𝟭𝟬 。・:*˚:✧。 expecto patronum. ៹
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━ ✩・*。𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 & 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 。˚⚡
010.┊EXPECTO PATRONUM.
❝ canción: can't catch me now de olivia rodrigo. ❞
AUNQUE ARA SE SENTÍA ENFADADA POR LAS ACCIONES DE Hermione, no podía enfadarse del todo con ella. Sabía que Hermione había hecho lo que creía correcto, ella simplemente los estaba protegiendo y Ara no podía culparla por ello. Sabía que Hermione y ella eran muy protectoras con sus amigos, y Ara sabía que sus intenciones habían sido nada más que buenas.
Aunque Ara conseguía mantener su irritación a un nivel moderado, no podía decirse lo mismo de Harry y Ron. Así que Hermione comenzó a evitar la sala común, excepto cuando Ara estaba en ella, ya que Harry y Ron se negaban a dirigirle más de dos palabras. Y Ara—siempre la pacificadora— siempre intentaba reunirlos a todos con la esperanza de que al final dejaran sus mezquindades y siguieran adelante. Pero todos eran muy testarudos. Intentaba dividir su tiempo para poder pasar el rato con todos ellos, pero se estaba volviendo bastante molesto.
En general, se alegraron de que el resto del colegio regresara poco después de Año Nuevo y la torre de Gryffindor volviera a estar abarrotada de gente y de bullicio. Wood buscó a Harry y a Ara la noche anterior al comienzo de las clases.
—¿Qué tal las Navidades? —preguntó. Y luego, sin esperar respuesta, se sentó, bajó la voz y dijo—: He estado meditando durante las vacaciones. Después del partido, ¿sabéis? Si los dementores acuden al siguiente. . . no nos podemos permitir que vosotros. . . bueno. . .
Wood se quedó callado, con cara de sentirse incómodo.
—No te preocupes, Oliver, estamos trabajando en ello —le aseguró Ara.
—El profesor Lupin dijo que nos daría unas clases para ahuyentar a los dementores. Comenzaremos esta semana. Dijo que después de Navidades estaría menos atareado —añadió Harry.
—Ya —dijo Wood. Su rostro se animó—. Bueno, en ese caso. . . Realmente no quería perderos como cazadora y buscador. ¿Habéis comprado ya otras escobas?
—No —contestó Harry, mientras Ara negaba con la cabeza.
—¡¿Cómo?! Pues será mejor que os deis prisa. ¡No podéis montar en esas Estrellas Fugaces en el partido contra Ravenclaw!
—Les regalaron Saetas de Fuego en Navidad —dijo Ron de repente.
—¿Saetas de Fuego? ¡No! ¿En serio? ¿Saetas de Fuego de verdad?
—No te emociones mucho, Oliver —dijo Ara sombríamente—. Ya no las tenemos. Fueron confiscadas.
Harry se apresuró a explicar que las Saetas de Fuego estaban siendo revisadas en busca de maleficios o maldiciones.
—¿Hechizadas? ¿Por qué podrían estar hechizadas?
—Sirius Black —explicó Harry sin entusiasmo—. Parece que va a por nosotros. Así que McGonagall piensa que él nos las podría haber enviado.
Desechando la idea de que un famoso asesino estuviera interesado por la vida de su cazadora y de su buscador, Wood dijo:
—Pero ¡Black no podría haber comprado unas Saetas de Fuego! Es un fugitivo. Todo el país lo está buscando. ¿Cómo podría entrar en la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch y comprar unas escobas?
—Díselo a Minnie —dijo Ara, poniendo los ojos en blanco y apoyando la espalda contra el sofá.
—Ya lo sabemos. Pero aun así, McGonagall quiere desmontarlas —dijo Harry.
Wood se puso pálido.
—Un pensamiento aterrador, ¿verdad? —Ara sonrió, habiendo captado la expresión en la cara de Wood.
—Iré a hablar con ella —les prometió—. La haré entrar en razón. . . Saetas de Fuego. . . ¡unas auténticas Saetas de Fuego en nuestro equipo! Ella desea tanto como nosotros que gane Gryffindor. . . La haré entrar en razón... ¡Saetas de Fuego de verdad. . .!
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LAS CLASES COMENZARON AL DÍA SIGUIENTE. Lo último que deseaba nadie una mañana de enero era pasar dos horas en una fila en el patio, pero Hagrid había encendido una hoguera de salamandras, para su propio disfrute, y pasaron una clase inusualmente agradable recogiendo leña seca y hojarasca para mantener vivo el fuego, mientras las salamandras, a las que les gustaban las llamas, correteaban de un lado para otro de los troncos incandescentes que se iban desmoronando. La primera clase de Adivinación del nuevo trimestre fue mucho menos divertida. La profesora Trelawney les enseñaba ahora quiromancia y se apresuró a informar a Ara y a Harry de que tenían la línea de la vida más corta que había visto nunca.
A la que Ara y Harry tenían más ganas de acudir era a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Después de la conversación con Wood, querían comenzar las clases contra los dementores tan pronto como fuera posible.
—Ah, sí —dijo Lupin, cuando Harry y Ara le recordaron su promesa al final de la clase—. Veamos. . . ¿qué os parece el jueves a las ocho de la tarde? El aula de Historia de la Magia será bastante grande. . . Tendré que pensar detenidamente en esto. . . No podemos traer a un dementor de verdad al castillo para practicar. . .
