Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞

Cuatro almas, dos sacrificios.

Jamás había sentido lo que hoy sentía, estando sentado, en medio de ellos dos, me sentía acorralado. Nunca me hicieron sentir así, bajo ninguna circunstancia lo sentí. Lo que siempre sentía cuando estábamos juntos, era unidad, muchas veces esperanza, pero viéndolos, solo había una bruma oscura alrededor de lo que algún día llegamos a ser. Estaba sentado junto a Mikasa, quien yacía en mi lado derecho, mientras que en el izquierdo, a una corta distancia se mantenía la niña prodigio de ser guerrera. Ella mantenía su cabeza baja, estaba atemorizada por el hecho de que frente a nosotros estuviese sentado Eren. Él plasmaba su mano ensangrentada en la mesa, manchando el mantel blanco que la adornaba. Su mirada era vaga, más perdida que la última ves que logré verlo. Era como si en algún punto, la tristeza se lo hubiese comido, tanto a él, como a la chica atrás suyo. Sus ojos azulados me evadían, incluso a los de Mikasa, Ainara sostenía una arma. Estaba uniformada, con una camiseta blanca manga larga, su cabello amarrado por completo y varios flequillos afuera, pero aún así, portaba el equipo de maniobras tridimensionales. Su piel lucía pálida, las ojeras en sus ojos se distinguían más. Si Eren se estaba pudriendo de tristeza y maldad, ya a ella, la habíamos perdido y decirlo, dolía.

—Quería hablar con los dos. No necesitamos pelear para resolver los problemas de Eldia.—fue lo primero que pronunció Eren hacia nosotros, con una voz bastante sutil y suave.—Hange y los demás estarán bien,  simplemente van a trasladarnos.—nos aviso, con ese mismo tono de voz.

—Eren, nosotros también queríamos hablar contigo. Queremos saber que fue lo que te orilló atacar a Marley por tu cuenta, ¿en verdad Zeke y Yelena te persuadieron para que te unieras a ellos?—pregunte, mirándolo detenidamente.—También, necesito saber si persuadieron a Ainara.—añadí, levantando mi mirada para ver cómo ella me miraba, tan fijo como yo a ella.

—Ahora soy libre.—artículo Eren, fríamente.—Tanto las cosas que hago, como lo que elijo. Todas mis desiciones se basan en mi voluntad.—afirmó, mirándome.—Como también ella.—indicó, refiriéndose a la fría postura de Ainara detrás suyo.

—¿Lo que hiciste después de verte con Yelena también fue tu voluntad?—le cuestione en medio de la pregunta, inseguro de lo que decía, lo conocía más que nadie.

—Así es.—afirmó nuevamente con seguridad, buscaba una expresión en su rostro, pero no había nada, solo un vacío consumible.

—No es cierto, fueron manipulado por ellos. Aunque se trataba de un país enemigo, tú nunca hubieras involucrado a niños ni personas inocentes.—infirió Mikasa, mirándolo impotente.— Además, ustedes siempre nos han apreciado más que nadie en el mundo. ¿No es así?—pregunto ella, mirándolos a ambos, pero no encontraba ni un mínimo sentimiento en ellos.—Tú me rescataste cuando esos hombres me secuestraron, ¡y me diste esta bufanda, eso demuestra que eres bueno!—expresó ella, acariciando entre sus dedos la bufanda rojiza que estaba envuelta en su cuello.

—¡Mikasa, deja las manos sobre la mesa! ¿No se los dije?—grito Eren, tensando por completo a Mikasa, quien cabizbaja sujetó sus manos sobre la mesa como si fuera un perro faldero.

—Eren.—Ainara lo llamó, en un tono suave y frío, él la miró de reojo, parecía que ella le pedía algo con la mirada, como si deseara que cambiara su actitud brusca a una más sutil.

—Escuchen, tuve una plática con Zeke en Liberio. Hablamos de hermano a hermano. Zeke tiene grandes conocimientos sobre los titanes, más de lo que Marley podría imaginar.—expresó Eren, hablándonos nuevamente de una manera sutil.—Armin, incluso ahora sigues visitando a Annie. ¿No es cierto? ¿Acaso lo haces por tu voluntad?—no pude evitar tensarme ante eso, obligándome a mirar como Ainara me miró con seriedad en su expresión, estaba fría, como si eso le doliera.—Si la memoria es un factor que define una persona, se podría decir que una parte de ti se volvió Berthold. Eres un enemigo parcial de nosotros, enamorado de otra enemigo. Armin, Berthold terminó adueñándose de tu cerebro.—culminó en decir, haciendo mi corazón palpitar, eso no era cierto, porque aún estando Ainara presente aquí, mi corazón quería salirse por la boca.

—¡Eren que...

—¡Es igual para ti, Mikasa!—interrumpió Eren a Mikasa, quien no dejó que esta fuese a defenderme.—La familia Ackerman fue creada específicamente para proteger al rey  de Eldia, quiero que recuerdes, en aquella situación extrema en donde casi enfrentamos la muerte, escuchaste mi orden: "pelea".—le recordaba él, fríamente.—En ese instante, despertaron tus instintos Ackerman, y solo por mera casualidad decidiste que yo era el amo que debías proteger.—detallaba él, con una actitud prepotente.

—Te equivocas.—denegaba Mikasa a mi lado, mirándolo desesperada y desconcertada por lo que él decía con tanta seguridad, verla así, me hacía hervir la sangre.

—¿Me equivocó? ¿En qué cosa?—le preguntó Eren, mirándola detenidamente, haciéndola tambalear en sus palabras, mientras que Ainara solo la miraba desintegrarse.

—¿Por qué estás permitiendo esto?—le pregunté a ella, mirando sus azulados ojos.—Dímelo.—le pedí, intentando de persuadirla con mi mirada, pero Ainara era más fuerte que yo, siempre lo fue, por eso me miraba y no le importaba nada.

—No es tu turno de hablar.—indicó, dejándome frío por su actitud.—Es el turno de Mikasa. Así que responde, ¿en que se equivoca Eren?—le preguntó ella, haciendo que Mikasa por primera ves se viera arrodillada en el suelo, ante dos personas, mucho más, a su amor y mejor amiga.

—No fue casualidad.—respondió Mikasa, apenada, desilusionada mientras buscaba lo que algún día conoció de Eren, pero no había nada.

—Cuando un Ackerman despierta su poder, es bastante común que sufra intensos dolores de cabeza. Quizás ese dolor se deba a que su personalidad original intenta rechazar el instinto que lo obliga a proteger a su amo, ¿eso te suena?—le preguntaba Eren, mientras que Mikasa denegaba.

—No es cierto, yo solo... —Mikasa intentaba hablar a mi lado, pero no podía, y esto me estaba lastimando, sus ojos se humedecían.

—Tú familia es un clan creado para seguir órdenes. En resumen, esclavos.—detallaba Eren, con más frialdad hacia ella, haciéndome sin duda empezar a cuestionar mis límites.

—¡No, ya basta Eren!—le pedí, en un grito de desespero, esperando que pudiera retractarse.

—Mikasa, sabes lo que más odio en este mundo. Aquellos que no son libres, los que son como ganado. Siento una repugnancia enorme con tan solo mirarlos, y al fin pude comprender la razón. Jamás he soportado a quienes se comportan como simples esclavos, siguiendo órdenes sin vacilar.—le decía, mirándola con detenimiento.—Por un tiempo, desde que era niño, Mikasa, siempre te he odiado.—articulo Eren, en medio de la bocanada de aire que Mikasa soltó y sus lágrimas, no pude sentirme cuerdo.

—¡Eren! ¿¡Como le dices eso a Mikasa?!—grite, impotente, levantándome de mi asiento con brusquedad, pero en ese momento en que decidí atacarlo a él, fuertemente caí acostado en la mesa y retenido.—¿Mikasa?—la llame confundido, agitado, notando como ella me soltó adolorida emocionalmente, sin creer lo que estaba sucediendo, dándole la razón a Eren.

—No, no.—denegaba ella, llorosa y con las lágrimas escurriendo por sus mejillas.

—Escucha con atención Mikasa, toda tú vida has vivido siguiendo los impulsos de tu sangre Ackerman.—continuaba diciéndole, pero no pude aguantar más, no podía reconocerlo.

Mis dientes se apretaron de impotencia, al nivel de cerrar mi nudillo para abalanzarme por la mesa nuevamente. Encima de esta, estreche mi mano con fuerza y una capacidad que no reconocía de mi mismo, logrando llegar hasta la mejilla de Eren y tumbarlo de la silla con un buen golpe que no tardó en devolverme. Caí en el suelo, reventado por mi movimiento, para levantarme bruscamente e intentar tomar la delantera. No sabía si era debilidad, o el hecho de que no tenía valor de enfrentar a mi mejor amigo, mucho menos las cosas tan dolorosas que dijo con tanta seguridad. Intente esquivar sus golpes, pero igualmente sentía el calentón en cada parte de mi rostro cuando Eren me sujeto por la camisa y le aventó a la estantería de platos que se fragmentó por todo el sueño en añicos, así como nuestra amistad a través de los años. Mi cuerpo sentía la adrenalina, también los brazos de Mikasa intentar retenernos, como pidiéndole a Eren con desesperanza que dejara de golpearme, pero no podía hacerlo, no podía golpear a mi mejor amigo, así que deje que sacara la rabia e impotencia que guardaba, esa que no nos podía contar, como también miré como Ainara estaba de espalda, sin poder mirar lo que Eren hacía conmigo. Si le dolía, significaba que esa parte de ella aún seguía ahí.

—¡Señor Jaeger!—escuché la puerta abrirse con brusquedad, mientras que intentaba levantar en medio de los cristales absueltos en el suelo.

—¿En qué se convirtieron?—pregunte impotente, viendo a dos de las personas que más amaba mirarme como si ya no fuera nada para ellos.

—No hay ningún problema.—afirmó Eren, de pie mientras que se dirigía hacia mí con ese rostro lleno de oscuridad.—Escucha Armin, desde que nos conocemos, nunca he peleado contra ti.—una bocanada de aire se me escapo en cuanto Eren me golpeó el estomago con bruteza.—¿Sabes por qué no lo había hecho?—me preguntaba, golpeándome.—¡Porque al hacer esto, no hay forma de que sería una pelea justa!—grito, tumbándome en el suelo, pero en si, no tarde en sentir los brazos de Mikasa acorralarme junto a su cuerpo.

—Nos convertimos en lo que único que nadie se atrevía a convertirse.—respondió Ainara, fríamente, quien se giró para verme tirado en el suelo.

—Si me dicen la localización del lugar donde tienen a Zeke, no tendremos la necesidad de pelear.—nos dijo, aún frente a nosotros, quería levantarme, pero no podía, Eren me había quitado las fuerzas para poder hacerlo.—Pueden llevársela, y también a la mocosa que mato a Sasha.—emitió Eren, señalando a Mikasa y a la niña sentada en la mesa, quien temblaba.

—Entonces, ¿solo viniste para decirnos eso?—le pregunté desde el suelo, abatido en heridas.—¿Herirnos era parte de la libertad que tanto buscabas?—le pregunté, adolorido.—Al final, ¿quién es el esclavo que se sucumbió ante un bastardo?—dije, viéndome gruñir y mirarme de reojo, molesto por lo que dije.

—¿A quién le dices esclavo? En marcha.—pidió, en medio de su cuestionario, para así hacerme ver como los soldados que venían con él empezaban a levantarnos del suelo, a excepción de mí que me dejaron sentados en una silla.

—¿A donde vamos?—pregunto Mikasa, siendo reteñida por un soldado, al igual que la niña, pero yo continuaba sentado sin nadie que me llevara.

—A donde todo inició. El distrito ShingaShina.—indicó Eren, mirándonos con frialdad.—Ahí estarán todos.—añadió, mientras que se quedó parado, junto a los soldados.

—¿Qué pasará conmigo?—le pregunté a Eren, viendo como parecían estar desalojando la sala de comedor, mientras que yo yacía sentado.

—De mi parte, nada más.—musitó Eren, fríamente hacia mi.—Lo dejó todo en tus manos.—indicó, dirigiéndose a Ainara quien asintió, sentada en el borde de la ventana, mientras que miró vagamente cómo Eren salió del lugar junto a los demás, quedando vacío junto a mí y ella.

—Si me hubiera quedado en la cama esta mañana, ¿habría cambiado algo?—le pregunté, sintiendo como la sangre de mi nariz se escurría, manchando mi verdoso uniforme, mientras que ella dejo el arma aún lado para caminar hacia mi.

—No lo sé.—respondió, sosteniendo una silla para ponerla frente a mi y sentarse, con un rostro inexpresivo.—Quizás hubiera cambiado algo.—afirmó, rasgando parte de mi uniforme mientras lo pasó por mi mejilla, no pude aislarme, no podía, ella me hacía débil.

—¿Por qué?—sujete fuertemente su mano, deteniéndola en lo que hacía.—¿Por qué estás haciendo esto?—le pregunté, apretando su mano más fuerte, para aislarla de mi, provocando que ella se levantara de la silla.

—No te deje aquí para explicarte mis razones.—expresó ella, dándome la espalda, para yo levantarme y mirarla.—Ni para explicar, las razones de Eren y porque los lastimo tan brutalmente, no, realmente eso no me importa.—afirmo, fríamente.

—¿Estás molesta?—le pregunté, viendo como ella se giró, mientras que me acerqué bruscamente hacia ella.—¡Dime!—le pedí, en un grito.—¿Es por mi? ¿Es por lo que Eren dijo? ¿O es por lo qué pasó con tu padre?—ella se tenso, mientras que mis manos apretaron fuertemente sus brazos.

