
𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐝𝐨𝐬
La lealtad en mis palabras.
Ainara Smith.
No podía sentir nada. No había nada, solo un gran vacío, como si mi corazón se hubiese detenido. Un grito desgarrador que sin duda, calento y desgarro toda mi garganta, desatando el nudo que tenía atado contra mi alma. Tendida en el suelo, en un leve limbo, ya no escuchaba nada. Lo único que recordaba, es que no pude hacer nada. Quería abrir mis ojos, porque la agonía me iba matar lentamente. Él soltó sus manos, me soltó, ya no me sostenía. Grite para detenerlo, pero aún así, cuando quise correr detrás de él, la mano de aquel titán acorazado, me bloqueo y lo único que vi, fue la morbosa imagen de aquel titán puro, comerse a un hombre digno de cualquier persona, leal a sus prejuicios y a sus sentimientos. Me había desmayado, ¿era eso? Quizás, por esa razón no veía nada, pero la imagen continuaba retumbando en mi oído. Si, eso es, el retumbar dio inicio, no lo evite. Deslicé mis manos, sintiendo el césped, ahí, abrí mis ojos cuando la iluminación de un atardecer, opaco mis párpados. Me levante cuidadosamente. Quede sentada, viendo el gran campo de flores que había delante de mi. Aturdida, sin poder entender dónde estaba, no hice más que levantarme. Parecía ser un distrito, envuelto en una flora hermosa y espectacular, un arte divino, digno de admirar.
—¿Qué es esto?—me pregunté, curiosa, no entendía dónde estaba, quizás había muerto, ¿era posible?—Si, debe ser.—afirme, mirando el cielo.
—No, no estás muerta.—mi piel se erizo, como si conociera esa voz, lentamente me giré y con temor, tanto temor, que cuando me giré y la vi, fue como si viera mi reflejo y el de alguien más.—Estás son mis memorias para ti.—afirmó.—Las he guardado para este momento. Cada titán, obtiene los recuerdos de sus sucesores pasados, pero al tu salir de mi, tienes una parte mía viviendo contigo.—enuncio, era ella y sin duda, parecía ser que viera a Annie, pero era mi madre, mi hermosa madre.
—¿Tú?—me quede aturdida, estaba siendo fuerte, porque en algún punto había perdido mi humanidad, pero mis manos no dejaban de temblar.
—Hola Ainara, se que ha pasado mucho tiempo.—indicó.—He intentado de levantarte durante años, para poder llegar hasta aquí, pero parece ser que caíste en un transe cuando el hijo menor de Grisha Jaeger logró controlar al fundador.—anunciaba, dejándome más confundida.—Desató los caminos, así que pude lograr levantarte. Cada portador de los titanes creados por Ymir, conviven en los caminos, es ahí donde se encuentra él.—continuaba diciéndome, distante.
—Así que, todo este tiempo fuiste tú quien me susurraba al oído que me levantara. ¿No es así?—le pregunté, aún atemorizada por su presencia.
—Así es.—respondió, con una voz suave, nada parecida a la de Annie, pero sus rasgos si, aunque el color de sus ojos y cabello, eran igual al mío.—Eres hermosa. Muy hermosa.—musitó, mirándome con detenimiento, en medio de sus ojos azulados humedecidos, ella se veía joven, muy joven.—Lamento mucho que tengamos que estar aquí. Y más, de esta manera.—expresó.
—Dime, ¿no había otra opción?—le pregunté, ella negó, rendida en mis palabras, culpable.—Te necesite. Muchos días.—dije, con mi corazón tendido en la mano, ella asintió, triste.
—Lo sé. Siempre lo he sabido.—musitó.—Te he visto crecer a lo largo de la vida, Ainara. Yo, siempre estuve ahí contigo.—expresó.—Como lo he estado con Annie, en todo este tiempo de sueño, yo he estado en su oscuridad. Nunca he dejado a mis adoradas hijas solas, ni un momento, pero todo lo que hice fue para protegerlas y aún así, no fue suficiente.—decía, mirando el campo de flores donde estábamos.
—¿Por qué soy así?—le pregunté.—Todo este tiempo que me sentí enferma, ¿era por qué mi límite de vida se estaba acabando?—añadí.
—Mi hermano estaba enfermo.—empezó a contar.—No teníamos privilegios, así que decidí enlistarme como guerrera. Crecí junto a Grisha Jaeger, éramos muy buenos amigos y él, sin duda alguna tenía la misma visión que yo. Queríamos ser libres.—indicó.—Quede embarazada, tendría un bebé. Y, lamentablemente el padre de Annie fue enviado al paraíso por incumplir las reglas. Quería vengarme. Sería sucesora del titán hembra y justamente, conocí a un hombre que era llamado Eren Kruger, conocido como el búho.—quede atónica, escuchando el nombre conocido.—Tanto él como yo, le dimos la confianza a Grisha para que pudiera encontrar al titán fundador en la Isla, porque debíamos detener este siglo de vida en donde nuestros hijos vivirían.—contó, mirándome.