—Aún parece enfermo, ¿verdad? —dijo Ron por el pasillo, camino del Gran Comedor—. ¿Qué creéis que le pasa?
—Quién sabe —Ara se encogió de hombros, aunque tenía una teoría sólida.
Oyeron un «chist» de impaciencia detrás de ellos. Era Hermione, que había estado sentada a los pies de una armadura ordenando la mochila, tan llena de libros que no se cerraba. Así que Ara fue a ayudarla, a lo que recibió una sonrisa de agradecimiento.
—¿Por qué nos chistas? —le preguntó Ron, irritado.
—Por nada —dijo Hermione con altivez, echándose la mochila al hombro mientras Ara se ponía a su lado.
—Por algo será —dijo Ron—. He dicho que no sabía qué le ocurría a Lupin y tú─
—Bueno, ¿no es evidente? —dijo Hermione con una mirada de superioridad exasperante.
Las cejas de Ara se fruncieron mientras giraba la cabeza para mirar con curiosidad a Hermione, su mejor amiga hizo lo mismo al ver su expresión. Ambas mantuvieron una silenciosa conversación con la mirada, llegando a la conclusión de que ambas sospechaban que el profesor Lupin era un hombre lobo.
—Si no nos lo queréis decir, no lo hagáis —dijo Ron con brusquedad, interrumpiendo su silenciosa conversación.
—Vale —respondió Hermione, y se marchó altivamente.
—No lo sabe —dijo Ron, siguiéndola con los ojos y resentido—. Sólo quiere que volvamos a hablarle.
Entonces ambos chicos giraron la cabeza hacia Ara, que les lanzó una mirada tan dura que tuvieron que apartar la vista torpemente. Luego ella siguió a Hermione, lanzándoles una última mirada dura por encima del hombro.
—Maldita sea —susurró Ron, mirando por fin hacia donde estaba su hermana hacía unos momentos—. Es aterradora cuando se enfada.
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A LAS OCHO DE LA TARDE DEL JUEVES, Ara y Harry salieron de la torre de Gryffindor para acudir al aula de Historia de la Magia. Cuando llegaron estaba a oscuras y vacía, pero encendieron las lámparas con sus varitas.
—Vaya. . . —Ara se quedó callada, levantando la varita para iluminar la cara de Harry—. Esto da mal rollo.
—Creo que hemos estado en sitios más espeluznantes —comentó Harry entre risas—. La Cámara de los Secretos, por ejemplo.
Ara se estremeció al recordarlo.
—No me lo recuerdes, Lockhart era tan pesado que llegué a plantearme dejarlo allí.
Harry le dirigió una mirada.
—¡Sólo por un segundo! No soy tan despiadada.
—La verdad es que no puedo culparte —Harry negó con la cabeza—. Quiero decir, intentó borrar nuestros recuerdos.
—Mira cómo terminó eso para él.
Sólo tuvieron que esperar unos minutos más cuando apareció el profesor Lupin, llevando una gran caja de embalar que puso encima de la mesa del profesor Binns.
—¿Qué es? —preguntó Ara.
—Otro boggart —dijo Lupin, quitándose la capa—. He estado buscando por el castillo desde el martes y he tenido la suerte de encontrar éste escondido dentro del archivador del señor Filch. Es lo más parecido que podemos encontrar a un auténtico dementor. El boggart se convertirá en dementor cuando vea a Harry, de forma que podréis practicar con él.
—De acuerdo —dijo Harry, haciendo como que no era para nada aprensivo.
—Así pues. . . —El profesor Lupin sacó su varita mágica e indicó a Ara y a Harry que hicieran lo mismo—. El hechizo que trataré de enseñaros es magia muy avanzada. . . Bueno, muy por encima del Nivel Corriente de Embrujo. Se llama «encantamiento patronus».
—¿Cómo es? —preguntó Harry, nervioso.
—¿Te gustaría responder, Ara? —dijo Lupin, sonriendo en su dirección.
—El encantamiento patronus, cuando se invoca correctamente, actúa como escudo contra el dementor, y para invocarlo, uno debe pensar en un recuerdo feliz, ¿no? —dijo Ara, recordando lo que había leído en uno de los libros de hechizos que había tomado prestado de la biblioteca. También recordaba que lo habían mencionado cuando empezó su viaje para convertirse en animaga.
—Correcto, Ara —dijo Lupin—. El patronus es una especie de fuerza positiva, una proyección de las mismas cosas de las que el dementor se alimenta: esperanza, alegría, deseo de vivir. . . pero no puede sentir desesperación como los seres humanos, de forma que los dementores no pueden herirlo. Pero tengo que advertiros, de que el hechizo podría resultaros excesivamente avanzado. Muchos magos cualificados tienen dificultades con él.
—¿Qué aspecto tiene un patronus? —dijo Harry con curiosidad.
—Es depende del mago que lo invoca —dijo Lupin—. Ahora bien, el patronus se invoca con un encantamiento que sólo funcionará si te concentras con todas tus fuerzas en un solo recuerdo de mucha felicidad.
Ara empezó a pensar, ¿cuándo es más feliz? Los recuerdos más felices que tiene son con Harry, Ron y Hermione. Uno de sus recuerdos más felices tendría que ser el día en que se conocieron, el día en que empezó su amistad.