—Suéltame, no tienes ni idea de lo que es esto.—decía, intentando sacarse mi agarre, pero no quería soltarla.

—¡Tú no eres así, no eres esta persona!—grite, sacudiéndola, sintiendo como ella me empujaba.—¡Todos nosotros confiábamos en ti, contábamos contigo! ¡Si es por mi, por lo que te he hecho pasar, enójate conmigo, no con los demás!—continuaba diciéndole, para caer ambos tumbados en el suelo, retuve sus manos, viendo su cabello soltarse del recogido que tenía.—¡Si estás molesta conmigo, estoy aquí, hazme trizas, no me importa, solo quiero a la mujer de la que me enamore!—esboce, acercando mi rostro al suyo mientras gritaba, viéndola negar en medio de sus ojos llorosos.—¡Por favor, solo eso quiero! ¡Olvidemos el mundo, vámonos! ¡Estoy desesperado, pero es porque te amo que estoy así!—sus labios temblaron, hasta que un sollozo se escapó, chocando con mi respiración agitada.

—No lo entenderías... —musitó, entrecortadamente, mientras me miraba.—Todo lo que hago, es por ti, por ustedes. Pero, no lo entenderías.—añadió, dolida, como si sacara una tristeza que la tenía acorralada desde hace mucho.—Armin, por favor, déjame ir.—pidió, intentando de retomar aire en su sollozo.

—No puedo.—dije, bajando mi cabeza, con mis ojos humedecidos, para dejar de retener sus manos y levantar su cuerpo, aferrándola al mío.—Dime, ¿me amas?—le pregunté en cuanto ella se distanció de mi, impidiendo el abrazo.

—Siempre te he amado. Eso nunca podría cambiar, incluso si muero, seguiría amándote.—expresó, levantándose del suelo a su ves que yo, quedando ambos frente a frente, ella estiró el brazo, recogiendo el arma para mirarme.

—¿Morir?—le pregunté desconcertado, viendo su largo cabello suelto.—¿Estás dispuesta a morir?—volví a preguntar, anonadado por lo que dijo.

—Armin, te amo. Realmente lo hago.—afirmó, con sus lágrimas deslizándose de sus mejillas hasta el suelo, para mostrar un frío semblante.—Pero ya no puedo ser esa niña que pides.—artículo, con un semblante malévolo y frío que no conocía en ella.

—Dímelo ya, ¿por qué haces esto?—le pregunté, viendo como ella pasó por mi lado para llegar hasta la puerta.—Dime.—volví a pedir, insistente.

—Para salvarla.—musitó, dejándome desconcertado por su respuesta tan vaga.

—¿A quién? ¿Salvar a quién?—le pregunté, curioso y sin entender a quien se refería ella, pero ella abrió la puerta, sin decirme nada más.

—Llévenselo.—pidió, haciéndome quedar frío en cuanto esos soldados entraron armados, no me denegué, tampoco forcejee, tan solo miré desilusionado como esto estaba pasando.

Sujetaron mis manos, me amarraron e impulsaron a caminar. Adolorido en mi costado, camine vagamente hacia la puerta, donde ella yacía parada con su arma. La miré, la miré tan fijo como siempre deseaba mirarla, buscando cada mínimo detalle en ella que me hiciera entender su postura, pero no podía ver nada más que la tristeza e oscuridad albergar sus pupilas. Entonces, todo este tiempo realmente ame a alguien que al final, nunca termine de conocer. Estaba desilusionado no solo de mí por no poder salvarla, si no, de que ella no me dejara hacerlo, pero al final, quien no quiera ser salvado solo le resta ser amado. Así que la dejé ahí, la dejé ir. Aunque quisiera abrazarla, besarla y sostenerle la mano para alejarla de todo esto, la dejé ir. Cabizbajo continué caminando, realmente estaba derrotado, más cuando visualicé a Eren recostado de la ventana, mirando hacia afuera. Él no me miró, aunque sabía que estaba ahí, no me miró. Ya no reconocía donde estábamos, mucho menos quienes éramos, pero estaba seguro de algo, este día supe que al final, por más que lo intentáramos, no podríamos salvarlos. Éramos cuatro, pero siempre seríamos dos. Porque hace mucho, dejamos de avanzar con los únicos que decidieron sacrificarse para salvarnos. Deje de mirarte de Eren, porque también te dejé ir, y aunque me costara, realmente no funcionó. Tenía esperanza de que volverías con nosotros.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro