Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐜𝐚𝐭𝐨𝐫𝐜𝐞

Hay algo que nadie sabe.

La iluminación del sol llegó a la pesadez de mis párpados, haciéndome parpadear para abrir mis ojos lentamente. Las sábanas estaban pegadas a mi cuerpo desnudó, mientras que estire mis brazos, me giré con los ojos soñolientos para ver a Armin tumbado en la cama. Su brazo estaba estirado hacia mi, llegando a mi abdomen. Analice el hecho, de que habíamos dormido juntos y fue sin duda, uno de los sentimientos más bonitos que pude haber sentido. Amargamente me levante, quedando sentada para que la sabana se deslizara de mi cuerpo y me dejara al descubierto. Cuatro años. Y aún así, habíamos cambiado más físicamente que mental, pero se sentía como si nunca nos hubiéramos dejado de conocer ahí. Me levante de la cama, mirando como sus ojos permanecían cerrados. Aún no podía olvidar esa noche y lo que me dijiste, por más que te amara, hay algo que no puedo entender y si no decides decírmelo, solo seguiremos perdiéndonos el uno al otro. Suspire, dejando de mirar a Armin para asearme, de manera precavida me vestí para peinar y amarrar mi cabello en una coleta. Se me estaba olvidando que tenía cosas que hacer, que yo, era una capitana de la legión del cuerpo de exploración.

—Pensé que nunca despertarías.—mis mejillas se calentaron en cuanto me detuve en seco, para ver cómo Mikasa estaba sentada en la sala de estar con una taza, mirando algún libro.

—Buenos días.—salude de manera sarcástica.—¿Como sabías que estaba aquí?—le pregunté, dirigiéndome hacia ella para ver que leía.

—Son muy ruidosos.—indicó ella, haciéndome sentir avergonzada.—Y déjame decirlo, no sabía que Armin tenía esa determinación.—Mikasa me miró, notando mi sonrojo para así ambas sonreír por lo bajo.

—Oye.—la llame, mirándola con detenimiento, aún había tristeza en el borde de sus ojos.—Todo estará bien.—expresé, viendo como soltó la taza para mirarme fijamente.

—¿Incluso contigo?—me preguntó, me incliné para tomar de su taza, la cual estaba amarga, como lo eran las del capitán Levi.

—Nada anda mal conmigo.—dije, dejando la taza luego de tomar de ese sorbo, viendo cómo Mikasa me miraba de una forma seria y fría.

—Siento qué hay algo que no nos has dicho. Algo que te consumió al punto de verte así, enferma.—esclareció ella, refiriéndose a mi físico, por lo cual me quede en silencio, sin decir nada.

—No sé de que estás hablando.—inferí, para así recoger los papeles que Armin dejo en esa mesa.—No importa, de todas maneras me tengo que ir. Estoy buscando la manera de que Darius nos dé acceso a Eren.—decía, dirigiéndome a la puerta para abrirla y en si, sentir cómo Mikasa se levantó y apretó mi brazo fuertemente, deteniéndome, dejándome desconcertada.

—¿También te perderé a ti?—me preguntó, fríamente su mirada y la mía chocaron, la línea de tristeza se desbordaba de sus ojos, jamás la había visto así de afligida, lucía mal.—Tú no eras así. ¿Qué fue lo qué pasó? Ese día cuando Eren se fue, dijiste "así es que debe ser". ¿Qué debe ser así? ¿Qué sabes?—preguntaba.

—Crecí. Eso fue lo qué pasó.—respondí, soltándome sutilmente de su agarre para abrir la puerta e irme.

Respire hondo, sintiendo mi corazón palpitar rápidamente. Nuevamente esa sensación de pánico me estaba atacando, quería apoderarse de mi, pero tan solo inhalé y exhale, intentando de retomar una respiración neutral que me condujera a mi camino el día de hoy. Aunque los días pasarán, todo continuaba sintiéndose pesado, las muertes aún recientes seguían desbordándose en mis memorias como un presagio maldito de mis imprudencias. Anduve con mi uniforme estándar de la legión, representando las alas de la libertad que aún no tendríamos, hasta llevarlo a la línea final. Varios policías militares me miraron y saludaron, no solo respetaban mi rango, si no, mi apellido. Pese a que mi sueño había sido siempre convertirme en comandante para esta legión, encontraba que aún no estaba capacitada para serlo y que sin duda, al comandante Hange lo estaba haciendo más que bien con todos nosotros. Ser capitana, me daba el liderazgo que tanto seguí y admiré por tantos años, era por el capitán Levi que podía ser la capitana que no quise ser, pero ahora soy. Porque veía y entendía el punto de vista que él no podía darnos, pero que sin duda lo dejó afligido con todos nosotros. Cuando empiezas a guiar a unas personas por un camino, no puedes desprenderte de ellos hasta llevarlos ahí.