—El encantamiento es así —Lupin se aclaró la garganta—: ¡Expecto Patronum!
—¡Expecto Patronum! —repitieron Ara y Harry entre dientes.
Siguieron repitiendo hasta que de repente, como un chorro, algo surgió del extremo de sus varitas; parecía un mechón de gas plateado, con la única diferencia de que el de Ara parecía brillar más.
—¿Lo ha visto? —dijo Ara con entusiasmo.
—¡Algo ha ocurrido! —dijo Harry igual de entusiasmado.
—Muy bien —dijo Lupin sonriendo—. Bien, entonces. . . ¿estáis preparados para probarlo en un dementor? Ara, tú primero, imagina un dementor como tu mayor miedo.
—De acuerdo —dijo Ara, empuñando la varita con fuerza y yendo hasta el centro del aula vacía. Ara trató de concentrarse en su recuerdo feliz tanto como pudo, forzando los pensamientos negativos fuera de su mente.
Lupin cogió la tapa de la caja de embalaje y tiró de ella. Un dementor se elevó despacio de la caja, volviendo hacia Ara su rostro encapuchado. Una mano viscosa y llena de pústulas sujetaba la capa. Las luces que había en el aula parpadearon hasta apagarse. El dementor salió de la caja y se dirigió silenciosamente hacia Ara, exhalando un aliento profundo y vibrante. Una ola de intenso frío se extendió sobre ella. . .
—¡Expecto Patronum! —gritó Ara, pero no pasó nada—. ¡Expecto Patronum!
De repente, un escudo plateado surgió de su varita, empujando al dementor de vuelta a su sitio, Ara pudo oír al profesor Lupin riendo de deleite.
—¡Notable, Ara! —dijo Lupin cuando volvió a encerrar al dementor en su sitio, la miraba con puro orgullo.
Harry se limitó a mirarla con asombro. Ara aún se sentía un poco mareada, así que Harry fue a rodearla con un brazo para ayudarla a sentarse.
—Debo decir que estoy impresionado —dijo Lupin, acercándose a donde Ara estaba sentada y dándole chocolate—. Normalmente, los magos no logran invocar el encantamiento en su primer intento, serás una bruja muy poderosa.
Ara sólo le dedicó una sonrisa en respuesta, todavía demasiado mareada para hablar, pero hizo que Harry se pusiera en pie para que lo intentara mientras ella se comía el chocolate. En cuanto le dio un mordisco se sintió diez veces mejor.
—Harry —dijo Lupin—. Ahora te toca a ti.
Harry hizo lo mismo que Ara y caminó hasta el centro del aula. Empuñando su varita con fuerza.
El profesor Lupin abrió la tapa de la caja una vez más y un dementor apareció de su interior. Su rostro encapuchado se volvió hacia Harry.
—¡Expecto Patronum! —gritó Harry—. ¡Expecto Patronum! ¡Expecto─
Pero entonces Harry cayó al suelo y Ara inmediatamente se acercó a él.
—¡Harry! —dijo ella, sacudiéndolo ligeramente, lo intentó de nuevo, pero él no se despertó—. Lo siento.
Le dio una bofetada en la cara, lo más suavemente posible.
Harry volvió bruscamente a la realidad. Se dio cuenta de que estaba boca arriba, tendido en el suelo, con media cabeza sobre el regazo de Ara. Las luces del aula habían vuelto a encenderse. No necesitó preguntar qué era lo que había ocurrido.
—Lo siento —musitó, incorporándose y notando un sudor frío que le corría por detrás de las gafas.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Ara.
—Sí. . . —Harry se levantó con la ayuda de Ara y se apoyó en ella.
—Toma. —Lupin le ofreció una rana de chocolate como había hecho con Ara—. Cómetela antes de que volvamos a intentarlo. Esta vez irá Ara.
—Cada vez es peor —musitó Harry, mordiendo la cabeza de la rana—. Esta vez la he oído más alto aún. Y a él. . . a Voldemort. . .
Lupin estaba más pálido de lo habitual.
—Harry, si no quieres continuar, lo comprenderé perfectamente─
—¡Sí quiero! —dijo Harry con energía, metiéndose en la boca el resto de la rana—. ¡Tengo que hacerlo! ¿Y si los dementores vuelven a presentarse en el partido contra Ravenclaw? No puedo caer de nuevo. ¡Si perdemos este partido, habremos perdido la copa de quidditch!
—De acuerdo, entonces. . . —dijo Lupin—. Tal vez quieras seleccionar otro recuerdo feliz. Quiero decir, para concentrarte. Ése no parece haber sido bastante poderoso. . . —Entonces miró a Ara— Ara, te toca.
Ara volvió al centro de la clase, con la varita apretada en la mano derecha.
—¿Preparada? —dijo Lupin, agarrando la tapa de la caja.
Ara asintió, llenando su cabeza con ese recuerdo particularmente feliz, tratando de concentrarse en él lo más posible.
—¡Ya! —dijo Lupin, levantando la tapa. El aula volvió a enfriarse y a quedarse a oscuras. El dementor fue a por Ara─
—¡Expecto Patronum! —gritó, y apareció el mismo escudo plateado, pero no estaba del todo satisfecha—. ¡EXPECTO PATRONUM!
