𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞
Dos corazones en uno.
Armin Arlert.
Veía sus ojos azulados. Mis manos acariciaban su rostro, pegándolo al mio. Nuestras frentes estaban unidas, mientras que las olas del mar llegaban hasta nosotros hasta humedecer nuestros cuerpos, yo veía cómo estás besaban la orilla del mar con la misma calidez que yo besaba los labios de Ainara. Ella sonreía, sonreía como siempre solía hacer, antes del desastre que la hizo pudrir poco a poco. Aferrada a mi, podía sentir el consuelo que le daba a mi corazón con tan solo su respirar chocar con el mío. Mi corazón palpitaba con rapidez, apretándola más y más a mi cuerpo. Era miedo, un gran miedo de volver a dejarla ir. Sabía que era un sueño, porque todo se estaba deteriorando, todo se desvanecía y lo último que vi, fue como los verdosos azulados de aquel joven me miraban a la lejanía del mar donde yacía sentado, sujetando fuertemente el cuerpo de la mujer que amaba. Parpadeé varias veces, visualizando aquel techo, mientras que mi cuerpo se sentía en movimiento. El sueño se desvaneció, yéndose a la lejanía de lo que mi subconsciente estaba pidiéndome a gritos, una posible salvación. Suspire gruesamente. Mi rostro se sentía cálido, aún con la leve bruma del vapor que regeneraba mi piel, quede sentado en aquella cama, mientras me sentía en movimiento. Estábamos ahí, flotando en el mar. Lleve mis manos a mi rostro, restregándolo, hasta que las volví a colocar en la cama y sentí el tacto de una piel con mi palma.
Baje la mirada, quedando asombrado ante ver quien yacía recostada aún lado de mi. La miré. Ella estaba tendida en la cama, su pecho subía y bajaba, mientras que la blanca camiseta estaba manchada de sangre seca. No sabía si era suya, quizás si, como de los soldados que debió llevar a una muerte segura para protegernos. Desde ese ángulo, un escalofrío me recorrió cuando por un momento, un solo momento, la imagen de su padre, a quien admire, vino hasta mi mente para darme un amargo recordatorio. En mi vida, hice promesas que pude cumplir, pero el saber que la que hice por su hija no será de la misma manera, me aterra. Me quede sentado, frustrado. Era la amarga sensación que pasaba por mi garganta cada ves que tragaba, al recordar que al final de este camino, había una alta probabilidad de que no pudiera volver a ver sus ojos mirarme como si fuera todo su mundo. Ante ese pensamiento, mis ojos ya no podían humedecerse, aunque mi corazón sintiera el oleaje de amargura y tristeza, el borde de mi colapso se llenaba de conmoción por saber que aún en este final, había alguien esperándonos. Una niña, una niña que sin conocerla, se que mi corazón sería solamente suyo y para ella, hasta el resto de mis días. Porque si algo aprendí de aquel hombre que nos guió hasta aquí, fue que el amor de un padre irá por encima de todo, incluso después de la muerte, Erwin sigue aquí.
—¿Armin?—levante la mirada, viendo como la puerta se abría y me mostraba el sutil semblante de Connie.—¿Estás bien?—fue lo que me preguntó, pero con la pesadez en mi cuerpo e incluso el calentón de mi rostro, denegué.
—Ayúdame, necesito salir.—le pedí, intentando de pasar por la cómoda cama sin tener que movilizar el cuerpo de Ainara, quien yacía rendida en sus más profundos sueños.
—¿Esta respirando?—pregunto Connie con temor, viéndola detenidamente.—Tengo miedo. No estoy listo.—emitió, haciendo que me sostuviera de su cuerpo, mientras que la miré; Ainara era la más hermosa de todas, mi sol.
—Nadie lo está, Connie.—miré afuera de la puerta, viendo a Reiner recostado del margen, con el cansancio en su voz y rostro exhausto, también se quedó mirando a Ainara.—Iré allá.—aviso, aislándose de nosotros.
—Armin, ¿seguro que puedes?—me preguntó Connie, mientras que noté mi camiseta embalada de sangre, realmente me sentía exhausto.—Amigo, puedo informarte lo que sea, recuéstate.—pidió, insistente, pero denegué.
—Necesito levantarme. Debo ser fuerte.—expresé, caminando con su ayuda, por el pasillo de aquel buque que se mantenía en el mar.—Aún tengo que serlo, por Ainara y mi hija.—afirmé, viendo como Connie se detuvo en seco, con la cabeza baja; él suspiro.
—Creo que ahora, uno de mis propósitos no es solo detener a Eren. También, una parte de mi se siente atorada desde que supe en ese bosque que Ainara podría morir. Y, deseo más que nada buscar una posibilidad para que no sea así.—expresó, aún cabizbajo.—Desde que Sasha murió, tengo miedo de tener que ver a un amigo morir y saber que posiblemente sea así, me llena de temor.—añadió, mirándome detenidamente.
—No hay nadie que tenga más miedo que yo de perderla.—musité, caminando vagamente con él, escuchando a la lejanía, la voz de la comandante.
—Ir a Odiha, fue algo que Magath y nosotros decidimos. O mejor dicho, esa es la única opción que tenemos.—fue lo que escuché, de parte de Hange.—Nunca existió una forma de salvar su hogar, Liberio.—expresó, mientras que Connie y yo, nos acercábamos aún más hacia donde estaban.
—Si eso es cierto, entonces ya no tengo razones para seguir luchando. Bajare del buque.—viendo el vapor sobresalir aún de mi boca, y mi peso recostado del de Connie, escuché la voz de Annie quebrada en medio de un silencio abrumador.
—Incluso aunque nosotros detuviéramos ahora el retumbar, tanto Liberio como Marley, ya están completamente destruidos. Magath era consiente de ello, a pesar de todo, se sacrificó para que nosotros pudiéramos continuar.—asomándome en aquel amplio lugar, observe a mis compañeros tensos, mirando a la comandante quien yacía frente a una Annie arrodillada y temblorosa en el suelo, siendo acariciada por Mikasa.—Magath lo hizo, no para salvar a Marley o Liberio, si no, para que salvemos al mayor número de vidas posibles. Incluso si son extraños.—expresó ella, mirando a quienes yacían ahí, tanto Pieck, como la pequeña niña de cabello castaño en el suelo, como Reiner y Annie la escuchaban, además de mi, Connie, Jean y Mikasa.
—En ese caso, les preguntaré una ves más. ¿En verdad podrán matar a Eren?—se preguntó Annie llorosa, mirando detenidamente a Mikasa, quien estaba arrodillada frente a ella.—Si yo, intentara asesinar a Eren, ¿ustedes podrán observar en silencio?—volvió a cuestionar, dejando un ambiente decaído y tenso.—Ya no quiero pelear. No quiero pelear a muerte contigo, ni contra ustedes, ni contra Eren. Solo, solo quiero ir a casa con mi padre y poder abrazar a esa pequeña niña que de seguro debe tener la misma mirada que tú.—expresó, en un leve sollozo que erizo mi piel, haciéndome caer en cuenta de lo que Hange había anunciado; no llegaríamos a tiempo, no podríamos llegar al lugar donde mi hija estaba.
—Annie.—musitó Mikasa en cuanto vio cómo con dificultad, la rubia se levantaba del suelo empalada en sus propias lágrimas.
—No seré yo quien le diga a Ainara que no podremos salvar a su hija. No, no seré yo.—pronuncio, repetidas veces, mientras que evadió nuestras miradas e inclusive la mía cuando pasó por mi lado, adormecida en la tristeza.
—¿Qué?—se preguntó Hange, abriendo su ojo grandemente.—¿La niña está en Liberio?—se preguntó, aturdida sin haber caído en cuenta.—Es, es cierto... —murmuró, frunciendo el seño con aún más frustración de la que habitaba en ella.
—Mi hija está ahí.—fue lo que pronuncie en afirmación, con mucha pesadez en mi boca ante eso.—No puedo perderla.—añadí, mirando cómo Hange apretó sus dientes, afligida a lo que dije.
—Armin... —Hange me llamo, de una manera sutil, mi piel sintió un escalofrío, no, no podía ser que ella quisiera aceptar esta cruel realidad.
—¡Mi hija está ahí!—volví a pronunciar, de una manera brusca y altanera que la hizo bajar la cabeza, no tenía fuerzas para gritar, mi boca no se había degenerado aún, así que mi voz se escuchaba ronca.—Estoy aquí por ella. No solo para salvar al mundo, o para detener a Eren, este viaje es para poder traerla devuelta conmigo. ¡No voy a perderla también, no es una opción!—recalque, soltándome de Connie, a pesar de no tener la estabilidad para mantenerme de pie.
—Armin, detente.—pidió Mikasa, llevando su mano a mi pecho para así, mirarme detenidamente.—No hay que pelear. Por favor.—me pidió, notando mi semblante ardido en rabia.
—Seré yo quien lo pierda todo. Por eso nadie está diciendo nada.—musité, mirando como sus grisáceos ojos se achicaron, en una tristeza.
—Yo también podría perderlo todo. Y aún así, sigo de pie.—me respondió, con un hilo de voz.—Recuérdalo.—me dijo, amargamente para hacerme visualizar una imagen de Mikasa junto a Eren, ambos sentados, uno al lado del otro.
—Estoy seguro que ese idiota de Eren no permitirá que algo malo le pase a tu hija, Armin.—pronunció Jean.—Eren podrá ser muchas cosas, pero tú lo sabes, le importamos más que cualquiera. Y, ustedes son su familia.—esclareció.
No dije nada. Me quede en silencio, para así aislarme de Mikasa, quien tristemente me miró. Con vagues camine, evadiendo que intentarán de retomarme para ayudarme, decidí aislarme. Cambié mi ropa, como también lave mi rostro, haciéndome notar que mis heridas se habían regenerado por completo, aunque aún podía sentir cansancio en mi. Los demás quizás continuaban reunidos, o lo más probable, soltando sus propios golpes mentales, porque por un momento se me olvidaba el hecho de que ellos también sufrían, de que tenían cargas en los hombros como yo. Suspire, con el deseo de sentirme menos exhausto, salí, sintiendo la brisa fresca remover mi cabello, mientras que veía el azulado mar reflejando el espectacular cielo. Estaba detenido en seco. De nada me valía tener el poder que tenía, porque cargaba con el peso de dos muertes que reflejaron mi vida de vuelta, y aún así, no había podido haber hecho nada para que eso no haya sido en vano. No podía dejar de pensar, ¿qué hubiera hecho Erwin? Él habría podido escoger libremente una decisión, pero estando aquí, no podía dejar de pensar en cómo poder avanzar, ¿si Ainara moriría y quizás no recuperaría a mi hija? La desesperanza me estaba abrazando y realmente tenía miedo, porque él rehúndas debía estar avanzando, mientras yo estaba aquí, estancando.
—Armin.—lleve la mano a mi cabeza ante esa punzada, haciéndome quedar helado cuando visualicé por un momento a Eren, sentado en unas viejas escaleras, donde solíamos sentarnos, ¿acaso era un recuerdo?—Es sobre Ainara.—volví a escuchar, dejándome aturdido.
—¿Ya sanaron tus heridas?—perdido en aquella noción de tiempo, visualicé a Annie sentada en el suelo, mirándome rendida de tristeza.—¿Cómo está ella?—me preguntó, percatándose que caía en cuanta.
—Está dormida, aún malherida.—musité, viendo como ella palmó el suelo varias veces en su lado.
—¿Quieres sentarte?—se preguntó, con ese tono tan frío, que no impidió que accediera a su petición, sentándome a su lado mientras que la brisa fresca del viento nos acompañaba.—No te he agradecido. Por haber hablado conmigo todos estos años.—anuncio, por lo cual tímidamente la miré.—Creí que me volvería loca de soledad, hablar contigo, con Hitch e incluso con Ainara. Pero, ¿acaso no había otra persona con la que pudieras hablar, Armin?—pregunto.—Una persona más divertida.—esclareció, por lo cual negué.
—Eso, no es cierto.—inferí.—Era, porque quería verte.—expresé, honestamente.—Una parte de mi, sentía que debía devolverle ese favor a Berthold. E incluso, a Ainara, porque después de todo, yo fui quien te puso ahí y, no podía simplemente olvidar que fue así.—detalle, apenado, viendo como ella asentía.
—¿Realmente que estamos haciendo, Armin? En este momento, millones de personas están muriendo. Mientras que estamos aquí, Ainara se está pudriendo y yo, no tengo idea de que podamos recuperar a tiempo a su hija.—comentó, en medio de su desolada emoción.—Lo entiendo. Ya que eres buena persona, hablarías con un enemigo como yo. ¿Es por eso que no te rindes en hablar con Eren? Pero, no te estás dando cuenta que solo huyes del conflicto.—me quede frío y en silencio, analizando sus palabras que se alargaron con mi falta de comunicación, viendo como ella se levantó.
—Siéntate.—pedí, estirando mi mano para tocar su brazo.—Odio que digan que soy buena persona. Yo, he matado a mucha gente. Tanto adultos, como niños. Y, escogí traicionar a aquellos en la Isla con quienes crecí. Mate a mis compañeros, me convertí en un monstruo hace mucho tiempo, Annie.—le decía, mirando el mar.—En alguna parte de mi cabeza, la promesa que un día hice con Eren de viajar por el mundo desconocido, creí que la cumpliríamos.—expresé, con pesadez en mis palabras, sintiendo la terrible ausencia de aquel chico que buscaba la libertad.
—El mundo desconocido, no era la gran cosa después de todo, ¿no?—me preguntó ella, dando una pausa cuando aquella ave se sujeto aún lado de mi, sobre las barandas.
—Lo único que quiero creer ahora, es qué hay una gran posibilidad de que pueda conocer ese mundo, al menos con mi hija.—musité, visualizando la ave irse, tomando altitud para volar libremente por el cielo azul.—Después de todo, creo que mi abuelo me amo lo suficiente para enseñarme, como amar a otros. Y, estoy preparado para amarla, incondicionalmente el resto de mis días.—añadí, mirando mis manos, las mismas manos que sujetarían las suyas.
—Mila, que nombre tan curioso.—expresó Annie.—Me preguntó, ¿de dónde habrá salido?—se preguntaba en voz alta, mientras que la brisa removía su cabello de una manera muy delicada.—De solo pensar en que Ainara... —ella hizo una pausa, donde cerró sus ojos y luego los abrió, para mirar el exterior con amargura en ellos.—Se me revuelca el estomago, de pensar que la perdería para siempre. Justo como a todos aquellos que he amado.—añadió, para así voltear su mirada y verme con sumo detenimiento.—Dime Armin, ¿estás dispuesto hacer lo que sea para salvarla? ¿Incluso si eso significa matar a Eren?—abrí mis ojos, tragando saliva de una manera amarga.
—La amo, Annie. Realmente lo hago.—esbocé, viendo como ella miraba al cielo, como si se sintiera segura con las palabras que expresé.
—Yo más que nadie lo sé, Armin.—me respondió, para bajar su cabeza y suspirar gruesamente.—Debo admitir que en algún momento sentí que podríamos sin duda, entendernos de esa manera, pero sabía que no sería así. Y es que, no quería aceptar que era aquel alto compañero a quien mi corazón estimaba.—musitó, dejándome sorprendido por dicha confesión, para así, verla levantarse.—Gracias por hablar conmigo, Armin.—agradeció, caminando vagamente hacia el borde del barco.
Me daba el mensaje de que deseaba su soledad en estos momentos y es que, en la mención de su hermana, pude vagar por su mirada para ver la agonía del desespero en querer salvarla, como una hermana mayor. Me levante del suelo, limpiando mis manos para ver cómo el mar reflejaba la esperanza del azulado cielo que adornaba un candente sol. ¿Acaso la humanidad tendría un amanecer diferente? ¿Acaso podría cambiar algo? Sin duda, tenía la esperanza de que al final, no importaba que pasara, pudiera cumplir la imagen que había en mi cabeza, la imagen de mi hija aferrada a mi cuerpo y al de su madre, cantando victoria de que acabamos con la crueldad de este mundo. A paso lento, me adentré a los camerinos, donde había un largo silencio alrededor de los pasillos. Abrí la puerta de aquella habitación donde descansé y recobré energía, para notar que Ainara, aún seguía ahí. Ella estaba aún tendida en la cama. Su piel lucía pálida, muy pálida y sus labios estaban resecos. Me acerqué a ella, mirando que su pecho no subía, como tampoco bajaba. Abrí mis ojos grandemente y de una manera muy impulsiva, me arrodillé en la cama aún lado suyo, llevando mis manos a sus brazos, para removerla con brusquedad. Ante eso, su cuerpo brincó de un leve susto, haciéndola abrir sus ojos de una manera pesada. Suspire, haciendo que mi respiro chocara con su tenso rostro.
—Perdón, maldita sea, perdón.—me disculpe apenado, sentándome nuevamente para tapar mi rostro.—No estabas respirando, me asuste.—excuse, respirando gruesamente para sentir como Ainara me abrazó de espalda suavemente, escondiendo su cabeza en el hueco de mi cuello, donde sentí como su mejilla se pegaba a mi piel.
—Estoy aquí.—afirmó, con una sutil voz, una parte de mí no pudo evitar sonreír, girándome para verla sentada, mirándome detenidamente.—¿Qué?—me preguntó, mientras que lleve mi mano a su mejilla, para acariciarla.
—No puedo dejar de pensar en lo rápido qué pasó el tiempo a tu lado. No somos unos niños, pero aún estamos aquí, los dos.—musité, viendo sus mejillas sonrojarse y como ella asintió.
—Te he hecho mucho daño en todo este tiempo, Armin. Lo lamento.—expresó, mientras que negué, acercando su rostro al mío.—Desearía que las cosas hubieran sido diferentes.—musitó, con tristeza en su voz, pero realmente no quería entristecerme, estaba grato de que ella estuviera aquí conmigo, aún.
—Mi amor, cada cosa ha valido la pena. Para mi, lo más importante es que aún estés conmigo. Que seas solamente mía.—comente, llevando mi mano a su muslo y viendo como ella sonreía, haciéndome sonreír de igual manera.
—Olvide lo romántico que podías ser.—dijo, sonriendo sonrojada, por lo cual asentí.
—Es tu culpa, por traerme loco de pies a cabeza, desde que era un niño.—indique, volviendo a llevar mis manos a su rostro, para peinar sus flequillos.—Quiero, contarle a Mila lo perdido y enamorado que estuve de ti.—esbocé, viendo como Ainara continuaba sonriendo.—¿Podremos hacerlo juntos?—le pregunté, esperanzado.
—Si hay una posibilidad, yo seré quien le cuente lo perdida y enamorada que estuve de ti, Armin.—me respondió, para así, mi rostro tensarse.—¿Qué ocurre?—me preguntó, mirándome.
—Hange indicó que no podremos llegar a Liberio. No hay manera de que podamos salvarlos del retumbar.—espabile, sin sutilidad, pero era por la presión que había en mis hombros.—Necesito saberlo, necesito saber si ella está a salvo, porque si no es así, Ainara soy capaz de abandonarlos a todos con tal de llegar a ella.—le decía, pero no veía temor en ella, tampoco desespero, estaba calmada y escuchándome con atención.
—Armin, la he oído.—expresó, llevando su mano a mi hombro.—Pero, debo decirte que aunque ella esté en Liberio, no hay nada malo que vaya a pasarle.—dijo, aún más sutil, haciéndome mirarla de manera desconcertada.—Eren me prometió que la protegería, de todo. Y él, tiene poder para hacerlo. Armin, nuestra hija está bien. Y, llegaremos hasta ella. Te lo prometo.—añadió.
—¿Podremos salvar a Eren también?—me pregunté, pero en voz alta.—No quiero pelear con él.—afirme, viéndola detenidamente.
—Estoy segura que Eren tampoco.—me respondió ella, aún con su mano en mi hombro, para ver cómo ella tosió repetidas veces, hasta que la sangre brotó por sus labios.—No, no mires.—me pedio, pero ansioso ante su reacción, busque una manera de limpiarla con desesperación.—Solo, no mires. Estoy jodida.—admitió, intentando de sonreír, para así limpiarse con unos pañuelos y tomar un sorbo de agua.
—Habrá una manera.—musité, acariciando su espalda.—Habrá una manera de poder salvarte.—repetí, viendo como sus ojos se humedecieron.
—Yo, estoy muy feliz de que estés aquí conmigo.—expresó, limpiando las lágrimas que escaparon de sus ojos.—Creo que, más feliz me hace saber que eres el padre de mi hija, porque deseo con todo mi corazón que sea igual que tú. Una, una buena persona.—detalló, mirándome con sus ojos brillosos, envueltos de felicidad y melancolía.
—¿Realmente podré ser un buen padre?—le pregunté, mirándola directamente a los ojos.—Si estarás conmigo, no tendré miedo.—musité.
—Eres un buen hombre Armin, puedes ser lo que sea.—expreso, llevando su mano a mi mejilla.—Eren me lo dijo. Él me lo dijo.—comentaba, pero, la mirada en ella se veía perdida, como si viera algo más que yo no pudiera ver.—¿Eren?—se preguntaba, perdida, haciendo que la aferrara mi cuerpo, haciéndome notar que probablemente el cansancio la tendría alucinado.—Eren tiene miedo. Me necesita, no se irá hasta que yo llegue.—decía, apretando mi corazón de una manera dolorosa, por lo cual me recosté con ella, abrazándola a mi cuerpo, con fuerza.
—Tengo esperanza, de que podremos abrazar a nuestra hija, mientras Eren nos ve.—musité, recitando en mi mente aquella imagen, conformándome con esa ideología, mientras que el cuerpo de Ainara temblaba en medio de los escalofríos, bese su frente, reteniéndola en mis brazos, porque ella y yo, éramos dos corazones en uno.
───
Hola, hola. Espero que todos se encuentren bien, yo, realmente lo he estado, o al menos intentado. Sin duda alguna este mes ha sido una montaña rusa, pero aquí seguimos con los mismos anhelos de cada día. Repaso que esta historia, está por culminar. Si, estoy sumamente agradecida por el gran apoyo que me han dado en esta travesía.
Debo admitir que la historia de Armin Arlert y Ainara Smith, sin duda alguna, es mi favorita en este momento. La química que desarrolle en estos personajes, me ha llevado a pensar de esa manera y a sentir, que la he escrito con mucho amor. Claro está, que siempre me entrego en cada una de mis novelas, pero esta tiene algo, tiene un hermoso sentimiento que me hace sin duda amarla a toda costa.
Estamos a ley de pocos capítulos para que esta historia de amor, termine. Como saben, siempre agradezco de antemano el apoyo, los votos y los comentarios. Aunque a veces son escasos, sigo agradecida con las personas que continúan en esta travesía, apoyándome desde otras novelas. Algunos desde Beyond, otros por Pain, incluso por Wings. De verdad, si es por mi haría miles de novelas más sobre esta hermosa historia. Ataque a los titanes, es y siempre será parte de mi.
Quizás, hayan dos historias más que desarrolle sobre Ataque a los titanes. Además de darle continuidad a Souls, puede ser que le de oportunidad a otros personajes, con el fin de completar una gran travesía con ustedes respecto al gran amor incondicional e incluso respeto que le tenemos a este gran mundo inspirado por nuestro Hajime Isayama, que nos ha dado una vuelta giratoria de emociones.
Aunque quiera evolucionarme en otras historias y tramas, esta serie, siempre tendrá un pedazo en mi interior muy grande, que me haga hacer las cosas que hago por amor. Espero que disfruten estos últimos capítulos, porque los haré con amor, con mucho amor para ustedes, para que entiendan este sentimiento y puedan sentir que viven el momento. Gracias nuevamente por este apoyo incondicional.
───Atentamente, Ámbar.🤍
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