—Y ahí, abandonaste a Annie y aceptaste la transformación del titán hembra.—esbocé yo, viendo como ella apenada asintió, muy triste.
—Llegue a Paradis, pero no sabía por dónde empezar a buscar el titán fundador. Todo era muy tedioso, la gente que vivía en el interior de las murallas era diferente a cómo lo pintaban, pero mientras yo estaba perdida en un lugar que no conocía, mi hermano recibía las medicinas adecuadas y Annie, estaba segura.—decía.—Fue ahí cuando decidí explorar no solo la ciudad subterránea, donde conocí a muchas personas y entre ellas, fue la clave para llegar hasta tu padre a través de un hombre que desde que llegue, no hizo nada más que cuidarme como si fuese su hija.—el recuerdo de Keith Shadis llegó a mí ante su confesión.
—Me habló sobre ti.—musité, viendo como ella asentía.—Te veía como si lo fueras.—añadí.
—Lo sé.—asintió, en un suspiro.—Me enamore de tu padre y fue algo que, realmente jamás había sentido con alguien, tanto que por un momento olvide cual era mi camino y aún sin él saber la verdad, me amaba y me miraba como si lo fuera todo, Erwin sin duda, fue el amor de mi vida, pero aún no he podido encontrarlo aquí. Y es porque, he estado estancada con mis hijas, guiándolas a sus caminos.—expresó, triste.
—Si le hubieras dicho, se que él hubiese entendido.—opine yo, ella asintió rápidamente.
—Si, yo lo sé, pero aún las personas de las murallas no estaban listas para la verdad que habitaba más allá y por esa razón, cuando tú naciste y vi, que estabas enferma, lo supe, había pasado.—hizo una pausa, mirando a otro lado.—La sucesora anterior del titán hembra, me dijo que su madre fue quien le portó el titán, porque al nacer, nació con la genética errónea del titán hembra.—expresaba, pero confundida la miré.
—No, no lo entiendo.—admití ante su franqueza, ella asintió, parecía tener intención de explicar.
—Cada portador de los nueve titanes, tiene una habilidad especial. El titán hembra es ágil, pero también parece duplicar su genética a través del embarazo.—asentí, entendiendo.—La sucesora anterior me dijo que su madre le pasó el poder del titán hembra para salvarla de la muerte, porque ella nació con la genética del titán hembra y eso, le limitaba la vida.—explicaba.—Y es por eso que yo, me fui. Quería ir a Marley, porque no solo tenía que salvar a mi hija enferma que duplicó mi genética, si no que también, tenía que proteger a mi hija mayor, pero cuando regrese, había sido tarde para mi, porque no pude volver más.—expresó, frustrada.—Antes de irme de Marley, había encontrado al titán fundador y donde estaba, a través de un arrogante hombre que conocí en la ciudad subterránea. Eso, me dio la ventaja de decirle a Grisha donde yacían escondidos.—añadió.
—¿Nunca te fuiste de Paradis?—le pregunté, acoplándome a toda la información que me decía.
—Nunca me fui.—afirmó, haciéndome sentir un sabor amargo.—Estuve merodeando para poder encontrar el titán fundador, creía que si lo hacía, podría robar un poder y salvar a mi hija menor, pero eso no era lo que debíamos hacer, porque no eras tú quien debía portar dicho poder para acabar con esta crueldad que ha abortado por generaciones.—explicaba.—Cuando me fui y llegue a Marley, con la intención de robar el poder de otro titán y manipularlos para que me enviaran de vuelta a Paradis, pero esta ves, llevándome a Annie, me di cuenta que me habían tendido una trampa.—musitó, mientras que la brisa removía nuestros cabellos.—Ella sería la sucesora del titán hembra y yo moriría siendo devorada por ella, así que no podría salvar a mi hija menor de que con los años muriera lentamente.—indicó, mirándome detenidamente.—Así que le pedí que te trajera a Marley. No pude decirle más, le hice prometerme eso delante de tantas personas que creí que cuando me devorara, mis memorias la perseguirían, pero supongo que no pude hacer más por mis hijas, porque ahora que te veo, confirmó que estás muriendo de a poco y eso, me hace saber que no fui la madre que necesitaron.—añadió, con sus ojos humedecidos.
