꒰⚡ 𖥻𝟎𝟐 | 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐔𝐑𝐒𝐋𝐄𝐘 ꒱
𝐀𝐑𝐂𝐎 𝟏 ⟆ ˖𓍢ִ໋ 𝐋𝐎𝐒 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑
¸:•.𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫;𝐠𝐨𝐥𝐝𝐞𝐧 𝐭𝐫𝐢𝐨¸:•.
⤿ ִׄ ›› 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟬𝟮 ¦ 𝗟𝗢𝗦 𝗗𝗨𝗥𝗦𝗟𝗘𝗬.
❛ 𝑬𝒍 𝒎𝒊𝒆𝒅𝒐 𝒏𝒐 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆.
𝑬𝒍 𝒎𝒊𝒆𝒅𝒐 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 ❜
El señor y la señora Dursley, que vivían en el numero 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas a las que se esperaria encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tonterías.
El señor Dursley era el director de una empresa llamada Gnnings, que fábricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirandolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un pequeño hijo llamado Dudley, y para ellos no había niño mejor que el.
Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.
La señora Potter era hermana menor de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su hermana y marido, un completo inútil, eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar.
Sabían que los Potter también tenían un hijo, más bien unos mellizos pequeños, pero nunca los habían visto. Esos niños eran otra buena razón para mantenerse alejado de los Potter: no querían que Dudley se juntara con esos niños.
Nuestra historia comienza cuando la mañana de noviembre comenzó de una manera extraña para la vida tan cotidiana de los Dursley. Vernon de camino al trabajo noto un extraño y rijido gato rayado fuera de su casa, también los cotilleos de la gente con raros ropajes, las luces brillantes en el cielo, y por supuesto las múltiples aves que parecían ser entrenadas.
El hombre no le presto atención, aunque se hayaba un tanto nervioso. No sabía el porqué pero esa gente con capas extrañas lo ponía en ese estado. Al pasar a su lado noto que se veían agitados mientras hablaban en susurro.
— Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...
— Si, sus hijos, Harry y Alheli...
El señor Dursley quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decir algo, pero se contuvo.
Se apresto a cruzar la calle y correr hacia su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogio el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar el número de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se toco el bigote mientras pensaba.
Potter no era un apellido tan especial. Estaba casi seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían hijos llamados Harry y Alheli. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que sus sobrinos se llamaran así. Jamás había visto a los mellizos. Podían llamarse Harvey y Ana, o Harold y Angela.
No valía la pena trastornar a su esposa, siempre se volvía loca ante la mención de su hermana, y no la culpaba. ¡Si el hubiera tenido una hermana así..! Pero de todos modos aquella gente..
En la tarde cuando dejó el edificio, estaba aún preocupado, que sin darse cuenta chocó con un hombre.
— Perdón - casi gruñó mientras el hombre se tambaleaba casi cayendo al suelo. Segundo después Vernon noto que el tipo llevaba capa.
Además, no parecía molesto por su empujón. Al contrario, su rostro era iluminado por una sonrisa.
— ¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! - sonrió aun más si es que era posible - ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este día!
Tras esto el hombre abrazo a Vernon y se alejo.
El señor Dursley quedó helado. De primera lo había abrazado un completo desconocido y, de paso lo había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera, estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y dirigirse a casa, deseaba que todo fuera imaginación suya.
Cuando entró al número 4, lo primero que vio fue al gato rayado que había visto en la mañana. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía las mismas líneas alrededor de sus ojos.
— ¡Fuera! Shu.. Shu, vete - dijo Vernon en voz alta.
El gato no se movió, solo lo miró de mala manera. Vernon se preguntó si eso era un comportamiento normal en un gato. Sin dar importancia entró a su casa, aun pensando si debía contarle a Petunia lo que había pasado este día.
La tarde siguió con normalidad, aunque el señor Dursley intentaba mantenerse normal, no pudo soportar más una vez que acostaron a Dudley.
En el salón la televisión se hayaba encendida en el canal de las noticias, ambos reporteros informaron sobre los extraños sucesos de este día. El primero las lechuzas de conducta extraña y claro los fuegos artificiales o luces raras en todo Gran Bretaña.
El señor Dursley se quedó congelado en el sillón. ¿Estrellas fugas es por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando todo el día? Y aquel rumbo, aquel cuchicheo sobre los Potter.
Al ver a Petunia supo que debía de decirle. Se aclaró la garganta con nerviosismo.
— Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente sobre tu hermana? - pregunto intentando disimular los nervios que sentía.
