𝐂𝐚𝐩. 𝟒: 𝐓𝐚𝐜𝐢𝐭𝐮𝐫𝐧𝐨
"𝐂𝐚𝐥𝐥𝐚𝐝𝐨, 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨𝐬𝐨, 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐦𝐨𝐥𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐫".
8 años después
Sunghoon se sienta en la banca más alejada del patio, donde nadie suele pasar. El bullicio de los estudiantes y las risas lejanas de Jaeyoon con su nuevo grupo de amigos le llegan distorsionadas, como si estuvieran a kilómetros de distancia. Su mente, sin embargo, está atrapada en otro lugar, en otro tiempo.
Jaeyoon.
No ha pensado en él en mucho tiempo. O tal vez sí, solo que siempre he tratado de enterrarlo en lo más profundo de su memoria. Jaeyoon era... su mejor amigo y lo abandonó sin una explicación.
Y más que eso, era la única persona que realmente lo conocía, que lo entendía. Con él, no necesitaba ser el Sunghoon perfecto que su padre esperaba, ni el chico que siempre debía estar por encima de todos como la abuela Naeún le hacía creer. Podía ser simplemente él.
Pero entonces, todo cambió.
Recuerda el día en que Jaeyoon dejó la casa de su abuela Naeún, cuando no volvió a aparecer en ninguna de sus citas de juegos.
Nadie sabía qué había pasado, o al menos, eso decían.
Pero Sunghoon sabía la verdad. Sabía que la presión de ser diferente, de no encajar en la perfecta imagen de normalidad que sus padres le imponían, lo aplastaron.
Jaeyoon también tenía otra condición. Era brillante, pero su manera de ver el mundo, de procesarlo, no encajaba con lo que se esperaba de él. Y en lugar de buscar apoyo, hizo lo mismo que sus padres hacían con él. Se alejó.
Sunghoon se convenció de que era lo mejor. Se dijo a mí mismo que Jaeyoon no podía asociarse con alguien que era visto como una debilidad, alguien que no pertenecía a su círculo social.
Jaeyoon tenía una imagen que mantener, expectativas que cumplir. Así que Sunghoon lo dejó ir. Dejó que se hundiera mientras él se rodeaba de amigos falsos, de admiradores que no sabían nada de él.
Y ahora, ocho años después, Jaeyoon aparece, trayendo de vuelta todos esos recuerdos. Jaeyoon, con su mente brillante y su propia manera de ver el mundo.
Es como si estuviera reviviendo lo que pasó cuando eran niños, pero esta vez no puede permitirse cometer los mismos errores.
Se pasa una mano por el cabello, frustrado. Jaeyoon se fue y nunca más volvió a saber de él. No respondía sus cartas, y eventualmente, dejó de intentarlo. Pero el remordimiento nunca desapareció por completo, solo lo cubrió con capas de indiferencia y prepotencia.
Cierra los ojos por un momento, intentando calmarse, pero el rostro de Jaeyoon sigue apareciendo en su mente.
En principio la inocencia de sus almas siendo niños los unió como un par de mejores amigos, pero ahora con el paso del tiempo la belleza del muchacho de cabellos dorados despierta en el peli plateado un sentimiento diferente una atracción que antes no había sentido por nadie.
No es solo su inteligencia, su capacidad para ver el mundo de una manera única. Quizás es el eco de su culpa, el recordatorio de haber guardado resentimiento a un niño que solo era obligado y castigado por sus padres cuando se trataba de eventos sociales.
Mira hacia el grupo donde está Jaeyoon y una punzada de melancolía le atraviesa el pecho.
No sabe si está intentando redimirse a través de él, o si realmente le importa de una manera que nunca sintió por nadie más.
Tal vez es una mezcla de ambas cosas. Pero lo que sabe es que no puede seguir ignorando lo que siente, ni puede seguir escondiéndose detrás de esta fachada que construyó, un atleta envidiable, el alumno perfecto, el deleite de chicos y chicas ansiosos por un poco de su atención y su tiempo.
Pero Sunghoon solo puede pensar en Jaeyoon.
La idea de acercarse a él, de intentar conocerlo y de retomar la amistad que tuvieron, de verdad lo asusta más de lo que quiere admitir.
Porque si lo hace, si deja que Jaeyoon vea quién es realmente, ¿qué pasará cuando descubra lo que hizo cuando eran niños? ¿Lo rechazará por las cartas cargadas de resentimiento que le envió? ¿Lo juzgará por su pasado?
Jaeyoon no era más que un niño y Sunghoon no dejó de resentirlo y odiarlo por la manera en que lo había abandonado.
Suspira y se levanta de la banca, sintiendo el peso de sus decisiones caer sobre sus hombros. No sabe bien qué hará todavía, pero una cosa es segura, no puede seguir escondiéndose.
Si quiere algo con Jaeyoon, si quiere ser alguien mejor para ese niño que solo necesitaba contención, tiene que enfrentar sus errores.
Incluso si eso significa enfrentar el fantasma de Jaeyoon, y el que fue en ese entonces.
Se queda quieto, mirando el mensaje de Sunghoon en la pantalla de su teléfono. Han pasado días desde la última vez que intentó contactarlo, y ahora, de repente, ahí está otra vez. Un simple «¿Cómo has estado?» que parece inofensivo, pero que despierta una tormenta dentro del muchacho de dorada cabellera.
Lo lee y relee varias veces, pero no ha respondido.
Parte de él quiere hacerlo, quiere abrir la puerta que cerró cuando sus padres volvieron por él para llevarlo por el mundo cual animal en cautiverio, cuando decidieron que era mejor desaparecer de su vida.
Pero la otra parte, la parte que le recuerda por qué lo hizo, por qué aceptó la decisión de sus padres sin hacer un berrinche o pedir a su abuela Naeún que no lo permita lo retiene.
No puede volver a ese lugar. No puede ilusionarlo ni a él ni a sí mismo con una amistad que no puede tener la cercanía que tenía antes.
Sunghoon y él eran inseparables, o al menos eso creía.
En un mundo donde todos lo miraban raro por ser diferente, él era su refugio.
Cuando sus padres lo ignoraban por no ser "suficiente", Sunghoon siempre estuvo ahí, como si no le importara. Pero eventualmente, todo cambió. No de la noche a la mañana, pero sí lo suficiente como para que Jaeyoon se diera cuenta.
Recuerda el día en que le llegó la primera de sus cartas. No podía creerlo cuando vio su nombre en esa lista de improperios y quejas por haberlo abandonado.
Esa firma fue como una daga en su pecho, el recordatorio brutal de que, al final, no importaba cuánto significara su amistad.
Sunghoon lo había juzgado y reducido a un niño rico más que se cansó de él como si fuera un juguete, un objeto cuyo valor jamás será suficiente para su alta clase social.
Sunghoon lo juzgó y pensó que al igual que sus padres, Jaeyoon tenía otras prioridades, y que él al ser el hijo de un pescador, no encajaba en ellas.
Jaeyoon no quería ser una carga, no quería ser el que lo arrastrara hacia abajo. Así que hizo lo único que creyó que podía hacer en ese momento, se alejó.
Su desaparición no fue solo física, sino emocional. Lo cortó de su vida porque no quería enfrentar la realidad de que, aunque lo quería, no podía ser parte de su mundo.
Jaeyoon siempre fue parte del grupo de la gente de clase alta, no lo vió cuando era niño pero ahora lo hace, sus padres lo están criando para atraer al mejor postor y que los ayude en su delicada situación económica y Sunghoon... su mejor amigo de la infancia no encaja en ese molde, y tarde o temprano, esa grieta se hará imposible de ignorar.
Así que prefirió irse antes de que se rompiera todo, antes de que sus padres amenacen con deshacerse de Sunghoon si seguía frecuentándolo.
Pero ahora, aquí está, buscando de nuevo un contacto.
¿Por qué ahora? ¿Por qué, después de tanto tiempo, sigue preguntando por él?
Jaeyoon sabe que no debería responder, pero al mismo tiempo, parte de él quiere darle una explicación. No es justo que lo deje en la oscuridad para siempre. Sabe que, a su manera, Sunghoon lo apreciaba. Tal vez también se siente culpable, tal vez no entiende lo que realmente pasó.
Pero... si le dice la verdad, si le explica por qué desapareció, ¿qué lograría con eso? ¿Reabrir heridas? ¿Darle falsas esperanzas de que todo puede volver a ser como antes? Porque no puede.
Ambos hab cambiado, y Jaeyoon no es el mismo chico que Sunghoon conoció.
No es el Jaeyoon que se conformaba con estar a la sombra de los demás, esperando a ser visto.
Ha aprendido a valorarse por quien es, y no por quién debería ser para él o para los demás.
Mira la pantalla de su teléfono una vez más, los dedos suspendidos sobre el teclado. Las palabras se agolpan en su mente, pero no sabe cómo decirlas sin que suenen crueles, sin que rompan lo que queda entre ells . ¿Debería siquiera decirle algo?
Tal vez es mejor dejarlo en el pasado, como lo ha hecho hasta ahora.
Pero una pequeña parte de él no puede dejar de preguntarse: ¿Y si Sunghoon realmente sigue siendo el mismo niño que conoció? ¿Y si ahora, después de todo este tiempo, está listo para entender lo que vivió? ¿Qué haría Jaeyoon entonces?
Porque no quiere ilusionarlo, no quiere que piense que pueden recuperar lo que tuvieron, mucho menos ahora que sus padres están encima de él todo el tiempo, controlando, lo que come, lo que dice, lo que hace, lo que piensa, moldeándolo para ser el salvavidas económico de su familia.
Pero, al mismo tiempo, le duele dejar las cosas así, en el vacío.
Con un suspiro, finalmente empieza a escribir.
«Sunghoon, he estado bien. No me fui porque quise, sino porque mis padres sintieron que no había lugar para mí en la Isla en ese momento. No sé si has cambiado, pero sé que yo lo he hecho. No quiero que pienses que podemos volver a ser los mismos de antes, pero tampoco quiero que sigas sin entender lo que pasó. Necesitaba alejarme para ser quien soy ahora. Perdona si eso te hirió, pero fue lo mejor para ambos»
Mira el mensaje por un momento, su corazón latiendo con fuerza. No sabe si es lo correcto, pero es lo más honesto que puede ser. No quiere herirlo, pero tampoco quiere seguir en este limbo de silencio.
Al final, presiona enviar y deja el teléfono a un lado, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad.
No sabe que hará Sunghoon con la verdad, pero al menos después de ocho años ahora la tiene.
Otra historia en hiatus que vuelvo a poner al día.
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