Eso era lo que estaba sucediendo. Pero, era algo que no podíamos contar, porque hay algo que nadie sabe. Me monte en esa carreta, me crucé de brazos y mantuve en silencio, mirando por la ventana el paisaje y como nos dirigíamos hacia una ruta rural, fuera de los distritos. Mediante el camino, hice cartas e hice informes. No pensaba en nada más, mi mente estaba en blanco y quizás podrida como el capitán Levi había dicho. Para mi, todo había cambiado desde hace mucho tiempo y no hay una manera para poder hacerlo reversible. Miraba el campo rural, los árboles y la brisa remover sus hojas. Sin duda vivir aquí, tendría que ser un formato lleno de armonía que necesitaba en mi vida, porque vivir en el distrito era un caos diario del que no podías escapar. La carreta se detuvo, llegando a un lugar limitado para varias personas, solo por seguridad de nuestra querida, reina de las murallas. Me baje de la carreta, común semblante igual de decaído que el de Historia, ambas nos miramos y saludamos formalmente. En ella, no solo veía su aspecto decaído y podrido, si no, el redondo bulto que había en su barriga. Curiosa y atenta, lleve mi mano allí, tocando y acariciando lo que sería una nueva forma de vida para este mundo tan cruel en el que vivimos.

—Oye, creo que tú pronto darás a luz.—musité, caminando con ella de manera sutil, sosteniendo su mano para ayudarla a subir los escalones de ese balcón.

—¿Tú crees?—me preguntó, por lo cual asentí, ayudando a sentarla.—Me pesa demasiado, pero Laia dijo que es algo normal.—contaba, para hacer una pausa.—¿Cómo está ella?—preguntó, me quede en silencio unos breves segundos, pensando que responder ante eso.

—Perdió a su hermana.—fue lo primero que dije, mientras le pase los papeles que empezó a releer.—Ella, no está bien. Y no lo estará por mucho tiempo.—esclarecí.

—¿Y Jean?—se preguntó, dándome un sabor amargo en la garganta que no pude digerir.

—Yo, yo aún no he podido hablar con él.—admití con vaguedad, viendo como Historia asentía.—¿Ya tienes nombres?—le pregunté curiosa, desviando el tema, ella me miró y sonrió, era la primera ves en mucho tiempo que la veía sonreír.

—Si es niña, se llamará Frieda, como mi hermana. Quiero darle esa pureza que había en su alma.—me distinguió, se veía orgullosa de esa decisión.—Si es niño, se llamará como su padre.—artículo, por lo cual asentí ante eso, viendo como continuó mirándome.—¿Te gustaría tener hijos?—me preguntó, haciéndome sonreír de lado ante eso.

—Quizás.—respondí cortantemente, pero no de una manera fría, solo me limite a responder.

—No dejó de imaginar que tú y Armin tendrán hermosos hijos a los que criarán juntos.—expresó, mire a otro lado, para evadir imaginarme eso que ella había dicho.—¿No crees?—me preguntaba, sonriendo, pero me quede en silencio y cabizbaja.

—Aún lo amo. Debo admitirlo, pero no veo un futuro donde estemos juntos.—dije, mirando mis manos y recordando cómo Armin beso cada una de ellas la noche anterior.

—¿Por qué no se las llevaste a Darius personalmente?—me preguntó ella cortando el tema ante notar mi aflijo, Historia estaba sentada en la silla de ese balcón mientras miraba los papeles.

—No le ha dado autorización a Hange aún, por lo cual dudo mucho que me la dé a mi.—respondí.—Necesitamos hablar con Eren.—afirme, mirándola con insistencia, pero ella negó.

—Sabes que no podemos.—me dijo, mirándome fijamente.—Yo sé que tú lo sabes.—esa pronunciación me dejó en silencio, para así tomar los papeles de manera sutil y negar.

—No sé nada.—denegué, mirando la carreta en donde yacía aquel hombre, el cual la conduciría.

—Eren confía en ti. Por eso lo dejo en tus manos. Porque como él, quieren liberarnos, ¿pero a qué costó?—me preguntó, mientras que baje esos escalones para irme.—Ya sé lo que pasará al final.—me detuve en seco, justo en el último escalón para mirar de reojo a Historia.

—La muerte quizás no sea tan mala como todos creemos.—musité, notando la humedad e impotencia en sus ojos, en su mirada hacia mi.

—¿Por qué no? ¿Por qué tienes que morir?—me preguntó, por lo cual sentí como mi pecho se apretó.

—Porque seré libre.—me limite a contestar, caminando.—Traeré papeles nuevos que puedas firmar y autorizar, será hasta unos días.—dije, evadiendo el tema mientras continué yéndome.

—Espera.—Historia me retuvo, apretando mi brazo con una fuerza que no conocía de ella.—Yo, ahora lo entiendo. Lo vi en las memorias de mi padre cuando tocamos a Eren.—esclareció, mirándome.—Es por eso que tú madre volvió a Marley y le pidió a Annie que te buscara. Todo este tiempo, ella quiso salvarte de lo que pasaría porque, ella lo sabía. ¡Claro! Es eso, porque la única verdad es que...

—Basta, Historia.—le pedí, interrumpiéndola en media conversación.—Si Eren confió en nosotras, es porque no podía hacerlo con nadie más. Yo cumpliré con mi lealtad hasta el final.—dije.—Incluso aunque muera.—masculle, alejándome.

Me monte en la carreta. Cubriendo mi rostro mientras respiraba hondo. Los verdosos azulados ojos de Eren se mantenían en mi mente, él estaba ahí, como ese día, como siempre lo ha estado en mi camino. Mire los papeles con frustración, arrugándolos y rompiéndolos. Si no podíamos ver a Eren, las cosas se saldrían de control, porque había algo que no sabíamos, ni siquiera yo. Tenía que saber con certeza, que todo estaba marchando como debía marchar. Recosté mi cabeza en mis manos, mientras que mi pie tambaleaba, subiendo y bajando con el apoyo del talón.—"Aquellos incapaces de sacrificar algo, nunca podrán cambiar nada".—Los azulados ojos de mi padre llegaron hasta mi. Su voz se escuchaba distorsionada, a este punto ya no lo recordaba y era sumamente doloroso. Lleve las manos a mi boca, comiéndome de las uñas. Al llegar allí, a donde quería ir, no tarde en bajarme de prisa, para recoger esas flores. La dulce mujer del puesto me sonrió, le pase el dinero y me fui, sin decirle nada en lo absoluto. Fui a pie hasta ese lugar, que parecía ser frío a pesar del cálido sol cayendo en mis hombros. Cabizbaja, lleve un ramo de flores a la lápida de Sasha, mientras que aún lado de la suya, yacía la de Jana. Igualmente le dejé el otro ramo, suspirando para quedarme allí.

—Ustedes son mi familia. Lo menos que puedo hacer por ustedes, es ayudarlos como la han hecho conmigo.—musitó Marco.
—¡Ayúdame, por favor Ainara!—me grito fuertemente cuando escucho mi avistamiento.—¡No quiero morir, Ainara por favor!—volvió a gritarme en esa desesperación.—¡Ahhhh!—gritaba, con dolor, con sufrimiento.

—Por favor, perdóname por tener que dejarte ir para salvarte del mundo, espero que cuando llegue el momento sepas, que tú madre te ama, hoy, mañana y para siempre.
Ainara, levántate.—decía mi madre, en casa sueño, en cada pesadilla.

—Hija mía, no dejes que este mundo cruel te venza. Sufrirás, perderás, pero esta bien si es así, esta bien, lo prometo, todo estará bien al final del día. Tu padre, quien te ama hoy, te ama mañana y te amará para siempre, te dice que todo estará bien, porque tenemos un propósito.
—¿Y cuando te pedí permiso?—le pregunté.—No la necesité a ella. Tampoco te necesitaré a ti.—masculle, para verle girarse y mirarme de reojo.

—Oigan amigos, traje algo de carne del almacén de oficiales.—abrí mis ojos grandemente cuando fije mi mirada en Sasha, y en cómo ella abría su chaqueta, mostrando ese delicioso trozo de carne.
—Sasha está muerta.—artículo Connie.

—Tú también importas.—artículo Jana, abriéndose paso con los demás.
—Que Jean nunca lo olvide.—musitó ella, con dificultad.—Gracias, Ainara.—esas palabras, esas mismas palabras que ella me dijo, se reflejaron en las que un viejo amigo también me dijo, hace mucho tiempo atrás.

—Ainara, muchas gracias, por ser la amiga que necesito.—bajo la cabeza, apenado, Eren era igual de sentimental y sensible que yo, quizás, por eso nos entendíamos tan bien.
—No te vayas, por favor, no te vayas... —murmuraba con mis labios temblorosos, para buscar una manera de poder seguir a Eren, en medio del bullicio donde todos estaban saliendo fuera del ayuntamiento.—¡¡Eren!!—grité

—¿Y ahora que haré sin ustedes?—me pregunté, respirando hondo para mirar al cielo, la risa y las memorias de nosotras abrazándonos llegaban hasta mi, ardían como un infierno que no conocía.

—Sabía que eras tú quien trajo esas flores.—mis hombros se tensaron, pero mantuve la calma ante escuchar la voz de Jean dirigirse a mi.

—En Marley, llevar flores amarillas a una tumba, simboliza la amistad.—indique, sintiendo como él se paraba aún lado de mi.—O eso dijo Reiner.—añadí, cortantemente.

—Supongo que las rojas también significan algo, ¿no es así?—miré aún lado, observando cómo Jean traía en sus manos un ramo de flores de rosas, espectaculares.

—Significan amor.—respondí, viendo sus ojos hinchados y su mirada fría, había tristeza y dolor en su dicción, su voz se escuchaba ronca, quizás de tanto llorar.

—Claro, debí imaginarlo.—recitó, dejando las flores encima de la tumba.—Amor. Es lo único que había en nuestras miradas.—dijo en medio de un suspiro.

—Lo lamento.—dije, viéndole inclinado, él levantó la vista y me miró.—Cada ves que has perdido a alguien que amas, ha sido por mi culpa.—expresé.—Primero Marco y ahora Jana.—añadí.

—Tienes que entender, que no porque una persona muera significa que fue tu culpa. Tienes que liberarte de esa carga.—decía él, inclinado frente a la lápida que acariciaba.—Yo también me hubiese sacrificado por salvarte. Como se que tú, serías capaz de hacerlo por cualquiera de nosotros.—esbozó, levantándose para quedar aún lado de mi, pero sus ojos intentaban de no clamar el llanto que se apretaba en la garganta.

—No. Necesito que me odies, necesito que... —hice una leve pausa, apretando mis labios.—Necesito sentir dolor.—admití, notando como Jean negó, apretando mi brazo con fuerza.

—No puedes asemejarte al dolor para sentir que aún estás viviendo, no puedes hacer eso, Ainara.—decía Jean, mirándome con mucha intensidad.—Ni Marco, ni Jana murieron por tu culpa. Ellos murieron porque estaban peleando. Y aún, nosotros estamos aquí y debemos seguir peleando.—continuaba diciéndome, yo miraba a otro lado, evadiendo lo que decía.—Nosotros te necesitamos para seguir peleando, necesitamos a Eren.—admitió, con pereza al final como si le costara.

—Si no siento dolor, entonces no estoy viva. Y no voy a vivir, si siento que estoy muerta.—respondí afligida, notando como Jean me soltaba.

—Tienes la misma mirada vacía que Eren.—respondió en cuanto me di la vuelta.

—Porque Eren y yo, somos los únicos que entendemos el mundo.—musité.—Es por eso que ustedes, no pueden seguir avanzando.—añadí fríamente, alejándome de él.

—Jana creía en ti.—seguí caminando, a pesar de seguir escuchándole.—Ella te quería Ainara, al igual que Sasha creían en ti.—me detuve en seco, para girarme y mirarle de reojo.

—Entonces estaban equivocadas.—masculle como frialdad, viendo como Jean tensaba su rostro con decepción y desilusión, así era como todos me miraban, como si me hubiera perdido.

Jean apretó sus puños, bajo la cabeza y también apretó sus dientes. Se veía enfadado, impotente. Por su mente debían estar pasando miles de pensamientos dirigidos hacia mi persona y actitud, pero como todos, no podía hacer nada. Había algo que no sabían, que me había cambiado por completo. No solo la muerte que ha estado cercana a mi, me ha teñido sedentaria, mi mirada ve ahora un mundo diferente. El mismo mundo cruel en el que todos nacimos, pero más infernal, más frío y morboso. Con mi mirada decaída y ojos desbordando el dolor que habitaba en lo más profundo de mi alma, me desvié de Jean, dejándolo en su agonía y tristeza por la muerte de la mujer que amaba. Me fui. Le di la espalda, como se la he dado a todos este último año. Aunque el cielo destellara esos tonos anaranjados y mis lágrimas ya no fuesen capaces de salir, seguí avanzando, en medio de la brisa fresca que aclamaba mi libertad. Lleve las manos a mis bolsillos, quedando detenida para ver al final del callejón a ese joven de cabello pelirrojo oscuro, detonante de un marrón. Flotch me miró con detenimiento y me asintió, como yo le devolví el gesto. Era ahora o nunca, pero este infierno lo íbamos a terminar. Aunque tuviera que traicionarlos a todos y cada uno de ellos, seguiré avanzando. Incluso si muero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro