𝐝𝐨𝐜𝐞
Lo que se debe dejar ir.
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Eren Jeager.
Restregué mi rostro con aquella tibia agua, dejando las lágrimas atrás, para así, mirarme en aquel espejo. Mis ojos se humedecían, y las lágrimas volvían a salir. Había un extravagante dolor que abundaba en mi interior, pero ahí yacía desde hace muchos años, haciéndose más grande. Suspire, y me mire. Me había convertido en lo que juré destruir, y la impotencia se mezclaba con el resentimiento, pero yo, continuaría a cualquier costo. Mire mis manos, humedecidas por aquella agua, pero a través, solo veía sangre. Era la sangre de los inocentes que había sacrificados, y entre ellos, la de Sasha. Su rostro yacía en mi imaginación, sin poder tener credibilidad de que se había ido de la faz de la tierra, y no había manera de devolverla. Quizás era muy noble para vivir aquí, quizás su corazón no pertenecía a este oscuro mundo. Los gritos de las personas retumbaban en mi oído, pero estaba claro que esa masacre no sería la última que mis decisiones provocarían, se avecinaba una ola más fuerte, y aquí estaba, preparándome mentalmente para lo que vendría más allá de los días, y más allá de estos muros. Miraba mis ojos, dialogaba con mi reflejo, y era insensato imaginar lo débil que algún día fui, pero ahora, mi capacidad sobrepasaba mis límites, y no había manera de que alguien pudiera entender el laberinto que fragmentada mis pensamientos.
Me distancié, dejando de mirarme para sentir la abundante soledad de la fría noche. Sentía su aroma, como si aún rondara por aquí, pero no era así, ella ya no era mía; nunca lo fue. Sus ojos oceánicos estaban plasmados en mi mente, como si fueran fuertes raíces de un roble, y no pudieran desprenderse. Esa mirada, aquella seria y fría que me erizaba la piel. La echaba de menos, pero más echo de menos lo que nunca pudimos haber sido. Su cabello seguía siendo igual de hermoso, sin importar que lo hubiera cortado, a pesar de que el tiempo la alcanzaba, estaba igual de hermosa que la primera vez que la conocí. Kira ya no era una niña, aunque jamás lo fue, siempre creció de una manera más madura que la mayoría, pero ahora era una mujer, y me era incapaz no dejar de pensar en ella, de una manera melancólica. Su voz había cambiado, pero aún se escuchaba la dulzura en ella. Aunque sonara fría, sabía que había sido causante de muchos daños emocionales, y que aún, le quemaba su interior. Mis acciones crearon daños colaterales, tanto a ella, como a los demás. Sabía que muchas cosas habían cambiado, la confianza y la seguridad que mis compañeros tenían en mi, que mi mejor amigo y mi hermana tenían, había perdido mucho, pero jamás pensé perder el amor de Kira.
Me senté en el colchón, ambos siempre estaríamos unidos por el destino, y por el tiempo. Esa fue la razón por la cual ambos, estamos destinados a saber cómo terminaría esta historia. Estamos entrelazados por los caminos, aquellos que no todos podían ver, porque su sangre y apellido, tenían más importancia de la que ella creía. Era pro eso, que al final de esta historia, nuestros suspiros serían el final, y en sus manos, mi vida. Suspiré, y me recosté. El recuerdo de aquella pequeña bebé llegó a mi, sentirla fue aliviador. Su rostro era ternura, una que sanaba mi ser, pero sus pequeñas manos era una descripción que no podía hacer. Lo que sentí cuando la sostuve, fue un sentimiento de tristeza que me invadió. Aquella pequeña era la viva imagen de quien me había educado, y plantado la disciplina que tenía, incluso el respeto. Levi Ackerman, era idéntica a él. Dos giras de agua, pero algo le pertenecía a esa rubia chica. Pensaba mucho en él, y en cómo desde siempre supe que algo abundaba en su corazón en referencia a la chica a quien amaba. Pese a todo, no estaba molesto con él, porque sabía que le estaba dando una felicidad con seguridad, una que no pude darle, pero que anhelé dar. Aún así, recordaba hoy más que nunca, lo que fue conocerle.
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Lapso de tiempo pasado.
Nueve, ocho, siete, seis, cinco y cuatro años atrás.
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La sombra de aquel árbol me brindaba frescura, era otro día en donde tan solo observaba las nubes, y dejaba que el tiempo siguiera. Los pájaros volaban libremente por el aire, sin límites, solo seguían. Verles me hacia desear acompañarles en su vuelo, y en su paseo por la libertad más allá de los muros, sin temor. Me levante del césped, y mire a mi alrededor. Empecé a caminar, aislándome de ese lugar tan relajante, para irme nuevamente de camino a mi hogar. Adentrándome nuevamente a la ciudad, fuera del campo, observé con claridad aquellas conocidas personas. Podía ver la impaciencia de Armin en llegar a mi, junto al soldado de las tropas de guarnición que siempre velaba por nosotros. Aquel hombre yacía viviendo aún en mis memorias, y su ausencia, aún en la actualidad; me afectaba. En mis memorias, verle era doloroso, todo lo que yacía del pasado; me dolía, porque no había manera de que pudiéramos volver a lo que algún día fuimos. Caminaba hacia ellos, mejor dicho, corría. Mi inocencia aún no había prevalecido en aquel entonces, para mi, ser un niño fue la etapa más gloriosa que pude haber tenido, hasta tiempo después.
-¡Eren!-me llamo aquel fiel amigo que siempre estaba mi lado, pero ya no, algo agitado me saludaba, pero emocionado por mi presencia, así que sonreí.
-¿Qué tienes?-le pregunté ante verle con Hannes, dándome una mala espina de que los bravucones lo habían acechado nuevamente.-¿Fueron ellos? Desgraciados.-gruñí, con la intención de buscarles, pero Hannes agarro mi brazo, deteniéndome.
-Esta buscando a una niña.-me indicó Hannes, a lo que mire a Armin de manera pícara y burlona ante eso.-Y ha pedido mi ayuda porque no la encuentra.-decía.
-¡No, Eren!-expresó rápidamente, avergonzado, y defendiendo su postura.-¡No es lo que crees!-me decía todo sonrojado, lo cual me daba un impulso de seguir molestándole, pero la presencia de la chica con aquella bufanda roja que me miraba en la actualidad con desilusión, apareció.
-Es la niña que lo ayudó aquella vez.-expresó Mikasa, de manera seria a su lado, sin alentarme a seguir bromeando en contra de Armin, quien ya estaba muy sonrojado.-¿Donde estabas?-me preguntó, si, siempre fue tan protectora conmigo, y yo, igual de malagradecido, porque la había ignorado.
-¡Si!-respondió Armin, dándole razón a Mikasa.-Pero no la encuentro, no la veo hace días.-le decía a Hannes, quien le asentía.-Te he dicho que es bajita, como nosotros, rubia y de ojos azules.-le continuaba diciendo a Hannes, pero este estaba ebrio, y se le notaba.
-¿Sabes cuántas niñas hay así aquí? Puedo incluso confundirte con una. ¡Eres rubio con ojos azules!-le respondía Hannes, de manera burlona, pero Armin se mantenía serio.
-¡Pero ella es diferente!-le decía Armin, empujándole un poco a Hannes para que dejara de burlarse.
-¡Todas son diferentes y aún así se parecen a ti!-le respondía aquel soldado de las tropas de guarnición, tocándole el cabello a Armin y despeinándolo.-¿Sabes con cuántas niñas me confundo pensando que eres tú?-le preguntaba.-¿Por qué todas se parecen a ti?-seguía preguntando, lo que me hacía pensar que realmente el rostro de Armin tenía tanta ternura, que podía hacerse pasar por una niña.
-¿Por qué siempre estás ebrio?-le pregunto Armin, molesto.-¿Nos vas ayudar o no?-le preguntaba con insistencia.-Quiero agradecerle por haberme ayudado.-le decía a Hannes, quien lo escuchaba.
-Creo que se quien es.-hablo Mikasa, como si pareciera recordar a esa niña que vimos aquel día cuando defendió a Armin de los bravucones.-Suele estar en el mercado con su mamá, la he visto.-indicó Mikasa.-Creo.-decía, poniéndolo en suposición para no crearle a Armin falsas esperanzas.
-Venga, pues Armin y yo seguiremos por acá. Ustedes busquen por el mercado.-nos pidió Hannes, a lo que asentimos.
Para nosotros, en aquel tiempo, era una aventura el buscarle. Recuerdo que Armin estuvo muy afligido a conocerle, después de haberlo defendido con un ladrillo de manera valiente a esos bravucones que nos seguían en las sombras. La había llegado a ver, me había cruzado con ella en varias ocasiones, pero jamás la había mirado tan cerca como aquel día en que la encontré siendo acorralada por esos niños mayores, pero recordé la primera vez que la vi en aquel mercado. Estaba aislada, y detrás de aquella señora, quien contaba las verduras para llevársela a su hogar. Recuerdo que pase por su lado, pero cuando giré atrás, ya se la habían llevado. Después de ahí, fue cuando la vi, luego de tanto tiempo, sin imaginar que nuestros caminos volverían a estar cruzados, pero esta vez, para siempre. Sus ojos eran de un color que no podía describir, hasta el día en que conocimos el mar, y los vi reflejado en sus ojos. Su mirada era tímida, pero fría, como si estuviese marcada por sucesos que no entendíamos en ese entonces. Su cabello era largo, lacio y rubio, como el de Armin. Tenía pecas en sus rodadas mejillas, ella era hermosa. La manera en la que no podía expresarse le hacía parecer indefensa, pero no era así, era fuerte; siempre lo fue, pero siempre me empeñé en protegerla. No supe cómo actuar el día en que la vi, y en que nuestras vidas se unirían, pero no era coincidencia, el destino nos había entrelazado con un propósito, porque la historia comenzó con ambos, y así terminaría.
Su vida se unió con nosotros, y eran días largos en donde éramos los cuatro, pero era algo que había cambiado hace mucho. La unión de su amistad, fue una fortaleza. Éramos cuatro niños diferentes, compuestos de pasados afligidos al dolor, pero algo nos unía, y era el deseo de ser libre más allá de estas tierras. Aquel día fue el comienzo de todo, el día en que se unió a nosotros, fue a través de un pacto que se, que al sol de hoy aún no se ha roto. Amaba levantarme cada mañana para buscarle, ella siempre corría lento, porque temía en confiar, pero el día en que confío en nosotros, corría a nuestro ritmo y jamás se desalineaba, a menos si se trataba de mi. Pensar en ella, me hacía querer recordar todo lo que habíamos pasado, y es que ambos fuimos azotados por la tragedia de perder al ser que nos había mantenido con vida. Su niñez quedó marcada, más allá de lo que conocía, ya había estado pasando por sucesos inexplicables. El ser maltratada físicamente por hombres, y de manera mental, la había dejado sentir temor al mundo, pero ver que pese a eso, ella quería pelear y ser libre, me hizo sentir que por alguna razón nuestros corazones se pertenecían, y así era. Éramos nuestros amores, los primeros, los más importante y los que quedan plasmados para siempre.
La recordaba como algún día la conocí, cuando era una niña. Su cabello jugaba con la brisa, su sonrisa pasmada era algo que valorábamos, porque no era una que siempre solíamos ver. Recordé aquella noche, un refugio frío y compuestos de pueblerinos de mi ciudad, la que había sido destruída por titanes a quienes algún día consideraría aliados, hasta el día en que me traicionarían y me harían sentir un balde de agua fría recorrer todo mi cuerpo. La vida pasaba en aquel entonces, y a penas siendo un niño, lidiaba con una pérdida tan grande como con la de mi madre. Viéndolo de este punto, había quedado traumado, había sido lo peor que la vida pudo haberme dado, sin saber que también, había perdido a mi padre tiempo después. La noche era fría, y mis ojos no eran capaces de conciliar el sueño, me era imposible hacerlo. Intentaba de dormir, pero tan solo me movía, pero esa noche, yo no era el único. Me senté en aquel incómodo colchón, y observaba cómo Mikasa yacía dormida al igual que Armin y su abuelo, pero Kira se movía, y hacía expresiones de dolor. Estaba sudando, pero temía el despertarle y que estuviera más asustada. Todos dormían, y tampoco aquella noche fue coincidencia que yo estuviera despierto, porque era por mi que estaba teniendo esas pesadillas tan amargas.
-Kira... -la removí con cuidado, y con un solo toque, ella se levantó de manera brusca, me quede ido por un instante ante visualizar un brillante azul en sus ojos que iluminaban más allá.-¿Kira?-la llame inquieto, su pecho subía y bajaba, y su respiración era entrecortada.
-Au... -tocó su cabeza, y sus ojos habían dejado de brillar, había sido algo sobrenatural lo que esa noche observé, pero siempre mantuve el secreto hasta años después que se pudo descifrar sus amargas pesadillas.
-Estabas pareciendo tener un mal sueño... -le decía en un tono bajo, mientras que su mano temblaba y ella parecía estar aturdida.
-¿Por qué harías todas esas cosas, Eren?-me preguntaba con su voz apagada, ante su aún falta de confianza en charlar, me quede confuso.
-¿Haría que?-le pregunté, acercándome a ella, y quitándome mi suéter para secarle el sudor y que no sintiera calor, pero ella estaba asustada y temblorosa.
-Lo siento... -se disculpó, dándose cuenta que me estaba asustando ante sus acciones, pero aceptó el que limpiara el sudor de su frente.-No me gusta soñar esas cosas... -decía, bajando la cabeza e intentando de retomar su respiración.
-¿Qué soñaste?-le pregunté curioso, sabiendo que era un acto inmaduro el hacerle recordar dicha pesadilla que no fue de su agrado.
-Las murallas se caían... y cientos de titanes colosales caminaban, sentía el suelo retumbarse. Las personas a mi lado se veían borrosas, pero sé con claridad que se trataba de ellos dos.-me contaba en un tono bajo.-Pero lo que no entiendo es... ¿por qué te culpábamos por eso?-se preguntaba al aire, ambos esa noche estábamos confusos, pero claramente entenderíamos el por que mucho después.
-No lo sé... -exprese, viendo como su cabello estaba alborotado, se veía tierna.-¿Ya?-le pregunté, en referencia si se sentía mejor, y ella asintió.
-¿Tú por que aún estás despierto?-me preguntó curiosa, pero ante desear mostrarme valiente ante ella, tan solo me encogí de brazos.
-¿Sabes que es un beso?-le pregunté curioso, viendo como ella abría sus ojos grandemente y parecía pasmada ante mi pregunta.
-Si.-respondió cortamente, aún pasmada.
-¿Quieres dar uno?-le pregunté, sonriente y curioso por tal acto, y ella aún, estaba pasmada.
-Pero, eso solo lo hacen las parejas.-interfirió ella en voz baja, mientras que yo sonreía ante su timidez, recordaba aquel momento.
Recuerdo que aún así, ella accedió. Era de noche, y las estrellas eran testigo. Fue un corto beso, que de hecho, ella me dio. Nuestros labios se unieron unos segundos, y ambos nos quedamos mirándonos de manera pasmada. Estuvimos días así, sonrojados el uno por el otro, hasta que los días pasaron y logramos dejarlo como un recuerdo. Ahí no fue cuando todo empezó, pero si cuando aquel sentimiento se había empezado hacer más fuerte. Con el pasar del tiempo, había olvidado lo que se sentía, pues nuestra relación se basó en respeto. Ella crecía frente a mi, sus facciones empezaban a desarrollarse para convertirse dentro de unos años en la mujer que era ahora. Yacía sentado en las escaleras de aquella cabaña, viendo el atardecer, pero en si, a ella. Tenía su cabello suelto, y corría, jugaba con las chicas, o al menos lo intentaba ante su falta de confianza. No había nada más que amara, que ver su cabello removerse con el viento. Sonreía de lado, y se veía su dentadura. Era una belleza inigualable, pero sin duda, herencia de quien había sido su madre. Sus labios eran espléndidos, y cada vez que recordaba aquel beso, deseaba volver a sentir como era el tenerlos.
-¿Sabes? A veces es ilógico que no quieras que crean que estas enamorado de ella.-la presencia de Armin aquel día llegó, le mire, y hice como si nada pasara en mi expresión, pero él me conocía.
-¿Y por qué piensas eso?-le pregunté, intentando de evadir sus pensamientos.
-Ojalá pudieras ver cómo la miras.-expresó, sentándose a mi lado en aquellas escaleras, mirando alrededor.-¿Por qué no hablas con ella?-me preguntó, a lo que me quede mirándola.
-Lo he intentado.-le confesé.-Pero me es inútil.-esclarecí rápidamente, antes de que pudiera preguntar un "porqué" no he continuado intentando.-Lo imagino en mi cabeza y todo es tan perfecto, hasta que veo como Marco o los demás compiten por su atención, y no sólo eso, me da miedo.-le explicaba, eran muchos pensamientos los que me recorrían.
-Pero ella no les hace caso, Eren.-interfirió Armin, dándome un tipo de esperanza.-Tú has sabido todo este tiempo que sus ojos sólo te miran a ti, y los ojos, nunca mienten.-musitaba.
-Pero, ¿y si yo no soy lo que merece?-le pregunté, curioso, dejándome llevar por mis impulsivos pensamientos.
-Porque mejor no te preguntas, ¿qué es lo que ella quiere, y no lo que tú crees que quiere?-decía, arreglando mi pregunta, a lo que sonreí. -Suena mejor, ¿no es así?-me negué, sonriente.
-Entonces a que si admitiste que estás enamorado de ella, ¿no?-me sobresalte ante sentir como Reiner apretó mis hombros, y se coloco encima del barandal de madera.
-¡Venga!-rodee los ojos, y es que Jean se le había unido, sonriente y pícaro, pero él lo hacía de burla, a diferencia de Reiner.
-Bajen la voz, los puede escuchar.-dije, tímidamente y esperando no llamar la atención.
-Pero si eso se nota a leguas.-expresaba Jean.-No disimulas ni un poco.-indicó, mirándome.
-Como si tú disimularas el querer captar la atención de Mikasa.-le hablo Berthold, saliendo de la cabaña, para quedarse frente a la puerta, con su peso en el margen.
-¿Pero que dices Bertonto?-le pregunto Jean, burlón, creándonos sonrisas.-Baja la voz... -le pidió, avergonzado.
-Deberías decirle.-me indicó Berthold, mirándome, cruzado de brazos.
-No sé cómo.-le respondí, cabizbajo ante sus miradas tan abrumadoras encima de mi.
-Solo hazlo, y ya.-dijo Reiner, lleno de una seguridad que admiraba, en aquel tiempo.-Al menos inténtalo.-me impulsaba, picarón.
-Sería peor que algún día, sus ojos miren a otro lado.-expresó Armin a mi lado, mirando el horizonte, o mejor dicho; mirando a Annie.-Es ahí, donde desearás volver aquí, y haberla atrapado en tus brazos.-musitaba, así que alce la mirada, y volví a verla allí, con las chicas.
-Ella es extraordinaria.-hablaba Reiner, halagándola.-Su carisma, la manera en la que actúa de manera reservada, y en cómo a pesar de no entrelazarse tanto, siempre está ahí; la hace ser extraordinaria.-decía.
-Si que lo es.-asentí... sonriente.
-Vamos amigo. Inténtalo.-Berthold se colocó atrás de mi, impulsando a que me levantara.-Si las palabras no te salen, simplemente, algún día lo harán.-me decía, y lleno de nervios, me levante.
-La traumada y el suicida, que buena pareja.-exclamó Jean, sonriente.
-Déjalos. ¿Tú que tienes?-le pregunto Reiner, mientras que peinaba mi cabello despeinado.
-¡A Marco!-exclamó Jean felizmente, y ante esa memoria, la tristeza me invadió sabiendo lo que se aproximaría para ese dúo, tan solo caminé y me fui acercando a las chicas, o mejor dicho, a ella.
-¡Eren!-ella gritó cuando la atrape en mis brazos, y coloque su cuerpo en mi espalda, boca abajo.-¡Suéltame!-me pedía, pasmada y entre risas, mientras que le daba vueltas por la base; recuerdo aquel día, ese día fue en donde Levi la vio por primera vez, porque allí yacía él, yéndose de la base, con aquella pelirroja chica, Aster.
-¿Qué tienes?-pregunte cuando volví a incorporar a Kira, y es que ella pareció quejarse, le mire y tenía su mano en la cabeza.
-Solo me dio un leve dolor de cabeza.-indicó, con su cabello todo alborotado.-Sabes que soy sensible en eso.-expresó, mientras que me miro detenidamente y ahí, justo ahí, sentí nervios.-¿Tú ibas a decirme algo?-me preguntó, dándome un leve empujón en el hombro ante haberla interrumpido con las chicas.
-Solo quería molestarte.-le exprese, sabiendo que no era eso, que deseaba decirle algo más, pero me acobarde ese día.
En un lapso de tiempo, la noche había caído. Y aquella chica yacía removiéndose de su cama, de manera brusca y con quejidos. No había manera de que yo cerrara los ojos cuando ella estaba así, teniendo una mala pesadilla. Observé cómo entre medio de la oscuridad ella retomó una bocanada de aire, había despertado. Escuche sus pasos por la cabaña, y como salió en medio de la noche a las afueras. No pasó mucho para que me levantara con cuidado de la cama, y la deseara seguir. Eran noches continuas en donde no dormía, pero cada mañana se levantaba sin importar que. La seguí, y la visualicé más allá en el campo de la base, mirando la noche estrellada, y como de seguro estaba buscando algo de tranquilidad.
-¿Kira?-la llame, llegando a su lado, y viendo una expresión de horror en sus ojos, aún estaba soñolienta.
-¿Qué haces despierto?-me preguntó, mirándome, a lo que pude ver sus ojeras marcadas.-Es tarde.-me indicó, cabizbaja.
-Estoy acostumbrado a que cuando te veo removerte tanto, es que tendrás una pesadilla.-le dije.-Así que no pude dormir.-admití, y ella tan solo con su cabello suelto y alborotado, seguía luciendo igual de tierna.
-Me persiguen, esas pesadillas... -susurro, con su mano temblorosa, la cual se dirigió a su cabeza.
-¿Qué soñaste esta vez?-pregunte curioso, y ese fue el día en donde me dijo aquello, aquello que ahora entiendo y qué estoy seguro, que sucederá.
-Soñé que debía matarte.-expresó, con dificultad.-Se sienten tan reales, que tengo miedo en dormir, Eren.-la miraba extrañado en aquel entonces, me era confuso que soñara esas cosas tan extrañas.-No es normal esa secuencia de sueños, es como un rompe cabezas que debo armar, y no quiero.-me decía, pero jamás le creí, le creía paranoica.
-No tengas miedo.-le dije, sonriéndole y llevando mis brazos a su cuerpo, con el deseo de abrazarle. -Yo estoy aquí.-le exprese.
-Eren. ¿Qué pasaría si cada una de esas pesadillas, se hicieran realidad?-me preguntaba, y hubiera deseado haberle creído aquel día, hubiera dicho algo mejor.
-Pelear.-fue lo único vago que respondí, de manera ignorante, y culpa de la falta de conocimiento.
-¿Tendría que pelear contra ti?-me preguntó, abrazándome a mi, y tragué saliva sin saber que responderle, era una conversación ajena a lo que hoy en la actualidad, sabía.
-Si es necesario, lo harás.-le indique, acariciando su espalda, y sintiendo como ella me abrazaba fuertemente.
-No podría.-susurro, mientras que sentía su alma traspasar la mía en aquel cálido abrazo, hace mucho no recibía uno así.-Eren.-me llamo.-¿Por qué fuiste hacia mí en el día?-me preguntó, curiosa.-¿Qué ibas a decirme?-volvió a preguntarme, y es que, ella tantas veces espero que yo diera el paso, pero jamás tuve el valor.
-Nada.-fue lo que exprese, sin saber que años más tarde, la perdería, y jamás volvería a tenerla.
Y allí los lapsos de tiempo continuaron, de manera lenta. Cada recuerdo con ella pasaba frente a mis ojos, como aquel día cuando el distrito de Trost cayó, y como luego de años nuestros labios se unieron una vez más. El grito ahogado de dolor que transmitió el día en que el titán me comió, aún yacía en mis tímpanos resonando. Los días seguían pasando, y los recuerdos estaban ahí. Cuando lucho fielmente a mi lado, como el primer día, contra el titán femenino. Dejo aun lados sus emociones por la amistad que sentía por Annie, y la combatió, desgastó su fuerza física por mi bien durante mucho tiempo. Eso lleva a como peleó en contra de Reiner, como a pesar del cariño tan grande que le tenía, se abalanzó de la cima del muro para combatirle, sabiendo que sus hojas no le harían daño, ella no se detuvo. Casi muere, o perdía extremidades, pero cumplió la promesa hasta el sol de hoy en que pelearía a mi lado, recordaba todo, pero más que eso, el día en que su cuerpo y el mío, fueron uno. Pese a todo, podía sentir en mis labios su cálido tacto. Mis manos acariciaban su piel, y como se sentía que me pertenecía, pese a que no fuese así. Como sus suspiros erizaban mi piel, y como por una noche, nuestras almas se despidieron al son de la luna con el acto más natural, el amar.
Un año de su ausencia me afecto, el no verle o sentirle al menos que estaba cerca, fue la etapa más jodida que pude haber tenido, pero una parte de mi, se había acostumbrado a que ella no estaba, y por eso supe que cuando volviera, y no me escogiera, ya lo habría aceptado. Fueron tantas veces que crucé mirada con los grisáceos ojos de Levi, sabiendo que él tenía con claridad, que a pesar de todo, ella volvería por él, pero no tenía resentimiento, después de todo, él la amaba, y eso me confortaba más que nada. Recordaba en cómo aquel día, cuando conoceríamos el mar, había vuelto. Mi mundo se sentía frió, y una parte de mi ya no existía. No había sido por su decisión, si no, por lo que la obligó a llevarla hasta allí, y en cómo el mundo en que nací, me hizo sentir todo este tiempo que viví engañado, me habían arrebatado mi libertad de manera injusta, pero aquel día, lo único que quedaba vivo de mi, ella se lo llevo, en sus manos. Su cabello jugaba con la brisa, y sus mejillas estaban sonrojadas. Su sueño de haber conocido el mar estalló por todos los cielos, y la felicidad, nadie podía arrebatársela. La vi irse agarrada de mano con él, vi al amor de toda mi vida, irse lejos de mi, pero sonreí entre lágrimas, porque fue el mejor acto de amor que ambos pudimos haber hecho, dejarnos ir.
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Actualidad
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Mis ojos volvían a estar húmedos, pero por alguna razón, estaba sonriendo lleno de melancolía ante esos recuerdos. Eran gratos, eran valiosos y sumamente especiales, cada uno de ellos traía sensaciones diferentes, pero aún así, era bueno recordar cómo había llegado a parar aquí, o simplemente porque estaba aquí. Deje que mis lágrimas se desprendieran, sabiendo que hace mucho no sabía lo que se sentía él tomarme el tiempo de mirar hacia atrás. Habían memorias que se quedaban plasmadas, y cosas que nunca cambiaban. Por ejemplo, la amistad que siempre uniría mi corazón con él de Armin, y como aunque al final, tuviéramos que combatir uno contra el otro, el camino hizo que nos encontráramos una vez más, como el primer día que nos conocimos. Sin dejar atrás, en cómo Mikasa me protegía costara lo que costara, sin prejuicios. Su hermandad era la cosa más valiosa que podía tener, la confianza que le tenía, me hacía apostar todo en ella, porque sabía que no sería capaz de abandonarme, jamás. O quizás, aquella mirada de la chica a quien cuidamos, y convertimos en lo que ahora es. Porque pese a todo, Kira siempre era el pilar que abundaba en mi corazón, y algo que jamás cambiaría en ella, sería el amor tan grande que me tenía. La amistad, la hermandad y el amor, era lo que nos unía a los cuatro, más allá de cualquier otra cosa, siempre fuimos mejores amigos. Ahora todo era diferente, y sin duda alguna, lo que alguna vez nos unió, se desvanecía con las acciones que me estaban trayendo aquí, pero al final, aunque no lograran entender, jamás me detendría.
La enemistad nos había alcanzado junto a las indiferencias, y debía admitir que pese a demostrar fortaleza, me retumbaba el alma que no estarían a mi lado, pero por su bien, lo mejor que debería prevalecer entre nosotros, era la distancia. A pesar de todo, en algún punto, nuestros caminos se estaban esperando, pero no éramos capaces de aceptar que estábamos creciendo, y que ya no éramos esos niños que solían jugar durante horas por el campo, o con el deseo de conocer más allá de los muros. Habíamos crecido, y éramos capaces de entender lo que sucedía, nuestras esperanzas y prototipos quedaron desilusionados, perdimos más de lo que creímos que ganaríamos, pero a pesar de todo, los cuarto siempre permanecimos unidos en cada agro circunstancia, en cada lágrima o pelea ardua, en cada paso; en cada decisión. Mi corazón, les pertenecía. Estaba dividido en tres pedazos, y ellos tenían una pieza, pero ella, aquella jodida chica, tenía la más grande. Las memorias de nuestro camino eran las más que disfrutaba recordar, en cómo corríamos por los campos, y nos comportábamos como niños. O en cómo ambos, combatíamos juntos en la base cuando anhelábamos ganar aquella graduación, y ser honrados por nuestro arduo trabajo como reclutas. Continuando en cómo ambos, luchamos juntos contra los titanes, y como aún así, me amo el día en que me convertí en lo que más odiaba, en lo que juré destruir.
Me levante de la cama y restregué mis ojos llorosos, observando aquel juguete tirado en el suelo. Quede aturdido. Me levante y me dirigí a él, observándolo para cogerlo en mi mano, y acariciarlo. Sonreí, y lleve aquel juguete a mi pecho. Aquella bebé también estaría plasmada en mis memorias hasta el último día, porque sabía, que si le pertenecía a ella, era como si me perteneciera a mi. Mi alma se sentía aliviada, porque al menos aunque mi tiempo era corto, y pronto debería irme más allá de las estrellas, dejaba en la tierra a las personas que más amaba, con larga vida, o al menos eso esperaba. Los balbuceos de esa bebé yacían en mis tímpanos, y así era que empezaba la vida, inocente y sin presagias. Nacíamos, sin comprender lo que había a nuestro alrededor, hasta que crecíamos, y idolatrábamos lo que desconocíamos, pero llegaba un momento en que las expectativas ya no eran lo que deseábamos, y una parte de nosotros crecía. Toda mi vida fue así, llena de expectativas y deseos que me convirtieron en un humano con deseos, pero ahora, solo tenía un camino y mi deseo, se había convertido en una decisión. Mi vida acabaría, pero mi deseo se quedaría en los corazones de las personas que amaba, que anhelaba que fueran felices.
La vida sería diferente, porque no podría irme sabiendo que Armin me odiaba. No podría dejar que Mikasa sintiera que no hizo más por mi, o al menos, que Kira pensara que me había arrastrado a este deseo de liberación, y es que, no había manera de que ignoráramos el destino que la vida nos había preparado. Apreté nuevamente ese juguete, y lo aferré como si fuera preciado para mi, pero como había dicho anteriormente, pertenecía a la hija del amor de mi vida. Eso era lo que quería para ella, y lloraba, porque Kira estaba alcanzando todo lo que anhelé que tuviera, pero me dolía que la vida y el destino, hayan decidido que no nos pertenecíamos como creíamos que sucedería. Sonreí entre llanto, y me aferré a los recuerdos lejanos de lo que alguna vez tuve, y no valoré. Siempre fui impulsivo, y me quede cegado por el rencor, por el odio que el mundo me había presentado, y no pude ser capaz de atrapar con las manos, la paz que me brindaba un ser humano, y era ella. Sus azulados ojos estaban lejos, lejanos a mirarme, pero siempre los observé, y siempre estuve ahí, nunca deje de cuidarle y protegerle en todo momento. Aunque sus risas y su voz se escucharan al otro lado, aún estaban plasmadas en mis tímpanos, y su amor, clavado en mi corazón hasta mi último suspiro... como ellos.
───
Porque hoy me despido de ustedes, pero siempre estarán en mi corazón, por lo que se han convertido, y nunca creyeron ser...
───
Me despido de ti con dolor, por ser la hermana que siempre desee tener, Mikasa.
Porque tú nunca fuiste así, porque aún recuerdo tu sonrisa.
Porque a pesar de que un día fuiste feliz, y lo perdiste todo...
Jamás me abandonaste, es por eso que siempre serás mi hermana. Y te pido perdón por tener que dejarte ir.
Por ser mi mejor amigo, y hacerme subestimarte.
Porque te creías débil, y idolatrabas que fuéramos valientes, pero siempre fue al revés.
Porque tú siempre fuiste el más valiente de todos, siempre, Armin.
Y te pido perdón por quitarte la paz que tanto deseas, te pido perdón, por dejarte ir con esta enemistad.
Y a ti Kira... las palabras no me bastan, porque a pesar de que perdiste todo, y tu vida fue trágica.
No te rendiste, y te levantaste para seguir fuertemente.
Porque todo este tiempo, aunque no nos pertenecíamos, nunca nos dejamos ir.
Te pido perdón por haberte traído a este destino, porque hoy más que nunca, debo dejarte ir... aunque seas el amor de mi vida, de toda una vida.
Porque... Ustedes son...
Lo que debo dejar ir.
Pero a quien jamás podré dejar ir es a ti, mi querida madre.
───
Próximo capítulo: Impostor.
Kira, Armin y Mikasa se enfrentan con varias situaciones en el cuartel general, trayendo muerte, y la escapada de Eren de la cárcel subterránea.
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