𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐎𝐍𝐄: "Noche De Cine"
1985
En la casa de la familia Hopper. Donde vivían las dos hijas de Jim Hopper. Sydney Hopper y Jane —o mejor conocida como once— Hopper. Eran dos niñas, una que había sido adoptada por Hopper, y otra que era hija por sangre. La última se había mudado hacía unos meses a Hawkins. Después de que su madre tuviera que irse a Edimburgo por cuestiones de trabajo. Ella tuvo que viajar a un pequeño pueblo llamado Hawkins. Donde vivía su padre.
Ella creyó que estaría sola con su padre. Pero no fue así. Ella tenía una Hermanastra. De la cual su padre jamás le habló, en todas las llamadas que habían tenido. Eso molestó un poco a Sydney. Pero con el tiempo se acostumbró. Su padre tendría buenas razones para no decirle.
Ahora Sydney vivía en la cabaña de su padre. Donde por suerte tenía su propia habitación.
Era una salvación para la castaña. Por que así no tendría que estar soportando a su hermana y su novio. Quienes por sierto, escuchaban música, tan fuerte, que traspasaba las paredes de la habitación de la castaña.
Por otro lado — o mejor dicho en otra habitación — se escuchaba de fondo Never Surrender, de Corey Hart. Mientras dos jóvenes se besaban, sentados en la cama.
El pelinegro se separó de la de pelo corto. Levantando sus puños como si estuviera tocando la batería.
— And nobody whants than know you now — tomó las manos de su novia levantandolas — Tum Tum — la de pelo corto lo quedó mirando sonriendo. — nobody whants to show you.
La Chica lo paró tramandole la boca con la manos.
— Mike, Alto. Mike, alto — decía tratando de detener su canto— Mike! — entre risas hablaba Once.
El pelinegro sacó sus manos. Siguiendo su canto, dedicado a su novia que estaba en frente suyo. Hasta que se cansó de cantar y mezcló las letras. Haciendo reír a Once.
—¿qué? ¿No te gusta?.
— No!.
El pelinegro, llamado Mike Wheeler. Cortó la risa de Once. Besando sus labios, mientars sonreían ambos. Aún besándose.
Por otro lado, Jim Hopper, el padre de Once y Sydney. Miraba la tele, tratando de ignorar la música fuerte y las risas que provenían de la habitación de su hija menor.
Tomó un sorbo de su cerveza después de meterse un bocado de pochoclos a la boca. Se cansó de ver la tele. Que ni siquiera podía oírla. Sutilmente tiro para atrás con su espalda, su sillón que era movible. Espiando a su hija Once. Que estaba con Wheeler. No sólo escuchando música. Sino también besándose apacionados.
Eso le basto para dejar las cosas en la mesa, levantarse de su sillón y comenzar a gritar enojado.
—¡Ocho centímetros! — decía mientras se acercaba a la puerta.
La puerta fue cerrada por Once, antes de que su padre entrará. Quien mientras giraba el plomo con impaciencia.
—¡Once, abre la puerta! — no recibió respuesta — Onc-
La puerta se abrió al instante dejando ver a los dos jóvenes, que antes se besaban. Sentados uno en cada lado de la cama. Leyendo revistas.
—¿qué? —preguntó Mike divertido
Hopper sin excusa no pudo retarlos, pero aún así iba a desquitar su ira con Wheeler.
De no ser por que su hija mayor, Sydney. Salió de su habitación. Cambiada, maquillada y peinada. Con su bolso en su hombro. Y mirándolo sería y impaciente, moviendo su pie con ansiedad.
— ¿Sydney?, ¿qué haces vestida así?— preguntó confundido El señor Hopper.
La chica lo miró incrédula. Parando su pie. Y cerrando la puerta — no muy amablemente — de su habitación. Sin despegar la vista se su padre.
—¿encerio?, ¿no te suena? —su padre la miraba aún sin entender. — centro comercial, heladería, Robin...
— ¿tienes ganas de comer helado?
— no, papá!, tengo salida con Robin!, en el Starcourt. — su padre recordó que debía llevar a su hija al centro comercial, por que se reuniría con una amiga, algo mayor, pero que era una chica. — digiste que me llevarías. —se quejó.
El señor Jim Hopper se alejó de la puerta de La habitación de Once. Donde la parejita escuchaba atentamente la charla. Mirándose aliviados, pero interesados en lo que hablaban padre e hija.
— Si, hija, ya mismo te llevó, lo lamento, me distraje — se disculpaba tratando de ponerse sus calzados a los tropezones.