—Pero, escogiste a los hombres perfectos para que nos cuidaran.—inferí yo, viéndole.—No pudiste darme el mejor padre que me diste, porque no había otro y aún así, no supe valorarlo hasta su último día en la tierra.—expresé, apretando mi puño con impotencia.—Y, es ahora que soy madre, que puedo entender los sacrificios que debemos hacer por nuestros hijos.—indique, levantando la mirada para verla con mis ojos humedecidos.—Te necesite toda mi vida mamá, pero ahora que sé que lo único que hiciste fue protegernos y enseñarnos el camino, puedo decirte que te agradezco.—musité.—Gracias mamá, por todo este tiempo querer ser nuestra héroe.—le dije, viendo sus labios temblar.
—Yo, hubiera dado lo que fuera porque todo fuera diferente, lo lamento tanto, pero tanto.—esbozo entre lágrimas, acercándose a mi para causarme un sin fin de escalofríos.—Tú y Annie, son lo más que amo en mi vida, lo más que amaré siempre y por eso decidí, quedarme aquí, por ustedes y para ustedes, porque mamá siempre, pero siempre, estuvo ahí, en cada paso.—su mano tocó mi mejilla, haciendo que mi corazón latiera fuertemente.—Y a veces, debemos limpiarle el camino a nuestros hijos, aunque no podamos caminarlo con ellos.—mi frente chico con la de ella, haciéndome asentir entre lágrimas.
—Muchas gracias, mamá.—me abalancé, apretándola, ella era real, podía sentir su cuerpo chocar junto al mío, podía sentir que mi sueño de niña, se cumplía ante mis ojos con una conmoción que sobresalía de mi frágil corazón.
—Lamento no haberte podido salvar del mundo cruel en que él vivimos.—expresó, abrazándome fuertemente.—Pero, se que ahora podrás salvarla a ella.—asentí.—Lo has hecho muy bien. Sin mi, lo has hecho muy bien. Y ahora, aunque tenga que irme, nos volveremos a ver muy pronto.—solloce, solloce fuertemente, porque realmente, no sabía cómo serlo.—Alguien ha llegado.—dijo, soltándome suavemente, me hizo mirar atrás para verlo.
—¿Porco?—entre lágrimas lo miré, a la lejanía de un abismo, donde todo se fue deteriorando, la tristeza me invadió cuando levantó su mano para saludarme y ahí, simplemente ahí, todo se fue.
La iluminación opacó mis párpados, haciéndolos cerrar. Mi corazón sintió un vacío, que cuando volví abrir mis ojos, solo veía un cielo repleto de humo. Respire hondo, tomando conciencia, donde mis ojos aún derramaban lágrimas ante la gran conciencia de esa lejanía de sueño. Mi pecho estaba apretado, como también el nudo de mi garganta se sentía amargo y caliente. El suelo tambaleaba, temblaba constantemente y al levantarme del suelo, sintiendo la pesadez por mis equipos de maniobras tridimensionales, pude ver el horror y caos que habíamos creado. Abrí mis ojos grandemente, viendo la monstruosidad de aquellos titanes colosales caminar entre las afueras de las murallas que habían perdido su endurecimiento. Una bocanada de aire se me escapó, obligándome a tomar altitud en cuanto una colada de titanes se abalanzó hacia mi. Aventándome en un tejado, analice. Realmente Eren lo había logrado. Quede viendo todo eso, parecía ser un infierno, el portal al fin de este mundo tan cruel en el que vivíamos. Parada en el tejado, sentí una presión en mi nuca cuando un filó se estaba enterrando levemente. Aún, se sentía la sensación de que estaba sometida en el interior de un titán, pero no era así, ya había acabado.
Lleve la mano a mi corazón, arrodillándome en el tejado. Lastime a las personas que amaba y sacrifique otras, para poder llegar a un objetivo. Tosí, tosí varias veces, llevando la mano a mi boca para ver la sangre manchar mi palma. Sollocé fuertemente. Aún podía sentir el roce de la mano de Porco con la mía, aún podía sentir como me aferraba a él para que no corriera, para que se quedara conmigo. Lo único que le pedí, fue que no muriera y aún así, murió como un héroe. Llore fuertemente. Me sacrifique y no me arrepiento, pero el costo era tan alto que no podía manejarlo. Me acosté en el tejado, en medio de un caos donde el cielo yacía en tonos rojizos y cálidos. Mi niña bonita, solo quería tenerla junto a mi, solo quería abrazarla y amarla tanto, pero estaba aquí, repitiendo el patrono de la mujer que me dio la vida, sacrificaba mi vida para salvar y proteger la suya, con el costo de no poder verla nunca más, de no verla crecer y necesitarme con los años. Lo único que quería en este momento, era tenerla en mis brazos mientras que Armin nos abrazaba y protegía. Con debilidad me levante del tejado, sintiendo aún como todo tambaleaba, yo solo baje de este, cayéndome encima de una pared, donde unos brazos me sostuvieron, haciéndome soltar una bocanada de aire cuando lo vi.
—Reiner.—lo llame, él se aferró a mi, como yo me aferré a él.—Hay que salir de aquí.—le dije, viendo debilidad en sus ojos, me asintió, pero justamente abrió una puerta, donde la cerró a sus espaldas cuando entramos.
—Tenemos que quedarnos aquí. Gaby sabe la ubicación, no me iré sin ella.—esbozo, cayendo al suelo sin fuerza, mientras que yo de igual manera, me deslizaba por la pared de esta.—Al fin y al cabo, voy a morir. Y, hemos perdido.—expresó exhausto, mirando al suelo apenado.—A penas Eren activó el retumbar, mi endurecimiento se debilitó.—musitó, vagamente.
—Eso significa que Annie también podrá salir.—expresé, viendo a Reiner detenidamente.—Por fin, veré a mi hermana a los ojos en algún momento.—comente, acomodándome.—Ella me buscará. Estoy segura de eso.—dije, adolorida.
—Lo hará.—afirmó Reiner, se veía dolido, y debía estarlo, Colt murió y Porco también, fue un balde de agua fría, no sabía ni donde caer muerta.
—Me excedí.—admití, respirando hondo.—Cambié.—añadí.—Lo único que quería, era salvarlos a todos.—expresé, llevando mi mano al bolsillo, para sostener aquel pañuelo tan cálido que me hacía sentir en cercanía con la mujer que vi en mis más lejanos sueños.
—Siempre has sido así.—afirmó Reiner, mirándome detenidamente, las marcas de transformación aún se notaban en su rostro.—Te preocupabas por los demás, antes que de ti misma, porque preferías que el mundo de los que te rodeaban, estuviera intacto a diferencia del tuyo. Ainara, tú siempre has sido así y muchas gracias. Nos has salvado infinitas veces, pero ahora, estoy seguro que queremos salvarte a ti.—decía, intentando de sonreír, solo tosí, volviendo a toser sangre, Reiner me miró preocupado y afligido.
—Voy a morir. Lo sabes tanto como yo.—afirme.—Puedo sentirlo y tengo mucho miedo. Y, en lo único que pienso para poder aliviarme de los miedos, es en el capitán Levi, pero él... —hice una pausa, adolorida.—Si él está muerto, si verdaderamente Zeke lo mato, yo no sé qué voy hacer Reiner, pero si de algo estoy segura, es que antes de morir, voy a matarlo.—dije, entre dientes.
—No voy a detenerte. Realmente no lo haré.—comentó, sabiendo todo el daño que aquel hombre me había hecho continuamente durante años.
—Él me ha quitado todo lo que amo. Por un simple capricho, me quito a mi hija.—esbocé, entre rabia.—Me quito a mi hija. Me preguntó, ¿ella me extrañara?—pregunté en voz alta.
—Más que cualquiera.—afirmó él, mientras que me recostaba en el suelo.—Está bien, cierra los ojos un rato, pero no para siempre. ¿Está bien?—me preguntó, así que asentí levemente.
—Reiner, gracias por estar conmigo siempre. Tú y Eren, son muy importantes para mi, como todos los demás, pero ustedes, son especiales.—dije, colocando mi cabeza encima del brazo, mientras intentaba de mantener los ojos abiertos.—Haría lo que fuera por salvarlos.—le dije, viéndole con detenimiento.
—Lo tenía claro hace unos años. ¿Lo recuerdas?—me preguntó.—Eren, tú y yo, sentados en aquella torre, mirando el atardecer, nos lo dijiste.—expresó, haciéndome recordar.
—Oigan, ¿puedo sentarme?—levantamos la vista, viendo a Eren con un rostro exhausto, me aparte, dándole un lado para verle sentarse.—Gracias chicos.—musitó para mi y Reiner, por lo cual yo pase mi mano por su espalda también, abrazándolo a mi como a Reiner, se sorprendieron, pero debía hacerlo.
—Eren, Reiner... gracias por ser mis amigos. Les prometo que estaré siempre con ustedes hasta el final, no importa lo que pase, los quiero.—musité, chocando mis mejillas con las suyas, se que ellos sonreían sonrojados, pero es que, les quería.
—Ahora más que nunca, lo tengo más que claro.—respondió Reiner, quitándose su chaqueta para ponerla encima de mis hombros, quedándose sentado aún lado de mi.—Por favor, no mueras. Al menos, hasta que podamos rescatarla.—pidió.
—Tengo que resistir.—dije temblando, mi cuerpo sentía escalofríos.—Quiero, volver a verlo. Quiero a Armin.—pedia, entre mis escalofríos, para así, cerrar los ojos, pero solo un momento, aún no era mi turno, aún debía volver a verlos, a cada uno de ellos, antes de irme para siempre con el chico que buscaba la libertad para sus amigos.
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