❪𝟭𝟯❫ ; 𝗱𝗲𝗯𝗶𝗹𝗶𝘁𝘆.
❪ARC ONE; THE ECLIPSE❫
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CAPÍTULO TRECE;
DEBILIDAD
❛Nadie la puede soportar❜
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©Shanxlabyx
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SU CUERPO FINALMENTE HABÍA DEJADO DE estar tan adormecido, al parecer era la anestesia que le habían colocado al momento de atender sus pies bastante maltratados al igual que las demás heridas de su cuerpo, habían sido tratadas como se debían, sobre todo la que ahora poseía en su rostro, teniendo una gasa limpia y nueva sostenida por varias vendas contra esa herida.
Estaba ligeramente sentada en la gran cama, la cual no se comparaba a dónde dormía antes ella en aquel lugar que era prácticamente un infierno. Llevó una de sus manos hacia su frente, sosteniéndola un poco, le dolía ligeramente pero nada grave y molestó. Suspiró con pesadez volteando de nueva cuenta su cabeza hacia la dirección de la puerta entreabierta en dónde una mano se posó en esta misma y había sido abierta, dejando ver mejor al doctor que poseía gafas y pequeñas marcas en su rostro. Pero su atención se había ido precisamente hacia la mujer al lado del médico; su madre.
Esta tenía un rostro conmocionado, aún teniendo un pequeño rastro de lágrimas en sus pestañas. Sus ojos rojizos la miraban como si fuera lo mejor que esperara ver, que sin que Hatsulin supiera, era verdad; Eiko estaba sorprendida, feliz, fascinada de ver a su hija finalmente, viva. Su corazón estaba palpitando fuertemente contra su pecho mientras la seguía observando, teniendo sus ojos rojizos conectados con los azulados y aún algo adormilados de la pelirroja menor.
—Al parecer ya ha despertado. —dijo el doctor quien sostenía un portapapeles, acercándose a Hatsulin para poder ver sus signos vitales—. Aún está algo débil, pero es por la anestesia.
El doctor se hizo a un lado para que Eiko pudiera acercarse, cosa que hizo, lo hacía con sus piernas y manos temblando, como si estuviera asustada o algo, aunque si lo estaba; tenía miedo de que lo que estuviera viendo fuera un simple espejismo y su hijita no había sido salvada ni regresada a ella. La pelirroja más oscura comenzó a desbordarse en lágrimas, aún observando aquellos grandes ojos azules quienes la veían con atención y confusión, pero luego con conmoción, incluso se habían cristalizado.
—¿Mamá?
Los labios de Eiko temblaron levemente por escucharla decir eso, era su voz, definitivamente era su voz. Las lágrimas seguían cayendo como cascada por sus mejillas, se acercó lo suficiente y con duda colocó una de sus manos sobre su mejilla con suavidad, sintiendo su cálida piel, comprobando de esa manera que si estaba allí. Una sonrisa temblorosa salió de entre los labios de la Todoroki de sangre junto con una mueca, ya que estaba aguantando un gran llanto justo ahora.
—H-hatsulin... —susurró con dificultad la pelirroja mayor y casi de forma inmediata la abrazó con fuerza contra ella, hundiendo su pequeña cabecita entre su pecho, pudo sentir como las manos de Hatsulin se aferraron a su blusa.
—M-mamá... —dijo la menor comenzando a lloriquear en silencio, ya que también le dolía y ardía la garganta así que por ahora sólo se abstendría a derramar lágrimas y aferrarse a su madre.
Dios, estaba aliviada de verla después de tanto, estaba incluso... feliz pero a su vez triste. Sus sentimientos eran confusos ahora.
Abrió levemente sus ojos cuando su madre comenzó a resbalarse hasta el punto de que quedó casi arrodillada en el suelo, aferrándose a las sábanas mientras no dejaba de sollozar con alivio. Hatsulin alzó levemente sus cejas por verla así, llorando de esa manera mientras se aferraba las sábanas y mantenía su cabeza casi acostada en su pequeño regazo.
