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𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

El mar entre nosotros.

Él parpadeo varias veces. Aún no caía en cuenta de que estuviese ahí, en ese lugar donde siempre solía estar. Se sentía como la lejanía de un sueño que vivió hace mucho tiempo, pero no fue así, jamás fue un sueño, había sido una realidad que olvidó. Vivirla, se sentía extraño y como si permaneciera dormido, a pesar de que todo a su alrededor continuaba siendo muy real, como el distrito donde creció, el cual estaba intacto, pese a que lo vio desmoronarse frente a él, estaba viviendo en los días donde todo era perfecto y no tenía idea. Las aves paseaban, adornando el azulado cielo envuelto de las nubes blancuzcas, mientras que las hojas de los árboles caían, el agua del lago resonaba frente a ellos. Armin veía su reflejo, sentado en esa escalera donde venía acompañado de Eren, quien estaba cabizbajo y apenado. Estaban solos, como lo fue desde el principio. Solo ellos dos. Si, dos niños sumamente diferentes, con ideologías y sueños que los podrían dividir, pero sin duda alguna, fue la clave de que su amistad jamás desistiera del destino. Armin miraba a Eren, esperaba que dijera algo, pero tan solo no decía nada, procesaba el hecho de lo que Eren le había dicho.

—Lo entiendo, lo hiciste por el futuro que viste usando el poder del titán de ataque pero, ¿en verdad tenías que golpearme tanto? Dime, ¿por qué ponerme de rodillas era tan importante?—le preguntó Armin a Eren, en un tono sutil.

—Yo, estaba tan desesperado por alejarlos de mi. Incluso me cuestione que estaba haciendo, solo me dejé llevar por el momento. En serio, lo siento.—se disculpó Eren, apenado mientras miraba el suelo, aún lado de su mejor amigo.

—Deberías decirle eso a Mikasa. Todas esas cosas que le dijiste, la lastimaron.—opinó Armin, viendo como Eren accedió.—Todo fue para apartarnos de ti, y hacernos ver como los héroes que salvaron la humanidad de la extinción al cazarte.—decía Armin, mirando a Eren.

—Es correcto.—afirmó este.—¿Cómo no podrías ser visto como el salvador de cada sobreviviente de la sociedad? Le dieron la espalda a Paradis a pesar de ser los demonios de la Isla para plantarse al lado de la humanidad. Probablemente se convertirán en los seres más respetados del mundo.—articulaba Eren.

—Así que, ¿querías que fuéramos como la familia Tybur después de la guerra titán? ¿Se supone que debemos proteger a Paradis de las represalias de la humanidad fuera de los muros?—le preguntaba Armin, curioso y desconcertado.

—No serán capaces de tomar represalias inmediatamente.—respondió Eren, serio.—El retumbar matará al ochenta por ciento de la humanidad, no serán capaces de afrontar una guerra.—esclareció, dejando a Armin sumamente impactado.

—Tú, ¿en verdad tenías que ir tan lejos por nuestro bien?—se preguntó Armin, mientras que Eren se levantaba de su lado.—¿A donde vas?—le preguntó curioso, viendo como este se giró.

—Donde queríamos ir, hablemos mientras caminamos, sobre nuestra fundadora Ymir.—indicó Eren, por lo cual Armin se levantó para así, ver como una niña de cabello castaño y azulados ojos, pasaba por el lago.

—Esa es...

—Aquí conocí a Ainara.—musitó Eren, viendo como Armin quedó atónico.—Y es aquí, que también compartí mis memorias con ella.—dijo, para así, pasar de una dimensión a otra, donde los niños, ya eran adolescentes y estaban frente a tierras de fuego, dejando a Armin sorprendido.

—¿Hasta donde me quede?—le preguntó Eren, algo confuso mientras veía como Armin disfrutaba un lugar que creía irreal.

—Dijiste que el poder de los titanes continúa existiendo porque Ymir ha estado obedeciendo al rey Fritz por dos mil años.—le decía Armin.

—Correcto.—afirmó Eren, a su lado.—Él quemó su pueblo, mato a sus padres y le cortó la lengua, pero incluso cuando ella alcanzó los poderes de un Dios, siguió obedeciéndole.—detallaba Eren.

—¿Qué podría haber causado que ella hiciera eso?—le preguntó Armin, curioso.

—Cuando nos tocamos en los caminos, sentí algo.—identifico Eren, pensativo.—Algo que no podía creer pero, Ymir la fundadora amaba a Karl Fritz. Eso fue lo que la ato dos mil años.—contaba Eren, dejando a Armin desconcertado.—No puedo entender lo que existía en el corazón de Ymir, pero sabía que estaba en agonía ya que anhelaba libertad, por dos mil años ella buscaba a alguien que la liberara de la agonía del amor, luego de dos mil años ese alguien apareció.—dijo Eren, haciendo una pausa junto Armin para ver el cielo de auroras boreales.—Fue Mikasa.—afirmó.—Aunque, también el amor de madre de Ainara. Pues, Ymir amaba a sus hijas, aunque no luchó por ellas, como Ainara hizo por la suya.—decía.

—¿Dijiste Mikasa?—se preguntó Armin, fuera de sintonía ante lo que Eren le mostraba.

—Lo hice, así que no estabas prestando atención.—comentó Eren, por lo cual Armin infirió y denegó rápidamente.

—¿Por qué Mikasa?—le preguntó a Eren, mirándolo, notando como este disfrutaba las auroras boreales que pintaban el cielo nocturno.

—Bueno, solo Ymir conoce la respuesta. Incluso para mi eso no lo sé, lo que Mikasa haría. La única cosa que sé con seguridad, fue el resultado de la decisión de Mikasa que fue impulsada por Ainara. Todo fue, para llegar al resultado es por eso que seguí avanzando y en conjunto, con Ainara.—expresaba Eren, haciendo que Armin lo mirara detenidamente.—Maté a cuatro quintos de la sociedad, hice que se matarán entre ustedes. Alenté a que Ainara hiciera una masacre, la aleje de su hija, por confiar en Zeke y de nosotros por el afán de que llegara a Paradis, como una pieza para que yo pudiera llegar hasta allá. La manipule desde siempre, a pesar de que ella me seguía de corazón, hice que todos mis preciados camaradas se involucraran en esta batalla sin saber si sobrevivirían.—decía Eren, frustrado e entristecido.

—¿Ese fue el futuro que viste en la ceremonia de condecoración? Has estado solo desde entonces, debe doler.—musitó Armin mirando a Eren.

—Ainara no me dejó solo, ni un momento. Confío en mi, ciegamente. Es por eso que hice lo posible por salvarla, pero ella ya había excedido su poder.—indicó Eren, causando un sentimiento de preocupación en Armin.—Mi cabeza desde ese día, es toda una confusión. El poder del fundador la ha hecho de tal forma, que no existe el pasado o el futuro, todo existe de una vez. Así que, tuve que hacerlo. Ese día, ese momento, no era el tiempo de Berthold para morir.—decía, dejando a Armin desconcertado.—El único que lo dejó ir y la hizo ir por ese camino... —Eren no pudo culminarlo, con sus ojos humedecidos sintió el tacto de la mano de Armin con la suya.

—Vamos, Eren.—le pidió este, caminando a su lado, para envolverse en quienes eran ahora, frente al mar que siempre Armin anhelo conocer.

—¿Y qué estabas pensando?—le preguntó Armin haciendo que Eren le mirara.

—¿Sobre quién?—le preguntó Eren, haciéndose el confundido, para que Armin lo mirara de reojo.

—Sobre Mikasa.—respondió este, de una manera sutil mientras que sentía como el pequeño oleaje humedecía sus pies.—¿Crees que pueda olvidarse de ti y tener una vida feliz con alguien más? ¿Tal como querías?—le preguntó Armin, curioso por su respuesta.

—Bueno, quién sabe.—respondió Eren sin importancia, haciendo que Armin se girara con brusquedad para golpearlo fuertemente en su mejilla hasta verlo caer al agua, mojándolo.

—¿Qué? "¿Quién sabe?" ¡No recuerdo haberte perdonado, Eren!—exclamó Armin mirándolo.—¿En qué piensas al despreciar así el amor de Mikasa? La mujer que siempre te puso por encima de todo, ¡hasta de su propia vida! ¿De verdad crees que puedes decirle que te olvide y se acabo?—le preguntó Armin, impotente, pero Eren mantenía su cabeza baja.—Deberías ser capaz de olvidarse de quien le rompió el corazón y ser feliz a lo último. Pero quién sabe, quizás luego encuentre un buen hombre.—comentaba Armin, intentando de sonreír, confortado por la idea de que su mejor amiga, fuese feliz.

—No.—denegó Eren, captando la atención de Armin.—¡No quiero eso! ¿¡Mikasa con otro hombre!? ¡Quiero que ella piense en mi y en ningún otro hombre, por el resto de su vida!—pedia Eren, impotente entre lágrimas.—¡Aún después que yo muera, quiero estar en su pensamiento por al menos diez años!—exclamo, viendo a Armin sorprendido para así, calmarse.

—Yo, no esperaba algo tan patético.—comentó Armin, mirando a Eren desde el suelo, llorando.