Justo entonces, una figura plateada brotó del extremo de su varita, dio vueltas a su alrededor, pudo ver cuatro patas, una cola y mucho pelaje, luego envió al dementor de vuelta por donde había venido, y finalmente pudo saber qué era.
Era un lobo.
Había leído sobre personas que tenían un patronus lobo. Los que tenían un lobo como patronus protegían a su familia y amigos con una pasión feroz, también eran muy misteriosos y parecían muy inaccesibles, pero en el fondo tenían un lado juguetón y eran muy leales.
Tanto Harry como el profesor Lupin la miraban completamente asombrados.
—¡Asombroso, Ara! —dijo Lupin, una vez que el dementor se había ido, se quedó mirando a Ara con la expresión más orgullosa—. Nunca había visto a alguien tan joven producir un patronus corpóreo. ¡Bien hecho!
—Gracias —dijo Ara sonriendo, y acercándose a Harry que le dio un abrazo de lado.
—Bien hecho, Nyx —dijo Harry, también sonriendo, y finalmente dejando caer el brazo de su hombro.
—Gracias, Harry —dijo Ara, enviándole una sonrisa alentadora.
—¡Adelante, Harry! —dijo Lupin.
Una vez más, Harry se puso en el centro, Lupin abrió el lugar donde estaba el dementor y éste avanzó hacia Harry.
—¡Expecto Patronum! —gritó Harry—. ¡Expecto Patronum! ¡Expecto─
Una niebla blanca le oscureció el sentido. En torno a él se movieron unas formas grandes y borrosas. . . Luego oyó una voz nueva, de hombre, que gritaba aterrorizado:
—¡Lily, toma a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Corre! Yo lo detendré.
El ruido de alguien dentro de una habitación, una puerta que se abría de golpe, una carcajada estridente.
—¡Harry! Harry, despierta. . .
Lupin le abofeteaba las mejillas a Harry, y Ara lo miraba con ojos preocupados. Esta vez le costó un minuto comprender por qué estaba tendido en el suelo polvoriento del aula.
—He oído a mi padre —balbuceó Harry—. Es la primera vez que lo oigo. Quería enfrentarse a Voldemort para que a mi madre le diera tiempo de escapar.
Harry notó que en su rostro había lágrimas mezcladas con el sudor. Bajó la cabeza todo lo que pudo para limpiarse las lágrimas con la túnica, haciendo como que se ataba el cordón del zapato, para que Ara y Lupin no se dieran cuenta de que había llorado.
Ara se dio cuenta casi de inmediato, pero no dijo nada, simplemente le puso una mano reconfortante en el hombro.
—¿Has oído a James? —preguntó Lupin con voz extraña.
—Sí. . . —Con la cara ya seca, volvió a levantar la vista—. ¿Por qué? Usted no conocía a mi padre, ¿o sí?
—Lo... lo conocí, sí —contestó Lupin—. Fuimos amigos en Hogwarts. Escuchad, vosotros dos. Tal vez deberíamos dejarlo por hoy. Este encantamiento es demasiado avanzado. . . No debería haberos puesto en este trance. . .
—No —repuso Harry. Se volvió a levantar con la ayuda de Ara—. ¡Lo intentaré de nuevo! No pienso en cosas bastante alegres, por eso. . . ¡espere!
Hizo un gran esfuerzo para pensar. Un recuerdo muy feliz. . . un recuerdo que pudiera transformarse en un patronus bueno y fuerte. . .
Había algunos, pero no eran lo suficientemente poderosos. . . entonces se dio cuenta y encontró el recuerdo feliz perfecto. . .
Harry se levantó y se puso de nuevo frente a la caja de embalaje.
—¿Preparado? —dijo Lupin, como si fuera a obrar en contra de su criterio—. ¿Te estás concentrando bien? De acuerdo. ¡Ya!
Levantó la tapa de la caja y el dementor volvió a salir de ella. El aula volvió a enfriarse y a oscurecerse.
—¡EXPECTO PATRONUM! —gritó Harry—. ¡EXPECTO PATRONUM! ¡EXPECTO PATRONUM!
El dementor. . . se había detenido. . . y luego, una enorme sombra plateada salió con fuerza del extremo de la varita de Harry y se mantuvo entre él y el dementor.
—¡Riddíkulus! —gritó Lupin, saltando hacia delante.
Se oyó un fuerte crujido y el nebuloso patronus se desvaneció junto con el dementor. Ara caminó hacia Harry y lo ayudó a sentarse en una silla, mientras Lupin obligaba con la varita al boggart a volver a la caja de embalaje. Se había vuelto a convertir en una esfera plateada.
—¡Bien hecho! —dijo Ara, abrazando a Harry y revolviéndole el pelo, desordenándolo aun más.
—¡Estupendo! —dijo Lupin, yendo hacia donde estaban los dos sentados—. ¡Estupendo, Harry! Ha sido un buen principio.
—¿Podemos volver a probar? Sólo una vez más.
—Ahora no —dijo Lupin con firmeza—. Ya habéis tenido bastante por una noche. Tened─
Ofreció a Ara y a Harry dos tabletas enormes del mejor chocolate de Honeydukes.
—Coméoslo todo o la señora Pomfrey me matará. ¿El jueves que viene a la misma hora?
—Vale —dijo Harry mientras que Ara simplemente asintió.
Estaba pensando en preguntarle algo a Lupin pero no sabía si sería lo mejor. . . . pero sabía que se arrepentiría si no le preguntaba.
—¿Profesor Lupin? —preguntó ella—. Si conoció al padre de Harry y─y a mi madre, también conocería a Black.
Lupin se volvió con rapidez.
Harry observó a Ara con cautela, sabía que no hablaba mucho de Sirius Black y no quería verla mal.
La expresión de Lupin se volvió dura.
—Sí, lo conocí —dijo lacónicamente—. O creía que lo conocía. Será mejor que os vayáis. Se hace tarde.
Ara y Harry salieron del aula, atravesaron el corredor y doblaron la esquina, Ara deseó no haber sacado el tema de Sirius Black, dado que a Lupin, obviamente, no le había hecho gracia.
—¿Estás bien, Harry? —dijo Ara suavemente mientras caminaban de vuelta a la sala común.
—Sí —dijo Harry, con voz no muy convincente—. ¿Por qué?
—Bueno. . . —dijo Ara, vacilante—. Después de escucharlos otra vez. . . de escuchar a tu padre.
Harry asintió, pero Ara se detuvo en seco haciendo que él hiciera lo mismo.
—No tienes por qué mentirme, Harry. —Sus palabras eran tranquilizadoras y sus ojos lo evaluaban con delicadeza.
—Es sólo que. . . tengo que seguir diciéndome a mí mismo que están muertos, y oír el eco de su voz no los traerá a la vida —dijo Harry, sin mirar a Ara mientras dejaba escapar un fuerte suspiro.
Ara se lamió los labios antes de inclinar la cabeza, observando sus hombros caídos, su suspiro derrotado y el ceño fruncido que se apoderó de sus labios. Sabía que no podía hacer mucho para animarlo, pero aun así se acercó y lo rodeó con los brazos, atrapándolo en uno de sus abrazos quiebrahuesos mientras le frotaba la espalda. Harry sintió que se le cerraban los ojos y la envolvió también con sus brazos, hundiendo la cara en su pelo y percibiendo el aroma de las margaritas.
—Sé que no es lo mismo pero. . . siempre estaré aquí, Wonder Boy.
Harry soltó una carcajada acuosa:
—Gracias, Nyx.
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RAVENCLAW JUGÓ CONTRA SLYTHERIN UNA SEMANA DESPUÉS DEL COMIENZO DEL TRIMESTRE. Slytherin ganó, aunque por muy poco. Según Wood, eran buenas noticias para Gryffindor, que se colocaría en segundo puesto si ganaba también a Ravenclaw. Por lo tanto, aumentó los entrenamientos a cinco por semana. Esto significaba que, junto con las clases antidementores de Lupin, que resultaban más agotadoras que seis sesiones de entrenamiento de quidditch, a Ara y a Harry le quedaban tan sólo una noche a la semana para hacer todos los deberes. Ara intentaba librarse de esa responsabilidad, pero al final Hermione la obligaba a hacerlo.
Cada noche, sin excepción, veían a Hermione en un rincón de la sala común, con varias mesas llenas de libros, tablas de Aritmancia, diccionarios de runas, dibujos de muggles levantando objetos pesados y carpetas amontonadas con apuntes extensísimos. Apenas hablaba con nadie (excepto Ara) y respondía de malos modos cuando alguien la interrumpía.
—¿Cómo lo hará? —le preguntó Ron a Harry una tarde, mientras el segundo terminaba un insoportable trabajo para Snape sobre Venenos indetectables, y Ara estaba junto a ellos profundamente dormida en uno de los sillones, demasiado cansada para hacer los deberes. A Hermione casi no se la veía detrás de la torre de libros.
—¿Cómo hará qué?
—¡Ir a todas las clases! —dijo Ron, un poco demasiado alto.
—¡Shhh! La vas a despertar —Harry hizo un gesto hacia Ara, que se había removido en su asiento.
Ron le ignoró.
—Esta mañana la he oído hablar con la profesora Vector, la bruja que da Aritmancia. Hablaban de la clase de ayer. Pero Hermione no pudo ir, porque estaba con nosotros en Cuidado de Criaturas Mágicas. Y Ernie McMillan me dijo que no ha faltado nunca a una clase de Estudios Muggles. Pero la mitad de esas clases coinciden con Adivinación, ¡y tampoco ha faltado nunca a éstas!
Harry seguía intentando que Ron bajara la voz para no despertar a Ara, pero era inútil, lo bueno era que Ara tenía el sueño pesado y no se despertaba. Entonces, dos segundos más tarde, Wood se dirigió hacia ellos.
—Despierta a Ara, ¿quieres? —le dijo Wood a Harry—. Tengo algo que deciros a los dos.
Harry se sintió muy culpable por tener que despertarla, parecía demasiado pacífica, pero hizo lo que le dijo. La sacudió con delicadeza.
—¿Ara? Despierta. . .
Pero Ara no se despertó, así que Wood puso los ojos en blanco, se acercó a ella y la zarandeó bruscamente.
—¡Oye! ¡Black! ¡Arriba! ¡Ahora!
Los ojos de Ara se abrieron de golpe e inmediatamente miró mal en dirección a Wood.
—¿Y ahora qué quieres? —dijo Ara irritada, mientras se frotaba los ojos.
Harry le dirigió a Ara una mirada de disculpa, mientras ella, malhumorada, tomaba asiento a su lado.
—Malas noticias, chicos. Acabo de ver a la profesora McGonagall por lo de las Saetas de Fuego. Ella. . . se ha puesto algo antipática conmigo. Me ha dicho que mis prioridades están mal. Piensa que me preocupa más ganar la copa que vuestras vidas. Sólo porque le he dicho que no me importaba que las escobas os tirasen al suelo, siempre que jugarais un buen partido —Wood sacudió la cabeza con incredulidad—. Realmente, por su forma de gritarme. . . cualquiera habría pensado que le había dicho algo terrible. Luego le he preguntado cuánto tiempo las tendría todavía. —Hizo una mueca e imitó la voz de la profesora McGonagall—: «El tiempo que haga falta, Wood.» Me parece que tendréis que pedir otras escobas. Hay un cupón de pedido en la última página de El mundo de la escoba. Podríais comprar una Nimbus 2001, como la que tiene Malfoy.
—No voy a comprar nada que le guste a Malfoy —dijo Harry taxativamente.
—Y no te preocupes, yo la convenceré con mi carismática personalidad.
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ENERO DIO PASO A FEBRERO SIN QUE SE NOTARA, persistiendo en el mismo frío glacial. El partido contra Ravenclaw se aproximaba, pero ni Ara ni Harry habían pedido escobas nuevas. Ara había intentado múltiples veces recuperar las Saetas de Fuego, esperaba a McGonagall en su despacho casi todos los días, pero McGonagall era testaruda y simplemente hacía que Ara se marchara cada vez.
—No, Black, todavía no os las podemos devolver.
—¡Oh, vamos, Minnie! —dijo Ara desesperadamente, mientras ella, Harry y Ron se quedaban al terminar una clase—. Creo que ya habrías muerto si las escobas contuvieran un maleficio o embrujo, ¿no crees?
—Os las daré en cuanto hayamos terminado las comprobaciones. Ahora te ruego que dejes de darme la lata —McGonagall dio por terminada la conversación.
—Oh, lo siento, Ara —dijo Hermione con culpabilidad mientras salían del despacho.
—Está bien —Ara negó con la cabeza, entrelazando sus brazos—. Sólo nos estabas protegiendo, no puedo enfadarme contigo por eso.
Para gran deleite de Ara, su encantamiento patronus estaba mejorando, a veces podía conjurar un patronus corpóreo y a veces sólo lograba producir un escudo. Aunque el profesor Lupin le aseguró que con más práctica sería capaz de conjurar a su lobo siempre que quisiera. Y aunque Ara estaba emocionada, no podía estar totalmente radiante. Para Harry, las clases antidementores no iban tan bien. Era capaz de producir una sombra poco precisa cada vez que el dementor se le acercaba, pero su patronus era demasiado débil para ahuyentar al dementor.
—Esperas demasiado de ti mismo —le dijo severamente el profesor Lupin en la cuarta semana de prácticas—. Para un brujo de trece años, incluso un patronus como éste es una hazaña enorme. Ya no te desmayas, ¿a que no?
—Pero —dijo Harry, mirando a Ara con un poco de vergüenza—, Ara pudo producir un patronus corpóreo en su segundo intento.
—Bueno, Ara es más poderosa que cualquiera de nosotros─
—¿Qué? —dijo Ara, levantándose de donde estaba sentada—. ¿Qué quiere decir?
—N-nada —dijo Lupin, aclarándose la garganta—. Tomad, os habéis ganado una bebida. Esto es de Las Tres Escobas y supongo que no lo habréis probado antes─
Sacó tres botellas de su maletín y Ara le miraba con sospecha mientras lo hacía. Empezó a crujirse los dedos de la mano derecha con el pulgar mientras le quemaba con sus ojos. Se estaba cansando de que la gente le ocultara información. Primero; ¿quién era el asesino de su madre y ahora aparentemente el profesor Lupin decía que su magia era más poderosa? ¿Sin ninguna explicación?
Ara se pasó la lengua por el interior de la mejilla, ordenando a su cerebro que no pensara demasiado en lo que Lupin acababa de decir; por mucho que deseara poder exigir respuestas, sabía que él no confesaría nada. Los adultos siempre pensaban que ocultar información a los niños era algo seguro de hacer, cuando en realidad lo más probable era que les hiciera más bien que mal.
—¡Cerveza de mantequilla! —La voz de Harry la trajo de vuelta a la realidad—. ¡Sí, me encanta!
Ara se palmeó la cara mentalmente, y Lupin alzó una ceja.
—Ron y Hermione nos trajeron algunas cosas de Hogsmeade —Ara se apresuró a mentir.
—Ya veo —dijo Lupin, aunque parecía algo suspicaz—. Bien, bebamos por la victoria de Gryffindor contra Ravenclaw. Aunque, en teoría, como profesor no debo tomar partido —añadió inmediatamente.
—Minnie no comparte ese sentimiento —Ara se rió, con la mente de nuevo en calma ante la mención del quidditch.
—¿Qué hay debajo de la capucha de un dementor? —preguntó Harry después de que estuvieran un rato bebiendo en silencio.
El profesor Lupin, pensativo, dejó la botella.
—Humm. . . bueno, los únicos que lo saben no pueden decirnos nada. El dementor sólo se baja la capucha para utilizar su última arma.
—¿Cuál es? —preguntó Ara.
—Lo llaman «Beso del dementor» —dijo Lupin con una amarga sonrisa—. Es lo que hacen los dementores a aquellos a los que quieren destruir completamente. Supongo que tendrán algo parecido a una boca, porque pegan las mandíbulas a la boca de la víctima y. . . le chupan el alma.
La cara de Ara se transformó en una expresión de asco, y Harry escupió, sin querer, un poco de cerveza de mantequilla.
—¿Las matan?
—Oh, no —dijo Lupin—. Mucho peor que eso. Se puede vivir sin alma, mientras sigan funcionando el cerebro y el corazón. Pero no se puede tener conciencia de uno mismo, ni memoria, ni nada. No hay ninguna posibilidad de recuperarse. Uno se limita a existir. Como una concha vacía. Sin alma, perdido para siempre. —Lupin bebió otro trago de cerveza de mantequilla y siguió diciendo—: Es el destino que le espera a Sirius Black. Lo decía El Profeta esta mañana. El ministerio ha dado permiso a los dementores para besarlo cuando lo encuentren.
—Si Voldemort estuviera vivo, me encantaría ver cómo le chupan el alma —dijo Ara, agarrando su cerveza de mantequilla con tanta fuerza que los nudillos se le estaban poniendo blancos.
Lupin la miró fijamente, fijándose en sus hombros tensos, sus labios caídos y sus cejas fruncidas y, de repente, no era Ara Black quien estaba sentada frente a él, sino Ava Corbin. Su mirada estaba paralizada y su respiración entrecortada mientras su vieja amiga bebía un pequeño sorbo de Cerveza de Mantequilla, pequeños mechones de pelo que caían de su trenza enmarcaban su rostro.
El profesor se atrevió a pestañear y tan pronto como ella llegó se había ido y Ara estaba en su lugar una vez más.
—¿De verdad crees que alguien se merece eso? —dijo Lupin con ligereza mientras parpadeaba quitándose la tristeza de los ojos. Ambos alumnos eran ajenos a su momentáneo viaje al pasado.
—Sí —dijo Ara, sin ningún tipo de duda—. Sé que suena horrible pero. . . algunas personas son demasiado irredimibles creo yo.
—Sí —coincidió sorprendentemente Harry, con los ojos fijos en su bebida—. No me importaría que Voldemort pasara por eso. . .
Cuando terminaron su cerveza de mantequilla, dieron las gracias a Lupin y salieron del aula de Historia de la Magia.
—¿Crees que lo harán? —dijo Ara de repente, ajustándose la chaqueta—. ¿Chuparle el alma?
Harry no necesitó preguntar para saber que estaba hablando de Sirius Black.
—No lo sé, ¿no quieres que lo hagan?
Ara estaba a punto de responder, pero se dieron de bruces con la profesora McGonagall.
—¡Mirad por dónde vais, Potter, Black!
—Lo siento, profesora.
—Fui a buscaros a la sala común de Gryffindor. Bueno, aquí las tenéis. Hemos hecho todas las comprobaciones y parece que están bien. En algún lugar tenéis un buen amigo. . .
La profesora McGonagall sostenía sus Saetas de Fuego, que tenían un aspecto tan magnífico como siempre.
—¿Podemos quedárnoslas? —dijo Harry con voz desmayada—. ¿De verdad?
—De verdad —dijo sonriendo la profesora McGonagall.
—Eres la mejor, Minnie —dijo Ara, guiñándole un ojo y sonriéndole rápidamente a su profesora favorita mientras tomaba su Saeta de Fuego.
—Me atrevería a decir que tendréis que familiarizaros con ellas antes del partido del sábado, ¿no? Y Black, Potter, haced todo lo posible por ganar, ¿vale? porque si no quedaremos eliminados por octavo año consecutivo, como acaba de recordarme muy amablemente el profesor Snape.
Ara se despidió de ella con la mano juguetonamente antes de que Harry y ella volvieran a subir por las escaleras hacia la torre de Gryffindor, llevando las Saetas de Fuego.
—Estoy deseando ver la cara que pone Malfoy —dijo Ara. Ella y Harry compartieron sonrisas retorcidas.
Entonces, al doblar una esquina, vieron a Ron, que se precipitaba hacia ellos con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Os las ha dado? ¡Estupendo! ¿Me dejaréis que monte en una de ellas? ¿Mañana?
Antes de que Harry pudiera abrir la boca para aceptar, Ara intervino enarcando una ceja.
—Primero tendréis que hacer las paces con Hermione, ¿sabéis? Sí, vosotros dos estabais enfadados, pero ella sólo lo hizo porque estaba preocupada.
—Sí, de acuerdo —dijo Ron—. Está en la sala común, trabajando, para variar.
Llegaron al corredor que llevaba a la torre de Gryffindor, y vieron a Neville Longbottom que suplicaba a sir Cadogan que lo dejara entrar.
—¡Las escribí! —decía Neville con lágrimas en los ojos— Pero se me deben de haber caído en alguna parte.
