Quaffle a Katie, que rápidamente consiguió marcar el segundo tanto del partido.
—¡Cualquier cosa por ti, hermanita!
—¡Gryffindor gana por ochenta a cero! ¡Y miren esa Saeta de Fuego! Potter le está sacando partido junto con Black. Vean cómo gira. La Comet de Chang no está a su altura. La precisión y equilibrio de la Saeta son realmente evidentes en estos largos─
—¡JORDAN! ¿TE PAGAN PARA QUE HAGAS PUBLICIDAD DE LAS SAETAS DE FUEGO? ¡SIGUE COMENTANDO EL PARTIDO!
Ara volaba pegada a Angelina, que le pasó la quaffle con gran dificultad, los de Ravenclaw intentaban bloquearles el camino hacia la meta. En cuanto Ara estuvo lo suficientemente cerca de los aros, sin perder el tiempo y con su brazo derecho, disparó la quaffle hacia uno de ellos. Justo cuando la quaffle pasó por encima del guardián, marcando un gol─
Una bludger golpeó su hombro derecho; sintió como si le clavaran un puñado de agujas calientes en la piel, afortunadamente no tenía la suficiente fuerza como para romperle el hueso, pero definitivamente le dejaría un moretón.
—¡Oh, sí, lo siento, profesora! Bueno, Black en posesión de la quaffle, Ravenclaw bloquea su camino, ¡ella logra pasar! Dispara y anota. Pero─ ¡ah! ¡La golpea una bludger en el hombro! Eso tiene que doler. . .
Todo el equipo la mira como preguntando si está bien, ella se limita a enviarles un pulgar hacia arriba, a pesar de que siente que le arde el hombro.
Ravenclaw jugaba a la defensiva. Ya habían marcado tres goles, lo cual había reducido la distancia con Gryffindor a cincuenta puntos. Si Cho atrapaba la snitch antes que Harry, Ravenclaw ganaría. Harry descendió evitando por muy poco a un cazador de Ravenclaw, que trataba de alejarse de Ara, y buscó la snitch por todo el campo, desesperadamente. Vio un destello dorado y un aleteo de pequeñas alas: la snitch rodeaba la meta de Gryffindor.
Harry aceleró con los ojos fijos en la mota de oro que tenía delante. Pero un segundo después surgió Cho, bloqueándolo.
—¡HARRY, NO ES MOMENTO PARA PORTARSE COMO UN CABALLERO! —gritó Wood cuando Harry viró para evitar una colisión—. ¡SI ES NECESARIO, TÍRALA DE LA ESCOBA!
Harry volvió la cabeza y vio a Cho. La muchacha sonreía. La snitch había desaparecido de nuevo. Harry ascendió con la Saeta y enseguida se encontró a siete metros por encima del nivel de juego. Con el rabillo del ojo vio que Cho lo seguía. . . Prefería marcarlo a buscar la snitch. Bien, pues. . . si quería perseguirlo, tendría que atenerse a las consecuencias. . .
Volvió a bajar en picado; Cho, creyendo que había vuelto a ver la snitch, quiso seguirlo. Harry frenó muy bruscamente. Cho se precipitó hacia abajo. Harry, una vez más, ascendió veloz como un rayo y entonces la vio por tercera vez: la snitch brillaba por encima del medio campo de Ravenclaw. Aceleró; también lo hizo Cho, muchos metros por debajo. Harry iba delante, acercándose cada vez más a la snitch. Entonces. . .
—¡Ah! —gritó Cho, señalando hacia abajo.
Esto llamó la atención de Ara, así como la de Harry. Tres dementores altos, encapuchados y vestidos de negro miraban a Harry.
Ara dudó, ¿debería ir a ayudarle? «No», pensó. Por mucho que quisiera acercarse y deshacerse de la criatura ella misma, Harry era quien debía hacerlo. Sin embargo, voló un poco más cerca de él, por si acaso.
Harry no se detuvo a pensar. Metió la mano por el cuello de la ropa, sacó la varita y gritó:
—¡Expecto patronum!
Algo blanco y plateado, enorme, salió de la punta de la varita. Sabía que había disparado hacia los dementores, pero no se entretuvo en comprobarlo. Con la mente aún despejada, miró delante de él. Ya casi estaba. Alargó la mano, con la que aún empuñaba la varita, y pudo hacerse con la pequeña y rebelde snitch.
Se oyó el silbato de la señora Hooch. Harry dio media vuelta en el aire y vio seis borrones rojos que se le venían encima. Al momento siguiente, Ara le dio un abrazo enorme y le besó la mejilla, se puso tan rojo como el pelo de Ron, se sorprendió al principio pero no dudó en corresponderle el abrazo, luego todo el equipo se unió para abrazarle con tanta fuerza que casi lo derriban de la escoba.
—¡Éste es mi valiente! —exclamaba Wood una y otra vez.
Ara, Angelina y Katie besaron a Harry, y Fred le dio un abrazo tan fuerte que Harry creyó que se le iba a salir la cabeza. En completo desorden, el equipo se las ingenió para abrirse camino y volver al terreno de juego. Ara y Harry descendieron de sus escobas y vieron a un montón de seguidores de Gryffindor saltando al campo, con Ron en cabeza. Antes de que se dieran cuenta, los rodeaba una multitud alegre.
—¡Estuviste increíble! —dijo Hermione, abrazando con cuidado a Ara— ¿Cómo está tu hombro?
—¡Gracias! Y nada demasiado malo —dijo Ara con una sonrisa sin aliento.
—¡Sí! —gritó Ron, levantando el brazo de Harry—. ¡Sí!
Abandonó a su amigo y se acercó a abrazar a su hermana, levantándola mientras reían.
—¡Bien hecho por marcar tantos goles, Ara! —le dijo Percy muy contento mientras Ron bajaba a Ara— Acabo de ganar diez galeones. Tengo que encontrar a Penelope. Disculpa.
—¡Estupendo, Harry! —gritó Seamus Finnigan.
—¡Muy bien, vosotros dos! —dijo Hagrid con voz de trueno, por encima de las cabezas de los de Gryffindor.
—Ha sido un patronus bastante bueno —dijo una voz. Ara y Harry se volvieron y vieron al profesor Lupin, que estaba encantado y sorprendido.
—Los dementores no me han afectado en absoluto —dijo Harry, emocionado—. No he sentido nada.
—A mí tampoco, ni siquiera me he sentido agotada ni nada —dijo Ara, un poco confusa.
—Eso será porque. . . porque no eran dementores —dijo el profesor Lupin—. Venid y lo veréis.
Los sacó de la multitud para enseñarles el borde del terreno de juego.
—Le has dado un buen susto al señor Malfoy —dijo Lupin. Ara y Harry se quedaron mirando.
Tendidos en un confuso montón estaban Malfoy, Crabbe, Goyle y Marcus Flint, el capitán del equipo de Slytherin, todos forcejeando por quitarse unas túnicas largas, negras y con capucha. Parecía como si Malfoy se hubiera puesto de pie sobre los hombros de Goyle. Delante de ellos, muy enfadada, estaba la profesora McGonagall.
Ara se quedó con la boca abierta antes de volver en sí, fue hacia Malfoy y le pisó el tobillo con tanta fuerza que seguramente le dejaría un moratón, Malfoy gimió de dolor mientras Ara retiraba el pie. Entonces miró a McGonagall y a Lupin, esperando un castigo, pero McGonagall parecía como si no pudiera importarle menos, y Lupin la miraba divertido.
—¡Un truco indigno! —gritó McGonagall—. ¡Un intento cobarde e innoble de sabotear al buscador y a la cazadora de Gryffindor! ¡Castigo para todos y cincuenta puntos menos para Slytherin! Pondré esto en conocimiento del profesor Dumbledore, no os quepa la menor duda. ¡Ah, aquí llega!
—¡Vamos, Harry, hermanita! —dijo George, abriéndose camino—. ¡Vamos a celebrarlo ahora en la sala común de Gryffindor!
—Vamos —murmuró Ara, todavía mirando a Malfoy, ella y Harry acompañaron al resto del equipo hacia la salida del estadio y otra vez al castillo, vestidos aún con túnica escarlata.
Era como si hubieran ganado ya la copa de quidditch; la fiesta se prolongó todo el día y hasta bien entrada la noche. Fred y George Weasley desaparecieron un par de horas y volvieron con los brazos cargados con botellas de cerveza de mantequilla, refresco de calabaza y bolsas de dulces de Honeydukes.
—¿Cómo lo habéis hecho? —preguntó Angelina Johnson, mientras George arrojaba sapos de menta a todos.
—Con la ayuda de Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta —susurró Fred al oído de Ara y de Harry.
Sólo había una persona que no participaba en la fiesta. Hermione, increíblemente sentada en un rincón, se esforzaba por leer un libro enorme que se titulaba Vida doméstica y costumbres sociales de los muggles británicos. Ara dejó la mesa en que Fred y George habían empezado a hacer juegos malabares con botellas de cerveza de mantequilla, y se acercó a ella, con Harry siguiéndola de cerca.
—¿No has venido al partido? —le preguntó Harry a Hermione.
—Lo hizo —dijo Ara, enviando a la chica una sonrisa—. Me felicitó y todo.
—Y me alegro mucho de que hayamos ganado, y creo que tú también lo has hecho muy bien, Harry, pero tengo que terminar esto para el lunes —dijo Hermione, sin levantar la vista.
—Vamos, Hermione, ven a tomar algo —dijo Harry, mirando hacia Ron y preguntándose si estaría de un humor lo bastante bueno para enterrar el hacha de guerra.
Ara también miró a Ron, preguntándose cuánto tardaría en entrar en razón.
—No puedo, Harry, aún tengo que leer cuatrocientas veintidós páginas —contestó Hermione, que parecía un poco histérica—. Además. . . —también miró a Ron—, él no quiere que vaya.
No pudo negarlo, porque Ron escogió aquel preciso momento para decir en voz alta:
—Si Scabbers no hubiera muerto, podría comerse ahora unas cuantas moscas de café con leche, le gustaban tanto─
—¡Ron! —dijo Ara, enviándole una mirada amarga— Cállate, ¿quieres?
Hermione se echó a llorar. Se puso el mamotreto en la axila y, sin dejar de sollozar, salió corriendo hacia la escalera que conducía al dormitorio de las chicas, y se perdió de vista.
Ara suspiró pesadamente y se giró para mirar a su hermano, negando con la cabeza.
—¿No puedes darle una oportunidad? —preguntó Harry a Ron en voz baja.
—No —respondió Ron rotundamente—. Si al menos lo lamentara, pero Hermione nunca admitirá que obró mal. Es como si Scabbers se hubiera ido de vacaciones o algo parecido.
Ara se mordió la lengua decidiendo quedarse callada, pero en su mente le gritaba frenéticamente a Ron.
La fiesta de Gryffindor sólo terminó cuando la profesora McGonagall se presentó a la una de la madrugada, con su bata de tela escocesa y la redecilla en el pelo, para mandarles que se fueran a dormir. Ara subió al dormitorio sólo para darse cuenta de que Hermione ya estaba dormida, se puso su ropa de noche y se metió en la cama.
Tuvo un sueño muy raro. Pero parecía más bien un recuerdo. Había cuatro personas, no podía ver sus rostros, luego dos bebés, se estaban abrazando y riendo, mientras que los adultos sólo miraban a los dos con enormes sonrisas en sus caras, los bebés seguían riendo cuando. . .
—¡A A A A A A A A A A A A A A G H! ¡N O O O O O O O O O O O O!
Ara se incorporó de golpe en la cama, el grito vino de uno de los dormitorios de los chicos, miró a su derecha para ver a Hermione, que también se había despertado, ambas se levantaron de la cama y bajaron corriendo las escaleras.
—¿Quién ha gritado? —preguntó Ara con cansancio.
La sala común estaba iluminada por los últimos rescoldos del fuego y llena de restos de la fiesta. No había nadie allí.
—¿Estás seguro de que no soñabas, Ron?
—¡Os digo que lo he visto!
—¿Por qué armáis tanto jaleo?
—¡La profesora McGonagall nos ha mandado acostarnos!
—Estupendo, ¿continuamos? —preguntó Fred Weasley con animación.
—¡Todo el mundo a la cama! —ordenó Percy, entrando deprisa en la sala común y poniéndose, mientras hablaba, su insignia de delegado en el pijama.
—Percy. . . ¡Sirius Black! —dijo Ron, con voz débil—. ¡En nuestro dormitorio! ¡Con un cuchillo! ¡Me ha despertado!
Todos contuvieron la respiración. Ara palideció visiblemente de repente, nada cansada ahora que registraba las palabras que salían de la boca de Ron. Harry, que notó su postura tensa, se acercó inconscientemente a ella.
—¡Absurdo! —dijo Percy con cara de susto—. Has comido demasiado, Ron. Has tenido una pesadilla.
—Te digo que─
—¡Venga, ya basta!
Llegó la profesora McGonagall. Cerró la puerta de la sala común y miró furiosa a su alrededor.
—¡Me encanta que Gryffindor haya ganado el partido, pero esto es ridículo! ¡Percy, no esperaba esto de ti!
—¡Le aseguro que no he dado permiso, profesora! —dijo Percy, indignado—. ¡Precisamente les estaba diciendo a todos que regresaran a la cama! ¡Mi hermano Ron ha tenido una pesadilla. . .!
—¡NO HA SIDO UNA PESADILLA! —gritó Ron—. ¡PROFESORA, ME HE DESPERTADO Y SIRIUS BLACK ESTABA DELANTE DE MÍ, CON UN CUCHILLO EN LA MANO!
La profesora McGonagall lo miró fijamente.
—No digas tonterías, Weasley. ¿Cómo iba a pasar por el retrato?
—¡Hay que preguntarle! —dijo Ron, señalando con el dedo la parte trasera del cuadro de sir Cadogan—. Hay que preguntarle si ha visto. . .
Mirando a Ron con recelo, la profesora McGonagall abrió el retrato y salió. Todos los de la sala común escucharon conteniendo la respiración.
—Sir Cadogan, ¿ha dejado entrar a un hombre en la torre de Gryffindor?
—¡Sí, gentil señora! —gritó sir Cadogan. Todos, dentro y fuera de la sala común, se quedaron callados, anonadados.
—¿De. . . de verdad? —dijo la profesora McGonagall—. Pero ¿y la contraseña?
—¡Me la ha dicho! —respondió altanero sir Cadogan—. Se sabía las de toda la semana, señora. ¡Las traía escritas en un papel!
La profesora McGonagall volvió a pasar por el retrato para encontrarse con la multitud, que estaba estupefacta. Se había quedado blanca como la tiza.
—¿Quién ha sido? —preguntó con voz temblorosa— ¿Quién ha sido el tonto que ha escrito las contraseñas de la semana y las ha perdido?
Hubo un silencio total, roto por un leve grito de terror. Neville Longbottom, temblando desde los pies calzados con zapatillas de tela hasta la cabeza, levantó la mano muy lentamente.
FIN DE LA EDICIÓN. LOS SIGUIENTES CAPÍTULOS
SON TODOS NUEVOS.
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