—L-lo siento... Hatsulin, Lo siento... —comenzó a decir de forma temblorosa Eiko mientras sollozaba y lagrimeaba, sin levantar la cabeza en ningún momento. A la menor le provocaba confusión de que se esté disculpando—. L-lo siento, perdóname por no haber estado con ustedes, perdóname, lo s-siento... lo siento... —dijo la mujer en un hilito de voz bastante roto.
El doctor acomodó sus gafas mientras suspiraba levemente quedándose al lado de la puerta, observando aquella escena triste y conmovedora, había sentido incluso una presión en su pecho. Hatsulin estaba bastante perdida ahora, aunque ya comprendía porque decía eso pero seguía estando confundida sobre que se disculpara por no haber estado ese día, algo le decía que si los hubiera acompañado a ella y a su abuelo, no hubiera terminado bien.
Sus ojos estaban pesadamente abiertos con un poco de sorpresa, sintiendo en su mejilla izquierda resbalar una lágrima hacia las sábanas seguidas de algunas más. Apretó sus labios levemente mientras sus cejas se curveaban hacia los lados, una presión estaba presente en su cuello por el nudo en su garganta ante las disculpas de su madre.
Una de sus manos vendadas y cañosas se dirigió al cabello carmín de Eiko, colocándolo suavemente sobre su cabeza, moviéndola hacia abajo en una leve caricia, aún escuchando sus sollozos e igualmente sus pequeños quejidos por el fuerte llanto que tenía. Una melancólica y a su vez suave sonrisa se formó en sus labios.
—N-no te preocupes, mamá, ya estoy aquí, contigo... —dijo con un tono bajo y algo apagado, dándole otra caricia a su cabello que se sentía raro, no suave como normalmente lo tenía—. Estoy aquí y estoy bien...
Luego de unos minutos aparecieron unas tres personas en la puerta, viéndose cabellos pelirrojos de tres tonalidades. Uno de pelirrojo ligeramente anaranjado con el flequillo blanquecino, otro color que era del tipo pelirrojo-anaranjado y por último un rojo más normal y ligeramente oscuro, junto con tres miradas rojizas. Kazuto, Gie y Takeshi fueron quienes se aparecieron en la puerta al poder escaparse de la recepción e ir hacia allí, aunque de todas maneras el doctor no les dijo nada, sólo les hizo un pequeño ademán para que pasaran.
Hatsulin los observó con pequeñas lágrimas resbalando aún por sus mejillas rojizos, aún dándole pequeñas caricias a la cabeza de su madre. El primero en actuar fue Takeshi quien casi corrió hacia ella y la abrazó con fuerza pero a su vez delicadeza como si temiera hacerle algo. Los ojos azules de Hatsulin se abrieron levemente al sentir el abrazo de su hermano -igualmente sintió a su madre quitarse de su regazo, estando ella ahora limpiándose las lágrimas a un lado de la camilla-, su corazón comenzó a palpitar cada vez con más fuerza, con más entusiasmo.
—Imōto... —murmuró levemente y con voz temblorosa, apretándola un poco más contra su cuerpo, provocando sin darse cuenta que los ojos de Hatsulin brillarán un poco.
Luego, otros brazos más fuertes se sumaron al abrazo, siendo esta vez Kazuto quien la abrazaba con una sonrisa temblorosa en sus labios que parecía casi una mueca ya que estaba haciendo todo su esfuerzo en seguir sonriendo ya que estaba feliz, tanto que lloraba.
—M-me... nos alegra que estés aquí... —los ojos de Hatsulin brillaron un poco más, como si aquellas palabras y acciones de sus hermanos le estuvieran devolviendo el brillo a sus ojos.
Luego de unos segundos, un tercero se unió también al abrazo, siendo en este caso Gie quien sin decir nada la abrazó, transmitiéndole lo que sentía por la forma en que la abrazaba. Hatsulin percibió los sentimientos de ella por lo que supo que se sentía de la misma manera que sus hermanos a pesar de no haber dicho nada todavía.
—Te extrañamos... —aún así, susurró en un pequeño hilo de voz la pelinaranja, aferrándose más al pequeño cuerpo de su hermana menor. Un pequeño destello en forma de óvalo apareció en sus pupilas—. HatsuHatsu...
Hatsulin mantenía sus ojos abiertos en par en par, sintiéndose cada vez más despierta y ahora, se sentía menos pesada, como si aquellas palabras hacia su persona le hubieran quitado un pequeño peso de encima, pero aún permaneciendo otro más en su espalda, el peso de todo lo sucedido a causa suya -pensamientos de ella misma- en aquellos meses, posiblemente casi un año en aquel prácticamente infierno, el peso de las muertes que sucedieron en el transcurso del tiempo, aún hacían sentir a su corazón doler.
¿Como debería sentirse?
Justo ahora tenía una enorme tormenta de emociones que no podía descifrar, no podía decidirse por un sentimiento en particular. Sentía felicidad, alegría, alivió, cariño en ella pero a su vez; impotencia, dolor, tristeza, y culpa en su cuerpo por los sacrificios por ella que sucedieron, y también por no haber escapado con Keizuke, había sido un golpe duro para su ya lastimado corazón.
¿Estaba haciendo bien en sentirse feliz? ¿era justo que ella fuera feliz ahora?
Las lágrimas nuevamente se desbordaron de sus grandes ojos sin parar, comenzando a mojar la bata de hospital que tenía y alguno de los brazos de sus hermanos, sintiéndose egoísta por sentirse feliz, por disfrutar haber vuelto a casa cuando varias personas habían muerto prácticamente por su culpa, cuando había dejado a un buen amigo que sufría lo mismo y aunque se le haya dado la oportunidad de escapar, no fue con ella. Se sentía egoísta al disfrutar esta felicidad sabiendo que seguramente Melly y Kiyama estarían siendo castigados e incluso asesinados, sabiendo que Keizuke iba a sufrir solo.
❛N-no merezco esto... no lo merezco...❜ pensaba Hatsulin con intensidad mientras sollozaba con fuerza.
Se sentía feliz y a su vez una horrible persona.
—Así que, ya despertó.
Sus ojos se abrieron levemente por aquella voz en medio del abrazo que se había aflojado un poco para soltarla, aunque ninguno se alejó. Hatsulin se quedó mirando con confusión hacia la puerta de la habitación, observando nuevamente aquellos ojos azules que había visto antes de caer inconsciente. Sus ojos quedaron varios segundos conectados con los de su contrario, quién tenía una chaqueta que apenas podía recordar.
Se le hacía extrañamente conocido.
—Quien... ¿quien es él? —cuestionó la pequeña niña quién estaba rota en silencio, ladeando levemente su cabeza hacia un lado, sintiendo una cálida mano tomar la suya; era la de Gie, cosa que realmente la sorprendía ya que ella no era demasiado expresiva físicamente—. Él... no lo recuerdo. Creo recordar... su chaqueta pero no su rostro, aunque se me hace conocido...
—Yo te traje hasta aquí, estabas desmayada, quizás en algún momento abriste tus ojos y viste lo que vestía. De verdad estabas débil, aparte de estar lastimada. —el rubio rascó levemente su mejilla con uno de sus dedos; no parecía demasiado mayor, tal vez unos cuatro o tres años mayor que ella, calculaba que tenía unos catorce años, ya que se veía de la edad de Gie—. Aquel perro no dejaba de mirarme mientras te llevaba, es inquietante.
Hatsulin parpadeó varias veces ante sus palabras, en realidad no recordaba que fuera la misma persona que fue la última en ver antes de perder la consciencia. Esa persona en realidad y con lo poco que recordaba, se le hacía familiar pero era muy borrosa la imagen. Lo que podía tener en claro de que no era el mismo eran los ojos que apenas recordaba; este chico tenía los ojos azules pero en otra tonalidad, en cambio el que recuerda antes de desmayarse tenía un azul peculiar, como un azul eléctrico. ¿O quizás si era el mismo y simplemente estaba desorientada? También debería ser eso, así que no le daría tantas vueltas al asunto.
—Perro... —murmuró ante lo dicho del desconocido—. Yuu-chan... ¡Yuu-chan! —chilló algo exaltada Hatsulin, de la nada, incluso sus signos vitales se alteraron, sobretodo su pulso, haciendo que el doctor se exaltara—. ¿¡Y Yuu-chan!? ¡su pata!
—¡Tranquila, tranquila, pequeña! ¡no debes alterarte! —trató de calmarla el doctor al igual que sus hermanos y su madre, Hatsulin miró asustada hacia el médico y a su vez en busca de una explicación—. El Husky de pelaje blanco, está bien, ahora lo está, lo llevaron rápidamente a un veterinario que está a la otra calle para tratarlo como se debe.
Efectivamente Hatsulin se había agitado de la nada por la alteración, se quedó mirando fijamente al doctor y poco a poco volvió a estabilizarse de su pequeño ataque de ansiedad, su mirada incluso volvió a ser la misma cansada que poseía. Suspiró con pesadez bajando la mirada, la mano de Gie apretó la suya levemente como si tratara de reconfortarla.
Asintió levemente mientras ahora sentía una pequeña caricia en la parte de atrás de su apenas crecido cabello rojizo, el cual ya no lo sentía tan sudado como antes o tan seco. Escuchó la voz de su madre.—Sobre tu pregunta... este joven se llama Rōnin. —la pequeña alzó un mirada hacia su progenitora con curiosidad y a su vez confusión. Eiko pareció dudar en lo que podría decirle ahora, ya que tragó saliva, Hatsulin sintió y notó inquietud y duda venir de ella.
—Él es... pues... —ahora Takeshi fue quien habló, estaba igual de dudoso e inquieto que Eiko, provocándole más intriga que antes de que estuvieran de esa forma inquieta y dudosa, incluso sentía a Kazuto y a Gie de esa forma.
—Rōnin es hermano nuestro. —respondió finalmente sin rodeos Gie, haciendo que los Tsubomi y la Todoroki de sangre se tensaran y una pequeña aura de decepción y a su vez nervios los rodearan de que Gie lo haya dicho de esa forma tan directa.
Hatsulin se quedó en silencio, como si estuviera procesándolo. Miró a quien hacía llamarse Rōnin quien prevalecía dentro de la habitación pero justo en la puerta de esta misma, sacándose cerilla de su oreja con una mirada un poco nerviosa y a su vez apenada por aquella revelación tan repentina, e igualmente por la ahora fija mirada de Hatsulin; ella hacía más que nada el tratar de buscar los parecidos con su madre y su padre Katashi. Ahora que lo pensaba, se parecía a él.
—Pero no se parece a mamá. —mencionó en un murmuro un tanto ido ya que estaba procesando lentamente la fuerte revelación de parte de su hermana mayor. Tenía parecido en la cara y sobretodo en los ojos, que eran los mismos sólo que un toquecitos más oscuro que los de su padre Katashi, pero no se parecía a su madre Eiko—. Su pelo es rubio... aunque también negro, por debajo.
—Oh, originalmente es de color negro, yo sólo me lo tiño. —señaló el joven rubio mientras se levantaba parte de su cabello para que viera con claridad que sus raíces eran negras, sólo tenía la parte de arriba y encima rubio.
—Es que es hermano por parte de nuestro padre Katashi. —mencionó ahora con un poco de nervios Kazuto rascando su nuca, Eiko había cubierto su cara levemente con una de sus manos.
La de grandes ojos azules siguió observando al tal Rōnin, hermano suyo. Lo veía fijamente, los ojos eran iguales a los de su padre y los de ella, eran también grandes. Procesó nuevamente las palabras de su hermano y colocó una expresión confusa. —¿Papá como pudo tener a un bebé? ¿no era que las mujeres eran quienes tenían a los bebés?
La mayoría casi escupe saliva por sus palabras tan confusas y a su vez inocentes, incluso el médico casi se ahoga con su saliva. Hatsulin tenía sus cejas levemente fruncidas en confusión, agachó su cabeza para ver sus manos, abrió y cerró levemente una de ellas, juntando hacia arriba sus dedos.
—Cómo puede salir un bebé por su... —susurró Hatsulin abriendo levemente sus dedos como tratando de hacerse una imagen mental, rápidamente sus hermanos incluso su madre le gritaron «¡No hagas eso!».
—¡No es que lo haya tenido papá! tiene genes y sangre de él pero no de nuestra madre. —habló Takeshi rápidamente y con sus mejillas ruborizadas por lo que casi hace su hermana. Por mucho que haya vivido algo horrible, seguía siendo una niña de diez años.
—¿No tiene genes de mamá?... ¿a qué te refieres? No entiendo, sólo me confunden más.
—Se refiere a que papá tuvo a Rōnin-kun con otra mujer. —dijo nuevamente de forma directa Gie bufando un poco, recibió ahora que le jalaran la oreja, específicamente su madre, susurrándole «deja de decirlo de esa forma»—. Auch... Es técnicamente nuestro medio hermano.
—¿Con otra... mujer? —murmuró nuevamente confundida la pelirroja, volteando su cabeza hacia la dirección de Rōnin quien miraba hacia un lado tratando de no mostrarse nervioso.
Bajó su cabeza con sus ojos abiertos, tratando de procesar la nueva información que le habían revelado, suspiró con pesadez sintiendo nuevamente un dolor de cabeza. Llevó su mano hacia su frente tratando de aliviar dicho dolor, como si hubiera sido la gota que derramó el vaso, sin embargo, hizo su esfuerzo para no demostrarlo.
—Si... a los días que desapareciste pues... una mujer de cabello negro tocó a nuestra puerta con Rōnin-san, ella explicó lo sucedido con todo ese hecho. Fue casi un caos... —susurró lo último Takeshi rascando su nuca—. Pero era... ¿agradable? nos ayudaron a buscarte y efectivamente Nii-chan te encontró.
Era raro, de verdad raro, sobretodo porque Takeshi lo había llamado hermano básicamente, para ella se le haría muy difícil tratar de decirle hermano a alguien que conoce en poco tiempo aunque quizás con el tiempo se relacionaron lo suficientemente hasta llegar a ese punto, de incluso llamarlo por su nombre, al parecer o quizás era su apellido.
Se quedó en silencio hasta que notó una mano medio cubierta por una manga extenderse enfrente de su vista, subiendo esta misma para ver de quién era, notando como Rōnin ahora estaba enfrente suyo con su mano extendida. Tenía una expresión algo tímida, con su cara volteada hacia un lado, los adultos y demás observaban con algo de asombro y en silencio aquello que no se esperaron, pero a su vez era adecuado.
—La verdad ni mi madre sabía que tenía hermanos por parte de alguien más. De todas maneras Katashi era demasiado extraño, no confíe mucho en él, un día simplemente se fue. —una pequeña presión apareció en el pecho de Hatsulin, no, en el pecho de Rōnin también apareció uno y Hatsulin pudo notarlo, pudo ver por como apretaba sus labios. Luego, el chico volteó su cabeza hacia ella y sonrió de lado—. Pero en parte, no me molesta descubrir que tengo hermanos, siempre quise hermanos.
Los ojos de Hatsulin veían al semi rubio quien inclinó su cabeza ensanchando su sonrisa, captando la atención de ella; se parecía a su padre, sólo que en facciones era diferente, no eran tan exactas como Kazuto quien era casi una copia física de él con cabello rojo-naranja y en parte blanquecino, Rōnin no parecía tener demasiada masa muscular, incluso la chaqueta era más grande que él, pero si se parecía.
—Así que, me gustaría poder ser hermano tuyo también, Hatsulin. Si me lo permites y me dejas conocerte y tú a mí. —la nombrada no hacía más que observarlo, pudo notar que tenía hasta un arete en su oreja. Era... autentico y llamativo, lo admite.
La niña seguía observando a su contrario de ojos azules, hasta hora, era la única en su familia quién tenía los ojos de su papá; azules y grandes, y ahora el ver a alguien más con esos ojos la dejaban en silencio, pero a su vez le provocaban curiosidad y a su vez una pequeña alegría, pero su corazón se estrujó casi de forma inmediata. Por mucho que el ambiente para todos no estuviera tenso, ella si lo sentía tenso, pero por sus propios pensamientos que aunque no pareciera, no salían de su cabeza.
Observó aún varios segundos al semi rubio, observando de reojo a su familia, parecía intrigada y a su vez inquieta. Miró otra vez a Rōnin y poco a poco extendió su mano para tomarla, el contrario de ojos azules vió su apretón de manos, sus manos eran demasiado cañosas y ásperas a comparación de su demás piel. Que raro. Levantó su mirada al notar como una sonrisa se alzaba en los labios de Hatsulin. —Si me gustaría conocerte, Rōnin-kun.
El nombrado sonrió de lado, escuchando el suspiró de su otra media familia. Pero sonrió para ellos ya que había sentido y percibido que aquella sonrisa de Hatsulin era algo forzada, no por desagrado, ya que ella estaba demasiado inestable de forma emocional, sentía una enorme tristeza en ella y efectivamente, ella formó su sonrisa para ocultar su debilidad ahora, si estaba feliz pero la tristeza era más.
Hacía su esfuerzo para no mostrar su debilidad, y sólo lo sabía ella y su ahora hermano.
—¡ATSUKO, SUELTA A MI HIJA EN ESTE MOMENTO! —EXCLAMÓ Eiko viendo como Hatsulin era arrastrada de la camisa por la peliazul.
—¡M-mamá! —chilló ahora Hatsulin de apenas once años entre lágrimas asustadas de lo que haría su abuela luego de haber llegado de la escuela después de un examen el cual para su mala suerte no salió tan bien.
—Ya hay que darle mano dura a esta niña. Desde que sucedió el incidente de Nakano no has hecho más que consentirla incluso cuando hace algo mal. —dijo con voz dura la de cabello azulado y una mueca en sus labios, jaló más a Hatsulin quien lloriqueó en su lugar—. La nota de hoy es inaceptable, una niña con su potencial y sus genes no puede tener una nota así, tiene que recibir un castigo de una vez.
—¡Te he dicho que la sueltes! ¡tu no eres su madre, la madre de Hatsulin aquí soy yo! ¡no tienes derecho de darle algún castigo! —exclamó ya harta, arrebatándole por fin a su hija, deteniendo sus pasos—. ¡Quien decide si tendrá un castigo soy yo!
Atsuko volteó rápidamente su fría mirada azulada hacia Eiko, apretando levemente sus cejas viendo como la mueca de enojo de la pelirroja mayor se convertía a una de dolor sosteniéndose el pecho y cayendo al suelo. Hatsulin se asustó por la reacción de su madre, escuchando como con su cabeza en el suelo se quejaba. Atsuko había usado su quirk con ella.
—M-mamá... ¡Abuela, deja a mi madre, por favor! —pidió la jovencita ahora poseyente de una cicatriz debajo de su ojo derecho.
—Guarda silencio, Hatsulin. —nuevamente la jaló, tomando hábilmente sus dos brazos con una mano, tratando de estirarlos, pero Hatsulin se negaba al querer ir con su madre—. Estira los brazos, ya.
—P-pero abuela-
—¡Estira tus brazos, mocosa!
Hatsulin con nervios y a su vez dudas lo hizo, totalmente asustada de lo que llegara a hacer, pudo notar como de un cajón sacaba algo, parecía ser una regla, larga y gruesa, por alguna razón, se veía bastante fuerte cosa que la confundía de sobremanera pero a su vez la asustaba.
Su interno sensor de peligro se activó al notar como acomodaba sus brazos, descubriendo más sus antebrazos mientras los sostenía desde sus muñecas. Escuchar a su madre con miedo y a su vez quejas también la asustó.
—¡A-atsuko, no te atrevas a hacerlo! ¡No le hagas daño!
Los ojos de Hatsulin se habían abierto levemente por el asombro, abriendo sus labios mientras miraba como ahora su abuela sostenía con su mano libre aquella regla y la alzaba, la sombra había chocado con su rostro que se encontraba aterrado por lo que le hiciera, sobretodo por las palabras de su madre.
Luego, se escuchó un seco golpe.
—¿P-POR QUÉ MI ABUELA ME ODIA, MAMÁ? ¿POR QUÉ ella es así, no sólo conmigo, con mis hermanos, contigo?
Eiko levantó su mirada levemente de los brazos lastimados y rojizos de su hija, dejando de vendar uno de ellos para poder observarla. Estaba cabizbaja, viendo la falda el uniforme que aún poseía, Hatsulin sorbió su pequeña y roja nariz por el llanto que había soltado anteriormente ante el castigo de su abuela; varios y limpios golpes con una regla en sus antebrazos, como "disciplina".
La pelirroja mayor soltó un pequeño y bajo suspiro, acariciando un poco las muñecas y antebrazos de su hija con dulzura, buscando calmarla y borrar aquella pregunta que había hecho ya que Eiko también se la preguntaba, sabía que había una razón pero no la tenía muy clara.
—No te preocupes por eso, Hatsulin, sólo... —murmuró la de ojos rojizos haciendo una pausa, tragando saliva para darle una sonrisa—... ella sólo no valora a los maravillosos nietos que tiene. Verás que nos iremos pronto a casa.
Hatsulin siguió cabizbaja, no dijo nada en respuesta todavía, no alzó la cabeza en ningún momento aunque Eiko no lo notó al instante ya que había vuelto a terminar de vendar los brazos de su pequeña hija, aunque aún así había captado su atención al escuchar su voz. —¿Por qué siempre causo tantos problemas y cuando me ayudan, alguien sale lastimado?.
Eiko se detuvo, aquello había sido muy repentino que dejó a medias las vendas que hacia con sus brazos. Abrió un poco sus labios cuando vió pequeñas gotas de lágrimas caer encima de sus manos, Hatsulin inclusive había temblado.
—¿P-por que soy tan débil? ¿por que soy tan tonta? ¿por qué siempre soy un problema para todos? —se repetía una y otra vez Hatsulin, sintiendo su voz quebrarse poco a poco al igual que su mirada, mostrando como sus labios ahora temblaban—. ¿P-por que siempre les c-causo problemas a los demás? ¿por qué siempre tienen que ser los demás que paguen?
Eiko subió su mirada sorprendida y atónita de escuchar esas palabras de frustración y tristeza venir tan repentinamente de su hija, viendo como estaba aguantando con fuerza más lágrimas.
—S-siempre causo problemas a d-donde voy, y no quiero eso, n-no quiero causarle problemas a las p-personas que quiero. Primero el a-abuelo Hoshi, luego Senshi-kun... —su cabeza se inclinó más hacia adelante, soltando más lágrimas involuntarias—. Hiroshi-san, Keizuke-kun... Siempre se sacrifican por mi y sólo causo p-peores cosas...
Eiko estaba en shock observándola, tratando de recordar que le había dicho el doctor e igualmente la psicóloga en estos casos porque sabía lo que le estaba dando a su hija, sabía pero no recordaba claramente que tenía que hacer ahora antes de que se alterara más. A Eiko le dolía escucharla decir eso, tirarse la culpa y pensar porque no recibía un castigo, no veía que ya la han castigado horribles veces.
—¿Por qué no desaparezco de una vez, por qué todos tienen que sufrir por mi? ¿Por qué no soy yo quien muero, por qué sacrifican su vida por mi, por qué me cuidan? —los ojos de Hatsulin comenzaron a soltar grandes lágrimas, sintiendo su pulso acelerarse sin evitarlo o sin darse cuenta—. ¿Por qué no muero de una vez? ¿por qué yo no-?
Eiko sin pensarlo se lanzó a abrazarla, apretándola con fuerza y a su vez miedo, se había aterrado con sus últimas palabras, escucharla decirse eso ya había sido la gota que derramó el vaso, escucharla decir eso... dios. Era demasiado para ella escuchar a su hija menor, a quien ahora cuidaba más por el miedo de lo sucedido hace sólo un año, decir esas palabras la asustaban, le dolía, le causaba un sentimiento lúgubre, uno aterrador. Escuchar a una niña de once años decir eso era demasiado.
—N-no digas eso, para de decirlo. —dijo su madre con voz temblorosa, Hatsulin abrió sus ojos por escucharla así y por haber sido abrazada de esa manera—. No digas eso, por favor, ya no digas eso, tu no tienes culpa de nada...
El cuerpo de la más pequeña tembló con fuerza junto con un tembloroso suspiro al escuchar a su madre de esa forma, abriendo un poco más su boca con miedo—. M-mamá...
—Hatsulin, por favor... no lo digas más... —pidió nuevamente Eiko, apretando más a Hatsulin contra ella, como si temiera soltarla—. No tienes culpa de nada, no te culpes por eso. Si las personas se sacrifican por ti es porque quieren hacerlo, es porque saben que les conviene al hacerlo, no es tu culpa. —siguió hablando con pequeña lágrimas en sus ojos—. Dios, no digas eso en mi presencia o en mi ausencia, no lo pienses por favor, no es correcto. No te culpes por algo de lo que no tienes culpa, no te cuestiones cosas que no deberías hacer y pensar que es tu culpa. Tu no eres débil, eres fuerte y muchos piensan en eso. Tienes debilidad en tu corazón y eso está bien, todos lo tenemos... no está mal tener debilidad pero no hasta llegar a ese costo...
La Tsubomi menor estaba contra su pecho con sus ojos bien abiertos, teniendo sus mejillas rojas al igual que su nariz por el llanto que aún sobrellevaba en silencio. Sorbió los mocos de sus fosas nasales sintiendo las lágrimas caer con más brusquedad contra la blusa de su madre. Su corazón estaba palpitando con fuerza, su pulso estaba acelerado y sentía algo presionarse dentro de ella por escuchar sus palabras, por escucharla de esa manera.
—Yo estoy aquí, mi niña... yo estoy aquí...
Hatsulin apretó su mandíbula mientras sus brazos la abrazaron con fuerza y necesidad, sollozando contra su busto. Eiko la abrazó más contra ella, acariciando su cabello mientras un tembloroso suspiro salía de entre sus labios con pesadez y dificultad por lo que había sucedido, quizás era un momento que algunas madres llegan a vivir; escuchar a su hija en ese estado de debilidad
—Muchas personas están aquí para ti y pronto llegarás a tener más, quienes te apoyaran. No estás sola.
♡
→S H A N X L A B Y X←
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