—¡Id a otro con ese cuento! —vociferaba sir Cadogan. Luego, viendo a Ara, Harry y Ron—: ¡Voto a bríos, mis valientes y jóvenes vasallos y vasalla! ¡Venid a atar a este demente que trata de forzar la entrada!
—Oh, cállate —dijo Ara mientras ella, Harry y Ron llegaban junto a Neville—. Hola Neville.
—¡Oh, hola Ara, he perdido las contraseñas! —les confesó Neville abatido—. Le pedí que me dijera las contraseñas de esta semana, porque las está cambiando continuamente, y ahora no sé dónde las tengo.
—«Rompetechos» —dijo Harry a sir Cadogan, que parecía muy decepcionado y reacio a dejarlos pasar. Hubo murmullos repentinos y emocionados cuando todos se dieron la vuelta y rodearon a Ara y a Harry para admirar sus Saetas de Fuego.
—¿Cómo las habéis conseguido, Harry?
—¿Me dejarás dar una vuelta, Ara?
—¿Ya las habéis probado, Harry?
—Ravenclaw no tiene nada que hacer. Todos van montados en Barredoras 7.
—¿Puedo sostenerla, Ara?
Después de unos diez minutos en que las Saetas de Fuego fueron pasando de mano en mano y admirada desde cada ángulo, la multitud se dispersó y Ara, Harry y Ron pudieron ver a Hermione, la única que no había corrido hacia ellos y había seguido estudiando, Ara se sentó a su lado y le dedicó una sonrisa, que ella le devolvió pero también evitando las miradas de los otros dos. Entonces Harry y Ron se acercaron a su mesa y ella levantó la vista.
—Nos las han devuelto —le dijo Harry sonriendo y levantando su Saeta de Fuego.
—¿Lo ves, Hermione? ¡No había nada malo en ellas!
—Eso no es exactamente una disculpa —murmuró Ara, regañando a su hermano.
—Bueno... Podía haberlo habido —repuso Hermione, dedicándole a Ara una mirada de agradecimiento por tratar de defenderla—. Por lo menos ahora sabéis que son seguras.
—Sí, supongo que sí —dijo Harry—. Será mejor que la deje arriba─
—¡Yo la llevaré! —se ofreció Ron con entusiasmo—. Tengo que darle a Scabbers el tónico para ratas.
Cogió la Saeta de Fuego y, sujetándola como si fuera de cristal, la subió hasta el dormitorio de los chicos.
—¿Puedo sentarme? —preguntó Harry a Hermione.
—Supongo que sí —contestó Hermione.
Ara le lanzó una mirada severa a Harry y asintió hacia Hermione, Harry captó el movimiento y supo lo que trataba de decir.
—Lo siento —le dijo Harry a Hermione con un tono sincero—. Por haberme enfadado e ignorarte, sé que sólo querías lo mejor para nosotros.
—Está bien, supongo. . . —dijo Hermione tranquilamente.
Harry echó un vistazo a la mesa abarrotada, al largo trabajo de Aritmancia, cuya tinta todavía estaba fresca, al todavía más largo trabajo para la asignatura de Estudios Muggles («Explicad por qué los muggles necesitan la electricidad»), y a la traducción rúnica en que Hermione se hallaba enfrascada.
—¿Qué tal lo llevas? —preguntó Harry a Hermione, mientras Ara leía el trabajo de Estudios Muggles con el ceño fruncido.
—Bien. Ya sabes, trabajando duro —respondió Hermione. De cerca parecía casi tan agotada como Lupin.
—¿Por qué no dejas un par de asignaturas? —preguntó Harry, viéndola revolver entre libros en busca del diccionario de runas.
—¡No podría! —respondió Hermione, escandalizada.
—La Aritmancia parece horrible —observó Harry, cogiendo una tabla de números particularmente abstrusa.
—No, es maravillosa —dijo Hermione con sinceridad—. ¡Es mi asignatura favorita!
—Bueno, ¿entonces por qué no dejas Estudios Muggles? —dijo Ara, con las cejas fruncidas—. Quiero decir, eres nacida de muggles, no lo necesitas, además, ¿qué demonios es "Electricídad"─?
En aquel preciso instante resonó un grito ahogado en la escalera de los chicos. Todos los de la sala común se quedaron en silencio, petrificados, mirando hacia la entrada. Se acercaban unos pasos apresurados que se oían cada vez más fuerte. Y entonces apareció Ron arrastrando una sábana.
—¡MIRA! —gritó, acercándose a zancadas a la mesa de Hermione—. ¡MIRA! —repitió, sacudiendo la sábana delante de su cara.
—¿Qué pasa, Ron?
—¡SCABBERS! ¡MIRA! ¡SCABBERS!
Hermione se apartó de Ron, echándose hacia atrás, muy asombrada. Ara observó la sábana que sostenía Ron. Había algo rojo en ella. Algo que se parecía mucho a─
—¡SANGRE! —exclamó Ron en medio del silencio—. ¡NO ESTÁ! ¿Y SABES LO QUE HABÍA EN EL SUELO?
—No, no —dijo Hermione con voz temblorosa.
Ron tiró algo encima de la traducción rúnica de Hermione. Ara, Hermione y Harry se inclinaron hacia delante. Sobre las inscripciones extrañas y espigadas había unos pelos de gato, largos y de color canela.
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