—Por favor, no se lo digas. Quiero que sea feliz, de verdad. Maldición, no quiero morir.—decía Eren, mientras que Armin se arrodillaba frente a él.—Solo, quiero estar con ustedes y Mikasa, quisiera seguir conociendo a tu hija, ella es extraordinaria y muy inteligente como tú.—expresó Eren, haciendo que Armin sonriera.

—Eren, no te rindas, podremos encontrar otra manera.—decía Armin, inclinándose frente q su amigo, mirándolo de una forma esperanzador.

—Estoy seguro que ninguno de ellos deseaba morir, ¿pero como podrían perdonarme?—se preguntó Eren, para mostrarle a Armin la morbosa imagen de los cuerpos pisados de las personas, para así, volver a llevarlo al mar.—Incluso si no lo quisiera, ustedes me detendrían al final. Creo que aún así, aplastaría al mundo. Nivelare todos los bosques, y habré dejado insectos carroñeros unos días después. Quería dejar la superficie como un espacio en blanco.—decía, haciendo que Armin lo mirara con horror.

—¿Por qué?—pregunto Armin, viendo el oleaje del mar, mientras que Eren solo se encogía de hombros.

—Yo no sé por qué... pero quería hacerlo, tenía que.—respondió, para así levantarse del suelo y pararse frente a frente de Armin.—Tengo que decirte algo. Armin, es sobre Ainara.—le dijo Eren, haciéndole recordar que había escuchado eso, pero no recordaba donde ni cuando.

—¿Qué tenía que ver Ainara en todo esto?—le preguntó Armin, mirando el mar, mientras que Eren tan solo suspiro a su lado, frustrado.—Dime, ¿ella morirá?—le preguntó, con temor a la respuesta de Eren para así, este bajar la cabeza.—¿Qué?—le cuestionó ante el silencio.

—Antes de ti, me he despedido de ella.—dijo Eren, mientras que Armin decidió mirarlo.—Así que, dejaré que sea ella quien te diga, como me pidió.—indicó este, topándose como Armin.

—Tengo miedo Eren.—expresó Armin, inclinándose en el suelo, para así Eren hacer lo mismo, mostrando las marcas de transformación en su rostro.—La amo, ¿sabes?—le preguntó, viendo cómo Eren tragó saliva y asintió.

—Ella también.—respondió este.—Armin, es hora. Borrare tus recuerdos, la próxima vez que nos veamos intentaremos matarnos. Quizás lo podrás recordar todo cuando termine.—indicó este, para ver cómo su mejor amigo quien sostenía una caracola, lo miró sentido.

—Eren, gracias. Te convertiste en un genocida en masa por nosotros. Prometo que no dejaré que eso sea en vano.—expresó Armin, aferrándose a su mejor amigo, su hermano de toda la vida.

—No sé qué sucederá después de que yo muera. Pero sé, que además de que serás un gran padre, la humanidad será salvada por ti, Armin.—musitó este, en el oído de su amigo.—Adiós, mi querido amigo.—fue lo último que pronunció en el oído de Armin.

Sus ojos vieron el destello de los recuerdos, donde sin duda alguna, todo comenzó y se conectó. Pese a eso, a pesar de que Armin se estaba levantado de la lejanía de ese largo sueño. Alguien más también lo estaba haciendo. Tirada en el suelo, sin fuerza y cubierta de sangre, Ainara no podía removerse. Sus labios estaban secos y pálidos, al igual que su piel por la repentina pérdida de sangre. Su nariz la brotaba, como sus oídos y su boca, su cuerpo había estallado por dentro cuando decidió transformarse para poder obtener en sus brazos al capitán Levi, a quien no veía por ningún rincón debido a que sus párpados pesados le impedían abrir los ojos con normalidad. La bruma de vapor bloqueaba todo, impidiéndole ver el gran milagro que Eren les había otorgado, el renacer de sus amigos, quienes entre lágrimas y confusos, veían el nuevo amanecer de la humanidad, envuelto en las memorias que Eren también les presentó domo una dichosa despedida de amistad. Ainara respiraba hondo, levantando su vista en cuanto escuchó una voz llamándola en medio de la bruma calurosa que había sobre ella. Aún así, se mantuvo ahí, inmóvil, bajo el sol que quemaba su piel. Había arriesgado su último aliento por un propósito, pero ahora, todo dolía.

Entre la bruma, donde sus amigos se levantaban y recuperaban entre sí, conmocionados por verse nuevamente con vida, podían notar la presencia de personas envueltas en el vapor, dejándolos aún más conmocionados. La mujer de cabello cobrizo se sostenía a Jean, viéndolo atónico cuando visualizó cómo frente a ellos, yacía esa hermosa joven, quien los miró con sus ojos abiertos mostrando el azulado que habitaba en ellos. Jean sonrió entre lágrimas, sosteniendo a Laia en cuanto la presencia de Jana se esclareció, aún lado de la de Sasha, haciendo que el corazón de Connie sin duda se ablandará de la melancolía al verlas ahí, con sus respectivos uniformes. Tanto ellos, como el capitán Levi, quien levantándose en la bruma buscando a la joven que lo sujeto, se quedó inmóvil al ver a esos camaradas que sin duda le dieron el propósito de pelear, hasta el punto de que su ojo se humedeciera. Él lo sabía, ese era el resultado de que entregaron sus corazones. Con su mano en el pecho, debilitado, pudo ver a los ojos una vez más, al hombre a quien admiro y respeto, Erwin Smith. Que alegría, pero que tristeza para ellos tener que ver a esas personas, para Ainara era difícil estar ahí, tirada en el suelo y verlos desde los diferentes ángulos que se les mostraba.

—Papá... Marco, Jana, Sasha, Hange, mamá... —murmuró cubierta de lágrimas y de un sollozo silencioso al verlo ahí, parado aún lado de su madre y es que, era la primera vez que podía tener una limpia imagen de sus padres juntos.—Lo hicimos... —musitaba, adolorida.

—¡Mamá! ¡Mamá!—la voz de aquella niña hizo que sus ojos se iluminaran, Ainara no tenía fuerzas para gritar, pero no podía encontrar q su hija en medio de la bruma, donde esas personas se desaparecían, se iban para siempre.

—¡Mila... Mila... —intentaba de alzar la voz, pero aún con su debilidad, la niña corrió en ese bullicio para ver a su madre tirada en el suelo.

—Mamá.—la llamo, abrumada por ver la morbosa imagen de su madre decaída y sin fuerza.—Levántate, por favor.—le pedía, con sus ojos humedecidos envueltos en inocencia, apretando la mano de su mamá para intentar levantarla.

—No puedo, no puedo... —repetía Ainara, viendo el esfuerzo de su hija por levantarla, pero no podía, ya no tenía la más mínima fuerza para hacerlo, porque ni siquiera sentía la parte baja de su cuerpo.

—¡Levántate!—le insistía, pero Ainara no podía moverse, hasta que aquel hombre llegó hasta ella, lanzándose al suelo desesperado.—¡Mamá por favor!—seguía pidiendo la niña.

—Capitán Levi, no puedo moverme... —le decía con su voz entrecortada, mientras que Levi Ackerman la sostenía dejándola sentada frente a él, su corazón se estrujaba ante ver como de su boca sobresalía la sangre.—Me duele, me duelen los huesos, creo que están, rotos.—decía ella, en medio de los sollozos que sin duda atormentaban a la niña frente a ella que aún sostenía su mano.

Levi no podía dejar de mirarla, pese a que frente a él se posicionó aquella mujer de cabello cobrizo que le devolvió el aliento, Levi no pudo dejar de mirar a quien salvó su vida. El pecho de Laia subía y bajaba rápidamente, como madre que era no tardó en llevar sus manos a los hombros de la pequeña niña de cabello rubio quien asustada y en silencio, veía como la tensión recaía en el lugar. Ella suspiraba gruesamente, intentando retomar el aire, mientras que su corazón palpitaba con suma rapidez. Aunque intentara calmarse, ella sentía miedo, porque no podía sentir nada, solo un agonizante dolor que le impedía respirar. Lo podía sentir, su cuerpo reaccionaba débilmente a su final. Sus manos temblaban, al igual que sus labios, mirando como el grisáceo ojo de aquel hombre a quien miró con admiración y respeto todos esos años, se acercaba a ella con desespero. La condición física del capitán Levi, era igual de deteriorada que la suya, pero aún así, él se encargó de recogerla en sus brazos y sostenerla contra su cuerpo, como si fuera una niña. Y es que, Levi Ackerman no veía nada más que la niña que conoció un día soleado, indefensa y temerosa por su presencia. Aunque la sangre se esclarecía y saliera por sus poros, Levi la sostenía fuertemente, viendo sus azulados ojos mirarlo.

—Resiste, por favor.—le pidió él, ella jamás lo había escuchado con esa voz, era fría, pero se pudo detallar perfectamente la manera tan desesperada con la que le pidió la resistencia.

—Capitán, tengo miedo, por favor, no te vayas, tengo miedo.—pronuncio con dificultad, temblorosa en los brazos de aquel hombre.—No me dejes, no me dejes por favor.—pedia ella, aferrándose más al cuerpo de aquel hombre, porque ella no podía sentir sus piernas, no podía sentir fuerza, estaba débil, ya no podía más.