Como esperaba, la rubia pareció molesta y enfada. Después de todo ella fingía no tener hermana.
— No - respondo con seriedad y desinterés - ¿Por qué?
— Hay cosas muy extrañas en las noticias - comenzó de nuevo el Dursley - Lechuzas.. estrellas raras.. y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto rato...
— ¿Y qué? - interrumpió con brusquedad Petunia.
—Bueno, pensé.. quizás podía tener algo que ver con.. ya sabes.. su grupo.
La señora Dursley bebio de su te. Vernon se preguntó si sería capaz de decirle que había oído el apellido Potter. No no era capaz.
— Los hijos de ellos.. Deben de tener la edad de Dudley, ¿no? - disimuladamente preguntó.
— Eso creo - con rigidez respondió Petunia.
— ¿Y cómo se llamaban? Howard y Alimia, ¿no?
— Harry, un nombre vulgar y horrible, si me lo preguntas - dijo la rubia - y Alheli, apuesto que ese estúpido nombre lo escogió el inútil de Potter.
— Oh, si - totalmente abatido dijo el señor Dursley - Estoy de acuerdo, horribles.
No se habló más del tema y subieron a acostarse. Vernon noto por la ventana que el gato seguía ahí, parecía esperar algo. Talvez y se imaginaba cosas, aunque la duda de que todo esto tuviera que ver con los Potter no se iba. Al dormir Vernon permaneció despierto, con todo dando vueltas en su cabeza. El único consuelo que tuvo antes de quedarse dormido es que, aunque los Potter estuvieran implicados, no había razón para que se les acercaran.
Era claro que los Potter sabían lo que los Dursley pensaban de ellos y su clase. Era obvio que no podía afectarlos.
Por otro lado el gato seguía ahí. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear. Apenas se podía notar que respiraba, la verdad no se movió hasta media noche.
Un hombre pareció en la esquina que el gato había estado observando. La cola del gato se aguito y sus ojos se entonaron. En Privet Drive jamás se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba. Llevaba una túnica larga, una capa de color violeta que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules centellaban detrás de unas gafas de cristal de media luna. Tenía la nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.
Albus Dumbledore parecía muy concentrado revolviendo su capa en busca de algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón ver al gato le pareció divertido. Río entre dientes y murmuro:
— Debería haberlo sabido.
Encontró en su bolsillo lo que buscaba, parecia un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana se apago en la obscuridad. Doce veces hizo funcionar el aparato hasta que la única luz cerca era la de dos alfileres lejanos. Dumbledore guardo el apagador y camino hacia numero 4, donde se sentó en la pared cerca del gato.
No lo miró pero después de un tiempo me habló.
— Me alegra de verla aquí, profesora MacGonagall - sonrio esperando ver al gato, pero este ya no estaba.
En su lugar le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo y gafas cuadradas. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello recogido en un moño. Parecía disgustada.
— ¿Cómo a sabido que era yo? - preguntó.
— Mi querida profesora, nunca había visto a un gato tan tieso - respondió, sonriendo con diversión al ver lo ofendida que se mostró la adulta.
— Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo - se defendió la profesora.
— ¿Todo el día? ¿Cuando podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas de camino aquí.
La profesora MacGonagall resoplo molesta. Eran estúpidas e indiscretas celebraciones.
— Oh, si, todos estaban de fiesta, de acuerdo - dijo con impaciencia - Yo creía que sería un poco más prudente , pero no.. ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias - torció su cabeza en dirección a la ventana de los Dursley - Lo he oído. Lechuzas, estrellas.. Bueno no son totalmente estúpido. Tenían que darse cuenta de algo - pauso - Estrellas fugas es cayendo en Kento.. Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común.
— Oh, Minerva no puedes culparlos - pido Dumbledore con un tono considerado - Hemos tenido tan poco que celebrar en once años...
— Lose - irritada respondió - Pero esa no es razón para perder la cabeza. La gente fue descuidada, ni siquiera usan ropas muggles, intercambia rumores - espero algún comentario, aunque Albus únicamente la miro - Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-tu-sabes parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo. Porque realmente se a ido, ¿no Dumbledore?
— Es lo que parece - dijo Dumbledore - Tenemos mucho que agradecer. Mi querida profesora, estoy seguro que una persona sensata como usted puede llenarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-tu-sabes.. Durante once años intente persuadir a la gente para llamarlo por su verdadero nombre, Voldemort - cansado comento, realmente detestaba ese misterio en el nombre.
Minerva se echo hacia atrás con temor, aunque Albus no se dio cuenta.
— Todo se vuelve confuso si lo llamamos así, nadie sabrá entonces quien es.
— Se que usted no tiene ese problema - observó la profesora - Pero usted es diferente, todos saben que es el único al que él le teme..temia.
— Me está halagado - dijo con calma en anciano - Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve.
— Más bien usted es demasiado noble para usarlos - interrumpio la mujer, sin querer se notaba la admiración que sentía por el adulto.
— Menos mal que no hay luz, no me he ruborizado desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.
La profesora le lanzó una mirada dura antes de hablar.
— Las lechuzas no son comparadas a los rumores. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en la que desparecio? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?
Parecía que este era el momento que más había esperado la profesora McGonagall.
— Lo que están diciendo - insistió - es que la pasada noche Voldemort apareció en el Valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están.. están.. Bueno, que están muertos.
Dumbledore inclino su cabeza, apenado. La mujer se quedó boquiabierta.
— No... Lily y James.. no puedo creerlo.. no quiero creerlo... Por Merlín Albus...
Su voz era temblorosa, llena de un dolor que provocó que Albus le diera unas pequeñas palmadas en forma de consuelo. Minerva no quería creer esto, no quería pensar que aquella joven estudiosa y llena de bondad estaba muerta, mucho menos que el antes niño que solía sacarle canas, ahora jamás lo vería.
— No... eso no es todo. Dicen que quiso matar a los hijos de Potter, a Alheli y Harry. Pero no pudo. No pudo matar a esos niños. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo el poder de Voldemort se rompió... y es que esa es la razón por la que se ha ido.
Dumbledore asintió con la cabeza ante lo dicho.
— ¿Es... es verdad? - pregunto entre tartamudeos - Después de todo lo que hizo... toda la gente que mató... ¿no pudo matar a unos bebés? Es asombroso...Pero, ¿cómo sobrevivieron?
— Unicamente podemos hacer suposiciones, talvez y jamás lo sepamos.
McGonagall sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos y se lo paso por debajo de sus ojos, intentando eliminar el rastro de lágrimas. Dumbledore por su parte miro su reloj y dijo.
— Hagrid se retrasa. Imagino que el fue él que le dijo que estaría aquí.
— Si - dijo la profesora - Y yo me imagino que usted no me va decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.
— He venido a entregar a los mellizos a su tío y tía. Son la única familia que les queda ahora.
Minerva lo miró indignada. — ¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! - grito la mujer, señalando al número 4 - Dumbledore... No puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar gente más distinta a nosotros. Y ese hijo que tienen.. Lo vi dando patadas a su madre mientras subían las escaleras, pidiendo caramelos a gritos. ¡Alheli y Harry Potter no pueden vivir ahí!
Estaba realmente molesta, aunque su actitud no alteró al hombre.
— Es el mejor lugar para ambos - dijo con firmeza - Sus tíos podrán explicárselo todo cuando ambos sean mayores. Les escribí una carta.
— ¿Una carta? - repitió Minerva - Dumbledore, ¿de verdad cree que pueda explicar todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a los mellizos! ¡Serán famosos... Leyendas....no me sorenderia que sus nombres fueran famosos desde este momento... O que este día se le conozca como "Alheli y Harry Potter". Escribirán libros sobre ellos.. Todos conocerán su nombre.
— Exactamente - dijo Dumbledore, su mirada era seria detrás de esas gafas - Sería suficiente para marear a un par de niños. ¡Famosos desde antes de saber hablar y andar! ¡Famosos por algo que no recordarán! ¿No se da cuenta de que será mejor que crezcan lejos de todo, hasta que estén preparados?
Dumbledore tenía razón, no era justo exponerlos a eso. El mundo era cruel, y ellos no debían de sentirse famosos o dichosos por un evento tan desdichado.
— Si... tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo van a llegar los niños hasta aquí? - preguntó, mirando sin disimulo a los lados del mago, como si pensara que el hombre los tenía en su túnica.
— Hagrid los traerá.
— ¿Le parece sensato encargarle tal cosa a Hagrid?
— A Hagrid, le confiaría mi vida - dijo Dumbledore.
— No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe de estar - a regañadientes comentó la bruja - Pero no me dirá que no es descuidado, puede que se olvide de uno, ya sabe... o que al venir aquí se le caigan ambos.. ¿Qué ha sido eso?
Un ruido rompió el silencio que los rodeaba. Este aumento conforme los segundos pasaban, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.
La moto era inmensa, aunque comparada a quien lo conducía era como un juguete. El hombre era dos veces más alto que un hombre normal.. cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. En sus enormes brazos sostenía un par de bultos.