— Como sea, apúrate, llegaré tarde y Robin me matará.
Once y Mike al escuchar eso decir a Sydney, se miraron, rodando los ojos. Primer capricho de la semana. Pensaron igual la pareja. Tratando de no reírse siguieron fingiendo que leían una revista.
Cuando Hopper terminó de ponerse sus calzados, salió rápido por la puerta de la cabaña, detrás de su hija. Olvidándose por completo de Mike y Once. Quienes soltaron sus risas y volvieron a lo suyo.
Mientras Sydney caminaba rápido hacia el asiento de copiloto, de la camioneta de su padre. Este último no caminaba, corría hasta el asiento del conductor. Arrancando la camioneta con apuro, mientras su hija se abrochaba el cinturón de seguridad.
Comenzó a conducir, no rápido, peor tampoco lento. Hasta el centro comercial. Sabía lo mucho que su hija odiaba la impuntualidad, —al igual que su madre— y que podía llegar a ponerse totalmente furiosa solo con eso. Y eso no era nada gracioso. Miró la hora, 21:30
— ¿A qué hora tenías cita con tu amiga? — preguntó volviendo su mirada a la ruta.
— A las 21:35.
Ante eso su padre abrió los ojos como platos.
— ¡Carajo!
Apretó el acelerador. Aumentando la velocidad. Tenía solo cinco minutos para llegar al centro comercial y que su hija no lo intente matar. Y era muy capaz de hacerlo.
Por suerte llegaron a tiempo, con un minuto de sobra. Estacionó cerca de la entrada. Miró a su hija, que con apuro se desabrocho el cinturón de seguridad, Para después bajarse de la camioneta y cerrar la puerta .
— Hey!, ¿No hay un beso de despedida para papá? — hizo un puchero a su hija.
La castaña oscura rodó los ojos y se acercó al lado de conductor. Se hizo de puntillas de pie y le dio un beso en la mejilla a su papá. Quien sonrió satisfecho y orgulloso.
— Gracias, papá.
Comenzó a alejarse, hasta que su padre la llamó gritándole ñ:
—¿23hs te parece bien que te busque?
Sydney se dio la vuelta, caminando de espaldas. Mientras le respondía a su padre.
— Me quedaré en casa de Robin. — dijo mientras a lo lejos su padre asentía desde la camioneta— mañana a primera hora pasame a buscar.
—De acuerdo. ¡Cuídate! Y no comas mucho helado!, te hará mal a las encías!
Sydney soltó una risa, rodando los ojos se despidió de su papá con la mano. Y caminó hacia la puerta del centro comercial.
Por ir apurada, no vio a los amigos de su hermanastra, quienes esperaban impacientes a un pelinegro.
El cual estaba a mitad de camino. Por una ruta donde no se iba a cruzar con Hopper.
Mientras iba hablando por el wolky toki, con Once. Riéndose del padre de esta.
— ¡Dios mio!, ¡eso fue increíble! , ¿Viste la cara que puso? —decía burlón Mike.
—Si, parecía un tomate—contestaba acostada en la cama desde el otro lado Once.
—un tomate viejo.
Once sonrió. Desearía estar con Mike y sus amigos. Así como Sydney podía salir cuando ella quería con sus amigas. Además que papá siempre le cumplía los caprichos de llevarla. Ya que ella no sabía conducir. Y para Hopper antes de tener que enseñarle, y arriesgarse a que le usará todo el tiempo la camioneta, Prefería llevarla a todos lados él mismo. Además de que era mucho más seguro.
En eso Once envidiaba a su hermana. Ya que ella podía hacer todo lo que ella no podía. Podía salir con amigas donde sea y cuando sea, podía quedarse despierta hasta tarde, podía cerrar su puerta sin la fastidiosa regla de los ocho centímetros, podía tener su propia ropa y ganar dinero de su padre, a cambio de limpiar y hacer las tareas de la casa. Eso era injusto. Lo único que compartían, era que no podían tener novios. Bueno Once tenía, pero Sydney no. Tal vez por eso tenía más privilegios.
Once desearía ser Sydney para pasar tiempo con Mike, Will, Lucas y... Bueno también la chica pelirroja, Max. Que era la novia de Lucas. Poder ir al centro comercial a ver películas, a lo que llamaban un cine.
— Me gustaría estar contigo. —dijo a Mike apenada.
— A mi igual, pero... Mañana paso por ti, a primera hora.
— Mañana. —Once sonriendo bajo el Wolki toki dejandolo en su pecho. Feliz que mañana podría verlos.
Mientas tanto Mike ya llegaba al centro comercial. Pasando entre algunas personas. Vio a lo lejos a su grupo de amigos. Pedaleo hasta donde estaban, esperándolo. Will, Lucas y Max. Frenó mientras ellos se acercaban.
— Llegas tarde.
—Lo siento.
—De nuevo. —hablo por segunda Vez Lucas.
—nos perderemos el inicio —se quejó Will. Quien le molestaba que su mejor amigo siempre llegará tarde a las juntadas.
Mike se bajó de su bicicleta dejándola tirada en el suelo.
—lo haremos si siguen lloriqueando. —dijo el pelinegro apurado. —corran!
—si siguen lloriqueando ñeh ñeh ñeh —lo imitaba Lucas a Mike.
Mike se acercó a él.
— por favor deja de hablar amigo.
Max y Will los seguían detrás de ellos. Callados, pero riéndose por dentro de la pelea de sus dos amigos.
— Dejame adivinar, estabas ocupado —hizo sonido de besos.
Entrando al centro comercial apurados. Estaba repleto de gente. Que salía y entraba. Aún así ellos iban en su mundo.
—oh, si, muy maduro, Lucas. — sarcástico dijo Mike.
—Once desearía que estuviéramos juntos y nunca pasar tiempo con mis amigos —decía con voz femenina lucas.
Detrás de ellos, Max y Will se reían. Mirándose uno al otro. Compartiendo los mismos pensamientos. Pero la pelirroja detuvo su risa para regañar a su novio.
— Lucas, basta.
Will se rió, ya que Lucas le obedeció a su novia y su cayó. Aunque sea por unos segundos.
—mike cree que es gracioso. —seguía Lucas.
— lo es.
—claro, es divertido pasar tiempo con mi novia. —se defendía Mike.
—yo estoy pasando un rato romántico con mi novia —decía lucas abrazando a Max por los hombros
A lo lejos una Sydney algo perdida, caminaba entre la gente, aún no se acostumbraba a lo grande que era el centro comercial. Lo que le llevó a perderse ya que no recordaba el camino a la heladería Scoops Ahoy.
Y en las escaleras mecánicas, bajaban el grupo de Mike Wheeler , disculpándose con las personas al chocarlas bajando. Al terminar de bajar, Mike se choco con una chica, quien lo miró mal diciéndole "agh ten cuidado" y él se disculpo.
—Si, ten cuidado, Nerd—se burlaba con un helado en mano una niña morena.
—¿no pasó ya tu hora de dormir? — pregunto si hermano Lucas.
—¿No pasó tu hora de morir ? —atacó la niña. Mientras las otras niñas a su lado estallaban en risas.
—psicópata.
—idiota.
—rata de callejón.
—cara de pedo.
Lucas le sacó la lengua y ella se la devolvió haciendo lo mismo. Mientras Max lo alejaba tomándolo del brazo.
—eso fue muy maduro —dijo sarcástica Max.
Adelande Mike y Will entraban a Scoops Ahoy. Caminaron hasta el mostrador. Donde una rubia estaba ahí, con cara de pocos amigo. Se ve que hoy no era su día. Aún así Mike Tocó la campanilla repetidas veces. Haciendo que ella gritara no tan alto, avisándole a su compañero que habían llegado.
—oye tonto!, tus niños están aquí. —dijo mirando mal a Mike.
La rubia estaba furiosa por que su mejor amiga no había llegado. Se suponía que estaría aquí hace cinco minutos. Pero no, no lo estaba. Así que se le estaban poniendo los pelos de punta. Más ahora que los niños del tonto habían llegado.
Las "ventanas" detrás de la rubia se abrieron dejando ver a un Steve Harrington con su uniforme de marinero. Quien los miró incrédulo.
—¿de nuevo? , ¿es encerio? —dijo cansado de que usen el pasadizo secreto.
Mike tocó una vez más la campanilla, solo para molestarlo.
Steve los dejo pasar, abriendo la puerta para que pasen. Los chicos pasaron rápido, dándole la espalda a Harrington. Quien desde la puerta les gritaba.
—si alguien se entera-
Los chicos no lo dejaron terminar, ya que ya se lo sabían de memoria al discurso de Steve.
—estamos muertos —dijeron todos al unísono mientras se iban por los pasillos.
Steve se trago sus palabras y volvió a su trabajo. Ya que en una rato le tocaba su última ronda de la noche.
Robin estaba tomando agua en donde solían descansar. Por lo que Significaba que era su turno de ir a atender.
Salió al mostrador. Listo para una hora más de servirle helado a personas que ni en su jodida vida había visto.
Por otro lugar estaba una castaña, preguntándole a una niña donde estaba la heladería, ya que tenía un helado en su mano, y era la única heladería que conocía era esa, Scoops Ahoy.
—oye, pequeña.
La niña morena la miró mal. Dejando de comer su helado.
—No me llamo niña, me llamo Erica. —dijo mirando de arriba a abajo a Sydney. Quien no le dio importancia, era solo una niña. Ella era incluso peor a su edad.
—muy bien, Erica, ¿podrías decirme dónde compraste ese helado?
Ella soltó un suspiro y señaló a su izquierda. Donde había un grande letrero que decía Scoops Ahoy. Suspiro aliviada. Le agradeció a la niña, que sólo asintió.
Corrió hacia donde le señaló la niña. Cuando entró al local, se arregló el cabello, poniendolo detrás de su oreja a los pequeños mechones. Cuando estuvo lista camino hasta el mostrador, esperando encontrar a su amiga. Pero se llevó la gran sorpresa que no estaba. En cambio estaba un chico alto con el pelo alto marrón claro y vestido completamente de marinero. Ella lo miró decepcionada. Pero él la miró atónito. La miró de arriba a abajo, en trance.
—Am , hola —movío su mano frente a la cara del contrario al ver que no respondía.
Salió del trance, volviendo a la normalidad y mirando por fin se sus ojos.
—Si, preciosa, ¿en que te ayudo?
Sonrió rascándose la nuca, la notar que le estaba coqueteando.
—Estoy buscando a mi amiga, ella trabaja aquí —el asintió escuchando —Su nombre es, Robin, Robin Buckley.
La sonrisa de Steve se desvaneció, Al saber que era amiga de su compañera.
—si, claro, ahí la llamo. —se dio la vuelta, abriendo la ventana. —Robin, te buscan.
Robin levantó la cabeza de la mesa donde estaba apoyada.
—¿quién? — preguntó algo dormida. No sé había dormido, pero estaba por hacerlo.
—es una chica muy... Se- Hermosa. —se retracto al recordar que estaba detrás suyo.
Al escuchar eso Robin. Supo que era su mejor amiga. Ya que la mayoría se quedaba sorprendido por su belleza. Incluso ella lo había hecho el primer día en que la vio. Aunque, bueno, no tuvo tanta suerte como Steve. Por que la menor al ver que ella se había quedado embobada, lo tomó a mal y le proporcionó un puñetazo en el ojo. Que aún después de tanto tiempo, le seguía dando un pinchazo cada tanto.
Robin se levantó rápido de la silla. Corrió hasta la puerta, y salió por esta. Al salir vio a su amiga, arreglada de pie a cabeza. Con sus típicos shorts Levis, sus converse, su remera nueva que era de rayas, rojas y blancas, su bolso, y por último sus trenzas en su cabeza. Especialidad de la castaña.
Sydney al ver a su amiga, sonrió avergonzada. Había llegado muy tarde. Ya me había prometido que no volvería a pasar, la última vez que había llegado tarde.
— Robin, hola— saludo tímida la castaña.
La rubia la miró, feliz de que no la haya dejado plantada, pero a la vez enojada por llegar tarde.
—Te voy a matar! —exclamó la rubia —me debes una explicación jovencita.
La rubia salió del mostrador, poniéndose en frente de su amiga.
— Si, lo sé. Es que papá se olvidó y...
—adivino, estaba resongando con Tu hermana y Wheeler.
La castaña asintió, pero la corrigió.
—Hermanastra.
—Es lo mismo.
—no, por que no compartimos sangre. —decía obvia la menor.
— concuerdo con ella —se metió Steve. Apoyando a Sydney.
Robin lo miró fulminante. Se había olvidado que él estaba aún ahí.
— Sydney, te presento a Steve Harrington, mi compañero de trabajo — Steve estiró su mano.
— un gusto. —le guiñó el ojo coqueto.
—Steve! — él volvió a la realidad mirándola — Ella es Sydney-
—Sydney Hopper — sonrió coqueta. Él le devolvió la sonrisa.
—Alto, ¿Sydney?, ¿como la ciudad?.
La rubia y la castaña se miraron burlondose del mayor.
—¿me estas llamando Ciudad?
Steve abrió los ojos en grande. No era lo que quería decir. Se había malentendido. Su nombre le recordó a la ciudad Sydney. Y habló sin pensar.
—no!, no no. Solo... No quería... Bueno eh — comenzó a trabarse sin poder disculparse.
Robin y Sydney estallaron en risas. Ya que se habían dado cuenta de que Lamentablemente Steve había caído en los encantos de la menor. Como la mayoría hacía.
—tranquilo Harrington, solo bromeaba —dijo cuando paró de reírse — no eres la primera persona que me dice que me llamo como una ciudad.
Dicho eso, Robin fue a buscar sus cosas rápido. Dejando unos segundos a su compañero y amiga. En donde aprovecharon el tiempo, coqueteando con la mirada. Eso hasta que Robin salió rápido, con su mochila en la espalda.
Steve y Sydney desviaron sus miradas hacia Robin. Quien se sacaba el gorro de marinero, para después guardarlo en su mochila.
— Bueno idiota, te quedas a cargo. — dijo Robin burlona.
— Mhh, muchas gracias, que emoción! — decía falsamente. — ¿y ustedes donde irán?.
Robin levantó una ceja incrédula. Su compañero literalmente se había enamorado de su mejor amiga.
— iremos a ver una película y después a mi casa, A admirar a Ralph Macchio. — se llevó una mano a la frente imitando a una damisela en apuros.
Steve rodó los ojos celoso.
— Y a mirar sus fabulosos movimientos de Karate. —se burlaba Sydney
— jai ya — Robin hizo un movimiento, como si estuviera rompiendo una tabla con su mano.
Steve solo volvió a rodar los ojos por segunda vez. Mirando como las chicas se reían, entendiendo su propio humor. Después de terminar de reír. Se despidieron d Steve con la mano y salieron corriendo fuera del local. Dejando a un Steve Con el corazón palpitandole por la hermosa chica que había conocido. Era la primera vez que no salían corriendo espantada por sus cocqueteos, como las otras chicas.
Por otra parte del centro comercial. En la sala de cine. Estaban sentados tres chicos y una chica. Mirando atentos la película. Mientras comían algunos pochoclos. Will estaba al lado de Mike quien estaba al lado de Lucas, quien tenía a su lado a su novia, Max.
Todo estaba bien. La pantalla grande mostraba a un mujer acercándose a una pared lentamente. Hasta que la pantalla se volvió negra, indicando que no había luz. Recibiendo quejas de los demás presentes en la sala. Incluyendo a los menores.
El corte de luz comenzó a expandirse por todo el centro comercial. Hasta dejar a todo el pueblo sin luz.
Sydney y Robin, que estaban pagando las entradas para ver karate kid. Se quedaron heladas, porque justo cuando iban a pagar se fue la luz. Dejándolas a oscuras, apenas podían verse los ojos. Como pudieron se miraron extrañadas.
De a Poco la luz se comenzó a ir de todo el pueblo de Hawkins. Dejando a muchas casas sin luz. Todo en completa oscuridad y silencio.
A unos cuantos metros o kilómetros del Starcourt. Ratas corrían hacia un callejón. Pronto se comenzó a formar un tornado con los restos que habían en el suelo. Ante eso las ratas comenzaron a salir asustadas de ahí, tratando de alejarse lo más posible de ese tornado. Pero el tornado que parecía que tenía vida, las seguía atrapando a algunas que eran lentas.
Luego de unos minutos, la luz volvió, casa por casa, hasta llegar al Starcourt. Donde todos los que estaban quejándose comenzaron a victoriar al darse cuenta que había vuelto nuevamente la luz.
En la sala de cine, donde estaban cierto grupo de amigos, volvió a reproducirse la película, y pronto se escucharon como todos festejaban y prestaban nuevamente atención a la pantalla.
La película cada vez se volvía más interesante. Haciendo que todos concentrar su vista en al pantalla y solo en la pantalla.
En la caja, estaban Sydney y Robin, esperando a pagar. Al hacerlo el chico les tendió los boletos de la película. Ambas agradecieron y se fueron, contentas. Una chica les indicó donde estaba su perspectiva sala y ellas fueron hasta esta, con sus brazos enrollados. Cuando llegaron a la sala, se sentaron en los asientos que indicaba el papel en sus manos. La película no comenzó hasta un rato después de que llegaran todas las personas.
Empezó la película y todos guardaron silencio, atentos a la pantalla. Sydney y Robin comían pochoclos emocionadas, y de vez en cuando gaseosa para bajar la comida.
Todo parecía estar bien para la mayoría. Rápidamente se habían olvidado del extraño apagón qué había pasado, Volviendo a sus vidas normales. Pero lo que ellos no sabían y presentian, era lo que más adelante estaba por suceder. Algo que cambiaría la vida como la conocían, pero sobretodo a sierto grupos de jóvenes que estaban acostumbrados a meterse en problemas paranormales.
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