—No me iré. No me iré.—afirmó él, aferrándola para acariciar su suelto cabello, manchando sus manos de sangre por la abertura que había en su cabeza.—Se acabó. Ya se acabó.—expresó él, viendo como las personas a su alrededor, se levantaban entre sí, inclusive, la mujer que él amaba y sus más fieles camaradas, los niños que guió hasta ahí, con tanto recelo.

—Capitán.—Ainara lo llamó, con una voz entrecortada, logrando obtener su atención.—Muchas gracias. Muchas gracias.—musito ella, con sus ojos humedecidos, llevando su sutil mano hasta la mejilla vendada de aquel hombre que se estremeció por su contacto.—Ha sido un gran hombre y, tengo miedo de no recordarlo más.—Levi miró hacia otro ángulo en cuanto la voz de aquella niña se quebró, ella estaba temblando, tenía miedo y no podía respirar, pero más le dolía a él tener que sostenerla en ese estado.

—Solo resiste, por favor.—musitó él, visualizando como aquella mujer de cabello cobrizo caí arrodillada hasta su lado, mientras veía como Ainara soltaba una saliva envuelta de sangre, Jean y Connie veían llorosos como ella estaba sufriendo de dolor, tanto que no podía sostenerse a sí misma.

—Ainara... —susurro Jean, viéndola con tanta tristeza, que sus piernas se debilitaban, no podía verla en ese estado, porque él creyó que había una posibilidad de que ella se quedara, pero el resultado de esta elección, no fue así.

—Quiero a Armin, quiero a Armin.—decía ella, repetidas veces, mientras que Levi buscaba entre la multitud y el bullicio, a ese joven niño que decidió devolver a la vida, con el propósito de ser la esperanza en medio de la oscuridad.

—Mila, ven, ven aquí.—Reiner caminaba lentamente, captando la atención de la niña que lo reconoció y corrió hasta él, para ser sostenida en sus brazos, mientras que ella cruzó por primera vez, una mirada con Annie Leonhard.

—Que mal chiste, Ainara.—pronunció Annie, viendo como el capitán Levi sostenía el cuerpo de su hermana, a quien miró con detenimiento.—Esta niña es idéntica a Armin, ¿acaso no te pudiste esforzar más?—pregunto Annie con sus ojos humedecidos, haciendo sonreír a Ainara.

—Pensé que no querías verme de esta manera.—pronunció Ainara, visualizando cómo Annie se inclinó frente a ella, tan bruscamente que peló sus rodillas, mientras que Reiner bajó a Mila, él respiraba gruesamente por lo que veía.

—Idiota, ¿como vas a morir sin decirme adiós?—le preguntó, haciendo que Ainara sollozara ante ver como Annie apretaba sus manos.—Tenías que ser la héroe, ¿verdad?—volvió a preguntarle.

—Solo estás celosa.—musitó entrecortadamente Ainara, con su cabello suelto, sintiendo la brisa.—Ansiabas librarte de este mundo, pero mira, ahora tendrás una larga vida que vivir.—decía Ainara, haciendo que Annie bajara la cabeza negando.

—Estoy celosa de que todos hayan tenido tiempo contigo y yo no.—respondió Annie, para así ver como Ainara sonrió.—Quería ver el mundo exterior contigo, ese que me leías de los libros que le robaste a Armin.—esbozo, entristecida.—Si te vas, me voy a sentir completamente sola y culpable, de no haberte conocido lo suficiente.—expresó, con sus lágrimas al tope.

—Ese tiempo que quieres, puedes dárselo a mi hija.—indicó Ainara, levantando la mano para señalar a Mila para así, abrir los ojos y darse cuenta que, no estaba ahí.—¿Mila?—se preguntó desconcertada.—Reiner, ¿donde está Mila?—se cuestionaba Ainara, creando pánico entre ellos.

La bruma se desenvolvía encima de él, dejándolo fuera de su titán, luego de aquella exhaustiva pelea. Armin abría sus ojos con pesadez, quedando sentado para analizar lentamente la lejanía de ese sueño lo mantuvo atrapado. Lo recordaba todo, absolutamente todo. Se mantuvo sentado, escuchando unos pasos que lo alertaron. La sombre de la bruma, le hacía ver a alguien caminar hacia él, una silueta que reconocía muy bien. Pero, prefirió sin duda, ser una imagen que nunca quisiera recordar, porque el tener que ver cómo Mikasa desprendía el vapor con sus manos ensangrentadas y reteniendo la cabeza de Eren, fue la imagen más dolorosa que Armin pudo ver. Los repentinos gritos se hicieron notar. Porque aunque sabía que Eren se iría, jamás supo que tendría que verlo de esta manera, así que inclinado frente a Mikasa, se aferró a ella pese a que no habían lágrimas que pudieran salir de sus ojos, Armin fue capaz de llorar en un estruendo dolor agrietándole el corazón, a su mejor amigo de toda la vida. Acarició su cabello, viendo sus ojos cerrados, esos verdosos y azulados ojos que miraban de manera impulsiva lo que fuera. Parecía una pesadilla el vacío que estaba sintiendo, sin saber que esta, no era la peor parte del día, aún, no era el trágico final.

—Armin, ¿ya lo recuerdas cierto? Cuando Eren vino a visitarnos.—musitó Mikasa, en un hilo de su voz para ver cómo las lágrimas de Armin se deslizaban por su rojizo rostro.

—Si, lo oí. El resultado de tu elección.—afirmó Armin, con un nudo en su garganta que le calentaba hasta el paladar y lo llenaba de amargura.

—Debo irme.—dijo Mikasa, haciendo que Armin la mirara fijamente, desconcertado entre lágrimas.—Si me quedo aquí, dudo que le den sepultura.—musitó ella, levantándose del suelo junto a Armin, quien valientemente admiraba cómo Mikasa tenía la determinación para callar su dolor.

—Cierto, llévalo a un lugar que pueda descansar tranquilo.—pidió Armin, viendo cómo Mikasa se desaprovechaba los equipos de maniobras tridimensionales.

—Eren, siempre le gustó tomar siestas ahí. Lo llevaré al árbol de la colina.—expresó Mikasa, dándole la espalda a Armin quien limpió sus lágrimas, viendo como ella se giró para quedarse inmóvil, por lo cual Armin también se giró para ver detenidamente la presencia de aquella pequeña niña, quien lo miró y heló todo su ser.

Mikasa se detuvo. Mirando con detenimiento cómo Armin miró a esa niña, tan detalladamente. Era hermosa. Su cabello era lacio y rubio, llegaba hasta sus hombros y su flequillo estaba dividido, oculto detrás de sus orejas, las que sin duda alguna se parecían a la forma de Ainara, pequeñas. Pero, las había heredado también de su abuelo, al que nunca tendría la dicha de conocer. Para Armin, el tiempo se había detenido. Ante el dolor de la pérdida que creaba un hoyuelo en su corazón, a ver la niña que imagino en sus sueños, pero esta era más perfecta de la que sin duda creo en su mente. Mila camino hacia él, su corazón la hacía moverse en confianza para llegar hasta Armin, quien estrechó sus manos para poder recibirla como una nueva dueña de su corazón. Este, con sus ojos humedecidos no tuvo que preguntar, reconocería a su hija aunque no la conociera, porque era una parte de su corazón que latía en vida. De una manera desesperada la abrazó, reteniéndola en sus brazos, haciéndolo sentirse aliviado, girándose para ver cómo Mikasa pude derramar por fin unas lágrimas al ver tan anhelado encuentro. Sosteniendo la cabeza del hombre a quien amo, respiro hondo para dejar todo atrás, sabiendo que algo más allá trágico estaba sucediendo detrás de esa bruma de vapor que los había reunido hasta aquí.

—¡Mila!—se escuchó la voz de Annie, haciendo que Armin abriera sus ojos humedecidos para buscarla, mientras que esa niña lo abrazaba.—Armin.—Annie lo llamo, para así ver cómo la niña estaba ahí con Armin, como si lo conociera, como si supiera lo abrazaba, dejando Annie sin palabras, viendo cómo Mikasa se giraba y se iba.

—Tú, eres tú.—pronuncio Armin, acariciando el rubio cabello de la niña que dejó parada en el suelo, para examinarla lloroso, parecía verse a sí mismo en ella, él no tardó en limpiarle sangre que habitaba en sus manitas, Armin estaba temblando.—¿Sabes quien soy?—le preguntó.

—Eres mi papá.—respondió Mila, haciendo que Armin bajara la cabeza para evitar sollozar delante suyo, esta niña era hermosa e inteligente, justo como la habían pintado.

—Y tú, eres mi hija.—indicó Armin, sin aún poder creer que él estaba ahí, viendo a su hija, era hermosa.—¿Tú mamá te hablo sobre mi?—le preguntó él, mientras que ella asentía.

—Mi mamá y Eren, ellos me hablaron sobre ti, y Eren me mostró quien eras, en una memoria que me regaló.—Armin miró a Annie ante eso, quien abrumada escuchó con atención lo que la niña había dicho.—Él me cuidó mientras no estaban, pero me dijo que vendrían por mi.—añadió.

—Si, Eren no se equivocó. Lamento haberme tardado tanto, pero ya estoy aquí y nunca me iré.—expresó Armin, viendo los azulados ojos de esa niña, un azulado que brotaba y recordaba los que alguna vez vio de Erwin Smith.—Dime, ¿dónde está tu mamá?—le preguntó Armin, levantando la mirada, viendo como Annie estaba llorosa y así, hacer caer en cuenta a Armin.—Vamos, pequeña.—dijo este, levando a la niña del suelo, para tomarla en sus brazos.

Armin nunca imagino cómo sería encontrarse con su hija, para él la situación era la más abrumadora posible, pero la conexión que estaba sintiendo en este momento, era inexplicable. Parecía ser como si jamás se hubiesen separado, ella estaba ahí, abrazándolo fuertemente como si supiera que sería el hombre que la protegería para siempre, pero lo que no sabían, es que alguien le había enseñado a ella quien era la persona que la cargaba en sus brazos. Mila extendió su mano, despidiéndose del ave que voló cerca de ella, haciéndola sonreír de lado. Ella siempre supo, aunque los demás no. Annie guiaba a Armin entre el bullicio de personas, ella podía notarlo, podía notar que Armin le estaba temblando el brazo y no era porque se había encontrado con su hija, si no, porque vería una imagen más dolorosa que la que creyó haber visto y fue ahí, cuando él se heló por completo y entendió, que debía ser más fuerte para esta situación. Todos le abrieron paso a Armin, conmovidos por la imagen donde su hija salió a buscarlo, reconociendo quien era, este solo se inclinó frente a la mujer que yacía sentada y recostada en una roca, con sus ojos achicados e hinchados. Pero aún así, Ainara extendió sus brazos para abrazar a su familia.

—La encontraste... —murmuró Ainara, sintiendo como Armin le plasmaba un beso en su mejilla, mientras que se daban ese abrazo que él tanto anhelo, el capitán Levi se distanciaba, acercándose a Laia, quien lo abrazó de lado.

—Ella me encontró a mi.—esclareció Armin, sonriendo entre las lágrimas, para ver cómo Mila estaba aferrada a su mamá, hasta que esta, empezó a toser, buscando el aire, por lo cual Armin las distanció.

—Mamá, ¿vamos al hospital?—le preguntó Mila, por lo cual Ainara con sus ojos humedecidos negó, llevando su mano hasta la mejilla de ella.

—Mila, escúchame con atención todo lo que te dire. ¿Está bien?—le preguntó, por lo cual Mila asintió, mientras que Armin miró a otro lado.—No podré volver contigo a casa. Eres muy pequeña para entenderlo, quizás cuando crezcas estés molesta, sientas que te abandone, pero tengo que irme un largo tiempo, descansaré.—le decía, apretando sus labios para no sollozar.

—¿Por qué te vas tanto tiempo?—le preguntó Mila, sentada en la falda de su madre, a quien miraba detenidamente.

—No importa cuánto tiempo me vaya, no vas estar sola.—le decía Ainara, acariciando su cabello.—Aunque mamá se vaya, mamá nunca dejará de amarte y menos de cuidarte, pero a pesar que mama no estará, tendrás a muchas personas que te van amar incondicionalmente.—le decía, mirando a cada una de las personas que estaban ahí, frente a ella.—Tal vez, no seré yo quien esté ahí cuando despiertes y quieras buscarme, que no seré yo quien te despierte de las pesadillas para abrazarte, o la persona que estés esperando al otro lado de la puerta, pero si será tu papá y con eso, te va bastar, créeme.—le decía, aguantando el sollozo atorado en su garganta.—Hija, te prometo que después de hoy, todo estará bien. Crecerás, reirás, llorarás, estarás molesta, amaras, pero sin duda alguna, vivirás como mamá vivió. Y créeme, nadie te va amar tanto como yo lo hice, porque todo lo que hice, fue por ti.—pronunció, con las lágrimas deslizándose por su mejilla, para así besar fuertemente la mejilla de su hija, a quien abrazó fuertemente para ver cómo Reiner la sostenía.

—¡Mamá!—Mila sollozo, sin entender porque la apartaban de su mamá, pero Ainara asentía, sabiendo que esta era una imagen que no debería perturbar a su hija cuando creciera, ella respiró hondo intentando de calmarse, pero era inevitable y más cuando Armin se colocó frente a ella.

—Entonces, después de todo, ¿lo hiciste?—le preguntó Armin, para así ella sentir como él sujetaba sus manos fuertemente.—Eren me lo dijo.—musitó él, mirándola detenidamente.

—Siempre fue decisión mía no abandonar a Eren. Porque sin mi ayuda, no hubiésemos llegado hasta aquí.—pronunció ella, dándole la respuesta que Armin necesitaba escuchar.

—Lo hiciste.—pronunció Armin, intentando de retener el sollozo atragantado en su amarga garganta, mientras que veía detenidamente los ojos de la mujer que más amaba en este mundo.—Lo hiciste. Tú y Eren, lo hicieron juntos.—musitó, viendo como ella le miraba tan fijo, que Armin no podía desviar su mirada.

—Todo fue gracias a ti. Porque tú, eras nuestra única esperanza, Armin.—expresó ella, aunque su voz estuviera ronca y entrecortada, Armin pudo entender claramente sus palabras.—Ya no tengo miedo, están todos aquí. Ya no tengo miedo.—indicó ella, haciendo que Armin bajara la cabeza, frunciendo su ceño de tristeza, mientras que Annie sostenía temblorosa a la dulce niña que veía el soleado día, todos miraban la trágica escena.—Ustedes, son muy especiales para mi.—añadió ella, mirándolos a cada uno, anhelando que la joven que caminaba lejos con su más fuerte acto de amor, estuviera ahí con ella, pero mientras pensaba eso, Mikasa empalada de lágrimas se rendía en medio del camino sabiendo que jamás, volvería a ver a su mejor amiga.

—¿Te podré buscar a donde vayas?—le preguntó Armin, haciendo que ella sollozara para así, acercar el cuerpo de Armin junto al de ella.

—Yo te encontraré, te lo prometo, Armin que estaré contigo en cada amanecer y en cada puesta del sol, en medio mar y el cielo, yo estaré ahí, porque te amo y no me bastará esta vida para amarte. Así que, te buscaré en todas las que pueda.—indico ella, acariciando su cabello.—Armin, te nombró 16º comandante de la legión de exploración.—esbozó ella, dejando en asombro a todos.—La determinación y cualidades para realizar ese trabajo, las conllevas tú. Eres el más apto para esto y confío, que podrás seguir guiando a todos de la manera más pura que solo tú puedes hacer.—le dijo, haciendo que Armin asintiera ante eso.

—Siempre confiaste en mi, desde el primer momento que me conociste, jamás viste al cobarde que yo veía en el reflejo de cualquier charco, pero fue por ti Ainara, tú me hiciste fuerte y valiente.—pronunció Armin, aferrándola fuertemente contra su cuerpo.—Aún lo recuerdo, cuando llegue a la base de reclutas y te vi. Keith Shadis te humillo delante de todos, pero eso jamás te desanimo. Continuaste, cada día y a pesar de ser de las mejores, te detenías para ayudar a los demás. Me dabas la mano, me levantabas como si fuera como tú, por eso me enamoré de ti, porque me veías como nadie me vio. Y, no me arrepiento de nada. Te volvería a elegir, en cada maldita vida que me busques, te volvería a elegir sobre cualquiera.—sollozo él, dejando de sentir como Ainara lo abrazaba.—Gracias, porque ya sé cómo amar. Y es por eso que, te voy amar el resto de mis días.—murmuro.

—Armin.—la voz del capitán Levi se escuchó quebrada, porque él veía una imagen que Armin no estaba viendo, el hecho de que Ainara tenía sus ojos cerrados y su cabeza estuviera recostada.

—Ainara.—Armin se distanció de ella, mientras que Annie en un leve sollozo abrazó fuertemente a la pequeña que veía la puesta del atardecer, Armin continuó removiendo el cuerpo de ella.—No, mi amor, por favor, no.—repetía, recostándola en sus brazos, para ver su rostro.—¡No te vayas, no te vayas!—gritaba.

Él recostó su frente de la suya. Mientras que Jean llevó sus manos a sus rodillas sin fuerza, Connie cubrió su rostro con sus manos, notando como Reiner cayó sentado en el suelo, perdiendo toda su fuerza. El sollozo de Armin fue punzante, muy doloroso, él acariciaba el cabello de Ainara mientras la removía como si eso fuera a despertarla. Él besó su frente, besó su mejilla, estaba desesperado por el dolor que estaba sintiendo. Mientras que el capitán Levi se quedó inmóvil, con sus lágrimas sobresaliendo, se aferró al abrazo de la mujer que quiso a esa niña como si fuera suya, la misma que lloraba y se ocultaba en los brazos de Levi, para dejar que este viera como ese joven agonizaba de amor. No bastaba el dolor sobre la muerte de Eren, porque el de Ainara pese a que haya sido anunciado, fue envuelto en la esperanza de que podría ser de otra manera. Armin mantuvo su cabeza baja, aferrándola a él con fuerza, en ese nuevo amanecer donde su amor no estaría y mientras lloraba, mientras sollozaba, las imágenes donde ella siempre estuvo ahí, lo atormentaron. Ella sonriendo, ella molesta, ella llorando, todos los momentos que Armin capto sobre ella estaban ahí, como la flor que vio florecer y cuidó, sin arrancarle un pétalo. Hoy, le decía para siempre al sol que alumbraba su vida.

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