— Hagrid - dijo aliviado Dumbledore - Porfin, ¿Dónde conseguiste esa moto?
— Me la han prestado, profesor Dumbledore - contestó el gigante, bajando con sumo cuidado de la moto - El joven Sirius Black me la dejó. Los he traído, señor.
— ¿No ha habido problemas por ahí?
— No señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saque antes de que los muggles comenzarán a aparecer - comentó, mirando a los bultitos - Harry se quedó dormido mientras volabamos sobre Briston, Alheli sigue algo despierta, es difícil de arrullar.
Dumbledore y Minerva se inclinaron sobre las mantas. Entre una de ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de cabellos negros azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.
Minerva lanzó un jadeo, e inmediatamente ambos magos vieron la otra manta. En ellas se asomaba una niña, sus ojos se hayaban entrecerrados, parecía no quererse dejar vencer por el sueño. Ambos se acercaron un poco más, notando la mata de cabellos rubios, era similar a un rubio con destellos.
Dumbledore con cuidado quito los cabellos rebeldes de la frente de la niña, y ahí estaba.. Bueno ahí no estaba. Con cuidado revisaron la cara y manos de la bebé, pero no había nada.
— No hay nada, Dumbledore - susurro Minerva. El mago asintió.
La bebé estiró su cabeza, moviendo sus pequeños bracitos mientras lanza un bostezo. Y ahí Porfin pudieron verla, la misma cicatriz, pero esta se hayaba en el cuello de la rubia.
— ¿Fue ahí? - susurro Minerva.
— Si - ambos se alejaron de Hagrid y los bebés - Tendrán esa cicatriz para siempre.
— ¿No puede hacer nada, Dumbledore? - cuestióno, pensando que quizás y esa cosas podría provocar algún complejo en ambos niños.
— Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno, dejalos aquí Hagrid, es mejor que terminemos con esto.
Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley.
— ¿Puedo... puedo despedirme de ellos, señor? - preguntó Hagrid.
No espero respuesta. Inclino su gran cabeza sobre Harry y le dio un beso. De igual manera beso la frente de Alheli. Hagrid dejó escapar un aullido, como un perro herido.
— ¡Shhhhh! - dijo McGonagall - ¡Vas a despertar a los muggles!
— Lo siento - lloriqueo Hagrid - Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos.. Y pobrecitos, Harry y Alheli trandran que vivir con muggles...
— Comprendemos Hagrid, pero dominante o van a descubrirnos - susurro la profesora, dando palamadas en un brazo del gigante.
Mientras tanto Dumbledore pasaba sobre le verja del jardín e iba hasta la puerta. Dejando suavemente a Harry y Alheli en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño, y volvió con los otros dos.
Durante unos minutos los tres contemplaron los bultos. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesor McGonagall parpadeaba con rapidez. La luz que siempre parecía estar en los ojos de Albus ahora parecía haberlo abandonado.
— Ya está, no tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y unamos a las celebraciones - finalizó Dumbledore.
— Aja - respondió Hagrid con voz ronca - Será mejor que devuelva esa moto. Buenas noches profesora McGonagall, profesor Dumbledore.
El gigante se seco las lágrimas en su chamarra, se subió a la moto y le dio una patada poniéndola en marcha. Desapareciendo en la noche.
— Nos vemos pronto profesora McGonagall - dijo Dumbledore, saludándole con una inclinación de cabeza. La profesora como respuesta sonó su nariz.
Dumbledore se volvió y marchó calle abajo. Se detuvo en una esquina y levantó el apagados de plata. Lo hizo funcionar y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó.
— Buena suerte.. Alheli y Harry - murmuró. Dio vuelta y, con un movimiento de capa desapareció.
Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo obscuro. Aquel era el último lugar en donde se esperaria ocurrieran cosas asombrosas.
Harry Potter dio la vuelta entre mantas, sin estar despierto movió su manita a sus lados, parecía buscar algo. Alheli aún permanecía despierta, y con cuidado se movió de las mantas, notando una pequeña mano a su lado, la tomó provocando que Harry se detuviera y relajara.
Esto provocó que ambos pudieran dormir, sin saber que eran famosos, sin saber que en unas pocas horas les haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche.
Ni que Alheli iba a pasar prácticamente castigada las próximas semanas por golpear a su primo Dudley por pellizcar a Harry... No podían saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas se reunían en secreto por todo el país levantando sus copas y diciendo, con voces quedas:
- ¡Por Harry y Alheli Potter...
Los niños que vivieron! -
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